Partida Rol por web

Cedric se alegró en silencio de posponer la visita a Nordale. Lynn había dicho que Ayla no parecía una maga, "bastón aparte". El problema era que el bastón no había estado aparte ni un momento durante su estancia en la capilla. A la madre Bethel, al menos, no le había costado intuir que la chica tenía algo de apóstata. Era difícil saber qué habían adivinado las otras hermanas o con quién más había compartido Bethel sus sospechas.

No era que lo que proponía Gabrielle no fuera una completa locura, pero parecía una locura razonable, dadas las circunstancias. Era difícil sacar ningún sentido de búsquedas de reliquias andastrianas y persecuciones de maleficarum. Sin embargo, había algo que quedaba por decir, y Cedric ya estaba harto de palabras flotando en el aire. Esto era importante. Necesitaba que Ayla lo supiera. Más que nada, por su propio interes, necesitaba saber que Ayla lo sabía.

—Ayla, la Madre Bethel murió en la explosión de la capilla.

En varias ocasiones había tenido que esforzarse para contener lágrimas al pensarlo, pero no ahora. Los ojos de Cedric estaban ocupados leyendo cualquier sombra de reacción en los de Ayla. Leyendo su alma. De una forma, Cedric estaba leyendo su propio futuro en aquellos ojos ambarinos. Si se embarcaría o no en esa locura dependería de lo que viera en los reflejos amarillos. No era una decisión que tomar a la ligera.

—Justo antes de morir, en lugar de culparte me pidió que te ayudara. Que compartiera tu carga. Lo haré, pero solo si confías en mí tanto como ella confió en ti. No pienso morir por secretos que no comparto.

Yo no soy un santo.

A decir verdad, Cedric no pensaba morir en absoluto, pero por alguna razón las palabras habían salido así de su boca.

—No me gusta. No me gusta la idea de reunir las reliquias. Entiendo tus sentimientos Gabby, pero creo que buscar ayuda debería de ser nuestra prioridad.

Alexei se mostró ceñudo y con gesto grave, mientras mostraba sus reservas ante la decisión de la maga ya no tan bisoña. Entonces sonrió.

—Sé que no vas a dar marcha atrás y si te dejara, si os dejara—corrigió mientras miraba también a Lynn—en la estacada, sería un auténtico imbécil. Así que busquemos ese templo y recémosle al Hacedor porque no nos estemos equivocando.

Trasus seguía con el culo en el suelo, y el resto de su cuerpo pegado al trasero.

Suspiraba con estoicismo. Su futuro se le antojaba terrible. Se había metido encontrado en medio de un grupo de locos temerarios. Y bien sabía él de tales menesteres, pues a menudo se encontraba entre sus filas, pero siempre en casa, donde su dormitorio en la universidad y una taberna estaban al alcance de un breve paseo. No en mitad del bosque, buscando las piezas de lo que podía ser, y podía no ser, el bastón de Andraste.

La empresa no carecía de atractivo. El hallazgo, de confirmarse las sospechas que albergaban las dos magas, tenía el potencial para darle la vuelta al canon impuesto por la Capilla. Y no solo en materia de dogma; las revelaciones de Andraste como una maga, y del papel de los elfos en la primera Marcha Exaltada, podían alterar para siempre la cosmovisión de los pueblos de Thedas.

Pero sería más sencillo enterrar la cabeza del bastón, dejar que se consuma y traer a un grupo de magos y templarios para solventar las consecuencias.

—Os acompañaré, al menos hasta que regresemos a Nordale —dijo—. Hurgaremos en los vestigios de civilizaciones pretéritas, esculpiremos el futuro, haremos amigos en lugares remotos y, si vuestro encantador es competente, experimentaremos en nuestras propias carnes los efectos de la magia de sangre. Los decanos de la universidad estarán extáticos cuando les muestre mis anotaciones.

Gabrielle sonrió aliviada cuando sus compañeros de viaje accedieron a acompañarla. Cuando llegó el turno de Trasus extrajo de su mochila un tubo metálico. Al tirar de la parte inferior, se desenrolló un pergamino.

—Esta es la Letanía de Adralla —dijo, mostrando el artefacto a Trasus y a todos los presentes—. Se puede utilizar como componente mágico para realizar un conjuro que neutralice los encantamientos de magia de sangre. No estamos tan indefensos ante sus artes oscuras como piensas, Trasus.

Protección contra el Mal sigue protegiendo contra el control mental, como D&D convencional. Sólo necesita la Letanía como componente mágico, y me hicieron una copia en el Círculo al salir.
 

Ayla miró a Cedric durante un instante, como si tratara de aclarar si le había dicho aquello como dato o con algún mínimo atisbo de echarle la culpa. Pareció concluir lo primero puesto que no montó en cólera ni se puso a gritar; de hecho de pronto pareció mucho más cansada.

—Los dones no otorgan derechos—dijo desviando la vista—. Brindar plena confianza a una persona no te da derecho a tener la suya.

De hecho, Cedric no le estaba brindando nada, era la Madre Bethel quien lo había hecho.

—Pero si lo que temes es que os traicione, la respuesta es no. Eso sería increíblemente estúpido.

Ayla lo aprueba mucho

Lynn lo aprueba mucho

Asthan lo aprueba mucho

Sarkee lo desaprueba un poco

Tal'vashoth lo desaprueba

Ayla ha iniciado una relación amistosa con Gabrielle, una de rivalidad con Trasus y una de rivalidad con Alexei. Cedric por el momento es neutral. Ganáis un logro:

Tras una pequeña pero sabrosa cena os repartisteis las guardias para el resto de la noche. Ayla sin embargo quedó fuera de ellas; de por sí no se había recuperado del todo antes de salir de Nordale y la habían vuelto a atacar los engendros por lo que estaba demasiado débil y aquello traía de la mano cansancio. Más que nada porque, después de cenar, (y rechazar en redondo el meterse dentro de la carreta) la apóstata se arrebujó en la manta que le dejasteis y se hizo un ovillo junto al fuego, quedándose dormida en cuestión de minutos sin soltar para nada su bastón.

Decidiste que tenías aún algo pendiente que hacer de modo que, después de apenas media hora tras la cena, decidiste buscar a Lynn. La clériga había cenado muy poco y se había ido enseguida dentro de la carreta. Fué allí donde te dirigiste a buscarla y fué allí donde la encontraste.

Lynn había enrollado su petate contra la pared para usarlo de respaldo y poder recostarse un poco hacia atrás sobre él. Se había echado la manta por las rodillas para no coger frío pero no parecía tener la menor intención de dormir, principalmente por lo dicho: sólo estaba sentada.

Por la expresión de su cara parecían no quedarle ya más lágrimas que derramar aquel día. Simplemente estaba allí jugueteando distraídamente con su Símbolo Sagrado entre las manos. Ni si quiera te había oído entrar en la carreta.

Tras una pequeña pero sabrosa cena os repartisteis las guardias para el resto de la noche. Ayla sin embargo quedó fuera de ellas; simplemente estaba demasiado débil y cansada para tal cosa. De hecho, después de cenar, (y rechazar en redondo el meterse dentro de la carreta) la apóstata se arrebujó en la manta que le dejasteis y se hizo un ovillo junto al fuego, quedándose dormida en cuestión de minutos sin soltar para nada su bastón.

Decidiste volver a la carreta para tener un momento de solaz en medio de toda aquella enormidad que se os había venido encima. Al hacerlo te topaste con que Lynn estaba allí; la clériga había enrollado su petate contra la pared para usarlo de respaldo y poder recostarse un poco hacia atrás sobre él. Se había echado la manta por las rodillas para no coger frío pero no parecía tener la menor intención de dormir (principalmente por lo dicho: sólo estaba sentada)

Parecían no quedarle ya más lágrimas que derramar aquel día. Simplemente se distraía jugueteando con algo entre las manos aunque te escuchó subir a la carreta. Miró en tu dirección y te dedicó una leve sonrisa, luego palmeó el suelo a su lado para que te acercases a sentarte junto a ella.

—Vaya día, ¿eh?—suspiró una vez lo hiciste—. Siéntate, de hecho quería hablar contigo.

Rebuscó algo en el interior de su túnica con una de las manos, en la otra viste que con lo que había estado jugueteando era un pequeño granate ovalado. Tras varios segundos sacó algo del bolsillo y te lo tendió: era una runa.

No, era la primera runa que había tallado. La recordabas.

—Nunca llegué a dársela—dijo como si algo de todo aquello le diera vergüenza—. Y... bueno, supongo que mejor así. Debería habértela dado a ti. Ahora mismo me siento bastante estúpida.

Gabrielle se sentó junto a su amiga, y rebulló incómoda cuando le tendió la runa.

Sabía que lo hacía con buena intención, pero el gesto le resultaba inapropiado. Lynn había fabricado la runa para regalársela Dreren. Estaba... mal. No quería tener algo que iba a ser de un difunto, especialmente si el difunto era él. 

Negó con la cabeza con suavidad.

—Lo siento. No puedo aceptarla. No después de lo que ha pasado. No te sientas mal por ello, comprendo por todo lo que has pasado estos días. Pero me parece inadecuado.

La expresión de Lynn se ensombreció.

—No llegué a dársela porque cuando se me fueron los pájaros de la cabeza aquel mismo día pensé que era más apropiado que la tuvieras tú. Pero entre unas cosas y otras, me olvidé de dártela—dijo—. Aunque supongo que ahora ya es demasiado tarde para rectificar nada...

Suspiró con evidente frustración y volvió a guardársela. Seguramente sintiéndose el doble de estúpida.

—No doy una a derechas.

Se colocó mejor la manta, aunque seguramente fué por hacer algo que no fuera quedarse sumida en un incómodo silencio.

—Y en cuanto a lo que he pasado... no tengo ni idea de cómo sentirme—confesó—. No puedo creerme que ya no esté, tengo ganas de llorar y sin embargo también estoy enfadada. ¿Esto fué real alguna vez o siempre estuvo en mi cabeza? Es decir, primero lo de los tatuajes de lirio, pero luego está aquello que me contaste que hizo en la casa de los Grawpe, luego me hace a saber Andraste qué y me roba la filacteria, pero luego está esto...

Te enseñó el pequeño granate que tenía en la palma de la mano.

—Me lo dió antes de morir—dijo—. Al final es todo lo que me queda de él y ni si quiera sé si es un regalo o alguna otra cosa más sin ningún sentido. No es nada que useis los magos, ¿no?

Gabrielle sí sabía cómo se sentía con respecto a Dreren. Pero decirlo sería centrar la atención en ella. En lugar de responder a su amiga sobre ello, examinó la gema.

—Si hay algún conjuro que utiliza una gema como esa, no lo conozco. 

No se fiaba de que fuera un ardid de Dreren, de modo que hizo los sencillos pases mágicos de un conjuro de Detectar Magia.

—Es mágica. Veo un aura de abjuración, de un poder por encima del de Dreren. Es mejor que no la manosees demasiado, hasta que pueda identificar sus propiedades. En el saquillo de gemas de Nicolae hay una perla que puedo utilizar para el conjuro, pero tendrá que esperar a mañana.

Lynn torció el gesto: era demasiado pedir que Dreren hubiese querido hacerle un regalo normal y corriente a ella. Un regalo mágico era bonito pero claro, dependiendo de qué hiciera aquella magia.

La cuestión es que de pronto el tema de la perla se volvió irrelevante.

El granate empezó a despedir una serie de volutas de humo y aquello captó rápidamente vuestra atención. Cuando las volutas se convirtieron en pequeñas llamas de color morado, Lynn se asustó y los soltó pero fué por puro reflejo ya que cuando se observó la palma viste que no se había quemado.

Las pequeñas lenguas de fuego y el humo formaron una especie de serpentina perezosa que zigzagueó y terminó explotando en el aire en medio de un montón de volutas moradas.

Y de dentro apareció una persona.

Bueno, no. A los dos segundos os disteis cuenta de que no era exactamente una persona.

Vestía con un chaleco y unos pantalones desgastados de cuero tintados de oscuro, tenía la piel de un incomprensible color plateado y los ojos rojos como dos rubíes. Aquello no te habría resultado del todo raro de no ser porque también podías ver dos cortos cuernos que se curvaban con suavidad hacia arriba asomar de su melena, fosca, corta y blanca como la nieve.

—¡Por todas las malditas centellas, Dreren! ¡Tengo claustrofobia!—protestó mientras sacudía el humo con una mano entre toses—. Y calambres. Tengo calambres hasta en partes del cuerpo que desconocía hasta ahora. Te parecerá bonita forma de tratar a una dama. Es cruel, y desconsiderado, y ...

Se dió la vuelta esgrimiendo un dedo terminado en una pequeña uña afilada aunque cuando os vió casi se le salieron los ojos de las órbitas y se quedó petrificada en aquella postura.

— ... y tú no eres Dreren—terminó. Parpadeó y tres segundos después esbozó una sonrisa de circunstancias.

Lynn se la había quedado mirando boquiabierta. Literalmente.

—No, no soy Dreren. Me llamo Gabrielle. ¿Quién eres tú? —le preguntó Gabby sin preámbulos, aunque consciente de que la respuesta de la entidad no iba a ser muy útil.

Porque estaba claro que era una criatura del Velo. Como había llegado al mundo material, en forma física, era harina de otro costal. Maldiciendo por enésima vez a Dreren, Gabby tanteó su vínculo empático con Astucia para llamarle la atención sobre lo que estaba sucediendo.

«Te necesito. Ven.»

El Hacedor sabría por qué la buena mujer había elegido ese nombre para su texto. En Tevinter no se la mencionaba, salvo para hacer escarnio de ella. Esperaba que fuera tan efectiva como Gabrielle aseguraba. Aunque comprobar los efectos de la magia de sangre sería interesante, durante unos instantes.

—Un libro de texto contra la magia de sangre, y tipos corpulentos con armaduras contra las flechas y las espadas —replicó, dándose golpecitos en la sien con el dedo—. Es más seguro que salir de la taberna de madrugada a vaciar la vejiga.

—¡Oh, que bien! ¡Alguien que no da diecisiete vueltas antes de decirme su nombre!—respondió la entidad dando un par de palmaditas ilusionadas. Luego te tendió la mano con desparpajo—. Yo soy Allure, ¿qué tal?

Sentiste más que escuchaste cómo Astucia se acercaba a la carreta. Decidiste transmitirle que lo hiciera discretamente de modo que el "elfo" se asomó por el borde pocos segundos después y casi se le salen los ojos de las órbitas al mirar dentro. Aunque continuó agazapado.

«¡¿De dónde ha salido eso?!» escuchaste en tú cabeza.

Lo notabas francamente patidifuso.

«De una gema encantada que Dreren le dio a Lynn antes de morir. Parece que ni muerto deja de dar problemas. La gema tiene un poderoso aura de abjuración. El caso es, ¿qué debemos hacer con esta Allure?»

Asthan parpadeó sin atinar a contestar en un principio.

«No lo sé» titubeó al cabo de varios segundos, como si a él mismo le desconcertara lo que tenía que admitir: «No sé qué es»

Allure en ese momento hizo un puchero al ver que habías pasado de estrecharle la mano y la dejó caer. Luego se cruzó de brazos, enfurruñada.

«Es como si estuviera sintiendo a un demonio... y a la vez un espíritu. ¡E-Es absurdo!» dijo. Viste que miraba un instante a Lynn con expresión dubitativa y luego volvía a agazaparse para centrarse en el vínculo contigo «¿Quieres que me quede aquí por si acaso o entro?