Partida Rol por web

Al entrar en la nueva estancia observo que hay tres estatuas en ella. Al norte, descendiendo por un terraplén, había unas extrañas aguas que se movían por algún tipo de fuerza. Podría ser un geiser o unas aguas termales, pero podría ocultar alguna espantosa criatura acuática.

-"Avanzar deprisa y tener cuidado. Me quedaré el último hasta que todos paséis, no me fio de esas aguas. Vigilaré la retaguardia." Les dije al resto.

Miro las estatuas, para ver cómo son y vigilo las aguas del norte. Esperaré a que los demás avancen para ir detrás de ellos. Saco una flecha del carcaj y la pongo en la cuerda del arco por precaución.

La Estancia del Arroyo... otra vez.

   Os introducís por el túnel que asciende en un pequeño repecho. Después de avanzar un rato y ascender otro breve y suave repecho, llegáis a una gran estancia, de forma rectangular, orientada en sentido NE-O. El techo estará a cuatro o cinco metros de altura y sobre una veintena de larga por una decena quizás de ancha. Paredes, techo y suelo son de roca de color rojizo.

   En el centro hay una especie de charca de aguas tranquilas, de unos cinco metros de largo por tres de ancho, profunda, ya para saber cuánto hay que mojarse (literalmente).

   Está sala os es familiar, es donde el espíritu o lo que fuera, salió del agua y atacó al troll.

   En esta estancia siguen estando las mismas siete estatuas. Todas ellas están formadas de piedra de color verde jaspeado, muy dura, y su estado de conservación es muy diverso. Cinco de ellas, repartidas en las cercanías de las paredes, representan hombres y mujeres embutidos en armaduras, que huyen aterrorizados de espaldas a la pared sur. Otra de ellas representa a otro hombre con armadura caído en el suelo, cerca de la charca. Son estatuas perturbadoramente realistas. Una estatua, en el centro de la charca, muestra a una mujer guerrera de mirada desafiante con un hacha en la mano. A diferencia del resto de las estatuas esta es de cobre, viste una armadura de hierro, y está íntegra. No tiene ni un arañazo.

   Sólo hay tres salidas, la que venís por el sureste, la del noroeste que según recordáis va a una estancia con cuatro estatuas y un cristal mágico luminoso colocado en el techo que no se podía mover y otra al noreste, que no recordáis si habéis pasado por ahí o no.

—Ur-El-Que-Se-Comió-Un-Escarabajo —dijo Kuzlass—, mantente alejado del agua.

Después, pareció soltar un par de secos resoplidos que podrían interpretarse como una risa. Puede que fuera algún tipo de humor troll.

Kuzlass ni siquiera se lo pensó en esta ocasión. Dando un rodeo para evitar la charca sobre la que había advertido a Ur, el troll negro se dirigió a la salida noreste, esperando que el resto le siguiera.

—Estamos cerca de la salida. Ya queda poco.

Estupendo. Aún me inquieta imaginar que habrá sido lo que ha movido las pesadas rocas de la otra estancia. - Se estremeció de solo recordar aquello. - Como sea continuemos, creo saber que estancia es esa. - Señaló hacia la sala del hemisferio. Una pizca de alegría se esbozaba en sus palabras. Además recordaba que no estaban lejos a la entrada de las cuevas y poco faltaba para que pudiesen poner los píes al aire libre nuevamente. 

Como el Troll negro decía, ya cas estábamos cerca del final, por ningún caso creía que solo sería el encuentro con los ogros lo que se nos interpondría para salir de las cavernas. - Nos queda poco, pero seamos precavidos. Hemos llegado muy lejos para fallar justo al final. 

Chasqueó la lengua en respuesta. No iba a ser un troll malhumorado, no, aunque se chotearan de él. Miró a los otros un poco extrañado de que se alegraran de salir de la agradable frescura del seno de la tierra, hacia donde Yelm abrasaba todo con su mirada. Tenía que recordar que no eran camaradas troll algo escuchimizados. Si. Se había acostumbrado a su olor, y ahora se había encontrado pensando que eran pequeños a los que había abandonado el desodorante de hongos.

La nueva sala ya era conocida y desde ahí podríamos fijar el rumbo hacia la salida. Después de todo, el troll negro nos estaba guiando bien. Yo seguía con la mosca detrás de la oreja, dado que quien estuviera moviendo las rocas, estaba jugando con nosotros. Quizás quisiera que fuéramos por este camino para encontrarnos con otros ogros, o algo peor.

-"Sí, avancemos con cuidado." Repetí lo dicho por el caballero de negra armadura.

Avanzaba el último, con el arco preparado y atento a la retaguardia.

El Hemisferio.

   Entráis en la caverna que tiene la forma de un hemisferio perfecto de seis metros de diámetro. Las paredes y el suelo están formados por roca de arenisca amarillenta, la cual ha sido cuidadosamente pulida. Las cuatro estatuas que están aquí se encuentran en perfecto estado de conservación; por lo que parece fueron esculpidas en su día del mismo tipo de roca que forma las paredes de la estancia, y representan a cuatro mujeres desnudas, prácticamente idénticas, en actitud de rezar.

   En el centro geométrico del techo hay un cristal engarzado, que brilla tenuemente. Resistió los intentos anteriores de extraerse y aún se notan las marcas de la roca del techo golpeada a su alrededor. Hacia el Oeste se encuentran las escaleras que asciende hasta la estancia con las charcas, y por ahí vais atravesando diversos extractos rocosos que van desde el verde jaspeado del jade, al marrón del esquito y las tonalidades amarillentas y rojizas de la arenisca.

Los Baños.

   Estáis otra vez en la estancia ovoidal que los trolls estimaron en siete por quince metros y un techo a unos cuatro metros de altura, recubierta de roca tipo arenisca amarillenta. En ella hay tres agujeros circulares de aproximadamente un metro de diámetro y todos ellos llenos de agua cenagosa.

   Hay cuatro estatuas, todas ellas dañadas, que representan varones humanos vistiendo armaduras. La estatua en la posición A es la que mejor se encuentra, ya que sólo le faltan la cabeza y el brazo izquierda. Las estatuas B y C están muy estropeadas; no queda de ellas más que los pies y los tobillos y un montón de escombros. La estatua D está un poco mejor: intacta hasta el pecho, con los dos brazos tirados en el suelo.

   Hay dos salidas, la oriental, por la que habéis llegado y la salida del noroeste que conduce a un puente que cruza un río subterráneo.

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Gruñendo, a sabiendas de que las cavernas que iban a dejar atrás estaban llenas de misterios y secretos, Ur afianzó la estatua en su mano y avanzó junto a Kuz en pos de la salida, pasado el puente sobre el ruidoso riachuelo...

Pero antes de cambiar de sala, se tomó su tiempo en olfatear y escuchar, para no encontrar sorpresas al otro lado.

Zashi siguió detrás de Ur y Kuzlass con dirección al puente, ignoró las charcas y solo se detuvo cuando el troll lo hizo a su vez para percibir el entorno. Estaba entusiasmada por ya poder salir de las cuevas, pero el repentino detenimiento del troll le hizo recordar que aún podían estar en peligro y que era preciso avanzar con cuidado. 

   El bueno de Ur no oye nada raro (ni olfatea)

Aun me seguía fiando de las decisiones de los trolls como para que ellos escogiesen el camino, una sala tras otra desandábamos nuestros pasos para llegar a la salida. Esto no era malo de por si, pero no terminaba de darme la suficiente confianza como para que me alegrase, no hasta el momento que pisásemos la salida de las cavernas. 

Parecía que ahora sí íbamos en la dirección correcta, dado que no había más rocas taponando las salidas y teníamos paso franco hacia el puente. Aún así, algo en mi interior me decía que no saldríamos tan fácilmente como pintaba la cosa, por eso iba el último, atento a cualquier ruido, olor o movimiento que percibieran mis sentidos. Iba con el arco en la mano y una flecha preparada, por si tenía que disparar rápidamente.

-"Vamos bien, continuemos." Dije al resto.

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   Tras un rato en silencio, en el que sólo se oye el burbujeo del agua, os asomáis. Estáis en la estancia donde sobre el río subterráneo cruza un resbaladizo puente. Aún recordáis como acabasteis la mayoría en el agua al cruzarlo con prisas. Más allá está la cueva de entrada y aquí tropezasteis con el gigante, Tranca.

   La cámara sigue igual, una playa de arena triangular.  Al Noroeste, por donde entrasteis en las cavernas deben encontrarse dos estatuas, o los restos de dos estatuas, en una caverna previa a la salida.

   La playa está cubierta de fragmentos de conchas de caracol, algunas de cerca de un metro. El lado más largo de la playa está bordeado por una corriente de aguas tranquilas. El riachuelo mide por lo menos seis metros de anchura. Y el puente que lo cruza sabéis a ciencia cierta que es muy resbaladizo.

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Al ver la gruta de más allá del puente, me alegré sobremanera. ¡Estábamos casi en la salida! Solo quedaba cruzar ese maldito puente y pasar la última gruta para salir al exterior. Pero aún había que estar atentos, ya que el peligro acechaba en cualquier lugar. Miré a todos los lados para ver los alrededores, por si había movimiento.

-"Cruzad el puente despacio y con mucho cuidado, ya sabéis lo que puede pasar si no..." Les dije a los demás.

Gruñó un asentimiento. Resbaladizo. Malo. El agua no era como los cómodos baños de polvo, que le gustaban más y eran más higiénicos, a decir de todo el mundo. Bueh. Podría ser desagradable, pero la caída seguro que no le mataba. Avanzó con cuidado.

Apoyo con ligereza sus pies sobre el resbaladizo puente. - Bien, ya casi estamos. Solo hay que tener cuidado. - Su curiosidad se dirigió por última vez hacia el islote. - ¿Qué secreto se supone que ocultas? - Pensó y se quedó contemplativa mientras daba suaves pasos en dirección a la salida. - Supongo que teniendo la estatua con nosotros lo mejor será olvidarme de ti por ahora. - Le dijo en una conversación hipotética al islote. Algo le decía que ocultaba más de lo que parecía. Pero el sentido común le recordaba que había una misión más importante que llevar a cabo. 

Las placas metálicas rechinaban al pasar sobre el puente de piedra, como nos había recordado el elfo, bien sabíamos lo que pasaría si nos distraíamos y nuestro pie fallaba ... con el peso de mi armadura, no tendría una oportunidad. - Sigamos, ya casi podemos ver nuestra salida. 

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   Cruzáis los seis metros que separan ambas orillas por el resbaladizo puente. Con todas las precauciones posibles y sujetándoos conseguís cruzarlo lentamente... sin más problemas. Os aproximáis a la salida noroeste, donde se encuentran los restos de las dos estatuas, a ambos lados del pasadizo. Apenas quedan unos escombros, más allá de la base, los pies y parte de las piernas no es que quede mucho de ellas.

   Abandonáis la estancia del riachuelo y os acercáis a la caverna de la salida. En la caverna, más o menos circular, de unos diez metros de diámetro y con paredes de esquito de color marrón claro, sigue sin haber nadie. El suelo cubierto de trozos de arenisca rojiza en forma de pequeñas piedras que alfombran el suelo. Al noreste en la pared las motas blancas de la roca forman la silueta de un águila y en la zona del este están los viejos mensajes de advertencia, en diversos idiomas; Sartarita, Társhico, Lenguaje Comercial, Idioma Oscuro... Todos son advertencias tipo "¡Fuera! ¡Largo de aquí! ¡No te queremos!" y similares.

   La otra salida del noroeste conduce al exterior y hacia allí os encamináis con cuidado.

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