Partida Rol por web

Era su voz. Era la dulce voz de su hermanita. De Dorothy.

Y Dorothy tenía miedo, tenía frío y necesitaba un abrazo. Un abrazo de su hermana. De ella, de Lyd...

No era un recuerdo, no era un sueño. ¿Qué era entonces?

Era real.

—Estaban en la oscuridad —repitió.

"... y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol."

Lydia contempló aquella silueta apenas esbozada en las sombras y sonrió, pero su sonrisa tenía mucho de llanto. Su barbilla tembló, sus ojos se llenaron de lágrimas y su voz se quebró:

—Dorothy... Yo también... También te eché de menos... Aún te echo de menos —corrigió. —Pero no puedo abrazarte, pequeña... No aquí... no ahora. No puedo abrazarte porque... —sollozó. —Porque estás en la oscuridad. El hombre viejo te mintió, Dorothy. No encontrarás calor aquí. No, mi pequeña... Aquí no —susurró entre lágrimas. —Debes seguir... Tú no...

No, Dorothy no. Ella jamás sería un espíritu doliente y encadenado a este mundo. Ella era solo una niña, una niña pálida y frágil pero feliz. Una niña que una noche se había quedado "dormida" para nunca jamás despertar. Ella ya no pertenecía a este mundo: era un ángel.

—Tienes alas, debes volar...

Quizás Nereida pensó que mostrando entereza ante su madre muerta la detendría, pero aquel engendro del infierno no se detuvo cuando la mujer le plantó cara.

—No sabes lo que es estar muerta... de verdad... permíteme que te enseñe pequeña malcriada...

La criatura putrefacta se abalanzó sobre ella desagarrando su carne con sus huesudas garras. Nereida sintió el olor y luego el dolor ¡aquello era muy real!

La oscuridad se hizo más intensa alrededor de Dorothy. Entonces su voz se quebró y fue sustituída por otra mucho más dura, que resonaba como un grito en una cripta vacía. Una voz furibunda, exigente, poseída por la demencia:

—¡Perra maldita! ¿Dejarás a tu dulce hermanita con nostros? ¡La torturaremos y la desgarrarremos! ¡Corromperemos su alma! ¡La haremos sufrir y con cada sufrimiento le susurraremos que su hermana mayor la dejó con nosotros!

La oscuridad empezó a derramarse por el suelo como una criatura viva. Se aproximaba a la cama desde donde Lydia contemplaba con horror el movimiento de aquellos zarcillos de negrura.

—Y te llevaremos para que la veas...— susurró la voz en la oscuridad con una voz que contenía un odio incontestable.

La negrura intentaba acorrarla para abrazarla por completo¹.

Los dos hombres bebieron una copa, cada uno entregado a sus pensamientos. De alguna manera, al cruzar sus miradas, supieron que ambos se habían enfrentado a algo inexplicable.

Pero entonces escucharon los gritos.

Esta vez no eran los gritos aislados de una sola persona en una habitación. Es como si de pronto todo el mundo en el hotel se hubiera vuelto loco. Se oyeron golpes de muebles cayendo, cristales rompiéndose, aullidos de terror, carreras... parecía suceder en todas las habitaciones de la planta superior. ¿Qué era aquella cacofonía infernal? ¿Qué estaba pasando?

- ¿Pero que está ocurriendo? - preguntó en voz alta a su compañero de salón tras aquellos estruendosos gritos que se oían en la planta superior. El empresario no sabía muy bien cómo actuar a continuación. ¿Debía subir, quedarse allí? Desde luego, en el hotel estaban ocurriendo cosas inexplicables. ¿Tendría relación con lo acontecido en la habitación 237? 

- Voy a subir. ¿Me acompaña?

El inglés tenía aún en la mente las notas al piano que había oído hace unos minutos y la pregunta del señor Lagernon le pilló totalmente por sorpresa. Tardó unos segundos en contestar ya que no sabía cómo decir de forma educada que el cementerio está lleno de valientes. Al final, pese al desdén que le producía en la cabeza meterse en la boca del lobo contestó afirmativamente.

- Le acompaño en un momento - dijo con el característico acento elegante y soberbio de Inglaterra. - Déjeme rellenar la copa antes con otro de estos manjares - añadió mientras agarraba la botella de Vodka. Merrrows junto a Lagernon dejaron el bar y se dirigieron hacia los gritos. Pero no todo se quedó en el bar, Merrows llevaba la botella de Vodka en la mano izquierda y un pica-hielos oculto en la manga derecha del traje.

La mujer pelirroja gruño de dolor y rabia , y aunque estaba extremadamente asustada , horrorizada y asqueada , tampoco estaba dispuesta a rendirse, tenia que hacerse de tripas corazón y enfrentar , había sido lenta y poco precavida

-Nunca mas ….- Se avalanzo ahora ella y con las manos la ataco en la cara tratando de enterrarle las uñas en las cuencas de los ojos para arrancárselos o poder arrancarle la cabeza , ya podría correr despues, ahora debía ganar tiempo

Nereida no sólo tenía fortaleza de caracter. Había aprendido a luchar a todos los niveles para defenderse. Cualquier otra se habría rendido ante el abrazo de aquella criatura pero la mujer no estaba hecha de la pasta de los perdedores. Metió sus dedos en las cuencas de la madre muerta y con una fiereza derivada del odio acumulado tiró hacia atrás intentando separar la cabeza de aquella columna vertebral. Para su sorpresa aquella cosa era mucho más resistente de lo que esperaba pero, aún así, logró que abriera su presa lo suficiente como para empujarla sobre la cama.

La madre muerta lanzó un aullido lleno de odio mientras intentaba levantarse de la cama para perseguir a la mujer.

Entonces se dio cuenta de que había más gritos. Y golpes. Y carreras. Se oía una cacofonía de locura por todo el hotel como si en otras habitaciones estuvieran tuviendo lugar situaciones parecidas.

Los dos hombres salieron del salón para atravesar el salón de entrada. Afuera la tormenta de nieve se había desatado con tal fuerza que lo único que alcanzaban a ver era un manto blanco que se levantaba como un muro.

Pero ellos iban hacia las escaleras. La cacofonía demencial venía de arriba. En ese momento vieron a una mujer en lo alto de las escaleras que llegaba del pasillo tambaleándose, como si estuviera terriblemente borracha, mientras con una mano se aferraba el cuello. Se dieron cuenta entonces de que la sangre manaba abundantemente por entre sus dedos. Incapaz de mantenerse de pie la mujer cayó dando tumbos por las escaleras.

Del pasillo superior seguían llegando gritos y golpes de puertas que se cerraban.

Los muertos no regresan, es anti natural, eso le enseñaron a la mujer , sin embargo ahí estaba , con una herida , que tenía que atender antes que se infectara , y no debía quedarse , ignoraba lo que había afuera pero tenía que enfrentarlo para poder salir , debía regresar con sus hijos , sobre todo con las gemelas , para seguir cuidándolas de los malditos hombres , sus pobres y pequeñas gemelas Dhalia e  Isabella, sufrirían mucho si se quedaran con su padre para ser criadas por ese cerdo narcisista , no moriría, por lo menos no sin pelear .

De nuevo su mente le llevaba atrás en el tiempo ; se miraba en el espejo, con ese elegante vestido , una cena de gala con los socios ,  ella, el más perfecto adorno para su marido , todos le felicitaban por casarse con tan hermosa y refinada dama , ella solo había ido un momento a refrescarse a el tocador , cuando regreso su marido estaba oculto, con una tipa , una vulgar mujer que dejaba que el le metiera mano ,que la besara , que hurgara con su asquerosa mano su intimidad , y parecía disfrutando , Nereida en ese momento sintió nauseas, por el embarazo y por la situación , por alguna extraña razón no se sentía humillada , ni celosa, menos molesta , mas bien era el hecho de imaginarse que era ella a quien se lo hacia .

El la volteaba a mirar y le sonreía con cinismo y ella le devolvía la sonrisa con sarcasmo , lo sabia , sabia que aunque se acostara con una cualquiera ella siempre seria la “Señora” la de buena reputación, la que se quedaría con su dinero una vez que el muriera , no importaba que se divirtiera con esas mujerzuelas , siempre y cuando no fuera ella a quien tocara , aunque eso era algo que a veces no podía evitar , sobre todo cuando venía borracho , ahí tenía que cumplir con su obligación de esposa , era un mal necesario para darle hijos , y una salvación , porque cuando estaba embarazada le prohibía tocarla , si, ese era el único “lujo” que le permitia a el .

De regreso a su presente comenzó  a buscar frenéticamente algo con lo cual defenderse si iba a salir ,  trataría de salir y esconderse hasta que eso pasara

Merrows podía parecer un cobarde por ir detrás del empresario, en realidad no era cobardía, era simple supervivencia, por lo menos hasta encontrar a la mujer herida, en ese momento el inglés adelanto rápidamente a Lagernon y se acerco corriendo a la mujer, intentando ver si respondía.

Herbert se quedó ensimismado ante la aparición de aquella mujer que a todas luces estaba herida, tanto que fue su compañero el que reaccionó con suma celeridad, dirigiéndose hacia ella. Herbert empezó a subir las escaleras, en dirección a su compañero y hacia la mujer herida, pero sus ojos no se apartaban de la parte de arriba de la escalera. A todas luces aquella mujer había sido agredida, por lo que el agresor quizás bajase por las escaleras. Quería estar atento por si aquello ocurriera para actuar en consecuencia. 

Nereida no esperó a que el muerto viviente se levantase. Se dirigió hacia la puerta y la abrió. Estaba desesperada porque no encontraba nada con lo que defenderse. Entonces se encontró con una escena demencial: en el pasillo había gente corriendo de un lado a otro, otros invitados que, como ella puede que se estuviesen enfrentando a horrores similares. La escena sería incluso cómica si no fuera por la sangre y los cuerpos.

La mujer se detuvo para agacharse junto al cuerpo de un hombre en pijama que tenía un abrecartas clavado en el estómago. Durante un momento dudó un momento pero luego decidió que su vida valía más que sus posibles escrúpulos y arrancó el afilado abrecartas del cuerpo del hombre. Éste reaccionó un momento para agarrar su brazo y murmurar antes de morir:

—Es el infierno... se han abierto las puertas del infierno...

Luego sus ojos se tornaron blancos y falleció.

Nereida miró alrededor, efectivamente aquello parecía el infierno.

Los dos hombres se detuvieron junto a la mujer que, por desgracia, había exhalado su último aliento.

Entonces se asomaron a ver que pasaba en el pasillo. Y lo que sucedía era una locura.

En el pasillo había al menos media docena de personas heridas, tambaleándose, todas en pijama. Pudieron ver un par de ellas muertas. De hecho Nereida se incorporaba con un abrecartas ensangrentado en su mano, del lado de un hombre que yacía muerto en bata en el suelo.

Todo el mundo parecía poseído por la locura. Lucas había visto reacciones similares en gente que había tomado peyote y sufría de alucinaciones. Pero nunca en tal medida y con tanta gente.

En medio de aquella locura la luz roja de la habitación 237 volvía a parpadear aunque nadie le prestaba atención.

Tuvo que parpadear más de una vez para poder comprender un poco lo que estaba pasando tuvo un choque de realidad de todo lo que estaba pasando Ahora más que nunca debía mantenerse de hierro no habían pagado mucho para que ella descansara y luego tener que soportar ese caos estaba Claro que nadie iba a contestar preguntas por lo menos no en ese momento Así que ella tendría que hacer lo que tendría que hacer.

Y además de eso su prioridad era encontrar algo con lo cual poder curarse la herida podría infectarse Y eso no era nada bueno una cosa habría aprendido de la vida y esa es que cualquier cosa puede servir como un arma si se sabe usar correctamente

Herbert, que le costó creer lo que estaba viendo, se acercó hacia la mujer herida, mientras no quitaba los ojos a su alrededor. Lo último que esperaba era sufrir algún ataque. Aún no entendía como se había llegado a esa situación.

Creo que deberíamos buscar a la enfermera para tratar su herida- le dijo a la mujer- ella podrá analizar la gravedad de la misma. Quizás se encuentre en la habitación 237- dijo- me encantaría preguntarle que ha pasado, pero creo que lo prioritario es salir de este pasillo inmediatamente. 

-Señor Lagernon no se acerque a ella- dijo Lucas mientras el empresario se acercaba inevitablemente hacia la señora Moonflower. ¿Acaso el tipo no veía que la mujer tenía un abrecartas ensangrentado? Pensó para sí mientras retrocedía bajando las escaleras despacio y de forma segura.

-¿Qué ha pasado aquí señora Moonflower?- Preguntó el inglés con la voz temblorosa pero tremendamente inquisitorial. Más vale que nos de una explicación de lo que ha pasado aquí.

Herbert, Neraida y Lucas parecían los únicos supervivientes de algún extraño ataque. Uno de los heridos que aún se mantenía en pie se desplomó de cara a la moqueta, empapándola de sangre. Otro hombre estaba al final del pasillo, junto a un ventanal, hecho un ovillo. Se estremecía de vez en cuando como si algo le doliese terriblemente, pero estaba de cara a la pared, como si tuviera miedo de mirar el caos que había a su alrededor. Los otros que todavía se movían se habían alejado por uno de los pasillos de la planta superior.

Herbert, que se había aproximado a Nereida, vio que ésta tenía rascaduras en varias partes de su ropa, como si la hubiera atacado un animal salvaje enfurecido. Se fijo en el abrecartas ensangrentado, que la mujer había retirado del cadáver, cuando Lucas lo mencionó, lo que hizo que se detuviera un momento.

La luz de la 237 seguía parpadeando de forma furiosa aunque Herbert recordó que la enfermera se había llevado al doctor herido a la 236, la habitación de al lado. Revisó con la vista los cuerpos del pasillo: ninguno llevaba uniforme.

- Creo que discutir esto ahora no tiene mucho sentido. Debemos tratar la herida de la Sra. Moonflower y después que nos cuente lo sucedido- dijo Herbert- la enfermera llevó sino recuerdo mal al médico herido a la habitación 236, quizás todavía esté allí. ¿Me acompañan a comprobarlo?- tras el comentario, Herbert caminó hacia aquella habitación.