Partida Rol por web

-Entiendo- respondió a la hermana con un tono queda. Realmente a Artemius le costaba entender el apego que podía sentir alguien por un objeto concreto, pero era común entre los servidores del imperio.- Bueno, intentaremos recuperarlo cuando visitemos a nuestros amigos captores. Pero si puedo evitarlo prefiero que ninguno de nosotros arda. Las cenizas no sirven al Emperador.

El psíquico se dirigió hacia el Académico. Le parecía interesante aprender algo sobre esos códigos, pero antes quería echar el un vistazo a lo que ponía.

-¿Me permite?- asiendo el libro con una mano empezó a leer la última parte, la de la piedra angular.- ¿Permitiría que todo un ignorante le acompañara mientras descifra esta parte?- Dijo al Sabio mientras miraba los extraños símbolos.

Bueno, al parecer aquel sitio aun escondía algún que otro secreto, gracias a la tenacidad del viejo habíamos dado con algo que parecía que nos podría dar alguna ventaja, si son tres horas, podríamos utilizar esta sala de cuartel general, si nos quedamos aquí hasta entonces deberíamos formar un perímetro de protección, escucho las palabras de Isolda mientras espero a que el resto de compañeros de su opinion de si seguir o no aquí, no te preocupes Isolda, si tenemos la mas mínima oportunidad recuperaremos lo que es nuestro y de paso rendiremos cuentas con nuestros amigos.

Sin decir palabra, Arcturus se asomó sobre el texto codificado por encima de las cabezas del académico y de Plex.

El arbites había encontrado un compartimento secreto. Lo que otros llamarían paranoia y él llamaba prudencia había acabado dando sus frutos... una vez más.

El viejo Hieronymus poco entendía de libros de cuentas más allá de lo que conlleva el modesto inventario de una fortaleza-juzgado del arbites, pero comprendió el valor de aquel objeto nada más hojearlo. Cualquier coleccionista o historiador pagaría una fortuna por aquel ejemplar, por no hablar del interés que despertaría en el Adeptus Administratum o en la mismisima Inquisición. Sin duda la última página contenía un código, como el sabio Septimus inmediatamente reconoció, el arbites le echó un vistazo, pero poco pudo sacar de ello, más allá de suponer secuencias aqui y allá que seccionen posteriores demostraban erróneas¹.

- Tomad Septimus - dijo ofreciendo el tomo al sabio - estudiadlo cuanto necesiteis. Pero os ruego que me lo devolvaís después.

- Sea como sea, debemos encontrar la piedra angular y mejor cuanto antes. Ya descubriremos cómo usarla, pero debemos alejarla ya de cualquier otras manos.

Tanto Arcturus como Artemius, diligentes y autoproclamados como los más intelectuales de los acólitos intentaron echar una mano al académico, pero era inútil. Los modestos conocimientos de textos escritos y códigos para ocultar información del par de acólitos eran ampliamente sobrepasados por los de Séptimus Dexter, y ambos tuvieron que admitir que tan solo lo retrasarían.

Hieronymus: - Tomad Septimus - dijo ofreciendo el tomo al sabio - estudiadlo cuanto necesiteis. Pero os ruego que me lo devolvaís después.

Sacado de su ensimismamiento, el académico exhibió por primera vez una chispa de orgullo. Parecía ligeramente insultado - Sé perfectamente cómo proceder con estos artefactos, señor mío; llevo haciéndolo desde que fui reclutado. Tal vez no sea tan diestro en el uso de las armas para plantar cara directamente a los enemigos del trono dorado, y tal vez mi maestra haya muerto, pero sigo siendo tan siervo de la Inquisición como ustedes. -

Isolda: No tenemos ni siquiera nuestro equipo básico, no tengo mi bolter, no creo que podamos enfrentarlo -

al Académico no le duró mucho el arranque de orgullo. Había escuchado las críticas de Isolda sobre la dificultad del enemigo al que se enfrentaban, y, ligeramente compungido, se acercó a la Sororitas y tras rebuscar por un momento en el interior de los pliegues de su túnica le entregó algo. - Tal vez no sea vuestro bólter, pero en mis manos solo sería desperdiciado. Además, ni siquiera puedo esperar utilizarlo mientras esté concentrado en este libro. - Lo que el académico había cedido a Isolda se trataba de una pistola bólter, apenas un poco más pequeña que el modelo común, adornada con un par de pergaminos santorales y el sello de la inquisición grabado, ligeramente oculto en la culata*, así como una docena de proyectiles.

- Incluso si contásemos con armamento pesado dudo que tuviesemos una oportunidad contra el viudo si no encontramos primero su punto débil. Pero seguro que servirá para detener esos mutantes y herejes si se interponen de nuevo en nuestro camino. Recordad también que lo que importa no solo es el arma, sino el propósito que cumple. -

Poco quedaba por hacer en aquella habitación, y cómo había señalado Hieronymus, tal vez pudieran encontrar esa piedra angular mientras Septimus descubría algo más sobre ella y sobre el viudo.

El académico leía con lentitud mientras avanzabais, pero no en vano los adeptos se pasaban la vida entre libros, y había desarrollado la habilidad de leer mientras caminaba con bastante soltura, aunque aún necesitaba cierta guía para no tropezar o chocarse con alguna pared.

Melua aprovechó para contestar a Isolda, aunque la insinuación sobre la sangre de su hermano la había horrorizado, el hecho de hablar de él, sobre todo siendo por la posibilidad de encontrarlo, la subió los ánimos. - Oh, seguro que lo reconocerán sin problema. No se parece en nada a esos nobluchos turistas. Es alto, serio y con mucho porte, y tiene una preciosa melena rubia hasta los hombros. - continuó nombrando otras virtudes de su hermano, dejando claro que le tenía en gran estima y que era el orgullo de la familia.

El pasillo continuaba de nuevo en una amplia curva sin desviarse o entrecruzarse con otros caminos durante un trecho, hasta que en un determinado momento todos se dieron cuenta de que se había comenzado a escuchar un murmullo que aumentaba de intensidad a medida que avanzábais, aunque no estabais seguros de donde provenía exáctamente; el propio pasillo seguía parecíendo tan solitario y oscuro como antes, salvo por vuestra propia presencia.

Aunque descifrar el libro parecía algo importante también teníamos que encontrar la piedra angular lo antes posible, como bien había dicho el viejo, teníamos que dar con ella, ya veríamos después como usarla, con rapidez abandonamos la estancia siguiendo de nuevo el camino por donde habíamos llegado, según nos íbamos adentrando un ruido se iba haciendo cada vez mas notable, parecía que provenía de delante de nosotros aunque no conseguía situarlo exactamente, ese ruido parece que viene de delante de nosotros, sería mejor que dos de nosotros nos adelantamos unos metros
del resto del grupo, de sea forma si hay problemas nuestros invitados estarían mas seguros.

Isolda miró al Académico de hito en hito mientras y luego esa pequeña pistola con ligero asombro. Dudó un instante en cogerla o no al ver los sellos de pureza que tenía adjuntos y al final optó por cogerla, la sopesó un poco con su mano natural y luego la alzó como si ofreciera una pequeña ofrenda al Académico.

-Gracias, le daré buen uso y mataré a muchos enemigos del Imperio con ella. Pero se la devolveré cuando todo esto termine.

Enfundó la pistola láser de duelo y empuñó la pistola bolter en la mano buena mientras que mantenía el globo de luz con la artificial. Siguió al grupo mientras caminaban e Isolda se encargaba de avisar al Académico para que no se diera un golpe o se quedara. Detuvo al Académico cuando empezó a escuchar lo que decía Gianna y asintió.

-Tenemos que hacerlo con cuidado y sigilo -apuntó. Isolda había aprendido un montón desde su fracaso que conllevó la pérdida de un brazo y notó un picor en él que rascó por acto reflejo pero sin mucho éxito porque no lo sentía en realidad. Una parte de ella echó en falta a Orionus en ese momento, como también echaba de menos a Urtzi, pues entre él y el Académico habrían sacado toda la información en escasos minutos- si nadie más quiere ir, lo haré yo. Hay que saber si son enemigos o simplemente otros tipos rondando por aquí.

El arbites observó, no sin asombro como el sabio poseía tan preciada reliquia e igualmente sorprendido por la naturalidad con la que se desprendía de ésta para entregársela a la hermana. Sin duda era un gesto inteligente, pues sin duda la sororitas sacaría más partido del arma que el erudito... pero no dejaba de resultarle llamativa la confianza y profesionalidad de Septimus.

Con educación el arbites pidió entonces a Isolda su revólver. La hermana tenía la pistola de duelo de calidad y ahora la pistola bólter, mientras que él disponía tan sólo del rifle o bien del escudo y un cuchillo, ambas opciones limitaban su capacidad enormemente. Con el revólver al menos podría estar armado y proteger a los demás con el escudo.

Y de esta manera, escudo y revólver en mano¹ volvió a encabezar la marcha. Por enésima vez se maldijo por haber perdido su enmudecedor y el resto de su equipo. Con ello podrían cubrir su avance con seguridad.

Isolda pretendía adelantarse e Hieronymus iría con ella si así era. La luz... supondría un problema. No ver o ser vistos... Quizás mejor lo primero

Artemius siguió al grupo después de aceptar que sus conocimientos no eran suficientes para arrojar algo de luz sobre lo que decía el libro.

-Tengo que estudiar más...- pensó para si mismo.

Se adentró en los pasillos y volvió a desenfundar su espada y escopeta recortada preparado para lo peor. Intentó estar alerta a lo que pudiera pasar. Las trampas solían ser comunes en aquellos lugares y sería mejor no caer en ninguna...

Ante una posible amenaza desconocida los acólitos se volvieron más cautelosos. Isolda se ofreció para adelantarse a investigar, y Gianna señaló que sería mejor que no se adelantase una persona por si sola, por lo que ambas avanzaron unos cuantos metros, siempre a la vista del grupo gracias al orbe luminoso que indicaba su posición.

Extrañamente, no había nada que indicase el origen de aquél murmullo. Ni siquiera cuando las dos mujeres hubieron avanzado un trecho y estuvieron convencidas de que el sonido comenzaba a debilitarse habían visto nada que lo emitiera, o podían ubicar siquiera si venía de arriba o abajo. El murmullo simplemente parecía rodear a los acólitos a medida que estos avanzaban por los pasillos.

El primero en notar la diferencia fue Artemius. Tal vez percibió sobre la piel una débil corriente de aire o identificó algunas palabras entre el murmullo, pero lo que fuera que le llamó la atención provenía de las grietas entre las rocas que formaban el pasillo. Al examinarlo se dio cuenta de que algunas de ellas estaban sueltas, y se movían deslizándose más hacia el interior del muro, lo que dejaba al descubierto una pequeña apertura que permitía espiar el interior de la casa, una de las habitaciones donde los guías anunciaban entre comentarios del público las extraordinarias reliquias y exposiciones de la mansión. Los murmullos eran la suma de todas aquellas voces superpuestas y amortiguadas por las paredes.

Gracias a aquél descubrimiento los acólitos ahora eran capaces de identificar más de aquellas aperturas que abrían otros huecos espía a diferentes habitaciones.

Acabas de escuchar su descripción y nunca lo has visto en persona, pero a través de la apertura crees ver a un individuo que coincide con la descripción de Melua sobre su hermano.

No tiene el porte que la noble ha mencionado, y se encuentra algo encorvado y solitario apoyando la espalda contra una pared, pero sin duda es un hombre de expresión adusta, seria y ausente, vestido con una casaca de gala y una melena de color rubio platino que le tapa la parte superior del rostro.

Arcturus estuvo en silencio un rato tras intentar leer el libro cifrado. Estaba como ausente. Le ocurría a veces; parecía perder momentáneamente el contacto con la realidad que le rodeaba. Estaba impresionado, tal vez, con el nuevo torrente de información que acababan de recibir.

De pronto miró a un lado y otro, reparando en la breve separación del grupo. Luego Artemius desubrió el origen de los sonidos, y el tecnosacerdote reconoció su habilidad con un cabeceo. En realidad, formaban un grupo bastante eficaz, y todos habían contribuido en aquella larga y agtadora jornada a acercarse cada vez más a su objetivo. Aunque, para ser sinceros, todavía no habían sido capaces de sacar nada en claro, ni el futuro parecía menos sombrío que unas horas antes.

Se mantuvo cerca de Dexter, con la idea de ayudarle si fuera necesario. Y se limitó a preguntar en voz baja a los demás si les parecía interesante husmear en alguna parte concreta de la edificación, si es que eran capaces de llegar a ella por aquellos recovecos.

Me adelanto junto a Isolda para intentar descubrir el origen de los murmullos que estábamos oyendo, pero parecia que venian de algún lugar alejado de donde nos encontrábamos, es mas, parecía que poco a poco se iban alejando, de momento lo mejor era olvidarse de ellos y seguir avanzando con cautela, el tiempo pasaba inexorablemente, fue en ese momento cuando Artemius se percato del origen de los murmullos, a través de las grietas se podían ver y escuchar a la gente que había en distintas habitaciones del complejo, aquello podría servirnos de algo si teníamos la suerte de dar con alguna habitación con algo interesante, o con alguna conversación que no deseara ser oída por oídos ajenos, muy bien Artemius, veo que se te da mejor escuchar que beber, eso esta bien..., quizas eso nos pueda proporcionar algo interesante, seguimos avanzando y si alguno ve o escucha algo que nos llame la atención paramos para prestarle mas atencion...,-¿ok?,

Arcturus dejó hacer a Gianna. La soldado sabía lo qeu se hacía. De todas formas, mientras no Dexter no avanzase en su descifrado, de poco servía lo que hicieran.

-Todo lo que nos cuente sobre su hermano será interesante para todos, Melua -aventuró el tecnosacerdote, dirigiéndose a la joven.

Le daba vueltas a lo de la piedra angular. Aquella parecía ser la clave de todo aquello, del poder del Viudo o de la forma de dominarlo. Acostumbrado a máquinas, aquella piedra mística le daba malas sensaciones. Se preguntaba qué sería realmente, y, si todavía existía, dónde y cómo podrían encontrarla. Y, sobre todo, utilizarla...

Isolda le cedió su revolver con un ligero recelo al viejo arbitres antes de adelantarse un poco y averiguar lo que eran esas voces, hecho que la inquietó bastante.

-Si nosotros podemos oirlos otros podrían oirnos, deberíamos de hablar más bajo y tener cuidado por si alguien escucha -lo último que necesitaban era que algún espabilado enmascarado se enterara de todo lo que ellos sabían.

-Si quieres que nos adelantemos un poco lo hacemos -contestó a Gianna mientras miraba a los demás- quizás si tuvieran un lugar apropiado para descifrar eso estarían mejor.

Hieronymus contempló a Artemius desplazar las piedras para descubrir orificios de espionaje. Quizás los pasillos que habían estado recorriendo, no comprendían tan sólo una o dos salas secretas para ocultarse o guardar información, sino que quizás recorrian toda la propiedad y permitian espiar todo lo que sucedía en ésta, siendo además el sistema inmune a inhibidores o detectores de dispositivos de escucha.

La más rápida en darse cuenta fue Isolda, aquel sistema, era bidireccional, si no eran discretos serían descubiertos.

En cualquier caso, aquello no sería necesariamente útil si no lo aprovechaban. Echarían un vistazo a unas cuantas estancias y continuarían.

- Vamos - susurró - si no veis a los enmascarados que nos perseguian o algo impotante, será mejor que sigamos adelante. No tenemos tiempo que perder si sólo son visitantes.

Ante el descubrimiento de los acólitos, los dos acompañantes que recorrían los túneles junto a ellos tuvieron reacciones muy dispares; por un lado el académico apenas levantó la mirada del libro con una expresión curiosa, pero volvió inmediatamente a concentrarse en su labor, mientras que lady Melua se interrumpió por completo para echar un vistazo por los orificios y grietas, aparentemente emocionada por aquella idea de espionaje. - Tal vez debería instalar algo parecido en mi sala de fiestas. - comentó divertida

Arcturus le pedía que hablase más en detalle sobre su hermano, y la noble henchida de orgullo comentó pequeñas anécdotas que podían pasar como éxitos empresariales para la familia, y continuó repitiendo sus numerosas virtudes. Mientras tanto, la campana comenzó a sonar indicando que ya habían transcurrido cuatro horas; ya faltaban menos de 9 hasta el eclipse.

Ante vuestros ojos, espiando a través de aquellos orificios se desarrolla una extraña escena. Un individuo de pelo rubio platino y ataviado con ropas de gala que coincide con la vaga descripción de Melua sobre su hermano se encuentra apoyado contra la pared, aparentemente ajeno al resto de invitados; una máscara de ópera similar a la que llevan el resto de invitados impide escrutar su rostro, pero su boca se tuerce en una expresión adusta, seria y ausente.

Al momento, una figura oscura y más discreta, ligeramente encorvada, se acerca a él entre la multitud sin atraer demasiado la atención, una figura con una máscara como las que ya habíais visto en la capilla atenea al rescatar al académico, uno de los mutantes. Al llegar a su altura, a un gesto suyo y un tirón de la manga el supuesto hermano de Melua se enderezó como por un resorte, y aunque no mudó la expresión en ningún momento siguió a la figura encorvada hasta la puerta de la habitación como un fiel siervo obediente.

Mientras observabais la escena, frente a la pared desde la que espiabais la sala sin previo aviso un rostro enmascarado apareció al otro lado de la pared estorbando vuestra visión; un rostro del que solo pudisteis reconocer un ojo inyectado en sangre mirándoos directamente como si supiera que estabais allí, y al apartarse rápidamente le siguió una sonrisa maníaca formada a partir de unos dientes descuidadamente afilados. Al recuperar de nuevo vuestra visión de la sala el hombre del pelo rubio había desaparecido, y la campana había comenzado a sonar de nuevo.