Partida Rol por web

Las cosas pintaban muy mal para los oponentes de los gladiadores. Algunos en las gradas se movían incómodos ¡ni siquiera habían les habían visto sangrar! El Dueño se mantenía impasible: aquel era un primer combate de presentación, no tenía sentido cargarse la materia prima el día de apertura. Pasansías, por su parte, tomaba notas en un pergamino mientras miraba de reojo la acción.

Gronk se preparaba para un nuevo ataque.
 

La batalla iba bien, Gronk se había resistido la carga del gigante, le había hecho sangrar y después las lanzas habían aguantado su embite. Así se cazaban a los ogros y los trolls, flechas (aunque él no sabía muy bien como usarlas) lanzas, hostigamientos y al final las hachas. Bueno, o las garras del medio-león,

Sus compañeros habían luchado muy bien. La mujer había ensartado al ogro de dos cabezas. El tigre le había desgarrado. Era el momento de acabar con él. 

—¡GRRRRRRRRRRRRRRRAAAAAAAAAAAAAA! —su grito resonó en la arena y golpeó con fuerza. Esta vez un poco a la derecha, esta vez sobre una de las cabezas y no en medio. 

El hachazo habría cercenado la cabeza de no ser porque el ettin logró detener la trayectoria con su enorme mano, lanzando a Gronk contra el suelo¹. El orco, lejos de caer de bruces, dio una voltereta por el aire para situarse como un mortal bailarín ante su oponente de nuevo, aunque algo desequilibrado².

Las mazas del monstruo estaba claramente desesperado y se lanzaba al ataque sin cuidar su defensa3. Ambas iban en dirección al orco, no tanto porque fuera el último en atacarle sino porque era el que parecía más desprotegido. Gronk esquivó el primer mazazo saltando sobre él pero no tuvo tiempo, al posarse en el suelo, de evitar el segundo. Y aún tuvo suerte porque en lugar de romper su cráneo como parecía intentar el ettin el golpe le alcanzó en el hombro izquierdo, aunque con tanta fuerza que el orco temió que aquel impacto hubiera roto algún hueso.

¿Como era posible que si guiese en pie después de haber recibido tremendo ataque? No no podía ser posible.

Estaba segura de haberle perforado el pulmón a través de las costillas y ahí seguía en pie luchando ¡casi como di nada! Realmente una criatura extraordinaria...

Intento rodearle por detrás para tomar una posición ventajosa, un punto ciego...

- ¡Deja de moverte! - grito intentando darle en la cabeza finalmente ¡Acabemos ya!

Pero de nuevo, la formidable fortaleza de la criatura me sorprende de nuevo. Maldita sea y ahora había expuesto mi defensa intentando darle el golpe de gracia...

La lanza apenas le hace un corte en la oreja que con suerte logra hacerle girar una de esas cabezas en mi dirección para hacerle perder la concentración. - ¡Aquí! ¡aquí! ¡Vamos golpeame! - grito para que se vea obligado a tomar en cuenta un nuevo objetivo.

El garrotazo no le dio en la cabeza, por suerte para el ogro de dos cabezas, que se habría quedado sin garrote. Simplemente le dio en el hombro, provocando una mueca de incomodidad de Gronk. Aquello no era nada. El combate estaba siendo divertido y los humanos y semileón con los que luchaba sabían pelear. Claro, eran otros nobles y caudillos a los que la multitud agasajaba. 

Los goblins tenían claro que si el monstruo caía ellos serían los siguientes pero ni con el efecto del krash tenían suficiente aplomo como para intentar un ataque directo contra los lanceros. Así que desenfundaron sus machetes y se lanzaron a la carrera para, rodeando el coliseo, intentar asediar por la espalda al orco¹.
 

Los goblins estaban evitando atacarle, lo cual era lógico ya que los estaban masacrando. Por lo que Grendel el Magnífico se fijó en el Ettin.  Estaba herido, pero todavía podía hacer mucho daño por lo que era un buen blanco.

Cogió carrerilla y saltó para poder alcanzar a una de las cabezas de la criatura, golpeó con todas sus fuerzas sin importarle lo que pudiera pasar después. Tan solo estaba el Ettin y su muerte.

Aún así, la dura piel de la criatura repelió la punta de su lanza. Por lo que ésta ni siquiera se clavó un poquito.

-Joder. Que cabezota es éste bicho.-

Aquel Ettin estaba resultando ser un enemigo resistente y molesto. Había recibido varias heridas capaces de acabar con oponentes realmente duros y aún se mantenía en pie, sin mostrar debilidad. Sus compañeros estaban luchando bien, de eso no cabía duda, pero de alguna forma no lograban acabar con la amenaza que suponía la criatura de las dos cabezas. Rashid sabía que no podían perder más tiempo con él. Cada una de sus porras era una amenaza mortal y, aunque ellos eran más rápidos, un solo golpe del monstruo podía acabar con la vida de uno de ellos.

Como si hubiera sido una premonición, el orco recibió el golpe de uno de los garrotes y por un instante el guerrero Rakasha pensó que este iba a ser su fin. Pero el bruto verde era fuerte y aguanto estoicamente la brutalidad del golpe.

Rashid decidió que ya era hora de acabar con aquel teatro y volver al foso a lamer las heridas, beber vino especiado y comer los manjares que otorgaban a los ganadores.

Flexionó de nuevo las piernas y dio un salto aun más poderoso que el anterior. Mientras ascendía hacia las alturas, en dirección a las dos cabezas del engendro, cruzó los brazos sobre el pecho. Al llegar a su destino miró al Ettin, quien le devolvió la mirada con aspecto extrañado, como si estuviera haciendo memoria para recordar donde lo había visto antes. En el mismo instante en que Rashid alcanzó el punto más alto de su trayectoria, los brazos del Rakasha salieron disparados con terrible fuerza en un movimiento cruzado alcanzando las dos cabezas del confundido ser y trayendo consigo la muerte.

Al caer al suelo, Rashid se permitió aún un gesto teatral, mirando a la superficie arenosa, con una rodilla doblada y los brazos extendidos.

Entonces levantó la mirada, la sangre del monstruo manchando su pelaje, y sonrió de medio lado al palco.

El rakasha había cantado victoria demasiado pronto. Cualquier otro enemigo habría caído ya derribado pero aquella monstruosidad se resistía a morir. Sangraba abundantemente, tenía parte del tejido corporal arrancado, los tendones de sus cuellos resultaban visibles como si fuera un brutal ejercicio de anatomía...

Pero seguía en pie.

Rashid se dio la vuelta sorprendido al ver que el público contenía la respiración.

Seguía en pie.

Parecía totalmente imposible. Aquella criatura tendría que estar muerta. No era posible.

Seguía en pie.

Y entonces ambas cabezas del ettin bramaron enfurecidas mientras la sangre salpicaba a todos los presentes y el público se levantaba en las gradas aplaudiendo y devolviendo el aullido.

¡Seguía en pie!

Rashid seguía sin poder dar crédito a lo que veía. Aquella mole, aquel engendro musculado se resistía a caer. Le consolaba el verlo agotado y confuso, rodeado por el implacable ataque de sus oponentes. Pero como no se dieran prisa en derribarlo su contraataque podría ser brutal.

Rashid se volvió sorprendido al escuchar el aullido de la bestia. Aquel grito no era de dolor precisamente. El Ettin tenía cortes por todo el cuerpo, una punzada profunda en donde debería de estar sus pulmones y tajos tan profundos en ambos cuellos que podían verse sus dos lenguas gruesas y amoratadas.

La sorpresa no le duró mucho al guerrero Rakasha. Había empezado algo y pensaba terminarlo, aunque aquel monstruo claramente no estuviera de acuerdo.

Las garras de Rashid, tan afiladas que eran capaces de cortar hasta el mismísimo acero, volvieron a asomar de sus manos y el Rakasha se abalanzó sobre el Ettin sin dudar un segundo.

El primer golpe buscó las partes blandas del engendro. Daba igual si el Ettin terminaba sobreviviendo a aquel combate o no, Rashid pensaba asegurarse que alguien como él no tendría descendencia.

El segundo golpe, con la garra izquierda, buscó las tripas de aquel ser, pero su piel era tan dura, que el guerrero Rakasha no logró perforarla lo suficiente, para hacerle un cinturón al monstruo con sus intestinos.

El espectáculo ofrecido por Rashid hizo que el público aullara encantado. El ettin también aulló. El dolor que estaba sufriendo aquel gigante era inhumano. Si se mantenía en pie era por pura fuerza de voluntad. Un enorme gigante reducido a pulpa sanguinolienta que ya arrastraba sus mazas por el suelo dejando un rastro en la arena empapada de sangre.

Pero seguía en pie.

Grendel el Magnífico observó la técnica del hombre tigre. La verdad es que era buena, muy poca improvisación. Al lio y a matar. Nada de florituras. Y lo cierto es que ya le estaba bien. Parecía que en ésta ocasión le habían puesto unos compañeros casi a su altura. Eso le alegraba. Al menos así tenía incentivos para tratar de esforzarse un poco.

-Bueno. Ésto ha durado ya demasiado. Diría que has sido un nobre oponente. Pero lo cierto es que has tenido la fortuna de su lado. Pero ésta es voluble y lo mismo que viene se va.-

A pesar de sus palabras Grendel el Magnífico quiso dar un buen final a su oponente. Se lanzó a por el Ettin una vez más, y aprovechando que sus mazas estaban tocando el suelo se apoyó en ellas para darse impulso y poder llegar hasta la cabeza de la criatura. Luego un golpe seco y rápido mientras clavaba la lanza en el cuello. Entrar y salir, no hacía falta más.
Grendel el Magnífico saltó al suelo dando una voltereta para alejarse un poco y que el enorme cuerpo no le aplastase.

-Mmm. No sé si contarlo como uno o como dos.-

El ettin aún respiraba, aunque le costaba. Así que Grendel el Magnífico acercó la punta de su arma al otro cuello de la criatura y miró a su público, el cual sin duda estaría extasiado, y esperó su veredicto.

Sí, aún quedaban los goblins. Pero ya había matado a dos de ellos. Que se encargaran los demás.

El ettin cae ensartado por las armas de los gladiadores en un festín de sangre y vísceras. Es un trozo de carne troceado y servido frío. Un plato al gusto de la audiencia ávida de violencia y muerte.

El trabajo estaba prácticamente hecho, ya sólo quedan dos goblin. Pero resulta que uno de ellos había tenido las pocas luces de cabrearme mientras me peleaba con el verdadero rival.

- Ahora aprenderás... - digo tirando la lanza al suelo y sacando una afilada daga. -...a tener la boca cerrada.

Voy directa hacia el goblin para arrancar esa sucia lengua de su boca.

El ettin estaba tumbado en el suelo, moribundo y respirando con dificultad. Una de sus cabezas casi cercenada, los pulmones encharcados. Aún en el caso de que sobreviviera con el veredicto del público la criatura iba a necesitar un buen cosido de tendones para recuperar parte de su movilidad. Pero eso no tendría importancia si terminaba desangrándose o si Grendel lo remataba.

¡Menudo espectáculo final! Tensha agarró al goblin y ¡de un tajo le arrancó la lengua! La criatura lanzaba borbotones de sangre por la boca mientras la amazona levantaba triunfal el apéndice extraído.

El público rugía encantado ante semejante muestra gratuita de sadismo. ¡Que espectáculo de cierre de combate estaban dando!

Gronk contempló como la enorme mole del Ettin se desplomaba bajo otra herida más. Y luego como la mujer humana, furiosa, arrancaba la lengua a uno de los goblins. 

Había sido una buena pelea contra el extraño gigante de dos cabezas. Pero luego, quién a hierro mata, a hierro moría, el semiorco sabía que probablemente muriera allí en un combate, pero esta mujer iba a acostumbrar al público a las peores torturas, y luego serían ellos quienes las sufrirían. 

Siempre había alguien más fuerte que tú, siempre eras como un goblin para un semiorco. 

Sin deseos de exhibirse mucho, partió en dos al goblin que quedaba intacto. Era como talar un arbusto.  

—Gnwlrz, dios de la batalla, acepta estos sacrificios —dijo solemne en el idioma orco. 

El goblin deslenguado era el único superviviente de la facción monstruosa. En cuanto pudo librarse del abrazo de la amazona salió corriendo en lugar de reclamar venganza. Mal movimiento. El Dueño movió de forma imperceptible su cabeza y el piel verde estalló en una llamarada de fuego espontáneo. La magia del Coliseo hacía su trabajo ya que no había lugar allí para los cobardes.

El público se levantó en una ovación. El ettin respiraba todavía de forma trabajosa mientras los pulgares boca abajo se alzaban en oleada.

El combate había terminado de la única manera posible. Con la victoria de Grendel el Magnífico y sus compañeros. Los cuales no se puede negar que hayan hecho un buen trabajo. Seria bueno contar con ellos para futuras peleas.

No obstante, con la punta de la lanza aún en la garganta del ettin, listo par dar el golpe de gracia, el gladiador miró al palco de los nobles y vio que querían sangre.

-Has luchado bien. Pero no tenías ninguna posibilidad.-

Levantó la lanza para coger fuerza y clavarla, pero el último momento hizo una floritura volteando el arma por su cintura y la clavo en el suelo.

-Más vale que entrenes para la próxima vez.-

Y se alejó con paso lento del enorme bruto, en dirección a la zona de entrada para las estancias donde descansan los luchadores mientras saluda al público.