Partida Rol por web

El carruaje se detuvo delante de una mansión antigua.

-Todas las preguntas las contestaré dentro, si me lo permiten- dijo Zhiara mientras los aullidos lobunos crecían en intensidad y cercanía. Raymond entonces vió el perfil de un enorme lobo negro a la distancia, pero la gitana los hizo bajar del carruaje de inmediato.

Aunque seguía haciendo frío, había parado de nevar.

Un hombre moreno les abrió la puerta y entraron en un enorme salón que tenía la chimenea encendida. Había varios sillones alrededor de una mesa baja.

-Por favor, tomen asiento... estarán seguros aquí.

Zhiara salió un segundo subiendo una escalera alta y se quedaron solos.

-Ya vuelvo- dijo, desde una habitación de la planta alta.

Al entrar no puedo si no mirar a mi alrededor. Mientras nuestra anfitriona está entre nosotros, de manera disimulada para no parecer mal educada; en cuanto esta nos abandona no puedo dejar de fijarme en la decoración que nos rodea.

- ¿Creen que es seguro permanecer aquí? - dije exteriorizando mis pensamientos.

-Bueno, sólo hay una forma de saberlo, ¿no?-respondo a la cuestión de Darma, tomando asiento en uno de los sillones, sin poder evitar echar miradas analizadoras al salón, lo que me lleva a sentarme lentamente como si me pesara el cuerpo. Una vez acomodada, vuelvo a encomendarme a mi crucifijo en vistas de que es la única protección que tengo segura en este mismo instante.-Lo prefiero al riesgo de quedarme ahí fuera.

-Hogar dulce hogar...- Exclamo sarcásticamente mientras aún permanezco en pie en el umbral de la entrada anonadado con el panorama que se abre en el interior. Sin duda parece un escenario de película de terror, sólo que esto parece real.

finalmente entro y dejo mis cosas sobre un sillón cercano. -Este sitio no parece muy acogedor...Pero estoy de acuerdo con la señorita...- Exclamo mirando a Susanna -Si morimos aquí, lo haremos al menos calentitos...-

Sin mediar más palabras siento que la herida de mi cuello todavía sangra levemente bajo el improvisado vendaje. Así que decido abrir mi maletín y proceder a hacerme una cura en condiciones. -¿Hay algún espejo por aquí?- Pregunto elevando la voz para que Zhiara pueda escucharme.

Entro el último en el castillo, con despreocupación ahora que los lobos "no" pueden cogernos, con el arcabuz en la espalda junto a mi petate y las dos manos tras la nuca, silbando una canción que versa sobre soldados a la deriva en medio del océano. Me sitúo en medio del salón, para poder "admirar" lo que nos rodea, fijándome en especial en ventanas, puertas y escaleras. Todo lo que pueda suponer una vía de escape o de entrada de algún intruso.

Sigo silbando, con despreocupación, cuando dejo el petate en el suelo, sin hacer lo mismo con mi arcabuz. El día en que él y yo nos separemos, será porque no puedo agarrarlo.

- Je, si aquí no estamos seguros, que venga una mujer vampiro y me chupe la... sangre -Esbozo una ancha sonrisa, a la vez que sigo examinando todo lo que nos rodea como si únicamente se tratase de curiosidad. Pero lo cierto es que me ha llamado la atención la presencia del lobo, justo cuando Zhiara nos ha hecho entrar. La pregunta es... ¿sabía Zhiara de la presencia del lobo y nos mandó entrar para que no lo viésemos?

Ya no es sólo el hecho de que los demás estén paranoicos (porque lo están, éso seguro. Se trata únicamente de miedo), ni éste castillo (¿No dijo Zhiara que ése vampiro vivía en un castillo?), ni los ojos violetas de la gitana, sino de su comportamiento. ¿Nos "salva" la vida y ahora desaparece? Una de dos: o se está autosatisfaciendo (cosa que me parece fatal) o ésto me huele a emboscada.

"Ratita, ratiiiita. ¿Quién se ha metido en la trampita?".

...Me importa un pimiento. Ésta era la mejor opción, sin duda. Al menos gozaremos de lechos calentitos y cómodos en los que morir o ser convertidos en esclavos sexuales*.

Entré y me acomodé en uno de aquellos sillones. Estaba cansado física y psicológicamente y no tenía muchas ganas de seguir pensando en lo que había ocurrido. Quizá al día siguiente una vez descansado las cosas volvieran a ser como debían. Estaba ya demasiado mayor para este tipo de sorpresas y solo pensaba ya en mi amado Londres y en volver cuanto antes.

Zhiara no contesta la pregunta de Géorge. No debe de estar tan cerca como para oírlo o quizás no le interesa contestar. Raymond se levanta y revisa un poco la sala. Encuentra cuadros muy pintorescos pero nada realmente sospechoso. Entre esos cuadros hay uno que muestra a un hombre de cabello cano, nariz aguiñeña, pera angulosa y ojos azules e inteligentes, debajo en una plaquita se lee:

"Doctor Van Helsin"

Es el cuadro más grande de la estancia.

Además de ello hay sillones, candelabros, un mueble antiguo con adornos y algunas pequeñas esculturas y la escalera que va hacia arriba.

Las chicas opinan sobre todo ésto y amenizan con Géorge la conversación. Paul, por lo pronto, parece estar sumido en sus pensamientos.

Tic, tac, tic, tac. Hacía rato que había dejado de dar vueltas por el salón, ahora estaba sentado boca abajo en un viejo sillón. Oséase, con las piernas en el respaldo y mi cuerpo cayendo, con los brazos cruzados alrededor de mi arcabuz (seguro puesto) y el petate como cojín entre cabeza y suelo. Tic, tac, tic, tac. Comienza a tardar. Sí, porque... ¿cuánto puede haber pasado desde que entraron? ¿Diez minutos? Demasiado. Aquí, o perdemos el tiempo follando, comiendo o durmiendo. Nada de esperar. ¿Qué diablos es esto? ¿Unas vacaciones? Voy a buscarla.

Me dejo deslizar al suelo y me levanto, con lo puesto y el arma. Suelto un gran bufido con la vista puesta en las escaleras. Los miro:

- Creo que se está autosatisfaciendo para hacerse la dura conmigo -Les guiño un ojo y sonrío de oreja a oreja, dirigiéndome sin prisa pero sin pausa al piso superior. Cariño, ¡vengo a follarte! O a descubrir qué coño haces, en su defecto. No me extrañaría encontrarme algo con escamas ahí dentro. Total, ya he visto una mujer convirtiéndose en una bola de pelo. Una tía con escamas y ojos púrpuras. La cosa más sexy que he visto en mi vida.

Miro en el piso superior, para saber dónde ir.

Que los modales de Raymond me incomodan no son ningún descubrimiento para ninguno y al ver sus actos mi cara me delata; pero la gota que colma el vaso es verlo levantar para ir en busca de la chica:

- Es de mala educación deambular por una casa que no es la propia Sr. Raymond. ¿Dónde ha olvidado usted sus modales?

No esperaba que me contestara, solo intentaba que nuestra anfitriona no se molestara con ninguno de nosotros.

 -Déjele, querida...-aconsejo a Darma.-Probablemente escarmiente con la buena reprimenda que le caerá...-comento de manera vaga, pues he dejado mi vista puesta en los cuadros de la sala, porque sí que es cierto que los eventos de esta noche me han dejado inquieta y no termino de sentirme del todo segura sin más explicaciones. 

A pesar de todo lo acontecido hasta el momento no puedo evitar el esbozar una sonrisa mientras las chicas reprimen a Raymond, como si no se percatasen que a ese es al juego que él quiere jugar.

Permanezco sentado en uno de los sillones con mi maletín abierto en una mesita cercana. Como Zhiara no me ha contestado, decido hacerme la cura sin utilizar un espejo. Parece que la herida ha dejado de sangrar por el momento, así que sólo me limito a limpiarla de nuevo con desinfectante y envolverla con vendas nuevas.

Cuando finalizo, recojo todo debidamente de nuevo en el maletín y permanezco sentado. El hecho de que hiara no dé señales de vida desde nuestra llegada comienza a parecerme extraño.

-Raymond, ¿Por qué no va a buscar a nuestra anfitriona?, estoy convencido de que le está esperando en alguna estancia con actitud bastante cariñosa...- Ni si quiera soy capaz de creer mis propias palabras, así quye mi tono suena más a mofa que a otra cosa, pero al menos parece amenizar la espera.

Raymond sube las escaleras. Se encuentra con un corredor que tiene una ventana en el fondo. Hay dos puertas a la derecha, entre ambas se halla una mesita oscura, con una vasija de porcelana en su superficie. En los rincones hay algunas plantas muy bien cuidadas.

Algunos cuadros más adornan las paredes.

El piso se encuentra tapizado de una alfombra bordó.

Raymond se retira, subiendo las escaleras y dejando al resto en soledad por un momento. Por un instante solamente se escucha en la estancia el crepitar suave del fuego de la chimenea.

Todos permanecen alrededor de la mesa, sentados cómodamente en los sillones. Geórge se ha desinfectado la herida que ya ha cesado de sangrar. Darma y Susanna no quieren pensar en el soldado de rudos modales pero es bueno que no estén solas. Respecto a Paul, quien no ha dicho palabra desde que ingresaron, es en este momento que comenta.

-Interesante cuadro...

Se para y se poner a mirar la pintura de Van Helsing.

El paso del tiempo no consigue más que inquietarme, y el hecho de que nuestra anfitriona tarde en bajar no hace más que acrecentar mi sentimiento de que allí tampoco estábamos seguros.

Miré a mi alrededor, a todos y cada uno de los compañeros que allí estaban . Envidiaba su capacidad de mantenerse tranquilos.

En mi nerviosismo me levanté y me acerqué a la ventana.

Estabas yendo a Transilvania en un carruaje de cuatros caballos que ahora se encontraba vacío. El conductor era un hombre de pocas palabras y el viento ululante y la nieve que congelaba hasta el hueso no ayudaba en la situación. Te dijeron que irías a un hotel pequeño, una posada en verdad en donde podías pasar la noche por unas pocas monedas.

Un aullido lejano te llegó cuando frenaban delante de la posada. Te abrieron la puerta, era un joven flacucho y desgarbado llamado Michells.

-Señor!!

Gritó debido al fuerte ventarrón.

-¡¡Os aconsejo ir más adelante... esta posada es peligrosa esta noche!!

El conductor respondió por tí.

-Me pagó hasta aquí y quiero descansar.

Michells respondió.

-¡Llévalo con los gitanos! ¡Sólo ahí estará seguro!

El conductor refunfuñó.

-Señor- dijo Michells -hágame caso, yo le pagaré la diferencia en el viaje.

Las palabras del hombre vayan por delante - dije con una sonrisa - lléveme a donde los gitanos por favor

Estaba en estas tierras por una mezcla extraña de placer y curiosidad; siempre me habían interesado esas antiguas historias de magia y monstruos nocturnos, y esta tierra estaba llena de esas cosas. Bajé del carruaje, cuyo conductor me miraba con una mala cara, tal vez característica de él. Bajé mi guitarra y la monté en mi espalda; tomé también el pequeño bolso de Cuero en donde llevaba mis pertenencias: un mazo de cartas Francesa.

Miré a un lado, al otro, no vi nada. La noche nos tragaba a los que estábamos fuera. Cerré mi abrigo y toqué la puerta de aquel recinto gitano, no pensaba congelarme mas...

Ya había estado mirando la pintura que ahora llama la atención de Paul antes...pero ahora, imagino que por matar el tiempo mientras Raymond recibe su justo castigo ahí arriba, me levanto para acercarme a observarla más de cerca.

-Vaya...desde cerca intimida mucho más; es un cuadro enorme, y esa mirada...-comento por lo bajo.