Partida Rol por web

Los relámpagos acojonan, son una puta mierda y el día no ayuda con ese clima de muerte. Pero la cuestión es ponernos de acuerdo, considerando que el arma del policía está cargada y me pregunto quién fue el idiota que recibió esos dos disparos. Ya no debe contar el cuento. 

Después Morgan parece ser la voz cantante del grupo y no me jode, alguien tiene que hacerlo y yo sin lengua como que está jodidamente difícil. Por ello es que hago un gesto de que apoyen al barbudo, tiene un arma, así que a tomar por culo los actos de rebeldía que no es hora de medir las pollas. 

Eso sí, doy unas palmadas con mis manos para que me miren y les indico que debemos ir a revisar, haciendo con los dedos un gesto señalando los ojos, y luego alrededor. Calculo que me entienden, sino pues con actos. Es horrible ser mudo. 

-Cuatro balas en un cargador de seis -comenté, sorprendido, por lo que aquello significaba-. Nuestro amigo sin cara disparó dos veces antes de que lo mataran. -"Y ninguno de nosotros está herido. Puede que Bola de Billar tenga razón" pensé para mis adentros-. O eso, o solo llevaba cuatro en el tambor y estaba más retrasado que Rain Man.

Escuché a Douglas y sonreí con malicia.

-Si quien mató al poli sigue en la casa o nos espera fuera, lo llenaremos de plomo y saldremos de aquí cagando leches -le espeté, sujetando la pistola-. Vayamos a mirar qué mierda es el sonido de esas voces.

Sin más, decido dirigirme hacia la habitación adyacente para comprobar si se trataba de un televisor encendido. Juraría que no había oído lo más mínimo antes de que ese último relámpago. ¿Tendrá razón Douglas y habrá alguien más con nosotros en esta casa?

No seré el más listo, pero sé sobrevivir... pensé mientras miraba al calvo con violentas intenciones. Luego intenté adivinar lo que 'decía' Pfeiff y, tras las palabras de Morgan, conseguí entenderlo.

—Jojojo—reí burlonamente— Mirad, el canijo no puede hablar. ¿Te ha comido la lengua el gato o qué?

Y mientras le señalaba, casi olvidándome de lo ocurrido hasta entonces por mi ingeniosa ocurrencia, avancé junto al jefe.

Me doy la vuelta y encaro la situación, mantengo un gesto tranquilo y pausado, bastante frío en realidad:

-Bien...Gantry no seas malo. Es evidente que al chico le faltó aire al nacer, le podría pasar a cualquiera. Seguro que a ti también te ha faltado algo. Un nutricionista, por ejemplo. - me encojo de hombros y me acerco a Pfeiff para palmearle en el hombro en gesto de apoyo- No le hagas caso, el sistema no ha funcionado con él, pasa a menudo con los tipos de su...envergadura. Creo que estar tan gordo les acompleja tanto que sólo pueden pensar en comer y dar mamporros, ¿verdad que sí bola de sebo?- mi sonrisa se vuelve socarrona y le guiño un ojo al barbudo.

Entonces veo que Morgan se envalentona por tener aquella pipa en la mano y va solo a la habitación de al lado.

-Espera Morgan hijo de mala puta, vas a conseguir que te maten...-y me encamino tras él.

Decididos y un tanto cautelosos, salís uno detrás de otro del salón comedor en el que os encontráis por unas puertas francesas. El pasillo está tan recargado de adornos y cuadros de escenas de caza y campiña que parece más pequeño de lo que realmente es. Tenéis la sensación de que las paredes se comban sobre sí mismas a vuestro paso con tanto adorno.

A vuestra derecha dejáis una cocina. Atrás, unas escaleras que van hacia el piso de arriba y al sótano. Al fondo, el pasillo tiene un par de habitaciones más. La habitación contigua es a todas luces una salita con un sofá, una butaca y una televisión que hace fuertes interferencias por la tormenta. Se ha debido de encender con el estallido eléctrico del rayo. No es lo normal, pero cosas más raras se han visto.

La tormenta amaina un poco, aunque sigue lloviendo y el agua sigo golpeando los cristales de la casa. No parece haber nadie, por lo menos en la salita o en ninguna de las habitaciones contiguas.

—...que se queden en sus casas... —advierte quien parece la presentadora de algún telediario local con imagen inestable y entre una cacofonía de ruido blanco—. ...presos del ala psiquiátrica de la car... —la emisión se corta brevemente—, ...condado. Nos encontramos frente al autobús que transportaba a decenas de reclusos para llevarlos a otras cárceles —la emisión se estabiliza. El plano se abre y la mujer se encuentra frente a un autobús volcado con el mismo escudo que el bordado en la camisa del hombre muerto del salón—. Así es, la inundación ha llegado a Liberty y en concreto a esta instalación, por lo que no ha quedado otra que recolocarles. Actualmente, se están investigando las causas del accidente, pues no solo está volcado, sino que como podéis observar, todo el techo, toda la parte superior, está arrancada de cuajo —muestra mientras la cámara se acerca—. Por el momento, las autoridades están tratando de identificar todos los cuerpos, pero se cree que cuatro de los detenidos y un guardia de seguridad que les acompañaba se encuentran actualmente en paradero desconocido, Megan.

La conexión vuelve al plató y pasan a otra banalidad irreverente, como que Gloria Estefan acaba de sacar su tercer álbum de estudio como solista, Mi tierra.

«Que gordo pija chica.»

Pienso al escuchar sus palabras, no voy a caer en esa y agradezco la camadería del otro. Así que le alzo el pulgar mientras continuamos avanzando ya que el viejo de la barba está de acuerdo. No obstante la sorpresa llega a mi rostro cuando la televisión nos da un poco de información. Es una puta mierda, somos los loquitos desaparecidos así que les hago un gesto para que escuchen y a ver que dicen. 

Lo que no entiendo es porqué no recuerdo nada, aunque ahora toca explorar la caza debe tener más armas el tío que vive aquí porque está lleno de animales. Así que le doy un codazo a Simon para que me ayude a revisar cajones, armarios, lo que sea para encontrar algo con lo cual disparar. 

Esa pseudo tranquilidad de la tormenta bajando un poco de intensidad deja paso a unas voces en el piso de arriba. ¿Unas cuantas o una sola? Desde arriba se oye una voz de un niño, que por su timbre no tendrá más de cinco o seis años, proveniente de las escaleras.

—¿Papá? Papá, ¿eres tú? —grita asustado—. Los truenos me dan mucho miedo y mamá y Susan todavía no han vuelto. Teddy y yo nos hemos escondido en la cama así que no nos pasará nada, pero menos mal que has llegado, papá. ¿Papá? —interroga, con un poco de pánico en su voz.

Por lo poco que habéis podido ver de la arquitectura de la casa, las escaleras del piso de arriba descienden y a media altura, en un descansillo, giran noventa grados hacia el otro lado, de tal forma que quien sube o baja lo hace hacia la pared y después da media vuelta para seguir subiendo.

Oís desde arriba cómo los escalones más altos, de los que no tenéis visibilidad, crujen bajo el peso del niño. Está bajando.

—Papá, ¿estás ahí? —trata de confirmar.

Hago caso a la seña del mudo Marcell y le sigo hasta los muebles empezando a abrir algunos cajones, escuchando de fondo lo que la guarra de la televisión pública dice. Esa historia encajaba con lo que ellos aparentaban, con el guardia muerto y sus uniformes. Pero aún faltaban muchos datos...desgraciadamente, mis pensamientos acelerados se detienen en seco al oír la vocecilla infantil, dejando el cajón a medio abrir me llevo un dedo a los labios y miro de una pasada a todos mis extraños amigos para que entiendan que deben guardar silencio.

Dada la distribución de la puerta con respecto a la dirección de la que vendrá el niño, me coloco en un punto ciego de la entrada y cojo el primer instrumento metálico del cajón que he abierto, sea una cuchara, un cuchillo, lo que sea. Mis manos me dicen que solo es una cuestión de cómo lo cojas y, al ponerlo contra la piel de alguien asustado, se sentirá como una navaja.

Demasiado atento a la tele, ni escuché las palabras Douglas. No había que ser un lumbreras para relacionar las noticias con ellos.

Me acerqué a la cocina, buscando algún cuchillo majo, a falta de un bate o algo mejor. Cuando escuche la voz me dispuse a colocarme par atraparlo, hasta que vi a Douglas haciendo lo mismo, así que me aparté un poco para ver la 'captura' sin interferir.

Era evidente que en la televisión se estaba hablando de nosotros. Presos del ala de la psiquiátrica de la ¿cárcel?, que se habían fugado de un autobús que transportaba a numeros reclusos. Por si no fuera suficiente casualidad, me fijé en el escudo del autobús, el mismo que el del segurata muerto. Bien, al menos ya sabíamos de donde veníamos. Ahora lo importante era a donde íbamos a llegar.

-¡Puta mierda! -exclamé, sabiendo que si la noticia estaba saliendo por televisión, eso significaba que ya no disponíamos de tanto tiempo para escapar como me hubiera gustado.

En ese momento, escuchamos el sonido de la voz de un crío, proveniente del piso de arriba y que parecía estar bajando por los escalones justo en esos instantes.

-Hay un chavalín -dije, llevándome un dedo a los labios para que todos bajásemos el tono-. Vayamos a por él. Puede que necesitemos tomar algún rehén si la cosa se pone complicada -Miré a Gantry. Encajaba bien en el perfil de presidiario que se entendía bien con los niños-. En cuanto aparezca, agárralo. Por tu tamaño, el chaval se va a mear en los pantalones. Pero no le hagas daño. Lo que menos nos interesa es dejar atrás un crío muerto.

Sigo buscando en los cajones algo para defenderme y escucho la voz del crío, esto produce un gesto de mi parte que refleja inconformidad. No sé, puedo ser un tremendo hijo de mi madre pero no toco a los niños. Política de un asesino, algunos no la tienen y yo de alguna manera sí, aunque no recuerde una puta mierda de lo que hice o porque estoy aquí. 

No obstante veo que se organizan, también busco un punto ciego y espero que estos cabrones no lo maten. Así que apretando los dientes, la mandíbula se tensa y espero a ver que hacen. La verdad es que no sé como terminamos en este lugar con dos niños en las habitaciones. ¿Tan desesperados estábamos? Me preocupa, esto no pinta bien. 

El niño sigue bajando lentamente por las escaleras, cuya madera emite un lamento a cada escalón que baja. Este efecto, combinado con el ruido que produce la tormenta resulta suficiente como para enmascarar el sonido que produce Douglas al abrir los cajones con velocidad y decisión.

—¿Papá? Mamá y Susan están tardando mucho en llegar, papá. Dijeron que no tardarían mucho, fueron a comprar cosas para la cena.

Gantry se desplaza hasta la cocina y coge un cuchillo bastante grande. No llega a ser un cuchillo jamonero o de carnicero, pero lo suficientemente grande como para matar a alguien. Probablemente, cualquier cuchillo en manos de este grandullón sea lo suficientemente letal como para matar a alguien. De hecho, probablemente este grandullón podría matar a alguien con sus manos desnudas sin necesidad de ningún arma.

Morgan se mantiene en la habitación del televisor, manteniendo el mando de la situación con el revólver en la mano. Detrás suyo, Pfeiff abre y cierra los armarios de la salita sin encontrar nada más que algunas copas, platos y horribles souvenirs. Al oír al crío, se mantiene alerta, oculto, desarmado.

Cuando el niño llega hasta abajo, Douglas se le abalanza por detrás, poniéndole la mano en la boca y poniéndole en la espalda un abrecartas metálico que a todas luces se siente como un pequeño cuchillo de punta roma.

El niño, claramente de unos siete años, no más, abre los ojos como platos y comienza a revolverse sin éxito. Llora como un descosido y Douglas puede notar en su pie derecho la calidez del pipí del crío, que acaba de hacerse sus necesidades encima del susto. Comienza a hiperventilar. Claramente, le está faltando mucho el aire. Inspira, expira, inspira, expira, cada vez más rápido.

Salía de la habitación del televisor en ese momento, arma en mano, observando que Douglas había atrapado al crío y que en aquellos instantes estaba cubriéndole la boca y amenazándolo con un abrecartas. No pasé por alto que el muchachín estaba meándose en los pantalones, aunque lo más chungo es que pareciera que estaba quedándose sin aire.

-¡La mano, Douglas! ¡Quítasela, se está quedando sin aire! -exclamé, al vez como el niño estaba hiperventilando rápìdamente. Lo que menos me interesaba en aquellos instantes es que nos colgaran el asesinato de un crío.

El crío se nos asfixiaba allí, me lo veía venir. Por ello, avancé con rapidez en dirección a Douglas y le di un culetazo al niño en la cabeza con intención de que dejarlo inconsciente.

En el momento en que Morgan pronuncia esas palabras, una luz entra momentáneamente por la ventana de la cocina, reflejando en el pasillo y, acto seguido, desaparece.

Oís desde fuera lo que parece el motor de un coche dirigiéndose hacia la casa. ¿El padre del crío, tal vez? ¿Tal vez su madre? ¿La tal Susan? Qué coño, ¿la policía, que os busca por lo del autobús?

Alarmado por las luces, le hago un gesto a Douglas para que vuelva a cerrar la boca al niño. Sólo nos faltaba que gritase y nos descubriese justo ahora. Rápidamente, me fui hacia la puerta de entrada y me puse detrás de la puerta, de tal forma que al abrirse quedase yo oculto por la hoja, y esperé a que alguien entrara, cuchillo en mano, presto para hundirlo en la carne del pobre desgraciado que cruzase el umbral.