En mitad del combate, tienen lugar una serie de acontecimientos de forma súbita e inesperada. En primer lugar, notáis una vibración bajo vuestros pies. Algo casi imperceptible para un equilibrio normal, pero que a vosotros no es fácil de ignorar... Una explosión, lejos, bajo vuestros pies.

Ello probablemente sea el desencadenante de una casi imperceptible inclinación del suelo, que sólo se traduce en una cruel realidad... La ciudad colmena se hunde.

Las sirenas de alarma suenan casi al mismo tiempo, instando a los ciudadanos a dirigirse a las plataformas de salvamento más próximas de forma calmada y ordenada.

Las puertas de los edificios cercanos se abren, y una marabunta de gente aterrorizada os rodea, como si no os vieran, como las ratas que abandonan un barco que se hunde. Apenas conscientes de que corren a través de espadas sierra y marines leales y caóticos que combaten a muerte. Cientos, tal vez miles de personas huyendo de forma precipitada, padres con sus hijos en brazos, mujeres que abrazan bebés...

El combate se vuelve casi imposible, y los marines del caos, dando por perdido el combate, aprovechan el descontrol reinante para recoger a sus compañeros caidos y huir escudados por la gente.

Y para rematar, la voz de Akhutai en vuestros comunicadores:

-¡¡¡Esos engendros demoniacos han saboteado los sistemas de flotación!!! Hermanos de la Deathwatch, vosotros tenéis los planos de la ciudad colmena. Debéis encontrar la sala de máquinas y tratar de recuperar la ciudad antes de que se hunda. La pérdida de una ciudad flotante sería un logro demasiado importante para el Caos, hay que impedirlo.

El dilema... ¿Seguir a los marines del Caos? ¿Tratar de salvar la ciudad? Puede que sean sólo unos segundos de diferencia, pero esa diferencia podría ser vital.

Dargus grita desesperado, lucha amargamente contra su instinto de seguir a esos traidores y enviarlos a lo mas profundo del infierno. No cabe la menor duda de que esto es obra suya, se saben desesperados ante la fuerza de la fe en el Emperador de sus leales angeles.

- Necesitamos reorganizarnos.- Dice Dargus por el intercomunicador mientras aparta a la muchedumbre.- Id hacia ese edificio.- Señala un pequeño lugar donde poder desplegar los mapas y poder decidir el plan de actuacion.

Mientras Asenoc atiende las heridas del resto de hermanos, Dargus tiende los mapas.- Tenemos que tomar una decision, aunque creo que esta clara. Si dejamos que la ciudad se hunda podemos estar ante el sacrificio masivo mas grande que hayamos visto a cualquier dios del caos que esten adorando, ademas no creo que esta gente merezca morir se esta manera.- Dargus mira al resto de marines.- He tenido que contenerme para no ignorar a Akhutai y salir corriendo tras esos perros traidores. Podriamos haberlos seguido hasta su jefe o haber llegado a un lugar sin salida. Si aun quereis seguirlos haremos una batida y proseguiremos la caza. Pero yo voto por dar una opcion a la ciudad, despues seguiremos matando escoria del caos.

El bibliotecario gruñe de impotencia al ver huir a los traidores. Tras escuchar las palabras de Dargus, no puede evitar intervenir.

Hermano Dargus, no podemos dejar que esos traidores escapen. Es nuestra obligación dar con ellos y destruirlos -Azariah rebaja el tono-. Sin embargo, también es cierto que no podemos dejar morir a la ciudad colmena. Hermanos, separémonos. Que un grupo se dirija a la sala de máquinas y el otro siga el rastro de los traidores antes de que se enfríe. Yo mismo me presento voluntario para dirigir el grupo de caza.

-Ire con Azariah. Necesistara mis sierras.

De nada sirve destruir a estos engendros del caos si logran su objetivo. Debemos salvar a estas personas.

Perseguirlos con que fin, ya os he dicho que dejaria todo de lado para cazar a esos traidores, pero me huele que en los motores que hacen flotar esta ciudad encontraremos mas de esa escoria.- Dargus mira el mapa tratando de discernir donde se encuentran esos motores.- Se lo que pensais. Desde que hemos llegado no hacemos mas que bailar a su ritmo. Pero mientras no cometan un error debemos seguir asi. Debemos permanecer unidos.

Creo que mis espadas sierras se quedarán con Dargus, creo que las necesita... Esos traidores deben morir, pero no podemos dejar que sacrifiquen a tantos humanos a los que hemos jurado proteger...

Raziel habia iniciado la carrera para perseguir a los traidores cuando escucho la llamada de Dargus por el intercomunicador, durante un instante parecio ignorar las intrucciones del lider y continuar con su persecucion. Pero finalmente y aun con los dientes rechinando por el odio a los traidores, se dio la vuelta y se dirigio al lugar que habia señalado Dargus como punto de reunion. Una vez alli se coloco junto a Azariah, - Gracias por la ayuda hermano.- Le dijo al bibliotecario mientras colocaba una mano sobre su hombro.

Solo despues de haber escuchado a sus hermanos Raziel habla de nuevo .- Nada me gustaria mas que dar caza a esa escoria del caos, pero creo que los habitantes de esta ciudad nos necesitan mas por ahora. Creo que nuestra decision debe ser impedir que se hunda la ciudad y toda esta gente inocente con ella. Es lo que Lion querria que hiciesemos hermano.- Dice Raziel mirando a Azariah. - Estoy seguro que tendremos nuestra oportunidad de volver a enfrentarnos a ellos, y entonces se lo haremos pagar definitivamente. Pero ahora esta gente nos necesita. Echemos un vistazo a esos planos hermano Dargus.- Dice Raziel a la vez que se inclina hacia los planos junto al lider del Kil Team.

El bibliotecario suspira de resignación tras escuchar las palabras de Raziel. Azariah esperaba que su hermano de capítulo apoyase su idea, pero sin ese apoyo, no tenía sentido continuar insitiendo.

No voy a desobedecer las decisiones del líder del grupo, pero mi opinión es firme.

Al darse cuenta de que es el único dispuesto a seguir a los malditos marines renegados, Huss lanza un desafiante rugido de rabio. Rugido que de forma caprichosa, su armadura amplifica asustando a los ciudadanos que pasan cerca suyo, que se alejan de él. Su figura, recortada y resaltada en un circulo de ciudadanos en una marabunta de gente es una imagen que impresiona.

A lo lejos, los marines del caos avanzan en dirección contraria a la de la gente que busca el punto de escape más próximo, desapareciendo en el mar de gente cargada con sus seres queridos y los pocos objetos de valor que pudieran tener.

Os reagrupáis en un edificio cercano y examináis los planos de la ciudad colmena. El trayecto es fácil, correr hasta el elevador más cercano. Con un poco de suerte no estará desactivado, y de ser así, siempre podéis usar las escaleras adosadas a cada elevador. Sería más lento, pero no hay muchas más opciones. Mientras decidís la mejor ruta, Asenoc trata vuestras heridas.

Recogéis los planos e iniciáis la carrera... Tras unos intensos minutos llegáis al elevador. Efectivamente, ha sido desactivado por medidas de precaución, pero Megumi consigue ignorar el sistema y activarlo para poder de forma más rápida.

El elevador desciende despacio al principio y luego cada vez más deprisa, y en cuestión de minutos decrece la velocidad y se detiene completamente. Al abrirse la puerta el escenario es preocupante, el agua ha empezado a hacer su presencia y os llega hasta los tobillos. No entorpece vuestra marcha, pero os hace pensar que probablemente haya zonas más inundadas que otras. Vuestro objetivo ahora... localizar la sala de máquinas. Avanzáis a la carrera en la dirección correcta, cuando al girar una esquina debéis parar en seco. Un enorme trozo de la ciudad colmena ha desaparecido como si un ser enorme la hubiera devorado. El vacío rodeado de cables, tuberías y acero retorcido se encuentra inundado y en la ausencia de suelo, un mar negro e insondable se agita turbulento.

Es evidente que las máquinas de la ciudad colmena siguen funcionando, de lo contrario ese enorme cráter bastaría para inundarla en cuestión de segundos. Por desgracia para vosotros se os complica un poco la situación, ahora debéis nadar (con armadura y todo) o trepar (ayudándoos de los hierros retorcidos que rodean el agua) para llegar al otro lado del pasillo.

Dargus comienza a balancearse entre los restos de los cimientos. Agarrandose a los trozos de hormigon que puede con los guantes de su servoarmadura trata de llegar al otro lado de la estructura. Durante un momento pierde una de las manos y uno de los hierros que sobresalen de los escombros se incrusta en una de las zonas blandas de la armadura. Aun asi, gracias a su portentosa fuerza aumentada por la servoarmadura, logra reponerse y seguir su camino a traves de los restos.

Medicae: 2 Exitos y 1 Fracaso

Fuerza: 4 Fracasos (15 Puntos de vida perdidos)

El bibliotecario se encarama a la pared con facilidad, clavando los poderosos pies y aferrándose con las manos. Tras unos minutos, atraviesa sin dificultad el cráter.