Partida Rol por web

[DM] Huir de la Abadía de Puente Galeon.

Amores que Matan Nunca Mueren

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01/10/2020, 18:50
Murciélago

Un fuerte golpe en la ventana te sacó de un duermevela visitado por los sueños húmedos con Lachard, más frecuentes desde la visita de los Casmaxadel a la Abadía. Te levantaste de la cama aún adormilado y excitado a partes iguales, y te apresuraste a encender la vela que siempre tenías a mano en la mesilla de tu austera celda. Agarraste el portavelas y te dirigiste a la ventana. El cristal estaba manchado de sangre, y en el alféizar había un murciélago.

El animal estaba despatarrado y malherido; sus heridas parecían más antiguas que el trompazo que acababa de darse contra el vidrio. Sus alas se movían espasmódicamente, y su pecho bajaba y subía con rapidez. Colgando alrededor del cuello había un pequeño cilíndrico metálico como los que les ponían a las palomas mensajeras. Era la primera vez que veías un murciélago desempeñando esas funciones, pero parecía que eso era exactamente lo que tenías delante.

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01/10/2020, 18:50
Bertrand Dotter

- Un extraño despertar. - Pensó Bertrand. - Lachard... - Resonó aquel nombre en su cabeza mientras suspiraba. 

Lo cierto era todavía estaba algo aturdido y hubiera deseado permanecer algún tiempo más en el mundo onírico. La vida real reclamaba su presencia, aunque no estaba seguro ya de que era más real, lo que sucedía a su alrededor o lo que tan solo acontencía en su mente. Fuera como fuera, ahora no podía regresar con Lachard, no regía en lo que sus sueños mandaban.

Bertrand abrió la ventana con cierto recelo. Había escuchado que aquellos animales voladores portaban enfermedades. Daba por ciertas aquellas afirmaciones, pues los murciélagos eran seres muy similares a las ratas pero con alas. Y todo el mundo era conocedor de que las rabias portaban la rabia, la peste o enfermedades incluso peores. No quería que le mordiera, eso lo tenía claro. No obstante, si era un animal adiestrado para enviar correos, posiblemente fuera dócil. Aún así no se fiaba.

No quedaba más remedio que tocar aquel bicho si deseaba descubrir el mensaje que portaba y así lo hizo. Con cuidado y delicadeza acercó la mano hasta el murciélago y lo agarró con suavidad. No parecía ser agresivo y al meterlo en el interior de su cámara aún le pareció hermoso. Agarró el pequeño cilindro metálico y antes de abrirlo hizo lo que se suponía que tenía que hacer.

Tomó aire, cerró los ojos y entonces invocó los poderes de sanación que su buen dios Mitra había depositado en él. Se suponía que un siervo de la Virtud, las Leyes y la Paz, debía ser misericordioso con el doliente y que fuera una sabandija no implicaba que mereciera menos compasión.  Por ello impuso sus manos sobre el animal tratando de sanar sus heridas. Una vez hizo eso si se propuso desenroscar el tapón del cilindro metálico y leer el contenido del mensaje que debía portar en su interior.

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01/10/2020, 18:51
Murciélago

Tus temores resultaron infundados: el murciélago estaba perfectamente domesticado. No sólo no te mordió, sino que lanzó un quedo chillido de alivio cuando sintió la magia curativa en su cuerpo canalizada al través de las manos. Casi esperabas que lamiera tu mano como un perro pero era, al fin y al cabo, un animal salvaje. Se apartó de ti y voló hacia la ventana. Quedó, empero, a la expectativa hasta que desdoblaste el mensaje que había dentro del cilindro.

Conciso y directo a lo que deseaba: justo como la recordabas. Apenas te dio tiempo a terminar de leer el mensaje cuando escuchaste el sonido de unas botas martillear a toda velocidad por las escaleras que conducían a tus aposentos.

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01/10/2020, 18:52
Bertrand Dotter

El corazón comenzó a bombear con una fuerza desmedida en el interior de Bertrand. La conmoción que aquella nota había causado en su cuerpo se vio reflejada incluso en su respiración alterada. El pelo se le erizó y comenzó a sudar. Todo ello en unos instantes previos a que aquellos pasos se acercaran a toda velocidad hacia sus aposentos.

Lo cierto era que nada malo había hecho. Al menos todavía. Pero la verdad fue que se sintió perseguido como si de un delincuente adultero se tratara. No sabía quién podía ser el que estaba ascendiendo hasta su estancia. Tampoco conocía sus motivos, pero parecía alertado por algo. Eso le hizo sospechar muchas cosas infundadas en muy poco tiempo.

Rápidamente guardó el mensaje en el cilindro y lo ocultó bajo las revueltas sábanas de su catre. Cerró la ventana y agarró al murciélago ocultándolo entre sus manos. Acto seguido se dirigió hacia la puerta a la espera de que ésta fuera golpeada con la violencia intrínseca a la presteza que portaba el propietario de aquellas martilleantes botas.

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01/10/2020, 18:52
Tyris

La puerta no fue golpeada con violencia, sino que se abrió, de sopetón. En el otro lado del umbral había un par de generosos pechos que subían y bajaban rítmicamente. Aquel par de senos estaban detrás de una armadura, y pertenecían a una de las guardias de vuestra pequeña congregación. Tyris era su nombre, y habías oído decir de ella que era una mujer hermosa y voluntariosa. Pero al parecer lo de llamar a la puerta antes de entrar como una tromba en las dependencias personales del abad no iba con ella. 

La mujer tenía un antorcha humeante en una mano y la espada desenvainaba en la otra. Jadeaba por haber subido las escaleras a toda velocidad con la armadura puesta.

—¡Señor abad! —te llamó en cuanto pudo recuperar el resuello—. ¿Estáis bien? ¡He visto un monstruo estrellarse contra vuestra ventana!

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01/10/2020, 18:52
Bertrand Dotter

Bertrand ni se fijó en los bamboleantes cántaros de miel que acudieron raudos a su encuentro por tal de defenderle de un posible peligro. No es que Bertrand fuera un santo, prueba de ello era la inquietante nota que acababa de recibir a través de un insólito compañero. En otra ocasión se hubiera fijado de reojo y con toda la discreción que pudiera haber tenido en aquellos generosos pechos, pero en esos momentos tenía otras cosas en la cabeza que inhibían sus más primitivos instintos.

Prácticamente ni comprendió lo que la voluntariosa Tyris acababa de comunicarle. Tuvo que menear la cabeza levemente y frotarse los ojos para poder centrarse y sobre todo para sacar de su cabeza todo pensamiento referente a Lachard. Miró a la guardia y tomó aire.

- ¿Un monstruo dices? – Preguntó. – No he visto ninguno. – Sonrió. – Puedes estar tranquila, Tyris. Si necesito que alguien me salve, serás tú la primera a la que llame. ¿De acuerdo? – Le dijo tratando de ser simpático pero invitándola por la posición de su cuerpo y por las señales que emitía con sus brazos, a que regresara al lugar del que había venido. Tenía cosas más importantes en las que pensar en esos momentos.

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01/10/2020, 18:53
Tyris

Tyris se tragó tu explicación sin pensarlo. Sonrió con candidez e hinchó el pecho -aquellos senos firmes y turgentes que habías ignorado- con orgullo. Envainó su espada y se golpeó el hombro con el puño en un gesto marcial.

—¡Sí, señor abad! ¡Será un honor señor abad! Y... —titubeó—, disculpe por molestarle a estas horas. Estaré en la puerta de las dependencias de los acólitos si me necesita. ¡Buenas noches! 

Tyris giró sobre sus talones y comenzó el descenso por las estrechas escaleras de caracol. Al cabo de unos instantes dejaste de escuchar sus pasos. Soltaste un suspiro de alivio y cerraste la puerta de tus aposentos. Tenías muchas cosas en las que pensar.

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01/10/2020, 18:53
Bertrand Dotter

Betrand suspiró aliviado tras cerrar la puerta. Se apoyó en ésta y volvió a suspirar. Que Tyris se hubiera tragado su falacia aplacaba sus nervios. De haber perseverado en su intento de descubrir el monstruo que había chocado contra su ventana, igual hubieran aflorado los nervios que portaba en su interior y hubiera acaba destapando el pastel.

Mucho era lo que aquel trozo de papel arrugado implicaba. Muchas las perversiones que el contenido del mismo traía implícitas en su texto. Bertrand se lanzó contra la cama en busca de aquel cilindro y empezó a sudar cuando no lo encontró. Revolvió entonces las sábanas y las lanzó por el aire angustiado y pálido como un muerto.

Cuando escuchó el sonido metálico de un pequeño objeto golpeando contra el suelo se giró raudo como un ave rapaz en busca de su presa y trató de localizar el objeto que tanto le preocupaba perder. No lo hizo en un primer momento y tuvo que asir una antorcha y tirarse al suelo, para dos minutos después suspirar aliviado por tercera vez al haberse hecho con el cilindro.

Desenroscó el tapón y extrajo el papel arrugado. “Aun te amo”. Tragó salía mientras algo en su interior se materializaba en el exterior bombeando sangre hacia una parte muy concreta de su cuerpo. A su mente vino de pronto el recuerdo de aquella noche, aquel granero y aquellas suaves piernas entrelazadas en su entrepierna, mientras él sudaba y gozaba con el calor que aquel agujero oscuro le proporcionaba.

“Ven a buscarme a la torre de Lucien”. ¿Dónde diablos estaba ese lugar? ¿Qué hacía allí Lachard? ¿Y si era todo una trampa? ¿Y si Tisef lo sabía? Volvió a bufar. Las manos le temblaban. “El murciélago sabe llegar”. Eso le calmaba. A parecer iban a ser compañeros de viaje. Él y una rata voladora, pues nadie podía acompañarle a aquella... ¿misión?

- Sí, eso les diré a los otros… - Dijo refiriéndose al resto del clero de la Abadía y mirando al murciélago, como si éste hubiera preguntado. – Amiguito… - Señaló al murciélago. - ¿Me acompañarás? ¿Tú que crees que debe hacer el abad? Sin duda debería romper esta… - Negó con la cabeza.

“Siempre tuya, Lachard”. Ya no le quedaba saliva para tragar ni suspiros que soplar. Su entrepierna mandaba en ese momento sobre su cabeza. Introdujo entonces la mano a través de su pantalón y notó el tacto suave y duro de su miembro…

Un pasaje de su pasado que había querido olvidar sin éxito alguno, volvía de nuevo a su presente para alterar de nuevo su vida poniéndola patas arriba. Lo que había sucedido entre él y Lachard no era motivo de orgullo. El desenfreno con el que había gozado con aquella... - zorra. - Pensó. - para acto seguido intercambiar la palabra en su propia mente tratando de engañarse a si mismo, por la palabra... - mujer. - ... era algo reprochable a todas luces. No por el hecho en sí de un amor carnal, sino por la transgresión a toda norma ética y moral que implicaba el adulterio.

Haría lo que Lachard le pidiera. Viajaría a la torre de Lucien, fuera aquella torre lo que fuera y daría con ella. Una vez a su lado no sabía lo que pasaría. No podía planearlo. Lachard mandaba sobre él. La atracción que sentía por aquella mujer le superaba. Le hacía perder la cabeza y le metía en grandes apuros que podían acabar con su carrera.

Claro que le importaba su reputación. Si era descubierto perdería su cargo en la abadía, posiblemente fuera excomulgado en el mejor de los casos. Enviado a un destino inhóspito, encarcelado o condenado a muerte en el peor de éstos. No obstante, estaba decidido. Al amanecer haría los preparativos para su marcha y dejaría atados todos los asuntos de la abadía.

Eso fue lo último que pensó antes de cerrar los ojos y volver a dormirse con las sábanas empapadas en sudor, la mano pegajosa y una sonrisa de satisfacción en el rostro.

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01/10/2020, 18:54
Narrador

No te resultó fácil descansar aquella noche, incluso tras el relax del climax de la masturbación. El dichoso murciélago, como animal nocturno que era, estaba bien despierto y revoloteaba por la habitación como si te estuviera instando a iniciar el viaje de inmediato. Perdiste la cuenta de las veces que te despertó al chocar sus alas membranosas y repulsivas contra tu cara. 

Pudiste descansar a placer cuando, por fin, el bicho se quedó dormido poco antes de que cantara el gallo. Razón por la cual dormitaste hasta bien entrada la mañana, pese a tus planes de iniciar tu viaje secreto de secreto al rayar el alba. Cuando despertarte, lo primero que viste fue la ventana manchada de sangre. Con el corazón latiéndote con fuerza en el pecho te percataste de que habías olvidado limpiarla, y allí estaba, a la vista de toda la congregación, como mudo testigo de la mentira que habías lanzado a Tyris la noche anterior. ¿Cuántas personas habrían visto la ventana desde el patio? ¿De cuánto tiempo disponías para borrar la prueba incriminatoria? ¿Y cómo ibas a sacar al murciélago de ahí, a plena luz del día y a la vista de todos?

Ajenas a tus tribulaciones, las campanas doblaron en la abadía, llamando al primer rezo de la mañana. 

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01/10/2020, 18:54
Bertrand Dotter

- Vaya… - Murmuró Bertrand. – De día se aprecia mucho mejor que de noche la mancha de sangre en la ventana…

El abad se puso en pie sin demasiadas preocupaciones en la cabeza referente a la mancha de la ventana. No obstante, tenía que limpiarlo. Antes de nada se limpió las manos y la cara, así como las axilas. Que menos que tener un balde con agua para el abad, listo para asearse nada más levantarse.

Una vez hecho aquello se acercó a la ventana con las cejas fruncidas y se llevó la mano al mentón examinando la mancha carmesí del vidrio de su ventana. Abrió las ventanas de par en par y a la vista de todo aquel que estuviera bajo su ventana examinó de cerca con apariencia sorprendida aquellos restos. Acto seguido tocó con el dedo la sangre.

- Esta seca… - Se dijo a sí mismo. – Al final tenía razón Tyris. – Exclamó lo suficientemente alto para que fuera oído pero lo suficientemente bajo como para que no pareciera premeditado el que alguien le oyera decir aquellas palabras.

Justo en ese momento miró hacia abajo buscando por unos segundos algo que sabía que no encontraría. Miró de lado a lado y entonces negó con la cabeza, para acto seguido volver a mirar la ventana manchada y volver a llevarse la mano al mentón.

Se vistió de forma apresurada y salió de su alcoba. Su destino era evidente al menos para él. Necesitaba encontrar a Tyris. Ella sabría mucho más que él acerca de lo que había chocado contra su ventana. Ella había dicho que había sido un monstruo. Él sabía que no, pero debía parecer a ojos del resto, interesado en el asunto.

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01/10/2020, 18:55
Mendo

Era difícil decir si alguien había asistido a la pantomima de Bertrand. Los pocos monjes que estaban fuera, en el patio de la abadía, estaban demasiado ocupados apresurándose para llegar a tiempo a los rezos matutinos que para levantar la vista en dirección a la ventana del abad. A decir verdad, el abad debería presidir dichos rezos matutinos en vez de dirigirse a los aposentos de una guardia que descansaba después de una noche en vela cumpliendo sus obligaciones.

Pero Bertrand tenía otras prioridades. Unas que nada tenían que ver con lo divino. Empero, el destino tenía para él otros planes. En el camino se cruzó con uno de los novicios, indistinto para alguien en posición tan encumbrada como la de Bertrand. Pero, como era natura, el novicio lo reconoció de inmediato.

—¡Señor Abad, le he estado buscando por toda la abadía! El Señor Oderlof llegó a caballo a los gallos cantar. Desea hablar con vos en privado con premura —dijo el novicio a toda velocidad—, pero dice ser consciente de sus responsabilidades para con nuestra humilde congregación y está dispuesto a esperar a que oficiéis la misa para entrevistarse con vuestra merced. El padre Ander está dispuesto a sustituirle en los oficios si fuera menester. ¿Cuál es vuestra decisión?

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01/10/2020, 18:55
Bertrand Dotter

Bertrand inspiró profundamente mientras se llevaba la mano a la cara tratando de despejarse. Había sido una noche movida con todas las tribulaciones que atormentaban su mente. El murciélago revoloteando por su estancia no había ayudado a que conciliara el sueño. Tampoco Tyris y al amanecer la ventana y su pantomima para tratar de… no sabía muy bien tratando de hacer que.

Tisef Oderlof se había convertido en una pesadilla para él. Su existencia hacía mucho más difícil la suya. Era un buen hombre y un devoto y fiel siervo de Mitra, pero eso no lo hacía menos molesto. Que Tisef confiara ciegamente en Bertrand era otro problema de difícil solución. La decepción que sufriría si supiera su secreto digna de una obra dramática.

Lo cierto era que si Tisef Oderlof no existiera y no se hubiera casado nunca con Lachard Casmaxadel, él podría haberse convertido en su esposo. Umsaralen, el padre de su amada no hubiera opuesto pega alguna. De hecho sin duda estaría feliz por el enlace. Pero la mano de Lachard hacía mucho que había sido entregada a los Oderlof. Mucho antes de que Bertrand conociera a aquella mujer de hecho.  

Bertrand bufó todo el aire que portaba en su interior tratando de sosegar su alma. No miraba al novicio. De hecho no miraba hacia ninguna parte, tan solo mantenía los ojos cerrados intentando pensar. Por fin abrió los ojos y miró a aquel joven que había acudido con premura a aportarle las nuevas que traía consigo.

- Sé que Tisef… - Carraspeó. – El señor Oderlof sabe de la importancia de que el Abad presida los oficios matinales. – Hizo una pequeña pausa. - Cuando  dice que puede esperar, es porque realmente puede esperar.

- Entiendo. – Dijo el novicio dándose media vuelta por tal de acudir con presteza a entregar el mensaje al invitado de la abadía.

- No obstante… - Bertrand interrumpió la marcha del novicio. – Quiero que le digáis al padre Ander que asistiré a los oficios, pero que deseo que por hoy sea él quien los dirija.

Bertrand deseaba tener algún tiempo para reflexionar antes de encontrarse con Tisef. Aunque lo cierto fue que se precipitó un tanto al decir aquello. Si oficiaba el padre Ander, tendría que dar una explicación del porqué de tal decisión. Ya la bastaba con las miradas inquisidoras que seguramente se fijarían en la sangre de su ventana.

- Isamel… - Llamó de nuevo la atención del novicio. – Olvídalo. Pensaba hacer un… - Sonrió quitándole importancia. – Dirigiré los oficios. – Hizo una pausa. – Lo que sí puedes hacer es mandar a alguien a mis estancias. Algo chocó contra mi ventana en plena noche y manchó de sangre el vidrió. Tyris fue consciente, pero yo no escuché nada salvo sus pasos corriendo en mi defensa… - Sonrió de nuevo. - Si alguien pudiera hacerse cargo…

- ¡Eres un estúpido Bertrand! - Pensó. -¡Céntrate o harás que la gente sospeche!

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01/10/2020, 18:55
Mendo

Si Isamel se percató de algo extraño en la conducta de Bertrand se cuidó mucho de demostrarlo.

—Desde luego, señor abad. ¡Yo me encargo personalmente! 

El novicio se apresuró a obedecer los mandatos de su superior. A informar al padre Ander, primero... y a limpiar el estropicio de su ventana, después.

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01/10/2020, 18:56
Narrador

Oficiaste los rezos y ritos matutinos con la facilidad de alguien que lo ha escuchado cientos de veces desde los bancos, y lo ha realizado otras tantas veces desde el altar para la congregación. Tus monjes, disciplinados, habían asistido a las oraciones, rezado cuando tocaba y manteniendo el silencio cuando así lo pedía la ceremonia. Hasta llegado el momento en el que el oficiaba la ceremonia -tú-, dedicaba unos pensamientos a su congregación que nada tenía que ver con las sagradas escrituras de Mitra. Era el momento en el que todo el mundo prestaba especial atención: se alejaba de la rutina, y esperaban la sabiduría del líder de la congregación.

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01/10/2020, 18:56
Bertrand Dotter

- Hermanos… - Dijo entonces el abad. – Cuando llegué aquí todo era desolación… - Suspiró. – Como sabéis hace algunos años la Abadía fue atacada por hombres bestia. El capitán Taclan nos despertó a mí y a muchos valerosos hombres para acudir a Puente Galeón por el ataque. El edificio principal estaba en llamar, todo fue arrasado. Los monjes degollados y tan solo dos monjes terriblemente quemados pudieron contar lo sucedido. Llegamos tarde para salvarles. – Miró hacia el suelo afligido. – Pero hoy la Abadía se ha vuelto a levantar más hermosa que antes si cabe. El que en su día fue un lugar de rezo y recogimiento, pasó a ser un lugar de dolor y desolación y ahora es un lugar de buenaventura y peregrinación. – Meneó la cabeza de forma afirmativa. – Si, hermanos, la vida es un ciclo. No sabemos dónde estaremos mañana, pero sí sabemos dónde estamos hoy. Disfrutemos el momento y sobre todo, aprovechémoslo. – Hizo una breve pausa para tomar aire. – Esta noche se estrelló contra mi ventana un murciélago y la diligente Tyris acudió rauda a mi protección. – Sonrió. – No sé qué mal podría hacerme ese pequeño ser, pero gracias de todas formas Tyris. – La buscó con la mirada y ante aquella broma se escucharon algunas risas comedidas. – Más allá de este hecho que parecía aislado, me ha hecho caer en la cuenta de que todavía tengo muchos asuntos pendientes allende los muros de esta Abadía. Es por ello que debo anunciaros hoy, que emprenderé un viaje de peregrinación allá donde Mitra me lleve y lo haré en solitario. Necesito la iluminación con la que sólo la soledad y la fatiga del camino pueden obsequiarme. Mi ciclo aquí ha acabado, al menos de momento. Puede ser un hasta siempre o un hasta luego, sólo Mitra podrá iluminarme con las respuestas que deberé encontrar en el camino... – Palabras de asombro y se escucharon de un lado a otro de la capilla. – Nombraré un administrador, que llevará a cabo las funciones de Abad hasta mi regreso, que espero sea pronto, pero que no puedo determinar una fecha. Y estoy seguro de que quien designe lo hará bien… - Tragó saliva. – Muy bien… - Susurró para sí mismo.

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01/10/2020, 18:56
Muadril

Tyris no estaba en la estancia. Los guardias no estaban obligados a acudir a los rezos, aunque muchos lo hacían de todas formas, y ella no era ninguna excepción. No obstante, había pasado toda la noche en vigilia, cumpliendo sus obligaciones. A esas horas, debería estar durmiendo. 

Tus palabras arrancaron muchos murmullos confusos entre los novicios. Nadie entendía por qué te marchabas de forma tan súbita, ni qué diantres tenía que ver el murciélago en todo aquello. Entre los monjes de más rango, los comentarios eran más airados que otra cosa. Leíste «sumamente irregular» en los labios del padre Ander.

—¿No es obvio? —alzó la voz uno de los sacerdotes más jovenes.

Reconociste de inmediato la voz segura y el ademán imperativo de Maudril. Un aasimar clérigo de Mitra: uno no podía imaginarse muchas personas inmersas en un camino más recto y virtuoso que él. En cambio, había algo en él que inspiraba preocupación entre los sacerdotes más ancianos: parecía un ángel a punto de caer.

—Una criatura tan abyecta como el murciélago es un símbolo del mal, que choca contra nuestra Iglesia y muere. Es una señal de la diosa para que abandonemos la seguridad de nuestros muros y hagamos lo que mejor sabemos hacer: combatir el mal allá donde se encuentra.

El discurso del aasimar dejó a los novicios con un gesto confundido. Cruzó la estancia a grandes zancadas y, antes de que el clero de mayor rango pudiera protestar, hincó una rodilla  en el suelo frente a ti.

—Permitidme acompañaros en vuestra sagrada misión, abad.

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01/10/2020, 18:57
Bertrand Dotter

Aquel anuncio no era producto de la improvisación. Había estado meditando en ello durante parte de la noche y también por la mañana. En su cabeza había sonado bastante convincente y en efecto parecía que su bulo había resultado creíble. Aunque no por ello había sentado mejor entre el clero de la iglesia de Mitra. La confusión de los novicios, sumada a las críticas de los castas superiores de la iglesia y el comentario final del padre Ander, hacía que toda la farsa que había creado se tambalease.

No obstante, un ángel como caído del suelo llegó en su ayuda. Maudril era sin duda una de las caras más prometedoras de la iglesia de Mitra en la zona le soltaba un capote. Ni el mismo hubiera creado un embuste mejor. Cuando aquel aasimar comenzó a hablar de combatir el mal, símbolos malignos y mandatos de la diosa Mitra, Bertrand pudo respirar. Sin duda aquella ayuda provocaría un cambio en gran parte de los novicios y quizás también en alguno de los estancados patriarcas de la iglesia.

No obstante, he ahí un nuevo contratiempo. Maudril se ofrecía a seguirle en su cruzada aún sin saber nada acerca de ella. Poco más sabía él ciertamente. Lo que difícilmente podría explicarle era la verdadera razón de todo aquello. Lachard era una buena razón para abandonar todo aquello. Una buena razón a sus propios ojos, que no lo sería a ojos del resto de la iglesia y seguramente menos todavía a ojos de Maudril. ¿O no? 

Decían de Maudril que era recto y virtuoso y que nadie describía mejor que él lo que implicaba ser un clérigo de la diosa Mitra. También se decía sin embargo, que una alargada sombra se cernía sobre su cabeza y que era casi seguro que tarde o temprano acabaría por cometer un error. Un error que le convertiría en un proscrito entre los suyos y en un paria entre los ajenos. ¿Qué mejor compañero se podía pedir para una misión como la que debía emprender?

Sin embargo, nada tenía claro. Aceptar a Maudril sería lógico. Un compañero como él siempre podía resultar útil en un entorno hostil. Le conocía lo suficiente como para saber que podía llegar a entender lo que le había sucedido con Lachard, aunque sin duda no compartiría la manera con la que Bertrand actuó. Para él era fácil siendo un ser con sangre celestial. Bertrand lo tenía más difícil, al fin y al cabo no era más que un simple humano.

- Gracias Maudril. - Dijo al fin. - Es una oferta muy generosa por tu parte, amigo... - Hizo una pausa. - Pero... - Siempre había un pero tras una frase como la anterior. - ... En principio debía ser un viaje de peregrinación y soledad. Un viaje de autoconocimiento que me debía llevar a un estadio de comprensión superior. - Poso su mano sobre el hombro del aasimar. - No obstante, consideraré tu oferta. No es fácil despreciar la ayuda de un ser tan luminoso como tú...

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01/10/2020, 18:57
Muadril

El aasimar tensó las mandíbulas, obviamente contrariado porque hubieras rehusado su oferta.

—Espero que lo reconsidere, Abad —susurró con voz glacial, levantándose bruscamente.

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01/10/2020, 18:57
Padre de Ander

Detrás de Maudril se había abierto camino, como un galeón en un mar embravecido, la corpulenta figura del Padre Ander. El hombre más poderoso de la congregación, obviando al propio abad, te fulminaba con la mirada. Ander se mesó la barba: larga, densa y rizosa, que temblaba de pura furia. Pero ambos hechos no tenían nada que ver. La barba de Ander hubiera temblado con la justa ira de los fieles de todas formas. Era una barba recta, piadosa, que elevaba el acto de estar furioso de forma justa a la categoría de arte.

—¡Señor Abad! ¿Le importaría que discutiéramos este asunto en la sacristía, usted y yo?

El tono que utilizaba parecía sugerir que el corpulento sacerdote estaba dispuesto a llevarte allí a base de empellones, si era menester. 

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01/10/2020, 18:58
Bertrand Dotter

El padre Ander era un ser severo. Severo como su adusta e inquietante barba. De todos los miembros de la congregación era con ese hombre con quien menos ganas tenía de compartir una charla en esos momentos. Ander el iracundo, así era conocido entre los novicios, aunque poco a poco el mote se había ido extendiendo también entre los hermanos de pleno derecho de la concregación. Bertrand le llamaba Ander el siniestro, aunque no había compartido tal sobrenombre con nadie hasta la fecha.

Se giró hacia aquel hombre topándose consu protentosa y característica barba, la cual siempre caminaba un paso por delante del resto de sus ser. Bertrand le dedicó una mirada seca y carente se significado, pero que sin duda se interpretaría como las pocas ganas que tenía en ese momento de conversar con él. No obstante, parecía imposible impedirlo.

- Creo, padre Ander, que todavía sigo siendo el abad de esta abadía... - Tenía que parecer fuerte. - Creo que ese tono no es el adecuado para dirigirse a mi. A mi ni a ninguno de nuestros hermanos de hecho. - Tomó aire e hinchando el pecho. - Podemos hablar de lo que sea necesario, pero no ahora. Tengo labores que hacer  en este instante.