Partida Rol por web

Con la mirada perdida en el campamento, Lowen recapituló sobre lo que habían visto allí dentro días atrás. Las fuerzas del lugar habían mermado, lo que quizá haría más fácil su tarea. Pero la preocupación sobre a dónde hubiesen podido ir estas pronto reemplazó al aparente alivio. Al menos, se dijo, habían desatendido el nido de dragones. Esto sin duda era lo más importante.

- Cuando volváis a Belleria, avisad de que las fuerzas del lugar han mermado. - le dijo al sargento - La última vez que estuvimos aquí eran mucho más numerosos. No creo que ataquen Belleria, pero no conviene bajar la guardia.

Después de aquello, se despidió con un gesto de la mano de los soldados que les habían acompañado hasta allí. Poco les quedaba por hacer, salvo crear una distracción y facilitarles la entrada. Lowen contempló los escarpados riscos, recordando sus tiempos de juventud, cuando iba con sus hermanos a las colinas cercanas, y allí trepaban a lo loco las paredes en las que la roca desnuda se mezclaba con hierbajos y matorrales. Nada tenía que ver todo aquello con la proeza que debían llevar a cabo en este momento. Los ojos de Lowen buscaban el lugar adecuado para descender, pero, a buen seguro, Glinthalas sabría decirles mejor cuál era el lugar perfecto para ello. La cuestión era si podrían hacerlo fuera de la vista de miradas indiscretas.

- No sé por dónde podríamos bajar sin descalabrarnos. - miró hacia el sargento y los demás hombres, que se alejaban - Tendremos que valernos de su distracción para descender, si no queremos que nos vean. Salvo que hayáis encontrado un punto muerto por el que bajar la pared fuera de la vista de los guardias...

Miró a Glinthalas, con la esperanza de que el elfo tuviese más información.

Con cada día que transcurre de camino al campamento de los goblins, mi tensión aumenta y casi espero vez surgir de detrás de cada roca a algún jinete de lagarto gigante acechando para devorarnos. Afortunadamente no es así y conseguimos llegar a nuestro destino sin toparnos con arañas enormes, ni jabalís asesinos, ni caníbales deseosos de hincarnos el diente. Casi parece un sueño.

Pero llegar a nuestro destino y descubrir que se encuentra medio abandonado no solo explica por qué nos ha resultado tan sencillo acercarnos a él, sino que presagia nuevos saqueos en poblaciones vecinas por las cuales podemos hacer muy poco desde aquí.

El mejor modo que tenemos de ayudarles es ocuparnos de esos huevos de dragón antes de que eclosionen y se conviertan en especímenes adultos. Puede que no consigamos liberar a todos los prisioneros, pero yo solo estoy en deuda con uno de ellos y el espíritu de Ethani no descansará en paz hasta que lo rescate.

—Si bajamos por el extremo suroriental del campamento, alejados de las dos atalayas de vigilancia y al resguardo de los árboles que allí crecen, creo que no nos verán si lo hacemos cuando nuestros aliados estén sembrando el desconcierto entre los acampados. Yo no esperaría a que cayera la noche para hacerlo porque, de este modo, tal vez podamos rescatar a los prisioneros mientras se encuentran todavía trabajando en las cuevas en lugar de arriesgarnos entre las tiendas de campaña.

Durante todo el viaje, Kylian se mantubo silencioso y contemplativo. Observando los bosques y tratando de dibujar rutas y mapas de la zona en sus hojas de papel. Cada nueva oportunidad para aprender más de esas tierras debía ser aprovechado, auqnue le hubiera gustado otro enfrentamiento con el pueblo salvaje para averiguar más sobre su enigma. por otro lado atendió las necesidades espirituales del grupo, manteniendo los hechizos para remendar las ropas y armaduras por el camino, mantener las reservas de agua con Lluvia y luz en la oscuridad.

Al llegar al margen escuchó atentamente al sargento, asintiendo en silencio. Y observó los comentarios de sus compañeros.

- Si caemos antes del anochecer, no tendremos que adentrarnos en el campamento para rescatar a los esclavos, estoy de acuerdo. por otro lado me pregunto si hay alguna cueva o grieta que podamos usar para adentrarnos desde la propia montaña. ya que si han aumentado la red de túneles para colocar los huevos, podamos dar con un atajo desde la propia roca. Por último, agradecer a sus hombres su ayuda y la distracción que nos permitirá adentrarnos con seguridad. Que Gilean lo guíe y lo guarde.

De nuevo, y observando las estribaciones y las laderas, rebuscó algún posible afloramiento que les permitiera adentrarse en las profundidades. Mientras anotaba cada paso y la ubicación exacta del pueblo en sus mapas.

Otra extensa y eterna caminata, lamentablemente no mucho más amena que la anterior. La única tensión que había sido deshecha era la de una amenaza inminente o lo desconocido, factores que podían hacer a uno andar y descansar más tranquilo. Sin embargo, sin poder viajar a lomos de un caballo o sentada sobre la comodidad de un carro, aquellas condiciones continuaban siendo igual de tortuosas para la noble. Incluso con su manto de cuero y las tiendas de campaña, le resultaba increíblemente difícil obtener un descanso reparador sino adolorido durante las noches. Eran condiciones inaceptables, y aún así, allí se encontraba atravesándolas. Lo único que le ayudaba a sobreponerse a ellas, era la cruda realidad de que, por mucho que le disgustase, no tenía mucha opción. Era parte de su deber.

Llegados, finalmente, a la localización del campamento; la cuadrilla del maestro tirador había dado su señal para retirarse. - Que la diosa alada los acompañe a usted y a sus hombres, y brinde la mejor de las fortunas y éxitos en su noble tarea, sargento Markguth. Puede que su participación pase desapercibida en la memoria, mas sepan que ustedes serán los verdaderos héroes de Belleria y salvadores de su gente. - Le expresó con nobleza al tirador y sus hombres, en un breve discurso inspirador para levantar la moral de sus reducidas tropas. Aún si su papel no era el principal, no era menos heróico y de hecho era fundamental para el éxito del suyo.

- El campamento es un sitio demasiado abierto. Será conveniente actuar con celeridad, antes que con recaudo. Nuestro margen de tiempo será ajustado, así que debemos concentrar todos nuestros esfuerzos en concretar nuestra tarea con prisa. Tomaremos la oportunidad para rescatar al resto de los esclavos, mas sólo si dicha alternativa resulta segura. - Sugirió Briand con seriedad mientras observaba el panorama desde la cima de la meseta. No debían olvidar que regresar con vida de allí era tan importante como rescatar a los reos. De lo contrario y si fracasaban por intentar llevarlos en una situación demasiado vertiginosa, sólo lograrían que su mano de obra siniestra aumentase.

Lowen asintió a las palabras de sus compañeros, y comenzó a quitarse la coraza lentamente. Vestir y desvestir la protección era un trabajo laborioso, pero no quería llevarla puesta entorpeciendo el descenso y convirtiéndose en una alarma viviente cuando cayese a plomo con toda su panoplia. La bajada era considerable, y más valdría andarse con cuidado. Aquello ya no era el juego de niños que practicaba con sus hermanos, y un resbalón podía pagarse caro.

- Puedo descender yo en primer lugar, aprovechando la distracción. Pero necesitaré que bajéis mi armadura con las cuerdas después, para poder vestirla allí abajo.

No tenía intención de llevar a cabo aquella tarea completamente desprotegido. Ya había visto las consecuencias de combatir sin armadura... y con ella.

- Quizá Glin prefiera ir primero. - miró al elfo - Para reconocer el terreno. - añadió.

No quería enviar al elfo en primer lugar, dejándole asumir todo el peligro. Pero, indudablemente, su naturaleza silenciosa le hacía más adecuado para aquella tarea.

La desgracia se expandía. Las tropas que había hacía unos días en el campamento no se habríand desvanecido en el aire, estarían de camino a alguna otra parte. Tal vez otro saqueo como el de Belleria. Tal vez iban a reunirse con otros grupos como el suyo para formar un gran ejército que pudiera arrasar incluso alguna ciudad. Fuera como fuera, las noticias no eran nada halagüeñas.

Por otro lado aquello dejaba al grupo en una inferioridad numérica menos aplastante. Ahora sería menos probable la simple infiltración entre sus filas, pero un ataque rápido y bien ejecutado podía tener más probabilidades de éxito. Al menos eso era lo que esperaba Glinthalas.

─La gente normal no mira hacia su propio campamento cuando lo vigila. Las intrusiones se esperan siempre de su exterior, no de su interior. Y mucho menos desde arriba. La distracción asegurará que estén mirando para otro lado, bastará con que no hagamos demasiado ruido. Gran parte del arte de no ser visto reside en entender hacia dónde miran los que podrían verte. Aunque la sugerencia de Lluvia es razonable, creo que descender directamente desde la parte superior de la cueva nos reportará la menor cantidad de posibilidades de que nos descubran. Y en la oscuridad los goblins ven bien... a corta distancia, hasta unos 60 pies (20 metros), no tienen vista adaptada a la penumbra, sino a la oscuridad total de los túneles. Dado que de todas maneras hay que descender, preferiría tener sólo eso por hacer, no tener también que recorrer a hurtadillas un buen trecho hasta la entrada de la cueva.

El elfo parecía tener bastante claro cómo hacer una operación sigilosa, cómo deslizarse sigilosamente sin que nadie le viera. Eso no daba sino una impresión un tanto sombría del posible pasado del joven pícaro, si uno se paraba a pensar. No había sido precisamente un ciudadano ejemplar. Y, sin embargo, esta misión podía suponer su redención. Si conseguían acabar con esos huevos, habrían hecho un gran bien.

─De acuerdo, bajaré yo primero. Vigilad que no asome nadie, descendiendo sería un blanco fácil. Y si asoma alguien, pues... ¿lo coséis a flechazos? Tendréis la ventaja de la altura. Y para que no se note, que alguien de la señal... ─dijo entregando el espejito a Kylian.

Kylian registrar los alrededores en busca de una entrada en las colinas que conecte con que veis más abajo pero a simple vista no se aprecia ninguna y teméis arriesgaros a ser detectados por la atalaya oriental si seguís merodeando por ahí.

Aunque Lluvia Estelar sugiere una discreta bajada al amparo de los árboles seguida de una menos discreta carrera de cuarenta metros hasta alcanzar la entrada de la cueva, la convencéis de que lo más conveniente es descender directamente frente a ella y ahorraros esos metros de exposición en campo abierto.

Disponéis de tres garfios de escalada y suficiente cuerda como para bajar rápidamente por tríos. Los afianzáis entre las rocas cercanas y dejáis atadas a vuestras mulas no muy lejos, confiando en que no delaten vuestra posición.

Solo cuando estáis preparados, Kylian hace una señal luminosa con el espejito plateado y en el campamento se desatá el caos.

—¿Quién ha disparado esa fl...? —pregunta una voz, silenciada repentinamente por un nuevo disparo mortal.

—¿Veis esa polvareda?

—Jinetes, vienen cientos de jinetes. Caballeros de Solamnia, estamos perdidos.

—Eso es humo, idiotas.

Glinthalas no espera un segundo más y se descuelga rápidamente por la primera de las tres sogas. El descenso resulta muy sencillo para el ágil elfo con la ayuda de la cuerda y del irregular terreno en el que abundan los asideros para los pies y las manos. Antes de que os deis cuenta, ya se encuentra apostado junto a la entrada de la cueva con el arco preparado.

Un poco más allá, el campamento se ha convertido en un hervidero de actividad y es solo cuestión de tiempo antes de que de alguien mire en vuestra dirección y descubra al solitario silvanesti. Lowenherz introduce su coraza y su escudo en un saco de arpillera que ata al extremo de una de las cuerdas y comienza a hacerlo descender poco a poco para reducir lo máximo posible el sonido del tintineo.

Tanto Briand como la mística que-shu toman las dos cuerdas restantes e intentan bajar por ellas pero, obstaculizadas por el peso de sus armaduras y del resto de su equipo de batalla, ambas se precipitan dramáticamente al suelo. Chocándose contra las paredes escarpadas y agarrándose como pueden a la cuerda, aterrizan violentamente de culo, carentes por completo de la agilidad de Glin.

Con el orgullo y el coxis herido, las dos compañeras se ponen dolorosamente en pie sabiendo que han montado un auténtico escándalo y que alguien acudirá a investigar el ruido más temprano que tarde.

—¿Habéis oído eso?

—Venía de las cuevas.

—Algún desprendimiento quizá.

—No sonaba a desprendimiento, parecía como un animal cayendo por las colinas.

Abandonando cualquier esperanza de pasar desapercibidos, Lowen deja que el saco en el que guarda su equipo de combate caiga a plomo y urge a Kylian a descender por una de las cuerdas libres mientras él hace otro tanto. El guerrero desciende a toda velocidad pero a mitad de camino una pierna se le queda enredada con la soga y pierde unos segundos preciosos hasta que consigue soltarse y descender el tramo restante.

Tras ver el espectáculo de sus compañeras, el clérigo de Gilean opta por la cautela y comienza a descender muy lentamente, asegurando cada paso antes de dar el siguiente. Su prudencia le permite ir ganando metros poco a poco para desesperación de los que le esperan abajo y solo, en el tramo final, una roca suelta le hace perder pie y precipitarse los últimos metros, arañándose manos y piernas contra las afiladas peñas.

Ahora los cinco os encontráis frente a la entrada de la cueva y escucháis pasos acercándose tanto desde el interior de la misma, como desde el campamento.

—¿Qué pasa ahí fuera? —pregunta una voz desde dentro.

—No importa, tenemos órdenes de cerrar las puertas ante la menor señal de peligro para la Guardería —responde un segundo individuo—. Vamos, deprisa.

La caída me ha dejado unos cuantos rasponazos y moretones pero no resulta tan dolorosa en lo físico como en lo emocional. Con mi torpeza no solo me he herido a mí misma, sino que nos he puesto a todos en un peligro mortal.

—Perdón, perdón, perdón... —suplico en angustiosos susurros, mientras veo a Lowen y a Kylian tener que acelerar su descenso para sumarse a nosotros tres aquí abajo.

No tenemos tiempo para desenganchar los garfios de escalada y cuando los descubran, encontrarán también a Duna y a las demás mulas. Me llevo mis manos ensangrentadas por las uñas rotas a mi curtido rostro y me lo cubro, abochornada. Desesperada.

Solo vuelvo a abrir los ojos cuando escucho al sacerdote caer pesadamente a mi lado. Le tiendo la mayo para ayudarle a levantarse. No parece estar muy malherido pero, aunque deseo aliviar sus dolores, las voces y los pasos que se acercan me dicen que este no es el momento de hacerlo.

Podríamos tratar de escapar por donde hemos venido pero, con mi habilidad trepando, lo más probable es que nuestros enemigos me conviertan con sus flechas en una puercoespín cuando apenas haya conseguido despegar mis pies del suelo. La única opción es seguir adelante y abrirnos paso como podamos hacia el interior de la cueva.

¿He oído que hay una puerta? Alabados sean los espíritus. Tenemos que cruzarla a toda corta antes de que se cierre y atrancarla desde el interior. Sea lo que sea que nos espere dentro, no puede ser peor que un centenar de goblins sedientos de sangre.

Sin pensármelo dos veces, echo a correr hacia allí.

¡Maldición, torpes humanos! ─no pudo evitar pensar para sí el joven elfo.

Acostumbrado a entrar a robar a casas de humanos, a menudo desde techos o a través de ventanas descuidadas, armar semejante escándalo disponiendo, incluso, de cuerdas, parecía una aberración. Una aberración peligrosa: habían alertado a la gente del campamento.

Por fortuna para ellos, si el grupo de incursores había sido poco discreto, los guardas del campamento no estaban siendo precisamente precavidos. Sus voces resonaban en la zona, permitiéndoles enterarse de información de la que todavía no disponían.

¡Una puerta! ─la mirada de Glinthalas se cruzó durante un instante de comprensión con la de Lluvia y ambos echaron a correr. Sólo que el joven elfo era mucho más rápido...

- ¡Ughh...! - Refunfuñó entre sus dientes tras y durante el impacto, conteniendo su impulso a maldecir tras sentir nuevamente sus ropas estropeadas y llenas de tierra, sumando algún que otro rasguño y moretón superficial entre su espalda y extremidades. Bajar por una cuerda se veía mucho más fácil de lo que en realidad era, y tal descenso era de esperar por parte de alguien que nunca había utilizado una cuerda ni escalado en su vida. Eran este tipo de momentos los que le hacían replantearse por qué había tenido que ser enviada a Belleria en primer lugar. Pero allí estaba.

- Acabemos con esto rápido. - Fue todo lo que dijo tras terminar de recomponerse, amarrarse el escudo al antebrazo y desenvainar su espada. Seguramente hallarían un mínimo de resistencia tras las los límites de la caverna. Se apresuro en cuanto pudo a alcanzar a los demás en su pesada carrera.

Lowen había descendido con cautela, ayudándose de la cuerda y recordando las lecciones aprendidas en años de correrías con sus hermanos por las colinas de su tierra natal. Sin embargo, dos de sus compañeros tuvieron menos suerte y perdieron el equilibrio, cayendo hacia abajo con gran estruendo. Tuvo el impulso de gritarles si estaban bien, pero se reprimió por temor a llamar la atención aún más. No pareció que importase: les habían oído, y ahora se disponían a cerrarles el paso.

- ¡La puerta, que no la cierren!

Lowen aterrizó en el suelo con un salto ágil, echando mano de su arco largo, y tensó la cuerda, preparando una flecha, que apuntó hacia la entrada, disparando contra los guardias que intentaban cortarles el camino. El proyectil voló en la dirección correcta, pero solo alcanzó a clavarse en la madera con un ruido sordo. Quizá aquello les amedrentase, pero lo dudaba. Sus compañeros se precipitaban hacia la entrada sin pensárselo dos veces. Él, en cambio, hubo de recoger el pesado saco con su armadura antes de echar a correr. Se quedaba atrás, y eso no eran buenas noticias.

- ¡Cuidado Glin! ¡No entres ahí solo!

De nuevo quedaba de manifiesto que él era un erudito, no un aventurero. Pero la búsqueda de conocimiento lo llevaba a uno a veces por senderos tortuosos. Con paciencia trató de bajar por la cuerda, ante los errores y la torpeza del grupo entero salvo por el ágil elfo que de seguro estaría observando anonadado ante tal desfile de errores. 

No solo eso si no que la última caída había destrozado sus manos y aparte de los antebrazos, si quería sobrevivir a esa batalla tendría que apelar a Gilean su favor para restañar sus heridas. Una muy mala forma de empezar esa incursión.

Cuando los guardias alertados por su fracaso se apresaron para cerrar las puertas de la gaurdería Kylian aumentó el paso. Al tiempo que realizaba una sencilla plegaria para no dejar un rastro de sangre que pudiera delatarles.

Gilean guía nuestros pasos y confortanos en el camino que hemos escogido.

Glin corre como un gamo hacia la entrada de la caverna, adelantando por la derecha a toda velocidad a Lluvia Estelar y adentrándose en lo desconocido, desafiando el peligro que le pueda estar aguardando.

Dentro la oscuridad no es total, sino que la claridad del día se cuela a través de la entrada y se suma a las humeantes antorchas encendidas en su interior. Una pareja de caballeros negros se afana por cerrar unas rejas de hierro forjado y aspecto pesado, pero Glinthalas se cuela ágilmente entre las dos hojas para sobresalto de los guardias, que tratan en vano de detenerlo.

Uno de ellos abandona la puerta que estaba arrastrando para desenvainar su espada y encarar al joven elfo que se ha situado a su espalda. El otro consigue afianzar la otra reja en su lugar, colocando un seguro que se hunde profundamente en el suelo de piedra.

La mística que-shu irrumpe entonces en la estancia, cargando con el hombro contra la puerta a medio cerrar y entrando por el hueco abierto. Briand la sigue de cerca, escudo y espada en mano.

Kylian, tras ocuparse de atender sus heridas ha quedado algo rezagado. Y detrás va Lowen, arrastrando el saco con su armadura en el momento en que un trío de mercenarios armados con mazas y ballestas hacen su aparición desde detrás de una de las tiendas de campaña.

Me esfuerzo por llegar a la puerta tan deprisa como puedo y redoblo mis esfuerzos al ver que Glinthalas lo ha logrado, temerosa por lo que pueda aguardarle en el interior si tiene que enfrentarse a ello él solo.

Jadeando, consigo abrirme paso a través de la reja entreabierta. Nadie me dijo que este lugar tuviera una puerta y sospecho que debe ser de reciente construcción aunque eso ahora mismo no tenga ninguna importancia. Lo importante es que consigamos cruzarla los cinco y la cerremos a nuestras espaldas para interponerlas entre nosotros y el resto del campamento.

La fuerza del impacto contra las rejas me deja el hombro dolorido y contusionado, lo que se suma al resto de golpes que he recibido en mi reciente caída. Por desgracia, el alivio a mis dolores tendrá que esperar un poco más. Frente a mí veo a un espadachín dándome la espalda para enfrentarse a Glin pero a mi izquierda tengo a otro decidido a detenerme a toda costa.

Echo mano de la lanza que llevo a la espalda e intento clavársela al de mi izquierda y apartarme de la entrada para que los demás puedan acceder.

Como era de esperar, dos guardias estaban cerrando las puertas. Lógicamente eran gente de confianza de los líderes del ejército, es decir, caballeros. No iban a ser combatientes fáciles de vencer.

Habiendo conseguido colarse entre ellos, ahora había que lograr que el grupo incursor lograra pasar las puertas, superarles en número y luego ya se vería. Tal vez cerrar las puertas...

En cualquier caso, el joven elfo, decidido a impedir que los guardianes de las puertas finalizasen su cometido, se echó a un lado, sacó su arco y con una velocidad casi inaudita disparó una flecha con él.

─Saca tus sucias manos de esas puertas ─ladró al caballero negro que intentaba cerrarlas.

Al parecer su torpe descenso había alertado la guardia, por suerte el ágil Glinthalas se había internado en la cueva. pero iba a a necesitar ayuda. Por ello, solo podía apelar a la fuerza de su Dios para que lo acompañara en la batalla. Avanzando con determinación hasta situarse al lado de su señora, levantó en alto su símbolo sagrado que reflejó la rojiza luz del crepúsculo.

- Gilean, señor del conocimiento, concédenos tu arma para castigar a los malvados y devolver el equilibrio.

Un nuevo bastón de luz rojiza se materializó entre los dos guardias y empezó a moverse en amplios movimientos para golpear brazos piernas y cascos con tal de acabar con su enemigo. Sin apenas suponer una amenaza para los caballeros, impactando contra la pred de roca desnuda.

Siguiendo a la carrera por detrás, ya pudiendo dejar de lado el ligero jadeo del dolor de su cadera y recuperando el ritmo de trote, iba por poco detrás de Lluvia con su escudo por delante de su propia cabeza. Notó como ésta llegó a trabar la puerta con su cuerpo impidiendo su cierre total, aunque parcial, y haciéndose a un lado mientras intentaba luchas sin mucho éxito contra aquel escudero. La mística tenía tanto de guerrera como ella de superviviente, probablemente se había visto atascada en aquella situación tras un movimiento sin premeditar demasiado en la consecuencia de su posición final. Debía apresurarse en cubrirla si no quería quedar con un séquito menos, y potencialmente, perder su propia vida o libertad a causa de ello.

Continuando su rápido avance con todo ímpetu, aprovechó el pequeño espacio que le habían dejado para angostar su cuerpo y pasar peligrosamente entre la puerta y el guerrero, mas buscando plantarse firmemente delante de éste último con sus armas. No podían darse el lujo de vacilar ahora. - ¡No retrocedan! Son sólo dos, y hemos derrotado a caballeros superiores a éstos. No podemos permitirnos ceder ahora. - Alzó su voz de manera firme y valiente para quiénes le acompañaban en aquella pequeña refriega y poseían dificultades, alzando la moral con su actitud impasible y una sucesión de estocadas limpias con el filo de su espada, bien enfocadas en proteger así también a su portadora. Debía demostrar el peso de sus palabras con sus mismas acciones, y para ello, no caería.

Lowen trataba de avanzar con el pesado saco a la espalda, cuando vio que tres mercenarios más se dirigían hacia ellos.

¡Que los dioses nos asistan! - pensó, mientras miraba en derredor desesperadamente, buscando una roca caída tras la cual parapetarse. Tras localizar un obstáculo digno de tal nombre, corrió hacia él, saltando por encima y arrojando el saco de su armadura encima, de modo que se sumase a la cobertura que ya podía proporcionarles.

- ¡Kylean, a cubierto! - gritó al sacerdote - ¡Los tenemos detrás!

Armando una flecha con gran rapidez, Lowen descerrajó una flecha contra los atacantes que avanzaban sobre ellos, confiando en que aquello les amedrentase e hiciese que no siguiesen avanzando. Quizá las puertas que tenían detrás les sirviesen para ganar tiempo después.

El trío de mercenarios amartillan sus ballestas y disparan una salva de proyectiles. Kylian consigue desviar uno de ellos con su bastón de forma admirable y un segundo virote le pasa a un palmo de distancia. Briand, en cambio, es alcanzada por la espalda cuando se disponía a entrar en la caverna y el virote se hunde hasta las plumas a través de su armadura.

Lowenherz responde a los disparos enemigos con el suyo, acertando en la pierna a uno de ellos y haciendo que caiga al suelo gritando de dolor y llevándose las manos a la extremidad herida. Sabiendo que va a convertirse en el blanco de los tiros, el guerrero humano se mueve en busca de cobertura arrastrando tras de sí el saco en el que guarda su escudo y su armadura.

Malherida, lady Le Besco todavía conserva el suficiente coraje como para adentrarse en la caverna y animar a sus camaradas a resistir hasta que Kylian y Lowen consigan llegar hasta ellos. Armada con su espada, asesta una estocada a fondo al caballero de Neraka que a punto está de alcanzarle; desgraciadamente, en el último momento éste logra desviar la acometida con su pesado escudo de acero. Con los ojos llameando de rabia bajo el yelmo, el siniestro guerrero contraataca con su propia espada pero esta vez es Briand quien bloquea el ataque con soltura. Lluvia Estelar intenta ayudar a su compañera pero a punto está de tener un accidente con su lanza.

—¡A las armas! —comienza a gritar el segundo caballero oscuro— ¡Nos atacan!

Glinthalas intenta silenciarle con un disparo realizado desde muy corta distancia, pero la flecha rebota inofensiva contra la negra coraza. El clérigo de Gilean conjura entonces el bastón encantado de su dios para que golpee la espalda del guerrero y así distraer su atención del semielfo. El golpe no parece causarle daño alguno pero sí logra su objetivo de distraerle y permitir a Glin agacharse por debajo del torpe arco que describe la espada enemiga.

En el exterior, los dos ballesteros mercenarios restantes apuntan sus armas contra Lowenherz. El primero falla estrepitosamente, haciendo que su disparo se estrelle contra la pared de roca varios metros por encima de la cabeza de Lowen. El segundo, en cambio, sí consigue acertarle aunque causando una herida bastante superficial.