Partida Rol por web

La tercera mañana en Bannak. Tres era un buen número y más que suficiente para poder afirmar sin lugar a dudas que las mañanas en el Salón eran jodidamente aburridas, solíais estar prácticamente solos. No obstante hoy os parecía que era un día cojonudo, muy bueno pues si el soplo que habíais recibido era cierto una diligencia cargadita de oro llegaría al atardecer al pueblo y aquello era prácticamente un regalo: puesto en bandeja. 

Ni un alma os acompañaba aquella mañana tampoco, la mayoría estarían de resaca, así que podíais hablar con bastante tranquilidad... echar una partida... o incluso agenciaros algo para beber. 

Creo que le hubiese descerrajado un tiro en la cara a cualquiera de mis compañeros para animar un poco el ambiente y que hubiese algo de colorido en estos malditamente tediosos días. Pero eso estaría mal, como decía mi papá, “solo vale la pena matar a un hombre por su caballo”. Y yo tenía ya uno.

Bajé las escaleras satisfecho por la noche pasada. Al menos esa zorra de Claudia sabía hacer feliz a un hombre. A un hombre con dinero en el bolsillo. Y mi bolsillo empezaba a estar tan desierto como el puto Bannak por las mañanas. Me giré al escuchar a la atolondrada chica correr hacia mí, su delicioso cuerpo embutido en su batín azulado (que yo le había regalado el día anterior), y me estampó un beso que me absorbió hasta el alma, y luego regresó igual de saltarina a la habitación. Joder, qué mujer.

El barman me pasó una botella de bourbon decente y con ella en una mano y cinco vasos en otra tomé asiento de frente a la entrada, en nuestra mesa del rincón. Me serví el desayuno matutino y aguardé a esa pandilla de perezosos capullos.

Si había algo más aburrido que las noches en Bannak eran sus mañanas, donde la poca gente que habitaba aquel pueblucho se marchaba a trabajar, o lo que quiera que hicieran durante el día. Si no fuese porque era un buen sitio para esconderse y estar tranquilo para preaparar el próximo golpe se habría marchado ya. Desde luego por la compañía no era.

Cuando bajó al salón el borrachuzo de Vásquez ya había pillado una botella y estaba bebiendo, así que Josh también aprovechó que el barman no estaba y se agenció otra para él. Una buena manera de mantener la resaca fuera era seguir bebiendo.

Con un gruñido que venía a ser un "buenos días", fFaraday se sentó enfrente del mejicano y sacó su baraja.

-¿Una partidita?-

Como sabía que no iba a querer se puso a barajar las cartas con una mano, cuando acababa levantaba la primera carta. Siempre era el as de corazones.

-Parece que alguien me quiere mucho.-

Sonrió mientras daba otro traho y se encendía un cigarrillo.

Otra noche más, demasiadas para ser contadas, las pesadillas le habían atormentado, cubriéndole de una fría capa de sudor que trataba de quitarse con una toalla y el agua fría de una jofaina. Veía sus caras, cada una de las caras de los hombres que había abatido a una distancia que nadie esperaba serlo. Había sido un tirador de élite en el ejército, en el perdedor para su desgracia, y su especialidad siempre habían sido los oficiales unionistas. Les dibujaba un tercer ojo en su frente y se largaba, sin mirar atrás. Cuantos habían sido? demasiados, buenos hombres, bravos guerreros y él los veía, una y otra vez en sus sueños. Le señalaban con el dedo, un dedo largo y huesudo, mientras le preguntaban en silencio un porqué que no iban a recibir.

Se miró al espejo y no se reconoció. Barba, mirada febril, rostro anguloso. Vivía de la fama, de las peleas de callejón, de lo que fue una vez y no había vuelto a ser, el rifle más certero del oeste. No había vuelto a disparar, se había jurado que no lo haría, pero la vida lo había empujado a la vida de cuatrero y se había visto envuelto con un grupo dispar de rufianes. Se puso las botas, el revolver en el cinto y bajo de la habitación como un espíritu en pena. A mitad de escalera mudó su expresión en una de seguridad, de advertencia, de no te metas conmigo porque meo plomo y tengo muy mala leche, y se encontró allí a Vasquez y Faraday desayunando.

Se sentó al otro lado de la mesa circular, se tocó el sombrero y espetó al camarero - Whisky y huevos con bacon, el bourbon es bebida de niños y güeros. - Dijo mirando a Faraday y se dejó caer en una silla y miró a Vasquez. Sonrió con ironía, no sabía que significaba eso de güero, pero era algo que le decía Vasquez a Faraday, así que no debía ser algo amable - Una partida, por supuesto, pero con otra baraja, y descamisado. No es bueno para la cartera el jugar contigo sin esas sanas precauciones.

La puerta de la taberna se abrió, dejando ver la alta y atlética figura del indio. Igual que las otras dos mañanas, su aspecto, o había madrugado mucho o no había pasado la noche allí. Las pertenencias de Cosecha Roja no eran muchas, y las llevaba siembre consigo, y a los indios tampoco es que les diesen las mejores habitaciones del lugar.

—Café —dijo simplemente al barman. Desde que se había separado de su tribu había cogido una gran afición a aquella bebida caliente y fuerte, que hacía ver mejor, oír mejor, correr mejor. Todo lo contrario que el alcohol, que con tan solo beber una cerveza aguada ya le hacía marearse. Una vez servido, se acercó con la enorme taza metálica a aquellos blancurcios. Habían recibido todos el soplo, pero no estaba muy seguro de que fuese buena idea trabajar juntos. 

En ese momento se abrió la puerta del Bannak y se dibujó la silueta de Horne, sucedió como cada uno de los tres días que llevaban en aquel maldito pueblo. La primera vez que le vieron hacer eso se sorprendieron, pero no tardaron en apender que Jack Horne no era de los madrugadores. Más bien era de los que no valoraban los placeres del pueblo, pasaba el día en el pueblo para estudiarlo como todos, pero en cuanto llegaba la hora de planchar la oreja, ponía tierra por medio y se iba a, sólo Dios sabía donde, a dormir. Definitivamente llevaba mucho tiempo en la montaña.

—Buenos días —saludó mientras daba un par de pasos hacia donde se sentaba Josh e hizo crujir sus hombros—. No me des una puta carta. He venido a por lo bueno: Whisky y a hablar de nuestro negocio.

Miró brevemente al indio mientras sopesaba sus palabras:

—Y después cada uno por su lado. 

Red no apartó la mirada ante el vistazo que le había echado el viejo. Tan solo dio un sorbo al café y miró con curiosidad la baraja que hacía bailar aquel tipo. Había visto a mucha gente barajar mazos, por supuesto, pero pocas con la habilidad de aquel hombre. El indio nunca había jugado al poker, no tenía ni idea de como iba, pero tenía afición a intentar descubrir quien era el mentiroso. O como decían ellos "iban de farol".  El porque se valoraban las mentiras era algo que no alcanzaba a entender, igual que no entendía a quienes aplicaban esas mismas tácticas a la batalla. Era poco honorable. Si había que matar a alguien no se fingía lo contrario. Se le cortaba el cuello y listo.

Miré de soslayo a Josh, mi saludo a su propuesta fue una sonrisa cínica, entretanto llenaba en silencio los cinco vasitos. Yo no era de hablar demasiado. Más bien poco. Lo justo para que se me entendiese. -Tu mano derecha.

Fueron llegando la pandilla de canallas. El gracioso de Goody, al que no respondí, o sí lo hice, metiendo una bala en un vasito de bourbon y acercándoselo con la mano izquierda mientras sonreía estoicamente. Luego el indio renegado y por último el viejo Jack. Me preguntaba qué hacía por las noches. 

-Jack, ¿follas ovejas por la noche? -sonreí con mucho sarcasmo, y le pasé uno de los vasitos.-Vosotros dos tranquilitos -señalé al indio y al barbudo- Después os dais el amor que queráis.

Se levantó ignorando la respuesta, en ese momento se acercó a la barra con el rostro serio:

—Sólo si tu madre y tu hermana me dejan a medias —contestó tomando su chupito de whisky y llevándoselo a los labios, eran recurrentes esa mierda de chistes para con su estilo de vida y siempre contestaba así a los paletos. Lo que acababa desencadenando en una pelea o en un desafío. El allí seguía.

—Por lo general procuro ser más exquisito —agregó depositando el chupito nuevamente sobre la barra y llevándose la mano a la cintura por precaución, esa que le había llevado hasta aquel momento—, pero a veces uno tiene que conformarse con lo que pilla a mano, aunque sean igual de peludas que una oveja.

Josh sonrió ante las pullas entre Vásquez y Horne, era lo único que animaba las mañanas, y desde luego no despreció el vaso que le tendió el mejicano. Nunca había que despreciar un vaso de whisky, a saber cuando podrías volver a tomar otro.

El comentario de Goody le habría ofendido, si no fuese porque estaba por encima de aquellas cosas.

-Por favor. Ni que necesitase hacer trampas para desplumaros. Sobretodo porque sé que estáis tan sin blanca como yo. Por eso estamos aquí ¿no? Por el nuevo trabajo.-

Se guardó la baraja, estaba claro que no había humor para partidas. Y los solitarios le aburrían, cualquier tipo de solitario.

Había  ciertas tensiones en el grupo, para que negarlo, pero eran de esas que se podían limar con algo de whisky y la promesa de un buen botín. Oro, todos estaban allí por el mismo motivo y mientras hubiera la necesidad de contar con el mayor número de pistolas, revólveres y arcos haría por limar las tensiones, después, que se mataran todo lo que quisieran siempre que fuera entre ellos. Iba a ser difícil, el indio y el religioso tenían cierta tensión, Vasquez y Faraday apostaban a ver quien era más gallito y para rematarlo el mexicano acababa de mentarle a la oveja al más creyente del grupo.

Si no intervenía correría la pólvora. Así que intentó llamar la atención con cosas prácticas relativas al golpe. Carraspeó y bajó un poco el tono, como se hacía en el ejercito para obtener mayor atención y miró en dirección al barman de forma explícita. Estaban solos, pero no lo estaban  ya que la mejor manera que toda la ciudad se enterara de algo era hablando de ello en el salón.

- Una diligencia cargada de oro llega esta tarde al pueblo. Su parada lógica será la puerta del banco o la oficina del sheriff, por lo que tenemos que preparar nuestro golpe allí. Si el envío lo hace Wells&Fargo podemos esperar 2 o 3 pistoleros a caballo, el conductor y el pistolero del pescante y uno o dos hombres en el interior, puede que los pistoleros a caballo se doblen si el envío es jugoso por lo que debemos actuar coordinados. Yo me encargaré del conductor desde un tejado con buena visibilidad y eso dará el inicio al ataque. Cosecha Roja se colocará en otro tejado para atacarles por detrás, mientras Vasquez y Faraday esperan tras la oficina del sheriff y Horne en el banco. Debemos impedir que la diligencia salga del pueblo y dañar sus caballos, así que nada de explosivos. Si el oro viene en una caja fuerte tal vez deberemos robar la diligencia entera.

Era un plan sencillo, con multitud de variantes dependiendo del número de guardias que llevara la diligencia y con demasiadas cosas que podían ir mal. Era lo que sabían y la ventana de oportunidad era estrecha, así que había que hacerlo, no había otra, como bien había dicho Faraday no se podían permitir renunciar a esa apuesta. También había que tocar otro tema, más escabroso, pero había que dejarlo dicho delante de todos para que no hubiera problemas. Mirándoles a los ojos con dureza les dijo

- Si alguien cae será dejado a su suerte, nadie pagará por su funeral y ese tipo de mierdas, pero si hay alguna señora Faraday o Vasquez por ahí es el momento de decirlo. Se le haría llegar cierto dinero en compensación. De mi no tenéis que preocuparos, si caigo gastaros ese dinero en whisky y mujeres.

Cogió el vaso de bourbon con bala, mordió el casquillo y se tragó el líquido. Ya estaba todo dicho.

—No hay una señora Horne —contestó el cazador de indios sin dejar de mirar al mexicano ni alejar su mano un centímetro.

—Y me place el plan, pensé en la posibilidad de interceptarlos antes pero seguro que una vez aquí, bajan la guardia y lo tenemos más fácil. Eso sí, el que me preocupa es el sheriff y sus ayudantes… Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. 

Cosecha Roja seguía sin intervenir, pero asintió al oír el plan. No solo era un lugar donde estaría lejos de los primeros disparos, sino que además, podría observar bien el escenario. Si las cosas se torcían, su endiablada velocidad y su cuchillo harían de las suyas. Sin embargo había algo que podía mejorarse, y que parecía que no se le había ocurrido a nadie. 

—Tu quieres que la diligencia no salga. Quieres caballos sin heridas—el shoshoni hablaba despacio, procurando pronunciar bien. Tenía un acento muy marcado pero no costaba entenderle. Dando un trago largo de café continuó—Sabemos por donde va a pasar. Trampa, rueda rota y trabajo hecho. Caballos a salvo, guardias sin escapatoria y oro en nuestras manos.

Rojo, como le llamaban la mayoría de los blancos con los que había tratado, posó la taza sobre la mesa, a modo de conclusión. Para él, el plan era sencillo y no hacía falta escarbar más en él. Respecto a esposa o cadáveres no se pronunció. Sabía lo que había y que dejarían pudrirse su cuerpo en la calle si hacía falta. No esperaba que le enterrasen siguiendo sus ritos. Ni siquiera esperaba que su propia gente hiciese lo mismo con él, de modo que no añadió nada más.

–¿Y si la pasta está en una caja fuerte? Los caballos pueden ser los nuestros, la rueda no–replicó Jack.

—Arreglarse— replicó encogiéndose de hombros, ya que no era la primera vez que arreglaba algo. A pesar de lo que pareciese, era algo manitas— O trampa que impida paso.

Goody negó, la idea era buena, pero no quería dejar nada al azar. No podían romper la diligencia porque igual tenían que huir con ella. El indio y el católico parecían a punto de enfrascarse en otra de esas riñas por ver quien la tenía más larga así que decidió cortar por lo sano.

- Nada de romper la diligencia. Es posible que tengamos que huir como alma que lleva el diablo y la tengamos que utilizar. La diligencia no puede salir del pueblo si no la llevamos nosotros, mejor así?. Aunque podríamos bloquear alguna calle para que no escape llamaríamos la atención, y el sheriff estaría sobre aviso y mandaría un telégrafo advirtiendo al banco o pidiendo refuerzos. - miró a Cosecha roja e intentó hablar despacio para que lo entendiera - diligencia sin conductor no moverse, ¿si?, no conductor mejor opción.

Entonces se dirigió hacia el rastreador y le dijo

- El sheriff es un posible problema, pero de ese problema se encargarán Vasquez y Faraday. En cuanto se oiga el primer disparo saldrán de la oficina y les estaremos esperando. No es el primer hombre que matamos, por mucho menos oro que este, así que nada de remilgos. Un Sheriff es un pistolero al que le ponen una chapa en el pecho, poco más, aunque si encontráis la manera de encerrarlos en su oficina no voy a protestar.

Josh había estado bebiendo un rato más mientras el plan seguía perfilandose. No era un plan muy sencillo que dijéramos. Demasiadas incognitas. No sabían cuantos escoltas había, si es que había, cómo estaba el dinero guardado, ni si tendrían que abrir una maldita caja fuerte. El jugador era hábil con las manos, ¿pero tanto?. Habría que verlo.

-No tengo problema en encargarme del sheriff. Pero la diligencia se parará en el banco, es lo lógico. Si el sheriff no está allí esperando, que es lo normal, tendríamos que separarnos aún más.  Depende de cuantos acompañantes tenga el dinero será más complicado eliminarlos a todos rápidamente.-

Se encogió de hombros y miró a Goody.

-Tú y el indio estaréis a salvo lejos, pero Vásquez y yo nos las tendremos que ver con los guardias cara a cara. Así que no me gusta la idea de que encima me dejéis tirado si algo va mal. Si esas tenemos yo no pienso empezar nada que no sepa seguro que puedo acabar.-

No le preocupaba que los demás supieran que le tenía aprecio a su pellejo, estaba seguro de que el resto sentía lo mismo respecto al suyo. Pero mejor aclarar algunas cosas antes. Lo de abandonar a los compañeros de trabajo era algo que le parecía feo.

Escuché con atención. Se perfilaba un plan al que había que limar detalles, que poco a poco se reducirían a casi cero. Nos faltaba información y puede o no que la consiguiésemos antes de la caída de la tarde. Y como me dijo alguien o leí en algún sitio, ningún plan sobrevive al enemigo.

Me bebí de un trago mi vaso y serví otra ronda general. Vivía una señora Vásquez en Tijuana. Mi mamita. Pero dudaba mucho de que estos tipos le enviaran un regalito ni quería verlos cerca del pueblo atrayendo a las autoridades, así que no respondí a la pregunta de Goody.

El día era largo. Hasta el atardecer. Sonreí al comentario de Josh apreciando su contenido y compartiéndolo.

-El sol estará bajo. Hay que buscar la cobertura adecuada. Eso si la diligencia llega a su hora. Esos malditos correos nunca son puntuales,  a veces incluso llegan antes. Ya sabéis. -bebí otro trago- Si no se nos adelanta alguien, claro.

Goodnight miró a Faraday con severidad. Podía entender que la gente quisiera salvar su pellejo, no es que valiera demasiado, pero le debían haber cogido cariño, pero todos corrían riesgos, los que estaban a pie de calle y los que no, y convenía puntualizarlo antes de que se discutiera el plan. Relajó su seriedad y asintió a las palabras de Faraday, fingiendo una comprensión que no sentía, y le dijo

- Lo normal es que la diligencia pare en el banco, pero si tienen que haber refuerzos de los que encargarse saldrán de la oficina del sheriff. Estar en la calle es un riesgo, pero vosotros os beneficiaréis del fuego que podamos hacer desde los tejados, pudiendo atacar por sorpresa. ¿Donde crees que irán dirigidas las primeras balas?, a los tejados, así que es posible que Cosecha Roja y yo estemos muertos antes de que hayas desenfundado, aunque estoy dispuesto a cambiar el puesto si eres capaz de volarle el culo a una puta mosca a 50 metros. ¿Puedes? - Su fama le precedía, había sido un gran francotirador y quien más quien menos sabía que era mala idea meterse con él cuando empuñaba un rifle. Después de dejar unos segundos para que le contestara le dijo - En mi unidad no se dejaba nadie atrás, no puedo prometer nada por estos de aquí, pero nadie que esté vivo se quedará abandonado por mi, prefiero morir a pasarme la vida entre rejas, pero si crees que no eres el hombre adecuado para el trabajo eres libre de marcharte. Mientras no te entrometas en nuestros planes puedes marcharte en paz.

Vásquez también tenía ciertas reticencias con el plan, lógicas, pero era lo que había, un soplo, una posibilidad. Se encogió de hombros y dijo - En este negocio no hay certezas. Es posible que no haya diligencia, es posible que se adelanten y la ataquen antes de llegar al pueblo, todo es posible. ¿Acaso sabemos de donde vienen? ¿Qué camino tomarán? Solo sabemos que llegarán a este agujero infecto, o eso dice el soplo. No hay más que eso, si no llegan hoy cada uno a lo suyo, yo me dirigiré hacia el sur y que cada uno vaya donde el buen señor lo lleve - dijo sonriendo a Horne - pero pidamos que la diligencia llegue, tarde, pronto, pero que llegue.