Partida Rol por web

La mula y el rechoncho elfo parecían hacer buen equipo, aunque el animal llevaba la peor parte. Gwyn se había encargado de eliminar una de las amenazas y, a su modo, la mula se encargó de otra, que se alejó con la panza llena. Otra de las criaturas chupaba sangre del lomo de la ofrenda a Morgión, con algo de suerte se saciaría tan rápido como su predecesora, pero a ese ritmo iban a acabar con ella y Gwyn la necesitaba con vida.

Recargo la ballesta y volvió a disparar, ahora sobre uno de los insectos que zumbaba alrededor. Entonces, aprovechando que el resto de las criaturas pensaba darse un banquete con la mula, se movió lentamente tratando de no llamar la atención, buscando una posición ventajosa para su próximo tiro.

Disparas con precisión a otro de los enormes insectos, grandes como gatos, y acabas con su existencia empalándole con uno de tus virotes.

El que estaba alimentándose de la mula se suelta de su lomo igual que hizo su predecesor y se aleja revoloteando pesadamente con el cuerpo bien saciado de sangre ajena. Otro problema menos del que preocuparte.

El chupóptero que queda se lanza sobre la infeliz acémila y aunque ella intenta espantarlo con furiosas dentelladas y moviendo el rabo frenéticamente, no consigue espantarlo. La criatura se aferra a los cuartos traseros de la bestia de carga y comienza a succionar su sangre de manera ruidosa.

Las patas le fallan a la desangrada mula y cae torpemente a las aguas lodosas. Puedes ver cómo se esfuerza por incorporarse nuevamente aunque cada vez está más débil.

La mula de desplomó ante los ojos del rechoncho kirath que había logrado acabar con otro de las horrendas criaturas. Nuevamente, el animal había alejado a otra, pero esta vez se desvaneció ya sin fuerzas, cayendo en las empantanadas aguas putrefactas. Pelea por su vida, resbalando en el lodo, con una de las criaturas picando su lomo. Gwyn continúa con su movimiento sigiloso tratando de encontrar el ángulo adecuado para acabar con la amenaza sin darle al animal. 

Duda por un instante qué hacer, disparar puede llegar a matar al animal si el disparo no es preciso, pero esperar a que termine de succionar la sangre y se vaya por su cuenta puede resultar igualmente letal para la mula. Entonces decide arriesgarse, carga su ballesta y vuelva a disparar, aprovechando que el mosquito gigante está quieto, concentrado en alimentarse. 

El monje había estado sentado en la orilla, con las piernas cruzadas, pensando en una posible solución. Era cierto que cuantas menos personas formasen el grupo, menos soluciones eran capaces de aportar, pero debían dar con alguna rápido, o perderían toda la ventaja que tanto trabajo les había costado ganar.

Recordaba que en la bolsa habían guardado una plataforma para construir un refugio, quizás con las dimensiones adecuadas y la forma correcta, les serviría para poder cruzar el río, usando alguna rama como remo.

Compartió la idea con su compañera, y esperó a ver su opinión o si ella tenía alguna idea que aportar antes de comprobar si era la suya viable o no.

Te acercas chapoteando ruidosamente a la mula a pesar de tus esfuerzos por pasar desapercibido. No sabes si el insecto monstruoso es consciente o no de tu presencia pues continúa succionando sangre, indiferente a tu presencia.

Miras por el visor de tu ballesta y esperas hasta tener un disparo preciso para no herir a la bestia de carga de Lithiniel con tu siguiente saeta. El animal está muy alterado y se mueve espasmódicamente pero tú eres un elfo paciente y sabes que la oportunidad llegará.

Accionas el gatillo de Justicia Silenciosa y su magia se combina con tu puntería para acertar en el blanco. Aunque el enorme mosquito es atravesado por tu tercer virote certero, su cadáver queda obstinadamente aferrado al cuerpo de la mula.

Te acercas para verificar que está muerto y que la mula no ha sufrido más daños que la pérdida de sangre provocada por los voraces insectos. En efecto el animal está ileso pero muy débil y fatigado. Apenas puede caminar y dudas que sea capaz de llegar muy lejos sin tu ayuda.

Sea lo que sea que habéis venido a hacer aquí, más os vale hacerlo deprisa antes de que más moradores de la ciénaga acudan a daros la bienvenida.

Gwyn sacó una ración y alimentó a la mula herida, podía ser que sólo viviese unos minutos, pero él no quería que sufriese demasiado, después de todo era una ofrenda para su señor. La ayudó a incorporarse acariciándola suavemente - Lo hiciste muy bien - Revisó cuidadosamente sus heridas, uno de los mosquitos gigantes seguía prendido del lomo del animal, así con algo de repugnancia tomó el pico del insecto y tironeó hacia afuera, lentamente pero con firmeza, y el cadáver de esa alimaña lo guardó en su mochila. Se aseguró que las ramas, aún mojadas, estuviesen en las alforjas y buscó la vara del árbol sagrado que había dejado caer cuando agarró la ballesta. Recién entonces retomó su camino.

El rechoncho elfo había interpretado que esos monstruos eran los guardianes del lugar que Morgión había elegido para su altar, así que sentía que su destino estaba a unos metros. Su lado más racional estaba de acuerdo con eso también, adentrarse en el pantano no era buena idea, menos con esa niebla y de noche, así que avanzó lentamente llevando a la mula de las riendas, hasta que encontró lo que estaba buscando. Es aquí. 

Atresado por el virote de tu ballesta, el enorme mosquito ahora es una cosa pringosa y repugnante pero aún así estás empeñado en echarlo a tu mochila por mucho que eso pueda estropear los alimentos que guardas en ella. Tampoco tienes muchas luces ni lo piensas demasiado y te limitas a echar el cuerpo del insecto sobrealimentado al interior de tu mochila encantada.

Examinas a la mula y tienes la sensación de que está terriblemente enferma. Tal vez más allá de ninguna salvación, contagiada por las picaduras de los mosquitos monstruosos. Aún así, el animal se esfuerza por incorporarse nuevamente con tu ayuda una vez que lo alimentas a capricho y te sigue a donde le llevas, cojeando penosamente.

Te pones a buscar a tientas entre el agua lodosa la rama que partiste del roble de Lithiniel para usarla como bastón. ¡Cómo se va a poner la druida cuando se de cuenta de que su precioso árbol ha sido profanado! Algo te muerde mientras rebuscas en las oscuras aguas, algo pequeño y serpenteante que confías en que sea una culebrilla. Tardas un buen rato en encontrar lo que estás buscando y sonríes al encontrarlo, aunque te encuentras algo mareado.

Ashe aplaude tu iniciativa y entre los dos no tardáis en tratar de convertir vuestra plataforma de vigía en una improvisada embarcación. Por desgracia, no está diseñado para semejante fin y no tarda en comenzar a hundirse incluso antes de que os subáis sobre él, obligándoos a recuperarlo a toda prisa si no queréis perderlo definitivamente bajo las turbias aguas.

Las perspectivas de construir una canoa lo suficientemente resistente para los dos con vuestros escasos conocimientos de carpintería no son muy halagüeños. Tenéis las herramientas y los materiales, rodeados como estáis de árboles, pero os costará un tiempo del que no disponéis.

Os separáis para recorrer la orilla en ambas direcciones con tan buena fortuna que logras descubrir, semienterrados en el fango, los restos de un abandonado bote. De los remos no hay ni rastro y es evidente que la embarcación no está en condiciones de navegar por el río pero es buen punto de partida con el que trabajar.

Dedicáis los siguientes tres días a reparar los defectos más evidentes antes de aventuraros a subir a bordo. Al principio os sentís muy satisfechos con el trabajo realizado pero a medida que os alejáis de la orilla y veis que el agua rojiza empieza a colarse entre las rendijas, vuestra seguridad va decreciendo rápidamente.

Casi cinco horas es lo que tardáis en recorrer los poco más de tres kilómetros de ancho que mide el Thon-Rishas en este punto, achicando agua continuamente para que vuestro bote no se hunda. Para entonces estáis agotados tanto física como mentalmente.

El tiempo invertido en reparar el bote ha hecho que las huellas de vuestros compañeros se hayan ido desdibujando con el paso de los días. Sin embargo, a ti te sigue maravillando el modo en que Ashe es capaz de seguir el rastro sin bajar el ritmo en ningún momento. Gracias a ello, lográis dar alcance a Tareth apenas un día después de cruzar el río.

El tuerto kirath presenta un aspecto horrible, desorientado, desnutrido y deshidratado. Asustado, agazapado tras unos arbustos, os mira con su único ojo sin parpadear y parece tardar un buen rato en reconoceros.

Manthus, 25 Argon del 353 A.C

Llevas tres días errando perdido por el bosque. O quizá sean cuatro, resulta difícil para ti saberlo con certeza en tu actual estado.

Tras tu terrible encuentro nocturno, quedaste tan afectado que en tu desesperado esfuerzo por regresar junto a Lithiniel te perdiste irremisiblemente. Por supuesto, trataste de ponerte en contacto con Gwyndrahir a través del anillo mágico que ambos lleváis, pero sin éxito. Ya sea porque él se ha quitado el suyo, porque se encuentra fuera del alcance del encantamiento que comunica ambos dispositivos o porque ha pasado a mejor vida, lo cierto es que hasta ahora no te ha sido posible comunicarte con él a pesar de tus numerosos intentos de hacerlo.

En los últimos días has ido recobrando lentamente la razón pero a costa de un evidente deterioro físico causado por la falta de comida y agua potables. Cualquier otro elfo en tu situación sin duda habría muerto de inanición y deshidratación pero tú posees una notable condición física que te ha permitido sobrevivir hasta el momento a las más rigurosas condiciones.

Comparado con la sed, el hambre es soportable. Has tenido que hacer gala de creatividad para no morir de sed y no te avergüenzas de lo que has tenido que beberte, pero tu debilidad es manifiesta y hace varias horas que no te sientes con fuerzas ni para moverte.

Incluso mantenerte consciente te cuesta un enorme esfuerzo y por eso no estás seguro de si la repentina aparición de Zeverúth y Ashe es realidad, un espejismo o una nueva amenaza creada por este bosque de pesadilla para terminar de trastornarte.

- Ouch- Gwyn sintió el dolor de la mordedura mientras buscaba a tientas la vara del árbol sagrado que había traído consigo, afortunadamente la había encontrado, aunque a un costo alto. Limpió el dedo contra su ropa y luego chupó la herida tratando de sacar el veneno remanente¹, aún así se sentía mareado. El destino había querido que la mula y él estuviesen en pésimas condiciones, pero Gwyn veía eso como una preparación adecuada para consagrar el pantano al señor de la podredumbre. No muy lejos, el rechoncho elfo tuvo la certeza de que había llegado a dónde debía llegar.

Entonces tomó las herramientas para tallar madera de la druida y desbastó un extremo de la vara del árbol sagrado de Lithiniel, tal como ella le había pedido que hiciese con otras ramas para clavarlas al rededor del refugio². Esta vez era una sola rama, y Gwyn la cavó sobre un montículo de tierra que se elevaba por encima del agua pantanosa. Luego sacó de la mochila las ropas de viajero de Tërevan³ y las apoyó sobre el montículo de tierra. Hizo lo mismo con las alforjas, desató las tiras de cuero que la amarraban al animal y las dejó en el piso. El desorden que armó en torno al trozo de madera tenía algún propósito para el rechoncho elfo, pero lo que sea que había imaginado parecía que no iba a suceder. Tardó varios minutos moviendo una prenda de un lado a otro, humedeciendo en el agua putrefacta las ropas, vaciando la alforja y desparramando las ramas. - Esto no es más difícil de lo que pensaba - 

Entonces colgó la alforja del poste, el bolso quedaba a un pie por debajo de la punta de la vara. Luego ató con el cinturón las dos botas, con los talones uno contra otro, de modo que se formaba una especie de T, que amarró con fuerza a la punta de la madera. Dentro de la alforja puso el pantalón empapado de barro pantanoso, y caminó un par de pasos hacia atrás. Tenía el aspecto de un espantapájaros incompleto e improvisado, la alforja simulaba la panza y las puntas de las botas los hombros, la vara terminaba junto a la boca de las botas, simulando un cuello. Entonces tomó la capa y la puso encima de las botas, haciendo coincidir los hombros con extremos de las botas, luego la cerró con un cinturón y dentro de la capucha puso la camisa enrollada con las ramas podridas que había juntado alrededor del refugio. Eso simulaba una cabeza, pero se veía muy poco, por la niebla y porque la capucha la cubría casi completamente. Algunas ramas se quebraron y la savia rojiza manchó la camisa en algunos puntos, desde lejos parecía que bajo la capucha había dos ojos rojos. Cuando vio el trabajo terminado se aplaudió a sí mismo - Es perfecto!-  Sobre el montículo de tierra, del lado izquierdo de la figura que acababa de armar,  puso la estatuilla de Drielae⁴ - No crees que ha sido un gran trabajo? - preguntó mientras se sacaba el anillo del nigromante y lo colocaba del lado derecho - Ustedes tienen que ayudarme con esto - luego puso en medio de los dos objetos y delante de la sombría figura el cetro con el topacio incrustado, el artefacto con el que pensaba liberar Silvanesti - Este es el primer paso para la liberación de nuestra tierra!- de aseguró al cetro.

- Amiga mula, te gusta? - le preguntó al animal, que cerraría sus ojos para siempre frente a esa figura. Susurró luego una plegaria a Morgión, con la que pudo distinguir con claridad cuanto aliento de vida le quedaba⁵ - Tranquila, falta muy poco ya -

Entonces, mirando hacia el improvisado altar dijo a su amada - Drielae, qué crees que agradará más al señor Morgión?- ⁴

El porqué de no haber utilizado el anillo de comunicación hasta la fecha, era un completo misterio. Podía ser que realmente Tareth no comprendiera el mecanismo, aunque era poco probable. Pese a su extraña forma de expresarse y sus nulas habilidades sociales, Tareth era un elfo inteligente y capaz de lanzar conjuros y por lo tanto, comprender la magia. Posiblemente, en su estado de aturdimiento mental, no había podido contemplar aquella posibilidad. Normalmente la razón más sencilla era la correcta.

La visión de Ashe y Zéveruth le cogió totalmente desprevenido. No los esperaba allí. Estaba casi seguro de que todavía no deberían estar en el bosque y menos tan cerca del campamento donde se había instalado con Lithiniel. Aunque a decir verdad, ya no sabía si estaba cerca, lejos o donde estaba. De hecho, no tenía claro ni que Ashe y Zéveruth estuvieran allí realmente. Deseaba que así fuera, pero tampoco podía arriesgarse demasiado a que fuera otra visión producto de la pesadilla. Otra visión terrible y dañina, que en esa ocasión pudiera acabar con su vida.

El filo del ocaso trató de esconderse tras la vegetación. Su escondite, desde luego no era el mejor, pero tampoco estaba en condiciones de encontrar un lugar más óptimo en el que ocultarse y observar. Porque lo que quería hacer era asegurarse de que aquellas dos imágenes eran realmente sus compañeros. De ser así, saldría a su encuentro con alegría y necesidad extrema de ayuda. Tareth no sobreviviría mucho más tiempo sin ayuda. Tareth moriría pronto si sus compañeros no le encontraban y esa triste realidad era la suya propia y era consciente de ella.

Contemplas tu obra con paternal orgullo. La verdad es que resulta un espantapájaros bastante impresionante en este entorno tan siniestro.

—No cabe duda de que tu señor se sentirá complacido, Gwyndrahir, mi amor —declara la figurita de plata con dulce voz de Drielae, sobresaltándote por lo inesperado de su respuesta—. Y aún más dichoso cuando le ofrezcas un sacrificio de sangre involuntariamente entregado. La vida de cualquiera de los que viajan en tu compañía sería las grata para el Viento Negro que ese infeliz animal que le has traído en holocausto, pero tendrá que bastar. Ningún elfo le ha hecho sacrificio alguno en esta tierra desde que yo tengo memoria, amado mío, y eso con total seguridad satisfará a Su Pestilencia. Vamos, no te demores ahora que has llegado hasta aquí. Tortura a esa criatura desgraciada hasta su muerte agónica para que las sabandijas que pueblan este lugar se alimenten de su cuerpo sin vida.

—¿Tareth? ¿Realmente eres tú? —la exploradora semielfa echa a correr hacia la vegetación baja tras la que Tareth está agazapado, observando a la pareja de recién llegados que vienen siguiendo su rastro—. ¿Qué te ha ocurrido? ¿Dónde están Gwyn y Lithiniel?

Las palabras de Ashe expresan genuina preocupación y ella no tarda en tenderle su mano para ayudarle a incorporarse del suelo.

—Zeverúth, cariño, ¿has visto cómo está el pobrecillo? Parece trastornado, pero quién no lo estaría deambulando solo por el bosque. Por favor, pásame la caja de raciones de campaña —a continuación, devuelve su atención al tuerto—. Tranquilo, ya estamos aquí. Ahora te daremos algo de comer y de beber para que puedas reponer fuerzas y podrás contarnos qué ha pasado, ¿de acuerdo?

La voz de Drielae sacudió por completo al rechoncho kirath, una lágrima salió de sus ojos, conmovido. Es ella, sobrevivió, está aquí conmigo. - Drielae - el efecto hipnótico de su voz se potenciaba al ver la pequeña escultura que era fiel hasta en los más pequeños detalles a la imagen de la hermosa elfa que había conocido. He logrado liberarte de la prisión de Tirintaal! Por primera vez desde que supo que el monje asesino le había arrebatado a su amada, Gwyn pudo sentir genuina alegría. No era algo menor que eso sucediese frente a la imagen improvisada que había alzado en honor a su señor, cuando había estado frente al altar Irda su dios había sido generoso permitiéndole verla en todo su esplendor, y enseñándole lo fugaz de la existencia,  y ahora, en medio del pantano, le permitía escucharla y saber que siempre estaría con él. Gwyn sentía una inmensa gratitud hacia Morgión por sus consideraciones y sus enseñanzas, y la idea de agradarlo superaba con creces la pena que le daba despedirse de su amiga mula - Si amada mía, eso haré, seremos los primeros elfos en honrar a Su Pestilencia como se lo merece- 

Sacó la larga y resistente cuerda de seda de su mochila que aún tenía anudado el garfio en un extremo, aprovechó eso para amarrarla bien a uno de los árboles del pantano y en la otra punta hizo un nudo con las riendas de la mula. - Amiga mula, vas a ser privilegiada, nadie más tuvo el honor de ser ofrecido a Morgión en estas tierras - le dijo mientras acariciaba su lomo - Debes estar cansada del viaje, yo también lo estoy. Te has enfermado, y yo estoy envenenado, no podríamos habernos preparado mejor para estar en presencia del Viento Negro - Gwyn imaginaba que eso agradaba a su dios - Por qué no te sientas y descansas... pronto dormirás un largo sueño - entonces, mientras la mano acariciaba el lomo del animal, una fuerza oscura recorrió el cuerpo de Gwyn y pasó al de la mula, reventando sus tripas y creando una hemorragia dolorosa que se sumaba a su estado lamentable.¹ 

Gwyn se alejó mientras la mula se retorcía de dolor, la cuerda le impedía huir de allí, tampoco tenía fuerzas para romperla y a todas luces sufría desesperadamente. El rechoncho elfo contemplaba su agonía, no lo disfrutaba, después de todo era su amiga mula, pero sí aprendía de ese padecimiento, entendía cómo esa agonía iba a traer a la larga la liberación de esas tierras de un enemigo despiadado como lo era la reina de los dragones. Tomó después de unos minutos su ballesta entonces, y disparó un virote sobre una de las patas del animal y luego en otra, evitando dar en sus partes vitales, provocando heridas leves pero dolorosas. En cada disparo podía percibir cuán herido estaba en animal, repitió sus disparos hasta dejarlo sin fuerzas, a punto de caer inconsciente, entonces dejó de disparar y volvió a contemplarlo en silencio.2

- Gran Morgión, protector de Silvanesti, os ofrezco el sufrimiento de este animal, de mi propia amiga, para que su sangre alimente este pantano putrefacto y que su sacrificio sirva para desacralizar este altar, el primero que un elfo alza en vuestro nombre en estas tierras. Ha sido generoso conmigo al salvar a mi compañera y concederme su compañía, acepte por favor esta humilde ofrenda y guíe mis pasos en su inagotable sabiduría - dijo en voz alta mirando la silueta encapuchada que había armado entre ramas putrefactas y sagradas. 

Entonces susurró una palabra. -Ladroshien-. Gwyn desapareció entre la niebla y la oscuridad, guardó con calma su ballesta y sacó la espada corta de Tërevan. Su difunto amigo estaba muy presente en ese momento, sus ropas tenían el privilegio de evocar la presencia de su dios, sostenidas por un trozo del árbol sagrado que su esposa había alzado en esa tierra maldita, y ahora sería la hoja de su acero la que bebiese la última gota de sangre de la mula y completara el sacrificio. Se movió lentamente hacia el animal y hundió la espada en su cuello, buscando que se desangre y entregue su vida en honor a Morgión. ³

Tu conjuro sacrílego revienta las entrañas de la mula, haciendo que vomite sangre y se retuerza entre espasmos de agonía. Sus efectos han sido particularmente debastadores a causa de las picaduras de los mosquitos gigantes y ahora se retuerce en los límites de la consciencia.

Amartillas tu ballesta y la apuntas con ella a escasos pasos de distancia. Aprietas el gatillo y el virote atraviesa uno de sus cuartos traseros. Con un angustioso rebuzno, el animal se desmorona entregándose a la beatitud de la inconsciencia. No era lo que habías previsto originalmente pero ejecutar a una víctima indefensa tampoco está tan mal. Desenvainas la espada de Tërevan y la hundes hasta la empuñadura en el cuello del infeliz animal. Su vida termina deprisa, más deprisa de lo que a ti te hubiera gustado aunque en algún sentido te sientes aliviado.

Entonces el siniestro espantapájaros que tienes ante ti cobra vida. Unos febriles ojos rojos iluminan el interior de la capucha y puedes ver que bajo las ropas, a la forma humanoide le salen bultos como horribles tumores que aparecen y son reabsorbidos a continuación como si no hubiera una persona allí sino un enjambre de algo que se ocultara allí debajo.

—Me has servido bien, Gwyndrahir, mi más leal siervo —pronuncia una voz con enronquecidos susurros que emergen del interior de la capucha—. La sangre de esta bestia protegerá este lugar de cualquier intento posterior de restaurarlo. Mereces una recompensa por ello, ten, aquí la tienes.

Algo cae al suelo a los pies del espantapájaros y te arrodillas ante él para recuperarlo. Te sorprende y te decepciona descubrir que no es más que un frasquito de cristal vacío tapado con un corcho de aspecto corriente.

—Llénalo con el agua sanguinolenta de este lugar —te ordena la voz de tu amo— y podrás emplearla para contaminar temporalmente tus armas. Aquellos que resulten heridos por ellas se expondrán a sufrir una enfermedad a tu elección. Vuelve aquí a por más cuando lo necesites y expande la plaga en mi nombre.

Con estas palabras, la siniestra criatura que tienes ante ti se viene abajo dejando tras sí millares de ratas y gusanos que rápidamente caen sobre el cuerpo de la mula hasta reducirla a un montón de huesos sangrientos.

Despiertas sobresaltada y entumecida. Dormir encogida en el húmedo interior de tu roble no es muy cómodo pero definitivamente mejor que pasar la noche a la intemperie. El problema de la humedad esperas poder resolverlo en el corto plazo, el del reducido espacio será más difícil. Si pudieras plantar otro árbol igual junto a éste...

Has soñado con algo inquietante que ahora no consigues recordar. Miras a tu alrededor y descubres que algún animal ha estado mordisqueando algunas de tus provisiones. Frunces el ceño con desagrado y sales al exterior, donde ya está amaneciendo, en busca de Gwyn.

No lo encuentras, en su lugar descubres varios virotes de ballesta clavados en el suelo en las inmediaciones y uno más en el tronco de tu roble sosteniendo una nota garabateada:

Jefa, vinieron unos bichos feos, son como ratas, pero más grandes. Logré ahuyentarlos pero la mula se asustó y salió corriendo. Voy a buscarla, en seguida vuelvo.

En efecto, la mula tampoco está, ni sus alforjas, ni tus herramientas para tallar madera. Alguien ha partido y se ha llevado una de las ramas bajas del árbol y también las ramitas que Gwyn había reunido para encender un fuego. Algo de lo más molesto porque seguir rastros no es lo tuyo y tienes mucho trabajo por delante convirtiendo tu roble en un refugio apto para todos.

La druida resopló en cuanto leyó la nota, en vez de perder el tiempo en escribir dicho papel, el explorador podía haberla avisado directamente y haberle ayudado en la persecución de su querida mula, pero se ve que el kirath confiaba en sus habilidades "más le vale que así sea" pensó para sí mientras se equipaba debidamente y salia en busca de su compañero...

No obstante como no tenía forma de descubrir algún rastro, en primer lugar taponó la entrada del árbol como mejor pudo con piedras y ramas, y acto seguido se transformó en un zorro*, sin duda podría descubrir mejor cualquier rastro si aún permanecía algo del olor o alguna huella, y de esta forma podría ver qué demonios ha ocurrido con Gwyn y su mula.

Tareth salió de du escondite. Estaba tembloroso y no parecía poder enfocar bien la mirada. A decir verdad, cualquiera que no le conociera, creería que se trataba de un perturbado. Aunque a decir verdad, quién le conocía bien sabía que era un perturbada. El tema era que, básicamente estaba en un estado deplorable. Era como si llevara tiempo vagabundeando. Su ropa estaba sucia, estaba delgado y mostraba un color de piel enfermizo. Por no decir nada acerca de la expresión de desconcierto y pavor que mostraba su único ojo.

Tareth corrió hacia Ashe sin pensarlo un solo instante más. Pese a las dudas que le habían asaltado en un primer momento, ahora, al escuchar su voz, tenía claro que era ella. La necesitaba más que nunca, a ella y a Zeverúth. Lo cierto era que ya no podía más. Si lo que estaba viendo era una alucinación o una trampa, daba igual. Debía arriesgarse o de lo contrario, moriría de todas formas.

- Soy... Si... Tareth... - Dijo con la voz rota cayendo a sus pies. - Agua... - Suplicó. - Y hambre... - Añadió.

Al monje le costaba comprender como un héroe como Tareth, del que había escuchado mil y una hazañas, yacía desnutrido y hecho polvo detrás de un matorral. Aquella lastimera criatura no encajaba con la idea que tenía del elfo tuerto, pero de todas formas aquel bosque era capaz de destruir al más valeroso de los elfos, por lo que no dedicó mucho tiempo a sus pensamientos y fue a socorrer a su compañero. Con suerte, los otros dos estarían en peores condiciones, o incluso muertos y devorados por alguna criatura horrible de aquel lugar. Sin duda, si eso era así, la vida podía ser maravillosa aún en ese lugar.

- Tranquilo - dijo mientras sacaba las raciones de la caja, preparando lo necesario para revitalizar a su compañero - tienes que comer y beber despacio o te pondrás peor - su preocupación por Tareth era real, bien era cierto que el tipo era un poco raro, pero no parecía haber malas intenciones en su forma de hacer las cosas, simplemente excentricidad. - cuéntanos, ¿qué ha pasado? ¿y los demás? - con cuidado ayudó al elfo a sentarse, intentando que estuviese lo más cómodo posible para poder comer y beber.

Te transformas en una pequeña zorra roja y olfateas los alrededores. Tardas un instante en percibir el aroma de Gwyn y de la mula dirigiéndose hacia el norte. También percibes el olor de una rata entrando en tu árbol y desvaneciéndose después misteriosamente.

Echas a correr tan deprisa como te lo permiten tus cortas y veloces patas en pos de tu compañero kirath. El rastro es relativamente reciente, tres o cuatro horas a lo sumo; nada que no puedes seguir con facilidad.

Llevas un buen rato siguiendo la pista de Gwyndrahir y su mula cuando algo te desconcierta. Tu camarada desanduvo sus pasos junto con la mula, señal de que posiblemente logró dar con ella. Sin embargo, en algún momento decidió desviarse hacia el suroeste en lugar de regresar al roble. Tal vez se desorientara en la oscuridad o fuera atacado por algo, aunque no percibes rastro alguno de ese posible atacante.

Decidida a encontrar a tu mula y de paso a tu rechoncho compañero, reemprendes tu camino siguiendo el olor que ambos han dejado a su paso. Llevas más de una hora caminando en esa dirección cuando captas que el aroma de Gwyn se divide. Su olor y el de la mula indican que los dos siguieron avanzando hacia el suroeste pero un rastro más reciente señala que el kirath giró hacia el este hace muy poco y que viajaba solo.