Partida Rol por web

¡La bestia retrocedía! ¡Perdía ímpetu en su acometida! ¡Klaus podía advertirlo! (O eso creía...) ¡Ajá! ¡La bravura austríaca volvía a cobrarse una preciada victoria en aquella misión estrafalaria que les había encomendado el bigotudo y roñoso Morty!

-¡Jiiiiiiiiiiijijijijiiiiiiiiii! ¡Mire, Penwaterrrr! ¡Mire como huyeeee! ¡Tostadito y crrrujiente! ¡Suelta un poco de vaporrrrr, licántrrropo! ¡JAAAAAJAJAJAJAJAAAAAA! ¡Libera a la doctorrra, niñato adorador de la cabra negrrrrata! ¡Suéltelaaaaaarrrrrrgh! ¡Ouch!-. En el calor del momento, Klaus se quemó un dedo, dejó escapar un grito de dolor muy anticlimático, lanzó la rama en llamas por acto reflejo -para nada consciente- contra el espantapájaros y, aún en estado catártico, en cuanto escuchó al amerrikaner pedirle algo con lo que inmovilizar al pequeño y asalvajado Dominik, Klaus echó mano a la cuerda de escalada que tenía en la mochila con decisión y se la lanzó a Emil al pecho.

Todo se sucedía muy rápido. Aún poseído por el ardor guerrero, el austríaco se quitó la manta con la que cubría su cabeza y que le daba ese aire tan fantasmagórico y, dispuesto a ayudar a sus compañeros, emitió un chillido, demasiado estridente y maníaco para ser considerado un auténtico grito de batalla.

-¡YIIIIIIIIIIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARRRRRRRRRRRRRRRRRGGGGGGGGGGHHHHH!-.

Lo cierto es que aún le dolía la quemadura en el pulgar, para qué vamos a negarlo...

Y allá que con singular estilo -más ortopédico que elegante, pero sin duda efectivo- saltó el austríaco con la manta en las manos sobre la cabeza de Dominik para nublar la visión a la bestia que seguía intentando con inusitado ahínco liquidar a Marlowe.

¡Qué planchazo!

¡Qué vuelo sin motor!

¡Qué maniobra de lucha libre!

¡Velvet Thunder!

¡MÁS VELVET THUNDER QUE NUNCA!

Emil retrocede unos pasos para dejar a Penwater sujetar bien al crío. En un alarde de fuerza y habilidad, el cabo había conseguido inmovilizar al chaval flacucho y enfermizo de no más de 10 años que estaba a punto de ahorcar a Marlowe. Bravo.

Sin dar tiempo a su cerebro a asimilar la ironía de que él no había sido capaz de neutralizar al niño, Emil cogió la cuerda al vuelo y, mientras Heizinger le tapaba al chaval la cabeza (evidentemente no quería que presenciase los horrores que estaban allí sucediendo), Emil aprovechó para rodear los brazos del crío contra su cuerpo, reteniéndole lo mejor que sabía y podía.

Mientras Eleanor forcejeaba sin éxito y boqueaba en busca de aire los límites de su visión empezaron a volverse negros. Con angustia infinita pensó en Jack y en la promesa que había hecho de encontrarle, costara lo que costara... Los ojos se le llenaron de lágrimas mientras clavaba sus uñas en los brazos de aquel niño en un débil y desesperado intento por liberarse. Las voces de sus compañeros le llegaban amortiguadas, como si estuviera bajo el agua, mientras los límites de su visión iban llenándose de la oscuridad que parecía emanar de aquellos ojos negros que la miraban desde lo más profundo de un abismo insondable.

El placaje del americano es impecable: no sólo consigue que suelte a Marlowe, sino que además cae de bruces contra el suelo, inmovilizado por el peso de su atacante. Parece que la doctora ha caído inconsciente. Ahora que las grisáceas manos de Dominik ya no aprietan el cuello de la británica, la luz del fuego ilumina unos moratones liláceos a su alrededor.

Heizinger lanza su cuerda a Heinrich, quien inmoviliza rápidamente al chaval. Seguidamente, el austríaco le pone su manta en la cabeza. Dominik respira profundamente. La manta se absorbe hacia dentro en intervalos periódicos donde debería estar la boca. Se resiste como puede, sin resultado debido a que la rodilla que Penwater mantiene en su nuca limita mucho su movimiento. Los brazos le sangran por los arañazos de Marlowe y de ellos pueden verse unas gotas de densa sangre oscura.

Viendo este pintoresco cuadro es como entran a la cueva Jitka y sus dos hombres. No parecen muy sorprendidos por el estado en el que se encuentra su compañero ni la doctora, aunque sí por el apaño que le habéis hecho. Casi parece que supieran que iba a pasar e incluso hasta casi parece que se alegren.

—¡Apartaos de él! —os grita con urgencia en su voz—. Venga, cogedle y dadme el cuchillo.

Los dos chavales que la acompañan, uno de ellos bastante alto, levantan a Dominik de los hombros sin desatarlo y con una patada tras la pierna, cae de rodillas junto a la hoguera, cuyas llamas crepitan tímidamente, pues no le queda mucho para apagarse.

Jitka se acerca por detrás con el cuchillo que le ha dado el más bajito y empieza a murmurar una especie de salmo con demasiadas vocales y, nuevamente, muy pocas consonantes. Coge a Dominik de la manta que lleva sobre la cabeza, dispuesta a rajarle la garganta.

El alto al que se ha dirigido Jitka se adelanta un tanto, diciéndole por lo bajo unas palabras en checo que no entendéis. Parece enfadado. Lleva un arco a la espalda, que empuña y coge una flecha, haciendo ademán de disparar al austríaco, al que se ha referido su líder momentos antes. Ella observa. No hace nada por detenerle, pero tampoco le alienta. El chaval se queda parado y con el arco tensado.

En cuanto Jikta apareció con los dos chicos, Penwater saltó de inmediato junto a Marlowe, quien había caído desmayada. Para Thomas lo más importante eran sus compañeros en ese momento y tampoco iba a esperaré que Jikta hubiera decidido rajarle ala garganta al chiquillo enfermo. 

- ¡Marlowe, despierte! - Le dijo agarrándola de los hombros y zarandeándole levemente, pero no reaccionó. - ¡Eleanor! ¿Está bien? - Tampoco hizo mención alguna. 

Tenían que practicarle los primeros auxilios. Él había hecho algunas prácticas en el ejército, pero la experta en ese tipo de prácticas era ahora quién las necesitaba. Sin más comenzó a realizar compresiones torácicas. La técnica de Penwater no era depurada, de hecho, el nerviosismo le podía y relamente su forma de aplicar el RCP estaba resultando bastante deficiente. 

- ¡Emil, Klaus, ayúdeme, no queden parados! - Les gritó. 

Sólo entonces se percató de que los chicos de Jikta estaban apunto de rajarle la garganta a Dominik. Esos niños estaban definitivamente trastornados y era muy peligrosos. 

- ¿Qué hacéis? - Exclamó horrorizado. - ¡Seguro que hay más alternativas! - Les dijo sin demasiada convicción. Pero no se movió del lado de Eleanor, quien era en ese momento su prioridad.

Emil enarca una ceja al ver llegar a Jitka. Aunque se sorprende por la rudeza con la que tratan al chaval (y su evidente intención de rajarle la garganta). Emil no interviene. Además, parece que Klaus sí está interesado en el crío.

- Aparta antes de que le rompas una costilla - Emil aparta a Penwater de Marlowe, y seguidamente le practica la reanimación cardiopulmonar -. Vamos, doctora. Aún no hemos acabado aquí.

Tras unos agónicos segundo, Emil se aparta de Marlowe, quién coger una bocanada de aire y tose bruscamente, para darle espacio.

Eleanor abrió los ojos de golpe y se incorporó jadeante, intentando llenar sus pulmones de aire y con un intenso dolor en la garganta. Aún tenía la visión un tanto borrosa y una tos incontrolable sacudió su cuerpo mientras intentaba orientarse en la oscuridad y aferraba con una fuerza inusitada la mano de Emil. 

Klaus se levantó cual águila imperial alzando el vuelo y alzó la diestra impeliendo a los niños que acompañaban a Jitka a detenerse en seco. Lo cierto es que el austríaco se colocó al frente de sus compañeros, sabiendo que Penwater estaba próximo al niño wölfen y cubriendo a la sufrida doctora Marlowe. Sabía que el escurridizo Emil estaría en algún punto no determinado a su espalda, con la mano próxima a su Luger.

-Hören Sie auf, Fraülein Mailos. Deténganse todos. Doctorrra Marlowe, si tiene a bien, haga un último esfuerzo por su paciente y tradúzcame. Jóvenes, sabed que si entregáis el cuchillo ahora contra vuestro Kameradin Dominik, más adelante, llegado el momento, alguien lo hará contra vosotros-, dijo con asertividad austríaca mirando fijamente a los niños a su alrededor. -Y usted, Fraülein Mailos, dice cuidar de estos niños, pero sonríe como una maníaca en estos momentos cuando tiene ocasión de degollar a uno de ellos... No es la primera vez que lo hace, ¿ja? ¿Acaso lo encuentra estimulante? Déjeme adivinar, ¿instrucciones del Prrrofeta? No está rezando un padrenuestro por su alma en estos momentos prrrecisamente... 

Klaus puso los brazos en jarras y adoptó un rictus ligeramente ofendido mientras sacudía la cabeza en gesto de negación.

-Tcht, tcht, tcht... Me atrrrevería a afirmar, Fraülein, que usted ya sabía que no hay cura aparente para el mal que sufre Dominik. ¿Me equivoco? Ello sin hacer mención a su abyecta conducta al ocultarnos esta siniestra transformación a nosotros y, en particular, a la doctorrra Marlowe, que tan gentilmente se había ofrecido a intentar sanarle.

El austríaco dudaba que Fraülein Milos tuviese algún rescoldo de humanidad en su alma impía ahora que había visto la sonrisa del Diablo en su rostro, pero antes de desenfundar por una causa perdida, Klaus von Heizinger quería llegar al fondo de la cuestión...

¿¡DE VERDAD HABÍA UN CULTO ACTIVO A LA CABRA NEGRA DE LOS BOSQUES ALLÍ!?

La muchacha empieza a hundir el cuchillo en el cuello de Dominik, desgarrando su carne. Un pequeño hilo de sangre tan densa que le cuesta emanar, le cuesta incluso verse empujada hacia abajo por la gravedad. Negra como el petróleo, cae a la casi extinta hoguera, que por un momento se reaviva momentáneamente con una potencia impresionante con llamas rojas como la sangre. Las llamas iluminan toda la cueva y en especial al macabro espantapájaros. La cabra negra casi parece empezar a sonreír tras esa cabeza de ramas secas.

Pero entonces, el austríaco habla, ¡cómo no! Ese hombre escandaloso que tan nerviosa pone a Jitka. Esta interrumpe su cántico y levanta por un momento el cuchillo antes de terminar su trabajo. El hombre de rodillas se revuelve con furia, como si un pequeño tajo en el cuello no fuese algo más que una pequeña molestia.

—Qué irrespetuoso —rezonga al verse interrumpida—. Esto no os incumbe, la Cabra necesita sacrificios, ¡es todo parte del plan! ¿Verdad, Dominik? —pregunta mirando a la figura arrodillada con la cabeza tapada.

La columna de fuego está muy cerca suyo ahora mismo, pero en cuestión de segundos, en cuanto termina de orar y la espesa sangre cesa de verter, casi se extingue de nuevo. La caverna deja de estar iluminada y el siniestro juego de luces y sombras hace que el espantapájaros parezca decepcionado.

Jitka asiente mirando a Gabek, el más alto de los dos chicos que sujetan a Dominik. Éste, rápido como el rayo, se abalanza sobre Heizinger. De Dios sabe dónde, saca un rudimentario cuchillo de piedra tallada como el que tenía Lex cuando lo vísteis por primera vez. Sin embargo, parece que soltar al sacrifico no ha sido una buena idea, puesto que sin el agarre del joven, es capaz de levantarse y embestir al otro chaval, que cae al suelo. Gabek se distrae y no consigue acertar al austríaco en el abdomen como tenía previsto.

—¿¡Pero qué habéis hecho!? —grita Jitka, montando en cólera y mirando hacia la Cabra, como pidiendo disculpas.

Un factor común de muchos cultos, según has leído en multitud de libros, son esas oraciones ininteligibles con sonidos que escapan al aparato fonador humano. No serías capaz de reproducirlo, pero sí que parece una especie de salmo que se repite una y otra vez. Hay un patrón que sí identificas periódicamente, algo así como Niggurath.

Rápidamente Penwater desenfundó su pistola y apuntó a los guardaespaldas de Jikta. Hubiera preferido agarrar su rifle, pero evidentemente la pistola estaba más a mano. Aquella última escena le había confirmado que aquellos niños no estaban bien de la cabeza y es más, eran realmente peligrosos. ¿Dónde narices se habían metido? Si el padre Andrej, su supuesto contacto, era el llamado "Profeta", estaban metidos en un buen lío.

- ¡Atrás o disparo! - Le dijo al chaval que acababa de intentar apuñalar a Klaus. 

No quería tener que disparar contra nadie, pero lo que acababa de ver le bastaba para saber que aquellos salvajes no se andaban a medias tintas. Si no se marchaban ante sus advertencias y trataban de abalanzarse sobre él o alguno de sus compañeros dispararía y no iba a fallar, tenía muy buena puntería.

Lo que le provocó un escalofrío fue pensar que igual, aquellos niños tenían pensado sacrificarles también a ellos y si Dominik no hubiera despertado de aquella terrible forma, igual les hubieran apuñalado a todos mientras dormían. Habían tenido suerte, o la tendrían si finalmente lograran salir de ahí con vida.

Emil saca la pistola por inercia y se sitúa la lado del cabo, apuntando a Jitka.

- ¿Cuál es el plan, genios? ¿Evitamos la muerte de un crío para cargarnos nosotros a otros 20? - aunque es evidente que Emil dirige su reproche tanto al austríaco como al americano, no aparta su vista de la niña - Schwachsinnig... - el joven centra ahora su atención en Jitka - Ordénales que paren, chica. No me gustaría disparar a alguien que me ha dado de comer en su mesa - una mentira - ni mucho menos a una cría - y otra -, pero como el bruto de tu amigo no se aparte del viejo, te voy a reventar la puta cabeza.

Emil empezaba a cansarse de los heroísmos de sus compañeros. No le podía importar menos el criajo al que iban a degollar, y hubiese atizado él mismo a Heizinger de poder evitar todo este follón. Pero ya era tarde para eso, y no iba a dejar que se cargasen a uno de los suyos por las buenas.

Eleanor observó con preocupación a Jitka y a sus dos amigos. Sus ojos se fijaron con detenimiento en aquella joven que ya no era ni mucho menos una niña. Estaba claro que se sentía poderosa. Era la dueña y señora de aquel lugar. Su experiencia en el castillo debía de haberle producido un trauma considerable y aquella especie de culto fantástico al que se habían entregado por influencia de su salvador había terminado de trastornar su mente. Era una mujer y era muy peligrosa... Cogió su pistola y miró fijamente a la joven. Era imposible que el padre Andrej fuera rescatando a niños del castillo poco a poco... La idea la estaba carcomiendo. 

- Jitka, ¿qué le ocurrió a Dominik y a los otros niños en realidad? Lo que sea que les infectara no proviene del castillo ¿no es cierto? No queremos haceros daño, pero tenéis que parar. Ahora. - le dijo a la joven con voz rasposa mientras los nudillos de su mano se tensaban alrededor del frío metal de su arma. La sola idea le encogía el corazón, pero si tenía que disparar a aquella chalada lo haría sin dudarlo. 

Klaus se incorporó del suelo y desenfundó su pistola mientras se desquitaba del polvo y se distanciaba de los salvajes unos pasos. El austríaco no estaba por la labor de barrer el suelo otra vez, pero sabía que no era un oponente demasiado peligroso en la distancia corta, no así cuando tenía un arma de fuego en las manos. Y dábase el caso de que Klaus estaba armado. Con una pistola británica de baratillo, vale. Pero armado.

Velvet Thunder dedicó una mirada compasiva -algo distorsionada por su sonrisa torcida- al muchacho que se le había abalanzado, como haría un lobo con un cordero tras hincharse de carne fresca. Un mero aviso, claro. El austríaco había conseguido lo que quería y aunque aquellos ingenuos que tenía por compañeros lo ignoraban por completo, era bastante probable que les hubiese conseguido algo más de arena para su reloj. Porque si algo estaba claro para Klaus es que Moravek y Mortimer no tenían ni una ligerísima idea de lo que estaba ocurriendo tras las líneas enemigas, a la sombra de ese conflicto que los diarios catalogaban de Segunda Guerra Mundial.

-Nadie quiere disparos, ¿ja? Los disparos resuenan muy bien en el bosque. Y los natsis tienen muy buen oído, ¿ja?-, dijo, intentando calmar las aguas. -Pero... Si hemos de disparar, Frau Mailos, usted será la primera en caer. Y tú, jovencito, la seguirás de cerca. Cuchillos al suelo. Ya han oído al joven Emil.

Klaus miró de soslayo al alemán y asintió con cierta solemnidad a su compañero.

-Penwaterrr...-, dijo en alemán para solo entenderse con el cabo y Emil. No perdía de vista a Jitka y al cuchillero que se le había acercado. Su pistola apuntaba a la cara del chaval. -Acabo de confirmar mis sospechas. Nuestro contacto tiene de sacerdote lo que yo de inglés. Ahondaré en detalles más adelante, pero llegados a este punto, creo que debemos decidir si marcharnos dejando cabos sueltos o bien ser lo suficientemente ingenuos como para creer que esta psicópata no nos buscará más adelante para sacrificarnos al Minotauro.

Heizinger ni pestañeaba. Vaya, es que ni sonreía.

-Dado su rango militar, cabo, le confío tres segundos para pronunciarse. Es meramente una cortesía profesional.

- ¿Está sugiriendo lo que creo, Velvet Thunder? - Respondió también en riguroso alemán. - Sólo son niños. - Dijo tajante. - Niños diabólicos y sádicos, pero niños al fin y al cabo. - Pensó. 

Si mataban a Jikta y a sus guardaespaldas también tendrían que hacer lo mismo con el resto de niños del campamento. Si eliminaban a su líder, difícilmente sobrevivirían solos en medio de aquel bosque traicionero rodeados de alemanes. Pero eso no era lo peor. Lo peor era que si dejaban testigos de la matanza, al final se sabría que habían sido ellos. El rumor correría como la espuma por aquella zona de Checoslovaquia y finalmente se destaparía su identidad y la naturaleza de su misión. 

- ¡Este hijo de puta tiene razón! - Frunció el ceño y apretó los labios. - Detrás de usted... - Sentenció.

- Son ustedes un par de cabronazos sin escrúpulos... - el hecho de que Emil dijese esto con una fina sonrisa en los labios restó cierta fuerza a la crítica. Igual que el hecho de que no dejase de apuntar a Jitka con su Luger.

Tampoco se le pasó por alto al joven contrabandista el esfuerzo del austríaco por evitar que Marlowe se enterase de lo que pretendían hacer. Sería interesante ver la reacción de la doctora.

- No te lo voy a volver a repetir, chica - Emil se dirigió esta vez a Jitka, en inglés alemán -. Bajad las armas y dejadnos salir de aquí.

En capítulos anteriores...

@Penwater: Sólo son niños.

EPIC QUOTE INCOMING...

-Oh, no se preocupe, mi buen Penwaterrr...-, dijo Klaus con su rostro imperturbable manteniendo su excelso alemán. 

Miró al cabo de soslayo, satisfecho de alcanzar un entendimiento con el militar. No le pasó desapercibida la sonrisilla maliciosa de Emil. Ahora vería de qué pasta estaba hecho el joven alemán. 

-Siempre pueden rendirse-, deslizó esbozando una sonrisa lupina.

Dicen que la guerra es sucia y pervierte al hombre. Es completamente falso. La guerra extrae la esencia misma del ser humano, camuflada bajo esa hipócrita capa de civilización que tanto se esfuerza por construir a su alrededor. Hacía mucho tiempo que Klaus von Heizinger lucía la piel de cordero, pero no como un velo mortuorio para su auténtica naturaleza. El austríaco jamás había olvidado lo que subyacía en su interior.

El austríaco, frío como un témpano, disparó a Jitka Milos en la cara sin sombra de remordimiento.

¡KA-BLAM!