Partida Rol por web

Me asomé al interior de la casa, por el resquicio de la puerta que el hombre había dejado al entreabrirla, con la intención de comprobar si estaban todos bien o había algún herido. Me dirigí al hombre, mirándolo a los ojos, intentando transmitirle confianza, controlando el tono de voz.

- Hay más supervivientes. Enviamos a algunos hacia nuestro carromato, en las afueras. Parece ser que también los atacaron, pero parece que nuestro grupo pudo rechazarlos. Vienen hacia aquí en estos momentos.

Me acerqué un poco más a la puerta, con precaución, cautela, intentando no alarmar a la gente del interior, ni sobresaltarla, antes de continuar con la conversación.

- ¿Qué ha pasado? ¿De dónde salieron esas bestias? Nunca vi nada igual

Hablo para todo el grupo, antes de seguir con las ordenes que el general Spyridon nos había dado.

- Ante todo gracias Anatolius por traernos esas nuevas. Los demás ya he dado el orden de marcha. 

Al final Ifianasa había llegado a la conclusión de que el campesino no podría sobrevivir y había indicado a Ebalo que terminara con su sufrimiento. Lo hubiera hecho yo mismo de haber llegado el caso, si has de indicar que arrebaten una vida tienes que ser capaz de arrebatarla tú mismo.

- Ifianasa y Ebalo, os diría que dejarais el cadáver y las cabezas. Son un impedimento para nuestra misión actual y no nos sirven de nada ahora. Entiendo que queráis preservar el cuerpo y ...... señalo las cabezas de las bestias. - Llevaros trofeos, pero de llevarlo en el carro tendréis que buscar una manera de que sus miasmas no se mezclen con nuestras raciones. Podrían contagiarnos cualquier cosa. Intento ser conciliador con las palabras, no quiero que por una nimiedad haya rencores en el grupo. - Una vez lleguemos al pueblo, regresaremos no solo para recoger al muchacho y las cabezas, sino para buscar a la mujer y al chico que han desaparecido en la espesura.

Inspiro cansado....la verdad es que con soldados profesionales esto no pasaría. No habría que andarse con pies de plomo cada segundo, en cualquier momento esta gente podría decidir que su camino terminaba aquí y largarse por donde había venido. Era una cosa que tendría que hablar con Spyridon mas adelante, a los soldados sabía llevarles a los civiles....eso son harina de otro costal.

- ¡En marcha! Spyridon y nuestros compañeros nos esperan.

Por suerte para ella, deciden dejar atrás las cabezas de esas cosas y el cuerpo del pobre hombre. No, no pienses en el aldeano... se recrimina al llegarle una arcada. Recordad la bestialidad de la herida, solo hace que sienta mareos y nauseas. Tiene que centrarse en lo que tiene delante. Sus hermanos, el general Spyridon y Talios necesitan atención y ayuda. Seguramente habrá muchos heridos en la aldea.

¿Ha sido un ataque deliberado puesto para pararles en su misión o los dioses les han guiado por esa ruta para defender a esa gente del ataque? ¿Habrán cumplido con su propósito? Se coge al carro pues la oscuridad, ahora sin la antorcha, es más creciente. Lo único que ayuda a sobreponerse un poco el la luz de los resquicios del gran fuego. La oscuridad no es un buen momento para viajar.

En la cabaña en el norte, Atreo hablaba con los residentes que se habían refugiado en esta y que en un inicio se habían mostrado reacios a abrirle. -Protege a la niña- dijo el hombre a su pareja mientras habría la puerta de lo que quizá era su casa. Atreo pudo observar que los tres estaban ilesos, habían logrado esconderse bien allí y soportar el ataque.

-He escuchado que venían de la casa que está allí, o al menos allí empezó todo. Pero no sabría decirte de donde han venido- señaló el hombre al tiempo que salia al exterior contemplando todo y escuchando al ateniense que clamaba por ayuda ante el herido; aunque lamentablemente para Talios, era difícil que alguien pudiese prestarle la ayuda que realmente necesitaba.

Por ello, consciente de que la ayuda podría tardar, el ateniense intentó hacer un torniquete en la pierna a aquel hombre para parar su sangrado al tiempo que le hablaba intentando devolverle la moral y anular sus miedos.

Al mismo tiempo, en la casa que se estaba incendiando, tanto Spyridon como Ischyros intentaban salvar a aquel hombre en al alturas del interior del salón, el cual no tardaría en ser engullido por las llamas junto a su compañero. Por su parte, Ischyros consiguió trepar hasta donde estaba el joven improvisando un salto subido a una de las sillas, mientras que Spyridon, mas atento a lo que el joven decía logró encontrar la escalera tirada y parcialmente engullida por el fuego.

Llego arriba después de hacer gala de toda mi fuerza, consiguiendo subir escalando solo con mis brazos. Al llegar arriba, veo que el hombre mayor está herido mientras que el hombre joven está sin daños. Debemos salir rápidamente pues el fuego se acerca rápidamente y no tendrá hará diferencia entre jóvenes y ancianos, heridos y saludables. Nos consumirá a todos.

Sabiendo que no hay tiempo alguno que perder, toco los sacos para ver cuales tienen algún relleno blando (como paja o arena). Empujo esos sacos rellenos para que hagan alguna amortiguación sobre la que caer. Me saco la parte de arriba de mi ropa y cubro con ella las heridas más graves del anciano para detener en parte su sangrado. Mientras hago esto, le hablo al hombre joven sin quitar la vista de mi labor:

 - "El fuego no esperará, así que debes descolgarte. El General preparará algo para que puedas pisar o no caer demasiado, pero no hay muchas más opciones pues no hay tiempo. Bajaré con el anciano, pero tendrás que tener el valor de bajar por ti mismo."

Luego de eso, tomo al anciano en brazos, intentando cubrirlo completamente con mi cuerpo. Doy un respiro y aprieto los músculos antes de lanzarme sobre los sacos para caer sobre mis nalgas y espaldas, evitando que el anciano se golpee. Sea como sea, le irá mejor que con el fuego.

La decisión de disponer de la vida del malherido era amarga pero no inesperada. Akintos tenía la sensación de que había fallado en cada paso, al tratar de advertirle, al intentar interponerse ante la bestia, al atenderlo... oportunidades desperdiciadas y ahora su espíritu viajaba hacia los Campos Eliseos.

Respiró hondo, sopesó su dori un momento y la apoyó sobre su hombro, siguiendo con pasos pesados su camino hacia el flanco asignado por Theron. Se aseguró las correas del escudo e internó su mirada en la ignota espesura que se abrazaba en sombras.

- Precavidos pero sin pausa, tenemos que llegar al poblado cuanto antes - comentó a quienes se encontraban cerca de él, su mente intentaba dejar los hechos recientes atrás y concentrarse la tarea que tenía en frente.

Spyridon miró donde estaba la escalera, pero aunque consiguiera apagarla no alcanza suficientemente alto como para llegar arriba. Aún así intentó apagarla para usarla sobre algo que le permitiera alcanzar el piso de arriba cuando vio caer unos sacos a los que siguió Ischyros con un viejo atado como un fardo.

La sacudida puede romper el cuello al anciano, pero Spyridon no tiene tiempo de actuar. En cuanto ambos caen de lo alto Spyridon se acerca para ayudarles o arrastrarles fuera de la casa.

Talios se apresuró para finalizar el torniquete a la par que le decía al buen hombre:

"No os rindais mí amigo! Zeus nos ha mandado para aniquilar la maldad de este pueblo! Mirad que aquellas bestias han caído! Observad como mí cuerpo no presenta ningún rasguño!"

Aquel gigante se mostraba lleno de vida mientras realizaba la labor para proteger al hombre, intentando motivarlo a vivir y que no se rinda! A la par que reza al más poderoso de los dioses para que un milagro ocurra.

"Zeus! Dios de dioses! Dios de la bondad! Cuida a este pobre hombre!"

La orden de el general Theron no dejaba dudas, habrían de dejar todo atrás y seguir hasta la aldea, si los dioses estaban con ellos, y también la suerte, habrían no solo de poder enterrar a aquel hombre si no también encontrar a los cuatro aldeanos desaparecidos en la oscuridad tras la batalla. Sobre las cabezas, probablemente era algo que habrían de discutir incluso después al regresar.

La marcha fue rápida y sencilla, les separaba una corta distancia hacia la aldea y el carro se encontraba en buen estado como para no tener ni el mas mínimo contratiempo. Hubo un momento en el que el astuto Anatolius hizo a todos detenerse, no había divisado nada pero había sentido que era observado. Descartando el hecho de algún nuevo problema, el grupo continuo la marcha hacia el fuego que estaba frente a ellos.

Al llegar a la aldea se encontraron con que varios edificios incendiados. Uno a su derecha ya estaba consumido por las llamas mientras que otro de gran tamaño estaba en pleno proceso y se escuchaba ruido proveniente de su interior. A lo lejos, también a la derecha se alcanzaba a ver fuego en otra cabaña lejana.

Frente a ellos estaba Atreo, quien no tardaría en verlos. Este parecía estar hablando con dos campesinos que se habían refugiado en una cabaña pequeña, y a su izquierda a poca distancia se encontraba el gigante Talios socorriendo a otro campesino mal herido.

Pero lo impactante en todo ello era la presencia de otras tres criaturas ya muertas justo frente a ellos, entre el carro y la aldea. Por lo visto la batalla había sido dura también allí, y ya de entrada Atreo se notaba muy herido, aunque el ateniense parecía ileso.

Tras la pequeña discusión sobre las cabezas y el muerto, no hubo mas disensión en el grupo. No tardamos en llegar al pueblo, aun así el camino para llegar hasta el pueblo no estuvo exento de problemas, Anatolius creyó ver algo aunque fuera una falsa alarma.....no me dejó tranquilo. Podrían esconderse mas criaturas allí fuera, los dioses quisieran que no pero era una posibilidad. Esperaba que mi sobrino tuviera tiempo de ponerme en conocimiento de eso que a él y a la sacerdotisa les preocupaba, pero no hubo tiempo. El fuego parecía haberse extendido por el pueblo y estaba causando estragos. Varias criaturas similares a las que habíamos derrotado se encontraban a pocos metros.

- Parece que llegamos a tiempo para ayudar. Entre los campesinos heridos y los heridos de nuestro grupo parecía que habíamos pasado por una gran batalla, pero solo había sido una escaramuza. - Voy a buscar al general Spyridon. A falta de mando di unas instrucciones básicas a lo que veía. - Akintos, Ebalo y Anatolius, seguro que estas gentes agradecen que ayudéis a apagar los fuegos o sacarlos de sus casas si están heridos. Intenté dividir el grupo lo mejor posible. - Hypatia e Ifianasa esos heridos les vendrán bien vuestra pericia quizás podáis salvarles. - Daerios y Lykaios os toca vigilancia....como véis puede que mas criaturas vengan a visitarnos. Tras mirar a un lado y a otro y no ver a nuestro comandante corro hacia Atreo. Sonrió al verlo y aunque esté magullado mi sobrino está vivo, cosa que me tranquiliza sobremanera.

- Parece que también habéis tenido una noche movida. Sobrino donde están ¿Spyridon y Ischyros?.

A la sacerdotisa no le gustaban las razones que se habían dado para dejar un cuerpo muerto allí a la intemperie. Pero volvió a asumir su rol pasivo y asintió sin cuestionar las órdenes. En su fuero interno confiaba en que volvieran a dar sepultura a aquel cuerpo pues sino serían los culpables de que aquel hombre vagara por la orilla de la laguna estigia durante al menos 100 años. Aquel hombre, que había  hayado el final de sus días por causa de aquella comitiva, no merecía ser pasto de las aves carroñeras. Asintió a las órdenes dadas y junto a Hypatia se acercó al carro para proseguir con su camino.

Lo que vio a continuación  hizo que sus miembros se paralizaran y buscó a su amigo Ishyros con la mirada. Se asustó al no verle y se asustó más al ver los cadáveres de aquellas criaturas. Algo malo pasaba, pero ya había parendido de su primera intervención: Nadie quería saber lo fatal del destino que les aguardaba mientras hubiera al menos un Dios intentando torpedear su misión.

- Ishyros - dijo con la voz que le permitió su cuerpo.- Amigo.. ¿dónde estás?

Akintos se adelantó al recibir las órdenes de Theron, trotando ligeramente - Ayudaré en lo que haga falta - 

Acortó la distancia con Atreo y las personas con las cuales dialogaba.

- ¿Hay personas atrapadas? - comentó, acelerado, mientras miraba en derredor, tratando de captar dónde sería útil invertir su esfuerzo. Se sentía algo consternado al no ver a Spyridon e Ischyros cerca.

Respiró profundamente, habían sorteado penosamente la emboscada y los peligros no habían acabado. Sería una noche muy movida aún, las vidas de todos allí corrían peligro, y aquella tierra parecía cada vez más simplemente el campo de batalla de los dioses mismos. Confiaba interiormente en ser un instrumento correcto de los señores del olimpo, pero sabía que los habitantes, los campesinos, la gente que tenía una vida sencilla serían cada vez más victimas de tales enfrentamientos.

Sin embargo, poner el cuerpo, dar todo de si era lo que el olímpico Señor de los mares esperaba de él. Eso lo reconfortaba, incluso en el destino aciago de aquella misión.

Me giré inmediatamente al oír una voz familiar.

- ¡Tío Theron! ¡Akintos! ¡Gracias a los Dioses! ¡Estáis bien!

Di un paso hacia mi tío para recibirle con un abrazo, olvidando por un momento mis heridas. Me giré hacia el hombre y el resto de los habitantes de que se atrincheraban en la casa.

- Estos son mi tío Theron, gran general de Micenas, y su escudero, Akintos. Como veis, no tenéis nada que temer de nosotros. - Me giré hacia mi tío y Akintos - Este hombre ha logrado atrincherarse en la casa, junto a su familia. Me estaba diciendo que, al parecer, todo empezó en aquélla casa - añadí, señalándoles la casa que instantes antes me estaba indicando el hombre.

Más tranquilo y reconfortado al ver que los acompañantes del carro iban llegando a la aldea, empecé a notar cómo mis heridas me pasaban factura. Me apreté una, especialmente dolorosa, en un costado y me apoyé contra la pared de la casa, para recuperar el aliento.

- Spyridon e Ischyros están bien. Fueron a la casa en llamas - indiqué con la cabeza - para ver si podían ayudar. Yo vine aquí, pues escuché gritos procedentes de esta casa durante el fragor de la batalla. El mercenario, Talios, atiende a un malherido allá. Por lo que he podido ver, el hombre tiene una pierna destrozada. Necesitará ayuda, de los dioses y los hombres, si quiere sobrevivir.

- Qué bueno es verte con ánimos, Atreo - respondió ante el saludo del muchacho, que mantenía su espíritu alto a pesar de su estado de salud torciendo la boca en casi una sonrisa, aunque era evidente que parecía pensativo.

Se giró hacia la casa que el muchacho le había señalado, evidentemente ese era el lugar indicado para ayudar.
- Daré una mano con la casa incendiada - Lanzó una rápida mirada a Theron y Atreo, para luego partir a la carrera hacia la casa en llamas.

Dentro de la cabaña en llamas, el joven Ischyros tenía un plan que le había llegado de momento. Lanzando varios sacos de granos y otras cosas que encontró al suelo bajo el herido, se dispuso a cargar a este y lanzarse lo mas pronto posible al suelo intentando proteger a aquel hombre herido con su propio cuerpo, el impacto fue en parte amortiguado por los sacos, aunque era difícil saber que también librados habían salido ambos.
Talios por su parte había logrado para la hemorragia de aquel hombre cuya pierda destrozada le había hecho perder mucha sangre. Este al tiempo que clama a su dios e intentaba calmar al moribundo, se percató de la llegada del carro junto a su hermano Anatolius y compañía.
El general Theron fue el primero en acercase y hablar tras detener el carro a las orillas de poblado, cerca de donde Spyridon y los otros habían combatido a aquellas bestias. Junto a Theron llegaban todos los demás y aunque había algunos heridos, en general, estaban bien. Con seguridad habían luchado su propia batalla, pero habrían de haber salido victoriosos.
Para los recién llegados, todo era nuevo, y no estaban seguros de que había sucedido. A penas, con las palabras de Atreo, empezaban dilucidar que habría de haber sucedido y en que situación se encontraba todo. Con seguridad habría tenido una batalla como ellos mismos, contra al menos otras tres criaturas, batalla en la cual Atreo y quizá algún otro habrían de haber salido heridos. Tras su victoria, se encontraban ahora ayudando a los ciudadanos que se habían refugiado durante el ataque. Atreo auxiliaba a una familia aparentemente ilesa en la cabaña mas al norte [L,17], Talios auxiliaba a un moribundo hacia el oeste de la posición de Atreo, zona donde había otra persona mas en el suelo, probablemente fallecida.
Un fuerte estruendo se escucho de la cabaña donde según Atreo, el general Spyridon y el bastardo Ischyros se encontraban auxiliando a otras personas. Aquel sonido se escuchó tal como si algo grande hubiese azotado contra el suelo y por ello el temor de que la casa en llamas empezase a venirse abajo se   incentivaba en aquellos que se encontraban en el exterior, incluyendo a Akintos quien estaba por introducirse en aquel lugar para ayudar.
Hacia su derecha, mas allá de una gran hoguera y algunos arboles, había una casa grande ya completamente consumida por el fuego mientras que a lo lejos, también al este, había una ultima casa, a unos 40m del centro de la aldea, la cual también se encontraba en llamas y era aquella que Atreo les había señalado como el aparente origen de todo lo acontecido en aquellos momentos.

Después de finalizar el torniquete se escuchó a lo lejos los gritos de sus compañeros, por lo que el gigante gritó con todas sus fuerzas para que le pudiesen ayudar con el herido, que aunque había logrado detener el sangrado aún no encontraba la calma para mejorar.

Hey! Tengo un herido! Necesito a alguien que me ayude!

Al reflexionar un poco pensó que una sacerdotiza sería la persona ideal para calmar al hombre, por lo que volviendo a gritar pidó el apoyo de Ifianasa.

Veo como el suelo se acerca velozmente e intento en el aire poner al hombre arriba para que no sea su cuerpo el que se impacte contra el piso sino el mío. De pronto, el golpe me llega firme y contundente, pero intento ignorar el dolor para mantener la calma pues debemos salir de la casa antes de que termine de arder.

Me pongo de pie, ayudando al hombre a pararse y dejar los sacos desocupados. Hablo al joven que está arriba para indicarle qué hacer:

 - "¡Debes lanzarte pues no hay tiempo para nada más! ¡Descuélgate con las manos y cae sobre los sacos, así será una pequeña caída!"

Saco al hombre mayor de la casa para ponerle a salvo de las llamas. Cuando salgo de la casa, veo que han llegado nuestros compañeros con el carro. Llevo al hombre herido donde haya más superviventes del pueblo, para que pueda ser tratado de mejor manera y se sienta entre conocidos. Me alegro de ver que mis amigos están con vida y a salvo.

Suspiró aliviada cuando vio que Ischyros estaba vivo. Sus sentidos volvieron a ser útiles para la comitiva pues hasta que no se había cerciorado de que su amigo vivía no había prestado atención a nada más. 

La situación no era la mejor pero al menos ya no había bestias a las que enfrentarse. Miró a los lados asustada, como si temiera que los dioses al leerle el pensamiento decidieran enviar más... criaturas.. o el dios que sea... 

Intentó tranquilizarse. No parecía que más desgracias fueran a caer sobre la comitiva.. no al menos de momento.

La sacerdotisa hizo señas a Hypatia para que se acerque con ella si así lo considera.

- Sí, Talios.- dijo tras escuchar las palabras del guerrero y se acercó con premura hacia donde estaba el herido. Observó al herido cuando llegó y examinó la herida para ver si se podía hacer algo por él... o iba a suceder como con el anterior..