Partida Rol por web

Naomi gritó de dolor. Aquella sensación era peor que cualquier herida que hubiese recibido antes. Los golpes y las laceraciones eran horribles, pero aquello era como tener a un millón de ratones mordisqueando la carne, tirando de ella a pequeños cachitos. La sensación era tan brutal que ni siquiera se dio cuenta de que el hechizo de Natasha estaba apagando las llamas. Instintivamente rodó por el suelo y se quitó la chaqueta de marine que llevaba puesta para librarse de las llamas, no sin antes aprovechar aquella rígida y llameante tela para azotar en la cara a uno de los marines. El odio que sentía por ellos era superior al dolor.

–¡¡TRAGA FUEGO!!– gritaba a cada golpe. No era algo profundo, ni gracioso ni original, pero el cerebro de Naomi, que nunca había sido muy ducho en los juegos de palabras, tampoco estaba en su momento más lúcido. La mujer comenzó entonces a sentir una ventolada, pero en lugar de dejarse llevar, la resistió unos segundos para comprobar si Cyrus estaba camino al Búho... y para continuar repartiendo latigazos llameantes. No tardó en darse cuenta de donde venía y empezó a dejarse llevar, mientras continuaba su camino con aquella improvisada arma. Y es que, en manos de aquella formidable mujer, cualquier cosa era un arma.

Jugarse la vida en la Arena había entrenado a Naomi para cualquier situación. Mantuvo el dolor a raya y mientras la ventolera de Lady Blackbird la elevaba ligeramente a la par que apagaba sus propias llamas golpeaba con su capa ardiente a sus enemigos. Los marines estaban desbordados por aquella Furia en llamas que los azotaba inmisericórdemente¹.

Cyrus por su parte alcanzó el borde de la pasarela del Búho sintiendo como la situación era a todas luces superior a él. En cuanto logró lanzarse sobre el suelo de su nave no pudo evitar sumirse en la inconsciencia que tanto tiempo estaba evitando que se apoderase de él². Por suerte Kale estaba allí para aferrarlo y evitar que se cayese.

Cuando los vientos de Ladybird ayudaron a Naomi a alcanzar la nave Snargle tuvo claro que era el momento de salir de allí. ¿El problema? Pilotar por el medio de aquel caos de llamas mientras los portones se abrían. Pero ¿cuándo había sido un problema para él pilotar?³
 

Al llegar a la nave Naomi aún estaba rugiendo como un leó... en realidad rugía como un enorme dinosaurio o como un yeti especialmente mosqueado. Con fuego en la tela que llevaba y en los ojos examinó todo con rapidez. Su protectora y protegida a salvo. Kale a salvo. EL goblin a salvo y a los mandos... Y entonces vio a Cyrus tendido en el suelo. ¡Eso no podía ser! No había perdido su capa, aquella apestosa chaqueta y parte de su piel para que ahora se permitiese echar una siestecita. Naomi sabía muy bien lo que pasaba. Había sucumbido al cansancio y al estrés. Lo había visto a menudo, y sabía la forma de despertarlo.

–¡Ah no!– dijo levantando el bajo del pantalón del capitán y quitándole la bota sin ninguna delicadeza– Hasta que no que no estemos lejos, ni siestas ni muertes

Y antes de que nadie pudiese impedirlo, le pegó un fuerte mordisco en el tobillo, esperando que el dolor le reactivase lo suficiente como para poder ir por su propio y mordido pie a sentarse.

Desde la cabina, Snargle estaba siendo un testigo privilegiado de la batalla que se estaba librando en el hangar. Tenía el corazón en un puño —no literalmente, claro, que con los goblins nunca se sabe— y su desasosiego era tal que el pielverde hasta estaba tanteando el subir a la torreta para prestar de fuego apoyo a sus camaradas. La idea le revolvía las tripas. Nunca, en todos los años que llevaban juntos, se había quejado de los armarios llenos de productos de belleza masculina que el capitán ocupaba en el baño de la nave, ni tampoco de los ronquidos de Kale “EL SILENCIOSO". Lo único que había pedido desde que estaba allí, no, suplicado, era que retiraran era aquella maldita torreta. Si, según él, algo le sobraba al Búho, era precisamente ella. 

El goblin odiaba la violencia. Podía tolerarla, hasta cierto punto, claro está, pero siempre que podía la evitaba. Siempre. Y aunque la vida de un pirata pacifista no era fácil, no se le escapaba que lo único que la hacía posible eran los paliduchos que estaban ahí abajo, partiéndose y partiendo espaldas. Cyrus, que en el fondo era casi tan blando como él, nunca le había pedido que se manchara las manos, y… ahora necesitaba su ayuda. ¿Qué motivo mejor que ese iba a tener para apretar el gatillo? El goblin se levantó de su asiento, convencido, pero regresó tan pronto como vio a Naomi levantar un barril en alto. Nadie en esa nave conocía mejor que él el símbolo que lo adornaba. Empezó a sacudir la cabeza, casi compulsivamente.

—Oh, no serrrás capaz. No, no, no, ¡NO, MALDITA LOCA! ¡NOOOOO! —cuando el barril echó el vuelo, instintivamente también lo hizo él. Con fuerza, tiró de los mandos hacia atrás, despegando la nave en mitad del hangar.

Cualquier piloto habría acabado abriendo un boquete en el hangar de la Mano del Pesar, pero Snargle no era cualquier piloto. El Búho flotaba en el aire, a apenas un metro del suelo entre fuego, metal y chispazos. Naomi, que de repente sabía planear tan bien como él, se acercaba levitando a la nave, y Cyrus parecía que estaba ya a bordo. El goblin se ajustó las gafas.

—¡Habéis conseguido que me cabrrree! ¡Cinturrones fuerra! —chilló, justo antes de empezar a deslizarse lateralmente por el hangar hacia los rezagados, a una velocidad pasmosa por la peligrosidad de la maniobra. Cuando parecía que iba a impactar con Naomi, el Búho frenó en seco y la gladiadora entró limpiamente por la compuerta, chocando contra su protegida, que la agarró al vuelo— ¡Juá! ¡Trrrres puntos! ¡Eh, Kale!¡¿Kale?! ¡¿Has visto eso?! ¡Juá!

Miró hacia el otro lado, al camino recorrido. No iba a regodearse, no en ese momento, pero no lo había hecho nada mal, no, nada mal, la verdad. Había estado bien. Muy bien, de hecho. Había tumbado alguna que otra pasarela, arañado una o dos naves, pero el Búho parecía intacto. Es más, si le preguntaban a él, hasta le parecía que el hangar había quedado mejor que antes. Más diáfano. Distraído, miró al frente, y vio la compuerta del hangar abiertafrente a ellos, enmarcada por el parpadeo rojo de las luces de emergencia. El cerdo que comandaba la fragata debía haber dado la orden de cerrarla.

—¿¡Qué!? ¡No! —entonces no empujó del mando, sino que más bien se subió encima de él— ¡WAAAAAAAAAGH!

El Búho se coló, por los pelos, entre los dos portones de titanio, y emergió a toda velocidad del interior de la fragata al Salvaje Azul. Por fin, ¡libres!

 Kale agarró a Cyrus como si fuera un niño cuando llegó a la estación,  estaba agotado.

-Te tengo - dijo  aferrandome a él y arrastrandolo al interior de la nave.

La Pierna de Kale sangraba sobre la ropa de ingeniero, aún no había hecho nada  para curar esa herida. El dolor era fuerte pero como podía planteaba  halar al capitan, y fue en ese momento que   Naomi lo mordió

El grito de Vance  se escuchó hasta la galaxia más próxima.

Kale miró a Naomi entre confundido y molesto

-¿Qué haces?- dijo de repente  preocupado y  seguro  de defender a su amigo si volvia a morderlo. "¿qué come esta mujer?"- pensó para luego decir- Te voy a enseñar como hacemos esto los hombres.

Kale sacó de repente dentro de sus ropas una botella  de licor tamaño personal,  era de ese licor que se bebia en las cantinas de tugurios, le llamaban el rompe esofagos, era fuerte, repulsivo, y  no muy sabroso, era lo que necesitaba para que se  despertara "a las buenas", y fue asi como se lo hizo beber, observando el gesto de desagrado de Vance, pero su actitud de estar "muy despierto"

- Lo siento hermano, no  vi venir los dientes de la chica...

Y  a pesar de que estaba cojo y sangrando, Kale lo llevo hacia la silla del capitan.

Con un gesto de dolor de Kale  se desplomó despues en otra silla.

Fue entonces cuando la nave  escapó de la manera más expectacular posible.

¡El Búho volaba libre!

Las compuertas de la fragata se cerraron justo cuando la pequeña nave salía hacia el gran azul. Snargle ni siquiera miró hacia atrás: la fortuna quería que pasasen cerca de un campo de asteroides demasiado grandes como para que la Mano del Pesar pudiera perseguirlos a través de ellos¹. Aunque contaba con que el enorme destructor no podría seguirlos con una sala de máquinas menos eso no quitaba que disparasen todos sus cañones contra ellos. Y los asteroides supondrían una cobertura perfecta para evitarlos².

Vance se estaba recuperando del mordisco, todavía confundido, mientras bebía el licor que le daba Kale.

¡Pero eran libres!

Con un pie dolorido, un brazo inútil y casi incapaz de cualquier coordinación motriz el capitán bebió sin percatarse de nada y tuvo un fuerte ataque de tos mientras volvía a una débil consciencia que sirvió poco más que para ser arrastrado a su silla de capitán y balbuceara algo así como: '¿Estamos todos? ¿Hemos podido subir?' sin demasiada coherencia.

Haciendo acopio de todas sus fuerzas, alzó el brazo bueno como para llamar la atención de quien estuviera allí. —La... torreta... hay que cubrirnos la huida... disparando a los asteroides...—

–Que flojos sois los hombres entonces– respondió Naomi, jocosa.  Poco a poco, su respiración se iba calmando y ya no parecía un ser aterrador. Tan solo una mujer con mala uva y la piel quemada. – Lo siento Vance, pero era la mejor forma de despertarte. Lo otro te calmaría el dolor, pero nada más...y sí. Estamos todos.

La gladiadora miró agradecida a Naomi. Dudaba mucho que hubiese podido salir por su propio pie sin su ayuda. Apenas era consciente de lo que había ocurrido ahí abajo. Tan solo recordaba fuego, calor, dolor y una inmensa furia que nublaba todo. 

–Natasha, ¿estás bien?– dijo mirándola fijamente. No parecía herida, pero si totalmente desubicada y aturdida. Naomi por su parte, no hacía más que tocarse las quemaduras. Aunque era consciente de que eso solo las empeoraría, la sensación de la piel chamuscada y los colgajos de herida colgando eran muy desagradables. Además, estaba empezando a emparanoiarse con que su carne seguía ardiendo, a pesar de que sabía que no era posible.  Por suerte o por desgracia, aquella paranoia se esfumó en cuanto empezó a ver aquellos pedruscos acercarse a gran velocidad. Vance entonces llamó su atención con el movimiento de brazos

–¿Bromeas? No sabría ni poner el limpiaparabrisas.– Naomi miró entonces a Kale, con los ojos desorbitados. Él tenía que saber como poner en marcha aquellos cacharros

De repente las cosas se habían calmado un poco. Kale y Naomi hablaban. En respuesta a lo que dijo ella  Kale rio mirando su pierna.

-¿qué crees?-  dice casi burlándose-  si los hombres nos mordieramos tendríamos los dientes de acero-  miró a la chica con una sonrisa leve- ¿estas bien?.... vaya explosión y lluvia de  fuego la que causaste, yo de ti me ponía agua, y mira – abre un cajón del buho- y usa  esto

Kale le pasa un ungüento.

-Cuando me quemo con los motores siempre sirve- y cambiando de interlocutor le habló al Goblin- Bien hecho Snargle, y ahora esos asteroides….

Habrá que subir a la torreta para apoyar a la nave.

- Vámos cápitan, ya abre bien los ojos, que ese licor es el peor líquido de cañerias de la historia, debe despertarte.

Snargle saltó del mando de la nave de vuelta al asiento del piloto tan pronto como se creó algo de distancia entre ellos y la Mano del Pesar. Con la zurda, que tenía libre, empezó a cambiar la posición de palancas, apretujar botones y, de cuando en cuando, a escupir sobre el cristal para limpiarlo, todo sin dejar de farfullar sus habituales tonterias. Creyó oler a carne quemada, y eso le provocó algo de hambre, pero ignoró el rugir de sus tripas y se mantuvo concentrado en el Azul. ¡Cuanto lo había echado de menos! Parecía, además, que el sentimiento era mutuo: un campo de asteroides se ofrecía a darle cobijo... si era capaz de navegarlo. El paseito por el hangar solo había sido el principio, pues. ¡Lo bueno estaba por llegar! 

—¡Agarrrraos, lechosos! 

Apenas hubo terminado la advertencia, el primero de muchos disparos de la fragata imperial explotó a escasos metros del Búho, fuego antiareo vomitado a la inmensidad desde decenas de torretas. Apostaba a que no era lo peor que podían tirarles encima, por lo que decidió no darles una oportunidad mejor que la que ya habían malgastado. Sin perder un segundo, Snargle tiró de los mandos hacia un lado e inició una maniobra en sacacorchos tan querida por él como odiada por el resto de la tripulación. Colgando de los mandos conforme la nave giraba sobre sí misma, el goblin solo dejó de reirse cuando se percató de que el polvo de asteroide empezaba a ensuciar el cristal. Entonces se agarró a la silla y estabilizó la nave tan drásticamente como había empezado a hacerla girar. Voló en picado, buscando cubrirse con la primera de muchas rocas inmensas que avistó, y después hizo lo mismo con cuantas iba encontrando. Por algún motivo se acordó de la huida de la sala de máquinas, donde había ido saltando de paliducho en paliducho, pero una explosión en la popa le trajo de vuelta a la nave. Un misil que les rondaba había estallado contra un generoso asteroide que, siguiendo su órbita, había corrido a proteger la nave. El piloto aminoró entonces, aprovechando cada segundo entre maniobras para apagar parte de los subsistemas que había encendido y que ya no necesitaba. 

Nunca lo había hecho. Sabía que se podía y conocía la teoría pero si no lo probaba jamás saldría de la duda. Se acercó a su gran amiga y comenzó a pasar sus manos sobre ella pero sin tocarla mientras murmuraba sus deseos de ver su piel sanada. Había estado a punto de sacrificarse porque ella pudiera salir de allí y no podía consentir que sufriera más de lo necesario por ese motivo.

Mientras lo hacía, no pudo evitar mirar al capitán del Búho. Sus palabras la habían dejado descolocada, pero no era el momento de pararse a pensar en ello, tampoco a hablar, no antes de que estuvieran lejos y a salvo de la maldita nave imperial. Y de Imperio. Por que, pasase lo que pasase, no pensaba regresar jamás. No después de haber visto la otra cara de la moneda. La que siempre le habían ocultado. 

- Snargle, pilota con todo lo que tengas. Y si hay que reventar alguno de esos asteroides... cuenta con mi apoyo- dijo con una chispa refulgiendo en sus ojos. No era muy dada a hacer ese tipo de demostraciones, pero cuando estaba muy cabreada o muy desesperada, podía convertir su magia en algo realmente destructivo... Aunque también podía ayudarle a volar*

–Gracias...aunque no sé si me llegará– murmuró mientras abría el bote para echarse el potingue. Los agradecimientos, tanto darlos como aceptarlos, no eran el fuerte de la mujer y le resultaban sumamente incómodos. Naomi probó a ponérselo en el cuello y, pese a que el contacto inicial le ardió hasta el alma, parecía que funcionaba...especialmente cuando Natasha se acercó a hacer su magia sobre ella.  Tratando se superar el azoramiento, la mujer tomó asiento, preparándose para los movimientos que Snargle iba a hacer, aunque algo la decía que era imposible prepararse para las maniobras del goblin.  

–¡Cyrus! Me debes cervezas hasta que pierda el sentido– dijo al capitán señalando a su espalda–. Ese fuego cuenta como victorias mías.

Puede que Vance hubiese hecho aquella apuesta pensando que no iban a salir con vida, pero era de ley que la cumpliese. Además, necesitaba alcohol en grandes cantidades. Para olvidar el dolor del aceite cayendo sobre su cuerpo y la impotencia de haberse vuelto a ver encerrada y para celebrar el haber dado un buen repaso a un puñado de marines y haber costado un buen montón de oro al Imperio. Como su difunto padre solía decir, había que dar a los enemigos donde dolía y aunque ella siempre se había convencido de que su padre se refería a unos buenos rodillazos en las partes no-tan-nobles, en el fondo, muy en el fondo, sabía que se refería al dinero. A lo que hacía que pudiese seguir funcionando. Aunque fuese menos satisfactorio.

Kale entonces se levantó, había ignorado su herida y era momento de hacerse cargo de ella.

-Tratere de curarme la pierna-  digo sonriendo- iré a mi camarote un momento - tomó el unguento- si no me haré  un vendaje con algunos trapos...

Miró a Vance esperando que respondiera, para ser un ex miembro del imperio tenía muy mala forma.

Antes de irse, Kale se para en seco y mira a los demás mientras la nave escapa..

- No sé si se han dado cuenta que ahora  somos unos reales fugitivos,  nuestras cabezas tienen precio,  murieron muchos en la mano del pesar, y si nos encuentran nos condenaran a muerte, así que sería bueno comenzar a pensar que podemos hacer...

Y diciendo eso Kale comenzó a caminar cojeando hacia un sector privado donde quitarse el uniforme de ingeniero, lavar la herida y ponerse una vendaje. 

Nadie de los del equipo se mostró realmente preocupado por él y su situación en ningún momento, pero eso no parecía importar, estaban vivos.
 

Todos se resentían de las heridas. Había sido un milagro que salieran con vida de la Mano del Pesar y no podían cantar victoria. Tal como Kale indicaba ahora eran fugitivos. Habría cazarecompensas que buscarían su cabeza, por no hablar del propio Imperio. Y aún quedaba la peor parte del trayecto: localizar la guarida de Uriah Flint en los Restos. Dicen que el amor todo lo puede pero hay una cosa que no: no puede encontrar una ruta secreta en medio de un furioso huracán formado por restos de mundos. Incluso con la ruta navegar por allí era algo que sólo los mejores se podían permitir. Claro que Snargle era de esos mejores.

Estaba claro que si alguien les podía revelar esa ruta ese alguien estaría en Puertoumbrío: la peor guarida de criminales del Gran Azul. Claro que ellos ahora también eran fugitivos. El problema era el combustible: Snargle le echó un ojo a las calderas y comprobó que aunque tenían suficiente para alcanzar Mundorefugio no estaba tan claro que llegasen con él a Puertoumbrío. Podían intentarlo pero si tenían cualquier contratiempo se quedarían a la deriva hasta que alguien diera con ellos.

Había muchas decisiones que tomar en ese punto.

Ir a Puertorefugio era lo que dictaba la lógica: hacer una parada, aprovisionar el Búho de combustible y luego continuar hacia Puertoumbrio. Pero Puertorefugio era parte del Imperio y seguro que había cazarecompensas deseosos de sacarse un botín por la captura de Lady Blackbird y los suyos. Podrían intentar buscar una ruta de contrabando e intentar mantener un perfil bajo para ir a ese planeta.

O podían optar por intentar llegar de un tirón a Puertoumbrío y confiar que allí hubiera posibilidad de respostar antes de entrar en los Restos. Claro que si se quedaban sin combustible por cualquier problema que surgiese de camino o no había suficiente en Puertoumbrío podía ser el final de la aventura, con una nave a la deriva hasta que alguien diera con ella.

¿Qué podrían hacer?

Snargle regresó de las calderas con un trapo viejo con el que andaba secándose la frente y las axilas, del que se deshizo arrojándolo por la ventanilla. No tardó en dar las malas noticias a los demás, tras lo cual permaneció pensativo y con un dedo en el mentón durante varios largos minutos, el periodo más largo en el que se le había visto quieto y en silencio desde hacía mucho. Resultaba hasta inquietante. Cyrus y Kale sabían que tanta tranquilidad solo le era alcanzable a bordo de su nave y que el demonio espasmódico y saltarín que Naomi y Lady Blackbird habían conocido solo aparecía cuando Snargle salía del Búho. La conexión que tenía con aquel montón de chatarra era ciertamente especial.

Cuando finalmente despertó de su ensimismamiento, el goblin caminó hasta las cartas de navegación, frente a las que el destino había querido que se reunieran todos, y señaló entonces con su dedo largo y huesudo la posición en la que estaban y, después, Mundorrefugio y Puertoumbrío. 

—La situación, como ya he dicho, es desesperrada, damas y caballerrros. Calculo que con el aceite de leviatán que queda en el depósito y con el que podamos rrrascar de la ropa de esa lunática TAL VEZ logrrremos salirr del Imperrio, pero podrría equivocarme —y miró a Kale—. No sé qué opinas tú, pequeñajo. 

De un salto subió a la mesa, sentándose sobre los mapas y dejando que los dos planetas orbitaran entre sus piernecitas. A su actitud calmada se sumó una expresión sombría, que dirigió al capitán. 

—En cualquier caso, el camino a Los Rrrrrestos pasa por Puertoumbrrío, Cyrus, y sabes muy bien quién nos aguarrda ahí.

Su respiración se había vuelto agitada, y todos podían ver como su diminuto pecho se comprimía y descomprimía a una velocidad muy superior a la normal. La cara de Snargle era el vivo rostro del miedo. 

—Teamo —murmuró, al mismo tiempo que exhalaba un suspiró nervioso. Después los miró uno a uno, con los ojos a punto de salírsele de las cuencas y la mandíbula temblorosa—. El maldito barrrrón Teamo. 

Todavía se encontraba tirado sobre los mandos, tratando de no activar nada extraño de manera accidental porque se encontraba realmente agotado. Pero sus alarmas mentales saltaron cuando el goblin mencionó al temible barón y dió una manotada al aire.

—¡No no no no! Por todos los asteroides que plagan el Azul, ese maldito barón nos va a dar muchos problemas si se entera que estamos en Puertoumbrío.— era complicado incorporarse con un brazo tonto y medio cuerpo funcionando, pero hizo lo que pudo para poder seguir hablando y que se le entendiera, mirando a ambas mujeres que no conocerían aquella historia

—El barón Teamo tuvo un pequeño encontronazo con nosotros hace casi un año. Nos encontrábamos en Puertoumbrío haciendo un encargo de mercancías poco legales cuando llegó a nuestros oidos una leyenda que era difícil de ignorar. Se trataba del hangar del Barón Teamo, que se rumoreaba dueño de una legendaria nave de clase Bootstrap, la Natilla.— se le escapó un bostezo que le supo al maldito licor de Kale y no pudo evitar una cara de asco que quedó muy bien en su historia—. Se rumoreaba que la Natilla era capaz de navegar por los Restos sin ninguna clase de problema, que usaba un sistema único que le permitía no necesitar ninguna clase de combustible que se agotara y que poseía una cantidad inconmensurable de módulos que la persona común no podría siquiera soñar.

—Nosotros, movidos por la avaricia, tratamos de adentrarnos en su hangar y llevarnos esa nave para revenderla y quizá robar algunos materiales para el Búho, pero... ugh. — arrugó ahora la nariz, palpándose el brazo izquierdo para tratar de sentir algo—. Salió mal, tan mal como la imagen que tiene el Barón sobre nosotros. Nunca os creáis los delirios de grandeza de un barón mentiroso.

Kale luego de ponerse una venda y algo de alcohol en la herida, salió cojeando para escuchar al Goblin y al Capitán…

- Ni modo hay que recargar, no hay nada peor que quedarse sin combustible en medio de cualquier cosa y más si queremos llevar a Lady Blackbird donde su prometido…

Pero luego Kale recordó lo peor

-¿El Baron Teamo?, No… vaya mala idea de nosotros de meternos con El baron Iloveyou, un  pirata bastante jodido, más conocido como el espantapájaros – Kale hizo un gesto de incertidumbre- aunque no entendí porque le llamaban así hasta que nos encontramos con los cuervos, una pandilla de maleantes que él lidera, y que tienen controlado el lugar, esos cuervos no eran muy inteligentes, falsificamos un tal carnet de entrada a uno de sus sitios un bar llamado ..Umbr… ah ya recuerdo… bar hombría… o algo así.. -  el hombre siguió hablando de eso como si fuera una gran historia- Luego nos colamos, y buscamos la nave esa

Kale sonrió

-además de otras cosas buscaba yo, porqué  se decía que Teamo vendía carnets de acceso a una red de narcotrafico y esclavitud, tenía una fortuna en oro. Los rumores decían que tenia colección de Naves lamborghini rojas que utilizaba para mandar contrabando, pero no vi ninguna  miembras  buscábamos la natilla.

Miró a Vance tocándose la cabeza..

-Ya recuerdo  encontrarme con un grupo de esos rufianes casi de frente, Vance los noqueo, y yo les robe los carnets, todavía los conservo...

Kale Miro al Goblin y al capitán

-Odio la idea de encontrarme con el Barón Teamo otra vez.

–¿Queréis que le rompa la nariz si lo vemos?

Como de costumbre, Naomi era una mujer práctica. Si veía un problema, lo aplastaba y el problema estaba solucionado. Ella no conocía mucha gente, ni de buena ni de mala calaña, y su socialización había sido reducida a sus compañeros y sus captores, además del malnacido esclavista que le vendió. Naomi no sabía su nombre, pero recordaba perfectamente la cara de aquel tipejo. Una cara que, desde que había salido de su jaula, había jurado reventar. Pero nada le impedía hacer lo propio con las caras de quienes habían hecho daño a sus amigos. Porque tenía claro que aquel extraño trío era ahora amigo suyo.

–Bueno, la nariz o lo que prefiráis, claro. Respecto a Puertorefugio... como veáis. Confío en Snargle, él sabrá el combustible que queda (por cierto, vaya panda de inútiles que no la vaciaron), pero si es necesario ¿por qué no? Si alguien quiere camorra, que venga.

Naomi sintió de pronto una mirada clavada en ella que le indicaba que aquel último comentario podía no ser el que buscaban

– Er... bueno, que si salen las cosas mal, ya sabéis – dijo haciendo un gesto bastante explícito con las manos.– Pero que no tienen por qué vernos. Solo digo que si nos descubren será fácil. A ver, no es como encontrarnos con un calamar aéreo o como que cocine Vance. Podemos hacer algo.

La mujer de pronto miró al goblin fijamente, como si acabase de caer en algo

–Espera...Tú...Antes de que nos atrapasen nos contaste algo de como te ligaste a una mecánica de Puertorefugio que hacía modificaciones a naves robadas- exclamó– lo recuerdo porque comparaste sus pechos con un amortiguador de la nave y la describiste como "una nave comercial que esconde un cañón XL-25" y me pasé toda la noche pensando que podía querer decir eso. ¿Sigues teniendo contacto con ella? Quizás pueda ayudarnos.

Cuando Naomi recordó aquel desgraciado incidente, un ataque de tos se apoderó de Snargle. ¿Por qué no había cerrado el pico, por una vez? Había veces, pensó el goblin, en las que más que boca parecía que tenía un desagüe. Debería haber sellado sus labios, de verdad. Literalmente.

—¿Qué dices, tú? —su mirada iba de un lado a otro, hasta que la posó en Cyrus— ¿Segurrro que no fue el capitán el que dijo eso? Suena como algo que dirría el capitán.

No quería que nadie pensara eso de él pero, por algún motivo, menos aún ella. Desde que había regresado al Búho, tenía un nosequé en las tripas que no había sentido en toda su vida. Sí, podía ser el hambre, o podía ser el haber estirado sus entrañas varios metros pero algo le decía que no era nada de eso. Es más, recordaba muy bien el momento exacto en el que había comenzado aquella extraña sensación: al verla surcar el aire hacia él, hacia su nave. Snargle había tratado con muchas mujeres de su raza y si bien todas eran dignas planeadoras, nunca había visto a ninguna volar con la gracia con la que lo había hecho Naomi. Era lo más parecido que había visto a un ángel. Y su rostro, tan curtido, tan… bello. ¿Había sido siempre así? ¿Cómo había podido estar tan ciego?

Kale se dió cuenta como la miraba el Goblin a Naomi,  e hizo un gesto de sacar aire por la boca, y le dió un codazo al goblin como llamando la atención

- A ver centremonos.... que   no demora y llegamos

  "Lo del  supuesto ligue  es mentira,  no sé si ligar sería que le pidiera a esa mujer una llave de tuerca prestada... aunque un momento, eso puede tener doble sentido"- pensó

- Lo único que se me ocurre para no ser reconocidos es disfrazarnos, o buscar una forma de pasar desapercibido...