Partida Rol por web

Michael resbaló y cogió la pistola. Casi en pánico retrocedió hasta la puerta de entrada para abrirla. El chapoteo le seguía, podía escucharlo avanzando en el baño, pero se detuvo tras la puerta del mismo que ahora estaba cerrada.

Pulsó la alarma del hotel y de pronto las sirenas de emergencia resonaron por todo el establecimiento. Al abrir la puerta de la habitación vio que Douglas venía por él dando voces y llamándolos a todos.

Douglas iba dando voces, llamando a los demás, cuando de repente sonó la alarma de incendios del hotel. El ruido atronador hacía ecos por el pasillo vacío. En ese momento se abrió la puerta de la habitación de Michael, quien apareció de espaldas, gritando con un arma en la mano con la que apuntaba al interior:

—¡Aquí! Hay alguien joder...— aullaba visiblemente nervioso.

Michael se dio cuenta entonces de que aparte de la alarma del hotel se escuchaba en algún lugar de la planta baja la furiosa melodía de un piano tocando un animado ragtime.

Amanda soltó la botella y con ello hizo que el sorprendido camarero retrocediera unos pasos para, después, menear la cabeza como si recriminara una reacción pueril de alguien borracho. La situación era tan normal que la mujer dudó un momento de sus sentidos. ¿Y si todos estaban allí realmente y a ella se le había ido la cabeza pensando que había subido a su habitación antes? Fue entonces cuando se giró y vio a Irina en su frenético baile, intentando esquivar a las figuras danzantes.

Y había algo de macabro en ello porque en lugar de apartarse los danzantes, siempre con una sonrisa en los labios, parecían intentar evitar que saliera de la pista de baile. Se movían a una mayor velocidad cada vez impidiendo que la mujer pudiera salir¹.

Amanda no podía evitar pensar en un animal asustado rodeado de cazadores sedientos de sangre. Sólo entonces se dio cuenta de que la sirena de incendios del hotel resonaba por debajo de la demencial música de baile. Había llegado al pasillo que estaba al otro lado de la sala y veía ahora que parecía conducir a una zona administrativa. Una alfombra de motivos geométricos en color granate muy oscuro destacaba contra el empapelado de las paredes con flores malvas sobre fondo crudo. Había cuatro puertas con carteles en ellas² y el pasillo, al fondo, torcía hacia la derecha.

Irina no veía la forma de salir de aquella pesadilla, incrédula trataba de escabullirse entre los bailarines pero ninguno de sus intentos tuvo éxito. Pensó en hacer algo que nunca hubiera hecho, pero se sentía angustiada. Fue contra una de las parejas y decidió empujarla para que rompieran aquel círculo que la rodeaba.

-Ya basta- dijo con un tono cansado, tratando de zafarse de aquel circo. Trató de llegar a la pared más cercana, necesitaba que agarrarse a algo para sentir que no había perdido la cabeza por completo.

Amanda echó la vista atrás un último momento para comprobar que aquellos bailarines parecían centrar su atención en evitar que la loca saliera de allí.

Mejor ella que yo.

Tardó en escuchar la sirena, no solo por la música, si no el constante retumbar de su corazón el pecho y la respiración agitada que parecía ensordecerla.

- Mierda, mierda, mierda. - maldecía entre jadeos, poco acostumbrada al ejercicio físico, mientras iba pasando todas las puertas.

No pensaba quedar atrapada en un despacho, aunque la idea de atrincherarse en uno y hacerse una bola bajo un escritorio sonaba tentadora, y se lanzó a toda velocidad hacia la esquina del pasillo, buscando la escalera que le llevara de nuevo con alguno de los hombres que habían estado antes.

Michael miró a Douglas con el gesto enrudecido. Mantenía un ojo en el pasillo de entrada a su habitación, monitorizando lo que hubiera de salir del baño.

—Eh tú. ¿Qué diablos pasa por ahí? —inquirió—. Han metido una persona dentro de mi bañera llena de sangre. Esta bromita está pasándose de pesada.

Douglas había intentado no molestar a Michael en su salida de la habitación. En el estado en el que estaba no hubiera sido extraño que le hubiera pegado un tiro con el arma que llevaba en la mano.

- ¿Sangre en la bañera? No me hagas reir. A mí me ha atacado el muerto de la otra habitación. Salían arañas de todos los agujeros de su cuerpo.

Caminó hasta la puerta de la habitación, alumbrando nuevamente con la linterna.

- ¿Sólo sangre en la bañera? ¿Había algún cuerpo dentro? - preguntó dando un paso con la intención de entrar en la habitación a ver eso de la sangre y la persona. Tendrá relación con el viejo de la otra habitación.

Sacó la grabadora del bolsillo y habló directamente al micro del aparato.

- Dice Michael que hay un cuerpo en la bañera y que ésta está llena de sangre. Tengo que verlo por mi mismo, si no no podría dar un testimonio fiel a mis oyentes.

- Espera aquí. Voy a ver que es eso de la sangre y del cuerpo. ¿Te fijaste si tenía alguna marca en el cuerpo? ¿Estaba viva o muerta?

Volvió a guardar la grabadora en el bolsillo y caminó hacia el interior de la habitación alumbrando al suelo y alrededor con la linterna, buscando el cuarto de baño.

Michael agarró de la camisa a Douglas y lo zarandeó para detenerlo y apartarlo contra la pared.

—¿Qué cree que intenta hacer? —le espetó—. Le estoy diciendo que lo que pasa aquí es serio... no tiene que ver con chorradas de fantasmas, es un atentado contra la intimidad de los clientes. ¡Dejé de jugar a los cazafantasmas!

Michael no le iba a dejar entrar en la habitación. No podía perder la oportunidad de ver aquello con sus propios ojos.

- Michael. No sabemos lo que está pasando aquí. No hay nadie mas. El señor Price no aparece y lo que yo he visto otra habitación yvlo que tu has visto en esta te aseguro que no es normal. Yo no quiero quedarme aquí encerrado esperando que algo aparezca y nos mate. La mejor opción  es entender a lo que nos enfrentamos para poder defendernos.

Esperaba convencerle para que le dejara entrar.

Jarvis puso su cara frente a la de James. Tan cerca que podía sentir el cálido aliento del escéptico en su rostro.

—Estás chalado, ¿sabes? —dijo—. ¿De verdad crees que todo esto lo provoca un fantasma y que este hotel está encantado? ¡Bobadas! Eres un imbécil si crees eso.

Pronunciaba apretando los dientes tanto que parecía que las palabras tuvieran que luchar para salir por su boca. Se apartó empujando al friki contra la pared.

—Si quieres entrar ahí en busca de tu chaladura... adelante. No te lo voy a impedir... pero no cuentes conmigo.

Michael miró al suelo donde se encontraba la grabadora de Douglas, que se había caído tras el empellón. Con gusto la pisaría y la destrozaría para frustar los planes de aquel tipo. Levantó la cabeza y trató de localizar el sonido del piano. Cerró los ojos y comenzó a caminar hacia la planta baja.

Michael estaba hecho una furia. Por un momento Douglas pensó en la mala idea que resultaba discutir con alguien fuera de sus cabales y armado, pero ya era tarde para ello. Algo tiraba de él hacia el interior de aquella habitación. En toda su vida persiguiendo el misterio siempre se lo había encontrado de refilón, esquivándolo, dejándole la miel en los labios. ¡Ahora lo tenía en todo su esplendor! Pero había también en la locura de su curiosidad una parte de lógica: si aquello podía matarlos —y estaba seguro de que así era— comprenderlo podría ser su salvación. ¿Qué provocaba aquello?

Por desgracia en el forcejeo la grabadora había caído al suelo y el energúmeno escéptico, en su furia, la había pisoteado. Douglas pensó en increparle cuando éste se alejaba por el pasillo pero se lo pensó mejor. ¡Al menos la cinta seguía entera! Recogió las piezas como pudo con la esperanza de intentar arreglarla de alguna manera pero sobre todo se guardó la cinta en el bolsillo ¡tenía grabado todo lo sucedido en la otra habitación!

Mientras Michael ya bajaba las escaleras hacia el recibidor principal Douglas tomó aire y miró hacia el interior de la habitación. Tenía que ver aquello con sus ojos, tenía que comprender...

Douglas entró en la habitación con cautela. Después de lo sucedido parte de su cerebro pugnaba por sacarlo de allí cuanto antes, pero su corazón tiraba hacia el interior. En el butacón frente a la cama había ropa femenina, aunque Michael siempre estaba solo. Se encogió de hombros: aquello no le importaba. Abrió la puerta del baño.

Efectivamente había sangre en el baño: salpicaduras en la bañera y las huellas de un pie pequeño ¿una mujer? claramente marcadas. Llegaban hasta la puerta de baño y aunque no había signos de que regresase de vuelta allí no había ningún cuerpo. El baño era amplio, como todo en aquel hotel demencial, y Douglas se aproximó con cautela. Puede que en otro momento hubiera estado lleno de sangre —así lo atestiguaban las manchas en toda la bañera— pero ahora estaba vacía. Y no había ningún cuerpo. ¿Dónde estaba el cuerpo? ¿Qué había visto Michael para estar en aquel estado?

Irina empujó a una de las parejas de bailarines. Se sorprendió de la corporeidad de los mismo. La pareja retrocedió un tanto enfadada y tropezó con otros danzantes. Irina se abrió paso a empellones. De pronto alguien la agarró por un brazo. Se giró para ver a un hombre obeso vestido con frac que la aferraba furioso, como si el irse de aquel baile fuera una ofensa terrible. Pero de pronto el hombre se puso pálido. Fue un cambio repentino: su obesidad se disipó y el rostro rubicundo palideció mostrando unas ojeras terribles. Irina se sacudió para librarse mientras veía, morbosamente fascinada, como aquel hombre parecía perder su vitalidad. Luego se dio cuenta de que le pasaba a todos los presentes: los bailarines se habían detenido. Algunos sostenían desesperados a sus parejas entre los brazos. Figuras tísicas, doloridas. Había quien ya vomitaba sangre.

—Todos ellos preferían pensar en la diversión para olvidarse de la enfemedad. Pero, por supuesto, la enfermedad nunca los olvidaba.

Aquella voz que había escuchado al entrar en la sala de baile se manifestó nuevamente. Pero no era ninguno de los presentes quienes hablaba. Los bailarines estaban ahora en el suelo, retorciéndose de dolor.

—La tuberculosis, la tisis... la falta de aire... ahogarte en tus propios pulmones... es terrible ¿no crees?

La voz hablaba con una total carencia de tono, como una voz en off explicando el ciclo de vida en la selva en un documental de madrugada. Irina había salido de la pista de baile. Estaba de vuelta en el recibidor, al lado de la puerta inicial. La música había parado y sólo se oía la alarma de incendios del hotel.

Dejando que aquel demente se enfrentase a la mujer sangrienta Michael bajó por las escaleras. Aferraba el arma con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos. La música venía del salón que estaba al otro lado del mostrador de recepción del hotel. Creyó recordar que se llamaba Salón Regina. Alguien, posiblemente Clara —no quiso pensar en aquella cosa de la bañera— le había contado alguna macabra historia de como lo encontro el equipo de rescate. En ese momento con el alcohol no le prestó demasiada atención: pensaba en otras cosas.

Vio a la mujer que hablaba sola ¿se llamaba Irina? Estaba retrocediendo a trompicones, como si estuviera borracha, de espaldas a la puerta. Se alejaba del centro del salón, que permanecía a oscuras salvo un brillo que venía del otro lado de un pasillo. La mujer retrocedió hasta que casi cayó en sus brazos. En ese momento Michael se dio cuenta de que había parado la música del piano. Sólo resonaba la alarma de incendios.

Irina retrocedió hasta el recibidor. Entonces tropezó con algo a su espalda y lanzó un grito. Al girarse aterrada se encontró de frente con Michael. El hombre se apartó unos pasos y en ese momento la mujer se dió cuenta de que llevaba un arma de fuego en las manos.

Amanda pasó de largo aquellas puertas para llegar al recodo. Tal como sospechaba llevaban a dependencias administrativas y archivadores, todas probablemente sin salida. Y en esos momentos el quedar encerrada en un sitio sin salidas no le parecía la mejor de las ideas. Al doblar la esquina se encontró con un pasillo desoladoramente largo que, quizás a unos veinte metros, formaba un cruce. La sensación que daba era que se prolongaba hacia el infinito. Aquel hotel hacía cosas raras con la percepción del espacio, ya lo había comentado alguien durante la cena:

Lo más sorprendente de todo es que no hay planos de este hotel en ningún lado. En su momento una revista de época decía que 'la estructura de Overlook desafía la lógica del espacio, es como estar en un castillo encantado'.

Y puede que fuera así pero el encanto no iba precisamente de hadas y princesas. Las puertas que Amanda veía ahora en el pasillo tenían números, pero eran blancas. Como de un hospital. Claro: aquello era el ala de enfermería. El Overlook había sido construido para atender a pacientes con enfermedades del pulmón: tuberculosis, tisis...

Fuera como fuera en algún sitio tendría que haber un ascensor o unas escaleras. ¿Qué opción le quedaba? ¿Regresar al salón de los bailarines fantasmales? ¿Entrar en alguna de las dependencias buscando un plano del lugar? Recordó entonces que habían visto una sombra que venía hacia aquel lugar. ¿Dónde estaba ahora?

Intentaba no pisar ninguna de las huellas que había dejado alguien en el suelo. Según Michael,  aquí tendría que haber un cuerpo y la bañera llena de sangre. Se acercó a la bañera y miró dentro. Estaba vacía. Miró hacia la puerta en el punto donde las huellas desaparecían. Alzó la vista hacia el techo. No quería que lo que fuera que había estado allí le atacara desde el techo.

Estaba convencido de que algo siniestro se ocultaba en aquel hotel. Desde que de niño tuviera aquella experiencia sobrenatural que hiciera que se dedicara a eso, era la primera vez que estaba seguro de estar delante de algo real. En todas las veces que habia seguido las invenciones de algún pirado, siempre esperaba encontrar algo de verdad y aquella parecia la definitiva.

Buscó el interruptor de la luz para dejar de usar la linterna. Así podría mirar mejor en el baño. Después saldría a mirar la ropa de mujer tirada.

—Eh, tranquila... ¿qué pasa aquí abajo? ¿Dónde está ese piano? —preguntó levantando la cabeza en busca del instrumento—. Ha parado de sonar. ¿Lo has visto? Tiene que haber alguien aquí abajo.

El hombre se agarraba a la pistola fuertemente y avanzó unos pasos, manteniéndose cerca de la chica.

—¿Te ha comido la lengua un gato? ¡Habla!

Amanda se detuvo unos instantes para recuperar la respiración y, mientras miraba en todas las direcciones tratando de decidir una ruta a seguir, se cagó mentalmente en el diseñador original del hotel.

Había visto trucos visuales en los que una misma habitación te hacía parecer más grande o más pequeño según te posicionaras y leído sobre efectos de colores en un pasillo que hacían marear a la gente pero siempre los había considerado rarezas de ferias y de cine de los setenta. Hasta que se encontró ese pasillo.

Y dudó si maldecir más al diseñador original o a Stephen por querer convertir el hotel en su nuevo juguete. ¿No estarían siendo ellos los juguetes del maldito ricachón?

Comenzó a correr de nuevo, buscando el final del pasillo, donde tendrían que situarse la salida de emergencia o las escaleras, aAl menos en los edificios construidos fuera de una mente perturbada.

Consiguió salir de aquel salón con un susto tremendo, pues había dado con uno de los hombres de antes. No pudo escapársele el detalle de que tenía un arma en una mano y reculó por instinto al verlo.

-Tienes un arma- dijo de forma evidente y levantó ambas manos con las palmas abiertas frente a él, no quería que la dispararan. –El piano… En el salón- señaló nerviosa hacia donde acababa de salir. –Pero no puedes entrar ahí, es muy peligroso… Esto no debería estar pasando, las manifestaciones no ocurren así.

Pero querida, claro que ocurre así, cuando tenemos la fuerza suficiente para que pase.

Doris le replicó, como un susurro, rompiendo aquel silencio prolongado al que me habían sometido en el salón.

-¿Sabes lo que está pasando?- preguntó al aire confusa, quizás ella le diera suficiente información sobre aquellos sucesos.