Partida Rol por web

Grombar abrió los ojos de par en par al ver como las sobras se volvían locas a su alrededor, solo para fruncir el ceño bruscamente. Eyra estaba en problemas y dudaba que su hacha mundana pudiera hacer mella en aquella cosa. ¡Oh! como odiaba los fantasmas, esos traidores sin carne o sangre que poder derramar. Resopló como un toro a punto de embestir y sus músculos se tensaron de nuevo.

-Yaaaaarggh!! -bramó cargando hacia el trono con el hombro por delante, tratando de ignorar las sombras. 

Con un poco de suerte podría derribarlo, quizá destruirlo.
 

La voz era superior a mi fuerza de voluntad. Algo en las más profundo de mi ser luchaba por intentar resistirme a la tentación de posarme en aquel trono, sin embargo mi cuerpo parecía no querer reaccionar. Me movía lentamente entre tambaleos, ajena a todo lo que ocurría a mi alrededor. Ni siquiera presté atención a las palabras del elfo ni a su intento de sujetarme...

Lo quiero, quiero todo lo que puedes ofrecerme...

No era yo quien pensaba, sino el propio demonio quien musitaba aquellas palabras en mi interior. Todo parecía predestinado a acabar conmigo sentada en aquel trono infernal... al menos hasta que Grombar pasó a mi lado, haciéndome tropezar y caer al suelo.

Cuando alcé la mirada, entendí cuál era su intención...

¡NO! ¡ES MI TRONO!

Tras el conjuro de Lelouch, la presencia del ente oscuro fue visible para todos. El miedo se dibujó en sus rostros aunque eran conscientes de que tenían que ayudar a su compañera. Eyra, estaba siendo consumida por una espiral de maldad y ambición, producto de las fuerzas malignas del esbirro del caos, por lo que teníamos que hacer algo urgentemente. El primero en moverse fue Nörsil, con gran valor, atacando a una de las sombras que se esparcían por toda la sala que contra todo pronóstico afectó al resto de ellas. La valentía del elfo, estremeció sus cuerpos, y Lelouch y los demás comprendieron que era el momento de darlo todo. No podían fallas las fuerzas puesto que la vida de su compañera estaba en peligro.

En ese momento, Grombar comenzó a embestir en dirección al gran trono que gobernaba la estancia. Lelouch no iba a ser menos. Eyra parecía estar poseída por algo o alguien que estaba condicionando su comportamiento, por lo que el clérigo intentaría hacer que saliera de su cuerpo.

Lelouch, entrecerró los ojos y comenzó a recitar una plegaria.

Grombar ejecuta una peligrosa maniobra: La hechizada Eyra, su hermana de armas, se dirige funestamente hacia el odioso Diablo-Cerdo. Deberá esquivarla para poder intentar derribarlo sin golpearla a ella. La distancia tampoco es suficiente para acumular el impulso que requiere una carga efectiva. Pero el bárbaro no tiene tiempo para tomarse lujos: Un segundo malgastado puede ser la diferencia entre la vida y la muerte de una compañera.

La adrenalina fluye por su cuerpo como una droga. Sus fuertes rodillas se flexionan y estiran en una perfecta armonía de guerrero, potenciando sus zancadas. En tan solo unos pocos metros ya ha cogido una velocidad asombrosa. Sumergiendo y emergiendo de las enloquecidas sombras, Grombar aprovecha su último paso para apartar a Eyra de su camino y descargar toda su fuerza acumulada sobre el trono nefasto.

El enorme bárbaro rebota como si hubiera golpeado un muro. El peso del diablo es impresionante. Las rígidas pezuñas se levantan poco a poco, cada vez más. Su equilibrio comienza a ser precario. Pero en el momento decisivo consigue recuperarse y anclarse de vuelta en su sitio, partiendo y quebrando el centro del estrado donde se asienta. Grombar no puede creerlo: Tan cerca he estado de conseguirlo...

Lelouch se muerde el labio pero mantiene la concentración. No es momento de lamentos. Su símbolo sagrado responde débilmente a su plegaria; alguien o algo obstaculiza su comunicación divina. Pero el clérigo junta toda su voluntad y fe para compensar la interferencia. ¡No es momento de lamentos!

El símbolo vuelve a brillar con fuerza. Lelouch lo alza y avanza con pasos firmes, zambulléndose en la oscuridad. Las sombras se retiran a su paso y le rodean manteniendo una tentativa distancia. Trata de llegar hasta Eyra, pero entonces las sombras le cierran el paso. Empiezan a cernirse sobre él como una plaga de hormigas. Antes de que puedan asfixiarle, Lelouch levanta los brazos en cruz. ¡Ahora!

Un fuerte estallido ilumina toda la galería con la fuerza de un trueno. Pero solo durante brevísimas milésimas de segundo. El esfuerzo ha sido valiente, pero insuficiente. La oscuridad recupera su terreno casi al instante. Las sombras vuelven a dominarles. Han fracasado: La catástrofe es inevitable.

Eyra está convencida de que todo lo que ocurre son intentos para arrebatarle el sueño prometido por el trono. Hastiada y furibunda, se abalanza a los brazos de la pesadilla dejándose caer sobre el regazo del diablo...

Las sombras desaparecen. La oscuridad se disipa. Eyra recobra su conciencia y mira a todos y a sí misma, extrañada. El silencio se impone en la galería. Entonces ocurre:

La trampa viviente se dispara.

El tórax del diablo se cierra súbitamente contra Eyra. Las veinticuatro costillas del diablo aplastan los laterales de su cota de malla, algunas de ellas perforando las anillas y traspasando la carne. Un horrible grito de dolor desgarra los corazones de sus compañeros: Uno de los endemoniados huesos ha alcanzado su pulmón derecho. La desdichada mujer cierra los ojos en sufrimiento y escupe sangre incontrolablemente.

Desesperada, intenta liberarse, pero no es capaz. Su respiración se entrecorta. La caja torácica del trono viviente está ejerciendo cada vez más presión. Si no recibe auxilio de inmediato, el daño será irreversible... O imposible de soportar.

El elfo empieza a temer por su amiga, - veamos que tiene ese demonio. Se desplaza para coger ángulo y evitar impactos sobre Eyra y señalando la cabeza demoníaca del voluminoso trono recita - ¡al nóiccurtsed elas ed sim soded!

Absorta en la confusión: el maléfico rostro porcino en la oscuridad, las vísceras... Entonces el trono se cierra súbitamente sobre Eyra ¿Qué había pasado? ¿Un mecanismo? ¿Un hechizo? No lo sabía pero aquello la despertó. Sacó su daga y corrió hacia la guerrera que ahora gritada de dolor. Su cuerpo atravesado por las costillas del demonio. Llegó hasta ella e intentó inspeccionar rápidamente buscando una forma de abrir la trampa (si es que era eso) y liberar a su amiga y sino, usaría la daga como palanca para forzar el torax de aquel artilugio

Un grito de dolor se escapó de mi boca cuando noté el mecanismo de la trampa traspasar mi carne. Rápidamente, intenté reaccionar y escapar de allí, pero... ya era imposible. Estaba aprisionada entre las costillas que sobresalían del trono y, por mucha fuerza que hiciera, cualquier mínimo movimiento sólo servía para desgarrarme aún más la piel.

El grito pronto quedó enmudecido por bocanadas de sangre. Mi barbilla rápidamente se impregnó de aquel líquido rojizo, así como el suelo por donde caía.

¡JODER! ¡JODER! ¡¡JODER!!

¿Qué había pasado? No entendía nada... sólo sabía que estaba luchando por sobrevivir. ¿Cómo había llegado hasta este trono? Lo último que recordaba era descender por la cuerda hasta llegar al fondo del pozo, y luego... esto. Aunque, por alguna extraña razón, en mi mente aún tenía la vaga imagen de mí rodeada de oro.

Bratynne se lanzó dispuesta a socorrer a Eyra y desactivar la trampa que la habia atrapado...

Eyra soporta la tortura con extraordinaria resiliencia. Cualquier otra persona hubiera desfallecido en su lugar... Pero ella, lejos de rendirse, se agarra a los huesos que la están atravesando como a la vida misma. Las bocanadas de sangre manchan el diabólico trono que velozmente la absorbe, como si la estuviera tragando, recuperando su tono rosáceo. ¿Qué pérfida brujería es esta?

Nörsil no puede tolerar la espeluznante visión por más tiempo. Saltando con extraordinaria agilidad y ligereza, adopta un ángulo lateral desde donde puede apuntar sin preocupaciones mientras traslada la espada a la mano zurda. Adoptando una postura firme, levanta la mano derecha y la abre encuadrando su objetivo: La cabeza del demonio sedente. Entrecierra los ojos y contiene la respiración...

El hechizo funciona. Una descarga amoratada de energía arcana surge de sus dedos e impacta de lleno en la nuca del diablo. Este reacciona reclinando la cabeza y abriendo lentamente su boca babeante, enorme y terrible.

Bratynne tiene la oportunidad de atisbar el interior de la gran cavidad bucal. Dos ojos brillan en ella como piedras preciosas, y en su oscuridad todavía esconde más. La cabeza es su punto débil y oculta algo... O alguien. La ladrona intenta descubrirlo cuando la boca comienza a cerrarse. En el proceso busca exasperada una forma de detenerlo. Un mecanismo, un interruptor, una señal, cualquier cosa que desactive o detenga este maléfico asiento, o animal poseso, o diablo maldito, o lo que sea. No hay nada.

Pero sí se da cuenta, al igual que Eyra, de que desde que ha comenzado a cerrar las fauces el tórax ha cedido en su presión. Es ahora o nunca. La ladrona coloca su daga entre la cota de malla y la costilla derecha clavada bajo el pecho de la guerrera. Haciendo palanca hacia fuera con máximo cuidado, consigue extraerla y salvar a Eyra de una herida mortal.

Al sacar el hueso de su interior, Eyra siente un dolor tan agudo que cree que va a perder la conciencia. Pero no ha llegado hasta aquí para desmayarse ahora. Arremolinando todas sus fuerzas y su ira, separa las costillas con tanta furia que muchas de ellas comienzan a quebrarse y partirse.

Sintiendo liberarse de la prisión osea, Eyra hinca sus botas contra las espinillas del demonio y cogiendo impulso se separa del sádico trono captor, fragmentando lo que quedaba de sus huesos. La valerosa guerrera cae de bruces sobre los restos del estrado: jadeante hasta la extenuación, ensangrentada hasta las rodillas... Pero con vida.