Partida Rol por web

Oísteis entonces unos pasos que se aproximaban a la verja de entrada de la alberca. Los de abajo, en el agua, elevásteis la mirada y observásteis un turbante oscuro, ¡era la cabeza de Nazeh! Éste parecía sorprendido de ver todo aquello, y ver a Zaif paralizado delante de Soledad Gómez... (por no hablar de la pareja de hermosas mujeres que controlaban las aguas), ¿Qué diantres era todo aquello? -se preguntaría Nazeh...-.

¡¡Quieto!! -gritó Soledad desde el fondo de la sala-, ¡NO DES NI UN PASO MÁS!

Fue entonces cuando las dos mujeres, ordenadas por un gesto de Soledad, agitaron con sus manos las aguas para fomar, sin tocarla, un gran torrentes de agua arreolinada, y lo lanzaron contra Nazeh (que no sabía muy bien por dónde iba n los tiros, o si...). Dichos torrentes giraban sobre si como con vida, y aquello no parecía sino una magia propia del diablo... pues su altura llegaba hasta, seguramnte, las diez varas de altura.

Quedé paralizado unos instantes ante la visión de las dos mujeres, nunca había visto criaturas tan bellas y a la vez tan siniestras, era como si irradiasen una malignidad que no era de este mundo. Al moro no le cupo duda de que eran criaturas mágicas... luego su mirada fue hacia la mujer del Comendador, era tal y cómo habían sospechado, salvo por el hecho de que estaba clarísimo que la muy puta era una bruja y al parecer de las más poderosas. ¿Cuántas veces se habría acostado con el Maligno para detentar tal poder?

Entonces su mirada fue para el Orbe, el objeto era como se lo habían descrito. La bruja no podía hacerse con el objeto bajo ningún concepto, antes destruirlo pero ¿cómo? se interponían aquellas dos poderosas criaturas.

Casi ni se percató en que sus compañeros estaban en el pozo, sólo les escuchó y miró un momento por el rabillo del ojo.

Era hora de luchar...

Iniciativas:

Soledad: 25
Nazeh: 20

Declara y actúa (para agilizar en tiempo)

Nâzeh cruzó a la carrera con la lanza en vertical el puente y cargó colocando la lanza en horizontal directamente contra Soledad, intentaba traspasarla de lado a lado esquivando a Diego, siempre y cuando las dos criaturas mágicas lo permitiesen.

Tenemos que ayudarles. Hay que salir de la acequia.- Sugerí a mis compañeros que me acompañaban en ella refiriéndome a Nâzeh y Zaif que se batían contra la bruja y los seres que había convocado- Si hacemos una torre, será más fácil subir que si intentamos escalar por estas resbaladizas paredes.

Soledad Gómez vió acercarse a la carrera, lanza en las manos, a Nazeh, un moro de turbante oscuro que, al parecer, estaba resistiendo aquella especie de "fuerza" que había paralizado a Zaif (y que aún lo seguía haciendo). Ante ésto, no tuvo más remedio que llevarse la mano al cinturón, tomar unos recipientes como de arcilla con tapones oscuros (como de cera), y levantó los tres que llevaba con su brazo en alto, mirando al árabe mientras volvía. Luego pronunció unas palabras ininteligibles...

Resumen turno 4:

Soledad, con los recipientes a modo de botellines en la mano, los elevó y tras pronunciar algo que sólo ella entendió, empezaron éstos a echar un humillo por encima de sus tapones, muy lentamente... Acto seguido, Nazeh llegó corriendo con su lanza, y Soledad no pudo esquivarle por encontrarse en éstos menesteres oscuros...

Daño: 7 (sin protección) (x1.5 por Carga) (/2 por brazo): 6 puntos de daño.

La lanza le atravesó el brazo* en el que portaba los pequeños recipientes, y la mano, entonces, se abrió automáticamente fruto del dolor. Éstos, al estar en alto, se dejaron caer sobre la propia Soledad, la cual se había desmayado de la lanzada (y esque antes de la llegada de Nazeh, el paralizado Zaif le había dado una solemne puñalda en el pecho con grande acierto). Al caer el cuerpo delante del órbe, los recipientes humeantes golpearon contra éste, explotando sobre la mujer ya fuera de sí y tumbada en el suelo.

Daño: 7 puntos de daño.**

Soledad comenzó a arder en estando inconsciente. Acto seguido, las dos mujeres exhuberante que había a los lados y que habían provocado aquellos oleajes y remolinos, se lanzaron hacia el fondo de la acequia. Cayó una acada lado, lanzándose de cabeza, et que entonces desaparecieron bajo el agua...

Tras muchas vueltas dadas por el laberinto de catacumbas rocosas, oíste durante un instante un eco sonoro más fuerte entonces*, por lo que lo seguiste. Ello te llevó tras ese tiempo de búsqueda a vislumbrar, finalmente, una verja como metálica, en forma de rejas. Te acercaste y efectivamente, nada más cruzar la verja (que estaba abierta), vístes una enorme alberca. Al meterte dentro, notaste que era una sala cuadrada que medía de lado algo más de cuatro varas. El techo estaba sostenido por cuatro gruesos pilares, aunque era imposible saber la altura exacta de la cisterna ya que el tejado se perdía en las tinieblas y el suelo estaba cubierto por un agua oscura y negra. Entre los pilares, y arrancando desde la verja de entrada, había un estrecho puente que conducía hacia el otro lado de la estancia,donde se encuentraba aquella joya: el orbe tan citado en la carta. Junto a él se encontraba lo que parece ser un esqueleto vestido con unos harapos, como un cadáver enlutado por los siglos. Junto al orbe, al fondo de la sala y cruzando el puente, viste algo dantesco: Soledad, la esposa del Comendador don Juan de Hoces, estaba tumbada en el suelo, ardiendo su cuerpo, y prácticamente a punto de morir por las llamas. Delante de ella una silueta estaba quieta, como paralizada por alguna fuerza: era Zaif, tu querido hermano, que estaba como petrificado. A su lado estaba Nazeh, lanza en mano, junto a Zaif y Soledad (en posición de batalla).

Et que no te percataste hasta ahora, pero el resto de tus compañero no estaba... ¿Dónde se habrían metido? Tras observar "el percal" durante unos instantes, oíste unos murmullos en el interior del pozo de la alberca: ¡¡tus compañeros estaban ahí abajo!! Habían descendido o tal vez, dado lo oscuriso y tenebroso de la tremenda alberca, se habrían caído, o habrían sido arrastrados...

Nada más habiendo actuado Nazeh, la verja metálica por la que todos habíais entrado se abrió. Por allí entró una figura: era Diego el alguacil, hermano inseparable de Zaif. Veía el cuerpo de Soledad Gómez al fondo, ardiendo inconsciente, junto a su paralizado hermano y Nazeh aún con la lanza en la mano. Al dar unos, Diego ya supo que el resto habría caído a la alberca de alguna forma, y estaba abajo, empapados.

¿¡QUIÉN ANDA AHÍ!? -gritó desde el fondo del agujero negro Casimiro-. ¡Ayuda! ¡Hay un herido aquí abajo!

Se refería a Bermudo, El Justo, inconsciente.

¡Que arda por  bruja!

Escupió muy cerca y se giró hacia el pozo para socorrer a sus compañeros. Se asomó y bajó el asta de la lanza para que alguno la tomase para izarle hasta arriba.

Parecía que todo había terminado, escuchaba las voces de sus compañeros que venían en la ayuda de Bermundo. Mientras yo me acerco hasta el borde de la acequia.

O nos ayudaban desde fuera o teníamos que trabajar todos juntos desde aquí. 

- Venir, que Bermundo está en muy mal estado, hay que sacarlo de aquí corriendo. 

¿Que demonios ha pasado?. Diego frunció el ceño y se acercó rápidamente al grupo ¿Quién ha matado a la mujer? ¿Que ha ocurrido? Y por todos los demonios del infierno ¿Qué le ha pasado a mi hermano? Diego se acercó y zarandeó a Zaif, para luego tratar de encontrarle el sonido del corazón o de la respiración. Alguna señal de que estuviera vivo.

- ¡Estoy vivo!¡Estoy vivo! Deja de zarandearme como si estuvieses aventando el trigo, hermano. La mujer que tu crees, era una bruja y yo ayude a que feneciera dándole un tajo antes de que me hechizara y no pudiera moverme.

Tratad de librarme del hechizo y os lo contaré todo, hermano mío.

¡Ayuda! - Volví a pedir a los de arriba que habían puestose a hablar como verduleras dentro del zoco.- Bermudo está mal herido. Hay que sacarlo de aquí entre todos.

Por mi parte, comencé a tratar de escalar las resbaladizas paredes, apoyándome en alguno de mis compañeros de acequia, intentando poner de mi parte para que pudiésemos salir todos de allí, pero estaba demasiado cansado y mis esfuerzos fueron baldíos.

Diego se arrastró hasta el borde de la acequia con cuidado, comprobando la caída que había en caso de que algo saliese mal. No era agradable. El hombre torció el gesto.No había mucho que hacer pero intentarían hacer algo. Quitandose el cinto se lo lanzó a Casimiro. Casimiro. Ata mi cintó con el tuyo, y con este enganchalo a Bermudo. Yo me arrastraré todo lo que pueda hasta el borde y me lo lanzas. Cuando lo tenga Nazeh y yo trataremos de izarlo. Nâzeh. Agarrame las piernas y por lo que más quieras, no me dejes caer.