Partida Rol por web

Amanece en Creta.
Vivís en un pequeño chalet de dos pisos, algo apartado de la ciudad con vuestro maestro y casi padre Altair.
Es sábado, son las once en punto, habéis dormido más de lo habitual.
Os despertais ambos en vuestras respectivas habitaciones al oír el sonido de alguien tocando a la puerta de vuestro cuarto.

La puerta se abre tras dar los golpes para llamar.
- Hey, dormilón, venga, despierta y despégate las sábanas. - Dice Altair, contento de buena mañana como de costumbre, con una sonrisa en la cara.

La puerta se abre tras dar los golpes para llamar.
- Hey, dormilón, venga, despierta y despégate las sábanas. - Dice Altair, contento de buena mañana como de costumbre, con una sonrisa en la cara.

Al escuchar los golpes en la puerta comienzo a despertarme, pestañeando poco a poco. No me sorprende ver al maestro Altair entrando por la puerta. Me incorporo, frotándome los ojos con el gesto ceñudo, para ir apartando el sueño poco a poco.
-Bueno días, maestro... Saludo, con la voz medio apagada por el reciente despertar.
Me levanto seguidamente y me aseo correctamente la única parte del cuerpo que no está cubierta por la armadura: la cabeza. Me lavo bien los dientes y, tras recoger mi katana y wakizashi, que coloco en el cinto metálico de la armadura, salgo por la puerta, acompañándole. ¿Ha dormido bien hoy? Pregunto, sin pasión, con voz neutra.

- Seeeeh... - Dice mientras se estira, mientras andais por el pasillo hacia las escaleras y la cocina. - Como un angelito. ¿Y tú campeón? - Dice alegre.

Sonrío por un momento, retornando a la seriedad después.
-Muy bien, gracias... ¿Qué haremos hoy, maestro? Estoy ansioso por salir de misión...
Cierto brillo de excitación cruza mi mirada, esbozando una ligerísima sonrisa.

En Altair se dibuja una gran sonrisa, enseñando sus dientes.
- Jojo, ¡Cuánta energía tan de mañana Adri, así me gusta! - Dice riendo mientras bajáis las escaleras y llegais a la cocina.
El desayuno está preparado en la mesa. Bolds con leche y las cajas de cereales a su lado.
- Bueno, me voy a despertar al vago de tu hermano. - Dice soriente. - Tú ve desayunando, que el desayuno es muy importante, o eso dicen. - Añade, con unas cuantas risillas mientras vuelve a subir las escaleras, tarareando alguna cancioncilla.

Cuando vuelve al piso de arriba, caes en la cuenta de que Altair, a pesar de estar de tan buen humor como siempre, no suele preparar él el desayuno, sino que normalmente vosotros se lo soléis preparar a él.

Diokles duerme en su sencilla habitacion de paredes blancas adornadas con posters de anatomia humana, algun que otro de un grupo de Jazz y postis con anotaciones de apuntes y cosas que hacer. Un espacioso escritorio con su silla, un ordenador portatil cerrado y una pequeña television para enterarse del mundo. La habitacion no es demasiado grande pero esta bien.

Diokles se levanta y se sienta sobre la cama. Despereza alas y brazos a la vez, se atusa el pelo largo un poco y mira a Altair - Buenos dias maestro - saca un cigarro y lo enciende - ¿Y ese buen humor matutino?

Altair sonríe con el buen humor de costumbre.
- Jaja, Pero si estoy como siempre, disfrutando de la juventud. - Dice en tono burlesco. - Y tú también deberías hacerlo un poco Dioki, el fumar te perjudica mucho, no paro de decírtelo.
- Aaaanda venga, aseate y baja a la cocina a desayunar con tu hermano. Os he preparado los cereales. - Dice tan contento mientras se va.
Lo oyes tarareando una cancioncilla mientras va por el pasillo.

Cuando de va, caes en la cuenta de que, aunque siempre suele estar de muy buen humor, no suele preparar las comidas, y menos el desayuno.

Con cara cansada y dando pequeñas caladas al cigarrillo matutino, Diokles baja a la cocina dispuesto a desayunar - Dioki... que mania con llamarme asi... - susurra molesto.
Llega a la barra y se sienta a desayunar - que demonios le pasara hoy... nunca nos hace el desayuno

Sin haber tocado más que un vaso de leche para desayunar, miro de reojo a Diokles, como una chimenea ya de buena mañana... Lo habitual... Desvío la mirada hasta el maestro Altair, sin abrir la boca para saludar de buena mañana a mi amigo, aparte de un pequeño susurro dirigido a él.
-A mí también me llama Adri... No te quejes... Sonrío ligeramente por un momento. Hoy vamos a tener que hacer algo peligroso, ¿no es así, maestro?

Altair se sienta, llenando su bold de leche y echándose sus cereales de chocolate.
- ¿Mmmh? ¿Qué cuchicheáis? Bueno es igual.
Peligroso... sí bueno, hoy vamos a salir a ``jugar´´ un poquito con un bichejo que parece que recientemente me han dicho que ronda por aquí cerca. - Dice con diversión. - Esperemos que sea fuerte, jeje. Iremos después de desayunar. - Añade mientras se estira y empieza a comerse sus cereales. - ¿De acuerdo?

Echo en el vaso de leche algunos cereales y remuevo bien con la cuchara para que queden bien reblandecidos. Una vez formada una especie de pasta, la bebo de un trago y llevo el vaso y la cuchara al friegaplatos. Seguidamente hago un par de ejercicios de estiramiento.
Al terminar observo, de pie, a ambos, cruzado de brazos, esperando con cierta excitación el momento de que terminen para poder salir de caza.

Se estira un poco y le da una calada al cigarro con gesto tranquilo. Pasa un poco mas de tiempo y cigarro y desayunos sucumben a Diokles - ¿A cazar? - se apoya la mano - cuando aprenderan estos Sheena que no tienen nada que hacer contra nosotros... - dicho eso, se levanta del taburete y se dirige hacia arriba - Voy a pertrecharme, bajo en diez minutos

Me encojo de hombros con una media sonrisa y los ojos cerrados.
-¿Diez minutos para pertrecharse? ¿Acaso hay que ponerse guapo para ir a combatir contra los Sheene? En fin... Éste Diokles nunca cambiará... Comento, mientras el susodicho sube por las escaleras. Yo no tardaré nada... Subo a mi habitación en un momento y regreso con mis dos pistolas en ambas manos, volteándolas, haciéndolas girar, para aferrarlas bien y colocarlas después cruzadas en las bandoleras del cinto, a la espalda. Después cojo la gabardina que uso para salir a la calle, con capucha y hasta los tobillos, para evitar que la gente corriente vea la armadura, y me la abrocho y echo la capucha. Yo estoy listo...

Altair sonríe.
- Así me gusta Adri, entusiasmo y energía es lo que cuenta para aplastar a los bichejos, jajaja - Dice con entusiasmo. - Bueeeeno, ¿Dónde abré puesto mi katanuchaaaa... - Musita mientras anda por el salón buscando por los muebles. - ¡Oh, aquí! - Ríe mientras la coje del sofá. - Debí dejármela aquí anoche. Bueno, pues a esperar a Dioki.
Se sienta en el sofá tranquilamente, mirando al techo.

Diokles baja a los diez minutos exactos, viste un traje negro completo que deja salir sus alas. En la mano derecha lleva una lanza de hielo y en la otra un cigarro.

Se acerca a su Maestro y a Adrastros - ya estoy listo

- Bien pues, podemos ir tirando. - Dice mientras se levanta del sofá con su katana en la mano. - Y ahora dónde demonios he metido las llaves... Ah sí, están aquí. - Dice mientras las saca de uno de sus bolsillos mientras ríe.
Bueno, vamos chavales, id saliendo. - Abre la puerta de la casa y os deja paso para salir. Vivís apartados de la ciudad asi que no tenéis preocupación de que os vea nadie, pues por esa zona no hay casi gente ni viviendas, al lado de un bosque. - Que día tan bueno hace, ¿Verdad? - Exclama sonriente mirando al cielo despejado.

Si, hace un buen dia... - le da una larga calada - ¿Que bicho le ha picado hoy a Altair? - y espera a que salgan los demas para seguirlos