Partida Rol por web

Nunca una de sus expediciones había sido abandonada. Ninguno conocía el significado del fracaso o la rendición. Jamás se declaró la retirada en un combate. La convicción de cada uno de los aventureros se une en una única voluntad: Seguir adelante.

Las manos y las antorchas se suman a la búsqueda de Nörsil. El elfo ha notado una corriente, sabe que hay algo y que está cerca. Aprovechando la renovada iluminación intenta dar con su origen, pero fracasa. No hay nada que la luz pueda aportar; no hay grieta visible en el suelo repleto de musgo y escombros, tampoco en las paredes dominadas por las desgarradoras muecas y expresiones torturadas.

La infructuosa búsqueda se debilita. Nörsil se frustra, impaciente y ansioso. Bratynne queda ensimismada recordando las palabras del espectro. Lelouch se entretiene estudiando la daga serpentina desde la distancia. Eyra todavía no consigue librarse del dichoso dolor de cabeza.

De todos ellos, Grombar es el que pone mayor empeño. Por ahora, sus resultados también han sido inútiles, pero no está dispuesto a ceder.  El bruto bárbaro comienza a palpar y presionar todo lo que está a su alcance: Primero muros, luego baldosas. Tampoco eso funciona; no consigue más que manchar sus manos y botas de sangre por culpa del musgo granate. 

Broma de mal gusto... Espectros charlatanes... Condenado, maldito, estúpido musgo... Su respiración se acelera mientras siente su ridícula desdicha frente a un rostro burlón en la pared. Preso de la ira, el forzudo guerrero retrocede unos pasos y agarra con firmeza su hacha. Apretando los dientes y emitiendo un gruñido gutural, Grombar asesta un hachazo a la pared. El grupo le observa perplejo. Su arma rebota fútilmente, pero el bárbaro está empeñado en borrar la sonrisa de esa cara de piedra.

Retrocede un poco más, casi alcanzando el montículo de piedras que sirve como altar. Farfulla insultos incomprensibles. Encara nuevamente la pared. Sujeta nuevamente su enorme hacha de batalla y la alza con tanto ímpetu que la larga y muescada hoja llega hasta sus espaldas. Casi llega.

En el brusco movimiento, el contrafilo del arma impacta contra el altar. Bratynne se agacha en un reflejo felino. Los tres objetos vuelan despedidos en el aire y aterrizan violentamente contra el suelo: el cáliz de madera partido en dos, la vasija de arcilla irreconocible, la daga serpentina a los pies de Lelouch. Las piedras del montículo se desmontan y ruedan una a una a los pies de los impresionados aventureros. 

Grombar recuerda sus palabras: los altares traen mala suerte...

La corriente de aire se intensifica.

Dado que Grombar le había preguntado por la daga y la vasija que se encontraban en el altar, Lelouch centró su atención en ellas. En principio no quería acercarse demasiado, ya que coincidía con las advertencias de sus compañeros, así que observaba el altar desde la lejanía.

Tras un rato de observación el clérigo decide aproximarse a ellas para la realización de un análisis más exhaustivo. El cáliz y la vasija le parecen comunes, viejos y deteriorados con el paso del tiempo pero sin ninguna distinción especial. No obstante, la daga rápidamente capta su interés. Recuerda la forma de la hoja puesto que había leído sobre ella en los tratados de artes oscuras. Los seguidores del caos utilizaban dagas de este estilo en sus siniestros rituales.

- Reconozco la daga... - comenzaba a responder cuando Grombar golpeó el altar con su arma. La daga voló hasta sus pies y Lelouch le echó una fugaz mirada. La caída de las piedras lo sorprendió pero siguió con su discurso - los enemigos de la paz suelen utilizarlas cuando buscan contentar a sus malvados dioses - ​​​​​​tragó saliva antes de finalizar - Se utiliza en rituales de sacrificio.

Nörsil, que cavilaba arrodillado y cabizbajo, sobresaltado por el estrépito se pone de pie dando un respingo.

- ¡Grombar, genio sacrílego, herético afortunado! ¡Es el altar!

Nörsil se acerca al frontal de la capilla apartando las piedras que habían rodado y comienza a inspeccionar alrededor de donde estaba el altar.

Lelouch se estremece contemplando la daga que yace inerte frente a él. Si lo que dictaba su intuición era real, ¿Cuántos corazones ha detenido su puñalada?  ¿Cuántos inocentes han perdido la vida en su filo?

Gracias al fortuito incidente de Grombar, Nörsil no tarda en descubrir que el derribado montículo es la clave que están buscando. El elfo esquiva las piedras rodantes y patea las pocas que quedaban en su sitio. El altar es falso y oculta un burdo entramado de ramas y vigas de madera. Bratynne y Eyra se hacen señas y entre las dos proceden a desmantelarlo.

Ante los aventureros se revela un pozo de unos noventa centímetros de diámetro. De su interior escapa un frío antinatural. Eyra asoma su antorcha para ahuyentarlo, iluminando el descenso. No parece profundo; la guerrera estima poco más de cuatro metros de caída. Un pasadizo ha sido horadado en la pared del pozo y sobre su entrada una runa tallada emite un resplandor enfermizo.

Lelouch reconoce haber visto esa runa en las puertas de la abadía. Es la runa de la Locura.

Una sensación de peligro advierte a todos: No sabéis lo que acecha al otro lado. Nunca os habéis enfrentado a algo así. El grupo necesita comer, descansar, coordinarse y prepararse para lo peor. El tiempo de dialogar y planificar es ahora. Todos debemos actuar como uno solo. No habrá segundas oportunidades.

La antorcha de Eyra comienza a consumirse.

Eres un genio Gombar dijo la ladrona con cierta sorna. Después se asomó al pozo recién descubierto: aire frío, oscuridad y en el fondo, un inquietante resplandor.

Mmmm. ¿Qué eso que brilla? Alzó la cabeza y se encogió de hombros. Lelouch, mucho mas experto que ella en temas arcanos le confirmó “Es la runa de la locura” y enseguida Bratynne cayó en que eran las mismas que vieron en la puerta. 

No parece profundo, atemos una cuerda y descendamos se giró buscando en la planta de aquella abadía  un sitio al que asegurar la cuerda: una columna, una piedra…

El interior del pozo y su ambiente oclusivo provocó un escalofrío al elfo, - Otra vez en un subterráneo  - pensó.

- Creo que deberíamos esperar al alba para entrar. Eso nos permitirá distinguir algún otro acceso si se filtra la luz en algún punto.

Nörsil pasea hasta la puerta del edificio y sale a mirar las incipientes estrellas del atardecer y el bosque que hay bajo la loma. Da una vuelta al edificio.

Depués vuelve con los demás.

Grombar sonrió a los cumplidos son gesto satisfecho y asomó la cabeza al pozo con curiosidad.

-Parece claro que es por aquí -asintió a Bratynne- No me apasiona la idea de meterme en esa ratonera, pero no pienso hacer noche aquí si podemos evitarlo, Nörsil. Entrar y salir, con suerte ricos -guiñó a Eyra- ¿Lelouch puedes hacer algo con esa runa del fondo? ¿O quizá aportar algo de luz?

El guerrero se acomodó el hacha a la espada preparándose para bajar mientras la ladrona fijaba la cuerda. Apagó su antorcha, necesitaría las dos manos para bajar. Encenderla sería lo primero que haría cuando llegase abajo. Esperó a señal de Bratynne.

Nörsil asiente:

- Bueno, el alba no llegará hasta que pasen horas. Tampoco me hace feliz pasar la noche tumbado sobre este musgo. De todas formas... - piensa un poco mirando a Grombar - SED cautos con lo que tocáis. Aunque no todas las riquezas de la secta se relacionaran con el ritual maldito podríais DESPERTAR algo. - hace una pausa - Por mi parte además de oro o plata querré averiguar más cosas sobre lo que ocurrió aquí, si encontrais escrituras, libros o cosas así me gustaría enterarme.

Mirando a todos:

- ¿En qué orden deberíamos bajar?

Grombar era un tipo afortunado, y su fortuna significaba implícitamente fortuna para el grupo. Habíamos descubierto algo que, sin la ayuda de aquel golpe de suerte, hubiéramos tardado horas en encontrar.

Cuando me acerqué al pozo, hice una predicción a ojo de cuántos metros podría haber de caída.

—No lo es —dije, tras Bratynne—. Creo que con una cuerda de unos... 5 metros, bastará. Quizás menos.

Yo, por supuesto, no pensaba esperar. No había razón para pasar la noche, y tampoco pensaba que la luz del día sirviera para ver mejor lo que fuera que habría allí abajo, eso sin contar que probablemente serían más pasadizos subterráneos. Así pues, tras escuchar a mis compañeros, y tras mirar con mirada seria a Grombar cuando me guiñó el ojo (no se sabría decir si era una mirada seria-cómplice o una mirada seria de «déjame en paz»), contesté a Nörsil:

—Podría ir yo primera. Una vez abajo, si no hay peligros, será mejor que baje Bratynne. A partir de ahí, da igual el orden —hice una pausa antes de proseguir—. ¿Alguien tiene una cuerda?

El grupo se decantaba por continuar adelante sin cesar. El azaroso acierto de Grombar había conseguido arrancar unas cuantas carcajadas, pero el desafío que les esperaba las había silenciado con fría rapidez. Y ninguno quería hacerla esperar, ni siquiera el antiguo elfo. Consumidas unas pocas raciones e improvisado un poste con los restos de una columna y algo de peso, Bratynne ata su cuerda y la ofrece a Eyra para el descenso. La propia Bratynne le sigue, con Grombar a sus espaldas, Nörsil detrás de este y Lelouch último, que vigila la runa con atención.

Uno a uno los aventureros inician el descenso. El suelo se alcanza rápidamente, pero las paredes del pozo son tan estrechas que para que el siguiente pueda bajar el anterior debe avanzar por el pasadizo. La runa deja de brillar, como si deseara esconderse de ellos.

El túnel ha sido excavado a mano sin ningún alarde de habilidad o artesanía, horadado en la tierra y la roca maciza. Su aspecto basto y crudo sugiere que fue realizado sin planificación y con prisas, posiblemente contra la voluntad del excavador. Tan primitivo parece que podría haber sido realizado por una bestia desesperada o algún tipo de criatura subterránea, de no ser por la presencia de contados travesaños que facilitan el tránsito humano en los tramos más escarpados.

Caminando en el único sentido posible durante unos quince minutos, las paredes del túnel se van ensanchando hasta llegar al tamaño de una espaciosa sala.

Esta amplia galería está salpicada de bancos desvencijados, restos de madera podrida y fragmentos de yeso caído. Las paredes están empapadas de lo que parece ser un simple cieno, sin embargo, al observarlo más detenidamente, revela ser sangre coagulada. La abundancia de escombros y objetos destrozados es casi una emulación del falso altar, pero sumando que la ausencia de aire exterior provoca que el olor sea mucho más intenso y espeso, casi insoportable. 

Desde la distancia se observa, al fondo de la galería, una elevación que conforma un estrado con una tarima baja de madera. Curiosamente, esa madera parece conservarse en perfectas condiciones, a diferencia de toda la que habéis visto hasta ahora. Un elaborado y siniestro trono, tallado a semejanza de un enorme demonio sedente, se sitúa en el centro de la tarima. Su color rosado recuerda al de un cerdo y, igual que la madera intacta, aparenta estar completamente fuera de lugar.

La primera en verlo es Eyra. Los restos de su antorcha se fulminan al instante. El resto del grupo, sorprendido y preocupado, la mira tambalearse, vacilante, indecisa. La guerrera ha escuchado una oferta en su mente: la invitación a acercarse a cambio de todo el oro y piedras preciosas que pueda soñar. 

Lelouch era el último en bajar al pozo. Era de esperar puesto que a diferencia de los otros miembros del grupo, su constitución física era mediocre. Antes de comenzar el descenso, voltea la cabeza y observa la siniestra abadía, las tenebrosas caras incrustadas en los muros y las pisadas ensangrentadas del grupo.  Si esto estaba en la entrada - reflexiona con cierto temor  - ¿Qué será lo que encontremos allá abajo? Acto seguido agarra la cuerda y entra al pozo. 

El descenso fue sencillo hasta para él y en un instante se hallaba en la entrada del pasadizo. Miró durante unos segundos la runa que lo presidía y musitó - Locura... ¿Algo hará que se tambalee nuestra cordura?  - Continuó la marcha por el angosto camino en completo silencio, hasta llegar a una amplia sala. A medida que se aproximaba a ella aumentaba la intensidad de un olor desagradable, nauseabundo, y decidió no pensar cuál era la fuente de tal hedor.

En la vasta estancia rápidamente surgieron los problemas. El grupo inmediatamente notó que algo le ocurría a Eyra, puesto que empezó a tambalearse. Algo o alguien estaba perturbando a su compañera. Lelouch mira alrededor de la sala, buscando al causante de tal comportamiento. 

Envuelto en la oscuridad que les ha llegado de repente, Nörsil se adelanta al grupo y saca su espada.

- Estad atentos, y encended otra antorcha - dice susurrando.

Grombar alza su antorcha y Nörsil desenvaina su espada, la cual emite un sutil resplandor grisáceo. Entre ambos compensan la reciente tiniebla. La infravisión del elfo no alcanza a ver los últimos rincones de la sala, lo que le hace sospechar que la oscuridad es de origen mágico.

La sospecha es confirmada por el clérigo. Lelouch, que lo anticipaba desde que vio la runa de la locura, ya tiene un conjuro a medio recitar antes de entrar en la galería. Cerrando los ojos y alzando su símbolo sagrado invoca la ayuda de Ulesh, que esta vez responde concorde a la petición.

La deidad comparte su visión extrasensorial con todo el grupo. El trono demoníaco es origen de una perversa y maligna emanación. Desde él se proyectan terribles y oscuras sombras en todas las direcciones, como si algo tratase de ocultarse tras ellas. 

La presencia de Ulesh, mucho más débil ahora que en el exterior, se disipa dejando una advertencia: Sinrazón, espíritu de la Locura, os acecha.

No era consciente de lo que pasaba a mi alrededor. Ni siquiera de que mi antorcha se había apagado súbitamente ni, tampoco, lo que hablaban mis compañeros. A decir verdad, todo a mi alrededor se volvió difuso. En mi mente escuchaba una y otra vez, como si de un mantra se tratara, la voz que me prometía todo tipo de riquezas sólo por acercarme a aquel trono.

¿Qué podía haber de malo en aquello?

En aquel estado de trance en el que me encontraba no era capaz de ver ninguna posible amenaza. Ni siquiera me cuestioné que pudiera haber algún peligro por acercarme a un mísero trono. Así pues, empecé a moverme hacia delante. Portaba mi antorcha como si aún estuviese encendida; y, en mi caminar, me tambaleaba lentamente de un lado hacia otro, como si algo en mí aún se resistiera a creer que aquello era verdad.

Sin embargo, en el sustrato más superficial de mi mente, ya me imaginaba rodeada de oro, rubíes y esmeraldas... como siempre había soñado.

Al ver a Eyra pasar a su lado le grita -¡Eyra! ¿Qué haces?.  Ella ensimismada lo ignora. Nörsil extiende su mano para zarandearle el hombro. -¡Eyra!

Ella sigue sin responder. Nörsil nervioso como no lo había estado nunca en los años que lo conocen... ¡Ataca una de las emanaciones de sombra con su espada élfica! - ¡ebm-ucus i ere-um!- grita al blandir el arma.

Eyra trata de resistirse al encantamiento, pero la presión del espíritu es demasiado fuerte. La guerrera sueña despierta y camina embelesada y titubeante hacia el estrado hasta hallarse sobre él. Todo el grupo la está siguiendo: Grombar y Bratynne la acompañan muy de cerca, Lelouch se recupera de su último conjuro y el nervioso Nörsil mantiene su espada desenfundada. El tiempo se les acaba.

Visto tan de cerca, el trono parece un diablo real. Su postura sedente, con los brazos abiertos, transmite total naturalidad. Su rostro porcino proyecta una amalgama de asco y rabia. Sus fauces evocan sufrimiento y angustia. El diablo ha sido abierto y vaciado por dentro sin ningún miramiento. Eviscerado sin piedad, expone su caja torácica, hueca y abierta, justo frente a su regazo.

Las sombras se acentúan todavía más de lo que la visión de Ulesh había revelado. Avanzan sobre el impresionado grupo, que no tiene otra alternativa que retroceder. Todos caminan al mismo compás... Todos excepto Eyra.

El espíritu acrecienta su dominación mental sobre la esclavizada guerrera. Su voz palpita con tanta fuerza en su mente que no puede más que repetir en alto cada palabra, como si deseara zafarse de ellas. Todo lo que deseas y más puede ser tuyo, ahora. Atrévete a posarte sobre mi siervo. Reclama lo que mereces.

La oscuridad se concentra formando apéndices que rodean a la indefensa guerrera y empujan en sentido contrario al grupo. Nörsil se aferra a su espada de mithril. Vencido por los nervios, con un grito de guerra élfico y un hábil giro de muñeca, corta una de las oscuras prolongaciones. El espadazo provoca una reacción en cadena que retuerce todas las extremidades de la nube oscura que les envuelve. Sombras descontroladas se liberan en todas las direcciones.

El espíritu está irritado. Será mejor que aprovechen este momento.