Partida Rol por web

Los engendros empezaban a caer, pero una extraña sombra se acercaba hacia ellos. El tamaño de la misma provocó el terror en el grupo. Van sopesó qué podría ser esa criatura y su instinto le garantizó que no iba a ser un rival fácil, lo mejor sería tratar de evitarlo.

Observó a sus compañeros. El sacerdote había sido más solvente de lo que parecía al principio, su pericia en combate parecía la de un guerrero. Solo quedaban dos de los demonios que los habían atacado. Hizo un gesto a Dorg para que ayudase a Salamina, mientras él golpeaba con su espada al que tenía delante Dim'goth. Tenían que acabar rápido con ellos y tratar de alejarse antes de que ese ser los pudiese alcanzar.

Trazando un arco, dio impulso a la hoja pero la bestia se movió lo suficiente para quedar fuera de su alcance. Se mantuvo atento por si se daba la vuelta y lo encaraba a él. Con la mirada advirtió a su compañero de lo que asomaba por el callejón.

El tajo del bárbaro fue poco preciso y el ser tocado por el Caos pudo esquivarle sin demasiado problema. Por desgracia para él eso le situó justo al pie del falce de Dim'goth que decapitó a la aberración de un tajo brutal. Pronto comenzó a deshacerse como el resto de sus compañeros, aunque el sonido de su burbujeo quedaba ya casi ahogado por el pesado respirar de lo que quiera que se acercaba.

Sólo quedaba ya el atacante de Salamina, herido de consideración pero lo bastante activo para que el monstruo que se acercaba llegase antes de que se desangrase por sí mismo.

Agarrando su espada, Dorg lanzó un tajo al último atacante para finiquitar el combate.

- Ahí- señaló la puerta que quedaba un poco más alejada de la plaza,- lejos del flautista- añadió. No sabía que les había pasado a los demás, pero la anterior expedición era ahora presa del demonio, no quería acabar igual.

El tajo de Dorg resultó demasiado rápido para el monstruo, herido de gravedad por el primer golpe de Salamina; pero la extraña hoja de Dorg parecía poco apropiada para hendir el Caos; o tal vez, simplemente, su material inusual no cortó como es debido el grueso cuero que le hacía de piel al bicho.

En cualquier caso, con un nuevo tajo en el lomo el perrigato seguía revolviéndose ansioso de probar la sangre.

La guerrera volvió a descargar su hacha con gran ímpetu, pero de nuevo con escasa precisión y el enemigo sobrevivió a su asalto, a pesar de la herida recién recibida. Con una maldición se rehízo para tratar de contener la embestida que se le venía encima, cambiando el agarre del hacha para que dejara de resbalarse en sus manos nerviosas.

El animal herido se revolvía con más furia y pasión que acierto, tratando de morder dónde fuera, a pesar de que había experimentado varias veces lo baladí de acertar a la chica allí dónde su carne estaba cubierta de metal. Nuevamente subocado falló, aunque seguía acosándola de forma peligrosa y, ahora, también a Dorg, al acercársele para ayudar.

A la vez por el fondo una monstruosidad aún más aberrante que las vistas hasta ahora les cerró el camino hacia el desaparecido Krendhulf. Se tambaleaba torpemente sobre sus cuatro fuertes patas, porque aunque fornidas y musculosas eran asimétricas. Sus cuartos delantero izquierdo y posterior derecho eran los de un toro bravo; los delantero derecho y posterior izquierdo eran los de un caballo percherón. Tenía una cabeza equina pero con largos cuernos de más de un metro cada uno, afilados y apuntando al frente y de su boca de dientes grandes y cuadrados de herbívoro caía sangre a medio coagular que le manchaba todo el pectoral en una mezcla de sangre coagulada y seca.

La criatura se paró ocupando casi todo el estrecho callejón y pateó insistentemente el suelo con los cuartos traseros varias veces antes de erguirse torpemente sobre los cuartos posteriores, soltando una mezcla de relincho y mugido hostil durante varios segundos antes de bajar manos.

La enorme criatura que acababa de aparecer les tapaba el paso hasta Krendhulf, era muy posible que el sacerdote ya estuviera condenado. Además dos de sus compañeros no podían huir, pues uno de los demonios seguía vivo y los mantenía a raya.

Haciéndose cargo de la situación, lanzó un golpe sobre la mezcla de perro y gato que tenía comprometidos a Salamina y Dorg, si conseguía hacerle daño quizá los liberaría de él y todos podrían correr para evitar al monstruo que empezaba a cargar contra ellos.

Hizo un profundo corte sobre su objetivo, desgarrando toda su piel y llegando casi hasta el hueso. Parecía difícil que fuera a sobrevivir a eso.

Sin querer gritar para no despertar a ningún otro ser que aún no fuera consciente de la presencia del grupo, señaló hacia el lado contrario, el que estaba libre para que todos decidieran cómo escapar.

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   - Dita sea la mala sangre del caos y su estampa, - pienso para mí. Recojo la jabalina del suelo y veo a lo lejos la otra arrojada, pero pinta que por ahora, ahí se queda.

   Observo la mezcla rara que avanza a 4 pezuñas y me temo que eso no come pienso y alfalfa, echo un fugaz vistazo a donde señala Dorg, mientras reflexiono. - Queda al lado del banco, después de todo. -

   - Al más lejano, está pegado al banco y al mismo tiempo no está contra la plaza, una vez dentro, ya se decidirá hacia donde se tira. - Susurro lo suficiente alto como para que me oigan mis compañeros pero procurando no alzar demasiado la voz.

   Me fundo entre las sombras y me dirijo hacia allí, desde la oscuridad murmuro una maldición al tropezar con una piedra mientras avanzo hacia la puerta.

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Cualquiera de las dos mitades del gigantesco y aterrador toro-caballo habría bastado para infundir miedo y desconcierto en el corazón de Dorg, pero la unión de las dos cosas era demasiado. Ignorando a su enemigo, echó a correr hacia la puerta que señalaba el sacerdote, la que él mismo había señalado antes. Confiaba que los muros bastaran para estar lejos de aquellos cuernos. Desde luego no pasaba por la puerta.

Salamina había quedado bastante impresionada con la aparición del monstruo gigantesco, su cara retorcida en una máscara de horror. Por suerte Van Tharkan llegó y cortó en dos partes al animal moribundo y enrrabietado, apenas con tiempo de girarse.

Para ese momento Izurde, tras recoger una jabalina, había echado a correr, Dorg y Salamina le seguían reduciendo distancias hasta llegar casi a su altura cuando se acercaban al edificio. Dim'goth, que se había quedado paralizado unos segundos iba detrás.

Van Tharkan echó a correr a la vez que el caballitoro, que a pesar de su carga bamboleante, no era más lento que los aventureros con sus armaduras. Bramando, relinchando y bufando se acercaba a ellos, sin poder elegir una presa, se limitó a embestir tratando de golpear a todo el que pillaba en su camino.

El pantangiano inicia una frenética carrera en pos del edificio, incluso adelantando a alguno de sus compañeros máxime cuando oye tras de si el repiqueteo de los cascos de esa infernal criatura. Justo mira hacia atrás para ver a la bestia a escasos centímetros de él por lo que se lanza contra una pared, pegándose a ella, y evitando por los pelos ser corneado por ella....

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   Mientras avanzo la mole pasa a mi lado con una tromba estámpandome de un golpe... - maldito seas en el nombre de Strasha, ayyy, me duele todo.- pienso para mi, mientras me palpo para saber si puedo continuar o hay que escoger un nuevo sumo sacerdote.

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Sabía que haber atacado al demonio que quedaba le iba a perjudicar, pero no podía dejarlo vivo y salir corriendo olvidando al resto.

Viendo al nuevo enemigo las cosas se empezaban a poner mal, la enorme criatura se puso a la par con todos ellos y comenzó a embestir sin un objetivo fijo. Van sintió el golpe en el costado, mientras maldecía haber venido a este pueblo maldito a rescatar a gente que ya estaba muerta.

Si sobrevivía, obligaría al resto a mostrarse más cauteloso o más rápido para llegar a las minas. Pero ahora tenía que hacer justamente eso, sobrevivir, y el bestial toro no se lo estaba poniendo fácil.

Dorg, empujado por el pánico, echó a correr como alma que lleva el diablo. Desde luego no le pagaban suficiente para enfrentarse a semejante aberración. Recordó su primera cacería, cuando un puerco espín le había persegudio durante cuatro millas org (unos 7 km) por el pantano hasta que había conseguido subirse a un árbol. Recordando su aventura de juventud, se hizo a un lado y, arañando frenéticamente las paredes de madera, alcanzó el alfeizar de una pequeña ventana de ventilación a la que se encaramó, dejando pasar la béstia por debajo. Afortunadamente tenía la cabeza gacha para embestir, así que no alcanzó al menudo cazador.

Con su pesada armadura Salamina no fue capaz de evitar al monstruo a la vez que corría para ponerse a salvo. Notó un golpe en la espalda, justo dónde el espaldar le quedaba más amplio y luego quedarle más ajustado al deformarse, pero el golpe sólo le sirvió de acicate para correr más.

El monstruo embistió, como cualquiera de los animales de los que era una amalgama enviando compañeros rodando en todas direcciones, todos salvo Dim'goth que pudo llegar primero a la puerta.

Salamina, forrada de metal, sólo rodó por el suelo con cierto sonido de campana, al ser embestida y Dorg, que aunque pequeño parecía tan recio y duro como la aberración también pareció salir con apenas un rasguño. Van Tharkan e Izurde, por su parte, fueron golpeados con dureza y, aunque apenas por un par de centímetros, pudieron evitar los pitones y salir sólo con fuertes magulladuras y algún doloroso pisotón en zonas carnosas pero sin daños internos ni fracturas.

Los embestidos alcanzaron a Dim'goth en el soportal, que con unos recios pilotes de madera sostenía un balcón más bien cutre pero largo. El pantangita forcejeaba con la puerta trasera y la abría, con algún falzonazo y una patada en lo que los demás se recuperaban y seguían corriendo hasta él.

La monstruosidad aberrante ya giraba unos metros más allá, tras percatarse de que ya corría sola y volvió a embestir, por suerte los pilotes de madera le ralentizaron y los apurados exploradores pudieron entrar justo cuando la bestia arrasaba lentamente el soportal derribando pilotes, vigas y balconada frente a la puerta.

El derrumbe les aisló de ella, aunque podían seguir oyéndola bufar, piafar, bramar y relinchar afuera pero también les impedía volver a salir por dónde habían entrado.

Estaban en una cocina cutre, que parecía doblar como almacén y, en un rincón, como abarrotado refectorio para, tal vez, una docena de personas en una mesa de apenas 2 x 4. Una puerta cerrada pequeña y estrecha se situaba en un rincón interior, mientras otra más ancha y medio entornada, cuyo dintel triangular evidenciaba que salía por debajo de unas escaleras, daba acceso a lo que, entrevisto por la rendija, parecía una barra de bar.

La sala de bar parecía iluminada por candiles o antorchas y se escuchaba a alguien silbar. La cocina estaba un tanto apestosa, parecía que había sido abandonada con algunas cenas servidas y algo de comida se había quedado fuera de los barriles y fresqueras, con lo que se unas y otras se habían podrido allí.

El guerrero sintió la brutalidad del golpe, cayendo al suelo mientras la bestia seguía hacia delante. Desde ahí vio como sus compañeros se escurrían por la puerta de uno de los edificios y sacó fuerzas para levantarse y seguirlos antes de que el nuevo demonio se diese la vuelta e intentase encararlos de nuevo, consiguiendo solo derrumbarla debido a su tamaño.

Tomando aliento, el dolor de las heridas comenzó a hacerse insoportable. Aunque su cuerpo estaba acostumbrado a estos embites, había recibido cortes y empellones que hubieran matado a cualquier aldeano. Odiaba tener que combatir contra demonios, nunca sabías qué más podían hacer.

- Creo que eso de la puerta no va a dejarnos salir por ahí, será mejor que busquemos otro modo de escapar y llegar a las minas.- Sus opciones pasaban por buscar puertas adicionales o ventanas.

Habían llegado a una especie de cocina, que al parecer comunicaba con lo que parecía un bar. Pero la alerta estalló al escuchar el silbido, ¿quién estaba allí? ¿Sería humano? Parecía raro que alguien se mostrase tranquilo en ese lugar como para distraerse de ese modo, así que empezó a temerse lo peor.

Adelantándose, trató de ver qué había en la otra sala, sin llegar a franquear la puerta.

Van Tharkan se acercó a la puerta, asomándose por la rendija mientras trataba de apoyarse lo mínimo posible.

El interior que alcanzaba a ver parecía la parte de dentro de la barra de un bar. Un camarero limpiaba con ahínco una jarra de madera para cerveza con un trapo sucio. Sólo había un cliente en la barra, centrado en una cerveza sucia, apoyado cansado y triste en el mostrador.

Las piernas del camarero estaban temblorosas y ambos tenían aspecto cansado, con grandes ojeras y la tez un poco amarillenta. Olía a rayos, a descomposición y podredumbre, aunque desde allí no podía ver de dónde se originaba, por lo que sólo podía ser del otro lado de la barra.

El ambiente estaba iluminado con luces rojizas, a juzgar por la lámpara de araña del centro, gracias a envolver los candiles con velos de tela delgada y basta, teñida de rojo con tintes naturales.

Tratando de ver mejor, el bárbaro acabó apoyándose de más en la puerta, que estaba algo trabada pero acabó cediendo con un sonido de raspar y su rodilla golpeó sonoramente el suelo. El camarero se giró hacia él, con una sonrisa forzada y dentuda, haciendo un gesto hacia - probablemente - las sillas al otro lado del mostrador, le ofreció con voz ligeramente achispada:

-"Fienvenido cliente, for favor tome asiento, las chicazz bajarán en cuanto ferminen con el Feñor Caragranos."

Por un segundo, Van Tharkan sintió un impulso irresistible de hacer lo que le decía, pero consiguió recuperar el control de sus pensamientos y, ahora, estaba seguro de que si decía tomar asiento sería porque realmente lo deseaba.

En el rato que llevaba de exploración - y de charla por parte del camarero - el cliente, igualmente con una cerveza de más, había repetido tres veces la misma frase exacta.

-"Qué zuerte fiene Caragranos, todas laf putaf pa'él'"