Partida Rol por web

Tal y como había predicho Marcial, un rato después del amanecer llegáis al paso montañoso que llevase el nombre de Ribagorda, os llama la atención lo escarpado del paso y la altura de las dos montañas que el paso conecta. Es también llamativo que todo el verdor de aquellas tierras que fueron una vez el único núcleo cristiano de toda Hispania y embrión de los Reinos Hispánicos actuales, ahora haya desaparecido totalmente, pareciendo tierras mesetarias incluso.

Gracias a la habilidad de Marcial como guía no estáis cansados, pues os ha llevado siempre por camino llano y de poca pendiente, que yendo a pie la mayoría ya se hace la cosa difícil. Pese a lo escapado, una vez que conseguís llegar con alguna dificultad, os dáis cuenta de que realmente no es un paso tan largo ni tan ancho como pensábais, no debería ser para nada difícil encontrar a las bestias.

Dáis una primera batida sin encontrar absolutamente nada...

Por fin habíamos llegado al paso y, como yo me temía, al encuentro de las bestias que estábamos buscando. Iba mirando a todas partes pero lo del seguir huellas, pistas y demás menesteres no era lo mío... para eso había contratado a Marcial. Por más que miraba a todas partes era incapaz de ver algo... serían el miedo y los nervios ante lo que pudiéramos descubrir lo que mantenían cerrados mis sentidos para encontrar algún indicio que mereciera la pena seguir.

Aquel lugar era demasiado vasto y peligroso para mí... Cierto es que en Falces el Pirineo andaba cerca, pero nuestra ciudad estaba bien anclada al suelo y a poca altura. E incluso el tener que pasar por aquella conexión me embotaba un poco la mente, parecía la mar de peligroso... ¿acaso estaría por allí esas bestias? ¿o más brujas de esas llavanderas? Bien podría ser, que allí parecía no vivir nadie, y ni tan siquiera pastores. Me puse la mano en la frente para que el sol no me alcanzase los ojos mientras oteaba a todas partes en derredor...

Ves a un lado del camino medio borradas, varias huellas de botas y pies descalzos. Las huellas van directas hacia una pared de la montaña.

—Mirad —digo señalando a un lado del camino—. Esas huellas se dirigen a la pared de esa montaña... Pero se detienen ahí. Tal vez deberíamos investigar...

Cuando digo esto, me aproximo, para que el resto vea a qué huellas me refiero.

Tal y como dice el caballero, hay unas huellas que se dirigen directamente a una pared vertical que es una colina. Lo curioso es que al acercaros, véis que la tierra de la pared está movida como si de un campo de cultivo se tratase.

Francesc se acerca y se arrodilla frente a la tierra y metiendo la mano dice

- Esta tierra parece tapar algo. Ayudadme.

Desmonta del caballo y ayuda al catalán a sacar tierra.

- Ayudad, pero que uno se quede vigilando por si acaso.
 

El alquimista se aposta en medio del paso y dice

Prefiero no ensuciarme las manos. Id cavando vosotros.

Qué podría haber allía abajo, ¿alguna compuerta? ¿un buen saco de trigo?, sea lo que fuere, enterrar allí algo, en tan escarpado lugar y tan extraño, bien que era sospechoso. Dejé de sujetar la lanza como bastón de camino, et la cogí con ambas manos, apuntando hacia justo donde excavaban mis compañeros. Demasidas cosas habíamos visto ya, y algunos que empezábamos a escarmentar no confiábamos ni en uno mismo...

¿Y ahora tengo que ponerme a excavar? Pues sí que me está saliendo amena esta aventura. A excepción de Francesc y Marcial parecía que el resto no tenía intención de ensuciarse las manos, pero ¿qué excusa podría poner yo para no hacerlo?

Resoplando con resignación me bajé del caballo e hice amago de ponerme a quitar tierra junto a los dos hombres, aunque bien a las claras se mostró que mucho esfuerzo no ponía en el empeño.

- ¿A quién se le habrá ocurrido enterrar algo aquí? Mmm... quizás sea algo de valor.

¡Y vaya si era de valor!

Resultó que al ir excavando se dio a conocer un agujero, pero no uno cualquiera, sino una entrada a una cueva. Notásteis al principio que corría el aire al retirar la tierra, os llevó bastante tiempo, casi hasta mediodía, dejar una entrada donde a duras penas cabía Don Alonso arrastrándose con la armadura.

- No hace falta ser muy listo para intuir que es muy posible que sea la guarida de esas bestias. No deberíamos entrar sin más, ¿y si están dentro? ¿y si nos están esperando? quizás no sea nada y esté vacía, pero es muy raro tanta molestia para tapar la entrada.

¿Raro? -dije levantando la lanza-. Lo raro es que no la tapasen, y más siendo su guarida, si es que lo és... -dije-. Entendía que aquello sería lo más normal, lo de ocultar una cueva como hogar y más siendo malhechores asaltacaminos. Lo curiosos era el lugar tan inhóspito donde se encontraba.

¿Vos cree que debamos aventurarnos? -le dije a Marcial un poco pensativo-, ¿o sería menester esperarles cerca del lugar, haciendo ronda por estos escarpados sitios y asaltarles desprevenidos?

—No creo que esta sea la única entrada —dije apoyándome en mi montante, observando el agujero—. Un ratón nunca tiene un solo agujero en su madriguera, y no creo que nadie sea más estúpido que un ratón*. Lo que creo que es si nos quedamos a hacer guardias junto a este agujero, seguro que alguien o algo nos ve.

—Por mi parte, lo tengo claro. Vamos dentro de ese agujero, y veamos qué encontramos.

¿La guarida de las bestias? Ah no, lo que me faltaba. Cuando oí aquello me levanté con rapidez limpiándome las manos de la tierra con que me las había manchado. Y encima el caballero quería meterse de cabeza en la boca del lobo.

- Ejem... Tal como dice Nadir, ¿no sería mejor esperar aquí por si aparece alguien? Creo que sería lo más prudente antes de aventurarnos por a saber qué oscuros y peligrosos túneles o lo que sea que haya ahí detrás.

Dice elevando demasiado el tono para que le oigáis

- Entrar ahí puede ser muy peligroso. Si están ahí dentro esas criaturas no sería muy inteligente entrar. Deberíamos esperar a ver si salen ellos mismos o alomejor no hay nadie y dentro de un rato vienen. Podríamos incluso emboscarles o algo parecido.

- ¡Shhhh! si no hiciéses tanto ruido quizás podríamos entrar y sorprenderles, si es que están ahí, cosa que aún no sabemos. Hay que tomar una decisión, o entramos o esperamos a ver qué ocurre. Habríamos de ponernos de acuerdo sobre este particular, Señores. No me compete a mí tomar la decisión, si decidís entrar, entraré.

Apretaba mis dientes, y miraba fijamente la entrada, y sobre todo ahora que el caballero de Montesa parecía tan decidido en presencia y palabras. Si habrian excavado tal guarida ¿sería verdaderamente la única opción de poder o no ocultarse? En mi interior comencé a cambiar de opinión, y tal vez una irrupción dejaría descolocado a cualquiera... si es que estábamos hablando de personas..., claro.

Humm... -decia musitando casi mi pensamiento-. Al menos entrar para comprobar otras salidas... -dije-. Si entramos y no encontramos más compuertas, aun no estando allí esos asaltantes de caminos, sabremos dónde se encuentra su única salida. Claro que... esperando fuera... -cambié definitivamente mi opinión-, no lo sabremos esperando fuera.

Di un pequeño golpecito en el suelo con el extremo posterior de la lanza en el suelo.

¡Vayamos!, ¡Vayamos, Marcial! Quiero acabar ésto cuanto antes...

¿De verdad que aquellos insensatos tenían pensado meterse ahí dentro sin más? Aquello era una locura sin lugar a dudas.

- Y ¿no sería mejor que alguien se quedara vigilando en la entrada escondido para que nadie le vea? Incluso podría ser un buen refuerzo por si hay problemas dentro.

Esperaba que aquella idea fuera del agrado del resto y ser yo el agraciado con la vigilia en el exterior.