Partida Rol por web

Agachó las orejas, se encogió y se parapetó tras el escudo. Las criaturas pequeñas le ponían nervioso. Eran peligrosas, muy peligrosas. La oreja de la derecha se dirigió a la derecha y la de la izquierda a la izquierda, muy despacio, sondeando por si les estaban emboscando por los flancos los amigos de esos tres sin-ojos.

   Estas criaturas son delgadas y relativamente altas, aunque un gran troll les supera en altura, pueden andar cerca del metro ochenta y alguna es de casi dos metros, también las hay más bajas... en resumen, parecen ligeramente más delgadas y más altas que el humano medio.

   No tienen ojos, pero os "miran" siguiendo vuestros movimientos, es evidente que no necesitan la vista y es bastante pausible que tengan algún tipo de sonar.

—Esperad, parecen criaturas de la oscuridad —dijo Kuzlass al grupo que le seguía—. Intentaré hablar con ellos.

El lenguaje de los trolls utiliza silbidos inaudibles para el oído de la mayoría de las razas, pero estos seres extraños parecían tener un buen sentido del oído. Quizá le entendieran. Aún así, el troll negro no bajó su escudo, temiendo un ataque por parte de las criaturas.

—Soy Kuzlass, del clan Agrav de los Uz —dijo, usando el idioma oscuro (*)—. Sirvo a Kyger Lytor, señora de la oscuridad y a Gorakiki, la madre de los insectos. ¿Quiénes sois vosotros? 

Me quedo esperando, con el arco tenso y la flecha presta a salir en busca de un objetivo. El troll parece intentar dialogar con esos seres que se hallaban medio escondidos por los escombros de la gran sala. Habla una jerga muy rara, con soplidos, silbidos y pedorretas.

Aunque habíamos encontrado estatuas quizás aquella que necesitábamos, también habíamos encontrado a nuevas criaturas que acechaban en las profundidades esperando a echarnos el guante al menor descuido, pero este no ocurriría. - ¿Amigos o enemigos?. Digo mientras preparo la maza ante el inminente combate y el Troll mas oscuro gruñe hacia las criaturas que nos esperan. 

Todo el grupo se detuvo ante el encuentro con unas criaturas humanoides desconocidas. Parece ser que para los trolls no lo son tanto, por lo que la muchacha se mantuvo más calmada. Aún así sostenía cerca suyo su cayado por cualquier eventualidad. Por desgracia ella no entendía que significaban todos esos silbidos y gruñidos extraños. Aunque pensó que para sus compañeros sería también difícil entender algo de su krarorelano nativo. Y luego se perdió en pensamientos de como llegaría a los oídos de éstos su idioma.

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   Las extrañas criaturas os siguen con la "mirada" aunque no tienen ojos, está claro que la vista no la necesitan, también giran la cabeza hacia el troll cuando habla y se miran entre ellos. Tras unos instantes, y con inusitada rapidez, se retiran entre los escombros, oís ruido como si se movieran rocas y escombros y luego, el silencio.

   Tras esperar un rato, os acercáis, pero no veis ni rastro de las criaturas, deben de haber huido arrastrándose por algún pasillo o tal vez, por algún túnel disimulado entre los escombros, vista su extrema delgadez, queda claro que pueden colarse por casi cualquier sitio que ni siquiera el elfo podría pasar. Como no parece haber mucha más que hacer con este tema, volvéis vuestra atención a la sala.

   Os acercáis a la parte superior del cubo, donde se distingue una enorme y sucia... cuna.

   Una cuna de unos dos metros de largo y un metro de ancho, que se mece lentamente.

   Y en lo alto del cubo, flotando, está el espíritu de una mujer anciana.

   - ¿Baroshi, eres tú? - dice volviéndose hacia vosotros flotando.

   - ¡Oh... no sois Baroshi!, - comenta con pena.

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Ur se dio cuenta de que había otro espíritu por ahí. Agh, no. Recordaba lo que le había ocurrido con el otro de la charca, y Azul Espada Ancha tampoco le había caído bien del todo, por que no había contestado a su ruego y, joder, vaya raro que era. Por tanto siguió curioseando en busca de rastros de los otros tipos pálidos y ciegos, que eran de carne y hueso. ¿Sabrían bien? ¿Mejor que los trolkin?

Se decidió y, mientras los demás enfrentaban el nuevo desafío, demasiado complejo para él, Ur prefirió probar a atraerse a los tipejos. Dejó justo donde habían estado unas rodajas de su delicioso embutido de trolkin. Luego retrocedió con el grupo y permaneció a la expectativa.

Al ver que las criaturas se iban y abandonaban la sala, bajé el arco. Mi primer instinto había sido ensartarles, pero tampoco quería gastar flechas a lo tonto, así que me alegré de que se marcharan. Avancé por un lateral de la sala, atento a todo lo que nos rodeaba. Había columnas, estatuas y... un nuevo fantasma en lo alto del cuadrado central. Una anciana nos preguntaba por una persona, seguramente alguien que conoció la mujer fantasma hace tiempo o puede que sea alguien que venga de vez en cuando a hablar con ella.

-"Hola venerada anciana. No, no somos Baroshi. ¿Puedes decirnos quién eres y qué haces aquí? Yo soy Aeril y estos son mis compañeros." Le dije señalando a los demás.

Las extrañas criaturas no habían respondido a su saludo y se habían escabullido entre los escombros. Kuzlass resopló, con fastidio. Parecían unos seres cobardes, pero no le parecieron caóticos; un monstruo del Caos habría atacado sin más. Pero podía ser también que se hubieran marchado en busca de refuerzos, así que el troll negro embrazó su escudo y cogió su maza firmemente, mientras examinaba la oscuridad, atento a la llegada de enemigos.

Los no trolls del grupo empezaron a hablar con el espíritu que se había manifestado al lado de la extraña cuna. Kuzlass mantuvo una distancia prudencial. No se fiaba de los espíritus del lugar, que parecían ser restos quebrados de antiguos dioses. No le provocaban pena, pues este era un sentimiento muy alejado de la psique troll. En realidad, sentía un poco de desprecio por estos seres que no habían sabido enfrentarse al Caos ni habían tenido la decencia de haber sido destruidos por completo en el intento.

Otro espectro. - pensó la muchacha. - Me temo que estas antiguas ruinas son la tumba de muchos individuos de antaño. - Hizo otra pequeña reverencia en dirección a la mujer, luego escuchó lo que tenía para responderle al elfo. Mientras tanto aprovechó el momento para acercarse un poco al cubo del centro. - Saludos! - finalmente dijo en dirección a la mujer sin estar muy segura de si sería comprendida o no. 

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   - ¿Quién...? Mi nombre... hace ya mucho tiempo que no lo uso, no lo recuerdo... creo, soy Niñera. - 

   Hace un gesto como recordando y empieza a hablar.

  - Serví aquí a Veralz y Enori, pero rara vez usábamos estos nombres, nos referíamos a ellos como Rey y Reina. -

   Luego sigue hablando con tristeza en voz muy baja, aunque podéis oirla.

  - Corrían malos tiempos, y la misma tierra temblaba de agonía, y el orden se agitaba y el caos reinaba por doquier. Nos sitiaron en este lugar, hasta que agotaron nuestras fuerzas, y luego atacaron con un espantoso gusano hecho de la materia del caos que devoró nuestro reino. El Rey y sus guerreros intentaron detenerlo, pero sucumbieron en su cámara. Mi reina lloraba, y hubiera acudido en auxilio de su amado esposo, pero estaba embarazada, y no podía. Aun así, la fuerza viva de su resplandeciente alumbramiento, fue suficiente para rechazar al gusano y al maligno señor que lo conducía. Penetraron en esta sala, pero nuestro amor lo contuvo.

   Baroshi se llamó el recién nacido, el de pelo de oro, la piel de oro rojizo y los ojos de esmeralda. Un niño que gemía y lloraba, protegido por nosotras, mientras el malvado dios sembraba la muerte por todas partes. Al fin la reina no pudo soportar la agonía de ver morir a sus leales. Me dejó aquí con el niño para que lo cuidara, mientras ella iba a enfrentarse al invasor. La vi descender por el pasillo de la derecha, de donde más tarde me llegó el fragor de la batalla y los gritos de terror cuando la mataron.

   Mantuve al niño aquí, ocupándome de él aun cuando el malvado gusano comenzó a destrozar el templo a mi alrededor. Osboropo se llevó al monstruo hacia arriba, para sembrar la destrucción en los niveles superiores del templo.

   Entonces mi amado pupilo, mi divino Baroshi, se levantó de la cuna para seguirle. Me dijo adiós, pero brevemente, y se fue tras su rastro.

   Más tarde regresó, y le vi bajar por el pasillo a mi izquierda. Ya no ha vuelto más, y aún le estoy esperando, ayudada por estas simples criaturas de la oscuridad que habéis visto.

   Ellas me adoran, porque yo las cuido, igual que yo adoro a Baroshi. Ayudadme. Devolvédmelo, y todo cuanto poseo será vuestro. -

   Y señala a la cuna, que está cubierta de paja dorada... ¿tal vez la paja sea oro? es difícil saberlo.

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Se lleva la mano a la boca para susurrar a sus compañeros más cercanos. - ¿Creen que el tal Baroshi siga vivo? - Luego continua observando la estancia. Más tarde se aproxima a los trolls aún en guardia y comenta. - Dice la señora que las criaturas le sirven. Supongo no nos harán daño mientras no se lo hagamos nosotros primero. Vengan. Creo que pueden cesar ya su guardia. - Luego continua con su discurso y agrega. - La mujer espera a un tal Baroshi, príncipe de estas tierras. ¿Os suena su nombre de algo? - Y de pronto, como iluminada por una idea regresa apresuradamente hasta la mujer. - Oh, niñera. Tenemos nosotros una misión, y solo una. Buscamos una estatua. Pero no cualquier estatua... ¿Podrías ayudarnos? Quizás de esta forma podríamos ayudarte también, y llegar a un acuerdo. 

Diosecillo tiene cabeza de planta, aclaró Ur a la imagen parpadeante, aunque no le hacía puñetera gracia tener que volver a tratar con esas cosas.

Interesante todo lo que contaba el espíritu. Al parecer el gusano había sido el causante de todo este destrozo, aunque ya se intuía. Y Baroshi, el hijo de los reyes, sobrevivió a la hecatombe. Si lográbamos traerlo de vuelta, seríamos recompensados por el espíritu. Asentí a las palabras de la mujer.

-"Sí, tal vez podamos ayudarnos. Tú pareces conocer este sitio, así que tu información puede servirnos de ayuda." Le dije a Niñera.

Otra criatura mas levantada por la falta de paz en este lugar dejado de la mano de los dioses, otro ser que parece encadenado a una zona donde espera algo para llegar a su nueva morada. - No veo porque no ayudar a este ser, si en nuestro periplo encontramos a quien precisa ... no veo fallo. Lo cierto es que si podía ayudarnos con información, no iríamos tan a ciegas por los corredores. 

La pequeña humana parecía convencida de que las criaturas ciegas no suponían un peligro. Kuzlass no estaba convencido de ello, pero se acercó al grupo que charlaba con el espíritu y escuchó sus palabras con atención. No le hacía mucha gracia intercalar otra misión dentro de su misión principal, pero las Cavernas del Caos eran peligrosas y tener aliados les vendría bien. 

—Baroshi... —repitió el troll negro, haciendo memoria. No era un nombre troll, pero era evidente que los nombres de los habitantes originales de este lugar pertenecían a un pueblo antiguo y divino. Estaban tratando con restos de un tiempo anterior al Tiempo. Restos quebrados de dioses olvidades—. ¿Dices que se fue por allí, espíritu? -preguntó el troll, mientras señalaba uno de los pasillos con su maza (*)

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   El espíritu, espectro o lo que sea, contesta lo mejor que puede... pero os soluciona poco, la verdad... con gran pena os habla, entre algún gemido ocasional.

   - ¡Ay!, tras el ataque la gente que habitaba aquí se convirtieron en estatuas de diversos tipos... sólo yo me quedé, esperando a Baroshi, su cálida piel brillante y su pelo dorado... no me interesan nada más. -

   Ante la afirmación de Ur, parece quedar confusa.

   - ¿Plan...tas? Sí... este fue un templo dedicado a las plantas, era un templo de la Tierra. -

   Alza las manos con resignación ante las palabras de Aeril y niega con la cabeza.

   - Hace mucho que no abandono esta sala... abajo estaban las salas de los acólitos y los aposentos... pero tras la destrucción del Gran Gusano del Caos, o sé que quedará. -

   Cuando el troll negro señala al pasillo, la figura niega. Luego caéis en la cuenta de que claro, está girada hacia vosotros y se refiere al otro pasillo.

   - No... a este otro, el que queda a mi izquierda. -

   Charláis un rato más, pero poco os queda claro. Lanza miradas asesinas al que se acerca demasiado a la cuna. Donde sólo parece haber paja dorada, os parece que esa paja está hecha de oro, pero cogerla parece que incurrirá en la ira del espíritu que posiblemente os atacaría. Aparte de la paja, parece haber un sonajero de niño y poco más.

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Kuzlass miró el pasillo que le indicaba el espíritu. Movió las orejas, inquieto. Después echó un vistazo de nuevo al espíritu. Todos los que lucharon contra el gusano y su amo caótico se convirtieron en estatuas. Les habían enviado a encontrar una estatua. Volvió a mover las orejas mientras observaba el túnel de nuevo. 

Un templo de la Tierra. Un dios de la Tierra. Una estatua con la cabeza de una planta.

El troll negro se puso en movimiento, en dirección al túnel. —Vamos, Ur-El-Que-Se-Comió-Un-Escarabajo —dijo, con un gruñido.