Partida Rol por web

La ballenera era buena matando, no pergreñando planes. Dos grupos era arriesgado, pero sin duda cubrirían más terreno. Confiaba lo suficiente en las habilidades de sus amigos como para saber que estarían bien.

Se acercó a Vladko, y de nuevo sin palabras le hizo saber que iría con él. Ya habían pasado demasiadas cosas juntos, y eran buen apoyo mutuo. 

Repasó sus armas, comprobando que estuviesen dispuestas a ser usadas ante cualquier eventualidad, y suspirando de nuevo por su cigarro eterno, se puso en marcha.

Sólo las huellas de vuestras húmedas pisadas os podían delatar. Salvo eso ni un sólo ruido se produjo en aquella gran cocina, mientras que en el exterior la lluvia seguía empeñando los cristales.

Las gotas jugaban a perseguirse unas a otras creando una falsa sensación de tranquilidad antes de hacer correr la sangre...

Os separais de forma instintiva en dos grupos. La más joven con el más veterano por un lado, los camaradas de las inhóspitas islas norteñas por el otro.

Sara abre la puerta encontrado un largo y oscuro pasillo de unos 10 metros. A mitad del pasillo puede ver una puerta que se recorta a la izquierda. Al fondo del mismo parece que se intuyen más puertas.

Vladko por su parte abre la puerta sur para toparse con un callejón sin salida. Se trata de una alacena dónde hay comida en conserva. Si no fuese por que está en medio de una misión ahora mismo la estaría asaltando, muerto de hambre.

Es en ese momento, en el que abrís las puertas para ver lo que hay al otro lado cuando se oye el ruido de un pomo girando lentamente. Todos, sin lugar a dudas sabéis que proviene de la puerta trasera que da al jardín y por la que acabáis de entrar hace apenas unos instantes...

Sacando sus armas cerró tras de si* la puerta por la que iban, con la intención de solo fingir que no estaban allí. dibujando con su brazo un arco señalizando a Elian evitando hablar que escogiera una puerta.

Sus ojos se abrieron en silencio al notar el ruido, y tocó con una mano en el hombro de Vladko para advertirle. Encima de no haber encontrado nada útil, estaban a punto de ser descubiertos.

Apuntó con la ballesta a la puerta de donde provenía el sonido. Era algo instintivo.

Quizás les diese tiempo a esconderse en otra sala, o quien entrase se mantuviera en silencio... ¡pero joder, ni por todo el tabaco del mundo iba a arriesgarse!

Así que alzó la ballesta ya lista para disparar a quien fuera, y aguardó sin apenas respirar.

Joder. ¿Por qué todas las puñeteras puertas tenían que ser iguales? Estuvo tentado de pillar un grueso trozo de carne en salazón y metérselo en la zamarra, pero Matka llamó su atención y cabeceó hacia la puerta. Mierdamierdamierda. Su compañera se colocó en posición de disparo, pero él prefirió escabullirse junto a la pared hacia donde habría la puerta por la que habían entrado. Su intención era quedarse en el ángulo ciego y reducir al curioso antes de que diera la voz de alarma. Ya que tenía la espada desenvainada la pegó al cuerpo, expectante.

Otra opción era que fuera uno de los Guardias que entraba con uno de los molosos. Así que se preparó para controlarlo en cuanto asomara el hocico: no había manera de engañar a su olfato.

Mientras el pomo de la puerta se gira lentamente, todos tomáis posiciones. Vladko con su espada desenvainada y lista junto a la puerta que da al exterior. Matka justo enfrente de la misma para recibir a los curiosos con su ballesta. Sara y Elian con el tiempo suficiente como para llegar hasta la puerta contraria y ver desde allí como justo se abre, como a cámara lenta y deja ver el hocico de un moloso asomando. Detrás de él un guardia con una pistola, listo para disparar...

En ese momento, donde parece que el tiempo se detiene, la luz de un relámpago ilumina la cocina en un parpadeo silencioso.  

Aunque su intención era desaparecer sin ser vista, le dio tiempo a ver a aquel tipo, y por tanto, tambén él le podía haber visto. Con el parpadeo de luz de aquel rayo, la muchacha voló hacia su rival, poniéndose ante el moloso para atacar a aquel hombre. Si bien en otra ocasión no volvería a probar suerte en su presencia, la orden de Vladko y tenerle al lado le acababa de salvar la vida.

Dibujó un drástico arco con su cimitarra que en otro momento le hubira partido el torso en dos, la luz del relámpago amente ni le permitióver venir el golpe, la pregunta era saber con que fuerza golpearle para no matarlo igual...

Por tanto tan pronto su primer golpe sacudió al hombre, le dio otro con el puño que cubría su mano izquierda, el sabueso era un segundo enemigo, pero esos canes eran débiles, y si lo mataba por accidente escucharía a Vladko 6 horas.

Música

Sara que estaba a punto de marcharse no se lo piensa dos veces y se lanza a por el enemigo antes de que pueda alertar a todo el mundo. Con gracilidad corre y de un salto alcanza al guardia que recién acaba de abrir la puerta. Este recibe dos golpes con precisión pero con la intención de no matarle. Esto le hace tambalearse, perder el equilibrio y la noción del tiempo.

Pero al tomar tierra de nuevo tras ese salto, Sara se encuentra con un terrible enemigo que ha infravalorado. Las poderosas mandíbulas del moloso se cierran como un cepo en el mulso de la ballenera, atravesando el cuero, la piel y la carne. Este tipo de criaturas no sueltan fácilmente a su presa una vez la tienen bien agarrada... y Sara comienza a sangrar dejando ver un reguero que le recorre la pierna hasta el suelo de baldosas de esa lujosa cocina.

Haber subestimado a ese animal es lo que la ha puesto en ese aprieto. Pero el guardia, pese a estar aturdido sigue sosteniendo su pistola en la mano...

Matka apunta bien, o eso intenta. Las circunstancias se precipitan, y el moloso aunque es grande no deja de estar contínuamente moviéndose. Lo último que quiere es herir a Sara o a alguien más.

Fija su vista en el objetivo, y respira despacio, procurando mantener el pulso firme y el virote direccionado. El momento parece no ser el mejor para fallar, pero el destino no se elige.

El capullo es así de caprichoso.

Sus peores temores se habían confirmado, y es que uno de esos guardias que patrullaban fuera les había localizado. Y si hubiera estado en su mano, él se habría encargado de que el moloso se alejara de allí para darles opción a esconderse, pero Sara — la maldita muñeca asesina de Daud — tenía que poner a bailar sus espadas. Con lo silenciosa y ágil que era, el tyviano no comprendía la necesidad de convertirse en un Ángel de la Muerte en cada misión.

Su primera intención fue dominar a la bestia para que dejara de morder a su compañera, pero inmediatamente rechazó la idea: sería más complicado para él hacerlo ahora que había probado el sabor de su sangre. Y mientras el virote de Matka repiqueteaba contra el suelo — anotó mentalmente practicar con su compañera la puntería cuando regresaran — salió de su posición privilegiada como el asesino profesional que era. Con la hoja pegada a su cuerpo, descargó un golpe en la sien del moloso que lo dejó completamente inconsciente, desplomándose sobre el suelo de la cocina. Esto le colocaba junto a Sara para derribar al guardia, que por sus facciones no parecía ser de la isla.

Todo se precipitó en un instante. Justo cuando iban a abandonar aquella cocina detrás de ellos parecía abrirse la puerta al infierno. Elian, al igual que Matka, y sabiendo que en esta ocasión actuaban a distancia, casi por instinto levantó su brazo y apuntó al guardia. Tras ver como Sara lo dejaba aturdido estuvo a punto de disparar pero el sonido de ropa desgarrándose y el crujir de huesos le hizo detenerse. Bajó la vista en un segundo y vió un reguero de líquido brillar bajo el fulgor de la tormenta que cubría el cielo nocturno. Un virote atravesó la habitación emitiendo sólo un ligero siseo. Matka había disparado y justo un instante después Vladko descargaba toda su fuerza sobre la cabeza del animal. Elian movía instintivamente el brazo de un objetivo a otro pero todo sucedía tan rápido que no llegaba a fijar el disparo en ninguno. Además ahora Sara y Vladko se interponían entre su posición y la del guardia. Si disparaba podía clavar el virote en alguno de ellos. Bajó el brazo. Con rapidez, pero con cuidado, trató de acercarse a Saba a la que vio poner una mano en la zona donde había recibido el mordisco de aquel monstruo. Había que taponar la pérdida de sangre. Y rápido. Se acercó a Sara por detrás esperando ser de ayuda. Mal empezaba aquella misión con aquella mortal asesina herida.

El guardia, viéndose sorprendido y superado tanto en fuerzas como en número, retrocede y aprovechando que Sara está afectada por la dentellada, se aleja en la oscuridad. Bajo la lluvia oís como pasos vacilantes se alejan como pueden de allí. Cuando de pronto, el retumbar del trueno que sigue al relámpago, os hace vibrar por dentro.

En el exterior sigue estando la posibilidad de toparos con el tallboy. Pero dejar que el mercenario se escape puede ser un riesgo igual o mayor...

Elian sabía que un empujón o cualquier mal movimiento no eran nada bueno para Sara en aquella situación pero también era consciente de que si aquel guardia daba la voz de alarma su misión había terminado. Los problemas se multiplicarían en cuestión de segundos y ya no se trataría de alcanzar al crío e intentar negociar con él. Todo se reduciría a conseguir salir de allí con vida.

Desde su posición vio al tipo de la puerta trastabillar hacia atrás e intentar internarse en la negrura de la noche. El rostro del guardián reflejaba la sorpresa de encontrar intrusos y, a la vez, el horror real de ver peligrar su vida en aquel justo instante. Elian levantó con un movimiento rápido el brazo, rozando al pasar los cuerpos de Sara y Vladko, centró su vista en el cuerpo que huía y disparó. Una saeta rompió con su siseo el silencio de la noche y se alejó buscando su presa.

De nuevo tocaba disparar, y a la ballenera no le dio tiempo a pensárselo dos veces. Fallar entraba en las posibilidades y ya le había pasado, ahora debería ir mejor... ¿o no? El destino puede ser muy puto a veces.

Cargó la ballesta y apuntó en la distancia lo mejor que pudo a la sombra que se movía. Esperaba matar o al menos herir al fugitivo. Se jugaban demasiado.

Estiró el brazo, guiñando el ojo para focalizar la vista en el objetivo y apretó el gatillo de la ballesta. Con el virote también volaban sus deseos de acertar. 

Con un gemido ahogado, el moloso se desplomó ante sus ojos, liberando la presa que mantenía sobre Sara. Y su acompañante, ese guardia que más parecía un mercenario, hizo lo que parecía más sensato, escapar. ¿Podía culparle Vladko? Ni por asomo. De hecho, le sorprendió ese destello de inteligencia, ausente en la mayoría de vigilantes y guardias de la ciudad de Dunwall, que se apresuraban en sacar la espada en cuanto veían una máscara de balleneros. No, desde luego no es de por aquí.

Su primera intención fue salir corriendo tras él y cruzar espadas en el jardín. Pero estaba el pequeño inconveniente — aunque realmente era un gran inconveniente — del Tallboy. Si tardaba demasiado tiempo, le verían y toda su maniobra terminaría en el fondo del barranco. Entonces, la respuesta le vino en forma de un proyectil surgido desde el final de la cocina, que impactó en la espalda de su oponente a poca distancia de la puerta. Era su oportunidad.

Corrió hacia él para coger el cuerpo antes de que se desplomara y lo cargó para dejarlo dentro de la cocina.

Un poco molesta de no haber tenido ocasión y excusa para seguir a aquel tipo y atravesarle con su cimitarra y clavarle en su estoque, vio como Vladko arrastraba al mercenario - tsk, era la excusa perfecta... - perder una oportunidad de oro por culpa de haber quedado algo confundida con el mordisco del chucho le opacaba la opción de añadir otra víctima a su lista.

Su rabia se *habría calmado al* golpear al sujeto, aunque por un leve instinto de no dañar accidentalmente a Vladko, sus golpes *nunca llegaron*, sin duda controlar su fuerza no era el fuerte de Sara, en los entrenamientos tanto Daud como Bill le decían que golpeara con todo, por lo que controlarse conllevaba a menudo golpear excesivamente flojo *o fallar*.

Aun recordaba un entrenamiento en el que Daud le encaró con un simple bastón partido por la mitad, el remordimiento de poder llegar a dañar a su "nuevo padre" le daba tal temor que sus golpes eran suaves o más bien pésimos, en cambio no poseía miedo alguno los temibles impactos de lo que eran a penas unas batutas. Aquel día la pequeña acabó hospitalizada, Daud nunca la llegó a visitar, pero si su mano derecha, riendo por verle en tal estado - (¿de verdad has acabado así usando Daud dos bastones? Aunque luchara a mitad de potencia, deberías haberte podido defender mejor ¿no?) - ella siempre tan bien informada, cuando le dijo Sara sobre el temor de herirle por accidente, Billie volvió a reír - (tranquila cariño, ni en tus mejores sueños llegarías a rozar a Daud, nunca te contentas, o lo lamentaras...) - desde entonces, los balleneros que practicaban con ella pasaron a odiar tener la mala suerte de entrenar con la "loca cimitar", sin duda muchos heridos en sus manos, y contra más sangre saltaba en sus entrenamientos, mayores eran loa halagos... ¿Porque entonces no le halagaban ahora que estaba llevando esa sed de sangre a las calles? ¿Cuan artística debería ser la mancha roja para que le dijeran que había estado magnífica?