Partida Rol por web

Es otra madrugada en el Campamento de las Arpías y las cosas no han mejorado para nada. Sigue la rutina marcial de las arpías y la mayoría mantiene una imagen de normalidad, mas se respira en el ambiente el manto de sombra, tristeza y desazón que ya hace algunas semanas hiciera mella en las nobles hermanas guerreras.

Has llegado recientemente de tu recorrido diario de revisión del cierre perimetral y la organización de los cambios en la pequeña guardia que han podido montar en el campamento. Tienes un pequeño respiro que te alcanza para mojarte la cara, mas pronto tienes que partir a recibir las ordenes de tu superior. 

Kashya está en su tienda detrás de un escritorio precariamente armado y lleno en su cubierta de mapas, mapas que una y otra vez a estudiado junto a sus oficiales intentando tomar las mejores decisiones para mantener a raya el mal que se cierne a las afueras del campamento. Ni hablar del mal que destruyó a una buena parte de las fuerzas de la hermandad y que logró expulsarlas de aquel monasterio que hasta hace poco llamaban hogar. Tocar este último punto frente a Kashya la hace enfurecer y actúa como todo líder militar frente a la derrota, redoblando las guardias; poniendo más y mayores ejercicios a las pocas hermanas que se mantienen con vida; jurando que un día vengará la muerte de sus camaradas.

Kashya te dirige la palabra sin ni siquiera levantar la mirada, que tiene pegada en los mapas frente a ella.

- Has demorado en volver Inovaz. Dame el reporte matutino de la seguridad del campamento-

Llevas ya 5 días de camino y al parecer ya no estás muy lejos de tu primera meta, alcanzar el campamento del que tanto se ha hablo en los últimos días. Al poco andar hay algo claro, no eres el único que se ha movilizado hacia el campamento de las Arpías, carromatos cargados, mulas cargadas hasta lo que sus fuerzas dan y gente de a pie a sido el paisaje durante el último trayecto del camino. 

Algo tenemos claro de este variopinto grupo que se ha armado y es que unos cuantos entre ellos han venido a enfrentar el mal que se ha levantado frente a las puertas custodiadas por las arpías. Los motivos son múltiples, pero todos vienen con el deseo de hacer caer a algunos demonios, incluso unos locos imaginan la posibilidad de enfrentarse al mismísimo mal y enfrentarlo en singular batalla. Dicen por ahí que la gloria le espera a los que derroten al mal. Otros a la verdad son más conscientes y entienden que el enemigo que se está levantando es una amenaza real para la humanidad y no dudarán al entregarse de lleno a la imposible tarea de derrotarlo.

Es en este caminar que se da el tiempo para conocerse y entablar una pequeña conversación...

Errante y sin rumbo fijo, no tardó en llegar a oídos de Ania de ejes que llegaban el mal hasta puntos semejantes a los de su tierra natal. Según tenía entendido las almas descarrilados de aquellos demonios eran bastante débiles pero se habían fortificado, ni siquiera sentiría necesidad de atacarles puesto que solían ser bastante pasivos. ¿Que había ocurrido para que demonios carentes de voluntad para atacar ahora se volvieran agresivos? ¿Quien les torturaba y alzaba en contra de la humanidad? Sentía cierta curiosidad a la vez que lástima, preferiría dejarles en paz y que ellos pasearán sin voluntad de matar, pero los tiempos cambiaban, y quienes vendieron sus almas a la oscuridad debían recibir su fuego apaciguador, ofrecer luz era lo único que podía hacer.

Según se acercaba al poblado, vió carros y personas, seguramente buscafortunas que querían aprovecharse de la desesperación ajena y enriquecerse en la desdicha de los demás. Esos, esos eran los auténticos demonios, quienes cobraban por ayudar a que otros se jugarán la vida por y para ellos.

También habían personas que acudían para ayudar de verdad (las menos), era de agradecer saber que no sería el único monstruo que buscaba un bien general.

Akarat es justo con sus creyentes. Con sus enemigos es cruel.

Esas eran las máximas de mi orden, los paladines de Zakarum. Salí del templo, ante el mensaje de tiempos oscuros. Un nuevo mal se alzó en el mundo. Un mal inconmensurable. No se veía, pero sabía que estaba ahí. Lo sabía porque lo veía todos los días. En los borrachos de las tabernas, en los jugadores que robaban a la gente, en los violadores que acosaban a las mujeres. A más de uno mi maza justa condenó a la muerte. Y en más de un demonio descargo su ira el todopoderoso Akarat a través de mi mano justiciera. Demasiados demonios para mi gusto.

Pasaron cinco días desde que salí del templo. Llegué al campamento de las legendarias Arpías. La tribu de aquella que se enfrento en el pasado a Diablo, el Señor del Terror... Que ahora estaba en paradero desconocido, según había oído. Cuando entré al campamento, me acerqué a la gran hoguera central, dejé mi escudo apoyado en mi pierna y empecé a calentarme, pero sin quitar el ojo a mi entorno. Sabía que estaba entre amigos, pero nunca se sabe qué te vas a encontrar en territorio extranjero. Me fijé en una mujer, parecía proceder de las tierras de los nobles bárbaros.

- Si, Hermana Comandante, he tardado un poco. Su arco golpeó, sin dolor ni sonido alguno, su muslo derecho al detenerse, y hacer el gesto de subordinación, con ambas manos juntas, izquierda sobre el puño derecho cerrado, ante la cara. Temía y admiraba a esta hermana. Todas las que ascendían, eran por méritos propios. Por eso, ella, a pesar de estar … estigmatizada, había ascendido. Pero, a pesar de ello, seguía teniendo una mancha, una sombra, en el alma de sus compañeras, que caía sobre ella como una losa. Por eso temía y admiraba a Kashya. Era una guerrera igual a pocas, y superada por muchas menos. Algunas, solo por disponer de un gran poder, podían considerarse por encima, como las Sacerdotisas del Cúmulo Interior.

Había reconocido su demora, pero, no le diría que se había lavado un poco, tras untarse en la ronda matutina. Su estigma no le había impedido ascender, pero si le arroja a la cara, los peores trabajos de su puesto. Sería un mando, pero como mando, las labores que ninguna otra desearía, para ella, eran lo común. Lo de siempre. Mientras las demás desayunaban, ella, o se levantaba mucho antes, y podía tomar un bocado, o, desayunaba frio, después de las otras, ya que tenía que hacer la Ronda Perimetral. Era algo rutinario, pero sucio. Había que comprobar empalizada, fosos, hablar con las centinelas, que era lo menos desagradable, aunque alguna la tratase con orgullo o desdén, y como no, mancharse. Solía venir de barro hasta las rodillas, y muchas veces, también hasta los codos, cuando no era, la cara, o toda ella, por algún resbalón o caída. O pillaba algo, para ir picando en su pateo, o simplemente, pasaba de eso, y ya comería algo más tarde.

Intentó Ino, ver si podía vislumbrar algo en los mapas, pero pronto desistió, para continuar con su novedad. Sin cambiar de postura de subordinación, informó: - El perímetro está sin novedad. No han habido movimientos que nuestras centinelas hubieran advertido, no hay daños o intentos de ello en ninguna parte, ni se han dispuesto herramientas o materiales que pudieran causarlo. Su voz era firme, o eso pensaba ella, pero en su fuero interior temblaba como una hoja agitada por el viento. Al igual que admiraba a aquella mujer, también temía sus arrebatos. Era una comandante dura, justa, que podía demostrar gran capacidad, y sobre todo una crueldad insana. Sus hitos de justicia cruzaban muy a menudo el sadismo o la crueldad, pero siempre, bajo su punto de vista. Bajo su concepción de justicia, que no variaba de unas a otras … menos con ese "puntito" que tenía con ella.

Kashya escuchó atentamente las palabras de su hermana, reaccionando con cierta expresión sorprendida cuando Inovaz le informó que no había movimientos relevantes que informar. Luego de que su interlocutora terminara su informe, Kashya se puso de pie, dándole la espalda a Inovaz y con sus manos entrecruzadas en la espalda...

- Me dicen nuestras informantes que un grupo de... personajes ha llegado recientemente al campamento. Conoces mi opinión de aquellos que quieren beneficiarse de nuestro actual estado y creen que pueden enriquecerse a costa nuestra. No sé cuanto tiempo se quedarán en el campamento, pero la verdad es que dudo mucho de que nos puedan ayudar en alguna manera... -

Luego de decir esto se da vuelta rápidamente y con ojos fulgurantes te dice:

- Necesito que los vigiles, debemos saber cuales son sus intenciones... Tendrás que ser parte de toda misión que emprendan, caminar junto a ellos. En esta ocasión tu mala fama entre las hermanas quizás nos sea de ayuda, ya que tu "castigo" será acompañarles. El bien de muchos vale el sacrificio de algunos pocos.- añade esto último con un ápice de misericordia en sus ojos.

- Inovaz, es necesario decirte... - de pronto las palabras de Kashya se ven interrumpidas por lo que sin lugar a dudas es la alerta de un inminente ataque.

El viaje había sido extraño. Acostumbrada a la rutina de la ciudadela el mundo exterior resultaba confuso. La gente era ruidosa y caótica, el sol la molestaba en los ojos incluso aunque no brillase excesivamente fuerte, obligándola a cubrirse con una capa de viaje en todo momento, el ruido era en muchas ocasiones excesivo. En general todo parecía nuevo, como si durante su aprendizaje hubiese olvidado cómo era la vida de la gente común, cómo era su propia vida antes de entrar al sacerdocio de Rathma.

Por suerte hay ciertas cosas que son constantes en todo lugar, y una de ellas es el paso entre la vida y la muerte. Quizás alguno de los que se encuentran en el campamento necesiten de sacerdotes que hagan un pequeño oficio, o que garanticen que sus seres queridos han pasado sin dificultad al otro lado. Siempre es importante asegurarse de que la gente llega bien al final del viaje, por macabro que le pueda parecer a otros menos entrenados en la materia.

Se sienta cerca de la hoguera y se retira la capa de viaje, dejando al descubierto los huesos que adornan su armadura, señal de que ha completado su formación como sacerdotisa. O como diría un profano, que ya es una nigromante. Observa a todo el mundo con un gesto analítico y muy poca discrección, sin importarle si se dan cuenta de que los mira o no. No quiere pasar desapercibida. Quizás alguno de ellos necesite de sus conocimientos, y es mejor que les quede claro quién es. No le gusta demasiado perder el tiempo.

Estás ya en el campamento descansando del largo viaje, cuando de pronto reparas en la actitud de las hermanas arpías. Las ves ahí en sus labores normales: montando guardia, haciendo ciertas maniobras de ejercicios guiadas por la voz de una arpía mayor, llevando mensajes de un lado para otro, etc. Mas algo distinto a lo normal hay en la actitud de las hermanas guerreras, todo lo están haciendo de manera desganada con una imagen de tristeza y horror en sus rostros.

De pronto todo se trastoca y se transforma en un desorden que interrumpe la relativa paz que reinaba en el campamento. Un segundo después ves a un grupo de las hermanas correr de un lado a otro y a otras darles ordenes e indicar en una dirección en particular, el lado este del cierre perimetral del campamento. Y de pronto lo escuchas, una campana que resuena en todo el campamento y que hace que el resto de las hermanas de muevan en la misma dirección.

- ¿Es que ni siquiera me van a dejar dormir? - cuando cerraba los ojos era el único momento en el que podía ver a su madre en llamas dentro de su hogar, era el único lugar en el que sus habilidades adquiridas hace años ya le permitían salvarla. Tenía entendido que la firmeza de aquel campamento hacía que quienes llegaban a él pudieran dormir en calma entre cualquiera de las misiones que pudieran surgir. Aquello no se parecía nada a los rumores ¿Tendría algo que ver con los monstruos agresivos que había ido a buscar?

Se incorporó desganada, encendiendo en su palma una pequeña esfera de fuego que le permitiera ver mejory se acercó al lugar en el que parecía surgir el movimiento, por el bien de aquellas mujeres más les valía que no fuera un mero simulacro, porque llevaba días caminando y le apetecía muchísimo dormir.

Con paso ligero pero sin demasiada prisa, Ania caminaba con zancadas largas como era habitual en ella. Acercándose al este para observar que creaba tal escándalo.

- ¿Que debo hacer para que me dejen dormir un poco hermana? - le preguntaba sin más a una de las mayores, sin duda no mostraba demasiado respeto, pero no le podían culpar, llevaba años sin socializar demasiado, y nada sabía de cultos ajenos a su tierra.

Con sus palabras, contestó ella entre dientes: - … soy voluntaria para la misión encomendada.

Pero la alarma apagó sus palabras también.

La comandante, a pesar de lo que fuese, era una combatiente, y así procedió. Fue a encargarse de repeler el problema, y descolgando el arco de su hombro, Inovaz, tomó una flecha, para acompañar a su jefa: - Y la orden será cumplida con Gloria o el fuego de mi Pira Funeraria, devorará mis huesos. Era una frase protocolaria, que, no solo daba la obediencia total y sacrificio, si llegase el caso, sino, que además, ensalzaba el espíritu. La comandante se dirigió a la empalizada, en búsqueda de punto de alarma, siguiendo el sonido del cuerno de hueso que sonaba.

Su voz, firme, como siempre ordenó a las centinelas de los alto: - ¡Informe!.

No puedo evitar fijarme en la "sacerdotisa" que acaba de llegar. Se cubren con huesos de gente muerta, esperando destacar. Algunos los llaman "nigromantes". Yo prefiero llamarlos como se llaman a sí mismos, sacerdotes, para no ofender.

Las campanas resuenan. Y si aquí son como en el resto del mundo, significan peligro inminente. Veo como algunas de las arpías se movilizan en una dirección. 

Hmmm. De allí puede provenir el peligro.

Me levanto, cojo mi escudo y marcho al trote hacia la que parece la líder del campamento. Me fijo en los rudos modales de la que debía ser una bárbara por sus raíces, pero no. Vestía como una hechicera. Sin modificar mi expresión, me dirijo a mi objetivo.

- Hermana ¿Puedo ayudar en algo? Soy un paladín de Zakarum, puedo seros de ayuda.

La monotonía del campamento en cierto modo resultaba tranquilizadora. Pasase lo que pasase la sensación de que todo funcionaba con un cierto orden resultaba reconfortante para Kreness, pero por desgracia la paz no duró mucho.

De repente un grupo de arpías empieza a comportarse de manera extraña y se escuchan órdenes que mueven a las mujeres de un lado a otro. La nigromante no sabe qué pensar. Esto podría ser algo grave, pero también ha aprendido que la gente "del exterior" suele alterarse bastante por cosas pequeñas. No sabe muy bien cómo reaccionar ante esta novedad.

El sonido de la campana de alarma despeja sus dudas. Nadie hace sonar una campana si no es por algo importante. Sea lo que sea, no es algo que pueda ignorarse.

Recoge su equipo. Además de libros y herramientas de estudio lleva un escudo y un arma de mano en forma de hoz. Están decorados con huesos y sirven como armas y también como instrumentos ceremoniales. Tiene la sospecha de que les va a dar al menos uno de esos usos enseguida. En lo que ha cogido todas sus cosas ha tardado un poco, y cuando llega a la altura de una de las que parecen líderes de las arpías se encuentra con que está hablando ya con un hombre vestido con armadura completa.

- Hermana ¿Puedo ayudar en algo? Soy un paladín de Zakarum, puedo seros de ayuda.

Un paladín. Una buena noticia si el campamento está en peligro. La joven se mantiene unos pasos más alejada de él, pero se introduce en la conversación. Ni su rostro ni su voz dejan ver sentimiento alguno.

- Cierto. Este alboroto no es normal. Puede que haga falta ayuda.

En el camino hacia el origen de la alarma ven salir de una de las más grandes tiendas a dos hermanas arpías. Es notorio al verlas que no son 2 hermanas cualquieras, sobre todo la que sale de las primeras. Las hermanas que la ven al pasar la miran con respeto y esperan las indicaciones que ella les da. Un manto de efectiva marcialidad se apoderó de todas las hermanas de alrededor cuando ella se presentó en el origen de la alarma, la puerta este del campamento.

- Pequeños cuerpos humanoides, cuerno en medio de la cabeza, lanzas en las manos... capitana, se acerca un grupo de 7...8... 10 caídos y están a punto de llegar a nuestra posición - grita una vigía.

Kashya no se inmuta por las palabras de la vigía. Busca una posición elevada, toma su arco de manera tranquila, apunta a uno de los caídos y dispara. Su flecha viaja por el aire cautivando las miradas de todos los cercanos a su posición y se clave en la frente del caído quien cae muerto inmediatamente...

-¿QUÉ ESTÁN ESPERANDO? PROTEJAN LA PUERTA, ARQUERAS TOMEN POSICIONES DE ATAQUE. ¡¡HERMANAS, DEFIENDAN EL CAMPAMENTO!!- grita Kashya a todas sus hermanas.

- ¿Todo ese escándalo por diez caídos? - pensó, alzando su brazo derecho en dirección a quienes se acercaban, pero entonces una flecha se adelantó a su acto, Ania chasqueó la lengua al ver los aires de grandeza de aquella mujer, ¿Como se atrevía actuar antes que ella? Y encima era un tiro perfecto, cosa que aún molestó más a la errante maga, no le gustaba que otros se pudieran más que ella en su presencia.

Siempre viajaba sola, caminaba entre caídos que a menudo no hacían nada o huían, por lo que ver que aquellos parecían querer atacar, le llevó a querer lucirse, estar entre gente no era tan común para ella, por lo que gustaba de algo de protagonismo... El cual le acababan de robar... Aunque lo que más le molestaba era admitir en sus adentros que esa arpía era buena, tenía estilo... Y sin duda no quería ser menos.

Hizo algunos textos con su mano izquierda, arremolinado fuego propio y atrayendo las chispas que saltaban de las antorchas. El fuego subía rodeando su cuerpo con espirales dirigidas a su mano diestra ya en posición y acumulando látigos alocados entre sus dedos. Fue entonces que con rostro de autosuficiencia mostró una amplia sonrisa .

- lo siento muchachos, todos somos monstruos, pero está mal que ataquéis interrumpiendo mi sueño... - aunque raro, hablaba a un grupo de caídos que no le escuchaban y que de hacerlo tampoco le prestarían atención, ¿Pero importaba? Para la psique de la muchacha seguramente no.

Una explosión ante ella iluminó un sonriente rostro de ojos iluminados, a lámpara que una serpenteante llamarada se dirigía en dirección a los caídos, la llamarada poco precisa, pareció abrirse pretendiendo engullir a su presa, no parecía la llamarada más precisa de la historia, pero sin duda iluminaría un poco la noche.

Inovaz había seguido a su "jefa", la cual, se había quedado a medias de las órdenes. - Ya me dirás lo que falta. La admiración por su disparo, era espectacular. Aún así, esta otra arquera, la que acompañaba a la "Jefa del Puesto" no era manca, e intentó emular su disparo, aunque parecía que esto no le había salido especialmente bien, y su flecha vete a saber donde había impactado.

 - Señora, es raro un ataque tan discreto, y escaso. Se notaban las dudas que corrían por si mente, mientras volaba su flecha y tomaba una segunda, que esperaba lanzar … con mejor fortuna. - ¿No será una celada para distraernos? No tendría buena fama entre sus hermanas, pero, era una oficial por méritos propios … y aunque su puntería, en estos momentos la dejase en mal lugar, ya había participado en otros combates … y salido airosa, acumulando víctimas a sus pies en unas cuantas ocasiones. Antes de apuntar, en la segunda ocasión, abrió un poco las piernas, para tener mejor posición de tiro, y hubo de recolocar la falcata que colgaba de su cinto. En esos momento pensó en el colgante de manera, aquel que hace años, le tocó portar como castigo, sin símbolo alguno. Ese recuerdo no se desvanecía, ni su fama creada, y a pesar de que el ritual quemó todo estigma anterior, en la mente de todas, permanecía una fama, que tan vez ganada, no se adecuaba a la realidad del momento.

Sacudió la cabeza, y comentó: - Bajo a la puerta, para defenderla desde ella misma. En una mano la flecha, en la otra el arco, y en su cadera, bailando contra su cadera, la pieza de metal que su padre le había entregado como presente. Este era su estilo. Estar entre las que luchaban cuerpo a cuerpo, pero con su arco. Había llegado a hacer disparos a menos de un metro, y eran los que mejor se le daban. El apoyo cercano. El fuego en el fragor del combate. Y las llamas pasaron ante ella, como una estampida de búfalos. Mientras corría, pensó en los poderes de una sacerdotisa … pero eran más encaminadas a otras sendas, que al control del fuego. Mientras corría hacia su nueva posición, miró fugazmente, y lo que sus ojos le mostraron la dejó extrañamente sorprendida: - ¿Una maga? ¿Será a ella a quién la Hermana Kashya se refería?

Caídos... Jajaja malditos pequeñajos infernales. Podría preguntar si me recordáis, pero no creo que no logréis. No eráis vosotros.

Saco mi mangual, me coloco mi escudo en mi brazo izquierdo y camino despacio hacia el frente, mientras veo como surge fuego delante de la "bárbara". Sabía que no podía ser una bárbara. Era una hechicera de fuego, a todas vistas. Un buen añadido a un grupo de aventureros, si me preguntansen a mi. Agito la mano del mangual, con fuerza, mientras lanzo rezos a Akarat*.

- Akarat es mi Luz. Akarat es mi guía. Akarat es mi pastor ¡Akarat me sacará de la oscuridad del mundo con su bastón y su martillo de luz! - la última frase la digo gritando mientras empiezo a correr hacia el que parece más grande y que está más cerca, mientras descargo un poderoso golpe de mangual sobre su cráneo demoníaco. 

Había empezado un combate. No es que pareciese muy difícil. Unas cuantas criaturas menores que no tenían mucho que hacer ante las defensas. Si fuese un ataque humano diría que esto no es mas que una estrategia disuasoria, que su verdadero objetivo está en otra parte.

Si eso es cierto, no hay tiempo que perder. Usar la fuerza bruta no es su manera favorita de hacer las cosas, pero ahora parece lo más apropiado. Cuanto antes se acabe esto mejor.

Por suerte para ella los defensores ya habían empezado a atacar y a hacer daño, por lo que ya había sangre y cadáveres en el suelo. Algunos eran bastante antiguos, pero servirían igualmente.

Con un gesto de su mano los restos esparcidos por el campo de batalla empiezan a explotar violentamente. Se permite una ligera sonrisa al ver que los años delante de los libros no han entumecido otras habilidades menos... intelectuales.

La batalla está en pleno ejercicio y los bandos se desplazan para atacar a sus contrincantes.

La flecha de Inovaz viaja por el aire en dirección a un caído que intenta esquivarla, pero que cae al suelo con el proyectil incrustado en el espacio donde hasta hace poco había un ojo, el caído está muerto. Los fuegos de la hechicera viajaron en linea recta y golpean de manera directa en el pecho de un caído, lo que hace que este salga corriendo en la dirección contraria y en su paso quema a otros dos caídos más que se encienden en fuego rápidamente, también salen corriendo y chillando muriendo a los pocos metros. El seguidor de Akarat sale corriendo contra uno de los enemigos y suelta un poderoso golpe con su mangual que va en dirección de la cabeza del caído, este último se mueve tan rápidamente que logra esquivar el golpe de Urgat y quedar en la posición perfecta para atacarlo. El caído toma su lanza con las dos manos y suelta un ataque en contra del paladín. El ataque de la temible y algo extraña nigromante hacía que cuerpos que estaban en el suelo explotaran, esto hacía temer tanto a los enemigos como a las arpías que estaban cerca. El ataque de Kreness hizo volar por el aire a un caído el que fue desmembrado por la potencia de explosión y su cuerpo fue esparcido en múltiples direcciones bañando a los cercanos con un viscoso liquido verde.

Luego de la arremetida de este particular grupo de guerreros, los caídos se organizaron (en lo posible dada su poca inteligencia) y se lanzaron en un ataque sin medida. Uno de estos demonios no esperó más y lanzó su lanza en contra de Ania, otro de ellos corrió en dirección a Inovaz con su lanza levantada y apuntando a Inovaz con la clara intención de matarla, el último de ellos se acercó con un claro sentimiento de miedo e intentó realizar lo que pareció un ataque en contra de Kreness.

Tras ver arder su obra, la hechicera sonreía satisfecha, las llamas siempre eran hermosa y más cuando crecían propagándose entre sus enemigos... Pero su obra no pudo ser vislumbraba por mucho tiempo, pues una jabalina se acercaba a su rostro, lo que impidió que Ania pudiera deleitarse viendo aquellas llamas móviles correteando.

Su rostro cambio de uno de satisfacción a uno molesto. ¿Como osaban interrumpir su gozoso espectáculo? Mirando a un lado, tomó el fuego de una antorcha haciéndolo explotar a su alrededor en forma de cúpula pretendiendo incinerar el maldito palo mal afilado que se acercaba, y cuando vio que algo combustionaba ante ella y suponiendo que era el desagradable proyectil, cogió con su mano desnuda el escudo y lo lanzó como si se tratara de una capa de tela en dirección al oportunista que amenazó con dañarla. Agrupándose la cortina de fuego en una lanza que volaba contra aquel molesto ejemplar.

Almenos crearía un nuevo y hermoso foco que contemplar.