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Dragonlance - La Reconquista de Silvanesti

Partida

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03/05/2020, 02:32
Director

Todo aquel que visita la ciudad élfica de Astarost, anteriormente conocida como Rocío Matinal, se detiene ante la Fuente de los Nueve que se alza en mitad del enclave y vosotros no sois una excepción.

Es una impresionante estructura de mármol blanco que proyecta un complejo juego de chorros multicolores y en cuyo contorno hay esculpidos nueve bustos bajo los que lucen sus respectivas placas conmemorativas labradas en oro: Gwyndrahir de los Dedos Ligeros, Tareth Ojo de Dragón, Lormaen Jinete del Viento, Elspeth de la Alta Hechicería, Zeverúth Gloria de Matheri, Ghïlmeril Campeón de la Protectoría, Nalviusduil Patriarca de Astarost, Ashe Umbarëzela. Y el noveno, que es un busto sin rasgos sobre una placa que ningún artesano se ha atrevido a esculpir pero cuyo nombre muchos susurran todavía.

Se dice que los restos mortales de cinco de estos campeones de Silvanesti descansan enterrados bajo la fuente que lleva sus nombres, aunque cómo llegaron hasta aquí es un misterio sobre el que circulan muchos rumores sin confirmar. Son los cuerpos de Zeverúth, Gwyndrahir, Tareth, Ghïlmeril y Lormaen. El cadáver de la Túnica Blanca Elspeth jamás se pudo recuperar y el del héroe anónimo no se sabe a ciencia cierta dónde se encuentra. Los dos restantes, son leyendas vivas, aunque hay quienes los consideran grandes villanos.

Ambos llegaron a la ciudad hace ya casi nueve años con el increíble relato de sus hazañas y las de sus camaradas caídos en Silvanost. Nadie les hubiera creído de no ser porque trajeron consigo el perdido Medallón de las Estrellas del Orador Lorac Caladon, una de las legendarias Dragonlance y los despojos sanguinolentos de un pavoroso dragón Verde; junto con numerosos y valiosísimos tesoros de la capital élfica largo tiempo perdidos.

En una muestra de su generosidad, la Reina Alhana Starbreeze recompensó los servicios de su embajador nombrándolo Sumo Sacerdote de Astarin en Rocío Matinal y rebautizando la ciudad en honor al Rey Bardo que tanto había favorecido sus intereses.

Las malas lenguas dicen que Nalviusduil aspiraba a convertirse en el Patriarca de la Catedral de Sithelnost en sustitución de la Suma Sacerdotisa ciega Raenavalona, pero la ocupación de su ciudad natal por parte de los ejércitos de los dragones convertía sus pretensiones en inalcanzables.

Para la arquera mestiza, en cambio, no hubo títulos nobiliarios ni grandes recompensas por parte de la Casa Real. Y no obstante, en cierto modo, obtuvo algo que durante toda su vida había anhelado: el reconocimiento entre los altivos elfos silvanesti. Primero los relatos de cómo mató al dragón y después las canciones, corrieron de boca en boca no solo por Astarost sino también por Qualinesti y el asentamiento de Silvamori, en el lejano Ergoth del Sur. La gente comenzó a llamarla «Umbarëzela», la Muerte Verde, y el apodo trajo consigo una mezcla de temor, admiración y respeto entre quienes trataban con ella.

Por desgracia, Ashe había descubierto demasiado tarde que el sueño de su vida no valía nada ahora que no tenía con quién compartirlo. Muchos dijeron por aquel entonces que la máscara de escamas verdes con que cubrió su rostro la fabricó para ocultar las horribles quemaduras de ácido causadas por el dragón, aunque algunos conjeturaron que lo que realmente escondía la máscara eran sus lágrimas por la muerte de sus compañeros.

En cualquier caso, fue su detallado informe de la ciudad de Silvanost el que impulsó a los ejércitos de la Protectoría a marchar sobre la capital élfica pocos meses después. El general Reyl Konnal y sus oficiales estaban convencidos de que el ejército al completo de Silvanesti reconquistaría sin esfuerzo la Isla de Fallon habida cuenta de que había bastado un puñado de valientes para recuperar los tesoros del Orador olvidados en la Torre de las Estrellas.

Aquella convicción resultó fatal para la nación élfica. El avance por los bosques que había sido posible para unos pocos kirath experimentados y bien entrenados resultó calamitoso para un gran ejército con necesidades logísticas aún mayores. La Pesadilla acosó a los soldados día y noche mientras marchaban hacia Silvanost. Muchos desertaron, enloquecieron y se suicidaron de camino a la capital.

La toma de Silvanost fue todavía peor. Las fuerzas de la Protectoría confiaban en entrar triunfantes en las calles desiertas de la ciudad y lo que hallaron fue un ejército de muertos vivientes aguardando su llegada. Los jinetes de grifos fueron rápidamente diezmados en una fatal emboscada desde el aire a manos de tres dragones Verdes, lo que dejó a las tropas de tierra sin cobertura y presas del pánico. Para cuando los oficiales lograron recobrar el control entre sus aterrorizadas filas, ya se había sufrido un daño irreparable.

Miles de elfos valientes perdieron la vida en la reconquista de la capital antes de que los muertos vivientes fueran finalmente erradicados y los dragones puestos en fuga. La pírrica victoria puso la destrozada Silvanost en manos de la reina Alhana pero con un precio en vidas tan elevado que hacía imposible cualquier aspiración de reconquistar con unas fuerzas tan mermadas el resto de la nación élfica.

Algunas voces malintencionadas sugirieron por esa época que los Nueve no habían sido más que títeres en los planes de la Reina Oscura y que ésta había permitido que uno de sus dragones se sacrificara para engañar a los silvanesti y conducirlos a su perdición.

Desde entonces, ha pasado casi una década en la que los elfos han comenzado a regresar a su patria y a reconstruir la que antaño fuera la ciudad más bella de Ansalon. Silvanost empieza al fin a ser segura y a prosperar. Magos y clérigos trabajan día y noche para mantener a la Pesadilla y a los dragones más allá del Thon-Thalas que rodea la Isla de Fallon. Los miembros de la Casa de Arboricultura Estética se afanan por devolver a los jardines de la ciudad su perdido esplendor. Y aquellos que tratan de entrar o salir de la capital, deben hacerlo fuertemente escoltados; aunque muchos de ellos jamás logran llegar a su destino.

Sin embargo, Silvanost no es lo único que ha estado reconstruyéndose estos años. También lo han hecho las negociaciones diplomáticas con los elfos de Qualinesti, que recientemente han fructificado en una unión de conveniencia entre la reina Alhana y Porthios Kanan, primogénito del Orador de los Soles de Qualinost.

Es un secreto a voces que este es un matrimonio sin amor ideado para reforzar el maltrecho ejército de la Protectoría con el apoyo de los elfos occidentales y unir ambas naciones en una sola línea dinástica. Algo que muchos critican abiertamente al considerarlo una deshonra para la reina, para el ejército y para la propia nación silvanesti al completo.

Estáis aquí porque los adivinos de la Casa de Mística han descubierto en sus visiones un lugar sagrado largo tiempo olvidado. Una región del bosque donde hace miles de años se rendía culto a Chislev, la diosa de las bestias y la tierra salvaje; en una época en que los elfos eran primitivos y no vivían en ciudades sino en tribus y veneraban a las fuerzas de la naturaleza antes de volver sus ojos hacia los dioses de la Luz. Los Túnicas Blancas piensan que si ese lugar de culto volviera a ser consagrado, el equilibrio se restauraría en los bosques de Silvanesti y los dragones Verdes que los habitan perderían buena parte de su influencia.

Los poderes fácticos de Silvanost han rescatado del olvido a Ashe Umbarëzela y la han puesto al frente de esta difícil misión. Saben que si triunfáis, el mérito será de aquellos que os han seleccionado. Y, si fracasáis, todo el mundo culpará a la mestiza.

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14/05/2020, 21:42
Director

Soldai, 17 Mishamont del 362 A.C.

Después de más de una década de deterioro y corrupción, la ciudad de Silvanost está comenzando a brillar nuevamente con luz propia gracias a los esfuerzos de todos aquellos que se han atrevido a desafiar a los horrores del bosque para llegar hasta aquí. Muchos son los héroes, anónimos unos y conocidos otros, que han dado su vida para que esto sea posible. Y sin embargo, la guerra contra la Pesadilla dista mucho de haber terminado.

Más allá de las puertas de la propia capital élfica, protegida por la magia arcana y divina de las Casas de Mística y Presbiterial, el bosque de Fallon sigue albergando siniestros habitantes. Y al otro lado de las orillas del Thon-Thalas, que rodea la isla fluvial, acechan horrores innombrables, muertos vivientes, fatas terriblemente retorcidas por los poderes desatados del Orbe de los Dragones y wyrms verdes que aguardan al acecho a la espera de poder reclamar nuevamente la ciudad que los silvanesti les han arrebatado.

Por primera vez en siglos, quizá en toda su historia, Silvanost acoge entre sus muros a los forasteros que han acudido en su auxilio. No lo hace de buen grado, pero sí con la resignación de aquellos que saben que no tienen más alternativa que aceptar la caridad ajena. De otro modo no se explicaría aquí la presencia de tantos elfos qualinesti y muchísimo menos la de figuras como Galahad o Jaenis u Ormin; ni siquiera de la mismísima «Umbarëzela», probablemente.

La Casa Real, gobernada por la reina Alhana, ha puesto a disposición de vuestra comitiva una vivienda en el extrarradio de la ciudad. Una torre baja que palidece en comparación con las suntuosas torres de cuarzo rosa que se alzan en el corazón de Silvanost, de entre la que destaca por encima de todas la restaurada Torre de las Estrellas; un monumento de más de cien metros de altura desde el que tradicionalmente el Orador de las Estrellas ha guiado el destino de sus súbditos.

Pocos elfos silvanesti se molestan en ocultar que vuestra presencia aquí les incomoda y todos esperan que os marchéis pronto de la ciudad a cumplir el encargo que se os ha encomendado. Resulta difícil saber si os desean éxito en vuestra misión, o un fracaso tan estrepitoso que no tengan que volver a veros a ninguno de vosotros. Ni siquiera a aquellos que sois sus compatriotas, debido a que habéis aceptado confraternizar con individuos de especies y razas manifiestamente inferiores.

En cualquier caso, los lugareños se muestran más distantes que hostiles con vosotros. Todos entienden que de un modo u otro vuestra intención es la de ayudarles, aunque para ello os dispongáis a rendir culto a una deidad a la que no se venera en Silvanesti desde nadie recuerda cuándo. Ni siquiera la docta Jaenis, que parece saberlo todo sobre la historia de esta nación.

La visión profética de vuestro compañero Túnica Blanca, ha comenzado a materializarse con el triunfante regreso de Galahad y Xadrielie. El augurio de Suindhël, que asegura que la restauración de Silvanesti pasa necesariamente por la restauración del equilibrio entre los ascendentes dioses de la Luz y los decadentes dioses de la Oscuridad.

Ambos guerreros divinos tenían como objetivo encontrar y escoltar hasta aquí a un seguidor de Chislev capaz de atraer sobre Silvanesti el favor de la salvaje deidad. Lo han logrado y a ninguno de vosotros os resulta indiferente el peculiar kalanesti que han traído consigo; un individuo, que ha llegado a Silvanost volando a lomos de su monstruoso murciélago de descomunales dimensiones.

Sin embargo, por increíble que parezca, el excéntrico Ormin-Huesonegro no es el miembro más perturbador de vuestra compañía. El Sinthal-Elish ha logrado colocar a uno de sus agentes de confianza entre vuestras filas; un silvanesti bajito y fornido con la mitad derecha del rostro horriblemente desfigurada y aspecto peligroso. Viéndole entre vosotros cualquiera pensaría que el Consejo pretende controlar vuestra misión más de cerca que la propia reina, si no fuera porque ésta os ha asignado directamente a su más cercana doncella de compañía como mediadora entre todos los implicados y a la erudita humana que tan rápidamente ha sabido ganarse su favor.

Todo está dispuesto ya para que partáis hacia vuestro destino al alba y esta es vuestra última noche en la ciudad. Los comercios están cerrados ya y las patrullas de la Protectoría recorren las calles desiertas asegurándose de que nadie viola el toque de queda decretado.

En la seguridad que os ofrece vuestra sencilla morada, Thyla ha dispuesto para todos vosotros un auténtico banquete antes de vuestra partida, como modo de agasajaros y fomentar la colaboración mútua. El vino abunda y también lo hacen las frutas y verduras, las blancas carnes de ave y los dulces de hojaldre, bayas silvestres y miel. La camaradería reina entre vosotros en esta noche de fiesta. Quizá la última.

Dicen que nadie conoce la Pesadilla como la veterana kirath que dirige vuestra compañía y esperáis por vuestro bien que tal cosa sea cierta. Pero también se sabe que son muchos los que se han internado en los bosques de Silvanesti para no regresar jamás; especialmente entre aquellos que viajaron junto a la Muerte Verde, tal es su fama terrible.

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19/05/2020, 10:44
Ormin-Huesonegro

     El grupo de aventureros comenzó a reunirse en torno a la mesa del salón. Suindhël tomó un pomelo de un cuenco cuando notó que estaba mordisqueado. La culpable era una rata negra que agitaba sus bigotillos desconcertada.

-Dice que ella había visto primero ese pomelo- Explicó Ormin con su voz rasgada.

El túnica blanca no podía creer lo que estaba ocurriendo. El druida sacudió la cabeza y bajó la rata de la mesa. –Será mejor que te vayas a jugar con Trigsi. Esta ciudad es tan sibarita que, incluso destruida, no ha visto una rata en sus calles-

Galahad trató de mediar de forma diplomática, pero Ormin tradujo a su antojo: -El humano dice que las ratas traen suerte…O algo así- Matizó al darse cuenta de que no era el único que hablaba común.

El mago seguía mirando el cuenco de frutas con horror. Ormin resopló y subió las escaleras –Voy a darme un baño-

Minutos más tarde bajaba completamente desnudo, con las ropas empapadas bajo el brazo. Pasó por delante de todos sin inmutarse por sus caras de sorpresa y comenzó a tender su pesado abrigo en uno de los pocos balcones de la torre. El elfo salvaje conservaba una vieja marca de guerra en el antebrazo. El baño había deshecho las rastas del pelo, que descansaba lacio sobre una espalda llena de cicatrices muy parecidas a las que dejan los latigazos. Xadrielie y Galahad, eran los que habían viajado más tiempo junto al Ormin, pero el kalanesti no había mencionado esa parte de su historia durante su largo viaje desde Ergoth del Sur. El druida se dio cuenta de las miradas de sus compañeros centradas en su espalda y se cubrió con un mantel como su fuera una capa.

En cuanto lo vio en el balcón, Perezoso (su montura), surcó el cielo nocturno y se colgó de una cornisa boca abajo. El fiero murciélago soltó lo que traía en la boca y comenzó a lamer la cara de Ormin. - ¡Para, para! Me estas llenando la cara de babas… ¡Y de sangre! No necesito que caces para mí mientras estemos en una ciudad ¿Qué me has traído? -Ormin apretó los labios al ver los restos sanguinolentos de la mascota de algún noble. Lo dedujo por el elegante collar y un lacito rosa. –Será mejor que esto quede entre tú y yo, amigo. Hazme un favor y acábatelo por mí- Susurró acariciando las enormes orejotas del murciélago. Perezoso se había ganado su nombre por dormir todo el día. Lo cierto es que por las noches era un cazador insaciable, pero mientras estuvieran en Astarost, más le valía pasar desapercibido.

El kalanesti se limpió la sangre de la cara con el pulcro mantel blanco y volvió a sentarse junto a Suindhël.

- ¿Recordáis la fuente que hemos visto al entrar? ¿Qué sabéis de esos nueve? Hablarme del jinete del viento, de Ashe Umbarëzela, o de ese que no tiene nombre ni rostro. -

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19/05/2020, 17:48
Thylantalessa "Thyla"

La joven clériga disfrutaba de su banquete en un lugar estratégico: entre los hojaldres y los pasteles de bayas. Estaba sentada justo en ese sitio de la mesa en el que puedes coger ambas cosas sin alargar mucho el brazo, y vigilas sin llamar demasiado la atención que no se acaben los pasteles sin haber comido un poco más que la mayoría. ¡Cómo iba a echar de menos esos dulces cuando estuviera fuera!

Mientras masticaba mantenía su vaso de vino lleno, aunque bebía poco. Quería estar lúcida para ser una buena anfitriona y en caso de que se desmadrasen demasiado, poder hacer algo y controlar la situación a tiempo. No era momento de errores, y menos la última noche antes de partir.

Aunque poco duró la tranquilidad, unas asquerosas ratas comenzaron a comerse la comida del banquete, y su dueño (porque esos seres tenían dueño), las trataba con cariño encoméndandolas a irse a otra parte. Si querían que el grupo funcionase correctamente, tendrían que ser todos bastante tolerantes con ciertos comportamientos completamente salvajes. 

Por el rabillo del ojo observó como el murciélago traía una masa sanguinolenta con lazos mientras el kalanesti le pedía que se lo comiera él solo sin compartirlo entre ambos. Tuvo que contener una arcada para no dejar escapar todos los dulcecitos que había conseguido comerse ella sola.

Cuando se pudo recuperar, habló en tono conciliador:

- Los Nueve fueron grandes héroes de nuestra nación y sus aventuras son legendarias, aunque yo no haría honor al relato de la historia, y menos teniendo a una heroína entre nosotros - hizo referencia a Ashe. Se acercó un poco mas a Ormin - aunque te recomiendo vestirte antes de dirigirte a ella...

 

Notas de juego

Doy por hecho que Ashe está en la fiesta.

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19/05/2020, 19:54
Xadrielie

Pese a que había compartido viaje con Ormin, no acababa de acostumbrarse a su aspecto, ni a sus modos. Era un ser extraño y extravagante que causaba repulsa allí donde iba. No hacía falta ser muy listo pare deducir que Thylantalessa había reprimido una arcada para no vomitar sobre el banquete que había preparado. Y eso que las ratas a la hora de la cena, no eran bienvenidas, sobre todo sobre la mesa.

He oído que los héroes fueron llamados traidores por algunos de los kiriath de E'li. Hubo un sargento creo, que les tendió una trampa... creo. - No dijo nada más. Eran todo habladurías al fin y al cabo y de los héroes, kiriath tan solo quedaba la reservada Ashe Umbarëzela, para validar o desmentir todos aquellos rumores. Podía ser que durante su misión pudieran participar de sus historias, pero lo veía difícil, pues parecía muy reservada. - Comamos y bebamos hasta saciarnos, pues un banquete como éste, difícilmente volveremos a verlo en meses. - Dijo mientras agarraba uno de los pasteles que Thyla acababa de degustar, antes de que las ratas de Ormin se subieran sobre los mismos.

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19/05/2020, 20:17
Galahad Dragonhead

El guerrero miraba intrigado a todos los rincones de la sala, en especial al festín que se le ponía por delante, no conocía mucho a la mayoría de los presentes, a excepción de Xadrieli y el extraño kalanesti, al cual había tenido la "suerte" de acompañar hasta esa misma ciudad. El caballero sin dudarlo se sentó al lado de la elfa que tenía como guía en aquella sociedad xenofóbica, poniendo especial cuidado en no ofender a nadie con sus formas de comer. No obstante, al ver semejante banquete, Galahad miró taciturno a su alrededor, no podía evitar sentirse como el carnero al que ceban bastante bien antes de sacrificarlo, pues en toda su estancia allí, nadie había tenido la gentileza de darle de comer ni siquiera una cuarta parte de lo que allí se le ofrecía; no obstante, no tenía sentido no aprovechar al menos aquella gentileza, por lo que cogiendo cuántos trozos de rico venado veía, se dispuso a darse un último homenaje. Era obvio que les iban a pedir algo difícil, pero si aquello preocupaba al solámnico, no dio indicios de ello.

Por otro lado, el humano miró intrigado al resto de los presentes, a cada cual más extraño que el anterior... Por un momento se animó al ver a la mujer, entendiendo que al menos no sería el único de su raza allí, pero su esperanza se vio truncada cuando vio su vestido rojo, la túnica no sólo indicaba que era una maga, seres que suscitan muy poca confianza a un caballero como él; sino que además era del peor tipo en su opinión, pues con los túnicas blancas al menos sabías que no te harían daño si no te lo merecías, y los túnicas negras sabes que te harán daño seguramente y por lo tanto es fácil anticiparte a ellos, pero un túnica roja, eso es otro cantar, sólo hacen lo que les parece correcto a ellos, y sin duda sólo aguardan el mejor momento para cambiar su túnica por una negra... Así pues, apartando la vista de la maga continuó con su escrutinio; el elfo calvo y demacrado le resultaba totalmente desconocido, pero por su aspecto no parecía alguien de fiar tampoco, luego estaba el túnica blanca, otro maldito mago para hastío de Galahad pero al menos parecía de más integridad que la humana pues sin duda los elfos no tolerarían otro tipo de magia que no sea la del bien. Después estaba la famosa heroina Ashe, había oído historias sobre ella, contadas por su compañera, y en cierta forma le alegraba que fuera medio humana, sin duda sus actos han hecho que se trate mejor en esta zona a los que no son elfos; en cuanto pudiera hablaría con ella para presentarse formalmente. Cerca se encontraba una elfa de cara agradable, que al parecer era la enviada de la propia Alhana, lo cual indicaba que fuera lo que fuera lo que estuviese por llegar, sin duda sería importante. Y finalmente los restantes eran Xadrielie y Ormín, la primera la conocía bastante bien, y la consideraba la única persona de su entera confianza en aquella sala, si no fuera por ella habría muerto hace mucho y gustoso la serviría en su noble misión hasta el final de sus días; el otro por contra no tenía nada que ver, al kalanesti parecía molestarle el caballero, pero no por altivez como ocurría con los silvanesti, algo que podía entender, era algo más instintivo, como si Galahad oliese mal siempre para su gusto...

Mientras cenaba, se quedó pasmado en cuanto el druida bajó desnudo a la comida y se sentó como si nada. Galahad generalmente de mirada seria, dibujó una sonrisa en su rostro, y se tapó la boca para no reír abiertamente, pues no sabía cómo le sentaría al resto de los presentes, pero sin duda, aquella escena cómica animó su apesadumbrado espíritu "El tipo es peculiar, no hay duda" se decía para sí intentando seguir comiendo pese al esperpéntico espectáculo. Tras ello, y una vez retiraron la mayoría de los manjares, escuchó al resto de los presentes hablar en su musical lengua, y aunque no entendió nada, no molestó al resto pidiendo explicaciones, sabía de sobra que si había algo importante que debía saber, Xadrielie se lo contaría, de lo contrario actuaría como si nada. Así pues, una vez concluyeron, se acercó a la exploradora y le dijo haciendo una media reverencia como indicaba el protocolo:

-Saludos dama Ashe -expuso sin saber muy bien como pronunciar el apellido de esta y no mencionándolo por ello- mi nombre es Galahad Dragonhead y es un placer para mi conocerla -añadió esperando que entendiese su lengua, pues aunque había sangre humana en ella, es bien conocido que no por ello debió haberse criado fuera de los bosques élficos- sirvo a la señora Xadrielie en su noble misión de recuperar su patria, y por ende, espero seros de ayuda también a vos -concluyó de forma solemne y dispuesto a retirarse tras presentar sus respetos como bien indicaba el cargo que ostentaba.

Notas de juego

Máster, yo he supuesto que Xadri se ha puesto el rango en común, si no es así indícamelo que sino no puedo decirle nada xD.

Por cierto, aquellos que conocen mi idioma (Suindhel, Jaenis, Ormin ¿y Ashe?) agradecería que indicasen on-rol que parte dicen en común y qué no jeje.

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19/05/2020, 21:40
Suindhël

 Silvanost no era lo que recordaba, dos décadas atrás ese lugar había sido el más bello de la creación, el arte, la música, la elegancia, la magia, y la sabiduría de los primeros nacidos alcanzaba su máxima expresión en la capital de Silvanesti. Por miles de años aquél lugar sagrado había sido el hogar de la más pura de las razas, los dioses y la propia naturaleza comulgaban con la esencia de los elfos, incluso el Cataclismo no había sido duro con ellos. Ahora que Suindhël había regresado encontró que todo era diferente, aún se alzaba una Torre de las Estrellas, restaurada lo mejor posible desde que había sido reconquistada, pero sentía pena al ver en qué se había convertido su tierra natal. No es más que una pálida sombra sin brillo.

Las estrellas habían hablado a través suyo y su voz fue tenida en cuenta por la Reina y su Consejo, a él le correspondía alertarlos y mostrarles el camino, lo demás no estaba en sus manos. Tampoco en la de ellos, los reyes del mundo también eran piezas de un juego mayor, más en esos tiempos en que los dioses habían despertado y se sumaban a Solinari en la tarea de guiar a los mortales por la senda de la vida, el bien, y la perfección. 

Las estrellas en el cielo de la noche son numerosas, iguales en apariencia pero muy distintas entre sí, cada cuál ocupa su lugar y en ocasiones se agrupan en formas únicas, capaces de evocar la presencia de los dioses en el firmamento. Verlas y entenderlas era su especialidad, al hacerlo comprendía los vaivenes del destino, el pasado y el futuro eran apenas estaciones de un viaje que a él se le revelaba en su totalidad. Y así como un conjunto de astros diferentes, distantes, con distinto brillo y color podían unirse para evocar la presencia de un dios, así también un grupo dispar de desconocidos que en apariencia no tenían nada en común podían unirse para formar algo más elevado y perfecto, algo que ellos ni siquiera imaginaban y que podía llegar a convertirse en instrumento de los dioses de lo alto. Eso es lo que Suindhël había visto en sus visiones, pero para que aquella imagen se manifestara, el grupo iba a necesitar de su sabia guía, por eso había aceptado unirse a los escogidos en su viaje, aún cuando los nobles de las casas no aprobasen su conducta al manchar su inmaculada presencia con la vulgar presencia de todos ellos.

La hija del Venerable los recibió en su casa con un banquete, Suindhël se mostró respetuoso y agradecido, y se sentó en la cabecera de la mesa. Había una amplia variedad de sabores que sin duda durante el viaje no encontrarían, el vino era exquisito y su aroma dulce permaneció en el aire incluso después de apoyar la copa. La fruta era abundante pero cuando intentó probarla, para su sorpresa, descubrió que había sido mordida por una rata. Soltó el pomelo de inmediato, que rodó sobre la mesa, y su rostro no disimuló el asco que sentía ante tan grotesco espectáculo. El kalinesti trataba de explicarle que la rata tenía derecho a elegir qué pomelo era de ella, sin importar lo que un noble silvanesti de la Casa Mística a decidiese. Lo observó sin responderle, hasta que finalmente se fue a higienizar con sus alimañas.

- Dama Thylantalessa, tal vez sea oportuno que vuelva a bendecir y purificar los alimentos, no es justo que la suciedad y la peste que esos animales traen consigo manche  vuestro banquete ni nuestros cuerpos - habló con formalidad y pausadamente. Luego, con un giro de sus dedos y susurró una palabra arcana, nada pareció ocurrir hasta que una fruta se elevó por el aire, y un paño blanco comenzó a pulir su cáscara hasta sacarle brillo, y en el aire viajó hasta un plato vacío y los cubiertos comenzaron a cortarla en rodajas frente al adivino - Gracias, así esta bien - le dijo dijo en voz baja a la invisible entidad1.

El kalinosti regresó antes de lo esperado, casi no lo reconoció, su pelo ahora era suave, su piel desprendía un olor agradable, sus ropas estaban limpias aunque aún húmedas, su espalda era más grande de lo que le había parecido al principio, su cuerpo era más tonificado que el de un silvanesti, y las ropas llegaron a tapar a tiempo el resto de su cuerpo como para evitar que aquello fuese un escándalo. Suindhël sonrió levemente, ruborizado. Resultó repugnante ver al roedor gigante aterrizar en el balcón, pero lo había visto en las estrellas, ese joven salvaje era una parte vital la constelación terrenal que se estaba gestando, así que alejó de si los pensamientos que condenaban su conducta. Es tan sólo una bestia inculta y primitiva, acaso puede uno enojarse con un animal?.

Surgió el tema de los nueve, y sin duda nadie sabía tanto de esos héroes como la propia Umbarëzela, que los había conocido en persona. - Yo tan sólo puedo hablar de los dos Túnica Blanca, pero hace más de una década que no los veía. Grandes magos que dignifican a nuestra nación y a nuestra orden - dijo con orgullo, Ojalá los hubiese conocido un poco más, se dijo y volteó su rostro hacia la exploradora kirath - Tal vez usted, Dama Ashe, pueda hablarnos más acerca de todos ellos - dijo calmo y mostrando un medido interés.

Notas de juego

Unseen Servant, para no estar él tocando frutas con resto de ratas! XD Máster, no hablamos de los memorizados, pero me tomo el atrevimiento de usarlo porque queda bien a la escena ;)

Todo el diálogo lo hace en elfico. En el próximo post puede que haga algo si logra darse cuenta que el caballero de solamnia no entendió una palabra de lo que acaba de decir ;)

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19/05/2020, 22:54
Ashe «Umbarëzela»

La compañía es siempre preferible a la soledad. Tuve que aprender esa dura lección por el peor de los caminos pero ahora que la conozco bien, atesoro en mi memoria estos momentos felices preguntándome cuánto tardará el Destino en llevárselos también de mi lado. De uno u otro modo, todos terminan marchándose.

Estar de regreso en Silvanost trae a mi memoria recuerdos insufriblemente amargos. Recuerdos de mi Zeverúth, con el que todavía sigo hablando cada día aunque sé que jamás me responderá. Recuerdos del dragón Verde cuya derrota me dio fama imperecedera. Recuerdos de la masacre que sufrieron las tropas de la Protectoría creyendo ingenuamente que se alzarían con facilidad con una victoria mayor que la que había obtenido una andrajosa exploradora mestiza...

Durante demasiado tiempo he vagabundeado por la Pesadilla, enfrentándome no solo a los horrores creados por la mente del enloquecido Lorac Caladon, sino también a los horrores creados por mi propia mente. Pero jamás he olvidado el credo de los kirath, mi juramento cuando por primera vez en mi vida puse los pies en esta tierra enferma:

Soy los ojos y los oídos de Silvanesti. Mi presencia anuncia el regreso
de mis compatriotas al hogar que nos corresponde por derecho.

Mantengo mis sentidos siempre alerta, observándolo todo y grabándolo en mi memoria
de modo que mi pueblo pueda ser bien servido y su regreso resulte más rápido y seguro.

Soy primero y antes que nada una observadora. Vivo para informar de los
obstáculos, no para superarlos. Un kirath muerto no transmite ninguna información.

Viajo ligera. Si mis habilidades son agudas, mis sentidos están alertas y
mi valor es inflexible, entonces tengo todo el equipo que necesito.

La violencia no es el camino para resolver un problema si la astucia, la
estrategia o la diplomacia pueden proporcionarme una solución mejor.

Dedico mis energías a la reclamación, restablecimiento y preservación de
Silvanesti. Animales, plantas, agua o cualquier otro recurso natural deben
ser usados sabiamente y no malgastados.

Ajusto. Adapto. Improviso.

Con el glorioso sacrificio de Lareth Thlörendil en la toma de Silvanost, son muchos los kirath que se han olvidado de lo que juraron y muchos más los que han muerto haciendo honor a este juramento. Ahora quedamos pocos, muy pocos, de los auténticos kirath de la vieja guardia. Gracias a los dioses todavía tenemos a Aleaha Takmarin y a un puñado de auténticos patriotas. Héroes de verdad, anónimos; héroes acerca de los cuales los bardos de Astarin jamás compondrán canciones.

Esta noche el vino me hace estar melancólica. Siempre como con frugalidad y tengo tan poca costumbre de beber que el alcohol me afecta particularmente. Puede que este vino dulzón de Brattalnosti se me suba a la cabeza más que ningún otro, por la facilidad con que se bebe.

Tal vez por eso encuentro tan cómico al kalanesti que se pasea desnudo entre nosotros. Es tan diferente de Ojos de Luto... Cuando era una novata solo quería ser como ella y ahora son otros los que aspiran a parecerse a mí. ¡Qué ingenua era entonces! ¡Que necios son los jóvenes de ahora envidiándome!

Ha sido todo un detalle de la noble Thylantalessa convidarme a su banquete y alimentarme de mis propias provisiones, como acostumbro a hacer, hubiera sido un ofensivo desaire por mi parte. A ella la conozco, por supuesto, todos dicen que es la nueva confidente de Alhana en una ciudad en la que ni como reina puede fiarse de nadie.

—Los verdaderos héroes de Silvanesti están ahí fuera, cubiertos de barro hasta los ojos y comiendo raíces amargas. Jugándose la vida para que en esta ciudad algunos puedan imaginarse que aquí estamos seguros —replico con una sonrisa triste a las amables palabras de nuestra anfitriona en la lengua que ambas compartimos—. Los Nueve servimos a nuestra patria lo mejor que supimos, nada más, con nuestros aciertos y nuestros errores. Como todos vosotros lo hacéis también cada día, estoy segura.

Sin embargo, no puedo evitar torcer el gesto cuando escucho a la otra elfa cuyo nombre aún no me he aprendido. Lo que dice me hace recordar al sargento Thorian Caladrun, a nuestra fugaz pasión y a su terrible suicidio. Todas ellas, cosas que llevo años tratando en vano de olvidar.

—La gente ociosa habla de lo que no sabe y dice lo que no debe. Si todos le pusieran tanto interés a la reconquista como el que le dedican a los chismorreos, hace al menos un lustro que Silvanesti habría recuperado el esplendor de antaño.

Es entonces cuando el caballero humano se acerca a conversar gentilmente conmigo. Desde la Guerra de la Lanza no había visto a nadie como él, ni escuchado su lengua desde que mi padre fue asesinado por los draconianos. Mis ojos se llenan de lágrimas que mi máscara disimula.

—El honor es mío, Galahad —respondo, haciendo un esfuerzo por recordar las palabras de una lengua que no he empleado en años—. Tú y la dama Jaenis venís probablemente de muy lejos para ayudar a una nación que no acoge de buen grado la generosidad de los extraños que tan desesperadamente necesita y tan tozudamente rechaza. En nombre de aquellos que no os reconocerán vuestro enorme mérito, mi más sincero agradecimiento y mis discupas en nombre de este país ingrato.

No puedo continuar hablando con el formal humano porque él parece decidido a retirarse con premura, quizá por pudor o temor a importunarme. Lamento que se separe de mi lado tan deprisa porque disfrutaba escuchándole. Por un momento pienso que se parece a mi padre cuando yo era muy niña, pero creo que eso es más bien un efecto indeseado del alcohol y de los años transcurridos. Cada vez me muesta más recordar su rostro o el sonido de su voz. Solo a veces, en sueños, todavía puedo verle y escucharle.

El Túnica Blanca intenta atraerme a una nueva conversación sobre mis gestas del pasado pero no estoy de humor. Finjo que no le he escuchado porque no quiero recordar a ninguno de los valientes que un día combatieron a mi lado y que ya no están. Desgraciadamente a ellos me resulta imposible olvidarlos.

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19/05/2020, 23:15
Jaenis, la Esfinge

Jaenis había seguido una estrategia diametralmente opuesta a la de su anfitriona, y había bebido más que comido durante toda la cena.

Y, pese a que había bebido más de lo prudente, a la humana no se le trababa la lengua ni un ápice. Hablaba en élfico todo tiempo, con una fluidez, acento, vocabulario y giros del lenguaje que parecido haber nacido entre la nobleza más antigua de Silvanost. Si uno cerraba los ojos y la escuchaba hablar, parecería que se encontraba con una Túnica Blanca de la Casa de la Mística.

Mas, empero, para desmayo de algunos, cuando uno abría los ojos se encontraba una simple humana, con las orejas bien redondas, y para mayor ofensa, luciendo una túnica roja.

No obstante, a Jaenis parecía importarle bien poco aquellos presentes que la miraban con ademán sombrío. Había ignorado a Galahad desde que le había visto poner mala cara, y mantenía las distancias con la nariz de Suindhël, siempre apuntando al techo de la estancia. Se juntaba con aquellos que no tenían remilgos en juntarse con ella, y traba de ser una conversadora divertida, habilidosa o entretenida según la situación lo requería.

—Me crié entre dos docenas de estas amiguitas —le confió a Ormin en un élfico perfecto, mientras dejaba que caminar a una rata entre sus dedos, sin hacerle ascos—. Creo que elegí un búho de familiar, instintivamente, porque cazaban roedores.

El aludido, Rowlet descansaba sobre su hombro, y giró la cabeza en un ademán inquisitivo.

—Pero tranquilo, ya ha comido su comida.

La maga roja depositó la rata en el suelo y observó divertida como, uno tras otro, todo el mundo le dirigía ruegos y preguntas a Ashe, pero no era ella la anfitriona de aquella, en su opinión, magnífica fiesta. Alzó su copa, medio llena pues era una optimsta, en dirección a Ashe cuando la mencionó, pero volvió en dirección a Thylantalessa cuando la heroína terminó de hablar.

—¡Thyla! —la llamó con naturalidad, alzando su copa—. ¡Propón un brindis!

 

Notas de juego

Mi personaje habla todo el tiempo en élfico de Vallalodid.

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20/05/2020, 08:35
Falindrithan Lanthaloran

El elfo estaba en aquella celebración como los demás, pero parecía que no estuviera allí; no hablaba ni interactuaba con nadie, al menos no más allá de la mera cortesía. Falin se dedicaba a observar el desarrollo de la conversación en silencio, aportando poco, porque ese era su trabajo, observar y analizar. No tenía ningún objetivo, era una actitud adquirida con los años, las celebraciones a las que solía ser invitado tenían siempre un fin. Que le hubiesen asignado aquella misión también tenía que tener un fin, uno que él no conocía todavía y que era distinto al de los demás. Alguien le informaría de su papel en todo aquello, llegado el momento. Tan solo tenía que esperar.

Hizo un estudio de los presentes para saber cómo hablaban, cómo se comportaban y lo que podía esperar de ellos. Ya había tratado con ellos antes de aquel banquete, pero muy poco y no sabría mucho más de estos hombres y mujeres hasta que no hubiese compartido algo más que comida y bebida, una pelea, una discusión, o un poco de íntimidad. Una vez tuvo su análisis completado, decidió empezar por la bebida, principalmente vino, muy rebajado con agua, para no perder el sentido demasiado rápido. Con el druida presente, la humana élfica o el tipo de la armadura, incluso aunque él tuviera la cara medio quemada por el fuego de un dragón, fuese más bajito de lo normal y mucho más fornido, tuviera la cabeza completamente afeitada, y visitiera ropajes oscuros y ceñidos, había demasiadas distracciones en la mesa.

Consideró que no había nadie de su interés, salvo la Túnica Roja, que tenía buena conversación. Los elfos eran aburridos, intensos a más no poder y con un montón de tonterías en la cabeza provocadas en parte por su propia naturaleza y endogamia. Su pueblo, por el que luchaba, se dejaba la piel y la vida, era demasiado arrogante para pensar siquiera que hacían falta tipos como él. Los humanos, repletos de honor, deber y mucha palabreria. Los magos blancos, falsos incluso en el color de su ropa. Pero los Túnica Roja, esos eran de verdad. Ostentosos y arrogantes, pero honestos en su forma de ser y proceder. Estaba sentado junto a la mujer, escuchándola hablar en élfico, respondiendo con algún comentario sarcástico a lo que ella decía.

Miró a Jaenis por encima de la copa cuando ella comentó algo de su búho y no pudo evitar sonreír por dentro al pensar en que él le comería otra cosa a ella. Su habilidad para el sigilo y moverse entre las sombras se tradujo rápidamente meter la mano por debajo de la mesa para ponerla sobre el muslo de la maga, a un palmo de su rodilla, mientras con la otra mano dejaba su vaso para coger la jarra de vino y ofrecérsela. 

-¿Quieres más? -le preguntó-. Para el brindis.

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20/05/2020, 17:49
Galahad Dragonhead

El caballero, ajeno a todo lo que acontecía con mascotas muertas, pasteles devorados y toqueteos excesivos, le respondió a la semielfa que tan respetuosamente lo había tratado antes de retirarse, por lo que dijo en tono cordial:

-Vuestras palabras me llenan de dicha señora, y si al ayudar a esta nación ayudo al menos a una elfa como vos, mi esfuerzo ya tiene suficiente recompensa -añadió ligeramente atribulado pues no estaba acostumbrado a tal trato en aquel país- no obstante, y al igual que vos, me atrevería a decir, ninguno de nosotros decidimos ayudar a la reconstrucción de Silvanesti por el posible reconocimiento -expuso con un amago de sonrisa- en mi caso lo hago por la deuda de vida contraída con Xadrielie y para mayor gloria de Habbanuk, no obstante, me alegra hacerlo al lado de personas como vos -concluyó francamente satisfecho del trato recibido por la heroína local que sin duda era mucho más humana que todos los que había conocido hasta el momento, a excepción de su benefactora.

Tras ello se retiró de nuevo a su silla y continuó sin molestar a nadie, pues no sabía bien si tanta intromisión por su parte en aquella comitiva era indecoroso. Así pues, mientras comía y bebía algo más, esperó a que alguno de los presentes empezase a contarles qué se estab fraguando en aquella reunión...

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20/05/2020, 23:17
Thylantalessa "Thyla"

Guardó silencio mientras la Muerte Verde hablaba, y tras su lúgubre discurso, agradeció que la túnica roja la llamase. No venía mal un discurso como el de Ashe para animar al grupo a dar lo mejor de sí mismos, pero tampoco deseaba que la fiesta decayese. Sonrió a Jaenis, y cogió su copa haciéndola tintinear.

- Atención todos, por favor - se hizo oir a través de las conversaciones personales que cada uno mantenía - quisiera proponer un brindis - sonrió y soltó el pastelillo que tenía en la mano, esperando que el resto cogiera sus copas - brindemos - anunció, mirando a cada uno de ellos a sabiendas de que era difícil escoger un brindis adecuado para un grupo tan dispar - por la Reina Alhana, la verdadera anfitriona de esta fiesta aunque no esté presente, y por el buen resultado de la misión que nos espera, ¡salud! - bebió, y no perdió detalle de quien la acompañaba y quien no.

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21/05/2020, 00:03
Jaenis, la Esfinge

Lejos de amilanarse, Jaenis se crecía en las distancias cortas. Se inclinó sobre Falin para murmurarle al oído, de forma abrasadora:

—Te noto... interesado, Falin. ¿En qué, me pregunto? ¿Es en la Túnica Roja...? —ronroneó, y con un movimiento fluido se apartó la túnica encantada y guió la mano del elfo deforme y rechoncho hacia el suave tejido de las medias que vestía bajo ella —. ¿... o en la humana que hay debajo?

Dejó que disfrutara del suave y tibio tacto de sus muslos, acompañándolo con sus propias manos en unos perezosos gestos circulares antes de sacarlo de allí con cajas destempladas.

—Escandaloso, en cualquiera de los casos —dijo, mientras le tendía su copa de vino para que él le sirviese.

Ignoró a Elfito, como si no existiera, en cuanto, como un sirviente más, le llenó la copa con aquel vino aguado. No importaba que estuviera aguado, si bebía lo suficiente.

—¡Salud! —coreó al brindis de Thyla, y bebió con ella.

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21/05/2020, 00:22
Galahad Dragonhead

El caballero, de nuevo en su asiento y viendo que tras las palabras de la alegre anfitriona todos los presentes alzaban su copa, él hizo lo propio, no entendía nada del motivo del brindis, pero sin duda su intelecto daba al menos para saber que debía brindar igualmente, y aunque podía preguntarle a Xadrielie lo que había dicho, sin duda podría molestar a los presentes al romper dicha celebración con su torpeza.

Así pues, se limitó a alzar su copa también, intentando que su cara de desconcierto no se notase, y únicamente asintió con respeto a Thylantalessa cuando todo el mundo coreaba diferentes palabras extrañas.

Notas de juego

¿Aquí no hay sindicato para denunciar la marginación a la que someten a los pobres extranjeros (con papeles)? XDDD.

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21/05/2020, 07:42
Xadrielie

- ¡Si, brindemos por el éxito de la misión y por la reina, Alhama nuestra anfitriona aunque no esté aquí presente! - Xadrielie de puso en pie para brindar, aunque no hubo mucha diferencia dada su pequeña estatura. Alzó su copa y brindó con los presentes

Había traducido el contenido del brindis de Thyla, pues sabía que su gran amigo, el solámnico, desconocía el idioma de los elfos y se estaba quedando bastante al margen de todo. La otra humana en cambio, no necesitaban traducción, pues parecía conocer mejor el idioma de los silvanesti, que los propios silvanesti.

Supongo que poco a poco irán teniendo en cuenta que no entiendes el élfico. - Le dijo a Galahad. - ¡Eso o aprenderás élfico! - Agarró del antebrazo a su amigo y soltó una risita da (si es que a una risa de una mujer de menos de un metro y medio de altura, podía considerarse una risotada). Agarró su copa y brindó de nuevo con el humano. - Por nuestra misión y porque todos regresemos vivos... - Dijo mientras no podía sino pensar, en el funesto destino de los nueve.

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21/05/2020, 11:21
Ormin-Huesonegro

Se acercó un poco más a Ormin - aunque te recomiendo vestirte antes de dirigirte a ella...

-¡Pero si hace calor!- Protestó el salvaje, que no compartía los complejos de otros pueblos por la desnudez –¿Le ponemos unos pantalones también al señor Rowlet?- Dijo señalando al búho de Jaenis. -¡Bah!- Gruñó haciendo un aspaviento con copa de vino que se derramó peligrosamente cerca del impoluto Suindhël.

- Dama Thylantalessa, tal vez sea oportuno que vuelva a bendecir y purificar los alimentos, no es justo que la suciedad y la peste que esos animales traen consigo manche vuestro banquete ni nuestros cuerpos –

El druida recogió su rata del suelo y se la acercó a la nariz. -¿De qué peste hablas? El señor Gómez se ha bañado conmigo en la tinaja. ¡Aún tiene el pelo mojado!- Explicó ofreciendo al resto de comensales comprobarlo por si mismos. Ormin se detuvo en seco al llegar a Jaenis con su solemne búho sobre el hombro. Volvió a acercase la rata a la cara y le susurró al oído: -Esta humana se las trae, palabra de druida- Volvió a dejarla en el suelo y le puso vino en el cuenco.

-Bebe, que la vida es breve- Salmodió divertido mientras la rata apuraba el recipiente a una velocidad insólita. Su voz ronca dejaba entrever un fatalismo, como si aquella fuera a ser la última cena para todos.

—Los verdaderos héroes de Silvanesti están ahí fuera, cubiertos de barro hasta los ojos y comiendo raíces amargas.-

-Eso es lo que nos espera ¿verdad?- Preguntó sombrío. Se anudó el mantel en un lado de la cadera para cubrirse un poco mejor. Su torso fibroso dejaba a la vista su sistema vascular mostrando que su juventud se había desvanecido hace muchos años. El Kalanesti alzó su copa para unirse al brindis.

- ¡por la Reina Alhana! - Coreó las palabras Xandrielie y después gruñó para sí con amargura: -…Y por su pueblo que nos civiliza a cambio de nuestras tierras- A continuación levantó aún más la copa y alzó la voz para que pudieran oírle: -¡…Porque todos vuelvan a su casa!-

El Kalanesti agarró una botella de vino recién descorchada y se la llevó escaleras arriba bufando: –No os lo comáis todo, solo voy a buscar unos malditos pantalones-

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21/05/2020, 21:52
Ashe «Umbarëzela»

Con desgana, alzo mi copa uniéndome en silencio al brindis propuesto por nuestra anfitriona. Es más lo que la reina me debe a mí que al contrario y solo esbozo media sonrisa cuando escucho el que propone el kalanesti. Si hay un pueblo que haya sufrido más por el exilio que los silvanesti esos han sido los elfos salvajes que se han visto obligados a soportar la invasión de sus tierras y la servidumbre como recompensa. Y sin embargo, aquí está, dispuesto a arriesgar su vida por ayudar a una nación que ha hecho muy poco por merecerlo.

Temo que si sigo bebiendo eso solo agravará mi melancolía y en este estado me temo que no seré una compañía demasiado agradable. A pesar de mi embriaguez, no me pasan desapercibidos los flirteos entre Jaenis y el misterioso enviado del Sinthal-Elish. Sin embargo, no me parece mal que se diviertan. Al contrario, cuantos más lazos de camaradería se creen, más posibilidades tendremos de regresar todos con vida una vez que terminemos nuestra misión.

Una misión que, reconozco, es una de las más extrañas que he tenido que realizar en estos años como kirath. Encontrar un lugar específico del bosque basándome en los sueños proféticos del Túnica Blanca y guiar hasta allí a todo el grupo tratando en la medida de lo posible de que suframos el menor número de bajas por el camino tanto de ida como de vuelta.

—Tendréis que perdonarme, pero mañana nos espera un día duro y pasado mañana y al sguiente también —me excuso, poniéndome en pie, algo mareada—. No paréis la fiesta por mí, por favor, estoy acostumbrada a dormir con ruidos peores que las risas alegres de unos camaradas de armas.

Alzo mi copa en dirección al solámnico y ensayo en mi Común en desuso:

—Buenas noches —dedico una mirada a los demás y añado en élfico: Buenas noches a todos, nos veremos al amanecer.

Esta puede ser la última vez en varios días que duerma sobre un lecho mullido y sin tener que preocuparme de qué intentará matarme cada vez que cierre los ojos. Quiero disfrutar de esos placeres sencillos mientras aún pueda hacerlo.

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22/05/2020, 21:39
Suindhël

Umbarëzela pone luz al misterio que se cierne sobre las nueve estatuas, aunque no demasiada, como si no quisiese profundizar en ello, y no ahorra comentarios halagadores hacia los dos humanos, algo exagerados a su gusto, pues aún no han hecho nada por Silvanesti, sin embargo el Túnica Blanca comprendió el propósito de esas palabras. Nadie va a tratarlos bien en esta tierra, tan sólo los que estamos en esta mesa. Ese pensamiento no era del todo cierto, no cuadraba con la animosidad que mostraba la Túnica Roja hacia la reina ni la elegancia con la que hablaba el idioma de los silvanesti. 

Alejó con la cara externa de su mano la presencia del diminuto y apestoso animal - Ya basta, aprende a comportarte, estamos en un banquete de la reina, no en medio del bosque con animales - Tolerar comer con una bestia era algo a lo que estaba dispuesto, en especial porque había visto que era necesario, pero soportar la completa falta de modales en su presencia era dar un paso más allá de ese límite. Es tan sólo ignorancia, se dijo, dejando pasar la ofensa e indicando a su sirviente invisible que le sirviese algo de beber, luego tomó la copa con la punta de sus dedos y se puso de pie, secundando el brindis.

- Por la Reina Alhana Starbreeze... y por el Rey Porthios Kanan, y por los líderes de las grandes Casas que con su sabio consejo los asesoran para conducir la gloriosa nación de Silvanesti - dijo en voz alta mientras brindaba. La empalagosa obsecuencia que la anfitriona mostraba hacia la reina le daba aún más repugnancia que la rata del kalinesti. La hija del Orador de las Estrellas no era ni la sombra de lo que su padre había sido. El Rey Lorac había gobernado con sabiduría por siglos, hasta que en su desesperación por la invasión de los dragones cometió un pecado contra él, contra su pueblo y contra el sagrado bosque que les daba refugio. Pero Suindhël no perdía de vista que aquella sacrílega aberración había logrado repeler a los ejércitos de la Reina Oscura, que de otro modo hubiesen devastado y conquistado Silvanesti, como sucedió con casi todo Absalón. Alhana en cambio, había sacrificado a miles de compatriotas por su absoluta impericia para guiar adecuadamente a su pueblo, rescatando la capital a un costo inconcebible, y rebajando a los silvanesti a la posición de tener que pedir ayuda, algo que jamás había sucedido desde que la nación élfica había sido creada varios milenios atrás por Silvanos. Deliberadamente mencionó al Rey Qualinesti, para que sintiesen el peso de la ineptitud de su reina, y también mencionó al Consejo formado por los líderes de las Casas para endulzar los oídos del espía del Sinthal-Elish, cuyos informes llegarían rápido a la cúpula gobernante.

Luego el salvaje se alejó en busca de pantalones, de espaldas a todos sus nalgas desnudas parecían saludarlos a lo lejos. El Túnica Blanca sonrió levemente ante la imagen y desvió la mirada hacia la mesa para evitar ruborizarse, notando que los que habían venido de Solamnia susurraban algo en idioma común. Sin afán de entrometerse en su diálogo desvió nuevamente su mirada y notó una cercanía más allá de lo que el decoro propiciaba entre la maga y el elfo calvo. Sus ojos esquivaron la impura imagen y cayeron sobre la semihuana, la muerte verde. Serán ciertos los rumores que caen sobre ti o serán parte de a injusticia que reina en esta nación desde hace un lustro? Asintió hacia ella con respeto cuando se despidió y luego volvió a sentarse. Aprovechó a comer algunos bocados antes que el elfo salvaje regresase con sus apestosas alimañas.

Notas de juego

De momento sigue hablando sólo en elfico.

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22/05/2020, 23:24
Galahad Dragonhead

Galahad asintió a las palabras de su compañera, y visiblemente agradecido por su intervención por aclarare el motivo del brindis, le dijo en respuesta una vez hubo brindado igual que el resto:

-Gracias por hacerme partícipe de esto dama Xadrielie, sin vos estaría perdido en este lugar, en cuanto al idioma, dudo que ninguno de los vuestros se interese por algo que no sea élfico, no obstante, pondré de mi parte para intentar hacerme con el idioma... -expuso dispuesto a aprender a hablar mínimamente algo en dicha lengua- no obstante, mientras tanto, tengo plena confianza en vos para que me traduzcáis aquello que estiméis oportuno, no quiero ser una carga, milady... -dijo bajando la cabeza lamentando que tuviera que estar detrás de él para explicárselo todo.

Así pues, al ver que la exploradora se marchaba a descansar, la despidió como se merecía diciendo:

-Buenas noches Dama Ashe -dijo poniéndose en pie y haciendo una ligera reverencia como cuando un general abandona la tienda militar, debido a sus costumbres marciales.

Finalmente, y viendo que con la marcha de la heroína todo se iba apagando, se quedó intentando disfrutar de la cena, al mismo tiempo que esperaba a que su compañera elfa decidiese retirarse para él mismo hacer lo propio, pues no parecía haber ningún comensal que quisiera hablar con él, o el solámnico estuviese interesado.

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23/05/2020, 00:51
Thylantalessa "Thyla"

Thyla sonreía alegremente mientras registraba cada gesto de sus futuros compañeros. Algunos eran sutiles y refinados, pero otros eran tan burdos como un parroquiano a las tantas de la noche. Si algo tenían todos en común era que los gestos, definidos o borrosos, desvelaban algo de ellos mismos, y toda esa información era recogida por la clériga. Después de todo, la información es poder, y cuanto más poder se tenga, mejor se gobernará una nación.

Cuando la Muerte Verde decidió irse a dormir, le dedicó una breve sonrisa y un asentimiento.

Que descanséis, mañana será un nuevo día 

Ella misma no se podía ir a dormir hasta que el último de los comensales se acostara, ese es el maldito protocolo que todo buen anfitrión debe seguir. Siguió comiendo y riendo, mientras veía y escuchaba. El caballero de Solamnia se le antojaba un objetivo confuso, porque no entendía nada de su idioma, y era recíproco, pero no siempre la información viene a través de las palabras. La fiesta seguía su curso, como un breve elixir tranquilizador antes de la gran prueba final. Nadie sabía lo que les depararía el futuro, pero parecía que por esa noche, eso no importaba, reinando las risas, conversaciones, flirteos y halagos, bien regados por comida y vino. Un pequeño paraíso antes de una gran prueba.