Partida Rol por web

Claramente al entrar al sitio todo era un caos, goblins y humanos  trabajaban bajo ese gran ruido perteneciente a las máquinas que eran tremendamente grandes y apestosas, algunas echaban un leve vapor incomodo que se te pegaba a la piel.

Kale lo primero que vio cuando entró,  fue ese pasadizo largo y lleno de pequeños rincones  donde  de lado a lado había  había máquinas y gente trabajando. Miró a un lado tratando de  localizar la caja del sector donde supuestamente el amante había dejado el anillo,  pero no vio nada de primer momento.

Actuando como si trabajara ahí y al lado del goblin localizan el pasillo 3, ahora debían buscar la máquina en cuestión. Caminó por el pasillo acompañado del Goblin y es ahí cuando ve la numeración, y notó inmediatamente porque esta máquina era tan importante. La misma era el comienzo de una serie de conexiones en  cadena, que organizaba la energía no solo a la misma máquina pero que tenía el potencial de influenciar a las otras.

Las herramientas estaban por doquier. Dado que se utilizaban mucho pues las dejaban en las esquinas. Tanto Kale como Snargle  tomaron  algunas herramientas pues en últimas debían hacer que trabajaban.

Kale en su interior pensó que los ingenieros  posiblemente no hacían un buen  trabajo porque era evidente que existía un remache, posible el responsable de eso lo había escondido, pero no era claro porqué habían hecho esto, es cierto que el repuesto que se había dañado era difícil de conseguir pero un apaño tan mal hecho era cosa de decidía.

-Pss…- le dice al goblin- es ese

El goblin respondió con un “ya sé cual es, no soy estúpido, a ver cabezotas, no es tan difícil, un par de golpes a esa tuerca mal puesta puede bastar”

-Sí, pero una vez quitemos ese repuesto, la presión va aumentar y tendremos como tiempo para salir…
-Pss calla…no seas imbécil-  dijo el goblin- has lo que tengas que hacer, yo te ayudaré aunque tenga que utilizar mis dientes.

Entonces Kale comenzó a desarmar el repuesto en mal estado, quitarlo lentamente con  golpecitos  cuando de repente Boom.. escucha que alguien dispara hacia donde estan ellos, hacia el repuesto.

Kale estaba confundido, ¿qué había sido eso?

Miro al Goblin  y observando si de una u otra forma se había logrado el sabotaje.

Cyrus se desesperaba. Allí la gente entraba y bajaba sin prestar siquiera atención a como arrastraba un cadáver por la pasarela. Por no prestar atención ni siquiera se prestaban atención entre ellos. Ajenos el uno al otro se perpetraron dos sabotajes simultáneos.

El primero fue el de Snargle y Kale. Ambos bajaron a la zona inferior y se mezclaron sin problema alguno con los demás ingenieros y mecánicos que mantenían aquellas calderas en marcha. Al llegar al punto indicado Kale subió por una escalera y siguiendo las indicaciones del goblin aflojó el perno preciso. Aquello se rompería en breves minutos cuando estuvieran lejos de...

*BANG*

Sobre sus cabezas el conductor reventó casi de forma inmediata. Parecía haberlo hecho sin más, por pura mala suerte, porque le tocaba. ¡Pero no tan pronto! Al levantar la cabeza el Snargle y Kale vieron la satisfecha postura de Lady Blackird mentras su pelo se movía todavía por el efecto de la magia desatada. Por suerte parecía que sólo ellos tenían vista para su pasajera, porque el resto de la gente en la Sala de Máquinas estaban mirando como aquella caldera en concreto perdía líquido y se mezclaba por el vapor.

Fue cuando alguien gritó:

—¡CUIDADO! ¡PUEDE ESTALLAR!

Cuando el caos de verdad se desató por completo en aquella sala.

Había gente que corría hacia la caldera para evitar el desastre pero los más se lanzaban a por las escalerillas de subida.

Arriba Cyrus todavía estaba arrastrando al infortunado guardia. En el pasillo de la Mano del Pesar había otro atado de pies y manos.

Y abajo, en medio de aquel caos, a medio camino de una escalerilla, estaban Kale y Snargle.

Kale no podía creer lo que estaba pasando, estaba esperando quitar la pieza en paz y salir de ahi cagando leches y que la explosión les tomara a todos por sorpresa, pero por el contrario que la mujer haya tenido la idea genial de hacer algo tan sonoro en un espacio tan extrecho tenia sus desventajas, y ahora él debia librarse del cúmulo de gente que intentaría reparar el tema como diera lugar. “!En que lio nos ha metido la mujer esa!- pensó molesto, mientras en su parecer pensó que lo mejor seria apagar las luces para que los que vienen en manada no pudieran ver. Pero en su afan no logró concentrarse para hacer el hechizo y ahora las cosas habían empeorado.

–¡Mierda!– el exabrupto que salió de sus labios fue una exclamación casi susurrada, pero Naomi veía que las cosas se iban a complicar. No tenían mucha experiencia trabajando juntos y eso se notaba. Parecían pollos sin cabeza corriendo de un lado a otro.– Nate, alejate un poco. Disimula

Naomi se lanzó a la carrera hacia el lugar donde habían dejado descansando al guardia. Tenía que llegar antes que el resto pero... ¿Dónde lo escondería? La mujer se le ocurrió una idea: haría lo que cualquiera con el traje que llevaba haría en su situación. Para disimular aún más se metió su preciado sombrero por dentro de la chaqueta, revelando una cicatriz, recuerdo de uno de sus múltiples y fallidos intentos de fuga. De cada fuga fallida había aprendido algo y una de esas cosas, era a fingir. Antes de que nadie pudiese verla, golpeó la cabeza del guardia contra el suelo de nuevo -en parte para asegurarse de que estaba inconsciente, en parte por placer- y le soltó las cuerdas.

–¡¡Maldición!! ¡Está herido! Tú y tú. Ir a por un médico.– gritó señalando al goblin y a Kale– Dejad eso. Hay que evacuar. Ahora mismo. Todos.

—¡Joder joder joder joder joder!— exclamó al ver aquella locura hecha realidad y soltando las piernas del guardia que estaba arrastrando, haciendo que éstas sonaran con un PLONK en el metal de la pasarela. Ahora nada de lo que hiciera allí arriba importara ya porque cualquier cosa que ocurriera lejos de ese cacharro que podía explotar de un momento a otro no era tan imperante. El capitán echó a correr por la pasarela para salir por la puerta en la que inicialmente habían entrado y se apoyó en sus rodillas tres segundos para tomar el aire.

—¡Una idea estupenda! ¡Ahora se han enterado hasta en Ilysium de que estamos aquí!— realmente no tenía que descubrirse su presencia todavía, pero sin duda iba a armarse allí un buen revuelo que les iba a complicar mucho las cosas. Aún quedaban las cadenas por desenganchar y aunque quizá las armas y el propio motor ya no significasen un problema grave, aquel escándalo si lo sería. ¿Por qué las más guapas siempre eran las más problemáticas?

—Debemos ir a buscarles y seguir esas marcas tuyas al Búho, ¡YA!— dijo tratando de bajar hasta donde debían encontrarse Nate y Snargle, intentando localizarles para largarse de allí lo antes posible

Snargle empezaba a arrepentirse de haber cedido a Kale la llave necesaria para sabotear el depósito. No lo había hecho porque el mecánico pudiera saber más de mecánica que él, que no era el caso, sino porque, a sus ojos, estaba muy claro que el artista que había intentado reparar tamaño desaguisado era un humano. Sin entrar demasiado en detalles técnicos, bastaba decir que un goblin habría puesto mucha, muchísima más cinta, y en esas estaba, farfullando, cuando la pieza saltó por encima de ellos dos, regando la sala de máquinas de vapor, combustible y una pizquita de pánico.

—¡Ves! ¡Lo sabía! ¡Erres un manazas! ¡Por eso Snargle lleva el timón, no Kale! —espetó, agitando la llave de la que se había adueñado por el camino, sin haber comprendido todavía que la artífice del sabotaje había sido Lady Blackbird. Cuando la vio y se percató de que el primer oficial no tenía la culpa de nada, no obstante, prefirió olvidarse de todo— ¡Podrríamos haber seguido mi plan desde el prrincipio!

El caos se había esparcido ahí abajo tan rápido como en cualquier momento lo haría el fuego, y la promesa de ello le encantaba, pues el goblin se crecía en esas situaciones. Lo que no le gustaba tanto era que la explosión pudiera alcanzar su preciada nave, así que más les valía salir cagando leches de ahí. De un salto, se subió a la chepa de su camarada y desde ahí a sus hombros, buscando algo de altura desde la que poder ver por encima del tumulto y el caos que reinaban en la sala. Desde allí apuntó con el índice en dirección a la escalerilla que les reuniría con el resto de la tripulación. 

—¡Vamos! ¡Corre! —dijo, justo antes de precipitarse de un salto hacia ella para empezar a treparla con la agilidad característica de su gente.

Se formó el caos más absoluto posible.

Mientras Kale intentaba conjurar algo de oscuridad Snargle se subió a sus hombros alcanzando de un salto la escalerilla. Podría haberle echado la culpa al goblin pero no era así: el conjuro ya había fallado antes de que el piloto del Búho hubiera hecho su maniobra de huida, así que el joven hechicero decidió ahorrarse imprecaciones y dirigirse hacia la escalerilla. Lástima que en medio del tumulto alguien tropezase con él y ambos cayeran al suelo¹.

Algunos ingenieros y mecánicos, de los que huían, ya habían alcanzado también la escalerilla. Iban tan espantados que no prestaron siquiera atención al soldado que yacía muerto en el suelo mientras Cyrus vociferaba a Nate y Snargle. Fuera Naomi daba órdenes para una cobertura que, al parecer, nadie atendía.

Entonces empezó a sonar la alarma.

—¡Van a cerrar las compuertas!— gritó alguien desesperado.

¿Las compuertas? ¡Claro! Si el depósito estallaba podía provocar una rotura en el casco de la nave y la descompresión podría causar daños en toda la estructura. Así que iban a cerrar las compuertas de la zona para aislar la sala afectada y que aquello no se convirtiera en un desastre mucho mayor. Y por la velocidad a la que se movían los técnicos —ya nadie intentaba reparar aquel desaguisado— eso quería decir que iba a suceder muy rápido.

El problema de todo era que las migas de pan mágicas de Lady Blackbird no iban en la misma dirección que la mayor parte de los maquinistas. Aquello significaba probablemente que el personal de la Mano del Pesar iba en dirección a la compuerta más cercana, pero el conjuro los llevaría al camino más corto hacia el Búho. ¿Habría una compuerta cerca? ¿O no llegarían a tiempo? Si una compuerta se cerraba en sus narices ¿serían capaces de abrirla o buscar un camino alternativo?

“Todo había salido mal”- fue lo que pensó Kale cuando el cúmulo de gente lo atropella, el cae al piso llevandose encima al Goblin, mientras ve que las puertas se cierran. Serian carne espacial si no lograban salir de esta, todo explotaría y quedarían flotando en el espacio, así que se levantó mientras gritaba

-Eviten que se cierre la puerta, si no será lo último!

Mientras tanto me levanto y agarro al goblin con fuerza, corría para llegar a la puerta, debiamos escapar, no habia tiempo que perder.

Ya nadie debía estar prestándoles atención, así que algo bueno tenía que sacar de aquel desaguisado. Quizá aquello les retrasase un poco de su objetivo final, pero intentar ir por el camino largo podía tener consecuencias desastrosas para la misión y por eso alzó la voz para sus compañeros.

—¡¡Vámonos de aquí junto al resto!! ¡Ya habrá tiempo de reconducir la ruta!— con el caos inicial deberían tener tiempo de sobra en cuanto saliesen de aquella zona para tratar de dirigirse hacia donde esas migas guiasen, si es que seguían activas entonces. Lo bueno de aquellas enormes fragatas imperiales es que tenían mil ramificaciones que muchas veces se descubrían si uno sabía buscar con ganas

Tras las órdenes, el capitán esperó a confirmar que todos iban junto a los técnicos y el resto de gente para echar a correr él mismo, no iba a dejar a nadie atrás: Cyrus confiaba en sus piernas, que siempre le habían apoyado y en sus brazos, que siempre habían estado de su lado.

Kale no lo pensó mucho, la puerta más cercana era de donde habian salido los ingenieros, así que casi halando al goblin se van por esa puerta.

A las chicas les dijo:

-Vamosss, esto va a explotar

—¡Aaaagh!

Su voltereta no había valido de mucho, pues aunque el goblin había conseguido agarrarse a la escalerilla, el torrente de ingenieros que se precipitaban hacia ellas le derribaron y forzaron su aterrizaje no muy lejos de donde el mismo Kale había caído al suelo. Sin embargo, antes siquiera de poder levantarse, su amigo ya le tenía en brazos. Snargle se dejó hacer, al menos hasta que Kale empezó a trepar él mismo hacia la pasarela superior. Entonces el goblin aprovechó para saltar una vez más y subir por delante de él, tendiéndole una mano para ayudarle cuando alcanzó la pasarela. Después, cuando ya estaban los dos allí arriba, el pielverde señaló con la llave inglesa el rumbo que la corriente de mecánicos seguía.¡

—¡Por ahí! —gritó, casi sin darse cuenta de que volvía a estar en brazos del primer oficial del Búho. Entonces atisbó al capitán, que seguía la misma dirección— ¡Eh, Cyrus! ¿Cuántos mecánicos hacen falta para mantenerr a flote una frragata imperrial? ¡Solo uno, mientrras no sea Kale! ¡Jua!

A pesar de todo el revuelo, lo había oído. Y había captado el tono. Echó a correr hacia el punto que indicaba Cyrus y, cuando llegó a su altura, se paró y espetó:

—Lo bueno de todo esto es que lo que menos les va a preocupar es buscarnos a nosotros. Faltaba poco y menos para que volvieran a buscarnos con nuestra tapadera más volada por los aires que esta caldera. Al menos, he intentado darnos cobertura.

Habló con toda la convicción de su alma. Cuando vio que Naomi corría también hacia ellos, cogió de la mano al capitán del Búho y tiro de él.

—Ahora nos eres más fundamental que nunca-Natasha puso toda su convicción en sus palabras-. Si alguien nos puede ahora guiar en medio del caos eres tú, Vance. Ya tendrás tiempo de echarme la bronca cuando estemos a salvo. Pero para eso tenemos que llegar vivos y enteros al Búho. Vamos, guíanos, confío en tu instinto.

Nadie pensó que ese oficial que interpretaba Naomi fuese en realidad una presa fugada...porque nadie se estaba fijando en ella. Desde luego, aquella era una enorme ventaja, aunque la guardaespaldas no pudo dejar de sentir que cada vez que intentaba un plan que no tuviese que ver con repartir estopa, algo fallaba. Estaba claro. Que los poetas se tragasen sus versos. En vez de cantar odas al amor, había que cantárselas a los puños. Si los tratabas bien, nunca te decepcionaban.

Pero no había tiempo para lamentaciones. Había que correr. Y mucho. Como una locomotora, la aguerrida mujer se lanzó a la carrera tras Natasha y Cyrus. Su protectora y protegida estaba tirando de la mano al capitán, que por un segundo se había quedado paralizado y, aunque Naomi trató de frenar, se dio de bruces con el pobre Cyrus. Al menos ya estaban los tres juntos, y no pasó mucho más hasta que el equipo estuvo unido al completo.

El camino corto era tentador pero el riesgo elevado, así que el grupo se lanzó a la carrera siguiendo a los ingenieros. Al doblar por el primer pasillo vislumbraron la primera de las compuertas mecánicas: unos colosales portones de acero que ahora empezaban a moverse mediante una presión hidráulica inexorable.

El grupo se coló como pudo, empujando a quien tuviera la mala suerte de toparse en su camino. Snargle saltaba de espalda en espalda mientras que Naomi era mucho más expeditiva apartando de un golpe a cualquiera que se interpusiese en su camino o en el de su protegida. Kale y Cyrus, algo más discretos, se escurrían entre los fugitivos.

Alcanzaron la puerta cuando iba por la mitad de su recorrido y lograron atravesarla sin mayor problema. Cuando se cerró a sus espaldas pudieron oír los gritos desesperados de quienes no habían tenido tanta suerte. Entonces fue cuando se oyó la explosión. Resonó en las paredes de metal y todos cayeron rodando cuando la Mano del Pesar se desestabilizó y empezó a zozobrar. Lo más horrible fue el silencio que sucedió al otro lado, donde el vacío absorbió repentinamente los aullidos de quienes habían quedado condenados al otro lado de la puerta. Quizás a alguno de los fugitivos le asaltasen pesadillas en el futuro con ese silencio repentino, despertándose en mitad de la noche imaginándose lo que es abrir la boca sin lograr articular ningún sonido mientras el frío del Gran Azul te cala hasta los huesos, matándote.

Pero para poder tener pesadillas en el futuro tendrían que salir de allí primero.

Y pese a haber compartimentado la sala de máquinas la Mano del Pesar no conseguía estabilizarse. La sensación era de inestabilidad total, con una zozobra enorme, como si en vez de un colosal Destructor estuviesen en una pequeña goleta en un mar de tempestad.

—¡Debemos ir a los botes de evacuación!— gritó alguien presa del pánico.

Y de pronto Cyrus tuvo claro lo que iba a pasar: en estos momentos el capitán Hollas estaría ordenando a toda la guarnición interna que restableciese el orden en el navío sin escatimar en violencia. Cualquiera que se encontrase en los pasillos sería reducido o incluso abatido si era necesario.

De hecho ya se oían botas militares que se aproximaban.

El cúmulo de gente  que me pisaba y  mientras yo epujaba para salir era enorme, una vez  salieron algunos corriendo era claro que  estabamos en problemas. El comentario burlón del Goblin molestó a Kale pero en ese momento no le dió importancia.

- Tengo una idea- Le dijo a los demás- estoy seguro que la nave del pesar  podra solucionar esto en unas semanas, pero mientras tanto creo que debemos  escondernos, y el único lugar que veo  viable son los respiraderos, si nos metemos en ellos podremos andar hasta un sitio donde no estemos tan en peligro. Los respiraderos son tuneles  donde podremos arrastrarnos, algunos conectan con estaciones entre paredes donde se puede andar un poco mejor.

En su mente aun maldecia a Lady Bird por arruinar su plan sigiloso, pero era claro que debian salir de ahí.

La explosión le quedó totalmente mudo, tan mudo como se habían quedado aquellos que al otro lado habían perdido su vida. Intentó dar de nuevo órdenes para salir de allí lo más pronto posible pero aunque supo que en breves momentos aquello iba a convertirse en un campo de batalla fue incapaz de moverse.

Lo fue hasta que Natasha agarró su mano como si se estuviera ahogando y su voz resonó en su cabeza como un vendaval. Aquella mujer que había puesto su mundo del revés (en sentido literal y metafórico) le dijo que confiaba en él y Cyrus agitó la cabeza para recomponerse. Alzó la mano libre para darse una bofetada y terminar de recuperar la compostura cuando aquel tren sin frenos que era Naomi se estampó contra él, haciendo que casi se estrapallara contra el suelo y despertándole del todo.

—¡Ah, joder!— dijo apoyándose en la guardaespaldas para no terminar de venirse abajo de verdad y asintió un par de veces para si mismo—. Vale, vale, hay que largarse de aquí a toda prisa. ¿Veis todas las tuberías de ahí arriba? Conectan con buena parte del navío y también se puede acceder a los respiraderos desde ellas... ¡así que tenemos que subir antes de que lleguen los militares! Snargle, necesitamos que te hagas grande y nos subas ahí arriba, ¡a la mierda la discrección, esto va a ser un caos aún mayor en demasiado poco tiempo!

No lo podía creer. Parpadeó varias veces, para espantar la sorpresa y las lágrimas. ¿Cómo podían tener algo tan peligroso colocado de manera tan precaria? Jamás en la vida habría sospechado que las consecuencias serían tan graves. Pero ahora estaba en juego su propia supervivencia. Ya tendría tiempo para rezar y lamentar la pérdida de los que no habían podido alcanzar las puertas. La voz de Vance la sacó de su ensimismamiento. Abrió la boca, pero la idea murió antes de salir de sus labios. ¿Podría volver a usar la magia? Hasta ahora no se había tomado sus capacidades muy en serio. Eran más un pasatiempo que otra cosa. 

—Sí, que Snargle nos suba, mi magia ya ha hecho demasiado daño- musitó sin darse cuenta que, pese al jaleo las palabras, dichas en voz alta, serían escuchadas.

Naomi no se sintió especialmente afectada por lo ocurrido, aunque sí sintió un profundo estremecimiento al oír aquellos gritos. Era una muerte horrible que no deseaba a nadie, salvo quizás a los soldados imperiales. Pese a ello, no se sintió especialmente culpable o llena de compasión. Aquella gente al fin y al cabo eran parte de la razón por la que el imperio tenía poder. Esa mayoría que no torturaba pero que dejaban que otros lo hiciesen sin inmutarse. Por otra parte, el Imperio era responsable de aquellas muertes. Puede que Natasha hubiese hecho estallar el sistema, pero eran ellos los que habían dejado que se pudriese. Y los que no tenían un protocolo de fuga adecuado.

–No digas tonterías– le regañó cuando dijo aquello– No ha sido tu magia. Has sido tú la que has lanzado un hechizo, no ella la que ha brotado descontrolada. Y aún así... ¿Si un constructor hace una nave que se rompe de una patada es culpa del que da la patada o del constructor? Esos cabrones prefieren matar a su gente antes que rascarse los bolsillos en materiales y protocomierdas.

Levantó la mirada hacia el respiradero. Odiaba con todo su alma los sitios pequeños y angostos. Y aquel tenía pinta de ser la madre de los agujeros sucios, estrechos y calurosos. Vaya fiesta iba a ser aquella.

–Si os parece bien, iré delante. Si hay algún obstáculo, podré quitarlo. Que Nate vaya en medio– No había tiempo de discutir. Naomí dio dos pasos atrás, para que el goblin pudiese usar su magia, momento en el cual aprovechó para agarrar del brazo a Cyrus y tirar de él contra ella para susurrarle algo al oído, de forma que solo lo escuchase él.

–Como vuelvas a levantar la mano contra Natasha, te la arranco de cuajo–. En su carrera Naomi había visto a Cyrus alzar la mano abierta para pegarse a sí mismo, pero la gladiadora, había confundido aquel gesto con uno de amenaza.– Me caes bien, pero no permitiré que nadie le haga daño.

La mujer se apartó y, miró a su alrededor, buscando la forma de subir allí arriba si el plan no funcionaba.

Miró al respiradero el mecánico disfrazado de ingeniero

-Pues  nada- dijo Kale- rápido  pasen primero,  Cyrus tu me tomas y me levantas, no hay tiempo que perder.

Fue entonces como Kale ayudó  uno a uno  a subir al respiradero, mirando al fondo esperando que se demoraran en llegar. Cuando todos entraron al mismo, el pegó un salto se agarró de la mano de Vance  subió y cerro la trampilla. Hizo una señal para que  fueran arrastrandose hasta llegar algún sitio entre las paredes con más espacio.

El capitán no hizo mucho caso a su broma, que desapareció confundida en la cacofonía típica de toda sala de máquinas a punto de explotar. Al goblin le dio igual, y siguió riéndose él solo hasta que se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. Esos cerdos del imperio lo iban a hacer, y no sabía por qué no se había dado cuenta antes. Los muy perros iban a cerrar las compuertas, a sellar aquella sección de la nave y a quienes quedaran ahí dentro para toda la eternidad o, en su defecto, hasta que el depósito explotara... y parecía que la mayoría de los allí presentes sabía muy bien qué era lo que iba a llegar antes. Snargle exhaló un grito de rabia. Sabía que esa decisión era probablemente la más sensata, pero tampoco dudaba de que al mismo tiempo era la más cobarde. Y si había algo que el goblin odiara más que al emperador y todo lo que representaba, era a los miedicas. 

Temiendo que fuera a ralentizar a su compañero, Snargle se escurrió del abrazo de Kale y saltó a la espalda del capitán, que corría delante de ellos, y después a la de un extraño que a punto estuvo de sacudírsele de encima. Sin embargo, antes de que lo lograra, el pielverde alcanzó los hombros del siguiente, y de esa manera llegó hasta la puerta, en la que permaneció ayudando a gente a salir hasta que esta se cerró del todo. El goblin maldijo, cerrando los ojos y golpeándola hasta que la misma compuerta le devolvió el golpe. La explosión le tumbó a él y a todos, y se dejó hacer, rodando hasta una de las paredes. Después, mientras los demás hablaban, Snargle se arrodilló, farfullando algo en la lengua goblin, y permaneció así, agachado frente a la compuerta, hasta que Natasha le mentó.

—Está bien. Snargle quierre irse ya de esta sucia frragata. Snargle quierre ver el Búho.

Acto seguido, se levantó y empezó a trepar rápidamente por una de las paredes, agarrándose a salientes de los que los demás ni siquiera se habían percatado, hasta que logró alcanzar el respiradero. Allí, colgado, fue desatornillando los tornillos uno a uno, hasta que la reja quedó anclada solo por el ultimo de ellos. Miró abajo, midiendo la distancia con sus ojos saltones e inyectados en sangre, y empezó a contonear la cadera de una forma un tanto extraña. 

—Brbrbrbrbrbgggh… —los ruidos que profería iban acompañados de uno producido por su propia carne conforme se estiraba más y más. Era un sonido desconcertante y casi que pegajoso, que habría puesto los pelos de punta a cualquiera. Y cuanto más se prolongaba este, más cerca estaban sus pies del suelo.