Partida Rol por web

Aquella loba había hecho un trabajo excepcional. Quizás su dueña, aquella elfa, había tenido algo que ver. Posiblemente la hubiera entrenado para seguir los rastros y posiblemente lo había hecho bien, ahí estaban los resultados, pero el trabajo sucio seguía habiéndolo hecho la loba.

A Dwama no le gustaban mucho los elfos. Los consideraba unos clasistas y unos estirados. Aunque también era verdad que le gustaban bastante más que los trasgos, los diré o no se tipo de sabandijas insufribles y indudablemente malginas. Al final casi podía decir que soportaba a esos orejas puntiagudas.

Lo importante era que al fin estaban en el lugar correcto. Era allí donde acababa el rastro de Lucius y era momento de adentrarse en las ruinas y empezar a rebuscar entre ellas.

- No creo que sea buena idea entrar en tromba. Ellos tienen la ventaja de conocer el terrero y seguramente también son superiores en número. - Expuso la enana. - No soy la mujer más silenciosa del mundo, pero podría tratar de acercarme de forma sigilosa y ver que hay dentro. A no ser que haya alguien más sigiloso que yo... Claro está...

sssssshhhhhhh silencio Susurró la exploradora en cuanto pudieron ver los primeros restos de la torre.  Con una rápida orden hizo parar a su yegua y se agazapó tras unos matorrales mientras hacía una clara seña con el brazo para que los demás también lo hicieran. Sin dejar de observar a las ruinas Elhäine empezó a susurrar a sus compañeros

- Organicémonos antes de entrar. Recordad a qué nos enfrentamos, una especie de trasgos. Según nos dijo el padre son muchos, por lo que intentarán rodearnos. Debemos enfrentarnos a ellos en pasillos y umbrales, nunca a campo abierto ni lugares amplios, porque además Llevan lanzas y lo primero que harán será atacarnos a distancia. Son pequeñas, por lo que serán ágiles y habilidosas pero débiles, será fácil derribarlas. La oscuridad será una desventaja para nosotros, por el color de su piel y los ojos que nos describió el mercader podrán ver en la oscuridad. Tened siempre a mano una fuente de luz. Y sobre todo recordad que el muchacho puede tener ya sus rasgos y que lo diferenciaremos solo  por algún objeto que porte tipo amuleto, anillo, corona, capa... lo primero que tenemos que hacer es quitárselo. Ah, y cuidado con las trampas, si el caballo del padre calló de repente sería porque prepararon una. Las criaturas pequeñas y débiles suelen proteger sus moradas con algún tipo de trampa bien para capturar y matar a los intrusos o para alertarles de su presencia.

Otra cosa, Si no me equivoco Targax es el único que nos puede curar, tendremos que protegerlo. Como yo no soy muy buena en el combate cerrado me quedaré junto a él y os apoyaré a distancia. Intentad dejarme atacar a mí primero y dejar huecos entre vosotros y ellos para evitar que os de. ¿ Alguien quiere añadir algo? si me dais dos minutos me aseguraré de que no están preparándonos una emboscada...

la mestiza quedó perpleja cuando vio una luz acercándose a las ruinas  - pero... a dónde va ese? - Lasar, vuelve... le susurró lo más alto que pudo para que su voz  no llegará más lejos de lo necesario. Pero ya era tarde, el intrépido humano no só lo se había acercado sin tomar ningún tipo de precaución, si no que además estaba buscando algo entre las piedras. A ojos de la  precavida y perspicaz Elhäine la imagen era entre cómica y patética. - Aún ha tenido suerte... pensaba cuando la osadía del joven incauto tuvo su premio en forma de tres grandes ratas dispuestas a defender su territorio de aquel intruso. La elfa pensó por un instante que podía calmar a las ratas, pero se dio cuenta de que iba a ser muy complicado, pues Lasar había invadido el terreno de aquellas ratas y ya estaban hostiles dispuestas a dar su vida por defender su territorio. 

Lasar, loco, aléjate de ellas....!!

Resulta providencial el que al menos uno de nosotros haya sido capaz de comunicarse con los duendecillos bromistas y lograra disuadirlos de seguir tocando su endiablada música. Al menos tan providencial como que yo consiguiera localizarlos, reconocerlos e indicar a mis compañeros lo que debían hacer.

A partir de ahí, el camino hacia la cima de la colina podría calificarse como sencillo si no fuera por el bochornoso calor que me produce mi armadura de pieles en esta noche estival. Freyan sigue infaliblemente el rastro y Grob tiene la buena fe de no dejarnos a todos atrás a pesar de nuestros fatigados jadeos y la lentitud de nuestros pasos.

—Buena chica —felicito a mi loba, rascándola detrás de las orejas mientras contemplo el desolador paraje que tenemos a nuestro alrededor.

La posadera no se equivocó al decir que este lugar estaba en ruinas, pero no pensaba que prácticamente se habría venido abajo por completo. Eso me hace pensar que existe alguna clase de vivienda subterránea en la que habitan esos har-çiinés, pero el lugar está tan atestado con su hedor que dudo mucho que mi Freyan vaya a ser capaz de encontrar la entrada a semejante lugar. No importa, bastante ha hecho guiándonos hasta aquí y ahora nos corresponde a nosotros hacer algo útil.

—Me parece estupendo que quieras protegerme —respondo a la sugerencia de la semielfa ciertamente complacido con ella—. Todos deberíais hacerlo porque soy un tipo realmente simpático pero si alguno pretende hacerlo movido por el interés, que no lo creo, sabed que he agotado mis conjuros curativos al evitar que el mercader muriera desangrado después de que manos-suaves lo diera por desahuciado. De haber sabido a qué nos enfrentábamos, hubiera venido mejor preparado pero hasta hace unas horas el mayor peligro al que pensaba enfrentarme era a una resaca monumental.

Todavía estoy terminando de hablar cuando los inconfundibles chillidos de las ratas me interrumpen. Miro a mi alrededor tratando de descubrir el origen de esta escandalera y descubro al engalanado Lasar retrocediendo precipitadamente de la sección de ruinas que estaba examinando, antorcha en mano. ¡Menudo susto se ha llevado el pobrecillo, parece blanco como la cal!

Armado con lanza y escudo, avanzo en auxilio de mi camarada al tiempo que ordeno a mi leal amiga señalándole a las ratas:

—Freyan, ataca.

Pasar había seguido el plan de Dwama sin que tuviera que desarrollarlo y las indicaciones de la orejas picudas tampoco fueron oídas por el humano de la pluma en el gorro. Aquel hombre trató ser silencioso, pero nada más lejos de la realidad, se ganó en un abrir y cerrar de ojos tres nuevas enemigas.

Fue cuando la loba regresó junto al humano de la barba, cuando la enana se percató de que se había equivocado al dar las felicitaciones. La elfa era la del caballo y aquel hombre un tanto gruñón, era el dueño de la loba. Al fin y al cabo se podía decir que se acababan de conocer. ¡No siquiera recordaba el nombre de todos!

La enana pensó en pedir disculpas y felicitar a Targax, pero finalmente deshechó la idea. No era momento para disculpas o charlas. Lasar necesitaba ayuda y ella iba a acudir en su auxilio. Eran tres ratas si, pero tres ratas muy cabreadas.

- ¡Voy! - Anunció la enana desenfundando su hacha y preparándose para cargar.

Llegamos a las ruinas siguiendo el rastro dejado por Lucius, gracias a la loba de Targax. Al ser noche cerrada y llevar la antorcha, cualquier ser en varios metros a la redonda nos hubiera visto llegar. Tampoco es que fuéramos silenciosos, dicho sea de paso. Así que cuando estábamos en la linde de las ruinas me puse a buscar por dónde seguía el rastro perdido. La loba parecía desconcertada al husmear por aquí y por allá sin dar con él. Todo estaba en relativa paz, no se oía el correr de las criaturas que venían raudas a detenernos.

Mi instinto y mi experiencia me fueron guiando poco a poco hacia una piedra sospechosamente rara y fuera de lugar. Estaba tan absorto en mi trabajo que no me di cuenta de que ninguno de mis compañeros había entrado en las ruinas a buscar el rastro o simplemente a acompañarme. En la piedra encontré algo que no me cuadraba. Ese algo que no me cuadraba resultó ser un orificio. Ese orificio era de un tamaño que se podía pasar por él arrastrándose. Me agaché para verlo mejor (no se por qué hice esto, pero lo hice) y en medio de esa oscuridad siniestra aparecieron seis pequeños puntos luminosos de color rojo.

-Que suerte la mía que he encontrado unos rubíes aquí tirados...

Estos puntos empezaron a dirigirse a toda velocidad hacia mí y escuché unos gruñidos muy característicos que reconocí al instante. Muchas noches terminadas durmiendo en callejones me lo indicaron.

-¡Odio las ratas!

Enseguida retrocedí y logré ponerme en pie. Puse la antorcha entre estas gigantescas ratas y yo, se que no les gusta el fuego.

-Por Dios, ¿de qué se alimentarían estas ratas por aquí? Parecen gatos... aunque la de la derecha se parece... me recuerda a... ¡Sí! Tiene un aire a mi madrastra.

Voy retrocediendo, con la mano izquierda interpongo la antorcha para mantenerlas a raya y con la derecha apunto con mi ballesta de mano. Mi saetazo se lo envío de regalo a la 'mamirata', con todo mi cariño.

-Dale un besito a tu chiquitín...

Mientras retrocede rápidamente, el pícaro se las ingenia para destrabajar con una sola mano el arnés del que cuelga su ballesta ligera y que casualmente se encuentra oportunamente cargada.

Cambia la antorcha a su mano izquierda y apunta con la diestra a la rata que le recuerda a su madrastra. Aprieta el gatillo y el virote se clava profundamente... en la tierra, a escasos centímetros de su objetivo.

La rata chilla, rabiosa, antes de saltar sobre Lasar; la descomunal bestia es grande como un perro, tan larga como alta es Dwama. Sus dientes afilados muerden el costado de su víctima pero el pícaro consiga apartarse lo justo para que la dentellada únicamente se cierre sobre su armadura de cuero.

Armado con mi lanza y pertrechado con mi pesado escudo de madera, inicio un trote cada vez más ligero hacia mi curioso amigo, quien parece a punto de convertirse en la cena del trío de ratas sobrealimentadas. 

Sé bien a qué nos enfrentamos y no constituye un verdadero peligro para un grupo tan numeroso y bien pertrechado como el nuestro. Para un viajero despistado, en cambio, podría ser el fin.

La pesada carga del druida finaliza con una certera lanzada que atraviesa de parte a parte a la rata-madrastra. La agonizante criatura se retuerce, tratando inútilmente de liberarse y agravando su propia situación con cada coletazo convulso.

Viendo lo que le ha ocurrido a su compañera, otra de las ratas decide tratar de vengarse de Targax al comprender que supone para ella y su nidada una amenaza mucho mayor que el pícaro.

Desequilibrado como está por la carrera, el druida no puede hacer nada para evitar que la alimaña se le eche encima y le muerda en la pierna derecha, que se encuentra desprotegida. Es entonces cuando Freyan acude como una flecha en auxilio de su amo y se lanza contra la enorme rata. Ambos animales ruedan por el suelo, mientras tratan de destrozarse el uno al otro.

Gorb se movía por el bosque un poco despistado. Lo suyo eran las montañas y tal, a pesar de que su natural pueblerino de a tomar vientos le hacía apto para salir de najas y dejar a todo el mundo atrás, se mantenía al ritmo, con su particular horda, la que había elegido hacia no demasiado. Como horda, probablemente se ganara las burlas de sus congéneres, pero era su horda (raruna y pizpireta, y un poco de mariconazos) y a él le valía bien.

Total, que no, no les dejó atrás.

Así que llegó con los demás a aquellos muros ruinosos cubiertos de maleza y comprobó cómo Lasar metía su cabeza emplumada en un agujero. Lo típico: metes la cabeza en un agujero y el troll que hay al otro lado te saca los sesos para ver de qué color los tienes. Solo que aquí no había trolls, sino ratas.

En fin, pensó. Si tocan ratas, ratas tocan. ¿Estarán buenas a la parrilla?* se preguntó a si mismo mientras sacaba su hacha y adelantaba por la derecha a Dwama, gritando (pero gritando bajito, que no era cosa de sacar de la cama a todos los monstruos de las cercanías) su grito de guerra ancestral. Algo así como: "ayayayayayayayayayayayayaaaaaaay"

Las grandes zancadas de Grob le permitieron adelantar con cierta facilidad a la enana y, hacha en mano, embistió contra la rata que quedaba. Su arma abrió una larga cuchillada a lo largo de todo el lomo de la criatura y el joven bárbaro continuó avanzando a toda velocidad hasta que prácticamente fueron las ruinas quienes frenaron su carrera.

La malherida y colérica criatura se lanzó entonces en pos de su atacante, buscando la retaguardia de Grob y hallando un hueco en sus férreas defensas. Sus dientes atraviesan la musculosa pantorrilla del coloso, haciéndola sangrar abundantemente pero sin causarle un daño digno de consideración.

No me hace feliz ver a mi víctima agonizando en el extremo de mi lanza. A fin de cuentas, hemos sido nosotros quienes las hemos importunado en su hogar y ellas se han limitado a defenderlo y a actuar de acuerdo con su propia naturaleza primaria. Mirándolo en retrospectiva podría haber actuado mejor pero el impulso de ver a un compañero en peligro me ha hecho reaccionar, siguiendo mis propios instintos de forma no menos elemental que nuestros atacantes.

Sin embargo, mis pensamientos filosóficos no consiguen llegar mucho más allá al sentir una punzada de dolor en la pierna derecha.

«Mierda, quién me mandaría a mí meterme donde no me llaman —pienso al mirar hacia abajo y ver que otra rata gorda se ha colocado a mi costado y ha conseguido morderme—. A ti sí que disfrutaré matándote...»

Pero la irrupción de Frayan impide que pueda llevar a término mi venganza. Se abalanza sobre mi enemigo y me lo quita de encima. ¡Qué lastima que no llegara dos segundos antes!

Dejo caer la lanza,con la primera rata todavía ensartada en ella, y desenvaino mi daga. A continuación, avanzo cojeando levemente, decidido a rematar a mi atacante. Estoy convencido de que ahora que Freyan ha probado el sabor de la sangre nada podrá detenerla y de que cualquier otro que se le acerque corre el peligro de sufrir la misma suerte que la rata.

Elhäine todavía estaba enojada. Esas ratas eran horrendas, pero forman parte del ecosistema y por culpa de un humano incauto iban a morir sin merecerlo. La joven semielfa no quería sentirse más culpable y evitó en todo momento dañar a los roedores. Sólo actuaría si suponían un peligro para e
Alguno de sus acompañantes.

Por una vez la enana piensa como el bárbaro. De allí de donde viene, en muchas ocasiones se veían forzados a comer roedores. La enana conocía un par de recetas increíbles para hacer rata estofada, rata en espeto o rata salmuera. Esas tres eran especialmente grandes y esperaba que también fueran especialmente jugosas.

La enana cargó portado su hacha enana por encima de su cabeza. Sus cortas piernas avanzaron hasta donde se encontraba u a de aquéllas sabandijas y entonces descargó un fuerte hachazo que pretendía partirla por la mitad. Ya se estaba relamiendo.

- ¡Jaja! - Río de buena gana.

Como era de esperar y a pesar de su  tamaño y  fiero aspecto, las  ratas no pudieron hacer nada contra las letales armas de aquella "brigada Brutal", que en un abrir y cerrar de ojos acabó con ellas. Elhäine se mantuvo al margen mientras todos participaban de aquella  matanza. Bueno, todos menos casualmente, el causante de aquella carnicería, pues Lasar  se retiró inteligentemente para evitar el feroz ataque de los peligrosos roedores.  Para eso sí que está listo... Pensó la exploradora que, nada más terminar la contienda, se acercó visiblemente enojada al lugar de la masacre. La mirada de odio que dedicó al "plumita" podía haber atravesado un muro de rocas  - Esto no era necesario. En las posadas y burdeles puedes hacer lo que te plazca, pero estamos en un bosque y hay unas normas que respetar. Ya hablaremos de esto... le increpó enojada la exploradora Eso sí... dijo mientras cogía el cuerpo inerte  de una de las ratas - te la vas a comer- le espetó a Lasar lanzándole el cadáver sangrante del roedor a la cara. Así  Al menos tanto tú como la pobre rata cumpliréis vuestro papel en el bosque... Tras eso dedicó  otra repulsiva mirada a Tardax Y tú dices ser druida? Y con un aciago gesto le retiró la mirada 

Con una hábil cinta esquivo la rativoladora lanzada por la semielfa. La verdad que nunca me había fijado bien en ella, pero cada vez me gusta más...

-"Lo siento chicos pero empecé a buscar el rastro y ya no pude parar. Creía que estábais al lado mía. Lo bueno, que he encontrado la entrada al hogar de esas cosas y ya hemos eliminado a los porteros. Tenemos acceso libre. Ahora podrás demostrar tus aptitudes Elhäine."

Me fijo en ella y veo cómo también regaña a Targax y enfila para otro lado. Me acerco a Targax e intento ver si le han herido.

-"Gracias Targax, te debo una. Gracias a tod@s también, así se lucha en grupo, jejeje."

Sí, acceso libre y anunciando nuestra llegada a bombo y platillo... contestó a Lasar la enojada Elhäine Espero que hayas encontrado solo la madriguera de las pobres ratas y la entrada esté en otro lugar. Prosiguió mientras se acercaba a Lasar Trae... De mala gana le arrebató la antorcha y empezó a buscar el rastro de las criaturas. Se tomó algo de tiempo, pues no solo quería asegurarse de encontrar la entrada, sino también  averiguar algo más sobre aquellos misteriosos seres

No entendía qué cojones hacían jugando con la comida esos dos, la felfa y el plumífero. Cuando se aburrieron de las ricas ratas, pilló los cadáveres e hizo un atadico con sus rabos en su cinturón, de manera que ahora, mientras caminaban, iban haciendo boing, boing contra su pantorrilla.

Por lo demás... Nada, joder. ¡Era un bárbaro! ¿Qué esperaban que hiciera? Bueno... Tenía buen oído, siempre se lo decían sus papás (al menos se lo dijeron mientras vivieron), así que se acercó a una distancia no demasiado cercana al agujero ese y escuchó, por si se oía algo.

Dwama embistió contra la rata que estaba atacando a Grob y le bastó un hachazo para partirla por la mitad, acabando en el acto con su miserable existencia.

Todavía quedaba con vida la rata que había mordido a Targax pero ninguno parecía deseoso de entrometerse entre la loba y su cena y menos que ninguno, Elhäine y Lasar. La semielfa prefería regañar a sus compañeros antes que mancharse las manos por ninguno de ellos y el pícaro bastante tenía con tratar de esquivar la enorme mitad de rata que le arrojaba la ociosa exploradora.

Decidido a poner punto y final al encuentro, Targax hundió su daga en la cabeza del último roedor y éste dejó de resistirse entre las garras de Freyan, que no tardó en dar buena cuenta del animal.

Grob aprovechó que el druida no estaba mirando para adueñarse de la rata que hasta el momento seguía clavada en la lanza y también para quedarse con la mitad trasera de la rata que le había atacado, dado que con la mitad restante habían estado jugando Lasar y la exploradora.

Para entonces, la semielfa ya se había apoderado de la antorcha de Lasar y examinado la vacía madriguera de las monstruosas ratas. Allí ni había nada de valor, ni estaba la entrada a la guarida de los har-çiinés, de modo que comenzó a recorrer los alrededores en busca de huellas; sin importarle lo más mínimo dejar a oscuras a sus compañeros.

Elhäine encontró muchas pisadas por la zona; todas ellas huellas de pies pequeños con lo que resultaba imposible distinguir si eran del hijo desaparecido de Marcius o de sus secuestradores. Por la cantidad de rastros que encontró, no le cupo duda que aquel era un lugar frecuentado por al menos media docena de individuos, posiblemente más. También había huellas recientes de caballo procedentes de la misma ruta que habéis seguido para llegar hasta la cima de la colina, pero sus huellas se perdían entre las pedregosas ruinas; la semielfa contaba que había dos de ellos y al menos uno estaba herido a juzgar por las pisadas irregulares que iba dejando. El principal problema de la abundancia de huellas en las inmediaciones del torreón desmoronado es que resultaba muy difícil determinar con exactitud a dónde iban y de dónde venían.

Con media rata colgando de su cinturón y otra arrastrando por el suelo tras él, el joven bárbaro aguzó el oído al escuchar un débil y extraño zumbido. Sin más luces que la lejana antorcha de Lasar que la semielfa se había llevado consigo, Grob olfateó el aire y percibió en él el dulce olor a flores que llegaba con la nocturna brisa de verano. Todavía le dio tiempo a alertar a sus compañeros antes de que el origen del zumbido se hiciera visible doblando un recodo de las ruinas.

Una abeja gigante, mayor que Dwama y tan grande como cualquiera de los demás, apareció revoloteando desde algún lugar más allá del torreón en ruinas y se dirigió directamente hacia el lugar donde se encontraba Elhäine, posiblemente atraída por la luz de la antorcha.

¡Más comida! Pensó Gorb. Ni corto ni perezoso, intentó hacer blanco en la abejita con una de sus dagas volanderas...

Dwama se agachó nada más ver aquel bicho enorme y volador. Para nada quería un picotazo de aquella abeja, pues aunque no era alérgica a ellas, muy posiblemente un aguijón como aquel no sería bienvenido en su cuerpo.

- Con tu permiso, Eliahan... - Dijo entonces. Todavía no sabía pronunciar bien el nombre de la medio elfa.

Agarró y una piedra a la vez que descolgada la honda que pendía de su cinturón. Colocó la piedra dentro de su honda, comenzó a voltearla sobre la cabeza y disparó. No fue un buen disparo. Así que se preparó para recuperar su hacha depositada en el suelo y batirse a hachazos si era posible.