Partida Rol por web

Con esas palabras, el rubio tenía su explicación. Una que de poco le servía, pues no era más que el hecho, desnudo de motivos y razones. El demonio había aparecido, de improviso. Tarde o temprano, Rhagos volvería a aparecer, y quizás en esa ocasión sería un interlocutor más entusiasta, aunque no parecía probable.

Gabrielle estaba proponiendo el siguiente paso. Trasus se preguntaba cuál sería el suyo. Conocida la naturaleza de la cabeza de bastón, su interés por ella se había derrumbado. Tampoco se hubiera encontrado en situación, en cualquier caso, de llevarla de vuelta a Val Royeaux si así lo hubiera deseado. Las incógnitas sobre la expedición seguían allí, pero ya no le concernían.

—¿Por qué no acudir directamente a la Divina Justinia? —preguntó—. ¿Tienes idea de dónde encontrar a los Buscadores?

—Dreren ha fallecido, Ayla. Sepultado bajo la avalancha.

Gabrielle decidió no ahondar en el asunto por respeto a Lynn. Pero no le faltaron ganas de apostillar que, a diferencia de Ayla, Dreren se había convertido en un maleficarum tras ver apenas un atisbo de libertad.

También decidió no malgastar saliva en explicarle a Trasus por qué no debían cruzar Ferelden y Orlais de cabo a rabo, con un mago de sangre pisándoles los talones, para llegar a Val Royeaux y pedir, ingenuamente, una audiencia con la Divina para "algo muy importante".

—Sé por dónde empezar a buscarlos: en la Capilla de Nordale, por ejemplo. Confío en que podamos enviar un mensaje a uno, o que envíen una carta a la Capilla de la Capital y que lo localicen ahí. Pienso que sería más fácil que... —carraspeó—, pedir una audiencia con la Divina Justinia.

—No podemos ir a Nordale con ese demonio detrás de nuestros pasos—dijo el rubio volviendo a la conversación.

Alexei no podía rehuir a lo que estaba ocurriendo y por mucho que detestara tener que ayudar a Ayla, era consciente que mientras ese bastón no estuviera a buen recaudo mucha más gente estaría en peligro.

—Antes de hacer cualquier cosa deberíamos encargarnos de él. Averiguar por qué la persigue—señaló a Ayla— y asegurarnos de que deje de hacerlo. Después del derrumbamiento, el demonio huyó de nosotros. Igual es una locura pero creo que podemos lidiar con él. No podemos pisar tierra civilizada con esa cosa de por medio.

—No tenemos por qué volver todos a Nordale. Aunque imagino que tienes alguna idea en mente aparte de quedarnos aquí acampados y esperar, ¿verdad? —dijo Gabby, invitando a Alexei a seguir hablando.

—No lo sé. No sé de magia, ni de demonios. Pero si repasamos los momentos en los que el demonio ha aparecido la vida de Ayla siempre ha estado en peligro o con un estado deplorable—Alexei comenzó a enumerar—. En el lago Calenhad casi se ahoga y posteriormente aparece. No creo que su paso por los caminos de las profundidades fueran precisamente un paseo apacible, mucho menos después del robo de la reliquia. Más tarde Cedric la encontró en mal estado y la llevó a la capilla. Una vez más el demonio hizo su aparición. Y ahora, en el paso de Brecilia, siendo atacada el demonio vuelve a hacer acto de presencia. ¿Coincidencia o patrón? No lo sé.

El joven guerrero se dirigió entonces a la apóstata.

—El demonio decía que eras suya. ¿Suya para qué? ¿Para matarte? ¿Para poseerte? Por el Hacedor realmente espero que no sea para protegerte. Sabes su nombre. ¿Qué más sabes de ese demonio?

En opinión de Cedric, el demonio no era una prioridad mientras estuviera al otro lado del Velo. Maleficarum tras la pista de Ayla y un bastón que amenaza con desintegrarlos a todos parecían problemas más acuciantes. Tampoco era que su opinión importara, así que se la guardó. Lo que sí comentó, respondiendo a Gabrielle, fue la idea de volver a Nordale.

—Incluso aunque no fuera un peligro, Ayla no será bienvenida en Nordale. Mucho menos en la Capilla.

Las hermanas que quedaran no se alegrarían de ver a la forastera apóstata que llegó de la nada y desapareció después de la explosión que mató a Bethel. Por supuesto, él tampoco sería bienvenido en Nordale, pero Cedric hizo un esfuerzo para no dejar que eso afectara a su juicio. La propuesta de Gabrielle era sensata.

—Siempre que ella no entre en el pueblo, me parece una buena idea. Es la capilla más cercana, y confío en las hermanas.

—Si cuando la encontraste la llevaste directamente a la capilla, salvo tú y la Madre Bethel no creo que en el pueblo nadie más vaya a saber quien es—dijo Lynn—. Ni si quiera parece una maga. Bastón aparte.

Ciertamente, la apóstata no vestía túnica; llevaba unos pantalones y un chaleco de cuero sobre la camisa. Incluso la media capa desgarrada que aún conservaba y las gafas tintadas sobre la cabeza la hacían parecer más una aventurera que nadie dedicado a las artes arcanas.

Ayla se había quedado por un instante congelada con la respuesta que le había dado Gabrielle, tras varios segundos en los que parecía no saber qué decir terminó por soltar un gruñido.

—¡Estúpido idiota!—protestó—. ¡Nadie le mandaba meterse!

En ese momento, Lynn reprimió un gemido. Había que admitir que la clériga estaba manteniendo estoicamente la compostura pero comenzaban a brillarle los ojos y la apóstata parecía ser de ese tipo de personas que no sabe qué hacer cuando alguien llora. O al menos por cómo la miró de reojo primero y cambió diametralmente de tema después.

—No huyó, me persiguió—refunfuñó refiriéndose a lo que había dicho Alexei sobre el demonio y el derrumbamiento—. Y sé su nombre es porque lo anda rugiendo casi tanto como el resto de bramidos amenazantes que suelta. Ya os he dicho que no sé por qué me sigue. De lo que sí estoy segura es que no hace saltar las cosas por los aires para protegerme.

—Suponiendo que lo que dices sea verdad y no te lo estés inventando. O hayas cambiado la mitad de las cosas—gruñó Sarkee que había terminado por sentarse en el borde trasero de la carreta.

—Suponiendo que lo que digo sea verdad y no me lo esté inventando. O haya cambiado la mitad de las cosas—repitió Ayla con sorna—. Pero tranquila, si decido convertirme en una horrible abominación devoradora de inocentes, prometo que avisaré antes.

Ignoró a la enana y miró al resto del grupo cruzándose de brazos con gesto enfurruñado.

—Lo cual me lleva a una pregunta, si es que puedo hacerlas ya: ¿mí opinión cuenta?

Gabrielle sí sabía qué hacer cuando alguien lloraba, pero estaba demasiado concentrada en lo que tenían entre manos.

—Para bien o para mal estás ligada al destino de ese bastón. Escucharemos lo que tengas que decir, como venimos haciendo hasta el momento —le contestó la maga a Ayla, en un ligero tono de reproche.

—Habla por ti... —refunfuñó Ayla mirando a Sarkee de reojo. Aunque entre unos exigiéndole respuestas por las malas, otros quitándole cosas y otras dudando de todo lo que decía, no debía estar pensando sólo en la enana.

—Opino que primero haría falta conseguir el bastón en sí: sin las tres piezas es como no tener nada—dijo—. Tanto si pretendeis dar con los Buscadores como si pretendeis... hacer cualquier otra cosa. Pero el caso es que no tenemos por qué decidir eso ahora.

Se secó por enésima vez el sudor de la frente. A aquellas alturas, ni ella misma debía saber por qué seguía intentándolo.

—Claro que eso no quita de aprovechar que Nordale está cerca para tratar de enviarles un mensaje... —suspiró—. Sólo espero que hagan honor a su nombre, incluso con algo supuestamente salido de los Versos Disonantes.

Nadie se dignó a responder su primera pregunta. La más sensata de todas, sin duda, pues era evidente que no estaban preparados para lidiar con un problema como el que se habían echado a la espalda, sin venir a cuento. Los encantadores del Círculo podían carecer de la sofisticación que los maeses se veían forzados a desarrollar, pero no eran menos capaces. Claro que, si no ha encontrado todavía a Ayla, no debe ser tan peligroso.

Ayla acababa de proponer buscar el resto del bastón. No tenía muy claro qué utilidad tendría hacerlo, aparte de facilitarle la tarea al tipo que lo estaba buscando, pero la curiosidad le condujo a seguir el juego.

—¿Y dónde se encuentra el resto del bastón? —preguntó, rascándose los cuatro pelos que le habían brotado de la barbilla.

—Si alguien dividió ese bastón en tres trozos lo hizo por un buen motivo—dijo el joven rechazando la idea de Ayla—. Tener parte de él ya es suficiente como para frustrar los planes de ese encantador. Como no hay manera de atraer al demonio ese, habrá que confiar en que los Buscadores de la Verdad puedan ayudarnos.

Gabrielle se detuvo unos instantes.

—A mi me preocupa la facilidad con la que la expedición de Silas obtuvo la cabeza del bastón. Puede ser que se dividiera y escondiera el bastón por un buen motivo, pero está claro que o las protecciones eran muy ingenuas o, con mayor probabilidad, se hayan desbaratado con el paso del tiempo. Si ellos pudieron obtener el fragmento, nuestro rival con más razón. Creo que estarían más seguras en las manos de los Buscadores de Verdad que en sus actuales paraderos.

»Además no me gustaría ver ni un sólo fragmento de una reliquia de Nuestra Señora en las manos de ese mago de sangre. Y no es sólo que una reliquia así debiera pertenecer a los fieles. Es que no sé qué es más peligroso: que logre utilizar un fragmento del bastón para sus fines o, tras escuchar lo que ha dicho Ayla, que trate de usarlo y falle.

Suspiró.

—Creo que localizar los otros fragmentos es la opción menos mala de todas, aunque tengamos la sensación de estar haciéndole el trabajo a nuestro rival. 

Hundió los hombros y esperó a que Ayla contestara a la pregunta de Trasus.

Ayla resopló con un ligero deje de irritación aunque después de que hablase Gabrielle se limitó a señalarla con la palma vagamente.

—Eso.

Al haber levantado la mano, se topó con la desagradable sorpresa de que era incapaz de sostenerse sólo con la otra y perdió el equilibrio. Lynn la sujetó rápidamente pero la apóstata volvió a intentar sacudírsela de encima.

—Déjame, joder, ¡no pasa nada!

—¡Sí, pasa!—espetó la clériga en un tono mezcla de enfado y frustración, más alto de lo que seguramente habría pretendido—. Has perdido tanta sangre que no sé ni cómo diablos sigues viva, estás pálida como un fantasma, y no tengo forna de saber si las armas de esos engendros estaban envenenadas o no. ¡Déjame ayudarte aunque sea por UNA vez en tu vida!

Ayla emitió un gruñido aceptando apoyarse en Lynn a regañadientes... aunque debía ser más por debilidad física que por lo que dijese ella (principalmente porque para revindicarse le dió un codazo flojo)

—"Uno en las entrañas de la Roca custodiada por los enanos relegados al olvido, otro en el seno de la más justa entre los elfos, y otro en la cima del cielo donde también descansa su dueña"—respondió entonces a la pregunta de Trasus—. Y demás parafernalias poéticas más que tuve que descifrar en el condenado escrito pero, resumiendo: Uno en un lugar muy concreto de Brecilia, otro en un lugar muy concreto cerca de Refugio y otro en el thaig que ya conocemos.

Tal'vashoth, que muy probablemente no tenía la más remota idea de la mitad de referencias religiosas de las que estabais hablando (por motivos obvios) hizo crujir su enorme cuello cuando lo estiró a ambos lados. Desde su punto de vista parecía imponerse un resúmen, o al menos en vista de la variedad de opiniones.

—¿Entonces vamos a ayudar a la bas-saarebas?—preguntó en un tono tan llano como las Anderfels. Aunque el ceño del gigante estaba arrugado en un profundo gesto pensativo—. ¿Cuál es la idea al final?

Todos los PNJ están atentos a lo que digáis.

—La más justa entre los elfos debe referirse a la diosa élfica de la justicia: Mythal. Supongo que el verso debe referirse a algún tipo de altar o templo a Mythal en la espesura de Brecilia, que es lo que estabas buscando antes de que te encontráramos, ¿no es así? —le preguntó a Ayla antes de seguir su razonamiento—. Y el lugar de descanso de su dueña debe referirse al templo de las Cenizas Sagradas que, gracias a la Heroína de Ferelden y al Hermano Ferdinand Genitivi, podemos localizar en Refugio, exactamente.

Se rascó la mejilla antes de contestar a Tal'Vashoth, en un gesto pensativo.

—Yo no estoy aquí sólo cumpliendo órdenes del Círculo de Hechiceros, o únicamente por ayudar a Ayla. Que también. Si no, sobre todo, porque soy Andrastiana. Tener tan cerca una reliquia de la profetisa y vivir tan de cerca su historia es... mucho más de lo que aspiraba cuando salí de mi Torre —dijo, y frunció el ceño—. Y porque no voy a permitir que ese encantador, sea quien sea, trate de seguir ejemplo de los maeses Tevinteranos. La última vez que alguien intentó llegar a la morada del Hacedor, cayó sobre nosotros la Ruina. Nada bueno puede salir de ello, para ninguna cultura de Thedas, sin importar sus creencias.

Depositó sus manos menudas sobre el extremo cristalino de su bastón.

—Yo seguiré a Ayla, y la ayudaré a encontrar el fragmento del bastón que hay en Brecilia, ahora que estamos tan cerca. Después volveré a Nordale, intentaré contactar con los Buscadores y solucionaré unos asuntos pendientes allí —dijo, echando una mirada inconsciente a Cedric—. Después, viajaré a Refugio a por el último pedazo del bastón. Y espero que los Buscadores nos encuentren para entonces antes de que lo haga nuestro enemigo.

Por un momento, se vio a si misma desde una posición ajena. Si le hubieran dicho hacía un tiempo que iba a mostrar tal resolución no lo hubiera creído. ¿Tanto había cambiado?

—Ni qué decir tiene que no espero que nos acompañéis. Pero me gustaría, y me sentiría más segura, si lo hicierais.