Partida Rol por web

Os despedísteis de Wynne y Fritz y partísteis de Nordale con la promesa de volver a reunir vuestras fuerzas en Refugio.

Tal y como había dicho Alexei, a la salida del pueblo encontrasteis a Ayla sentada sobre una roca. Y a Lynn. Aunque por suerte para todos no había ni rastro de Rhagos, es más, la clériga parecía haber logrado distraer a la apóstata de pensar en el demonio con alguna conversación banal.

Os reunisteis para emprender la marcha, marcha que resultó extrañamente silenciosa tanto por la ausencia del traqueteo de la carreta, los suaves relinchos de los caballos o los ladridos ocasionales de Kando. Incluso la conversación de... bueno, no, Tal'vashoth jamás conversaba por el camino.

La parte buena de todo aquello fué que al menos no os encontrasteis problemas durante el medio día de viaje que llevásteis. Lo cual era un logro porque la ruta más corta entre Nordale y Refugio era a traves de las Colinas Southorn, atravesando los bordes de la Espesura de Korcari y las tierras interiores, no tomando el Camino del Oeste. Aún os quedaba mucho por delante.
 

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Encontrásteis un buen lugar para acampar recién caída la noche ya que había una charca cercana y se encontraba relativamente guarecido entre lomas rocosas pero el campamento continuaba más silencioso que de costumbre.

En ausencia de Nolan, fué Cedric quien se dedicó a preparar algo de cenar, contando con que os fiáseis de él todavía lo suficiente como para comerlo. Lynn se encontraba etretenida haciendo runas sobre una roca plana que encontró a pocos metros del fuego, Ayla para variar era como si no se fiase ni de su sombra y había encontrado un sitio justo en el borde del círculo de luz en el que sentarse a leer algo que no teníais ni idea de dónde había sacado y Asthan había ido hace un rato a la charca pero no había vuelto aún.

Escena de campamento libre. Han ocurrido muchas cosas desde la última vez de modo que puede que haya trama disponible para quien quiera buscarla o para quien simplemente quiera hablar con algún PNJ. O entre vosotros.

Decidiste ir a buscar a Asthan por lo que encaminaste tus pasos hacia la charca. Había luna llena y la luminosidad era relativamente decente por lo que no tardaste mucho en localizarlo pese a que no brillase como técnicamente debería hacer.

Se había sentado en el borde del agua y mantenía las manos estiradas sobre la superficie, no sabías si estaba haciendo algo relevante o simplemente jugando cuando viste un trío de pequeñas esferas de agua flotar armónicamente en círculo entre el estanque y sus palmas... aunque de pronto la lisa superficie empezó a vibrar como su un chaparrón de piedrecillas estuviera cayendo sobre ella y un repentino chapuzón enorme hizo saltar el agua, deshaciendo todo el cuadro y provocando que se apartara para no mojarse.

El espíritu gruñó visiblemente frustrado, se puso en pie y empezó a dar vueltas de un lado a otro refunfuñando para si mismo. Ni te había visto.

Gabrielle se acercó a Asthan haciendo ruido deliberadamente para que la escuchara llegar. Le sonrió.

—¿Qué te pasa? —le preguntó, simple y llanamente.

La reacción de Asthan cuando emitiste el primer sonido a propósito te resultó bastante graciosa ya que se volvió como si en vez de un paso pisando una ramita hubiera escuchado el rugido de un dragón.

—Oh, eres tú—suspiró—. Este mundo es tan silencioso que los ruidos parece que sonaran el doble.

Cuando le hiciste la pregunta sin embargo te dió la sensación de que le costaba responderla.

—Estoy... —buscó la palabra—. Lo contrario a cuando estás bien, cuando estás tranquilo, cuando... ¿Nervioso lo llamáis? Molesto, inquieto...

Se dejó caer de nuevo sentándose con las piernas cruzadas como si se hubiera cansado de dar vueltas.

—Nunca me había pasado esto, es como si las emociones impresas en aquel mural del templo fueran tan fuertes que se hubiesen quedado conmigo—gruñó—. Y no logro sacudírmelas, ni quitarme ese odioso nombre de la cabeza... ¡Maferath!

Gabrielle caminó hasta encontrarse frente a Asthan y se sentó en el suelo, con los dos pies apuntando al mismo lado.

-¿Qué tiene la traición de Maferath a nuestra profetisa que tanto te ha marcado? -le preguntó al espíritu hecho carne-. Aún tengo mucho que aprender del Velo y de los Espíritus, pero me da la sensación de que esas emociones no vienen de fuera, sino que sólo han reavivado algo que ya estaba ahí. Pero que no recordabas.

—¡Fue una traición!—refunfuñó el espíritu como si aquello fuese suficiente razón como para que resultara repugnante—. Una traición que la mató.

Suspiró hondamente y se frotó las sienes con las palmas.

—Los espíritus somos vulnerables a las emociones. Unos más que otros quizá pero todos lo somos. Y aquel mural tenía impregnada la rabia y la... tristeza más grandes que he sentido nunca.

Guardó un momento de silencio como si dudara si decirte lo siguiente o no, o quizá es que no sabía cómo hacerlo.

—Hay... hay algo más. Es en realidad a lo que he estado dándole vueltas todo el rato—dijo finalmente, no sin desviar la vista a un lado con el ceño arrugado—. Casi cada maldito demonio que nos hemos encontrado ha actuado como si me conociera, cosa que ninguno de los espíritus que hemos visto ha hecho. Y Allure en aquella sala...

Te miró.

—Creo que me puedes ayudar, pero aviso que no es agradable. No sabía con qué cara pedírtelo.

El joven guerrero se acercó hasta donde se encontraba Ayla. Podía entender que se sintiera incómoda dentro de Nordale por la posible aparición del demonio de la cólera y el daño que pudiera ocasionar pero, ¿en el campamento? Después de los engendros tenebrosos, los arlequines, el varterral... si Rhagos asustaba, pero no tanto como la primera vez que lo vieron.

Era curioso, cuando toda esta "aventura" comenzó sólo pensaba en capturar a la maga y hacer justicia por lo ocurrido con sus padres. Ahora... bueno, realmente no sabía lo que quería. Todo había sido tan precipitado, siempre de un sitio para otro, siempre persiguiendo algo... Tal vez cuando todo terminase pudiera despedirse de sus padres como era debido. Si es que no terminaba reuniéndose junto a ellos.

Con respecto a la "apóstata", pese a sus malos modos, Alexei había sido capaz de empatizar con su sentido de la responsabilidad con respecto al demonio. Quizás por eso le molestaba que se retirase en lugar de estar al calor de la lumbre.

—Creo que junto al fuego podrás leer mejor—le dijo con un tono amable—. Y sí, seguramente debería meterme en mis asuntos, pero los magos pasáis mucho tiempo entre libros así que debería cuidar tu vista. Además, esto no es Nordale, no es necesario que te aisles. 

Gabrielle parpadeó. ¿Estaba insinuando Asthan lo que creía que estaba insinuando?

—Adelante. 

En circunstancias normales hubiera agregado algo como "te ayudaré en todo lo que pueda" o "pídeme cualquier cosa que necesites", pero dado el cariz que estaba tomando la conversación decidió no decir nada más.

Asthan soltó un hondo suspiro, propio de alguien que no está muy seguro de tenerlas todas con él. Tras varios segundos de silencio, extendió una mano y cogió la tuya.

Y entonces estabas en otro lugar.

El rugido de una muchedumbre tronaba a tu alrededor, estabas en medio de una inmensa avenida, o quizá era una plaza. No tenías ni idea pero estaba abarrotada de gente cuyos rostros parecían diluidos e irreconocibles, tal como ocurriría si alguien los hubiese emborronado en un lienzo. Te encontrabas en una ciudad... una ciudad enorme que en algún rincón de tu mente supiste que no habías visto en tu vida pero que destilaba un aura de grandeza destinada a hacer sentir pequeño a cualquiera.

De golpe, una creciente urgencia, una desgarradora angustia atenazaron tu corazón como si de las férreas garras de alguna criatura depredadora se tratasen. Te encontrabas corriendo en medio de todas aquellas personas, abriéndote paso desesperadamente. Corrías... quizá huyendo de algo, quizá tratando de llegar a alguna parte, quizá ambas cosas juntas... No lograbas distinguirlo, pero necesitabas ir más deprisa, ¡necesitabas ir más deprisa! Lo único que palpitaba en tus sienes era aquel miedo, aquella angustia, aquella necesidad por ir más deprisa.

Alguien gritó en algún lugar de aquel mar de gente, y se te antojó un grito de alarma que avivó esa desesperante sensación de urgencia hasta límites dolorosos. Por un momento sentiste que el mundo entero estaba en tu contra e iba a aplastarte con su peso, pero la determinación por continuar avanzando se alzó en armas contra esa desesperación.

«¡Basta!» el pensamiento de una voz sin cuerpo tronó dentro de ti «¡Basta!»

Alguien te agarró del brazo y tu cuerpo se movió sólo; el mundo giró en un mareante remolino de colores en el que sentiste tu propia mano blandir una espada contra quien fuera que trataba de atraparte. Sentiste cómo tu acero se hincaba. Viste sangre. Pero no era tuya. Algo cayó al suelo. Empujaste a alguien más, embestiste contra el dueño de otra mano que pretendía agarrarte y más sangre saltó. Conforme aquello ocurría, el tormentoso remolino que se desataba dentro de ti estalló.

«¡DETENEOS!»

Esta vez el grito desgarrado salió de tu propia garganta. O eso habrías jurado. El mundo se volvió de un cegador color blanco a tu alrededor y luego desapareció.

Sentiste como si te hubieran arrancado de la realidad con una brusquedad casi física. Abriste muchísimo los ojos y ya no estabas en medio de aquel mar de gente, estabas de nuevo en algún lugar de las colinas Southorn, en medio del campo.

Las desagradables sensaciones que te habían embargado se negaban a esfumarse de golpe y porrazo como lo haría un mal sueño justo después de despertar. Sentías el corazón latiéndote a toda velocidad y las manos temblando de pura adrenalina.

Asthan seguía delante de ti pero te había soltado la mano, simplemente te miraba con expresión grave... y en ese instante te diste cuenta de algo: No tenías ni idea de por qué pero notabas las mejillas húmedas.

—Cuando toqué a Allure, eso fué lo que pasó.

Tomó un hondo suspiro, y dejó que su corazón se serenara.

—¿Qué acabo de ver? —le preguntó a Asthan, pese a que tenía su propia opinión.

Creía que aquello era Minrathous, la capital de Tevinter, y que la multitud estaba congregada por la muerte en la pira de Andraste.

—¿Y qué relación tiene esto con Allure, con Andraste... y contigo?

—¡Ojalá lo supiera!—respondió Asthan tan desconcertado por la situación como tú. Aunque tu segunda pregunta pareció sacarlo directamente de juego—. ¿Por qué crees que tiene que ver con Andraste?

Hundió los hombros.

—Y Allure es un demonio. ¡Yo soy un espíritu! Los... Los espíritus no tienen nada que ver con demonios.

Ayla levantó rápidamente la vista del libro cuando la abordaste, cerrándolo en el regazo. Se te quedó mirando durante unos segundos como si estuviese evaluando algo. Aunque, lejos de lo que cabía esperar, su expresión no era huraña.

—No quiero estar cerca de Cedric... —respondió al final volviendo a bajar la vista al libro.

La parte graciosa fué que te hizo caso porque tras unos instantes de silencio estiró la mano y agarró una ramita cercana, la clavó en el suelo y encendió la punta con un dedo convirtiéndola en una especie de antorcha improvisada que iluminó agradablemente los alrededores.

—¿Y ese cambio de parecer?—preguntó observándote de soslayo con una cautela que no se te pasó desapercibida.

Gabrielle se encogió de hombros.

—Esa ciudad tan fastuosa... no sé, pensé en Minrathous. Tal vez sea simplemente porque estaba buscando una asociación. Como estábamos hablando de Maferath y lo que ocurrió en la sala del Templo de Mythal en la que había frescos de Andraste... Lo primero que se me ocurrió es que esa persona trataba de detener la cremación de Andraste en Minrathous.

Ladeó la cabeza.

—Me siento estúpida dándote mi opinión sobre temas que atañen a espíritus y demonios, por muy experta que yo sea, mi experiencia es muy limitada. Pero si lo recuerdas, cuando nos conocimos, te dije que no estaba segura de si eras un espíritu o un demonio, porque la Astucia se podía usar para bien o para mal. Los seres del Velo encarnáis las emociones y la psique humana y a veces incluso las emociones más puras nos puedes llevar por los caminos más oscuros. Tal vez... tal vez Allure fuera un espíritu cuyo propósito fuera trastocado.

Astucia se cruzó de brazos con gesto pensativo. Sentiste que algo de lo que habías dicho lo había hecho sentirse inquieto pero no dijo nada al respecto, simplemente pareció ponerse a analizar tus palabras. Si tú, una experta en el Velo se sentía estúpida en aquella situación, la encarnación de la astucia no debía sentirse de modo muy distinto cuando era incapaz de encontrarle sentido a algo.

—Normalmente pensaría que no es más que otra memoria más que leí de aquella sala... —confesó al final—. Eso tendría sentido si la hubiese desencadenado un mural, pero la desencadenó ella. Ahí se me rompe el esquema.

Torció el gesto.

—La clave tiene que tenerla Allure, ¡necesito saber qué hizo! pero dudo bastante que quiera hablar conmigo, o directamente salir de la gema. No le caigo bien y el sentimiento es mútuo—suspiró con frustración—. Es... Es en eso en lo que creo que sólo puedes ayudarme tú. Yo no soy capaz de confiar en ella.

Gabrielle se levantó.

—Claro, te ayudaré —dijo, asintiendo—. Iré a hablar con ella inmediatamente. No me gusta verte así.

—Gracias... —suspiró Asthan—. Creo que estaré por aquí.

Seguía sentado pero cuando te fuiste pudiste apreciar por el rabillo del ojo como estiraba de nuevo las manos sobre el lago, haciendo brotar de la superficie de nuevo tres pequeñas esferas de agua que se pusieron a girar suavemente en círculo.

Astucia: Amistad (+15)

Regresaste al campamento sólo para localizar a Lynn donde la habías localizado en un principio. La clériga se encontraba a varios metros del fuego junto a una roca plana sobre la que parecía entretenida haciendo runas.

Cuando te acercaste más se dió cuenta de tu presencia por lo que dejó un momento lo que tenía entre manos.

—Hola, Gabby—te saludó sonriendo ligeramente—. ¿Necesitas algo?

—¡Hola! Eh...

Se rascó la cabeza.

—Necesito hablar con Allure.

Miró en otra dirección, y bajó en tono.

—En privado. Por favor.

—Oh—Lynn parpadeó de un modo que se te antojó bastante cómico aunque lo cierto es que probablemente no era su intención—. C-Claro, como quieras.

Se llevó una mano al saquillo que pendía de su cinturón y extrajó la pequeña gema de él.

—Técnicamente no puede alejarse de mí pero por lo que pude calcular en el templo creo que el límite son unos... veinte metros más o menos, debería ser suficiente—dijo—. Ah, y dijo que puede oirnos desde dentro de la gema. Por si sirve de algo.

Te tendió el granate.

—Ten cuidado sea lo que sea, ¿vale?—carraspeó diplomáticamente—. La última vez parecía bastante enfadada.