Partida Rol por web

Lelouch se sobresaltó al oír la llamada de Eyra. Con frecuencia suele aislarse de la realidad y de su entorno, lo que ha provocado que las personas a lo largo de su vida eviten relacionarse mucho con él.

-¿A qué te refieres? - dijo tras alcanzar a Eyra. Siguiendo la mirada de esta se dio cuenta de a qué aludían sus palabras. Al ver los discos incrustados en la puerta, un fugaz recuerdo de su periodo de instrucción en la iglesia acudió a su mente. Fueron días duros y de arduo trabajo pero también fueron felices. Ser siervo de los grandes dioses no era una tarea sencilla e involucabra mucho esfuerzo, dedicación y sobre todo, una gran vocación. Tener que leer antiguos manuscritos y grandes mamotretos de historia, arte y magia arcana no es algo que todo el mundo quiera hacer.

Se sacudió intentando concentrarse en el problema que le atañía. Fijó su mirada primero en la muesca grabada en la puerta y posteriormente en los clavos de plata. La posición en la que estos se situaban en torno al disco le resultaba familiar, ¿quizá de algún blasón? ¿Quizá algún símbolo que haya visto en sus días de estudio? No conseguía encontrar el origen del recuerdo.

Lelouch acude rápidamente a la llamada de Eyra y torna a sumirse en sus cabilaciones. Pensativo y meditabundo, analiza el significado de los símbolos y las esferas. Sé que he visto esto antes... Poco a poco sus recuerdos se aclaran y se identifican con lo que tiene frente a sí.

Los clavos de plata sujetan los discos, pero solo a duras penas. Su disposición ha perdido casi toda su fuerza, igual que las puertas. Parece ser que la verdadera fuerza que los sostiene proviene del grabado bajo ellos. La marca es una inscripción formada por un total cinco runas, cada una de ellas con un oscuro significado: Locura, Enfermedad, Vejez, Hambre y Violencia. La sola lectura de estas runas provoca un mareo en la cabeza del clérigo.

Eyra queda atónita cuando comprueba que, tras arrancar el musgo del suelo, sus manos no se han empapado de agua, sino de sangre.

Nörsil se acerca a las caras labradas y a Eyra, huele el musgo y trata de recordar si ha visto en alguna otra época algún signo tétrico similar.

- ¿Podría ser una maldición como la de ...?  ¿Quizás haya corrupción mágica envuelta en la caida del monasterio... ¿Podría estar involucrado un barón de los abismos? - pensó.

Tras guardar la flecha toca con el guantelete de la armadura una de las piedras labradas y observa también el extraño elemento intersticial del muro.

- No podemos permanecer en la indecisión, ¿Se pueden apartar esas puertas? - dijo con voz impaciente.

Este no era el viaje que esperaba hacer, pero sin duda hay algo más que oro para el barbaro en este lugar.

Cuando Nörsil huele el musgo siente una atracción instintiva hacia él. Toma un pedazo y lo comprime. La sangre mana por el guantelete y un fugaz recuerdo, olvidado desde hacía incontables años, cruza su mente. Recuerda cuando a una tempranísima edad, practicando la espada con uno de sus hermanos, sufrió por accidente un profundo corte que le hizo sangrar. Volviendo a su presente, el elfo examina el reguero rojo fluir por su brazo. Esta sangre podría pasar por mía. Es inmortal. Solo así puede conservarse en este estado, en este lugar. 

Ya no hay duda: Un oscuro ritual se ha llevado a cabo en el monasterio. ¿Pero cómo y por qué? Nörsil es consciente de que la longevidad élfica, combinada con su talento con la magia, ha generado numerosas leyendas sobre sus raíces raciales. Muchos humanos envidiosos y supersticiosos acusaban a los elfos de tener tratos con demonios. ¿Hasta dónde puede llegar la locura de un humano?

Los recuerdos se disipan. El elfo examina nuevamente las puertas. En ese estado, seguro serán fáciles de abrir... 

Un atisbo de sollozo se cuela en las expresiones rectas de Nörsil. Nunca habíais visto una emoción así en él.

- E-esp-pero que no sea verdad. - con un ademán airado manda - ¡Qué pasa con esas puertas!.

Vuelve a sacar una flecha y a vigilar los alrededores.

—¿Sangre?

Me quedé mirando, sorprendida y sin comprender absolutamente nada, cómo la sangre bañaba mi mano. De donde debería manar sólo agua, manaba aquel líquido de color granate. Nunca antes había visto nada igual y sabía que, por mucho que pasara el tiempo, rara vez volvería a ver algo similar.

¿Qué ocurre aquí...?

No lo entendía... Aunque poco a poco iba cobrando sentido la idea de que el convento estaba maldito, por mucho que hubiera querido obviarlo y darle otro significado más razonable a todo lo que nos estaba pasando. ¿Pero cómo se podría explicar si no?

Con una pequeña inclinación de mi mano, dejé caer el musgo de nuevo al suelo. Luego saqué un pequeño y sucio trapo y me limpié la sangre de la mano. Explorar aquel convento empezaba a convertirse en un reto interesante, más allá de las posibles riquezas que pudiéramos encontrar.

Justo cuando me iba a erguir de nuevo, escuché la voz de Nörsil...

—¿Qué esperas que no sea verdad, Nörsil?

Grombar se acercó con curiosidad al muro que había desencadenado el comentario de Bratynne. Arrugó el gesto al ver de cerca la purulencia que hacía de argamasa entre los sillares con rostros aterrados. El guerrero se retiró del muro para acercarse a la entrada principal que todos parecían contemplar con sumo interés.

-Entonces alguien trató de retener alguna cosa ahí dentro sin demasiado éxito, ¿mmm? -entrecerró los ojos suspicaz al ver como Eyra se manchaba las manos de sangre con el musgo y Nörsil mudaba el rostro- esto se pone cada vez mejor.

El bárbaro escupió a un lado y encaró la puerta apretando los nudillos en torno al hacha.

-Fuera lo que fuera lo que diablos pasó aquí, fue hace mucho. Y si ese abad hechicero quiere librarse de nosotros tendrá que usar otros trucos para asustarnos. ¿Qué os pasa? No será la primera vez que vemos un poco de sangre y vísceras ¿eh amigos? -una risotada jactanciosa tronó en la garganta del guerrero.

Cuando dejó de reírse de su propia broma encaró al clérigo.

-¿Queda algo de la magia que tenían esas runas de la puerta, Lelouch? ¿podemos pasar? -avanzó hasta quedar a un paso de la puerta, tratando de adivinar algo de lo que pudiera atisbarse al otro lado.
 

- Lo que más temo acerca de esto no lo diré , es demasiado doloroso evocarlo. Prefiero tener esperanza.

Pero es mi deber advertirte joven amiga que en este lugar algún indigno ha intentado adquirir, o robar la eternidad aun cuando no todos están llamados en el cosmos ni en el caos a degustarla.

Todo aquello la aturdía: los rostros labrados en las rocas, las runas invocando pesares, la sangre… y las profecías y augurios de los demás no ayudaban. Se giró dispuesta y fue hacia la puerta: dispuesta a afrontar sus miedos

Vamos dijo al guerrero Permanecer aquí quietos carece de sentido. Bratynne examinó la puerta de cerca buscando si en la madera había agujero o rendija por el que asomarse y ver lo que aguardaba al otro lado.

La joven ladrona no tarda en encontrar un hueco en la esquina superior de la tabla derecha. Diminuto, pero suficiente para satisfacer su curiosidad. Sus ojos se agrandan nuevamente sorprendidos. Su respiración se corta en suspense. El cercano Grombar enseguida nota como Bratynne está conteniendo el aire y, agachado, busca su propio hueco en la tabla izquierda hasta encontrarlo.

Las miradas de Bratynne y Grombar chocan con la de una forma azul y fantasmagórica: Un hombre alto y espigado, vestido con sotana de sacerdote. Como si llevase toda su existencia esperándolos, el espectro los observa en silencio desde el final de la nave.

La lectura de las runas aturdió al clérigo. Siempre se había  considerado un hombre psicológicamente fuerte. No había vivido tanto como el elfo pero había sido una vida intensa, lo que le había supuesto tener cuantiosas experiencias. Muchas de ellas malas. Sin embargo, los sucesos que habían acaecido hoy estaban superándolo.

Mantenía la mirada fija en las runas. Locura. Enfermedad. Vejez. Hambre. Violencia. Las cinco palabras se repetían una vez tras otra en su mente. De repente, Lelouch se percató de que sus rodillas temblaban por el miedo y se sintió avergonzado. Gran señor Gorhan, perdone mis cobardes actos y concédeme algo de su gran valor para afrontar el mal que nos acecha. 

Fue en medio de estos pensamientos cuando sus oídos captaron la voz de Grombar. No sabía con seguridad la respuesta a su pregunta, no lo tenía nada claro. Probablemente las runas, que tanto impacto le habían causado, fueran las encargadas de sostener los discos y quizá en estos hubiera magia. Era lo que su intuición le dictaba, pero muchas veces esta le había fallado. 

- No lo sé, quizá haya magia pero también quizá no. No lo teng...- el observar la cara de Bratynne y Grombar hizo que cesaran sus palabras. -¿Qué ocurre?  - les inquirió sorprendido. 

¡Un espectro! susurró con cierto temor. Parece un sacerdote. señaló con el dedo a través de la rendija. Creo que nos ha detectado. La ladrona dio un paso atrás desistiendo de su inicial intención de abrir la puerta y entrar. Miró a Lelouch. Él era sacerdote y Bratynne sabía muy bien que los clérigos conocían plegarias y oraciones para expulsar muertos vivientes y seres de ultratumba. 

Los elfos, siempre tan enigmáticos. Había respondido a mis palabras a medias, que ya era bastante para un elfo, pero sin llegar a mostrarme sus verdaderos pensamientos. Sin embargo, no me dio tiempo a preguntar nada más antes de escuchar al clérigo preguntar si ocurría algo.

En ese momento, desvié mi atención de Nörsil y el musgo, y miré a Bratynne y a Grombar justo un momento antes de que la ladrona confirmara lo que había visto.

¿Un espectro?

Nos debía haber detectado... Y si Lelouch no podía expulsarlo, estaríamos en una situación complicada; enfrentarse a un espectro con armas terrenales no era la mejor de las ideas. En ese caso, tal vez deberíamos buscar una nueva entrada que no nos llevara a un enfrentamiento directo...

—¿Puedes expulsarlo? — pregunté a Lelouch en baja voz, formalizando con palabras los pensamientos de Bratynne.

 Lelouch se acerca con presteza a la puerta y busca un orificio a través del cuál poder establecer contacto visual. Rápidamente localiza al espectro del que hablaban sus compañeros. Viste un hábito religioso, no cabe duda, pero difiere del que dictan las órdenes religiosas de la sacra iglesia. Quizá antiguas órdenes, quizá creencias perdidas u olvidadas ¿Cómo saberlo? ¿Cuántos años habrá estado vagando?

Miró a Eyra y luego al resto del grupo, contestando de manera que todos pudieran oírle - Intentaré desterrar a este espectro a su plano de origen, hacer que regrese al mundo de los muertos de donde nunca debería haber regresado. - Depositó la maza a un lado y de nuevo hincó sus rodillas en el suelo. Juntó sus manos y tras echar una última mirada al fantasmagórico sacerdote cerró los ojos. La plegaria a Ulesh, divinidad de la paz y del descanso eterno, comenzó.

- Gran señor Ulesh, me arrodillo ante ti para pedirte que restaures la paz en nuestro presente, liberando a este pobre sacerdote del sufrimiento generado por el maligno Ahriman y permitiéndole descansar en paz durante toda la eternidad. - Dejó pasar unos segundos y terminó- Amén. - Tras ello abrió nuevamente los ojos.

- Dejadme ver. - Nörsil se hace un hueco entre los que miran en los resquicios de la puerta.

El tiempo avanza y un manto de estrellas cubre el cielo. Apartando a uno de sus compañeros, Nörsil intenta ver algo más en el espectro, pero su borroso contorno, la oscuridad y la lejana distancia no le permiten reconocer nada, incluso con su prodigiosa visión.

Animado por Bratynne y Eyra, un convencido Lelouch descubre al ente con sus propios ojos. Sigue en el mismo lugar: inmóvil, impasible, observante. El clérigo no pierde el tiempo, su objetivo es claro. El grupo ha detectado una amenaza y su deber es erradicarla cuanto antes.

Lelouch se arrodilla a pocos centímetros de la puerta. Al soltar su maza recuerda el esfuerzo todavía reciente de su primera plegaria. No fue tarea difícil, pero ciertamente hizo mella en sus fuerzas. No importa, puedo hacerlo... Se repite a sí mismo. Borra todo signo de cansancio de su rostro y comienza un nuevo rezo.

Litúrgico y respetuoso, el clérigo recita el preludio para dirigirse a Ulesh, la deidad de la paz en el panteón del Orden. Aún habiendo sido acogidas sus palabras por los altos cielos y establecida una conexión espiritual, Lelouch siente que algo no funciona como lo esperado. Dudoso, comienza los signos somáticos y verbales para el lanzamiento de uno de sus conjuros más poderosos y temibles: Destierro.

Pero la voz de Lelouch enmudece. El conjuro queda interrumpido casi sin haber comenzado. Un destello de luz cegador se materializa a espaldas del grupo y aquellos que se giran son forzados a cubrirse el rostro.

De la explosión lumínica surge una poderosa voz celestial:

- Sirviente, alza tus rodillas y cesa en tu empeño. He escuchado tu petición, pero no detecto mal ninguno en el ser al que refieres. Cierto es que no pertenece a este plano, pero no intervendré contra él. No vuelvas a importunarme así. - Sentencia.