Partida Rol por web

-Ahmed, ¿te llamabas Ahmed, no? -le preguntó a su compañero, en parte para tratar de distraerse de lo que había pasado tan solo unos metros más allá. Incluso si conseguían mantener la calma, aquellos temblores iban a ir a peor. Estaban empapados y aquel aire gélido no se detenía. Iban a pillar una maldita hipotermia si no salían de allí pronto. La parte positiva, por buscar algo positivo en aquel viento del demonio es que tenía que salir de algún lado, de una salida. Y si tenía que apostar el pellejo, Asis estaba convencido de que la encontrarían a través de la roca natural. Volver al templo no iba a arreglar nada, al fin y al cabo, la entrada seguiría estando bloqueada por aquellos pedruscos...

-¿Puedes andar bien? ¿Necesitas apoyarte? -buscó confirmación por parte de Ahmed antes de continuar. No quería perder a nadie más y prefería no tener que dejarle atrás a él también. No, mejor no pensar en eso. Ahora tenía que centrarse en el camino que tenía por delante. -Ahmed, ¿no llevarás por casualidad un mechero, eh, amigo? -dijo, sacando su linterna y comprobando si esta funcionaba antes de internarse en las sombras.

Cámara Funeraria.

Dorian llegó el último sus piernas le dolían y le faltaba el aliento. Él no era un aventurero, ni un arqueólogo de acción como Indiana Jones o Lara Croft. Aquello le venía grande, me faltaba el aire y necesitaba un cigarrillo.

Podía encenderlo allí mismo, suponía que nadie le diría nada, pero al fin y al cabo de encontraba en una tumba. Sabía que allí no había más que huesos y piel seca pegados a ella, además del gran tesoro que habían dejado atrás, pero aún no creyendo en la vida después de la muerte, sentía cierto respeto por los cementerios y no iba a fumar en uno de ellos aunque tuviera una antigüedad de 5.000 años.

Cuando regresaron a la cámara funeraria, Dorian se recostó sobre su propio cuerpo u se apoyó en sus rodillas. Jadeó mientras trataba de recuperar el aliento. Estaba sudando y hasta el moño de aquel lugar... Mientras permanecía en aquella postura se percató de algo, del silencio.

Pronto se dio cuenta del porque de que todos se hubieran cayado tan de golpe y se mantuvieran bien quietos frente al sarcófago. La momia no estaba. Y eso era realmente raro...

- Oigan... No hablamos de sacar nada todavía. Además, para mover la momia... ¿No sé tendría que haber adoptado alguna medida de seguridad para que no se dañe? - Buscó con la mirada a la señorita Achenloft. - ¡Sarah, ésto es muy irregular cuanto menos!

Cámara Funeraria.

Las palabras de Dorian quejándose fueron las que sacaron a Diana de su shock. Durante unos minutos casi no había podido ni respirar. Su mente estaba trabajando a toda prisa, intentando dar una explicación racional a lo que estaba pasando. Las momias no se movían de sus sarcófagos como si fuera una mala película de la Hammer. Quizás los porteadores se la habían llevado. Quizás es que no habían mirado bien.

Sin embargo allí no estaba la momia. Diana tragó saliva. Un error, debía ser un error, se repetía mentalmente, algo habían pasado por alto. Alguien más estaba allí. Se mordió fuertemente el labio, el dolor la ayudaba a serenarse, a volver a pensar con claridad.

Notó como un escalofrío le recorría la espalda. No habían cesado, solo se había acostumbrado a ellos.

-Con permiso señor Applesmith, nuestros acompañantes no se llevarían nada por iniciativa propia. No querrían romper nada por accidente. Mientras decía esto se destiló un poco de resentimiento mientras sus ojos se desviaban hacia la estatua rota del gato. -Ademas, ¿donde están los demas? ¿Todos han decidido salir? Miró nerviosamente a su alrededor. -Esto es irregular, pero no de la manera que lo estaba expresando. Quizás algunos fueran supersticiosos, pero ¿todos?

Se calló de inmediato y miró a la Doctora. Solo esperaba no haber sobrepasado sus funciones, pero hablar la ayudaba a descargar un poco la tensión que sentia. Era aquello o morderse el labio hasta sangrar.

Sala de las escaleras

No tuvo que explicar nada más y en los ojos de los presentes pudo ver que estaban igualmente de acuerdo con lo que había dicho. Samara entendió que sería un riesgo absurdo enfrentarse a una pasarela tan peligrosa tontamente. Con esto en mente, dieron media vuelta y volvieron a internarse en la oscuridad.

De nuevo, los pasillos les envolvieron, Mientras caminaban, podrían jurar que las figuras de las paredes se movían, siguiéndoles con la vista, pero solo era una impresión, como un movimiento imperceptible captado por el rabillo del ojo, más al fijar la vista, los símbolos permanecían inmóviles.

Finalmente, tras girar en un pasillo, este se ensanchó y una nueva sala se abrió ante ellos. Se sorprendieron de lo que tenían delante. Una enorme habitación, de tamaño impresionante, se extendía como un cubo ante sus ojos. La sala se encontraba anegada de escaleras que, en todas direcciones, ascendían y descendían, se entre cruzaban unas con otras casi como una representación macabra del cuadro “Relatividad” de Escher. Tras fijarse, pudieron ver que sobre las puertas que parecían salir de la sala, había un símbolo sobre cada una de ellas.

La confusión les invadió al no entender qué estaba pasando y por qué existía una sala así.

Cueva

- Así es, Ahmed es mi nombre. Pero estamos perdidos amigo. Totalmente perdidos. Vamos a morir aquí –

A pesar de sus palabras, siguió caminando bien cerca del joven que parecía decidido a encontrar la salida del lugar. Y esa cueva parecía su mejor posibilidad. Asis consultó a su acompañante si llevaba algún mechero a lo que este asintió y lo sacó, encendiéndole delante de él. Las sobras dibujaron una expresión sombría en su rostro. Y así, juntos, avanzaron.

Cueva

Las paredes pulidas de piedra dieron paso a la roca virgen mientras se internaban en la cueva. Muy pronto tuvieron su primer golpe de suerte, el camino ascendía un poco y finalmente pudieron salir de las aguas. Ahora estaban empapados pero al menos no seguirían caminando por esas aguas que tan mala espina le daban. El camino estaba alumbrado por las mismas luminiscencias y de vez el cuándo, el viento traía un gemido antinatural. Siempre que se oía, se paraban en seco y se miraban, intentando justificar en su mente esos ruidos como reverberaciones en la roca.

En cuanto pudieron volver a moverse, aceleraron el paso. Aquel lugar les estaba volviendo locos y sentían la necesidad imperiosa de respirar aire fresco. Finalmente, al fondo parecía que la luminosidad aumentaba y que el camino se ampliaba. Sonrieron esperanzados y corrieron hasta allí.

Sin embargo, cuando llegaron al final del camino, no era la salida lo que vieron, sino una enorme bóveda de piedra, con un enorme lago en el centro. En medio del lago había una isla y en el centro de esta se podía ver un pedestal sobre el que parecía reposar una esfera con alguna extraña luminiscencia en su interior. Alrededor de la sala, las luminiscencia se encontraban en mayor número, iluminando el lugar con una extraña luz fantasmal. El fondo de la sala apenas se veía pero podíais casi podían jurar que se veía una salida. Pero solo había una forma, era entrando en la bóveda.

Cámara funeraria

La profesora Achenloft se encontraba absolutamente contrariada por la desaparición de la momia y escuchar las quejas de Dorian no estaba mejorando su ánimo. Puede que Diana estuviera intentando enfrentarse a ese estirado, pero la paciencia de la mujer estaba casi agotada.

- Señor Applesmith, es usted un auténtico grano en el culo. No se que ha pasado aquí pero dudo que nuestros hombres hayan podido sacar la momia y mucho menos en tan poco tiempo. Desconozco los motivos por los que no está la momia pero creo que mejor que quedarnos aquí quejándonos y suponiendo, podemos salir y que los peones nos digan que a… -

Mientras hablaba, se había girado hacia Dorian pero cuando el haz de luz de su linterna alumbró al hombre, se quedó completamente helada.

Cámara funeraria

Dorian se encontraba plantado en la escalera por la que habían subido con una expresión de autosuficiencia observando atónito los rostros pasmados del resto de los presentes. Porque Sarah, Diana y los dos porteadores le estaban apuntando con su linterna, con ojos como platos y manos temblorosas.

Curioso, se giró por si lo que fuera que les tenía pasmados estaba detrás de él. Y al hacerlo, vio una silueta tras de sí casi encima suyo. El olor a putrefacción era grande, la arena resbalaba por su cuerpo y dos cuencas vacías le miraban fijamente.

La momia estaba plantada tras de él

En cuanto sus ojos se cruzaron con los de la criatura, esta lanzó un rugido que contrajo sus corazones y les clavó en el sitio en el que estaban. Una voz retumbó en la sala.

“Ladrones”

Y con horror, Dorian vio como el brazo de ese ser intentaba agarrarle con su huesuda mano.

Cámara funeraria

- ¿Qué ha... qué, señorita Achenloft? - Se quedó callada mirando a su espalda. - ¿Qué mierdas pasa ahora? - Y se giró curioso para observar que era lo que estaba teniendo lugar a sus espaldas.

Fue entonces cuando le dio un vuelco al corazón y su alma trató de salir de su cuerpo para viajar a tierras más hermosas. El mismo rostro de la muerte se encontraba tras de sí. No se esperaba aquello, no se esperaba encontrarse frente a un ser de ultratumba de pie y erguido, con los brazos apuntando como garras hacia él y con esa boca abierta, la cual era profunda y oscura como la más tenebrosa de las cavernas.

Por un momento Applesmith se quedó parado, totalmente inmóvil y aterrado. El miedo le embargaba y su mente no podía asimilar lo que tenía frente  a sus ojos. Fue quizás eso lo que pudo hacer que se sobrepusiera a aquello. Su férrea fe en la ciencia y en la razón, lo que posibilitó que su alma no quedara dañada para siempre. Simplemente, pese a tenerlo frente a sus ojos, no se lo creyó. No podía concebir lo que tenía frente a él y no lo hizo. 

Lo que tampoco quería era que aquel hombre, o mujer ataviado con aquel disfraz, pues esa era sin duda la razón de aquello. Lo que no tenía bastante claro. Aquello no era un fenómeno sobrenatural. Sin duda se trataba de alguien disfrazado, tratando de asustarles. Motivos había muchos. Desde querer preservar la historia que ellos pretendían robar, hasta todo lo contrario, pretender apropiarse de lo que legítima era de su jefe al haber financiado la expedición.

Eso explicaría el porqué de la desaparición de todos los porteadores, de Samara y de Asis. Ellos eran los que trataban de ahuyentar a los ladrones extranjeros. Eso no dejaba de ser igualmente peligroso. Al fin y al cabo, estaba tratando con árabes, terroristas por naturaleza que no dudarían en matar a blanquitos por tal de lograr sus objetivos. Dorian no quería morir, así que se tiró al suelo para evitar las zarpas de aquel monstruo de pega y pasó por debajo de sus piernas poniéndose inmediatamente después en pie y saliendo a la carrera en dirección de nuevo a la sala del tesoro.

- Esa no es buena idea, Dorian... - Se dijo a si mimos. - Pretendes marcharte de aquí, no meterte más hacia el fondo y vas en dirección contraria. - Y entonces se dio media vuelta para tratar de realizar un rodeo a la cámara funeraria y encarar la salida.

Sala de las escaleras

Aunque todos habían aceptado su decisión sin añadir palabra, Samara había visto que en los ojos de los tres hombres había alivio. Por lo menos habían evitado un peligro claro, aunque no sabía lo que les aguardaba ahora.

Y cuando lo vio, se quedó boquiabierta. Aquella sala era una verdadera pesadilla. No era ni siquiera... real. Como si se hubiera retorcido la realidad para hacer de ella algo amenazante y tortuoso. Escaleras, puertas y símbolos, entremezclados, imbricados de modo extraño, creando una confusión angustiosa.

Se detuvo un buen rato, mirando. Siguiendo los tramos de escalones, buscando los niveles de las puertas que quizá eran una salida. O quizá no. Cada puerta un símbolo, malditos fueran los creadores de este macabro lugar. ¿Qué querrían decir los símbolos? No estaban puestos por que sí, eso Samara lo tenía claro. Pero ella no era una experta en egiptología antigua, por muy egipcia que fuera. Era una soldado, una luchadora. No una estudiosa.

-Hamid. ¿Reconoces esos símbolos? Muchachos, ¿alguno de vosotros los reconoce? Hemos de escoger, y no creo que sea cuestión de ir probando, no después de la maldita pasarela de antes. Va a ser una elección, buena, o mala. Pensad, ¿algún recuerdo, alguna referencia...?

Ella misma se sumió en la reflexión. Claro que los símbolos eran conocidos: El Ank, el Ojo de Horus... pero una cosa era saber qué eran, y otra muy distinta qué significaban aquí. Y de su elección dependía su supervivencia...

Dejo la tirada pero no interpreto, espero a que me digas tú qué significa ese éxito. 

El viento. Es sólo el viento. Y dónde hay viento hay una salida. Asis se repetía esto una y otra vez, como una especie de letanía religiosa. -Saldremos de aquí -se limitó a decir a Ahmed, ante su reacción. A diferencia de Samara, él no pensaba arriesgarse a recibir ningún golpe si aquel hombre no se calmaba. Siguió adelante hasta aquella inmensa bóveda de piedra, no tenía otra opción. En otras circunstancias, se habría mostrado impresionado por el lugar ¿era natural o hecho por la mano del hombre...? Inmediatamente, la luz del centro captó su atención . ¿Qué demonios es este lugar? seguía preguntándose, parecía algo entre una ensoñación y algo que sólo podía salir en una película. Tenía pinta de ser la clase de descubrimiento que hace que el nombre de uno aparezca en los libros de historia. Y aquella luz, aquella extraña esfera, igual bien valía la pena echar un vistazo, al fin y al cabo, era para lo que estaban allí y no creía que le fuese a llevar demasiado. El joven oteó la sala en busca de algún modo de cruzar aquel lago, si no, parecía que le iba a tocar volver a ponerse en remojo.

-Ahmed, tú si quieres, ve al otro lado, mira si ves algo más allá del otro acceso, me parece haber visto algo -dijo, señalando el extremo opuesto de la cueva. Al menos, si le daba algo que hacer igual dejaba de lamentarse.
 

Sala de las escaleras

Así, después de un buen rato de estrujarse los sesos intentando recordar o intuir algún significado, Samara desisitió.

Sólo había la posibilidad de que Hamid o alguno de los chicos consiguiera descifrar algo.

-¿Y bien, amigos míos...?

Cámara funeraria

Diana se había quedado completamente inmóvil con la cara congelada en una grotesca mascara de puro terror. Por mucho que intentara salir corriendo su cuerpo no respondía. Sus piernas se negaban a moverse como si pesaran cada una media tonelada. Lo único que podía observar era la escena como si fuera una espectadora.

Aquella reacción sin duda era producto de su cerebro. Había producido un cortocircuito. Aquello no podía ser real. No existían momias, ni maldiciones ni nada similar. Por tanto para preservar la cordura su mente se había distanciado de aquello. Estaba viendo su vida como si fuera una maldita película de serie B. La cosa es que como espectadora poca cosa podía hacer aparte de gritar a la pantalla.

Vio como Dorian escapaba escaleras abajo. Mala decisión pensaba la espectadora, nunca es inteligente separarse del grupo. Sin embargo allí estaba. Parada junto a unos porteadores, junto a la doctora que portaba el libro de los muertos. Esperaba que la momia fuera tras Dorian. Era ruin desear aquello pero era lo que había. Sin embargo dudaba enormemente aquello. La principal ladrona era la doctora y no se iba a desprender del libro tan fácilmente, no después de tantos años.

Sin embargo había un problema, si caía ahí la doctora toda su vida pendería de un hilo. De hecho seguramente caería al abismo. Si conseguían salir de allí... Aquello podría hacer que su vida tomara un rumbo mucho mejor.

Tragó saliba y susurró a sus compañeros. -Movamonos lentamente hacia la salida... Intentó no hacer movimientos bruscos mientras se retiraba lentamente hacia la salida. Era determinante la acción de aquel ser. ¿Los seguiria a ellos o a Dorian?

Sala de las Escaleras

Los dos compañeros negaron rápidamente con la cabeza pero Hamid se quedó mirando las marcas con exhaustiva atención. El viento les acariciaba la piel erizándoles el bello. El hombre se mostraba concentrado, como si buscara una excusa para mantener su mente ocupada y no pensar. Porque cuando pensaba, el corazón le oprimía en el pecho y le faltaba el aire. Aun veía la cara de su hijo mientras caía. Samara había dicho que podía estar vivo. Quería creerlo, pero otra parte de él rogaba porque no le dieran falsas esperanzas.

A pesar del esfuerzo, finalmente se giró hacia la mercenaria negando con la cabeza.

- Lo siento mucho amiga, me temo que no soy capaz de entender los dibujos. Pero el aire este frio que sentimos… parece venir de la puerta con el símbolo del pájaro ese raro –

Y señaló una de las puertas situada al final de una de las escaleras.

- Pero no me atrevería a asegurar de que por ahí lleguemos a algún lado ¿Tu que piensas? Confío en tu criterio. –

Y así esperaron a la decisión de la mujer.

Cueva

Ahmed asintió ante la petición de Asis y juntos, se introdujeron en la bóveda de roca. De pronto quedaron de piedra al poner el primer pie sobre la sala. De pronto esas luces comenzaron a moverse, a ensancharse… y a cobrar forma.

En cuestión de segundos, las luces habían tomado forma y ahora, cuerpos humanos etéreos flotaban a su alrededor. Sus rostros apesadumbrados, las cuencas de sus ojos vacías, todas aquellas almas girando a su alrededor.

No saben durante cuánto tiempo habían quedado inmóviles, conteniendo la respiración, pero finalmente pudieron volver a moverse. Aquellas figuras solo flotaban alrededor pero no parecían hacer algo más por lo que avanzaron un poco.

“Queremos salir”

Aquella voz aguda se clavó en sus oídos y aunque retrocedieron mirando para todos lados, aquellas formas no parecían hacer nada. Sin embargo, la frase seguía resonando, cada vez con una voz.

“Queremos salir”

La esfera del islote brillaba con fuerza

Cámara funeraria

La aparición de aquel ser golpeó con fuerza la cordura de todos los presentes, uno de los porteadores salió corriendo de la sala perdiéndose en la oscuridad, el otro quedó congelado en el sitio con el rostro desencajado y Sarah, con el libro fuertemente abrazado contra ella, golpeaba con la espalda en la pared mientras repetía una y otra vez.

- No puede ser. No puede ser –

La criatura lanzó su brazo contra Dorian pero el instinto de supervivencia del hombre le hizo reaccionar a tiempo y rodando, se situó a la espalda del ser. Una vez fuera de su alcance, se lanzó escaleras abajo impulsado por el miedo.

Una parte de Diana, la superviviente, rogó porque la momia siguiera a ese estirado escaleras abajo, pero fueron esperanzas vanas. Lentamente se giró y la señaló ¿O era a la profesora? Aquella voz cruel volvió a retumbar.

“Ladrones”

Entonces empezó a andar y aunque torpemente aceleró el paso lanzándose contra Sarah. Diana lo veía todo junto a ella e intentó alejase como acto reflejo. Sin embargo, Un brazo la agarró y la lanzó hacia el ser. La profesora Achenloft la había empujado contra aquella criatura.

- Noooooooo –

Y Sarah salió corriendo de la sala, dejándola cayendo frente a aquel ser.

Cámara funeraria

Diana lanzó un grito de terror entremezclado con uno de sorpresa. La verdad es que aquello le había dolido. No esperaba para nada que la doctora hiciera algo así. Sin embargo en su interior tampoco la sorprendía. Ya había pasado por aquello, ya le había tratado así. No sabía la verdad de que se sorprendía, aquel era su sino, todo el mundo la trataría así y siempre lo sería. Le daba igual lo que dijera el psicólogo, aquella era la verdad.

Igual lo que tenía que hacer era dejarse caer en los brazos de la momia. Acabar ya con su miserable existencia y aceptar su merecido descanso. ¿Que más le quedaba después?

Pese a todo el instinto de supervivencia se impuso. Su cuerpo no aceptaba esa realidad y no pensaba hacerlo en un futuro. No iba a acabar allí. Así que aprovechó el impulso del empujón para aplicar más fuerza con todo su hombro. Quizás lograra aplicar la suficiente fuerza para apartar o hacer caer a aquel ser. Al fin y al cabo ¿quan fuertes pueden ser una piernas podridas?

Sala de las escaleras

Escuchó a Hamid y se fijó en lo que decía. ¿Realmente el aire frío parecía provenir de esa puerta específicamente...? La puerta del símbolo del Ba, del "pájaro raro..." según el jefe de porteadores, al final de unas escaleras... 

Bueno, la decisión era suya, y una alternativa era tan buena, o tan mala, como cualquier otra. Lo mismo hubiera dado decidir echándolo a suertes. No estaba segura de que lo que decía Hamid fuera cierto, ella no lo notaba, pero el guía tenía un montón de experiencia, más que ella misma. 

-Vamos para allá entonces. Probaremos. 

Echó a andar con una convicción que no sentía, pero de ningún modo quería aparecer como asustada o pesimista. Hamid la necesitaba convencida, proactiva, y esperanzada. Sobre todo, esperanzada.