Partida Rol por web

«Nolan se ha comportado como un cretino» explicó Gabby «Esos mercenarios tenían ganas de gresca, y han insultado a Nolan para herir su orgullo y provocar la pelea. Nolan ha picado, y con ello nos ha puesto a todos en peligro. Es especialmente estúpido, porque ha prometido proteger a Balaena y ha hecho justo la contrario.»

Frunció de nuevos labios, como hacía Wynne.

«Ella también sabe que debía haber ignorado los insultos de esos matones. Pero a la vez está tan aliviada de que todos nosotros nos encontremos bien que no quiere discutir.»

Astucia rumió un momento lo que decías, pero parecía que algo no le cuadrase.

«Y sin embargo no es orgullo lo que estoy viendo... » dijo pensativo «Mira que les gusta a algunos humanos darle cien mil vueltas a las cosas en lugar de decirlas directamente»

Las armas volvieron a sus fundas en un gesto mecánico e involuntario. Si el combate le había causado algo quitando la fátiga y el sudor no había nada en el rostro Sion que delatase remordimiento. El hombre que yacía muerto en el suelo parecía carecer de ningún tipo de valor, parecía que hubiera matado a un chinche o algún insecto.

Señaló a Nolan, luego a Gabrielle, al hombro de la clériga, luego al tabernero enano y finalmente al hombre que les había ayudado. En su código moral la acción parecía justificada, aunque no había nada en el rostro que mostrase orgullo por lo que había hecho.

- Lamento que haya tenido que verlo, atienda a mi amigo hermana, por favor. Sus heridas pueden curarse, las mías no.  -

Aquellas palabras sonaban al menos totalmente sinceras, pero a su vez totalmente cansadas.

Lynn frunció aún más el ceño.

—¿Eso qué quiere decir?—respondió—. ¿Que como ellos se portan como miserables ya tenemos excusa nosotros para hacer lo mismo?

Hizo un giro en redondo con los ojos y levantó ambas palmas en gesto apaciguador, como quien abandona una linea de diálogo.

—Nadie se atreve nunca a decir "hasta aquí"—suspiró—. En qué nos ha convertido la Ruina...

Como Gabrielle ya parecía estar bien, se puso de nuevo en pie sacudiéndose la túnica del polvillo del suelo, luego miró su propio hombro ensangrentado e hizo un mohín. Tiró ligeramente del cuello de la túnica para mirar, al parecer temiéndose que el flechazo hubiese acertado por casualidad en el símbolo que pendía de su cuello. No debió de ser así porque suspiró aliviada y volvió a ponérselo bien.

Lynn: Rivalidad (+5) [Sion]

Lynn: Rivalidad (+2) [Derek]

El mercenario del suelo trató de escupirle a Gabrielle pero no consiguió alcanzarla.

—Que te jodan, bruja—gruñó con voz ronca—. No necesito limosna de amigos de los traidores.

«Oh, sí» resopló Astucia como quien huele algo desagradable o similar «Eso sí que apesta a orgullo...»

Gabbrielle estaba de acuerdo con Lynn. No iba a dejar que la desesperación de la Ruina acabara con la compasión en el mundo. Le sonrió al mercenario que había tratado de escupirla como si no se hubiera dando cuenta de ello.

—No te doy una limosna. Te doy lo más valioso que tengo, mi don. Te doy lo más sagrado: la vida, la salud. Y a cambio no pido nada —le respondió Gabby—. Has perdido mucha sangre, y no sé si hay algún órgano dañado. Si no retiro la flecha, tu herida se infectará. Tendrás fiebres y podrías morir. ¿De veras vas a arriesgar tu vida por el orgullo?

 - Bien.

 Suavizó tajante con un tono apaciguador.

Era la respuesta a la resolución de todo un conflicto mediante la guerra, una única palabra que decía mucho o no decía absolutamente nada de lo que les había tocado vivir, o aquello que forjando su propio destino había decidido hacer. Sion tenía sus motivos o no, pero sus actos hablaban por todo el grupo en aquella ocasión, todos eran representantes de todos...y eso era un problema que Dreren empezaba a encontrarse allá donde miraba.

 Sus labios no temblaban, pero demostraban una expresión más seria que triste...demasiado seria incluso para alguien que trata de no hablar demasiado para no proporcionarle a los demás la oportunidad de rebatirle. Colocó su propio bastón a la espalda, y tras el flequillo que ocultaba parte de su rostro observó con atención el estado de los que iban con él...y los movimientos de aquellos que iban contra ellos.

 Abandonar a los suyos, dejarlos atrás...era otra muestra de que aquellos mercenarios eran peor que alimañas.

 Evitó mirar a Nolan en ese momento, miraba el hielo que seguramente restaba en la cabeza de uno de los mercenarios y apretó los puños que terminaron por esfumarse bajo la túnica en cuanto se cruzó de brazos.

 - Es evidente que nos hemos involucrado en algo.

 Hay dos formas de proceder bajo mi punto de vista. Saber más y poder tomar decisiones que eviten que vuelvan a intentar matar a la gente que apreciamos. Algo que seguro que agradece nuestra integridad aunque pueda conducirnos a más luchas como estás.

 O dejarlo pasar. En cuyo caso puede que la próxima vez, no gocemos de tanta suerte o derroche de habilidad. - Reflexiones en voz alta, cautivado por el horrible rostro de aquel hombre de armas.

 - Si vamos a seguir juntos, puede ser apropiado saber porqué podemos vernos empujados a arriesgar nuestras vidas.

 Su mirada, lentamente, dibjó una diagonal hasta posicionarse en el rostro del hombre que, junto al enano, había luchado de parte de Nolan.

 - ¿Iban a por ti?

—¿No fuiste tú quien me dijiste que me quedara atrás? —le preguntó Gabby con una sonrisa serena—. No te preocupes, la sangre es muy escandalosa pero estoy mejor. La herida curará bien y yo tendré una cicatriz de guerrero de la que alardear.

-Ya lo sé -respondió Derek entre dientes-. Pero no me refería a que te fueras tan lejos.

De un modo u otro, él no habría podido hacer nada. Eran tres contra uno, sin contar a los arqueros. A veces incluso el guerrero más templado era sobrepasado, y en su caso todavía estaba verde y recién salido de la academia.

-De todos modos, no quiero que tengas cicatrices. Me gustas tal y como estás.

Sana, salva, inocente y segura. Y tan buena que era capaz de ofrecer curación al mismo tipo que le había hecho daño. Derek negó con la cabeza cuando la escuchó, pero la respuesta del mercenario lo enfureció. Se posicionó a su lado y le dio un puntapié en el brazo en el que se apoyaba.

-¡Vuelve a hablar así a mi hermana y lo más duro que podrás comer va a ser puré de patatas! Gabby, déjalo. Que se pudra. No se merece tu compasión.

Luego hablaría con Nolan. No necesitaban compañeros de viaje que los arrastraran a peleas de bar y pusieran en peligro a nadie.

—¡No seas bruto! ¿Quién eres tú para decidir que otra persona no merece compasión? —protestó Gabrielle—. Aunque en realidad no la mereciera, ¿quién eres tú para negársela si la necesita aunque no la merezca? ¿Quién es nadie para decir algo así?

Gabrielle alzó el mentón y la resolución brilló en sus ojos. Una seguridad en si misma que nunca había tenido en la granja donde se crió, y que era aún extraña en su estancia en la torre. Parecía recién encontrada. Alzó el tono de voz para que todos la escucharan.

—La miseria y la desesperación que nos rodea y que no nos deja ver con claridad son las cenizas de la Ruina. Si nos atrevemos a despejarlas, a ver más allá de la nube de polvo y desconecierto, nos daríamos cuenta de que todos somos Hijos del Hacedor. ¡Todos! Orlesianos, Fereldenos, elfos o enanos. Y nos percataríamos de que en realidad no queremos odiar y matar, sino amar y ayudar a los demás. Sólo los que no son amados odian. Los que no son amados y los idiotas.

Gabby echó una mirada en derredor, como si todos los presentes tuvieran muchas cosas de las que avergonzarse.

—Hay sitio suficiente para todos en Thedas. La vida podría ser hermosa y pacífica si todos practicáramos un poco más la compasión... —fijó la vista en su hermano—, aún en aquellos que creamos que no la merecen.

-¿Y cuando la desprecian y te escupen, qué?

Derek se cruzó de brazos. Andraste había sido ejecutada. Ahí quedaba su amor y compasión.

Había demasiada filosofía en ese lugar. Que el Hacedor y la Capilla tuvieran misericordia, porque Sion no la otorgaría tan alegremente. Ya había visto y sufrido la misericordia de los demás, salvo dolor y pesadillas no recordaba buenas palabras. Se encogió de hombros antes de dar un último vistazo al cadáver, no le evocaba nada, ni siquiera el miedo que había quedado en el rostro tras la puñalada.

Pensaba decir algo, pero las palabras jamás habían sido su fuerte, y menos en ese momento con el sudor y la sangre del combate tan presente, que el Archidemonio se llevase a todos los mercenarios sino podía degollarlos como merecían.

Se acercó a Nolan con cuidado de no recibir un jarrazo de Balaena o cualquier otro tipo de proyectil improvisado lanzado por una mujer furibunda, eran difíciles de esquivar además de contar con envidiable puntería.

Le dio una palmada al Orlesiano al hombro, tendría que cuidar esa herida, pero no lamentarían más muertes.

- ¿Nos dieron peor en Ostagar eh? Curiosamente no vi a ninguno de estos "caballeros" con su dedo acusador por allí, se mancharían los pantalones con el primer hurlok harapiento que vieran.

Sino te matan mis guisos esa herida tampoco viejo lobo. -

—Que bonito... y luego todos nos cogeremos de la.... mano y cantaremos canciones—gorgoteó el mercenario medio asfixiado tras el puntapié—. ¿De dónde cojones... habéis sacado a esta? ¿Del país de la fantasía?

Trató de reírse pero le costó una serie de agónicos espasmos de tos.

—Pues claro, niña... Prefiero morir que deberle nada a... un traidor o a cualquiera de los suyos. Alguien con la cabeza llena de unicornios y hadas como tú ni lo entiende, ni lo entenderá—respondió a la anterior pregunta de Gabrielle—. Y dile a la voz de la conciencia que tienes por amigo que si no nos vio en... Ostagar fue porque el teyrn nos sacó de aquella... trampa mortal en lugar de sacrificarnos como a perros.

Astucia suspiró, pudiste imaginarlo perfectamente poniendo los ojos en blanco.

Lynn por su parte, negó con la cabeza como quien no le encuentra sentido a hablarle a una pared y aplicó aquello de que quien no tenga algo que decir que sea mejor que el silencio, que no lo haga. Se agachó a recuperar su arco mientras le lanzaba una mirada disimulada a Dreren de reojo.

Balaena, por su parte, no parecía por la labor de lanzarle nada a Sion. Pese a que mantenía el gesto enfurruñado, seguía quieta en el sitio. Nolan de hecho había terminado por bajar cautelosamente el taburete. Sonrió tristemente a Sion cuando se acercó.

—Sí, estoy de acuerdo—respondió—. Con lo del guiso, quiero decir.

Le devolvió la palmada para completar el chiste. Luego miró a Dreren.

—Pues teniendo en cuenta que se acercaban a mí con las espadas desenvainada, supongo que sí—se encogió de hombros—. Según parece, son partidarios de Loghain, no es de extrañar que pase esto...

En ese momento se volvió a abrir la puerta y un hombre de aspecto porcino apareció en el umbral.

Con "aspecto porcinoo" no es que fuese hecho un asco, de hecho vestía con ropas sencillas pero impolutas. En lo que se parecía a un cerdo era en la generosa barriga que lucía, la piel sonrosada, la nariz chata y abultada y los ojillos oscuros que decididamente eran idénticos a los de uno de dichos animales.

—¡Por las sagradas bragas de Andraste!—exclamó—. ¡Mi taberna! ¡Mi hermosa taberna! ¡¿Qué es todo este desastre?!

Barrió la sala con la mirada para clavarla, furibunda, en el enano.

—¡Seguro que es de nuevo obra tuya!—acusó—. ¡Y por su fuera poco te traes a tus amigotes a destrozarme el local!

Al parecer era el propietario.

El enano levantó ambas manos como quien pide silencio en la sala antes de hablar.

—En primer lugar, no son mis amigotes—dijo con una parsimonia propia de alguien que desde luego no está siendo objeto de gritos o acusaciones—. Y en segundo lugar, esta taberna tiene de hermosa lo mismo que mi trasero.

El tipo emitió un bufido exasperado.

—Y ahora me dirás que "ellos empezaron", ¿no? ¡Eres mi maldita ruina!—se quejó—. No puedo ausentarme ni un minuto. Hacedor... ¡Mira toda esa sangre!

Justo en ese momento, el mercenario que Gabrielle había paralizado, se vio libre del hechizo, aunque se quedó quieto en el sitio mirando en todas direcciones sin saber muy bien qué hacer.

Gabby frunció los labios con desaprobación, tanto a la respuesta de su hermano como a la del mercenario, y extendió el gesto a los que callaban a través de una mirada cargada de reproche. Para Gabrielle no hacer el bien era ya un mal muy grande. Para que el mal triunfara sólo bastaba con que los hombres de bien no hicieran nada. Y aquel era un mal más insidioso que la Ruina: el que habitaba en el corazón de los hombres. Podría combatirse, pero nunca derrotarse.

«Hacedor, ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles» improvisó una sentida plegaria, cerrando los ojos «Ayúdame siempre a ver la otra cara de la moneda, no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo. Enséñame a querer a la gente como a mí misma y a no juzgarme como a los demás. No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso. Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo. Enséñame que perdonar es un signo de grandeza y que la venganza es una señal  de bajeza. Si me quitas el éxito, déjame fuerzas para aprender del fracaso. Si yo ofendiera a la gente, dame valor para disculparme, y si la gente me ofende, dame valor para perdonar... ¡Hacedor! ¡No me olvido de ti, no te olvides tú de mi!»

Gabby respiró hondo y abrió los ojos.

—Te perdono —le dijo al mercenario, antes de acercarse al sonrosado posadero.

Le dedicó la más dulce de sus sonrisas, entrelazando sus manos delante del cuerpo en un ademán de niña buena que nunca había roto un plato.

—Eh... ¡hola, señor! Disculpe por el estado de la posada. Estos hombres saltaron sobre nuestro compañero y tuvimos que defender nuestras vidas. Pero si hay algo en nuestra mano que podamos hacer para compensarle por el altercado, lo haremos.