Tras un breve, pero tenso viaje, llegáis a La Fortaleza. La batalla es feroz y parece igualada, los marines leales al imperio combaten contra decenas de marines del Caos y la pista de aterrizaje es un campo de batalla caótico y lleno de restos de Thunderhawk que todavía no se habían podido retirar, y de algunos restos nuevos pertenecientes a vuestros enemigos.

El piloto consigue realizar una arriesgada maniobra que os deja en tierra, y en cuanto la puerta se abre y ponéis un pie en tierra, llamáis la atención de vuestros enemigos, que abren fuego sin miramientos.

Euryaleph os mira directamente. "Ayudadme a exterminar a los que eran mis hermanos y ahora ensucian la memoria de Ferrus Manus".
En cuanto la puerta de la Thunderhawk se abre, salta fuera y abre fuego.
 

Ya de nuevo en la Thunderhawk, Raziel tuvo tiempo para poner en orden sus pensamientos. Aún seguía impresionado por el coraje demostrado por los 2 ciudadanos en la sala de máquinas de la ciudad. Hasta qué punto de desesperación habían llegado esos hombres para atreverse a enfrentarse a un equipo completamente armado de marines espaciales. Desde luego, si algo tenía claro, es que a partir de ahora rezaría al emperador para que cuando llegara su hora final, se enfrentara a ella con el mismo coraje y valor que aquellos hombres.

Por otro lado, la información que el comandante de los Cicatrices blancas les había proporcionado sobre los traidores había hecho que el peso que sentía en su pecho se hubiera disipado en gran medida. La noticia que una compañía de los Manos de hierro se hubiera unido al Caos podría haber causado mucho daño al imperio. Pero al fin se había revelado que solo había sido otra sucia jugada de esos perros traidores.

Ahora se encontraba en la oscuridad de la Thunderhawk, volando hacia un destino al que conocía bastante mejor y en el que se sentía mucho más cómodo que en las intrigas y maquinaciones de los poderes ruinosos. Y ese destino no era otro que la guerra. El mismo fin para que habían sido creados su capítulo y el resto de marines espaciales hace ya algunos milenios

Ese pensamiento le relajo. Raziel comprobó sus armas y su equipo y pronuncio las letanías habituales al Dios Maquina para que todo funcionara de manera correcta. Rezo sus plegarias al Emperador y a Lion El’Johnson y se preparó para el momento en que la nave tomara tierra.

Por fin la Thunderhawk se posó sobre el suelo, había llegado el momento de hacerle pagar a esos perros por todo el daño y el sufrimiento que habían causado a los habitantes de este planeta. Sobre todo, por el crimen por el que nunca podrían ser perdonados, por darle la espalda al Emperador. Apenas la rampa de desembarco toco el suelo, Raziel salió disparado para enfrentarse a los traidores.- POR EL EMPERADOR!!

A medida que descendéis de la Thunderhawk, una lluvia de proyectiles de vuestros enemigos cubre vuestra bajada de forma cruel y despiadada. Por suerte para vosotros, el piloto que en primera instancia os había parecido que no controlaba la situación, gira la nave orientando el portón de descarga justo junto a otra Thunderhawk derribada, y los restos de aquella protegen vuestro descenso.

El combate se encuentra muy igualado, habiendo más o menos la misma cantidad de marines leales que traidores. Metidos de lleno en el combate, los traidores cercanos, habiendo visto llegar a la nave de transporte han tenido tiempo de preparar su ataque, actuando con celeridad.

En primer lugar descienden Azariah y Dargus, con el estandarte de la Guardia de la Muerte como líder. A pesar del intenso ataque enemigo, consiguen avanzar hasta la derribada Thunderhawk y tomar posiciones sin ser impactados.

Tras estos descienden los marines de asalto, Huss y Baldur, que son atacados por sendos oponentes que se encuentran rodeando la escena. El oponente de Huss apunta con precisión, y abre fuego. Pero los sentidos animales del Lobo Espacial le hacen percatarse de la presencia de su enemigo, agachándose justo en el momento en que las balas vuelan sobre su cabeza para impactar detrás suyo, sobre la puerta abierta de la Thunderhawk sin causar daño alguno.

Por su parte, Baldur ve como un marine del Caos se levanta para abrir fuego. Por un momento se ve perdido, el arma apunta directamente hacia él y todavía no tenido tiempo de buscar cobertura... Pero el Emperador sonríe al marine de asalto en forma de la providencia que hace que el arma enemiga no responda a su portador, que la tira al suelo con un grito de furia, al tiempo que desenvaina la espada sierra y empuña el cuchillo de combate con la otra mano.

Tras estos baja Raziel, que aprovecha la confusión reinante para avanzar hasta la cobertura sin ser impactado.

El último en bajar es el apotecario, que a pesar de verse cubierto por los restos de la otra nave, recibe dos impactos, uno de una bala perdida que atraviesa los restos y la armadura y causa una pequeña herida. Otro de más gravedad impacta de lleno a Asenoc en el brazo cuando éste se encontraba a punto de llegar junto a sus compañeros.

Euryaleph ya se encontraba combatiendo a los marines del caos desde la cobertura de la Thunderhawk derribada, algunas balas perdidas atraviesan la Thunderhawk derribada y su armadura, para ir a impactar en la dura piel del Tecnomarine, que no llega ni a ser arañada por las balas traidoras. Una mirada tensa se cruza entre Euryaleph y Raziel cuando éste desciende y ambos marines se reconocen... Años atrás el capítulo de Raziel abandonó al de Euryaleph en una incursión contra los Xenos, lo que ocasionó numerosas bajas entre los compañeros de Euryaleph que se podrían haber salvado.

Tras el corto viaje en Thunderhawk, por fin llegan a la Fortaleza. El bibliotecario se ajusta el casco en la servoarmadura mientras recita en voz baja una letanía para concentrarse. El portón de la nave se abre y Azariah es el primero en bajar, junto con Dargus. Una ráfaga de proyectiles les recibe, pero ninguno llega a impactar en el bibliotecario. Cuando alcanza la cobertura, Azariah empieza a canalizar su poder psíquico.

De su mano extendida saltan tres bolas de energía relampagueante que recorren los escasos metros que separan al bibliotecario de su objetivo a gran velocidad. Sin detenerse a observar el efecto del choque psíquico, Azariah avanza, moviéndose entre los restos esparcidos por la zona de desembarco, siempre a cubierto.