Partida Rol por web

Aunque Hector estaba en la habitación escuchaba la conversación de la posada, y escuchó con atención, después bajó pues tenía cosas que decirle a la señora de la posada. - Mi señora, y puede decirnos, ¿dónde está el bosque?, - le preguntó el paladín pues habiendo localizado el bosque sería más fácil formar un perímetro para encontrar el torreón, aunque sabía que lo iban a tener difícil. Hector no era hombre de emboscadas, ni de ir atravesando zonas dificultosas, era hombre de campo abierto, era un jinete, un caballero de Pelor en el campo abierto, desconocía las estrategias, emboscadas y demás como de seguir rastros en zonas boscosas. Esperaba que alguno de sus compañeros tuviera más idea de la manera de atravesar el bosque sin sufrir emboscadas, aunque lo veía difícil, si aquella tribu era tan antigua tendría sus propias artes de acecho para poder neutralizar a cualquier grupo al acecho.

Como Grob entendía que quien calla otorga, y viendo que nadie decía nada en contra de reanimar al tipo a base de líquido elemento, se acercó a la cocina a por un cubo, lo llenó en el abrevadero y subió a la habitación del tipo con la sana intención de hacerle objeto de una limpieza por la vía rápida.

- ¿En serio vas a hacerlo? - Preguntó la enana con una sonrisa en los labios. 

No era un método muy ortodoxo, pero si un cubo de agua fría no despertaba a aquel hombre nada lo haría. Aunque debilitado como estaba, igual también acababa por provocarle un para cardíaco y eso tampoco era lo que querían precisamente. 

- Grob, cariño... - Se interpuso entre el bárbaro y el lecho del comerciante. - Sin duda alguna hay otros métodos. 

La enana se dio media vuelta y se agachó junto al mercader. Entonces empezó a hablarle suavemente al oído, luego le zarandeó un poco con delicadeza tratando de que reaccionara. En cualquier otro momento le habría dejado descansar. Al fin y al cabo reposo era lo que necesitaba, pero de su testimonio dependía la vida de su hijo y al final si conseguían con ello salvar al joven, aquel hombre les agradecería haberle despertado.

Grob se quedó mirando a Dwama sin comprender muy bien. Claro que había otros métodos para despertar a alguien. Se le podían, por ejemplo, aplicar brasas en las plantas de los pies. O bien estaba el clásico método de las bofetadas. También se podían dar martillazos en una olla junto a sus oídos. O su favorita: el grito de batalla de su tribu estaba muy bien para despertar gente.

Un poco desanimados de no encontrar el rastro, estábamos esperando a que despertara Marcius. De pronto, la vieja empezó a contar una leyenda de unos pitufos de color negro que raptaban y mataban a gente. Me gustó la historia, siempre había escuchado relatos allí donde estuviera, y al final todos tenían un punto de verdad.

-"Señora, ¿y dónde dice que está esa torre?"

- Señora posadera será mejor que cierre con llave el dormitorio del paciente, así podrá descansar tranquilo y permitir solo el paso hasta su recuperación, a aquellos que saben de curación.

- Hector, necesitamos que hable... - Intervino la enana. - Tenemos que saber más de lo que pasó. La historia de la mesonera es un buen punto de partida si no tenemos otra cosa, pero lo más probable es que sólo sea una historia...

Dwama se agachó de nuevo junto al lecho del mercader, no mucho, pues dada su corta estatura no necesitaba mucho para acercarse a él. Entonces le habló con suavidad al oído, toda la suavidad que una rusa enana podía utilizar.

- Señor, necesitamos algo para encontrar a su hijo. Lucius está en peligro. Por favor haga el esfuerzo. Trate de recordar, pónganos tras la pista... - Le susurró.

-"Dwama, creo que en el estado en el que está no recuperará la conciencia en un tiempo. Y puede que cuando lo haga no recuerde lo sucedido. En mis viajes he escuchado infinidad de historias y te puedo asegurar que todas parten de algo verdadero. La historia de la posadera seguro que se basó en alguna verdad. Creo que mañana, al despuntar el alba, podríamos ir al punto donde encontramos la lanza y el rastro de Marcius y mirar de nuevo. Lo mismo el arroyo corre en la dirección en la que están las ruinas de esa torre. El tiempo apremia y creo que es nuestra mejor pista. Iré a preguntar a los posaderos dónde se encuentran esas ruinas y si saben más cosas sobre ellas."

Me dirijo a hablar con los posaderos para recabar más información.

Palabras todo el rato, palabras y palabras y más palabras. ¿Cuándo quedaría sitio para la acción? ¡Agua va! Dijo, en la mejor tradición histórica mundial. Casi a la vez que lo decía, ahí fue el cubo de agua. Si eso no lo despertaba, ya podían irse por ahí a buscar la dichosa torre y pasar esta página de la naciente aventura (y qué pensamiento tan original, oye, para alguien que no sabía leer... ).

Mientras sus compañeros charlan abajo con los posaderos, Grob aprovecha que Lasar abandona la habitación para arrojar el cubo lleno de agua al durmiente Marcius, que ya comenzaba a despertarse con los cachetes de la enana.

El sobresaltado mercader, se incorpora de la cama tosiendo agua mientras trata de respirar a través de sus encharcados pulmones. Las agónicas toses del paciente os atraen a todos hasta la habitación y para cuando finalmente logra hablar, todos os encontráis presentes.

Inclinado hacia adelante, permanece en silencio un momento hasta que el posadero le pregunta qué le ha pasado. Entonces el rostro del hombre palidece aún más y sus ojos se abren con espanto.

—Fue horrible —dice con la voz enronquecida, aunque parece deseoso de relataros su traumática experiencia—. Igual que hemos hecho docenas de veces antes, mi hijo Lucius y yo cabalgábamos por el camino cuando, a menos de una milla de aquí, todo enloqueció. En un momento estaba cabalgando y lo siguiente que recuerdo es que mi caballo me tira al suelo... Levanto la mirada y veo a mi Lucius luchar contra esas criaturas por su vida. Había desenvainado su espada y descargaba golpes a diestro y siniestro pero simplemente eran demasiados.

»Intento ponerme en pie con esfuerzo y entonces están sobre mí también armados con sus lanzas. Tan pequeños como niños, pero su piel era del color de la tierra negra y sus ojos tan redondos y oscuros como los de alguna bestia del inframundo. Me defendí lo mejor que pude, pataleando y arrastrándome para llegar al cuerpo de mi caballo y recuperar mi propia espada, pero no tenía sentido. Desde el principio estábamos derrotados.

»Me patearon y me golpearon con sus lanzas, alguno incluso me pinchó. Recuerdo haber visto entre la maraña de cuerpos a mi hijo siendo descabalgado. Grité su nombre mientras lo se lo llevaban a rastras y desaparecían de mi vista. Creo que entonces perdí el conocimiento. Cuando me resperté en el camino estaba atardeciendo y no había rastro de mi hijo ni de las criaturas demoníacas que se lo habían llevado. Tampoco estaban nuestros caballos, así que me vine tambaleando hasta aquí con la esperanza de ser lo bastante fuerte como para llegar sin desmayarme de nuevo. Está claro que no lo conseguí pero tenéis que ayudarme, os lo suplico. Esos seres tienen a mi hijo.

Todos escucháis en un tenso silencio, que se extiende incluso después de que el mercader se quede expectante a la espera de que accedáis a ayudarle. Sin embargo, la primera en romper el silencio es la vieja posadera.

—Os lo dije, han sido los malditos har-çiinés. Siento ser yo quien lo diga pero tal vez sea ya demasiado tarde para salvar a Lucius. Cuentan que los har-çiinés fueron creados por un perverso mago a partir de las almas de aquellos infelices que se acercaban a sus dominios y temo que Lucius sea convertido muy pronto en un monstruo igual que sus captores, si es que no lo es ya. Por desgracia, el torreón donde se ocultan ya estaba en ruinas cuando mi abuela era una niña y yo no sé a ciencia cierta dónde se encuentra.

Grob suspiró satisfecho. Si no sabía él de medicina ni nah. El pequeño detalle de que el tipo ya estara rebullendo con los cachetitos fue algo a lo que no dio demasiada importancia. ¿Y dar recompensa si rescatar a tu hijo? Ser simple curiosidad, añadió. Grob irá igual, pooor supuestooo. Solo que él era un hombre pobre, y tenía que ganarse la vida y, joder, la cerveza costaba lo suyo y... y... Su moral seguramente sería más alta si sabía que al final de la diversión le esperaba una bien merecida cerveza. Todo aquello lo relataba su rostro sencillo y sin doblez.

—Os pagaré, por supuesto —os asegura el angustiado mercader al escuchar las demandas del fornido bárbaro—. Si no está vivo ya, como esta mujer sugiere, os daré cincuenta piezas de oro a cada uno por devolverme su cuerpo para que pueda llorarlo y enterrarlo. Pero si lográis traérmelo con vida, cada uno de vosotros recibirá cuatro veces esa cantidad. Ayudadme, os lo suplico, soy un padre desesperado.

Hubiera apostado mi daga contra Dwama y Grob a que ninguno de los dos eran capaces de despertar con sus métodos expeditivos al apaleado mercader y, si lo hubiera hecho, hubiera perdido mi arma. Ahora me alegro de no haber intentado disuadirles pues, de otro modo, todavía estaríamos esperando al amanecer para enterarnos de cómo se produjo la emboscada.

Para mí está claro que esos pequeños hombrecillos asaltaron a la pareja con el objetivo de secuestrar a uno de ellos. Aún se me escapa el por qué no se los llevaron a ambos pero es evidente que no querían matarlos o el mercader no hubiera llegado hasta aquí por su propio pie. Estamos hablando de unas criaturas que no sienten demasiado aprecio por la integridad ajena pero que no son gratuitamente sanguinarios.

Y también queda bastante claro para mí que la posadera sabe de este asunto más que cualquiera de nosotros y conviene escuchar su criterio pues la mera mención de la lanza bastó para que adivinase la identidad de los asaltantes.

No es que desprecie la sustanciosa recompensa que se nos ofrece por ayudar, pero me interesa más conocer y poner fin a la perniciosa influencia que semejantes criaturas puedan tener en el bosque en el que habitan. Un bosque del que, hasta la fecha, yo me consideraba su exitoso defensor en mi más absoluta ignorancia.

—Vieja Karnnan, antes has dicho que esos monstruitos transformaban a sus víctimas por medio de alguna especie de ritual. ¿Qué más puedes decirnos de ello? ¿Qué has escuchado? Por que tal vez estemos todavía a tiempo de detenerlo o, en caso contrario, tratar de revertirlo.

Por fin había despertado aquel hombre y les había confirmad las sospechas de la anciana. Buscar a esos cre'nnnns o como díantre se llamasen, no parecía cosa fácil. El bosque podía ser muy grande y si esas gentes bajitas y negruzcas eran consideradas una leyenda, era porqué se escondían bien. Difícilmente darían con ellos sin una pista más fiable.

- Necesitamos algo más. - Dijo la enana. - Necesitamos un punto de partida. - Miró de forma alternativa a la anciana y al mercader. - Hagan memoria. Cualquier detalle puede ser importante...

Interrogada por vosotros, la anciana posadera parece satisfecha de haberse convertido en el centro de atención.

—El halfling que estuvo aquí dijo algo de que los har-çiinés únicamente podían llevar a cabo su macabro ritual en una noche sin lunas, precisamente como ésta y como la noche en que él mismo desapareció. Y que, para ello, se valían de un artefacto de alguna clase aunque si llegó a especificar cuál yo ya no logro recordarlo. Si la víctima lo llevaba puesto hasta el amanecer, jamás recobraría su auténtica forma y sería un har-çiiné para siempre.

»Por eso os digo que si vais tras Lucius, debéis tener cuidado con vuestras espadas. No sabéis si ese pobre desdichado tendrá ya la forma de las criaturas a las que pretendéis enfrentaros. Sed cautos pues podríais matar accidentalmente a aquel al que queréis rescatar.

- Si ya es uno de ellos... - La enana chasqueó la lengua. - Difícilmente podremos reconocerle. Lo más preocupante es que si ya se ha convertido en un charquinés de esos, no sabemos cómo hacerle volver. - Se encogió de hombros. - Por no saber, no sabemos si es posible que vuelva. ¿Lo sabe usted? ¿Sabe si es posible hacerle regresar? - Le preguntó a la ancianidad chismosa que parecía saber bastante de aquella historia. Sólo esperaba que no fuera un chisme sin fundamento que les hiciera perder un valioso tiempo.

—Seguramente podáis reconocerle porque será el único que en esos momentos lleve el objeto maldito que convierte a los seres humanos en har-çiinés. Si lográis quitárselo antes de que amanezca, tal vez sea posible que vuelva a su auténtica forma.

—¡Dioses, mi pobre Lucius convertido en uno de esos seres diabólicos! —exclama sobrecogido Marcius al escuchar a la anciana, antes de imploraros a los demás—: Os lo suplico, salvad a mi hijo de esos monstruos. No hay tiempo que perder o al amanecer será ya demasiado tarde para mi Lucius. Como os he dicho, nos emboscaron muy cerca de aquí, yo creo que a poco más de una milla en dirección este. Lo recuerdo porque caminé en línea recta, sin desviarme, con el sol siempre de frente. Desde allí las huellas son claras, se llevaron los caballos y a mi hijo a rastras, pero yo no estaba en condiciones de seguir su rastro. Yo mismo os acompañaría pero...

Hace ademán de levantarse de la cama y a punto está de caerse cuando su pierna destrozada le falla. Únicamente los rápidos reflejos de Elhäine a la hora de sujetarlo impiden que termine dándose de bruces contra el suelo.

Pues bien. Todo parecía claro. ¿Irnos? ¿Alguien necesitar algo más?