Partida Rol por web

-No, no... un momento. ¿Quién dice que si repetimos el Ritual estaremos haciendo Tabula Rasa? Usted habla con total seguridad, jefa, ¿lo interpreta sólo con los símbolos de las paredes? Entonces, ése trozo medio borrado que ha encontrado Diana, ¿qué significa? 

No, Samara no lo veía nada claro. Un Ritual parecía una locura, y más ahora, que se habían encontrado cara a cara con lo sobrenatural, por imposible que pareciera, por escéptico que uno hubiera sido. 

-Un Ritual es algo muy serio, si nos atenemos a lo que hemos visto. Podemos desencadenar un infierno, ¿no? 

Por otro lado, el Templo estaba vivo. Nunca los dejaría salir de allí. El espíritu se estaba fortaleciendo, y ansiaba sus vidas... Desesperada se pasó las manos por el rostro, indecisa, abrumada. Finalmente sacudió la cabeza exhausta.

-Está bien, intentemos convocar de nuevo a ese espíritu. Y tratemos de convencerlo de que somos inocentes... jefa... yo de usted dejaría aquí el libro. O se lo entregaría, si aparece.

Sarah asintió acelerada al ver como todos menos Dorian estaban de acuerdo con realizar nuevamente el ritual. Lo había estado leyendo y preparando durante largo rato y sabía que estaba preparada.

- Vayamos entonces. Si seguimos este camino de aquí – Dijo señalando el mapa – Podremos llegar al altar del ritual. Vamos, la criatura no tardará en dar con nosotros. –

Y sin mediar más palabra, siguieron de cerca a la mujer que abría el camino a través de los intrincados pasillos.

El silencio era sepulcral. Cada roce de sus zapatos sobre la piedra los ponía en alerta, cualquier ligera tos revolvía sus estómagos. Nada los asaltaba, pero no podían quitarse esa sensación de que eran vigilados, como si las mismas paredes les observaran y por lo que habían leído en aquel mural, bien podría haber sido así.

Finalmente, tras hacer un giro en un pasillo algo angosto, este se ensanchó de golpe y una sala se abrió ante ellos. De forma circular, la sala estaba surcada por pequeñas canalizaciones que nacían de la boca de una estatua de Anubis en la pared norte, se extendían por la zona central rodeando una cama de piedra y estrechas columnas a su alrededor adornadas con símbolos de todo tipo. Las canalizaciones seguían su camino perdiéndose por las esquinas este y oeste de la pared sur. La sala estaba iluminada por un fuego azul que no parecía apagarse y que recorría las canalizaciones, así como dos llamas que brotaban de los ojos de la estatua de Anubis.

Asis tembló al ver las llamas y tuvo que hacer un gran esfuerzo para no quedarse paralizado. La profesora señaló el altar.

- Ahí, es donde debemos hacerlo, ahora… - Cogió a Asis y lo puso a los pies de la cama – ...Aquí, tú... – dijo señalando a Samara – ...Ponte aquí... – y la situó en el lado derecho - ...y usted, mi querido Dorian... –

Y le cogió de la mano, pero el hombre sintió un ligero corte y la retiró de inmediato. Al mirarse la palma, pudo ver un corte profundo que manaba sangre a raudales. Al mirar a la señora Achenloft, esta sonreía burlonamente lo que, junto con su aspecto, la daban un aire de locura primitiva.

- Usted puede quedarse ahí, o tumbarse, o hacer lo que quiera. Total, va a pasar muchos años aquí –

Todos se miraron extrañados a lo que la mujer soltó una carcajada.

- De que se extrañan ¿No recuerdan la historia? Hace falta un sacrifico, alguien que haga de recipiente para el espíritu. Estoy segura de que todos estarán de acuerdo en que el señor Applesmith es perfecto para la tarea. –

Y antes de que pudieran moverse, Sarah abrió el libro y comenzó a decir palabras ininteligibles. Apenas había empezado, la sala comenzó a temblar, el fuego se intensificó y un grito colérico llegó del pasillo por el que habían venido. La sangre de todos se heló. La criatura los había encontrado y se dirigía hacia allí.

-¿Pero qué...?

Una cosa era estar de acuerdo todos, a pesar de las enormes reticencias, y otra muy distinta era que NINGUNO de ellos fuera sacrificado.

-¡Ni hablar! ¡No lo consiento! 

Había que actuar, y de prisa. 

-¡Todo esto es culpa suya, jefa de los demonios! ¿Y ahora pretende que Dorian pague por su propia ambición, por una falta que sólo es de usted y nada más de usted? -Mientras hablaba, casi gritaba, Samara había sacado su pistola y había encañonado con ella a Sarah. -Tú, coge la cuerda.- Le espetó a Asís, que era quien solía llevarla. -¡Atala! Vamos. Deprisa. Las manos a la espalda.

Se acercó a la jefa con la intención de quitarle el libro y dejarlo encima del Altar de piedra.

-Saldremos todos de aquí, y corriendo. ¡Ya! Usted también, maldita sea, pero no va a volver a hacernos ninguna jugada. 

Con su cuchillo le hizo un corte, uno en el muslo, profundo tampbién.

-Si es la sangre lo que le atrae, más olerá la suya. Irá a la cola de nosotros, atada, así que le recomiendo que corra...

Dorian no se podía creer lo que aquella zorra mal parida acababa de cometer contra él. ¿Pretendía ofrecerle como sacrificio? Aquello ya fue demasiado para Dorian. Que la hija de puta de Sarah Achenloft le hiciera eso provocó que su mente acabara de nublarse y de pronto un sentimiento de ira asesina invadió su mente. Aquel hombre, que se había mantenido racional en todo momento, más incluso de los recomendable dado todo lo vivido, se volvió loco de repente y con ambas manos como garras por delante arremetió contra la doctora.

Dorian corrió con la cara desfigurada por le cólera y se lanzó sobre aquella mujer. Sin escuchar ni ver nada de lo que decía el resto a su alrededor agarró el cuello de la mujer entre sus manos y ambos cayeron al suelo. Entonces comenzó a apretar mientras la miraba con odio y rechinaban sus dientes. Intentaba estrangularla. Notaba como aquella mujer forcejaba con él, notaba como trataba de zafarse, pero su empeño por acabar con ella era decidido y no pararía a menos que alguien se lo impidiera o la porpia Achenloft lograra escapar de sus garras.

- ¡Muere! - Gritó mientras hacía fuerza. - ¡Muere bruja! - Repitió con decisión.

Nunca había matado a nadie, no era un asesino. De hecho nunca le había hecho daño a nadie al menos a sabiendas de que lo hacía, pero lo cierto era que en ese momento estaba decidido a matar. Puede que el anonimato que le otorgaba aquella tumba subterránea hubiera sacado el animal asesino que llevaba dentro, o puede que simplemente la rabia contenida por saber a ciencia cierta que no saldrían de allí y que todo era culpa de aquella mala mujer, le hubiera inducido a ello. Por una razón o por otra allí estaba, con la manos en el cuello de la doctora y con una idea muy clara: aquella zorra iba a morir.

-¡No! ¡NO! -gritó Asis, al ver como Dorian se abalanzaba contra la profesora Achenloft. Aquella vieja bruja era la responsable de que todos estuvieran en aquella situación... era la responsable de que su padre hubiera muerto. Pero Samara tenía razón, matarla así de aquella forma no les iba a servir para salir de ahí. Con inusitada violencia, el joven porteador, que tan poca cosa había parecido hasta entonces, saltó por encima del lecho del sacrificio contra el americano, empujándole con todas sus fuerzas. Parecía que todos habían perdido el seso, aquel lugar había terminado por volverles locos a todos. Asis apartó a Dorian de la vieja, intentando sujetarle con un solo brazo como buenamente podía, y mirando alternativamente a Diana y Samara, gritó:

-¡La cuerda! ¡Qué una de las dos la coja y la ate!

Diana abrió mucho los ojos y se quedó petrificada al ver la escena. Antes de entrar todos habían sido personas civilizadas. Y ahora estaban luchando por matarse, sacrificarse... ¿Eso es lo que les había hecho el encierro? ¿Realmente merecían salir una personas como ellas de ahí?

Además toda la parte de los inocentes le sonaba bastante raro. El ritual en si ya era raro y la profesora había demostrado no ser una persona de fiar. De hecho una parte de ella deseaba que Dorian la matara. Pero si quería un futuro al salir de ahí la profesora era su puerta. Aunque bien visto como estaba actualmente quizás aquello ya no era más que una utopía.

Así que Diana se quedó allí, sin hacer nada. Mirando el pasillo a la espera de que apareciera la momia. No pensaba ayudar a ninguna de las dos partes. Al fn y al cabo ninguna de las dos partes se lo merecía. Empezó a retroceder lentamente hacia la salida. Si al final tenían que correr, sería la primera.

La situación se desarrolló muy rápido. Sarah seguía recitando palabras extrañas, antiguas y poderosas. Entonces Samara, que no podía aceptar lo que decía aquella mujer, sacó su pistola y la apuntó, haciendo que la profesora se detuviera y la mirara sorprendida.

- Estúpida, esta es la única manera solo así podemos… -

Pero no pudo terminar de hablar, porque un furioso Dorian se abalanzó sobre ella. La profesora intentó revolverse, pero las manos del americano se cerraron alrededor de su cuello, apretando con fuerza, arrancando la vida poco a poco de su cuerpo. Dorian estaba colérico, solo podía pensar en acabar con esa vieja loca que le había querido condenar. Tan concentrado estaba que no vio a Asis saltar la tumba, no le vio abalanzarse sobre él y por todo no pudo evitar que la inercia, unida al fuerte cuerpo del joven, le derribara contra el suelo.

El joven sujetó a Dorian contra el suelo mientras le pedía a Diana que atara a la profesora, pero para su desconcierto, la joven ayudante se encontraba paralizada sin hacer nada. Sus ojos se cruzaron. Entonces ella se empezó a aproximar a la salida de la sala. Mirando una última vez a Asis.

Sarah Achenloft se medio incorporó.

- Maldito hijo de puta. *cof* *cof*, ¡malditos seáis todos! No me impediréis que me lleve el libro ¿Me oís? No lo permitiré –

Y llevándose la mano a la parte trasera de su pantalón, sacó una pequeña pistola y encañonó hacia Dorian que aún estaba en el suelo. El arma resonó en la sala y ensordeció a todos por un momento. Entonces un gemido rompió el silencio. Asis se miró las manos, las tenía manchadas de sangre. Sangre de Dorian.

El mecenas soltó un gorgojeo y se miraba el abdomen, donde la bala del arma había impactado. Sarah ahora movía el arma buscando apuntar a Samara. Mientras esto pasaba, Diana se giró para salir corriendo, pero no pudo moverse. Justo en la puerta y frente a ella, se encontraba la momia, pero esta vez, se la veía más tiesa, sus movimientos no parecían tan torpes y sus ojos brillaban con un fuego rojo. La criatura abrió la boca.

- No me robareis lo que es mío -

Aquella voz cruel y terrible la heló la sangre y vio como alargaba el brazo para golpearla.

- ¡Maldita zorra! - Gritó Dorian dolorido. 

Dorian Applesmith no había llegado allí para morir desangrado por un tiro de una bruja loca. Las alternativas tampoco le gustaban demasiado. Morir a manos de la momia o encerrado bajo tierra si es que lograba sobreponerse a aquella fea herida, que por cierto, le dolía.

Cómo dolía aquello. Nunca había sentido un dolor tan agudo, salvo aquella vez que tuvo una gastrointeritis aguda. Aquello dolió casi tanto como aquel disparo. Sin embargo, aquella herida sangraba de forma abundante manchando su camisa de tommy hilfiger y eso era un ultraje. ¿No sabía la cabrona de Achneloft lo que valía aquello? Aquel extraño pensamiento sobre el precio de su ropa, despistó un momento a Dorian de lo que estaba sucediendo, pero el sudor frío que recorría su frente y su espalda, le devolvieron a la cruda realidad.

Necesitaba ayuda. Así como estaba no iba a poder salir de ahí. No podría conseguirlo en solitario y menos con aquel fantoche recubierto de mugrientos vendajes. Asis parecía ocupado en otras labores, al igual que Samara. La única que podía ayudarle en ese momento era la buena de Diana, aunque al fin y al cabo parecía presa del pánico. Poco parecía poder hacer por él. Al menos debía intentarlo.

- ¡Diana! - La llamó alzando la voz. - ¡Por favor, Diana, no me deje aquí! - Imploró. - ¡Necesito su ayuda! ¡Ayúdeme, saldremos de aquí lo dos juntos! ¡Se lo prometo! - Le rogó.

Diana dio un grito y salió corriendo en dirección contraria a la momia. Así esquivo por los pelos el ataque de aquel ser salido de pesadilla. La verdad es que si no le había dado un infarto aún era un milagro.

Miró a su alrededor. Dorian herido en el suelo suplicando ayuda. La doctora completamente desquiciada por el libro enfrentándose a Asis y a Samara. El horrible no muerto proclamando que no le robarían lo que era suyo. La verdad es que a uno le entraban ganas de reírse, de reírse a carcajadas. Solo que eso hubiera significado que se había vuelto completamente loca.

Se dirigió a Dorian y miró su herida. No tenía ni puñetera idea de que hacer ante tal situación. Intentó ayudar a Dorian como pudo, taponando al herida y ayudandolo a mantenerse en pie. -Saldremos todos de aquí, no se preocupe. Dijo con voz temblorosa y sin ningún ápice de seguridad.

Sin embargo quizás la momia solo quería lo que le habían robado. Ella era inocente, no había tocado nada de lo de la tumba. No había hecho nada malo. Fotos, solo fotos.  Diana gritó a Samara. -¡Quizás si le devolvemos el libro todo acabará! Aunque en su interior lo dudaba mucho.

Bien, al final sí hubo un disparo, pero no había sido por su arma. De nada había servido que Samara apuntara a la jefa, o que pidiese ayuda para que la ataran. Todo se había ido al carajo, y sin poder intervenir.

Por lo que, a la vista de la Momia, de nuevo, sólo se le ocurrió una cosa para contrarrestar, o intentarlo, su furia. 

El Libro.

Y lo tenía Sarah, así que se lanzó contra ella, forcejeando. Ambas tenían una pistola, Samara no quería usarla, pero si iba su vida en juego, lo haría.

Y si conseguía arrebatarle el Libro, se lo dejaría al espíritu, Momia, lo que fuera, encima del altar. Y saldría huyendo.

El nuevo plan (y iban tres en apenas unos segundos) parecía ser hacerse con el libro y devolvérselo a la momia, en un intento desesperado de que esta les dejara marchar. Aquello le sonaba bastante feo a Asis, que no estaba convencido en absoluto de que fuese a funcionar y menos si la profesora comenzaba a disparar contra ellos. Aún así, Samara parecía tener a la vieja bajo control. El joven giró la cabeza buscando qué hacer: Dorian parecía volver a ser el capullo arrogante de siempre y... ¡Diana! La momia parecía haberla tomado con la joven investigadora que intentaba defenderse como podía, aunque mejor de lo esperado. Asis corrió hacia allí en cuanto pudo, con el objetivo de interponerse en el camino del monstruo.

-¡Diana, ayuda a Samara, cógele el libro a esa bruja! -gritó. Si iban a usar el libro de algún modo, necesitarían a alguien que pudiera leerlo y a su entender, Diana era la única capaz de sacarles de ese embrollo. Siempre que no volviera a quedarse paralizada otra vez...

Los gritos de Dorian por fin sacaron a Diana de su parálisis y al ver la salida bloqueada o tal vez por humanidad, se dirigió corriendo junto a aquel hombre que ahora gritaba de dolor. Había mucha sangre y no sabía que hacer más que consolarlo.

La reacción de Samara fue muy rápida pues gracias a sus años en el ejército, estaba totalmente preparada para enfrentarse a una persona con un arma. Sarah intentó dispararla pero no pudo apenas reaccionar ante los ágiles movimientos de Samara que enseguida se abalanzó sobre la mujer y la sujetó la mano con la que sostenía la pistola. Apenas tuvo que forcejear un poco hasta que la inexperta profesora dejó un camino abierto hasta su cabeza. Samara lo aprovechó y golpeó la cabeza de la mujer noqueándola contra la pared y haciendo que soltara el libro. Ya casi estaba a su alcance.

La criatura, intentando seguir a Diana, comenzó a avanzar con pasos rápidos pero una sombra se plantó frente a ella. El joven Asis, en un acto de heroísmo, se había interpuesto entre la criatura y la joven. Esta se detuvo un instante, titubeante, observando al chico que se había plantado frente a él. Su grotesca cara parecía sonreír, sus negros ojos le devoraban con fiereza. Entonces alzó los brazos y un grito la detuvo.

- Aquí tienes el libro. Es tuyo –

Samara se encontraba frente al altar, con el libro en las manos levantado frente a ella. Entonces la sala quedó en silencio, la momia miró una vez más a Asis y lo bordeó para encaminarse hacia la mercenaria. Todos contenían la respiración mientras el ser avanzaba, sus movimientos parecían más lentos y su mirada más suave. Finalmente se plantó frente a Samara, extendió sus manos y sujetó el libro.

Por fin estaban a salvo. La criatura parecía aplacada. En la cabeza de Diana sonó una voz.

“No quiere el libro, quiere vuestras almas”

Y la bestia rugió…

…y con un rápido movimiento sujetó las manos de Samara y la levantó. Su mirada de fuego rojo ardía con furia triunfante. Los ojos de Samara se encontraban clavados aquel fuego, el fuego de una guerra de la que nunca había podido huir del todo. Un fuego que había devorado todo cuanto le había importado, un miedo atroz comenzó a devorarla por dentro, la recorría cada centímetro de su cuerpo y comenzó a darle punzadas contra el cerebro. Todos los horrores vividos volvían a ella en forma de rápidas imágenes que la golpeaban con furia minando su psique, su garganta gritaba, el horror no cesaba finalmente oyó un grito, un grito terrible de un amigo muerto, el grito de Hamid. Su cerebro no pudo más y se apagó.

Cuando la momia terminó de rugir, soltó el cuerpo de Samara que golpeó contra el suelo con un sonido seco. El rostro de la mercenaria quedó en frente de Diana que pudo ver el rictus de horror en el que se había congelado. No podían creerlo, no querían creerlo, pero Samara había muerto delante de ellos.

Como si esta muerte le terminara de revitalizar, la momia se irguió y extendió los brazos, sus músculos, aunque visibles, se volvieron más tersos, su color se oscureció, tornándose negros y el fuego de sus ojos se intensificó. La extraña voz volvió a sonar dentro de la cabeza de Diana.

“Al reclamar a la mujer, ha recuperado toda su energía. Debéis huir, el templo os lo permitirá, siempre que no tengáis ladrones entre vosotros.”

La criatura se volvió a girar hacia Dorian Y Diana pero se detuvo en seco al oír una voz que hablaba en lenguaje antiguo. Sarah se había arrastrado hacia al altar y estaba recitando el ritual de memoria. La herida de la mano de Dorian comenzó a arderle como si le estuvieran tocando con un hierro al rojo vivo.

Aprovechando que la momia estaba entretenida con Samara, Dorian comenzó a caminar hacia la puerta. El dolor del abdomen era terrible, pero su afán por sobrevivir era todavía más grande. Él no debería estar allí, nunca tendría que haber viajado a aquel pozo infecto de arena.

- Vamos Diana... - Le susurró Dorian. - ... debemos aprovechar ahora.

Y entonces Samara se desplomó inerte contra el suelo como si un saco de huesos y órganos se tratase. La mercenario había muerto y eso activó finalmente las alarmas en la mente de Dorian. Pese a aquella aterradora visión, el contable siguió avanzando hacia la salida. Era su única oportunidad. No le quedaba otra.

Pese a que se había quedado de piedra, y seguramente algo en su interior se había fragmentado para siempre, al ver aquella horripilante muerte, las palabras que rugió aquel ser fueron las que más calaron en su interior. Salida, por fin una salida. Además ella no había robado nada, ella podría salir.

Aunque parecía imposible que aquello fuera tan fácil su cuerpo y su mente ya estaban al borde del colapso. Fuera fácil, difícil o una completa mentira ya estaba harta de todo aquello. Que fuera lo que Dios quisiera, ella solo quería descansar. Fuera de la manera que fuera.

Diana miró rápidamente a Asis y le hizo un gesto con la mano. -Vamos Asis, rápido, antes de que el ser cambie de idea. Dicho esto empezó a correr detrás de Dorian tan rápido como sus fatigadas piernas le permitían. Ignorando por completo a la doctora. Seguro que le esperaba algo peor que la muerte, pero al fin y al cabo ¿No se lo merecía? La había lanzado contra la momia pero lo más importante: le había arrebatado el futuro que tanto le había costado construir.

Asis se quedó a cuadros cuando vio con que facilidad la criatura lo esquivaba y se lanzaba contra la pobre Samara, quién poco pudo hacer más que resignarse a morir. Habría querido preguntarle tantas cosas acerca de su padre y ahora...

El grito y el gesto de Diana le indicaron que no era el momento para lamentaciones. Tenía que vivir, por su padre, por Samara, tenía que contar lo que ahí había visto. Así pues, había que salir de ahí, rápido y como  fuera. Si la doctora Sarah quería la momia, el libro o lo que fuera bien podía quedárselos y metérselos por dónde le cupiesen. Diana parecía saber lo que se hacía, así que el joven corrió hacia ella, que ya se había puesto en marcha, tras los pasos del americano.