Partida Rol por web

Sentado en un lado del claro a medio día, en forma homínida y jugueteando con su teléfono móvil como la primera noche, Adam afirmó en voz alta, buscando la atención de todo el que pasara por allí:

—No sé qué es más curioso —inició su breve monólogo—. Que tengamos superpoderes o la facilidad con la que se despelota la gente por aquí. No logro ponerme de acuerdo conmigo mismo qué es más increíble.

Se rió burlonamente sin alzar la mirada.

Alexis miró a Porter y sonrió, lo cual en el hocico de un lobo negro resultaba ligeramente perturbador, claro que escuchar salir una voz humana de su hocico superaba lo de la sonrisa. - ¿Superpoderes? - estaba en forma lupina no era porque que se sintiera más cómodo sino por el hecho de que había estado practicando esa transformación parcial toda la tarde y ahora que lo había logrado quería disfrutarlo - No son superpoderes, son nuestros dones naturales, y supongo que dejaremos de desnudarnos cuando tengamos algo como lo que tiene Cassandra, que hace que la ropa no se rompa. - Estar en esa forma también hacía que perdiera parte de su timidez, no toda, pero podía expresarse más fácilmente por ahora. O quiza era que le resultaba divertido pensar en un lobo con voz humana.

Alzó su mirada y la llevó al lupus como si nada, sin sorprenderse porque un lobo estuviera hablando como un humano.

—Llámalo dones o como quieras, para mí esto es cosa de película, pero mejor, porque es real y hasta cierta medida lo puedo controlar. Y hablando de controlar... parece que no se te da nada mal hacerlo —Sonrió—. ¿Qué tiene Cassandra? Quiero uno de esos cuanto antes, que no quiero fundirme toda mi pasta en ropa... ni volverme naturista.

Estaba sentada cerca de Adam cuando lanzó su comentario en alto. Supongo que mi pensamiento se verbalizó sin darme cuenta.

—Desnudarse no tiene nada de increíble. No se necesitan "superpoderes" —dije con voz más o menos amigable.

Cuando vi a Alexis transformado en lobo me sorprendí. Cuando habló, me quedé pasmada. Iba a matizarle algo, pero no pude articular palabra.

- Oh, vamos... no me digas que debajo de esos trapos que llamas "ropa" te crees más fuerte - estamos en la mitad de un bosque, podíamos cambiar a voluntad y ahora resultaba que había tabúes con respecto a la ropa y quedarse desnudos - eso es porque tienes un cuerpo escombro fijo, a ver... quítate la ropa, quiero verte.

Con todo lo que tengo a mi alrededor (hojas, naturaleza, ramas, troncos) podía fabricarme algo de ropa en plan aborigen. Aunque esperaba garrapiñar la ropa que encontrara por la zona, tenía pocos remilgos a coger la ropa de cualquiera.

El comentario de Brenda le hizo reír, pero los avances de Samantha hicieron que le cambiara la cara a una más nerviosa. Le dirigió una mirada como si la rubia estuviera pirada.

—¿No se supone que soy un garou de esos civilizados? Claro que me siento mejor con ropa —Se encogió de hombros—. ¿Pero es que no me has visto suficiente carne ya, chica? ¿O es que quieres algo más? Bueno, es comprensible... 

-Uh...la rubita quiere jugar...jajá! Vamos Porter, no seas tímido. La señorita ha hecho una petición.- dice riendo.

Estaba tumbada sobre la hierba, con la ropa puesta esta vez, en posición de lado para ver a sus compañeros, pero depsués de los juegos de la otra noche, había tomado cierta confianza con Adam, por lo que se incorporó un poco para darle un puñetazo cariñoso (aunque algo fuerte, se nota que la chica es deportista) en el hombro, tal y como haría con sus colegas del hockey, solo por picarlo y meter algo de baza.

Yo permanecía en forma de lobo, me sentía cómodo, estaba tumbado sobre la hierba observando al grupo, y escuchándoles, me sorprendió que se pudiese hablar en esta forma, así que lo intenté , pero solo me salían pequeños ruidos como si un cachorro estuviese jugando.

¿Cómo diablos lo hará?

Sentada en el suelo con las piernas cruzadas y la espalda recta, con la curvatura lumbar perfectamente alineada igual que si tuviera un respaldo, Tsintah mantenía los ojos cerrados para lograr una mayor concentración.

Los poderes o la desnudez eran temas que podían distraer a cualquiera, pero la navajo seguía inmóvil en la posición de meditación que le permitía aislar parcialmente el exterior de su yo interior. La charla del resto era un buen ejercicio para, mientras hablaban, mejorar el proceso de evitar despistarse y llegar a estar centrada.

La caricia del sol, el refresco de los vientos, el aliento de Padre Cielo y el latido de Madre Tierra la relajaban. A pesar de estar lejos de las Montañas Sagradas, estaba tranquila en el lugar que se encontraba.

Observé el trío que se estaba formando. Me pregunté cómo podía terminar. Miré a Alexis y pensé en acercarme para pedirle que se transformara en humano y hablar con él. Pudo más la figura hierática de la navajo, Tsintah. Desde que la vi por primera vez, me pareció muy afín a mi personalidad. Me infundía un gran respeto. También tristeza al parecer más aislada que yo. Me levanté y me acerqué a ella. Me senté enfrente mientras parecía meditar. No quería molestarla, pero tampoco podía controlar mi impulsividad.

—Hola —dije, en el tono más dulce que pude.

- ¿Qué es "comprensible" Porter? - no me había gustado aquel comentario final, había ido con segundas - conozco el cuerpo humano de sobra, lo que te digo es que algo material no puede llegar a condicionarte - nos decían continuamente que había que ponerse en relación con la naturaleza y los espíritus pero al chico le daba vergüenza quitarse la ropa - tienes un tabú ¿y dices que eres urbanita? - el chico seguro que se mataba a pajas. 

- Yo también soy de ciudad, me gusta patear las calles, conocer a la gente, los barrios - saber y conocer el poder de cada zona era algo más que estar bien informada, era tener acceso a recursos - pero estamos aquí, en mitad del bosque conociéndonos y descubriendo que hay más como nosotros - tampoco tan igual que nosotros o que yo, había varios que pertenecían a otra clase social y por las ropas incluso a alguna tribu india, vale también había gente rara, muy rara - además joder es ropa, a poco que pienses te puedes fabricar algo, tampoco es que ésto sea una galería de moda. 

- Te va a quedar de mote "cuerpo escombro" ya verás qué risas con los espíritus. 

Y otra cosa no, pero allí había motes para parar un tren, la mayoría eran muy poéticos, nada realistas ni concretos - por las pintas, vaya "tribu" (tribu urbana) que vamos a formar ¿a qué os dedicáis, qué vida tenéis fuera de este bosque? 

La conversación entre la rubia, "cuerpo escombro" y Cristy iba tomando un tono escabroso que, dados los aromas que empezaban a asomar podía terminar literalmente en otro despelote general. Observó al resto y vió cómo Brenda, que compartía su auspicio y era de la tribu que lo adoptaría lo miraba antes de ir a hablar con Tsin, que se había sentado a meditar.

Pensó en acercarse a ellas, pero no sabría que decirles asi que se limitó a taparse el hocico con las patas hasta que Samantha preguntó por lo que hacían fuera de allí, y entonces levantó la cabeza - Yo estaba terminando el instituto en Grecia - dijo en un inglés con claro acento extranjero - Jugaba al basquetbol - se encogió de hombros, un gesto muy humano en el cuerpo de un lobo - no se que haré ahora, ni donde viviré.

Los ojos de Tsintah se abrieron de golpe.

Había utilizado el tiempo previo para calmar la mente, sin dejar de escuchar a sus compañeros. El momento introspectivo sirvió como una ayuda para aclarar muchos de los pensamientos que le seguían llegando sobre lo vivido.

La navajo observó con los ojos completamente abiertos a la mujer que estaba frente a ella, aquella que, saludándola, había vuelto a traerla al mundo terrenal.

Tsintah no cambió de postura. En aquel hondo silencio que estaba mientras escogía las palabras adecuadas, aprovechó para conectar su mirada con la de Brenda.

-​​​​​​Hola -​​​​​dijo al fin -¿Puedo serte de ayuda?

Siguió observándola a los ojos con tranquilidad, una igual  a la mostrada mientras estaba meditando. 

Tsintah abrió los ojos y tuve la sensación de estar frente a una loba que irradiaba serenidad. Tardé unos segundos en contestar; era una sensación placentera conversar en silencio a través de las miradas.

—Pues... sí. —Pocas personas me hacían dudar en mis respuestas.

—Creo que puedes ayudarnos mucho a todos —continué, saliendo poco a poco del desconcierto—. Bueno, todos podemos ayudar a los demás.

—Quiero decir que perteneces a un pueblo muy vinculado con la Naturaleza. —Hice una pausa, para pensar y porque no podría expresarme más deprisa en tal estado—. El resto de nosotros solo conocemos la ciudad.

Pensé aún más mi siguiente intervención.

—En fin, te animo a que te unas a nosotros para que compartas tus secretos. —Sonreí.

—Al menos en mi caso, serás correspondida.

Ahora eran dos tías las que le estaban dando la murga en dúo. La situación no le molaba un pelo y su expresión lo hacía bien patente. Se llevó un puñetazo y miró mal a Cristy. «Joder, y parece flaca...», maldijo, masajeándose la zona impactada.

—Ya te vale... —afirmó a la morena.

Se dirigió a Sam:

—Creo que sabes perfectamente a lo que me refiero... —respondió, críptico y seguro de sí mismo. Acto seguido escuchó y al final se encogió de hombros—. Joder, mira que te gusta hablar, ¿eh? Tabú esto, pollas en vinagre lo otro... Hagamos un trato, ¿vale? Tú te despelotas... y entonces yo lo hago también. Y me puedes llamar lo que te salga del coño, si tanto te apetece.

Joder, qué agrio es el escombreras - eh, tampoco te estoy obligando, capullo - me acerco a él, de manera amistosa y le acaricio el pelo - tranky, te escuché decir lo mismo que yo, lo de radagás. Igual estamos emparentados - la verdad es que no sabía qué significaba, igual era algo guay o todo lo contrario.

Demasiadas hormonas copulando en el ambiente, joder qué pandilla de inmaduros - Bueno, qué ¿hacemos algo? - estábamos allí en la mitad del claro, unos cambiando de forma, otros socializando pero la naturaleza me pedía explorar por mi misma, experimentar, descubrir - ¿quién se viene a dar una vuelta por el bosque? Venga... 

- India ¿te vienes? - también se lo dije a la chica que estaba hablando con ella (Brenda Meier).

En cuanto al hermano de Cassandra, me había llamado la atención un dato - antes te escuché decir que ¿no podías formar parte de la tribu de tu hermana? Eso ¿por qué motivo? - me daba un poco de reparo llamarlo "cachorrito" era un nombre bastante ridículo.

- Christine ¿te sumas? - parecía una tía que había visto mundo, aquello podía estar bien.

Tsintah notó el timbre amistoso en la voz de Brenda. El de ella era un mensaje que no esperaba, acostumbrada a otros muy diferentes. La petición sonaba genuina, lo que agradaba a una imperturbable navajo que seguía escudriñando en los ojos azules de la chica que le estaba hablando.

-De acuerdo.

La Philodox todavía estaba contemplando detenidamente la mirada de la Ahroun cuando, inesperadamente, recibió una invitación para pasear que hacía referencia a las raíces nativas de las que sentía gran orgullo.

No dijo una palabra. En lugar de responder a la oferta de Samantha, de manera ágil la Wendigo saltó pasando de estar sentada a estar en pie. En cuanto hubo hecho esto, extendió una mano a la Hijo de Gaia. Una oferta sencilla que sólo buscaba auxiliar a que ésta se levantara si es que era su deseo el ir a dar tal vuelta junto a la Ragabash.

El joven puso cara de pocos amigos y se volvió a colocar el cabello "en su sitio" con un gesto de lo más exagerado.

—Lo que tú digas, rubita —Resopló—. Y creo que es "ragabash", no "radagás". Que una cosa es decirlo mal a drede como hago yo y otra no tener ni puta idea.

Guardó el teléfono móvil en el bolsillo de la chaqueta y dirigió la mirada al cielo. «Ya voy echando de menos un ordenador como dios manda...», pensó. Las noches eran entretenidas, pero los días se podían hacer largos.

—Iré yo también —anunció en alto, levantándose.

Si total, lo suyo era moverse, matar tiempo...

Tomé la mano de Tsintah y me levanté.

—Gracias —dije.

Parecía dispuesta a aceptar la propuesta de Samantha. La seguí y también Adam se nos unió.

—Yo soy de Chicago, la Ciudad del Viento. Se me olvidó decirlo en la presentación.

Estaba bastante relajada, con la mirada perdida en el paisaje verde, bajo la intensa luz del día. Hice un esfuerzo por ganarme la simpatía de los Ragabash (en todo caso, yo era muy directa, y tenía un acerado sentido del humor).

—Me dedicaba a estudiar con ahínco, a jugar con mis Barbies y a partir la cara a los maromos. —Reí.

—Más de una se llevó una bofetada también. Eso que se ahorraban en colorete. —Recordaba con una sonrisa en la cara.