Partida Rol por web

Al entrar en el cuarto te das cuenta de que te habías dejado el móvil con las prisas. Está sobre la cama, con la pantalla encendida, y marca tres llamadas pérdidas.

De Saul.

Entre en la habitación, tratando de olvidarme de lo que pasaba a unos pasos de allí, y es que si todo ese jaleo tenía consecuencias ya se encargarían de informarme. No quería que la rubia del taparrabos se pusiera violenta, sólo faltaba que me descontrolara yo también para que mejorara el día.

Me disponía a deshacer el equipaje cuando me di cuenta de que la pantalla del móvil estaba encendida. Me lo había dejado en la habitación con las prisas, y al consultarlo me di cuenta de que se trataba de varias llamadas de Saúl.

Tenía que haberle llamado antes...

Me senté en la cama y le llamé, esperando encontrarle al otro lado.

La vista borrosa, la sensación de somnolencia, el olor de aquél despacho, la textura del sofá, la voz de... ¿la voz de...?

- ¡¡¡Marta!!! - la nitidez vuelve a mis ojos *¿¿¿¡¡¡Marta!!!???, vista que de nuevo se vuelve borrosa al empañarse mis ojos en lágrimas mientras me incorporo y la abrazo con todas mis fuerzas.

- M-Ma-Marta, M-Ma-Marta - tartamudeo y lloro cómo un niño, abrazado a ella. No voy a soltarla, no voy a dejarla ir nunca más - no sabes cuánto te he echado de menos cariño, no sabes cuánto - las lágrimas empapan su cuello, inundan mis mejillas.

- Yo... yo... me he sentido morir cada día sin ti - mis palabras se ahogan en un mar de sollozos y respiración ahogada que me lleva a toser entre lágrimas de desesperación mientras la aprieto con todas mis fuerzas.

Tranquilo, mi amor... -Marta te abraza también, haciéndote recordar todos esos momentos íntimos y cariñosos que compartíais, todo ese amor perdido- Todo está bien, cariño, todo estará bien...

¿Estará? ¿Pero a qué se ref...?

De repente, no os encontráis en el despacho de la psicóloga, no estáis en un sofá sentados. estáis de pie, en un lugar indeterminado, sobre suelo de baldosa, y rodeados por un círculo de intensas llamas que se alzan hasta el techo. Marta te mira con amabilidad, ajena a todo lo que os rodea, pero se separa de ti, regalándote una caricia en tu rostro.

Y en ese instante, justo cuando su cuerpo se separa del tuyo...

Pulsas el icono de la rellamada. Suena un tono, luego otro, y un tercero, y para tu nerviosismo siguen sonando hasta el sexto, en que se establece la llamada. No se oye nada al otro lado al principio. Ninguno de sus saludos habituales. Nada de "hola, cariño" ni "hey, ¿qué pasa?". Sólo el silencio, durante un tenso instante. Y entonces el sonido de su respiración entrecortada, antes de oír al fin la voz de Saúl, baja y pesada.

Snif, h-hola, mi amor... -¿Está llorando?

La profesora escucha las distintas intervenciones con los brazos cruzados, tras dejar el extintor en el suelo, aunque en su rostro se dibuja una tenue sonrisa. Incluso en algún instante arquea una ceja por lo que dicen algunos, especialmente cuando Xandra decide marcharse sin más, despotricando.

Bueno... -Comienza a hablar, cerrando los ojos un instante con gesto condescendiente- Sí que será mejor poner un poco de orden, no quiero que el director me eche la bronca luego... Los chicos, fuera. Este es el pabellón femenino, así que a jugar a otro lado. Chico cohete... -Señala a Gabriel- ...puedes salir por la ventana o por la puerta, si quieres. -Le guiña un ojo, bromista- Si eso te duele, puedes pasar por la enfermería. Y tú, sinsajo... -Le dice a Rocío, en una clara referencia a los libros de Los Juegos del Hambre, ¿o quizás las películas?, por lo de "chica en llamas"- ¿Controlarás eso o te dejo el extintor en tu cuarto? No es coña, no sería el primer caso... -Se gira y mira a Eclipse, con gesto neutro. ¿Quién sabe lo que esta mujer puede estar pensando acerca de la terrana?- ¡¡Eh, Cassandra!! -La Oráculo se agita en la cama, perezosamente, como si acabaran de despertarla después de un mal sueño- ¿No te dijo Verónica que nada de quedarte todo el día en la cama? Sal de ahí y vete a dar un paseo y despejarte, igual hasta alguno de tus nuevos "amigos" te acompaña...

Permanecí esperando tono tras tono, pudiera ser que estuviera trabajando, así que aquello no me preocupó; no así su silencio al coger finalmente la llamada. Aquello no era para nada habitual, y su respiración, la cual notaba algo entrecortada, me inquietó aún más. Al final pude escuchar su voz, sin duda algo pasaba.

-¿Saúl? ¿Estás bien? ¿Qué pasa? - pregunté rapidamente, claramente preocupada.

Contemplé la situación divertido, aunque a mi parecer la gente estaba excesivamente nerviosa, cualquiera te saltaba a la yugular por la más mínima razón. Sonreí a Romasanta después de su demostrada preocupación.

-Como no llegaban decidí adelantarme para ver si querían venir con nosotros.- Dije guiñándole el ojo.

El golpe había sido intenso, pero había valido la pena, bueno, en parte, ya que parecían que todas se me estaban segregando.

-No se preocupe profe, estoy bien.- Dije acabando de masajearme el hombro.

Entonces volví a fijarme en la chica en llamas, la verdad es que su poder molaba un montón, aunque parecía que se preocupaba en exceso. Si, sin duda había conseguido despertar toda mi curiosidad.

-¿Quieres un helado para acabar de apagar eso?- Le pregunté a Rocío con una amplia sonrisa.

La voz de Saúl no responde inmediatamente. Se toma un momento, en que notas cómo su respiración agitada lucha por controlarse, inspirando profundamente, como le has visto hacer muchas veces al acudir a verle entrenar y competir. Solo que, al contrario que todas esas veces, en esta ocasión no logra recuperar la calma.

L-lo... lo siento, yo... N-necesitaba oír tu v-voz, yo... L-lo siento, no puedo contártelo... -Recuerdas que muchas veces, desde que aceptó ese empleo en la embajada, te ha repetido lo de esas malditas cláusulas de confidencialidad, las que le impiden divulgar a nadie absolutamente nada relativo a su trabajo. Incluso se ha negado siempre a dejar que le acompañes hasta la puerta de la embajada, o que le esperes al salir. Y en ocasiones se ha ido de viaje, y no ha podido decirte a donde, ni por cuanto tiempo. Pero esto...- H-ha sido un día duro, c-cariño... Y-yo... no se s-si puedo con todo esto...

A la preocupación se sumó la inquietud al escuchar solamente su incesante agitación. Finalmente retomó la palabra, pero eso tampoco consiguió tranquilizarme. Estaba mal, era obvio, algo le había afectado sobremanera, pero aquellas malditas cláusulas de confidencialidad le impedían decirme nada. Podía aceptar el mantenerme al margen de su trabajo, al fin de al cabo no era más que eso, trabajo; pero en el mismo momento en que hacía sentirse así a mi chico, dejaba de ser algo ajeno a mí.

-Tranquilízate, por favor. Nada merece que estés así… Siento no haber llamado antes, lo siento mucho, de verdad. – dije pesarosa. Debí llamar antes… ¿Qué será tan grave? – Tú puedes ¿Recuerdas? Puedes con todo. – le dije, tal y como solía hacer antes de cada competición a la que había ido a verle. - Pero saber de qué se trata me ayudaría a ayudarte... Dime, ¿Qué pasa?

Saúl tarda en responder, otro tenso momento de silencio. No ha respondido como hace siempre, como en las competiciones, cuando antes de comenzar le decías que podía con todo, y él siempre respondía que sólo contigo a su lado. Unas frases vuestras, que en esta ocasión no parece tener fuerzas para repetir.

H-he... M-me han... -Ni siquiera se ve capaz de articular las palabras, de enlazar una frase. Es como si no supiera ni explicar lo que sucede- H-he hecho a-algo... H-horrible...

Y ahora sí, no sabes si es por el sonido de su respiración, o por algún otro detalle. Pero lo sabes, le conoces lo suficiente para saberlo. Se está derrumbando.

Está llorando.

Era él, pero no le reconocía. Nunca le había visto tan mal, nunca de esa manera. Aquel nuevo silencio se me hizo eterno, pero el sentir como se derrumbaba también me paralizó a mi. Empezaba a asustarme de verdad. Más aún cuando volvió a hablar.

-¿Te han? ¿Qué te han hecho? - pregunté más que nerviosa, dejándome impactada su confesión.

¿Qué podría haber hecho que fuera tan malo? Es que acaso el... ¿Hay otra?

-Tranquilo mi amor, por favor... - le di unos segundos-Tienes que decirme lo que ha pasado. Estaré contigo para que puedas también con esto, si es lo que quieres... - dije algo angustiada.

 Asiento a Xandra antes de que se vaya, desconcertada por su actitud. Vaya genio tiene mi compañera de cuarto, espero que no la tengamos por cualquier tontería.

 Miro insegura a la mujer cuando me dice sinsajo, ¿Me dice a mi? ¿Eso no es de los juegos del hambre? No he visto las películas ni leído los libros, pero igual tiene algo que ver con lo que hago. Sinsajo, y sinsebolla... Reprimo una sonrisa para no tener que desvelar mi estúpida ocurrencia antes de contestar a la mujer cuando estoy segura de que se refiere a mi. Sólo espero que no se acostumbre a llamarme así, porque estoy segura de que lo relacionaré enseguida con esa estupidez.

 - Estoy bien, pero mejor me lo quedo. Por si acaso... - Y más si no es el primer caso, ella sí que sabe tranquilizar a la gente. Pero al menos es clara y directa, mejor prevenir que curar, y pensando en eso... Hay algo que ella también debería saber.

 - Pero no se si debería preocuparme por algo más. Justo antes de que llegarais, Cassandra ha dicho de repente que se ha lanzado un hechizo de contraportal, como sin venir a cuento. - Advierto a la profesora, para que ella o alguien más entendido en estos asuntos juzgue la importancia que eso pueda tener.

 - Mejor luego. - Contesto a Gabriel con una sonrisa, divertida por el planteamiento de su pregunta. Esperaba múltiples referencias obvias a mi fuego, pero no que las primeras fueran tan originales. - Antes iré a ver a Xandra y deshacer las maletas. - Explico al rubio, preocupada por cómo esté mi compañera, o lo que pueda pensar de mi. Y a curiosear sus poderes, y buscar un hueco al extintor donde no moleste. - Y ya después daré un paseo para ver las instalaciones. - Comento al chico, y cojo el extintor y me voy a mi cuarto. - Nos vemos - 

Ante el sonido de su llanto, tu miedo y desconfianza se mezclan con la lástima y todo el amor que sientes hacia Saul. Siempre tan seguro de sí mismo, tan introvertido, tan frío incluso salvo en esos pocos instantes en que, a solas, logras romper su coraza y que se muestre tal como es. Y ahora, por primera vez desde que le conoces, está destrozado, hundido.

¿Qué diablos pasa?

Tratas de apoyarle, de reconfortarla, de dejarle claro que estás ahí para él. Ni siquiera puedes saber si eso le ayuda o no, tan sólo confiar en que así sea. Y también tratas de que te cuente lo que sucede. A pesar de todo, de ese secretismo de su trabajo, de esas malditas cláusulas. A la mierda con ellas, ¿que le han hecho a tu novio?

No... N-no puedo... -Dice, mientras oyes una voz de fondo, alguien diciendo algo en japonés, en un tono duro, casi gritando- T-tengo que colgar, mi amor... Te quiero.

La llamada se corta, sin que te de siquiera tiempo a despedirte tú también, o decir nada más. Tan sólo te queda el sonido del aparato sin línea, y una angustia que te oprime el pecho.

Cada uno procedió con sus explicaciones y yo me quedé en silencio, porque realmente no me importaba lo más mínimo si ofrecían una versión distinta a la mía.  La opción de la mujer sobre irnos a dar un paseo me parecía lo mejor que podía hacer ahora mismo ya que quedarme entre esas cuatro paredes solo alteraba todavía más mi humor.

La chica que había estado en llamas preguntó algo que sí que llamó mi atención y asentí- Sí, dijo eso cuando la dejé en la cama.  ¿Se utilizan aquí ese tipo de hechizos?- pregunté con algo más de interés, sumándome a mi compañera.

Tras esperar a que respondiera –o a que se negara a hacerlo- miré a Oráculo y solté un leve suspiro. Oráculo, me voy a pasear, no me gusta estar encerrada. ¿Quieres salir de aquí un rato?- la idea de dejarla sola y que le diera algún brote me generaba cierta preocupación, pero no era algo que diría en voz alta; lo cierto es que la chica ya debía tener una edad como para que yo debiera hacer de su hermana mayor.   Ya sé dónde debo alojarme, ahora vamos a ver si esto será tan aburrido como parece.  Finalmente miré a las otras personas que estaban en mi habitación, sin tener muy claro si quería que vinieran o no, así que preferí darle una oportunidad a la gente de este mundo. Podéis mover vuestros culos fuera de aquí y acompañarme o volver a vuestros respectivas habitaciones, me da igual- era la invitación más amable que se me había ocurrido hasta el momento.  

Neithan ni dijo ni hizo nada. Lo que vio, lo que entendió. Resumen, líos de faldas. El amigo de Romasanta (del cual ni quería saber el nombre) se había colado en el ala de las chicas, al más puro estilo película americana, y como buena película americana, le habían pillado... pobre diablo, un día sus impulsos le costarían muy caro.  Cuando la profesora les dijo que se fueran, el lo iba a hacer, pero se esperaría a Romasanta, pues era su único conocido, aunque fuera acompañado de Gabriel. Se suponía que habían quedado en la piscina, con las chicas y algún chico más. Neithan tenía la secreta esperanza que aquellas cosas, aquellas escapadas pueriles, solo fueran la excepción. Aquel sitio era un sitio sin disciplina, sin control, un día pasaría algo grave y no estarían preparados...

¿Estará? ¿Pero a qué se ref...?

No reconozco este sitio, miro a izquierda y derecha y solo veo fuego, calor. Miro a Marta. Se separa de mi, *¿dónde vas? ¡No te vayas!

Siento su tacto de nuevo en mi mejilla. Su roce, su calor, su piel, su vida... es mi vida.

Y entonces...

- ¡¡¡¡Martaaaaaaaa!!!! - corro para alcanzarla antes de que alcance el suelo -¡¡¡¡Martaaaaaaaa!!!! - la abrazo, los ojos inundados en lágrimas.

- ¡No te vayas! ¡Otra vez no! - sacudo su cuerpo entre mis brazos - ¡Dios! ¡Marta! ¡Marta! ¡responde! - la agonía y la desesperación me poseen, invaden mi cuerpo y mi alma.

Intenté crear una replica inteligente, pero para cuando iba a soltarla la chica ya se había ido de la habitación.

-¡Maldita sea!- Dije dándome cuenta enseguida de que lo había dicho en voz alta, aunque en fin, ¿qué más daba?

Miré a la chica salvaje y a su forma nada normal de pedir compañía para el paseo, le dediqué una sonrisa.

-Si prometes no clavarme la lanza soy todo suyo señorita.- Dije con una exagerada reverencia.- Venga, no seáis amargados y hagamos algo divertido.

Entonces recordé que la profesora se encontraba allí aun. Me rasqué la cabeza evitando su mirada con sonrisa bobalicona.

-¿Vamos fuera? jeje...

Rocío entra en su habitación, con un extintor en la mano. Al entrar, encuentra a Xandra sentada en la cama, con el móvil en la mano. Parece que acabe de concluir una conversación, y en su rostro se ve que está tremendamente angustiada...

La profesora se encoge de hombros cuando se hace referencia a un hechizo. No parece el tipo de persona familiarizada con temas místicos.

Se lo comentaré al profesor Rasputín, el maestro de teoría mágica, puede que él sepa algo al respecto...

Pone las manos en sus caderas y adopta una postura impaciente.

Venga, que no tengo todo el día, chicos... Todo el que tenga algo colgando entre las piernas que salga del edificio cagando leches. Y chicas, yo saldría también. Hace muy buen día para quedarse aquí dentro...