Partida Rol por web

Nörsil, aliviado por el resultado de la batalla descubre un atisbo de esperanza. - ¡Caerás!

Blandiendo la espada empieza a correr hacia el trono...

Con la ayuda de Bratynne, había conseguido liberarme de aquel trono. Ahora yacía tumbada, tratando de recuperar la energía suficiente como para volver a alzarme... pero, hasta respirar era un suplicio en el estado en el que me encontraba. Sin embargo, no pensaba quedarme rendida sin ayudar a mis compañeros...

Tras fruncir el ceño, me limpié con el dorso de mi mano la sangre de la boca y saqué fuerza de flaqueza para alzarme ayudándome de mi otro brazo. Luego agarré mi espada y miré a aquel trono maldito.

—Has elegido mal a tu presa—dije, con un tono carente de emoción.

Pensaba descuartizar a aquel asqueroso ser hasta que no quedara nada reconocible de él. Trono, demonio, trampa... ¡me daba igual lo que fuera! Mi mirada estaba fija en mi objetivo mientras avanzaba... primero con pasos lentos, aún recuperándome de las heridas sufridas, luego firme segura de mí misma y erguida mostrando el tamaño de mi cuerpo, y  una vez estuve lo suficientemente cerca, abalanzándome con la espada sujeta con ambas manos para soltar una estocada con toda la fuerza de la que me era posible.

Entre Nörsil y yo, destrozaríamos aquella cosa.

- ¡¡Por los grandes dioses!! - dijo Lelouch con gran alivio cuando vio salir a la guerrera de las fauces del demonio. - ​​​​​​¡¡¡Eyra!!!. 

De repente, sin perder un segundo, el elfo encabezaba de nuevo un asalto hacia el trono. Lelouch pretendía sanar a Eyra con sus artes mágicas con el objetivo de que estuviera fuera de peligro, pero parecía ser que esta no opinaba lo mismo. Inspirada por el elfo, también ella carga contra el trono, entendiendo el clérigo  que de nada serviría curar mientras el causante del mal estuviera presente. Lelouch inspiró fuertemente, lo que le permitió tranquilizarse. Sereno y concentrado, decidió unirse a la empresa de sus compañeros. Sin duda, la mejor defensa es un buen ataque. Acabaremos con ese maldito demonio sin que sea capaz de hacernos daño de nuevo. 

Lelouch, tras haber descansado brevemente de su última plegaria, pero aún con los dedos entumecidos, focaliza todas sus energías en una oración desesperada. 

Nörsil devuelve la espada a la mano diestra y con una ágil pirueta aterriza sobre las piernas del diablo, al mismo tiempo que ejecuta un corte certero con la intención de rasgarle el pescuezo. No obstante, la maniobra es más espectacular que efectiva. El grácil elfo no esperaba encontrar tanta resistencia en un punto vital como es la garganta, y no logró aplicar la fuerza suficiente. Dejando una pequeña muesca, Nörsil consigue sacar el arma del gaznate del oscuro ser, a duras penas.

Eyra limpia las últimas gotas de sangre de sus labios y hace una mueca. Déjame mostrarte cómo se hace. La fornida guerrera inicia una lenta acometida centrándose en su odioso objetivo. Con cada paso siente el dolor en el pecho y la dificultad al respirar, alimentando su ansia de venganza. Conforme acorta la distancia, su carga gana velocidad. Apoyándose en la rodilla buena y en ambas manos para sujetar su arma, descarga una cuchillada directa y sin escrúpulos, rebanando a la perfección la maligna trampa viviente.

Lelouch es salpicado por la sangre y arruga la nariz, haciendo coincidir el punto final de su plegaria en el mejor momento. Un torrente de oscuridad mana del cuello de la criatura como si de una fuente se tratara. Pero las sombras no tienen tiempo de expandirse: El poderoso conjuro del clérigo ha abierto un agujero entre los planos. La oscuridad es forzada a aglomerarse y apiñarse y, concentrada en una espiral negra, desaparece sin dejar rastro. Al instante, el agujero es sellado. El ente ya no está aquí... Por ahora. 

La grande y pesada cabeza del cerdo demoníaco se estrella contra el suelo, destrozándose un colmillo y la gran mayoría de los dientes. Separada de cuerpo y espíritu, cualquier tipo de energía que la mantuviese vital ha desaparecido. Arrugada y desdentada, rueda hasta chocar contra las botas de Eyra. El impacto provoca que la enorme y seccionada testa vomite algo circular. ¿Qué? ¿Qué es esto...?

De las estropeadas fauces animales emerge una segunda cabeza de tamaño humano. Está chapada en láminas de oro y en el lugar de los ojos se incrustan dos extraordinarios diamantes sin mácula, de valor incalculable. 

El espíritu ha cumplido su palabra.

Bajo los restos podridos del cuerpo del diablo sedente queda al descubierto un segundo pozo, idéntico al primero.

¿Qué? ¿Qué demonios? El asco y el miedo se vieron rápidamente vencidos por el brillo del oro y los diamantes. Seducida por la codicia, se agachó y cogió la cabeza y con las mismas mangas de su camisola limpió los restos de sangre y cuando estuvo limpia la sostuvo delante de ella haciéndola girar para apreciar todos los detalles: Horrible reliquia demoniaca, sí... pero de un gran valor. Bratynne sonrió. ¡Ja! ¡Solo por aquella pieza había merecido ya la pena la excursión!  

¿Que será ésto? sin soltar la cabeza ni pretender hacerlo (el ladrón piensa que todos son de su condición), la aproximó al sacerdote para la observara también

El bárbaro sacudió la cabeza tras recuperar la consciencia. Eso había dolido, quizá debería pensárselo dos veces la próxima vez antes de embestir a un demonio. El vórtice dimensional del clérigo se cerraba en esos instantes aspirando la últimas volutas impías. Mientras se erguía de nuevo se dió cuenta de que el combate había terminado y no había ningún compañero en el suelo. Recupero la antorcha y se acercó a los restos del trono para asegurarse de su absoluta destrucción. Observó la negrura del siguiente pozo por un instante frunciwndo el ceño. Después se acercó a la Eyra para cerciorarse de su estado. Tras ver que todo estaba en orden palmeó su hombro con una sonrisa.

-Menudo susto nos has dado! Bien hecho clérigo! -asintió a Lelouch- Heroes 1, Abad 0. ¿Qué diablos es eso? - se acercó con curiosidad a la ladrona y al clérigo para observar la cabeza con ojos de diamante- vaya no está mal para empezar, eh? 

Nörsil después de golpear en el cuello del demonio se agacha, un instante después sus cabellos se levantan impulsados por una corriente. - ¡Bravo Lelouch!.

- Quememos la cabeza. Quién sabe qué ocurrirá aquí varios siglos después. Quizás otro culto acuda atraido por las energías aquí presentes.

¿Eyra estás bien? Toma, bebe un trago. Ofrezco a Eyra mi frasco de poción.

Nörsil, con la respiración todavía acelerada por el combate da vueltas por la habitación.

El clérigo había conseguido desterrar al malvado ente que acechaba la sala y ello lo había dejado completamente exhausto. Necesitaba algo de descanso. Estoy ya mayor para tanta acción. Las manos le temblaban y el hambre comenzaba a hacerse notar en su cuerpo. 

No se había fijado que tras la desaparición del demonio había aparecido en la sala una cabeza de oro. - Por el amor de los dioses,  ¿qué es eso? -interrogó a Bratynne cuando esta se la acercó. Empezó a observar la dorada reliquia cuidadosamente. 

No le inspiraba confianza y pensaba como Norsil. Lelouch no los acompañaba en busca de riquezas, sino que quería mermar aquellas fuerzas del caos que aparecieran en su camino. Ese es el estilo de vida que había decidido. Es por ello, que no existía en él interés por guardar la cabeza. - Considero que las palabras de Norsil han sido sabias y me uno a él. Esa cabeza no nos traerá nada bueno. 

Una vez el demonio fue expulsado, y el trono destrozado, cogí aire y me examiné la herida. No parecía tan grave como había temido en un principio, aunque era realmente molesta...

—Estoy bien. Gracias, Nörsil —dije, cuando el elfo preguntó por mi estado y me tendió su poción—. Pero creo que será mejor reservar eso  para una situación peor —luego miré al clérigo—. Lelouch, ¿me puede dar uno de tus vendajes?

Presentía que la poción era realmente valiosa, y que... tal como había empezado la aventura, nos haría falta en todo su uso cuando hubiéramos avanzado más. Ahora, con unos vendajes para tapar la herida de posibles infecciones e intentar que cediera el sangrado sería suficiente.

En cuanto a lo de quemar la cabeza de oro... negué rotundamente con la cabeza.

—Podríamos comprar un castillo con eso —argumenté—. Si teméis por la cabeza, al menos quedémonos con los diamantes.

- Bien dicho. Nos quedamos la cabeza - la ladrona sacó un pequeño saco de arpillera de su mochila y metió dentro la cabeza y la cerró anudándola con una cuerda. Luego se colgó aquella pieza en la espalda con la misma cuerda como si se tratara de un siniestro zurrón. 

- Continuemos- De acuerdo, eso no era exactamente lo que habían "acordado" pero ella no pensaba deshacerse tan facilmente de aquel objeto tan valioso. 

Nörsil se dispone a insistir pero Lelouch y sus vendas restañan la herida de Eyra con tanta eficacia que acaba convencido de reservar la valiosa poción. 

La cabeza está sujeta en manos de Bratynne. Grombar y ella la guardan con recelo frente a Nörsil y Lelouch, que recuerdan al espectro de la superficie y están convencidos de que debe ser completamente destrozada, pulverizada o mejor aún, desintegrada. La decisión no es fácil y la discusión se prolonga por lo menos una hora, tiempo que también aprovechan para comer y reponerse.

Eyra observa desde la distancia. Sobre ella cae el peso de resolver el empate. Lentamente se acerca e, interrumpiendo el acalorado debate, introduce sus dedos en la cavidad orbitaria de la reliquia, extrayendo una de las piedras preciosas. Antes de que nadie pueda protestar, repite la operación y guarda ambos diamantes perfectos en su faltriquera. Bratynne contempla con tristeza la mirada vacía de la cabeza, mucho menos valiosa que antes, pero igualmente la guarda prestamente en su saco.

El silencio se impone. Nadie parece estar del todo satisfecho; ninguna postura se ha impuesto. La reliquia ha sido desmontada, pero si se diera la oportunidad, todavía podría ser reconstruida. Esa era la esperanza de algunos y la inquietud de otros. El tiempo apremia y el grupo debe proseguir el descenso, pasando el bárbaro a ocupar la última posición para proteger la retaguardia del grupo.

Esta vez los túneles son mucho mayores y espaciosos en tamaño. Cavados con la misma velocidad y premura que los primeros, no evidencian el uso de maquinaria u otras herramientas técnicas. Sin embargo, la mano del hombre por si sola no es capaz de horadar en la tierra y la piedra un pasadizo de semejante magnitud.

Los aventureros comienzan a temer lo peor: El rocoso pasillo subterráneo cede lugar a un amplio pasaje abovedado con un único y gigantesco portón de hierro que cuenta, por lo menos, media docena de metros en altura. Una compleja y desmedida cerradura contiene estoicamente lo que sea que guarda al otro lado.

Una reverberación gutural y profunda hace vibrar el suelo que pisan. El temblor es sostenido y rítmico; mantiene un tempo tan constante que la mera idea de interrumpirlo resulta aterradora. En las alturas del colosal portón Lelouch logra distinguir otro brillo familiar: La runa de la violencia.

- Me parece que esta prueba será menos sutil que la anterior. ¿Habéis visto el tamaño de ese portón? - dice el elfo al ver el panorama frente a ellos.

—Es enorme —contesté, observando el portón.

¿Cómo habrían podido construir algo de semejante dimensiones en la profundidad de la tierra? No me lo podía creer aún, pero había algo más que me desconcertaba...

—¿Qué ser usa una puerta como ésta? Para poder moverla hace falta una fuerza descomunal...

Observó desde detrás de Eyra la puerta: seis metros de altura, fabricada con hierro. ¿Qué tipo de ser o monstruo necesitaba una puerta de semejante tamaño? La ladrona se adelantó y caminó sobre las puntas de sus pies. Atenta, eso sí, donde ponía cada paso. No vaya a que todo fuera una artimaña, una distracción para desviar la atención de alguna diabólica trampa instalada en el suelo. Llegó hasta la cerradura y la observó con detenimiento. Nunca había visto nada de aquel tamaño. Mmm se mordió el labio inferior. No sabia si sus ganzúas servirían ¿Y ese ruido? ¿Qué sería? Un desasosiego empezó a invadirla.

Grombar calentaba los músculos con gesto serio, balanceado su hacha de combate y sabedor de que esta vez si tendrían un combate de verdad. Sangre por sangre. Desde su posición más retrasaba cavilaba, como sus compañeros, sobre la criatura al otro lado del portón.

-Dentro peleariamos en su propia casa. Abrid la puerta y dejad que salga. ¿Qué opináis? Con suerte a este lado de la puerta esa cosa no puede moverse con tanta libertad y nosotros estamos anchos.