Partida Rol por web

Las criaturas aladas al fin habían hecho su movimiento, pero nosotros no estábamos preparados para lo que ocurrió. Estas criaturas no venían por nosotros....en principio, venían a por aquello que pudieran robar sin sentir el mordisco de nuestras armas.

- Esas pérfidas y deleznables criaturas, han echo un buen destrozo.

En su ansia por conseguir nuestras pertenencias a toda velocidad una de las "arpías" había soltado un ánfora de aceite sobre el carro y nuestras pertenencias, con el problema de que estas terminaran estropeadas. Spyridon poniéndose manos a la obra manda a varios de nosotros a recoger el destrozo lo mejor posible, mientras él y Talios se enfrentan a la nueva "amenaza". Varias figuras se aproximan a nosotros desde la aldea en llamas.

- Los que no estáis enfrascados con el carro estad atentos, parece que no solo las "arpías" son un problema en estas tierras. 

Mientras el general estuviera atendiendo a las personas que se nos acercaban, era mi deber velar por nuestra comitiva y nuestra carga. 

Al escuchar las órdenes de Spyridon Talios sabe que no se encuentra al mando de cualquier novato, definitivamente él era una persona de confiar que no cedería ante la adversidad. En ese momento Talios toca el hombro de su hermano y con sólo una mirada le transmite la responsabilidad de su antigua labor, para luego apretar fuertemente la daga y correr a lado de Spyridon.

Con gusto Spyridon, sabia es vuestra decisión, en caso de emergencia no hay hombre que pueda soportar más daño que el gigante que usted comanda.

Talios avanzaba firme y concentrado, observando cada rincón a su alrededor, sabía que debía dar lo mejor de sí, porque Zeus mismo iluminó su destino.

Pillando al grupo por sorpresa, las criaturas aladas hicieron su movimiento. En un abrir y cerrar de ojos se abalanzaron sobre el carro, llevándose con ellas varias viandas. Con tal mala suerte, que una de las ánforas de aceite se les cayó sobre el carro, derramando su contenido por el resto de las pertenencias.

Rápidamente las órdenes de maniobra fueron dadas, y el gigantón se adelantó junto a Spyridon. Lykaios no alcanzó a ver que es lo que ocurría allí delante, y se afanó con otro menester mas directo en el que podría aportar mejor ayuda.

Parece ser que las historias de esos viejos mercaderes del mes pasado, no eran simples historias para asustar a un joven vendedor... Atacan para robar, sucias rateras con alas... Que los dioses os maldigan.

Ahora es buen momento para demostrar que vales para algo en este grupo, aunque la tarea sea sencilla.

_ Rápido Hypatia, Ifianasa ir a la parte posterior del carro, pero no salgáis de ahí debajo. Lykaios fue a la parte trasera quitándose la capa de viaje y cuando llegó la depositó en el suelo. Y se volvió a dirigir a las mujeres.

_ Ahora echaremos toda la tierra que podamos, yo la tiraré sobre las partes mas afectadas. Y mientras yo la extiendo vais formando otro montón de arena, os dejaré mi daga para que os sea mas fácil.

En pocos segundos habían formado una cadena de trabajo, para secar en su mayor parte los sacos de comida. Ya que al humedecerse podrían estropearse con el tiempo.

La bajada de las criaturas sobre el carromato me sorprende, pero no me muevo de mi sitio. Atacan al carro pero se retiran antes que podemos cargar sobre ellas, ha sido una ataque fugaz así que no hay tiempo de reacción. Espero que no se haya llevado nada importante.

Al mismo tiempo tres figuras se acercan a la carrera, y el general me pide que ocupe el lado izquierdo de la carreta, allí donde estaba antes el grandullón. El disciplinado espartano, con el escudo hacia arriba por si vuelven se coloca en su nova posición, mientras sigue mirando el cielo, esta vez casi pegado al carro. Cubriendo a aquellos que vayan a ordenar la carga o echar arena sobre el aceite derramado.

-Criaturas extrañas en el cielo rondan, tomemos las precauciones que correspondan- comento algo a todas luces tarde, pero ahora se a lo que nos enfrentamos. Se debería hacer una especie de sitio especial para vigilar las pertenencias. Un centinela que haga guardia en medio nuestras provisiones.

El ataque tan temido llega sin previo aviso y ni siquiera los avezados guerreros que acompañaban a la comitiva fueron capaces de reaccionar con la prontitud debida. Las arpias, o aquellas aves extrañas, atacaron con saña el carro, como si fuera su objetivo principal. Acobardada, Ifianasa soltó un grito desmayado cuando las garras de las aves golpearon el transporte. 

Y, ta rápido como había comenzado, el ataque cesó. Volvieron a volar órdenes y la sacerdotisa quedó al cargo de limpiar el carro, tarea contradecida posteriormente por Lykaios, que ya se apresuraba a encomendarles la heróica acción de volver a esconderse. 

Ya sientiéndose bastante inútil, Ifianasa se incorporó para oponerse al guerrero y comenzar con el carro cuando atisbó a las tres figuras que se aproximaban. Con suficientes emociones por un día muy largo, la sacerdotisa ocupó el lugar tras el carro, pero no sin antes verificar por dónde chorreaba el aceite y si, desde ahí, podía hacer algo para limpiarlo.

- Hypatia, ven conmigo, ayúdame a limpiar esto.

 No obstante, no perdió ojo de lo que sucedía al frente y, de vez en cuando levantaba la vista hacia el cielo para ver si las aves volvían. En cierto momento se palpó la tablilla para cerciorarse de que seguía ahí, intacta.

Todo pasó muy rápido. Distraído con el fuego que se vislumbraba frente a nosotros no vi venir a tiempo el ataque de las arpías. A pesar del miedo que atenazó mi cuerpo en ta sólo un instante, pude mantenerme firme y reaccionar. Maldije por lo bajo mientras tensaba mi arco y apuntaba a la más rezagada, pero pronto comprendí que era demasiado tarde y que ya estaban más allá del alcance de mi arco. Maldije de nuevo nuestra mala estampa y comprobé, horrorizado, los destrozos que habían hecho en nuestras provisiones y pertrechos.

Asentí en voz alta a las nuevas órdenes del general y buscó un lugar que me permitiera tener línea de visión directa de las personas que se aproximaban y de las arpías, de forma que pudiera disparar sin obstáculos en caso de ser necesario. Mantuve la flecha preparada en el arco, listo para atacar en cualquier momento.

En las alturas, aquellas bestias parecían alejarse a medida que el grupo se acercaba a aquella pequeña aldea. Un par de ellas algo envalentonadas tras el moderado reciente éxito, intentaron lanzarse de nuevo contra la carreta pero la pronta respuesta de Ischyros interponiéndose en su camino las disuadió de su intento y emprendieron de nuevo el vuelo para perderse en la oscuridad de los cielos en aquella noche.

Y mientras aquel nuevo y quizá ultimo ataque a la comitiva se desarrollava, Lykaios, Ifianasa e Hypatia, inconsientes de este nuevo acontecimiento intentaban remediar de algun modo el desastre generado por aquella bestía y evitar perderlo todo por un fuego accidental. Así, dejando al resto esperando, Talios e Spyridon se aproximaron a las personas que corriendo hacia ellos se acercaban gritando. No avanzaron mucho antes de que estás personas les dieran alcance y empezarán a exclamar a gritos pidiendo auxilio, pudiendo escucharles incluso quienes se habían quedado atras junto al carro.

-Bestías, Bestías!- gritaban sin sesar en medio de sus alaridos de miedo. Junto a ellos un niño pequeño lloraba mientras una de estás personas le sostenía.
-Han salido de la tierra, están matando a todos- exclamó una de estás personas con voz varonil joven.
-Están devorandolos, esos monstruos querían comernos. Tienen que ayudarnos, mi esposo se ha quedado atras para ayudar a su anciana madre, tienen que ayudarnos- gritó ahora una mujer sumamente consternada.

Tras oír los gritos de aquéllas personas y comprobar que no son una amenaza, me giré hacia Ébalo para avisarle de mis intenciones.

- Voy a adelantarme, espartano. Cubre nuestra posición, si lo crees oportuno.

Dicho esto me adelanté hacia donde estaban Spyridon y Talios, con la intención de ayudar en lo que fuera necesario, desde una posición más adelantada. En cuanto llegué a su altura saludé al general de forma concisa, pero respetuosa, y me dirigí hacia la familia, tomando la iniciativa, dando a mis palabras forma de orden.

- Id hacia el carro y cubríos. Daos prisa. Nosotros nos encargaremos de esas bestias, no os preocupéis. ¡Id y poneros a cubierto!

Me adelanté algo más para ver si podía vislumbrar algo más, desde mi nueva posición, y después caí en la cuenta de que me había adelantado a las órdenes de Spyridon. Me giré hacia el general, con gesto arrepentido, y me apresuré a disculparme.

- Lo siento, general, no era mi intención... - no sabía exactamente cómo continuar, no estaba acostumbrado a tratar tanto con la gente como para tener la soltura dialéctica de mi hermano Lykaios - Pero, no iremos a dejarlos a su suerte,  ¿verdad?

Spyridon no daba crédito a lo que estaba pasando. Estaba acostumbrado a que cuando daba una orden, esta se cumplía sin discusiones y sin cuestionar su mando. Atreo había salido de su posición detrás del carro desde donde tenía una visual sobre todos y podía interceptar cualquier ataque desde las alturas con su arco. Spyridon contaba con Atreo para guardar esa posición. 

Spyridon se había adelantado con el que consideraba el guerrero más imponente precisamente para evitar que unos desconocidos se acercaran al carro manchado de aceite. Una sola chispa podría producir un desastre. Spyridon era viejo combatiente y nunca confiaba en nadie. Precisamente una apariencia inocente es lo mejor para provocar un desastre en el enemigo.

No se había percatado de las intenciones de Atreo ya que no estaba atento a lo que pasaba detrás, confiando en que el resto del grupo cumplía con su labor. Pero una vez Atreo había propuesto que los desconocidos se refugiaran en el carro sacó al instante su espada de su funda.

- ¡¡ Quietos !! Al carro no se acerca nadie. - La mirada de Spyridon a Atreo no se podía describir. - Atreo, te vienes con nosotros. - A los desconocidos - Vamos con vosotros, guiadnos si queréis ver a los vuestros con vida.

Ni siquiera esperó a ver la reacción de los desconocidos, se dió media vuelta y comentó al resto del grupo.

- Recordad, la vida de Ptolomeo depende de que esa tablilla llegue a su destino. Nada más importa. - Spyridon sabía que estaba hablando muy duro, pero era importante que todos supieran lo que se jugaban cada vez que arriesgaban su misión. - Atreo, Talios y yo vamos a acercarnos con estas personas a ver qué pasa más adelante. Limpiad y proteged el carro, pero sobre todo a Ifianasa y la tablilla. Protegeros y proteged el carro bajo un árbol hasta que sepamos a qué nos enfrentamos, y si no volvemos continuad sin nosotros.

Dicho esto Spyridon se dio la vuelta para acompañar a estas personas de vuelta a la tragica escena de la que provenían.

Después de semejante insubordinación, Talios solo bajó la mirada moviendo la cabeza en forma de negación. ¡¿Cómo era posible que desobedeciera e incluso se atreva a mandar?! Peor aún, cómo se atreve a poner en peligro la vida de Ptolomeo confiando en desconocidos; aquellas preguntas rondaban su cabeza. Sabía que aquel hombre no era un guerrero.

Aún consternado, volteo la mirada a Anatolius y con un solo gesto de su mano le informó que estuviera al pendiente. Después observó cuidadosamente adelante en busca de algo sospechoso, sabía que podría confiar en Spyridon, pero no le gustaba la idea de ir directo a una trampa.

Luego lentamente se puso a lado de aquel quien cargaba el niño, sabía que en si esto fuese una trampa, seguro el niño era un señuelo. Mientras se acercaba, dejaba ver la daga que portaba, no solo para que se sintieran seguros por si alguien atacaba; sino para que tampoco se les ocurra querer tracionarlos.

De vez en cuando Talios volteaba a ver al general, aquella mirada transmitía respeto y confianza; el general ha de saber que Talios no sería un cobarde que dudaría en matar a niños si estos le traicionasen.

Buenas mi direc...

Tiro observar porque mí personaje siempre está atento al enterno.

Tiro supervivencia porque considero que un mercenario del tamaño de Talios posee un instinto de supervivencia que le puede dar el feeling de si algo está mal, debido a que tengo valentía estúpida XD siempre quiero proteger a los demás.

Y cuando tiro concentracion es para siempre estar preparado y no me tomen por sorpresa.

No se si podamos llegar a un acuerdo de por estar tirando estas cosas me bonifiques en algo xD...o me regañes por mamon jaja

Saludos compa xD

Unas pocas arpías rezagadas se habían quedado para volver a atacar pero yo las estaba esperando con mi espada desenfundada. Mi determinación las hizo recapacitar y se alejaron volando hasta perderse de vista. Descanso con un respiro y bajo de la carreta por el lado para no estorbar el trabajo que diligentemente están haciendo quienes limpian el aceite que peligrosamente se había derramado sobre nuestra carreta.

Entonces veo como Atreo corre hacia el General y la gente. Escucho las palabras de todos y finalmente las de Spyridon cuando se dirige a nosotros. Sus palabras duras acerca del destino de mi padre me hacen saber lo que él pensaría y yo pienso igual. Doy un paso adelante y miro al hombre con un semblante serio pero decidido:

 - "General, déjeme ir con usted, por favor."

Me pongo frente a él y le hablo en privado pues deseo que mis palabras sean solo para él:

 - "Mi padre preferiría morir al saber que fue salvado a costo de dejar a inocentes morir a su suerte. Él habría intervenido y yo no podría vivir conmigo mismo sabiendo que no hice lo que él hubiese hecho. Usted le conocía mejor que muchos otros y saber que ayudar a otros es lo que hacía. Déjeme acompañarle y representar la voluntad de mi padre a su lado."

Así mismo es como mi padre conoció a mi madre, no mirando hacia otro lado cuando los inocentes necesitaban ayuda. La vida de mi padre es muy importante para mí pero el honor de él y los valores que me inculcaron son tan importantes. Él no viviría feliz sabiendo que fue salvado ignorando las necesidades de desvalidos y que su salvación fue conseguida sobre cimientos de frialdad y egoísmo.

Espero su respuesta firme pues no le desobedeceré, soy un soldado y sé comportarme como uno, pero mi necesidad es legítima y mis ojos muestran un ápice de súplica que intento ocultar.

Lykaios estaba tan concentrado en su tarea que solo se percató del segundo ataque de las arpías cuando ya estaban regresando junto a su grupo allá en los cielos. Había sido un ataque fugaz, que si no hubiera sido por la presencia de Ischyros el resultado hubiese sido muy distinto.

Ifianasa había hecho caso omiso a lo dicho por el primogénito y se había puesto a limpiar a su manera.

Esta claro que la preferida de mi hermanastro me tiene tanto rencor como el, ni si quiera en una situación como ésta puede dejar atrás los sentimientos. En fin...Mujeres, siempre guiadas por sus emociones. Por lo menos Ischyros ha resultado útil, y el dinero que gastó en su crianza ha hecho de el un valiente soldado. Otro necio mas, que si sobrevive a esta misión, morirá por el capricho del rey en cumplimiento de una orden estúpida.

Delante, el general Spirydon grita órdenes, segundos antes su hermano Atreo abandona su puesto y se dirige a la vanguardia.

Por el mismísimo reino de Hades, que estará sucediendo allí delante? Oh Hermes misericordioso, ilumina a este siervo tuyo, dale la oportunidad de desentrañar los secretos que la tablilla esconde.

Debido al ajetreo de las situaciones y la escasa visibilidad, el trabajo de Lykaios no fue tan rápido como el se pensaba.

La voz de Ischyros fue un balde de agua fría sobre Talios; el segundo de los hijos que se insubordina. ¿Acaso no saben obedecer? Me temo que Zeus está jugando con mí cabeza, se decía a sí mismo aquel gigante.

Esta vez no pudo guardar silencio, y las palabras fluyeron como truenos.

Joven Ischyros, no sabemos si éstos individuos son inocentes; además teneis mí palabra, si estas personas buenas son, mí vida daré para protegerles!

Luego dirige su mirada a Spyridon y le comenta

Mí general, creo que su primer orden es la ideal, necesitamos gente que protega lo que en verdad es de valor en esta misión. Por Zeus mismo que quiero cumplir esta encomienda, me temo que pocos son los que estén comprometidos con la misma.

Al finalizar sus palabras observa nuevamente a aquellos extraños, después de tantas escenas es necesario analizar qué gestos hacen para poder interpretar sus intenciones. Luego dirige sus rezos al gran dios:

Zeus Dios de Dioses, ilumina mí mente, que mis pensamientos sean tan rápidos y eficaces como tus truenos

Ischyros había actuado correctamente al solicitar permiso para acompañarles, Spyridon era un general que admitía sugerencias por parte de la gente a sus órdenes, siempre y cuando se guardara la disciplina y las formas.

- Ischyros, necesito que te quedes protegiendo el carro. Ya somos tres los que nos arriesgamos a caer en una trampa, no puedo exponer a nadie más.

Spyridon comprendía que la compasión era una fuerza muy importante dentro del grupo, pero tenía que mantenerse firme, al menos hasta estar seguro.

- No dejaré morir a inocentes en el camino, pero tomaré mis precauciones. Atreo, Talios y yo acompañaremos a esta familia de vuelta a su granja e intentaremos salvar al resto que ha quedado atrapado. No penseis que la misión que os dejo es de menor importancia, al revés, nosotros seremos los prescindibles. En cuanto el carro no corra peligro de incendio quiero que os aproximeis a distancia segura y espereis nuestras señales, si podemos ayudaremos a esta gente.

- Mientras tanto, Theron está al mando.

Spyridon hizo una seña a los dos que había seleccionado para que avanzaran ya junto a la familia hacia la granja, alejándose del carro.

Las palabras de Talios, insinuando que no estaba comprometido con la causa de mi padre, me dolieron más de lo que podría ser capaz de expresar. Aún así, no podía esperar otra cosa de un extranjero desconocido. Agradecí de corazón las palabras de mi hermano Ischyros, pues sabía que hablaba con el corazón, y que, como yo, no permitiría que aquéllos desdichados corrieran aún más peligro por nuestra culpa.

Aún a riesgo de empeorar aún más mi situación, me acerqué al general para mantener una pequeña conversación en privado, apenas susurrándole.

Cuando estuve junto a él, le susurré de tal forma que sólo él pudiera oírme. No quería dar más la impresión de desobedecer sus órdenes, pero desde luego no me iba a quedar de brazos cruzados ante lo que consideraba, a todas luces, una crueldad.

- General, por el amor de los dioses. Hay un niño entre ellos. Es sólo un niño. Si dicen la verdad, los estaremos exponiendo a un riesgo innecesario. No portan armas, ni tienen porte de guerreros. Le suplico que recapacite. Si esta es una misión para probar nuestra valía ante los dioses, ¿no podría ser esto una prueba? ¿No aprobaría el Olimpo que socorriéramos a los necesitados? Si lo cree oportuno, puede designar a alguien para que los mantenga vigilados, pero llevarlos de nuevo allí... es condenarlos.