Partida Rol por web

Derek intenta esconderse, pero el pantano le juega una mala pasada: su pie queda atrapado entre las retorcidas raíces de un árbol y trastabilla, dándose de bruces contra el suelo y llenándose la cara y los ojos de barro. Tatyana tropieza con Derek y lo sigue al fango [1].

Siete ogros de casi tres metros de altura salen de entre los árboles. Enormes, musculosos, grasosos, deformes, torpes y mortíferos; huelen a letrina y tienen la dentadura de un tiburón. Rugen. Tienen hambre. El olor a sangre los ha traído hasta aquí y ahora quieren comer. Kara coge con ambas manos la carretilla donde están las cabras muertas y se lanza a la carrera en dirección a Wickland. Cinco ogros la siguen, desesperados por la sangre de los animales muertos. Pero hay dos ogros que se quedan: olfatean las presas que tienen cerca. Humanos... Deliciosos humanos.

Un ogro se abalanza sobre Tatyana y Derek. Elige comerse al sanador. Levanta los puños en alto y los descarga sobre él. Derek consigue rodar a un lado justo a tiempo para evitar un golpe que le hubiera hecho papilla la cabeza. Ahora que Derek se alejó, el ogro se vuelve hacia Tatyana [2].

Liselot se ha escondido con su lobo detrás de un árbol. No la han visto... o eso pensaba. El otro ogro destroza el árbol de un manotazo. Liselot queda desprotegida. Antes de que pueda reaccionar, el ogro la atrapa entre sus enormes manos y la estruja. La exploradora siente cómo un par de costillas se rompen y no puede respirar. La criatura abre la boca y gruñe, parece que la va a devorar, pero luego la arroja contra otro árbol. Liselot choca de frente contra la madera. Tiene una herida importante en la frente, la sangre no para de brotar y le cae sobre un ojo, nublándole la vista [3]. El ogro aúlla y comienza a olfatear el aire en busca de Liselot.

Solamente Hilda ha conseguido ponerse a salvo detrás de un tronco caído. Un rayo de sol penetra entre las hojas dando directo en su escudo, generando un reflejo que cegaría a cualquiera. La herrera está a tiempo de huir, atacar a las bestias o ayudar a alguno de sus compañeros en apuros.

Hilda se parapetó en el momento justo detrás de aquel tronco caído para ver como Camorra salía como alma que lleva el diablo cargando con la carreta a travez de aquel lodoso terreno. ¡Que fuerza tenía para hacer algo así! 

Su corazón palpitaba cuando los Ogros pasaban peligrosamente cerca persiguiendo a la desquiciada guerrera, pero entonces un tremendo golpetazo la hizo reaccionar, a este golpe le siguió otro aún mas fuerte y luego una sinfonía de destrucción. Los Ogros atacaban enloquecidos y para cuando se incorporó sólo pudo ver el cuerpo maltrecho y ensangrentado de Liselot estrellado contra un árbol. Una punzada a su corazón seguido de un subidón de adrenalina provocaron que la Herrera de Wickland se abalance ahogando un grito de ira contra el distraído Ogro que avanzaba hacia la pequeña Ardilla. El martillo buscaba fracturar la rodilla de aquella bola de grasa pestilente, si no fuese por ese maldito lodo que la hizo resbalar por un instante lo hubiese conseguido. El factor sorpresa se había desperdiciado.

-Ven por mi asquerosa bola de grasa. ¡VEN!- Le gritaba levantando su escudo preparada para la inminente arremetida de furia. ¿Porque hacía eso? Huir era lo mejor, ¿no?... <Padre, protégeme. No quiero perder a nadie más>.

No lo ha podido evitar y cuando quiso acordar ya tenía al ogro encima, se sintió una cosita pequeña que salía volando por los aires mientras toda su vida pasó por la mente en cuestión de segundos. Las veces que salía a cazar junto a Tupak, las risas compartidas con Tatyana, la gratitud eterna que tenía con Derek y la honestidad de Hilda.

Es que no podía hacer nada y cuando cayó contra aquel árbol simplemente intentaba incorporarse pero le fue realmente imposible. Estaba muy adolorida, tenía muchísima sangre que le salía a borbotones y le nublaba la visión, al punto de que ni siquiera tendría fuerza o sería capaz de usar su arco. 

—Tu-tupak... —llamó a su lobo y en un tono muy débil, agregó—. Sal-gan salgan de aquí... No, no pueden hacer nada. No, no mueran. 

Su muerte había pasado cerca, muy cerca. El corazón le palpitaba tan rápido que creía que se saldría de su pecho, le retumbaba en sus oídos y le impedía recuperar el aliento, pero no había tiempo para lamentarse, Liselot necesitaba ayuda y rápido.- ¡Kara deja las cabras y ayúdanos! ¡Necesito llegar hasta Liselot para poder sanarla, no os arriesguéis demasiado mi magia no es infinita.- Tras ello salió disparado de su intento de cobertura para flanquear todo lo posible al ogro que había atacado a su compañera e intentar sanarla cuanto antes. Solo podía esperar que el resto saliera ileso, pero tenía el presentimiento de que no saldrían de allí todos con vida.

El corazón le iba a mil por hora. Vio como el ogro casi aplasta a Derek, menos mal que él estuvo más despierto y pudo alejarse. Ahora Tatyana se encontraba en problemas. Miró al ogro durante unos segundos pensando rápido cuáles eran sus opciones ¿Lo intento distraer o intento huir? En ese momento vio que Hilda intentaba llamar su atención así que decidió intentar alejarse lo más que pudiese de aquel ogro, volverse a poner detrás de algún árbol. Preparó sus flechas. Miró a Derek:

- No creo que sea buena idea que vuelva Kara, Derek. Ya pensaremos algo después, ¡Tenemos que salir con vida de aquí!

Hilda, mazo en mano, resbala con el lodo y no logra partirle la rodilla al ogro. Afortunadamente, gracias a ese mismo desliz, evade un manotazo que le hubiera arrancado la cabeza. Tatyana consigue alejarse de su agresor y no ser atacada. Dispara dos flechas. La primera pasa por al lado del ogro y se pierde entre las ramas de un árbol. La segunda le pega directo en uno de los colmillos que sobresalen de su boca y se parte. No le ha hecho daño pero lo ha enfurecido aún más.

Las bestia rugen. Hilda las provoca y llama su atención. Ahora los ogros tienen la mirada puesta en ella. Salivan, hambrientas. La herrera tiene el escudo en alto. La luz del sol sobre su escudo genera un reflejo molesto que ciega momentáneamente al ogro. La criatura se lleva una mano delante y sigue avanzando hacia Hilda. El otro ogro la imita.

Derek maniobra para llegar a Liselot. El cuerpo de la exploradora está roto, pero la magia de Derek ha curado cosas peores. Posa sus manos sobre la muchacha y siente como la energía se condensa y fluye a su cuerpo malherido. Liselot siente una punzada de dolor cegador: la curación es dolorosísima. Siente cómo sus costillas vuelven a soldarse y cómo la herida de la frente cicatriza al instante.

Alguna que otra vez, como buena exploradora, recorriste este pantano. Te parece recordar que cerca de acá hay unas arenas movedizas. A unos cien metros al este desde tu posición. Si pudieran guiar a los ogros hasta ahí...

El resplandor del escudo deslumbraba al Ogro... De alguna manera, Bogart, el protector, le brindaba su ayuda. No pudo evitar esbozar una sonrisa al percatarse de ello, eso y la adrenalina que recorría su cuerpo fueron el impulso que necesitaba para levantar su martillo una vez más contra la mole de carne y grasa, apoyando firmemente los pies para no resbalar, tanto fue el peso ejercido que su bota derecha se enterró un poco en el lodo y no le dejo dar el paso que necesitaba para lograr su cometido. 

-¡Mierda!- Espetó enfadada para luego levantar su escudo y dirigir el halo de luz a la fea cara del Ogro que tenía más cerca. 

-QUE PASA GORDINFLON... ¿No te gusta la luz?- Decía mientras daba un par de pasos cuidadosos hacia un árbol cercano. Al menos sus amigos estaban fuera de peligro... Por ahora.

Realmente la pequeña ardilla estaba abatida en medio de tanto ruido de espadas, gruñidos y el andar pesado de los orcos. No fue capaz de ver cómo se llevaba todo a cabo, es que en ese estado, con la visión nublada poco podía hacer en verdad por más que su fuerza interior la haya impulsado a darlo todo. 

Pero allí estaba Derek, que apareció de repente mientras ella estaba tendida en el suelo. No pudo precisar que pasó realmente, solo sintió un dolor que la doblegó por completo y la hizo gritar mientras una extraña sensación se adueñaba de su cuerpo. Fueron los minutos más largos de su vida, pero seguramente más pronto que tarde, sentirá que ha vuelto a nacer. 

Una vez la cicatriz estaba cerrada y sus huesos finalmente se soldaron se incorporó un tanto mareada mientras se encontraba con su amigo. 

—Gracias—lo abrazó rápidamente y recordó algo importante—. A unos cien metros hay unas arenas movedizas. Intentaré dispararles y cambiar de posición para moverlos. 

Y tensó su arco dispuesta a disparar rápido para avanzar entre los árboles. Quería ayudar y quizás esto sea la clave. 

—Tupak, no te separes de mi y si un orco se acerca muerde. 

Tatyana mientras se alejaba del ogro soltaba un rápido suspiro Uff, menos mal, aunque mi flecha parece haberlo enfadado aun más... Mientras miraba al ogro para estar alerta a cualquier movimiento que éste hiciera, también observaba de reojo a sus compañeros para tenerlos localizados. 

Derek por su parte estaba con Liselot curándola del golpe que había recibido y ya estaba de pie, junto a él y Tupak. Vio que se encargaba de uno de los ogros. Hilda con su escudo se estaba encargando de cegar a los ogros para dificultarles los ataques.

Vamos, piensa Tatyana, piensa. De pronto se le ocurrió una idea que podía ser un tanto arriesgada. Preparó las siguientes flechas que dispararía. Cogió una de sus dagas y se dispuso a cortar parte de su pantalón y posteriormente se hizo un corte en el antebrazo y empezó a salir sangre. Ayudándose con la otra mano, juntaba las puntas de las flechas con su sangre. Corriendo cogió la tela que había cortado y se tapó la herida rezando porque la sangre que olieran primero fuese la de sus flechas.

Apuntó para que las flechas pasaran cerca de los dos ogros y se quedaran en los árboles que había detrás... Y disparó.

El primer problema había sido solucionado, pero aún quedaba otro. Hilda era el nuevo objetivo de aquellos seres que no cesaban en su empeño de destruirles, no había tiempo que pensar, Derek siguió a Liselot y cuando estuvo al alcancé usó otro de sus hechizos en ella para facilitarle las cosas.

Hilda está parada sola frente a dos ogros desesperados por probar bocado. Dos flechas, ambas de Liseot, cortan el aire y van a parar al pecho de uno de los ogros. La criatura grita, y su aullido es interrumpido por una tercer disparo, esta vez cortesía de Tatyana, que se hunde entre sus ojos y le toca el cerebro. El ogro se tambalea y finalmente se desploma haciendo temblar el suelo [1].

El otro ogro avanza hacia Hilda. La herrera alza su escudo, haciendo que la luz se refleje sobre él y ciegue al monstro. El ogro no ve absolutamente nada. En ese momento pasa al lado de su rostro el segundo tiro de Tatyana: una flecha cubierta de sangre. Por un momento es lo único que capta el olfato de la bestia, que, todavía sin ver bien, sale disparada en dirección a la flecha [2].

Es una distracción breve, pero os da el tiempo suficiente para iniciar la huida del pantano y el regreso a Wickland.

Herr Walt von Woller sigue subido a su caballo. Aburrido, serio, inexpresivo, observa cómo los campesinos van y vienen con sus costales de grano, frutas, verduras y legumbres. Pero no es suficiente. Hay gente que no ha pagado y Herr Walt lo sabe. En ese momento irrumpe en el pueblo una mujer arrastrando una carretilla con dos cabras muertas. La suelta entre el recaudador y sus hombres.

Cinco ogros salvajes vienen detrás de la mujer, babeando y rugiendo. Ni siquiera esto consigue alterar el semblante de Walt. Suspira, cansado. Qué cosas son capaces de hacer los campesinos con tal de no pagar... En ese momento volvéis vosotros al pueblo.

Tres monstruos están atacando a los soldados del recaudador (mejor dicho: de la Vizcondesa). Hacen estragos entre sus filas. Un soldado intenta huir, pero un ogro lo agarra entre sus manos y le arranca la cabeza de un mordisco. Otro es aplastado a puñetazos y su cadáver parece una naranja reventada. Los pobres hombres no pueden oponer resistencia a las bestias: salen volando de manotazos, les arrancan brazos o piernas, son partidos a la mitad como si estuvieran hechos de papel. En cuestión de segundos siete hombres del recaudador están muertos.

Nada de esto perturba al impertérrito Herr Walt, que milagrosamente no ha sufrido ningún daño.

—Coged las carretas —le indica a sus hombres con su voz carente de emoción, como si no estuvieran siendo masacrados por ogros—. Volvemos al castillo. Los campesinos no han pagado el tributo. Hay informar a la Vizcondesa.

Herr Walt pica espuelas y comienza a alejarse. Los ogros no lo atacan, están muy entretenidos masticando los cadáveres. Los sobrevivientes, claramente shockeados, azuzan a los bueyes que arrastran las carretas con la parte del tributo pagado y siguen al recaudador fuera del pueblo.

Tres ogros atacan a los hombres del recaudador. Los otros dos atacan el pueblo. La gente de Wickland ha entrado en pánico. Grita, corre, brazos al aire, algunos rezan, otros insultan a Kara, otros a Dios, algunos pocos están buscando sus armas para hacerle frente a los monstruos, la mayoría simplemente quiere salvarse. Hedy está entre los despavoridos.

Un ogro va directo a la taberna, recién limpiada luego de la pelea de la mañana. Porta un enorme garrote en sus manos, que en realidad no es un garrote sino el tronco de un árbol que usa como tal. Destroza la taberna. En un plisplás el establecimiento de madera se viene abajo. El tabernero está a salvo, pero deja de maldecir su suerte. Por alguna razón, la criatura posa su mirada en un nuevo objetivo: la herrería de Hilda. Hacia allí se dirige.

El otro ogro está persiguiendo a Hedy.

—¡FUERA, FUERA, ALÉJATEEEE, AUXILIOOOO! —grita la muchacha. Hedy tropieza. El ogro ya puede saborear su próxima comida.

Al ver a uno de los Ogros caer fulminado por las mortíferas flechas de Liselot y Tatiana, y luego ver cómo el Ogro que mantenía cegado se avalanza a otra dirección sin saber muy bien por que, sólo atinó a correr todo lo que podía imitando a los demás. 

-Estoy realmente sorprendida... Por la letalidad de sus ataques... Umpphh- Resoplaba del cansancio mientras dejaba caer su comentario aliviada ante las habilidades de las asesinas. -Nos harán falta para solucionar ....el lío que debe haber causado Camorra- 

El poblado de Wickland los recibía con un sangriento escenario, trozos de cuerpos regados en medio de la calle mientras algunos se alimentaban de los que otrora fueran los soldados del Herr Walt, un Ogro rugiendo furioso luego de destrozar la taberna y la muchedumbre en pánico. Hilda se frenó un momento respirando agitadamente mientras miraba de lado a lado, Hedy estaba en peligro y ese otro iba a destruir la herrería, el último legado de su padre. Casi sin pensarlo corrió hasta donde estaba la chica a punto de ser devorada, una vida era irreparable.

- AAAARGGGHHHHHH!!! - Esta vez no contuvo el grito de furia mientras levantaba el martillo contra el Ogro que ya se inclinaba para devorar a Hedy, dejando su fea cabezota a la altura justa para ser aplastada por su golpe.

El pueblo era un verdadero caos, pero había una cosa que no podía permitir Liselot y era qué aquel hombre se fuera a avisar a la Vizcondesa de la falta de pago. Su familia estaría en la ruina, ya habían perdido la casa y remontar con todas las de perder, no es algo que haría bien ni siquiera al pueblo. Incluso cuando la justificación podía ser el ataque de los ogros, aunque nadie le creería a la gente que debe pagar y tenía miedo la ardilla. 

—No puedo permitirlo, no me odies Derek por favor—dijo al apuntar al recaudador y disparó—. Lo siento. 

Y la segunda flecha fue directa al ogro más cercano porque quería ayudar y pensó que un solo disparo, aquel hombre podía morir desangrado o en el acto. Esperaba que fuera lo segundo, odiaba ser así. La habían salvado por piedad, y ella quitaba la vida para que su familia no caiga en la miseria. No hay justicia, quizás ni perdón. 

Ya tendría tiempo para odiarse así misma. 

Habían conseguido matar a uno de los ogros y con el otro funcionó el plan de la flecha ensangrentada. Tatyana sonrió satisfecha. Pusieron rumbo a la aldea y la imagen era desoladora.

Tres de los ogros estaban en un festín con los hombres del recaudador mientras que éste se iba con lo poco que había recaudado. Vio que Liselot se disponía a dispararle. Tatyana empezó a levantar el arco cuando de pronto escuchó una voz que le era muy familiar gritando:

¡FUERA, FUERA, ALÉJATEEEE, AUXILIOOOO!

Giró su cabeza rápidamente para ver quién era y la pudo ver, huyendo del ogro que la perseguía.

- ¡¡HEDY!! - sin dudarlo, cambió de objetivo y apuntó hacia el ogro que perseguía a su mejor amiga. Sus nervios iban en aumento y empezó a notar que le dolía un poco más el corte que se había hecho anteriormente. Cuando ya tenía en el punto de mira a su objetivo disparó.

Derek no podía creer que uno de esos seres hubiese caído y aún más que Hilda consiguiera ganar tiempo cegando al otro con aquella estrategia improvisada pero muy eficaz.- Bien hecho chicas.- Pensó, pero no había tiempo para detenerse a recuperar el aliento siquiera, había que llegar al pueblo cuanto antes para detener toda esta locura.

La situación en Wickland era terrible, al ver los ogros atacando a los soldados y a sus vecinos sin piedad, la sangre de Derek se agolpó en su cabeza fruto del estrés que comenzaba a sentir, si no fuese por la adrenalina que recorría sus venas hubiera tenido que sentarse fruto del mareo. Las propiedades eran recuperables, las vidas no. Por suerte, si es que había suerte en todo aquello, sus elementales seguían allí.- ¡Petro ayuda a Hedy, distráele y que no destroce ni una casa más! ¡Ondina distrae a los demás, ralentiza sus movimientos con tus corrientes de agua!- No podía parar a evaluar prioridades, solo sentía que debía actuar.- ¡Escapad todos! 

Derek comenzó entonces a buscar algún herido que todavía tuviese una oportunidad para salvarse, su magia ahora se le antojaba débil e inútil, proteger y sanar no servía de nada cuando el enemigo tenía tal poder en comparación. Mientras se movía buscando a quien socorrer vio a Liselot y la dirección de su flecha.- No...- Estaba agotado, los impuestos ahora no le importaban, habría represalias pero no serían comparables a lo que ocurriría si atacaban al emisario de la vizcondesa. Aunque acertase en el blanco, solo sería cuestión de tiempo que viniesen a investigar el motivo de la tardanza de la recaudación y esta vez no habría posibilidad de salir airosos.

La flecha de Liselot se remonta al cielo, se inclina, y cae, cae, cae, hasta hundirse en el centro de la espalda del recaudador. Estáis demasiado lejos como para ver su reacción. No cae de su caballo, tampoco se mueve. ¿Está inerte? ¿Está muerto? Es imposible saberlo a tanta distancia y su montura continúa galopando. Ahora ya está fuera del alcance de tiro, a menos que alguien se suba a un caballo y lo persiga.

Tatyana erra sus disparos pero Liselot le acierta al ogro en un costado. La criatura, que estaba inclinada y despuesta a comerse a Hedy, se gira para ver quién la atacó. En ese momento se encuentra con el martillo de la Niña Gigante, que cae con toda la furia sobre su cráneo. La cara de Hilda queda completamente salpicada de sangre y un poco de masa encefálica. El ogro sigue vivo pero tumbado en el suelo, debilitado e incapaz de levantarse [1].

El otro ogro se mueve hacia la herrería de Hilda. No llega ni a tocarla, pues los elementales que invocó Derek aparecen para evitarlo. La ondina lo ralentiza y molesta con el agua que lanza por las manos. El petro, ese pequeño titán de piedra, aferra los brazos del ogro y forcejea con él [2].