Partida Rol por web

La noche transcurrió sin más problemas aunque la mañana siguiente os deparaba una serie de acontecimientos entre curiosos, normales y raros. Pronto lo descubriríais.

Para empezar, el primer amago de infarto vino cuando no encontrasteis a Ayla junto al fuego, pero la localizasteis enseguida en el borde del campamento: Estaba sentada sobre una piedra con el bastón cruzado sobre las piernas y leyendo lo que parecía ser su grimorio. Tenía mucho mejor aspecto que la noche anterior y quedaba patente que si quisiera haber escapado podría haberlo hecho... de modo que parecía haber sido sincera en lo de quedarse con vosotros.

Por otra parte, Balaena parecía estar hablando con Nolan de algo, y la conversación terminó con la muchacha torciendo el gesto y cruzando los brazos en ademán de circunstancia. Se acercó al centro del campamento una vez estuvisteis todos más o menos cerca.

—Chicos, hay algo que debemos deciros—empezó. Nolan iba tras ella pero parecía no tener ni idea de qué decir porque se rascaba la nuca nerviosamente así que la herrera suspiró y continuó—. Me temo que no podemos seguiros hasta ese templo. La caravana no puede atravesar la espesura, no hay caminos, y además todo este nuevo asunto... nos supera. Lo siento. Seríamos más una carga que una ayuda.

»Pienso que será mejor que nos quedemos en Nordale por el momento. Tengo entendido que hay problemas de rateros porque no tienen ni milicia. Y en armar una sí que puedo aportar algo.

Todos: 2.000 PX por las escenas de Nordale y el Bosque de Brecilia. Actualizad vuestras fichas.

Gabrielle esbozó una sonrisa comprensiva y se acercó a Balaena para depositar una mano en su hombro. ¿Cómo no iba a comprenderla? Ella también se sentía demasiado pequeña para la búsqueda del báculo de Andraste.

—Por supuesto que lo entendemos. Nos reuniremos con vosotros en Nordale en un periquete, te lo prometo. 

La maga se volvió hacia sus compañeros.

—Yo también tengo que contaros algo. Dreren, el mago que algunos conocisteis fugazmente antes de que falleciera, regaló a Lynn una gema maldita —dijo, torciendo el gesto—. Gema a la que está vinculada una criatura del Velo llamada Allure.

Dudó unos momentos.

—Su naturaleza está aún por determinar. La mejor manera de definirla sería "un demonio que se siente un espíritu". De modo que aconsejo cautela si debéis tratar con ella —miró a la gema, en dirección a Lynn, como si esperara que Allure brotara en cualquier momento—, porque se puede manifestar a voluntad. No querría poneros en peligro sin avisaros.

—De buen gusto iría a Nordale a ayudar— dijo muy serio. Esos fantasmas de su pasado no desaparecerían hasta que los enfrentara. Después sonrió al recordar algo y miró a Lynn.

—Pero no se me da bien hacer de milicia ciudadana... Hay un matón, Medwin, que organiza casi todo el crimen del pueblo. A veces van a la taberna o al viejo molino a planificar los golpes. Os deseo suerte.

Y la necesitarían, pero los que se quedaban dependían más bien de milagros. Él tendría que ayudar a Ayla como prometió.

Gabrielle enarcó una ceja al ver que Cedric ni siquiera había hecho alusión a que ahora llevaban un demonio en el grupo. Pero se atragantó con su propia saliva cuando mencionó a Medwin.

—Disculpa ¿qué has dicho? ¿Que Medwin es el líder de los ladrones de Nordale? ¿Medwin, el hijo del herrero? ¡No puede ser, dijo que me ayudaría a entregarlos a las autoridades! Lo... lo conozco de cuando era una niña. ¡Es un buen chico!

Medwin el amigo de Gabrielle. Si lo que decía Cedric era cierto el hombre había sabido ocultarlo bastante bien. Y pese a lo poco de fiar que era el espadachín de la mano en el estoque, que él recordara nunca le habían nombrado a Medwin por lo que su comentario no había sido mal intencionado. 

Alexei se pasó la mano por la cara y resopló. Gabby siempre pensaba lo mejor de los demás, así que no le extrañó que dudase de lo que había dicho Cedric. Él no lo hizo, al menos no tanto.

Gente que no es lo que parece ser. Un demonio que tampoco es lo que parece ser. ¿Qué será lo próximo? Por el Hacedor que a este ritmo no le sorprendería que el bastón de Andraste fuera en realidad un juego de café.

—Seremos cuidadosos con el, emmm, demonio, no te preocupes—dijo resignado—. No podemos saber lo que quiere, pero si está ligado a una gema tampoco podemos deshacernos de ella a la ligera.

El joven guerrero se apartó un mecho de pelo de la cara.

—Démonos prisa en buscar ese templo, así podremos volver cuanto antes a Nordale y saber qué rayos pasa con Medwin. Nolan, Balaena, tened cuidado. No creo que a los ladrones les interese ver como alguien intenta montar una milicia.

Cuando Trasus bajó de la carreta, llevaba una mala noche todavía pintada en la cara. Sus facciones eran de un pálido opaco, como si se las hubiera embadurnado con yeso, y sus escleróticas estaban surcadas por gruesos canales rojos. Cabía preguntarse si había pasado la noche durmiendo o corriendo por el bosque. Por fortuna para él, era inconsciente de su estado.

Incluso sonreía. Como un niño con zapatos nuevos, aunque sus zapatos eran los mismos mocasines desvencijados que había arrastrado desde las profundidades de Thedas hasta aquel bosque. El peto de cuero que abrazaba su torso, la ballesta en su mano y la espada en su cinturón eran nuevos, al menos para él.

Se sentía como debía sentirse un mozo jugando a los soldados. O eso suponía, porque en Tevinter, los críos se enfundaban sábanas parcheadas de estrellas doradas y sujetaban palos para jugar a los maeses. Lo único que empañaba su gozo era no haber sido capaz de moverse con la armadura de placas, ni levantar el martillo de guerra a dos manos.

Los compañeros —incluyendo a Ayla, que no había aprovechado la ocasión para huir— hablaban de despedidas, demonios y un buen chico que habían crecido hasta  meterse en las vestimentas de un matón.

—¿Tiene esa gema la capacidad de invocarla? —preguntó, ahogando un bostezo—. Quizás tenga algo que decirnos sobre el otro demonio que acompaña a nuestra alegre comitiva. Puede que los dos fueran asiduos de la misma taberna en el Velo.

Tras despedirse de Balaena y los otros, Cedric se centró en problemas más cercanos. Lynn y Alyla tenían más en común de lo que había parecido en principio, incluyendo sus propios demonios personales. Sin embargo, él nunca había cambiado su forma de tratar a Ayla por ello, ni lo haría con Lynn. Por lo que sabía, cualquiera de sus compañeros podía ser peligroso.

La opinión de Gabrielle sobre Medwin, así como el mismo hecho de que lo conociera, le resultó sorprendente pero no inaudita. Medwin siempre había sido un farsante y mentiroso. Uno casi tan bueno como el propio Cedric.

—Si le preguntabas a la Madre Bethel, yo también era un buen chico. Podrías decir que Medwin lo es. O al menos puede serlo... cuando quiere. Pero también es muchas otras cosas.

Se encogió de hombros y escuchó, sin opinar, lo que los otros tuvieran que decir sobre los demonios o, más importante, sobre sus planes inmediatos.

Tal'vashoth emitió un resoplido incrédulo por la nariz.

—¿Vamos a dialogar con un demonio?—gruñó—. Deberíamos matarlo, los demonios no traen nada bueno.

Lynn torció el gesto como si acabara de tocarle la almendra agria del saquillo de almendras. Aunque no quedó claro si fué por las palabras de Cedric, por la suposición de Trasus, o por la reacción de Tal'vashoth.

Fuera lo que fuese, pareció decidir centrar la atención de la conversación en el asunto que potenciales peores problemas os podría causar, así que respondió a Trasus.

—No lo sé. Sé que está encerrada... ligada, mejor dicho, a la piedra. Es decir, no puede irse sin más. Y yo no puedo deshacerme de ella—dijo—. Pero parece que sale y entra de la gema cuando quiere; dejó bastante claro que no tiene por qué obedecerme.

Gabrielle dejó escapar un hondo suspiro.

—Estoy de acuerdo con Alexei: pongámonos en marcha lo antes posible y busquemos el templo de Mythal. Y ya iremos solucionando los problemas de uno en uno según vayan surgiendo. 

Y no es que tuvieran escasez de ellos: los problemas parecían reproducirse como los engendros tenebrosos después de una Ruina, tan prolífica como inexplicablemente. Gabrielle sintió un escalofrío. 

—Podría decir lo mismo de la sobriedad, querido Tal’vashoth, y no osaría sugerir armarse de botellas y forzarlas en bocas ajenas.

La decepción ensombreció la sonrisa de Trasus. Un demonio que destacaba por su nula elocuencia y otro que lo hacía por su caprichosa timidez. ¿Qué había sido de aquellos demonios que poblaban tanto las leyendas como los textos eruditos, ansiosos de interactuar con la gente?

Suspiró, dejando que la decepción se marchara poco a poco. Un arranque de toso quebró el suspiro y le sacó el chasco de dentro a trompicones.

—¿Tenemos alguna idea sobre dónde comenzar la búsqueda? —preguntó, carraspeando, una vez se recuperó—. Este bosque supone casi una cuarta parte del territorio de Ferelden, una cuarta parte densamente arbolada, libre de calzadas y caminos; tardaríamos meses en explorarlo.

Tal'vashoth observó a Trasus como si acabase de escuchar la cosa más rara del mundo, o al menos a juzgar por cómo se le quedó mirando durante más tiempo del que sería considerado necesario antes de tacharse de incómodo. Porque gestos faciales no hizo ninguno.

—Me quedo con ellos—dijo repentinamente señalando a Nolan y a Balaena. Miró a Gabrielle tal como si pensara que era la única a la que tuviese que hacerle alguna aclaración o algo así—. Es lo que tú haces, ayudar a gente diferente. Quizá haciendo lo mismo pueda entender por qué.

»El entendimiento me aporta para poder volver a ser fuera del Qun. Viajar con demonios o con demonios tomados a la ligera no me aporta nada.

—¡Toma ya! Un gigante gris conimgo de guarda de caravana—exclamó Nolan haciendo un gesto de victoria con los brazos—. ¡A ver quien es el guapo ahora que intenta robarnos nada, jajajaja!

Lynn se acercó mientras a Balaena, extrajo un saquillo del bolsillo y se lo dió mientras le susurraba algo al oído. La herrera primero abrió mucho los ojos y luego alternó la vista ceñuda entre el grupo y la clériga, que le volvió a decir algo y negó con la cabeza. Balaena terminó suspirando a regañadientes, asintiendo, y guardando el saquillo.

La voz de Trasus era hermosa cuando no se veía sacudida por aquellas toses espasmódicas. Era especialmente hermosa para el propio Trasus, quien a veces parecía ser incapaz de escuchar las demás voces por encima de la propia.

Ajena a este hilo cáustico de pensamientos, Gabrielle se enorgullecía de escuchar a los demás.

—Sí, la tenemos. Ayla sabe por dónde empezar a buscar el Templo de Mythal. ¿No es así?

—Sí. No tenía pensado meterme en el bosque más grande del reino sin haber determinado antes dónde voy—respondió la maga desde el borde campamento sin levantar la vista del libro que estaba leyendo. Pasó una última página antes de cerrarlo con un sonido sordo, colgárselo del cinturón y y ponerse en pie—. Seguidme.

La desacostumbrada palabra salió con algo de torpeza de su garganta. Carraspeó y, sin esperar a ver si le hacíais caso, empezó a andar.

Por alguna razón, Kando no parecía conforme con adentrarse en Brecilia. No teníais tiempo para andar negociando con un mabari de modo que decidisteis dejarlo con Balaena y Nolan hasta vuestra vuelta.

El bosque era una inmensidad de tonos verdes, sonidos, sombras y luces. Algunos de los árboles tenían sus troncos tan cargados de musgo que no se veía la madera, y algunas de las raíces eran tan antiguas que se retorcían alzándose del suelo en algunos puntos como si sus dueños tuvieran trabas a la hora de dejaros adentrar más aún en el corazón de aquel lugar.

Como era de esperar, Sarkee era la que peor lo pasaba en un entorno como aquel: su corta estatura sumada a la armadura y al hecho de que el terreno llano brillara por su ausencia hicieron que aun no llegada la media hora después de empezar la caminata ya anduviera refunfuñando cada vez que le tocaba sortear una roca, saltar una raiz o atravesar un arbusto. Y como también era de esperar, en el caso de Asthan no necesitaba las manos para atravesar el terreno sin tropezar.

Ayla andaba como si estuviera sola; no miraba atrás ni sacaba conversación. Lo que sí hacía continuamente era comprobar los alrededores, como si no se fiase ni de las hojas. O como si estuviese buscando algo concreto para orientarse. Cosa que quedó comprobada cuando llegasteis a lo que no sabíais si era una estatua antiquísima cubierta de musgo que se había prácticamente fusionado a un árbol. O un árbol antiquísimo que se había fusionado prácticamente a una estatua cubierta de musgo, muy claro no estaba.

La maleza había reclamado su espacio sobre la figura de piedra aunque no sabíais si es que no tenía cabeza o si la cabeza en cuestión tenía una forma "ahusada" indefinida, como un yelmo cerrado. Lo que si estaba claro era que estaba esculpida sobre un pedestal cuadrado y achaparrado, tenía forma humanoide y de su espalda brotaban lo que parecían dos alas, aunque una estaba rota por la mitad y el pedazo que faltaba debía haberse perdido en el tiempo. Al igual que los brazos.

Ayla se detuvo y se puso a inspeccionarla, como si buscara algo en ella.

—Esta es la primera de las cuatro señales—dijo—. Supuestamente, tenemos que abandonarla hacia la siguiente después de "ser un poco más sabios".

No, no es la Victoria de Samotracia.

—¿Y eso qué narices significa?

—¿Y yo qué sé? ¡Reclamale a los elfos! O a quien sea que le da por escribir de forma críptica estas cosas para que los pobres mortales se debanen los sesos—gruñó la maga—. La cuestión es que hasta que no averigüemos qué significa, no debemos seguir. Y la respuesta de algún modo la tiene la estatua. Así que ya podemos empezar a tener ideas...