Partida Rol por web

El sacerdote se dirigía decidido hacia el taller, pero no llegaría a entrar ni acercarse demasiado, tan sólo esperaría a ver a Arquiro o incluso Andrómeda, para mostrar su presencia y dirigirle una mirada fría y seria, que seguro entendería, cuando encaminase sus pasos lentamente hacia otro lado. Las precauciones eran pocas cuando se urdían nuevos acontecimientos consecuencia de los pasados.

Arquiro seguía, según todos los indicios, convaleciendo en el interior del taller. El sacerdote pudo, sin embargo, divisar a Andrómeda, que correspondió a su mirada con otra, también cargada de significado, antes de desaparecer nuevamente en el interior de la casa.

A los pocos segundos caminó hacia el interior de la casa, menteniendo a su sangre preocupada de sus banales temores. Hasta encontrarse frente Arquiro, para observarle con seriedad. Andrómeda, Arquiro... Anum os requiere ante su presencia. Pero antes, ¿podríais decirme dónde puedo encontrar al ser que se presentó anoche en nuestra ayuda? Su tono marcaba el nivel imperativo que requeria para quien lo había solicitado.

Arquiro reposa en su lecho, con el hombro aún destrozado por las zarpas del hombre-chacal, y el gesto descompuesto de dolor. Está consciente y puede hablar, débilmente, sin mucho esfuerzo, pero el sudor de su frente indica que tiene algo semejante a la fiebre. Evidentemente no está en condiciones de moverse.

-Joseth... me alegra ver que estáis con vida... creí que después de alimentaros de aquella bestia habríais sido envenenado por su sangre maldita... -dice, mirando al sacerdote con cierto recelo.

-Veo, sin embargo, que no ha sido así. También me alegra saber que Anum no sufrió ningún daño, y que el templo parece estar recuperando la normalidad... o eso espero. Ahora bien, como podéis ver, no me es posible acercarme hasta la presencia del sumo sacerdote en mi estado... Al menos necesitaré una semana para estar en condiciones de moverme y reincorporarme a mis labores, como sin duda comprenderéis... En cambio, estaré encantado de resolver todas vuestras dudas... por desgracia, el ser que nos salvó de una muerte segura desapareció una vez que llegamos aquí. Le ofrecí mi hospitalidad, y repetidas veces le pregunté por su orígen y nombre, pero no tuve éxito en ninguna de mis peticiones... el desconocido dijo que este lugar era poco seguro, porque estaba demasiado cerca del río y se fue a lo que llamó su "refugio"... eso es todo lo que sé, mi querido Joseth...

Bebe un largo trago de agua, de una vasija que le tiende Andrómeda.

-Por otra parte, ¿sabéis ya a qué se debió el ataque? ¿qué criaturas eran ésas y qué objetivo buscaban al irrumpir así en nuestro templo...?

Una compasiva mirada se posaba en el vástago mientras comentaba sus impresiones. Su rostro se tornó en preocupación, al no hallar pista alguna del otro ser. Entiendo... fue su repuesta cuando el vástago le abordó con numerosas preguntas. No sé mucho más de los que pudieras saber tú, valiente Arquiro, eran hombres-chacales, siervos de Anubis, bastantes poderosos, una amenaza a toda nuestra estirpe, pero poco sé sobre sus motivos, más que los que conllevan su naturaleza. Mantuvo una pausa, guardando el resto de palabras que sabía que sólo extenderían su discurso, pero poco pudieran satisfaccer la curiosidad de Arquiro. Suspiró para arrancarse a seguir hablando. Son malas noches para nuestro culto, nos han quitado tanto, ...tanto que solo la venganza puede darle sentido a nuestra existencia ahora, ...ahora que hemos conseguido sobrevivir. Su perdida mirada se reincorpora para dejar de vagar en sus pensamientos en voz alta. Informaré a Anum de tu estado, mi interés reside en encontrar a esa criatura, mejórate valiente Arquiro, no debo entetenerme más. Se dispuso a salir afuera, mirar a Menfis atento, solo poseía una pista, lejos del río, allí tendría que encaminar sus pasos, vagabundear por las calles, pero lejos del río.

Han pasado tres noches enteras desde que murio el faraon, dos desde que las sombras atacaran el templo de Seth y de que tres individuos avandonaran el mismo ocultos bajo las sombras de la noche.

Desde entonces la ciudad a vivido cambios en muchos aspectos.

Siendo ya noche cerrada un egipcio entra en el taller de Arquiro, por la entrada principal, preguntando, buscando al dueño del local.

El sirviente de Arquiro ya parece estar acostumbrado a la vida nocturna y no etraña demasiado por la aparicion. Su amo esta descansando, indispuesto y no recibe a nadie. Sin embargo el egipcio insite, quiere ver al señor de la casa.

Dice responder al extraño nombre de Nosfer.

Ante la insitencia del extraño el sirviente, haciendole esperar paso nota al los señores.

-Señor, siento molestarle, pero un tal Nosfer, que dice conoceros, pregunta por vos.

Una vez que el sirviente a dejado al extraño a solas este vuelve a desvanecerse en la noche.

Nadie le ve, salvo Andromeda y ciertos individuos adornados con el ojo de Horus.

Pero si le vieran, verian como se adentra sigilosamente en el taller, aprovechando las sombras, escudriñando con cuidado todo pero sin alejarse demasiado de la puerta, por si tiene que huir, algo a lo que esta demasiado acostumbrado. Fija su atencion sobre todo en la puerta por la que se a adentrado el sirviente y en lo que pueda oir desde donde se encuentra.

Arquiro se incorpora en su lecho. Parece algo más recuperado que las noches anteriores, pero aún así no está restablecido del todo. Hace un gesto con la mano a su críado para que deje entrar a Nosfer y, cuando éste entra, le dice:

-Mi buen Nosfer, pasad. ¿Queréis tomar asiento? Espero que seais discreto viniendo a mi casa, pues no me cabe duda de que estoy siendo vigilado por los seguidores de Set, y temo que están muy interesados en vuestra persona... Pero contadme, contadme...

Cuando el sirviente regresa a la sala se encuentra con que el extraño parece haberse desvanecido en la noche, pues no hay nadie a quien anunciar.

Hay unos segundos incómodos y extraños en los que el sirviente iba a hacer pasar al visitante pero se encuentra con que el visitante no está, dándose el caso de una recepción "fantasma", sin nadie presente. El sirviente asoma la cabeza de nuevo a la calle, mirando a ambos lados, se encoge de hombros y vuelve a sus quehaceres, un tanto molesto.