Partida Rol por web

El camino de vuelta hacia Lothering transcurrió envuelto en una especie de aura cenicienta. Habíais logrado una victoria pero aquel regusto agridulce no os permitía disfrutarla del todo. El cielo estaba encapotado y no teníais muy claro qué hora era pero a juzgar por la luz que se filtraba a través de las  nubes, bien entrada la tarde.

La tormenta de momento continuaba reduciéndose al breve retumbar de algún trueno relativamente lejano y de hecho fue lo único que se escuchó (junto a los jadeos del perro al caminar) hasta que finalmente volvísteis a divisar las luces de Lothering al fondo. En los alrededores del pueblo, a la entrada, un pequeño puñado de carretas descansaban aparcadas y la vuestra entre ellas, separada en un lugar bastante recogido. Podíais ver a Balaena  preparando algo en el fuego de la hoguera y a Nolan deambulando en círculos por los alrededores del vehículo. Sion se os había adelantado antes pero no parecía andar por el campamento.

En cuanto Nolan os vio, alzó ambos brazos y se dirigió hacia vosotros.

—¡Por la Divina! ¿En dónde os habéis metido? ¿En una granja en ruinas o en los Caminos de las Profundidades?—exclamó—. Estáis hechos unos zorros.

Parpadeó al darse cuenta de que traíais un invitado cuadrúpedo extra.

—Vaya—dijo—. Veo que habéis encontrado al perro.

Sion volvía en esos momentos de Lothering.

—Con permiso... —Lynn se abrió camino suavemente hasta la parte de delante de la comitiva para poder seguir andando—. Si me necesitáis para algo, estaré en la carreta.

Nolan arqueó una ceja y la miró de arriba abajo.

—¿Estás bien, chica? Tienes la cara paliducha—dijo—. Y dicho sea de paso, me cuesta determinar si tu túnica es roja y tu sangre violeta o al revés.

Lynn se miró a si misma, entre el flechazo en la pierna, el corte en el costado y el zarpazo en el pecho la verdad es que iba prácticamente teñida de rojo.

—N... No, estoy bien, esto es de antes. Es decir... —suspiró y sacudió la cabeza como si no tuviera ganas de explicarlo— . Sólo necesito sentarme un momento.

Levantó ligeramente las manos para despedirse de la conversación y se dirigió a la carreta. Nolan se encogió de hombros y os miró como esperando que le pusiérais al día.

Gabby hizo el camino de vuelta en completo silencio, sumida en oscuros pensamientos. Cuando Nolan les recibió con su habitual carácter dicharachero, la joven maga evitó su mirada. Las bromas parecían tan fuera de lugar después de lo que había pasado...

—Tenemos al perro, pero perdimos al niño —a Gabrielle se le escapó un sollozo entrecortado y tuvo que volver a limpiarse las lágrimas con la manga de la túnica. Se sorbió los mocos antes de continuar:—. Alguien debería ir a la Iglesia a reportar lo sucedido yo...

Su cuerpo entero se convulsionó, ahora estaba llorando sin control.

—Yo no tengo fuerzas, lo siento —dijo con el labio torcido en una mueca.

Gabby esquivó las miradas de sus compañeros y buscó un sitio alejado donde poder llorar a gusto y desahogarse en soledad.

Visteis que Balaena se percató de aquello puesto que dejó de atizar el fuego y os miró con cara rara, luego vió irse a Gabrielle y se puso en pie para seguirla.

Te sentaste sobre una piedra al borde de una pequeña charca artificial que se debía haber construído para abrevar a los caballos y que estaba a algunos metros de vuestra carreta.

Entre sollozo y sollozo, escuchaste un suave frufrú sobre la hierba y al mirar viste que Balaena había dejado de atizar la lumbre para seguirte, tal vez extrañada de que te hubieses largado tan apuradamente.

—¿Gabrielle... ?—preguntó con suavidad—. ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?

Le habían educado desde pequeño para no deber nunca nada. No importaba a qué o a quien, las deudas debían saldarse sin importar el paso de los años o las circunstancias que acontecieran. En este caso apenas habían transcurrido unos pocos minutos, el detalle de tratarse de un perro no cambiaba nada. Sin el mabari no habrían podido encontrar a nadie ni salir de esa maldita casa.

Aunque sus pensamientos ya no estaban entumecidos era consciente de que todo había sido real, demasiado real. Las implicaciones morales de lo sucedido eran enormes, por no hablar de otras peores. Sabía lo que debía hacer, no podía permitirse el lujo de quedarse en ningún lugar, el tiempo jugaba en su contra y con lo ocurrido había cedido aun más distancia.

En plena ruina se había gastado una buena cantidad de dinero en comida para un perro, aquello parecía más el acto de un loco que cualquier otra cosa. Pero los juicios de los demás eran algo a ignorar en esa decisión.

Silbó en dirección al mabari para traer su atención. El animal estaría sin duda hambriento tras varios días atrapado.

- Ven amiguito, tengo aquí tus dos jamones. -

- Déjalo de mi cuenta. - asintió el mago a Gabrielle sin demostrar empatía en sus movimientos, en su tono de voz, pero tal vez si con sus actos desinteresados por su compañera del círculo.

 Dreren seguía con la capucha por encima de la cabeza, no porque quisiera ocultar algo, eso era algo que estaba presente en él por su forma de ser, intrínseco también en sus tatuajes.

 Habló para Nolan entonces, cubierto de su propia sangre y muy posiblemente de la sangre de Lynn con una mirada cruda, opaca pero terriblemente centrada, como el plomizo retumbar de los truenos. Pero el mago no estaba enfadado a pesar de que todos tenían demasiados pensamientos en la cabeza en ese momento...trataba de mostrarse enfocado con las cosas mundanas, por eso, seguramente, entendía bien a Sion. Eso, o lo ignoraba por ser un maldito loco, un condenado, un paria.

 - ¿Has conseguido todo lo que necesitabamos? - el mago buscaría algo de agua corriente para lavarse las manos, para eso se remangaría lentamente las mangas de la destrozada túnica, intentando que los desgarrones de las espadas la echasen a perder del todo en su trajín. En el proceso, seguiría atento al rostro de Nolan.

 No pasó desapercivida la premura en la retirada de Lynn, clavó su mirada en la nuca de su amiga fugazmente, sin demostrar ninguna clase de emoción.

 - Gracias por preocuparte. - le dijo a nolan cuando la clériga se fue a su lugar de descanso o expiación. - Ha habido alguna complicación pero ya está zanjado.

 Le explicó para ponerle al día de los acontecimientos. Señalando con un ladeo sencillo de cabeza y mirando hacia allí con cierta indiferencia, prosiguió:

 - El mabari se ha unido a nuestro grupo, si no hay demasiado inconveniente.

 Parece un animal noble y leal. Seguro que puede ayudarnos a lo largo de los contratiempos que nos esperen en nuestro camino.

 Asintió sin inspirar profundamente aunque por un momento pareció necesitarlo. Luego habló rápido, como si hubiese ensayado aquella cara de "no ha pasado nada importante, todo va bien" todos los días durante cada día de su vida delante de un espejo.

 - Me acercaré a la capilla ahora. Y veré si puedo encontrar algo de ropa limpia.

 ¿Estareis bien? - La mirada del mago buscó los ojos de Nolan, en su ánimo sus palabras no decían exactamente lo que deberían. "¿Les echarás un ojo en mi ausencia?"

 No quería tardar demasiado, pero quería hacerlo antes de que anocheciera.

 La motivación del mago era sencilla: encontrar algo de ropa para él y para Lynn, a ser posible nada ostentoso pero similar a la ropa que llevaban en ese mismo instante, sin las manchas de sangre y los rasgones, claro. Por otro lado, tenía la intención de hacerse con algo que pudiese animarles, tal vez algún dulce típico de Lothering que les aportase energía después de lo que habían pasado. No deseaba que se lo tomasen como una celebración, más bien, quería darles algo de consuelo.

 No le importaba hablar con la gente de la capilla, ya les había ofrecido su ayuda, no esperaba su comprensión, sólo su atención. Con saber que el niño no volvería sería suficiente.

Gabby sorbió por la nariz.

—No puedo dejar de pensar en Ferin. Era tan pequeño... él no tenía culpa de nada —soltó un sollozo—. Su madre era una maga y rasgó el Velo en un desesperado intento de protegerle de los engendros tenebrosos. Pero algo más entró, un demonio del miedo que se alimentó de los miedos de Ferin y acabó por poseerle.

Se limpió los mocos sonoramente en un pañuelo.

—Nos estábamos enfrentando al demonio. Todo el mundo estaba herido, pero yo hacía lo posible por protegerlos a todos. Había mucha sangre, pero lo estábamos consiguiendo. Teníamos la victoria al alcance de la mano pero entonces... entonces... —tragó saliva—, Sion tomó el camino fácil y asesinó al niño. Muerto Ferin se acabó la posesión.

Se llevó las manos a la cara.

—Le prometí al fantasma de su madre que protegería a su pequeño. Y he fracasado. ¿De qué sirven los dones que me ha entregado el Hacedor si no puedo salvar a la gente con ellos?

—Por la sangre de Andraste...

Balaena parecía apabullada por tanta revelación tan impactante soltada tan de golpe hasta el punto de perder la capacidad de reaccionar de una forma u otra durante los primeros cinco segundos; lo único que pudo hacer fue tener los ojos muy abiertos y taparse la boca con una mano.

—¡¿Es... Es que ese tipo todo lo arregla igual?!

Notabas cierta ira contenida en la voz de la herrera. Finalmente pareció hacerla reaccionar más el hecho de que estuvieses deshaciéndote en lágrimas que las posibles ganas de darse la vuelta, llegar adonde estaba Sion y estrangularlo allí mismo porque se arrodilló a tu lado y te rodeó con los brazos.

—Shhh... —te arrulló—. No es culpa tuya. Estoy segura de que has hecho todo lo que podías.

Por alguna razón, notabas que el corazón de la herrera latía a toda velocidad. Te estrechó con suavidad pero con firmeza y te dió unas palmaditas en la espalda.

—Y cuando te dejan... sí que salvas a la gente con ellos—la escuchaste tragar saliva—. Yo no estaría aquí si no fuese por ti.

Balaena: Balaena recordará eso.

Gabby se refugió en el regazo de Balaena unos momentos y después la miró con los ojos aguanosos de un cachorrito que acaba de hacerse daño.

—¿Igual? —se limpió las lágrimas con la manga de la maltratada túnica—. ¿Cómo que Sion lo hace todo igual?

La expresión de Balaena se endureció pero no por el enfado sino por la duda. Una duda que parecía tapar un dolor difícil de compartir con otra persona.

—Sí.

La respuesta fue escueta, recordabas que aquel era el mismo gesto amargado que le habías visto a la joven herrera el primer día que os habíais topado con ella y con Nolan. Balaena había estado especialmente cortante hasta el punto de que casi habías creído que era su verdadera forma de ser.

Te palmeó un poco la espalda para confortante pero a la vez parecía seguir debatiéndose en si cerrarse en banda o explicarte a lo que se refería.

—Mi... padre—musitó finalmente con voz tensa—. Contrajo la plaga de los engendros tenebrosos mientras íbamos de camino a Lothering. Un grupo de Chillidos nos emboscó.

Gabby dudó. Veía venir el rumbo de la conversación. ¿Qué podía contestar, qué podía decir?

—Lo... lo siento. Por él y por ti —tragó saliva—. Eso... está fuera del alcance de mis habilidades. Y de las de cualquier sanador en Thedass, hasta donde sé.

—Lo sé—respondió Balaena—. Pero eso no quita la forma de afrontarlo.

Apretó mucho el músculo de la mandíbula y respiró sonoramente.

Gabby se separó un poco de Balaena y tomó sus manos entre las suyas, con piedad. Como solía pasarle, olvidó sus propios problemas para ayudar a los demás a resolver los suyos.

—¿Cómo... cómo hubieras preferido que fuera?

—¡Desde luego no con un completo desconocido acercándose a mí, daga en mano, y soltándome "No deberíais ver esto, creo que no es merecedor de ser el último recuerdo por mucho dolor que vaya a aliviar" como si fuese a sacrificar a un animal con rabia!—respondió la herrera con un brillo iracundo en los ojos. Hasta notaste que te apretaba las manos—. Era... ¡Era mi padre, maldita sea!

Resopló y se peinó hacia atrás con una mano tratando de serenarse. Luego pareció darse cuenta de que su intención inicial había sido consolarte pero se estaba dejando llevar así que sacó un pañuelo limpio del bolsillo y te secó con él los lagrimones que te encharcaban la cara. Luego te lo tendió para que lo hicieras tú cada vez que lo necesitases.

—Él le pidió a Nolan... que le hiciera ese último favor. Han sido amigos desde hace años y quiso que fuera él quien encomendase su alma al Hacedor—te explicó con un tono algo menos tirante. Por lo visto no había sido Sion quien había terminado por obrar el acto de misericordia pero parecía ser precisamente la actitud carente de tacto del pícaro lo que enfurecía a Balaena cada vez que recordaba lo ocurrido—. Eso y que cuidara del único tesoro que le quedaba.

—Tú —Gabby se apañó para sonreír y hacer un puchero a la vez—. Lamento que las cosas no hayan ido como a tu padre y a ti os hubiera gustado. Odio cuando le pasan cosas malas a las personas buenas.

Se fue a enjugar las lágrimas, y se encontró haciendo un gesto torpe ante la indecisión de si usar su pañuelo o el que el acababa de tender Balaena.

—Sion es... insensible. Me cuesta pensar en él como una mala persona. Pero a veces parece más una estatua que un humano con corazón, sentimientos y empatía por los demás. Despreciar así el último deseo de un moribundo, segar de aquella manera la vida de un chiquillo...