Partida Rol por web

El alivio se vio reflejado en todo el cuerpo de May y no sólo en su sonrisa, era claro que ella era una persona muy fácil de leer, muy propensa a dejarse embargar por las emociones y que estas se revelaran en su mirada amplia. No sólo se sentía más tranquila respecto a lo ocurrido en el herbolario, sino que las palabras de Annabelle le reaseguraban que no estaba allí por equivocación, aunque en comparación a sus compañeros ella se sentía... poca cosa.

-Tienen suerte que mis hermanos no hagan magia, porque entonces no podría asegurarles la integridad de la infraestructura.- Dijo con risa nerviosa, aunque esta vez no la acalló. -Intentaré no decepcionar la confianza del Maestro, ni de usted.- Aseguró mas solemne. Se pensó si sería buena idea volver con los otros, pero al mismo tiempo dudaba que la echarían en falta. Aunque también, tal vez la razón por la que los habían elegido con sus habilidades distintas era para que aprendieran a trabajar en equipo. Intentó retrasar un poco más el regresar, sin embargo.

-¿Usted también nos dará clases?- Preguntó con curiosidad y respeto. Era la primera mujer hechicera que conocía y luego de lo que acababa de ver comenzaba a tomarla como un posible rol a seguir.

- La verdad es que os daré más horas de clase de lo que, seguramente, os gustaría. La salud del maestro es delicada y no estará con vosotros tanto como desearía.

Aquella respuesta resultaba un poco agridulce. -Oh... ¿Es muy grave entonces?- Preguntó con algo de temor, pues la verdad se había emocionado con la idea de ser instruida por un mago tan reconocido. De pronto se le ocurrió que la repentina idea de buscar un aprendiz ahora era porque sabía que su tiempo era corto, y sintió un extraño nudo en la boca del estómago.

-Lo veremos mañana, ¿verdad?- Preguntó, asumiendo que al menos por ese día no lo conocerían.

Con un gesto pícaro, levanto su dedo índice y lo llevo a los labios y le sonrió a la estatua, como pidiéndole complicidad. Luego, agarro no uno si no los cuatro libros y empezó a hojearlos sin leerlos, solo para captar el sentido general en cómo estaban organizados. Satisfecho, se fue hasta una de las mesas del lugar, buscando algunas velas o cirios para tener luz y poder quedarse leyendo, olvidados ya los compañeros o que hacían ellos.

la estatua no se mueve, si ha observado tu gesto de complicidad no lo sabes.
Con el libro en tus manos y antes de sentarte, ves como Teela susurra algo al tomo de la entrada y este la envía a un pasillo concreto.
La dejas de ver cuando te sientas.
Miras a tu alrededor y no ves ninguna vela, lámpara o similar. Sin más la luz que proviene de algún lugar sobre tu cabeza se enciende para que puedas ver con claridad.

Valerius se queda toda la noche estudiando el o los libros, hasta sentirse satisfecho. Probablemente se quede dormido sobre la mesa ( no sobre un libro) pero le gustaria sacar algun conocimiento en concreto o algo de utilidad.

¿Qué conocimiento te gustaría conseguir?

- Dudo que pueda veros mañana, pero estoy segura que en cuanto se encuentre mejor pasará a conoceros personalmente.

-Oh.- Se le escapó a la joven, de pronto un tanto confundida y desanimada. Sacudió la cabeza y sonrió. -Bueno, haré lo posible para no ocasionarle más preocupaciones al maestro mientras se recupera, e intentaré que los otros hagan igual.- Prometió.

-Bueno, mejor me aseguro que el resto no haya iniciado un incendio en la biblioteca.- Dijo en tono bromista, saludando con una breve inclinación a quien sería su profesora de magia y volviendo sobre sus pasos en dirección a donde había dejado a los otros chicos. Iba a paso lento, casi meditabundo, llevando de las riendas al corcel. Al llegar a las puertas de la biblioteca se apoyó contra la pared, y soltó un suspiro. -Bueno, ¿y a ti como debería llamarte?- Pregunto al caballo, dándole unas palmaditas juguetonas en el hocico. -Ni siquiera sé si eres niño o niña.- Continuó contando cosas misceláneas a su montura, mientras esperaba que los demás reaparecieran.

Yo buscare libros de herbolaria, esa planta me dejo intrigado. mi cabeza sigue dando vueltas duele el recordar ese susurro , tal vez me volvi loco.

El tomo te indica con su voz, carente de toda emoción, en que sección está la información que buscas. Se halla en uno de los pasillos intermedios.

Al acercarte y comprobar los lomos de los libros encuentras el volúmen que te interesa. Lo sacas de la estantería y miras hacia atrás. Por un momento has tenido la impresión de que la estatua se ha dado la vuelta para verte mejor, mientras estabas absorto en la búsqueda de los libros.

Con el libro en tus manos y antes de sentarte, ves como Teela susurra algo al tomo de la entrada y este la envía a un pasillo concreto.
La dejas de ver cuando te sientas. Tampoco ves a ninguno de tus compañeros.
Miras a tu alrededor y no ves ninguna vela, lámpara o similar. Sin más la luz que proviene de algún lugar sobre tu cabeza se enciende para que puedas ver con claridad

El volumen que consultas, un grueso tomó sobre las plantas y sus usos medicinales, lleno de dibujos a color tan detallados que te parece tener la flor de nuevo ante tí, encuentras la información que buscas. La planta en cuestión, poco frecuente en la tierra donde os encontráis, se usa como calmante para heridas. Muy útil para hacer operaciones.

Asi que esta planta es poco frecuente, eso explica sus colores tan extravagantes, sin embargo algo sigue sin quedarme claro, ¿Porque esuche un susurro de auxilio? no dice que esta planta grite ante su muerte, al contrario ayuda a evitarla siendo que es medicinal y bastante buena ¿Busque el libro correcto? 

El libro que tienes entre tus manos es el correcto. Lo que le ocurrió a la planta se sale del ámbito de lo natural. Es como si alguien o algo le hubiese afectado de forma terrible.

Un hombre fornido, dotado de un gran bigote que le cuelga por ambos lados del mentón, se te acerca y te mira con una ceja levantada y los brazos cruzados.
- Veo que te gustan los caballos. Aunque el maestro os de una libertad casi total, creo que es hora de que este bonito animal se reúna con sus amiguitos ¿no te parece?
El hombre se acerca hacia tí y te tiende la mano a modo de saludo.
- Soy Josh. Si quieres puedes acompañarme al establo y ver cómo los cuido. Si te apetece, puedes ayudarme a cepillarlos.
Te sonríe mientras espera tu respuesta.

La voz la tomó por sorpresa, girando la cabeza en dirección a la persona que había hablado. Un leve rubor marcó sus mejillas, al tiempo que una sonrisa se expandía. -¡Ah! Hola. Sí, tiene razón.- Admitió, sin dejar de hacer mimos al caballo. -Disculpe que los hayamos sacado sin permiso, es que no vimos a nadie... Además tampoco pensábamos sacarlos fuera de los muros, ¿sabe? Sólo...- Sonrió. -Sí, me gustan los caballos. Los animales, en general. Son criaturas tan... libres.- Dijo finalmente.

Estrechó la mano que le extendía el hombre. -Soy May. Sí, me encantaría acompañarlo.- Aceptó gustosa, tirando de las riendas del corcel mientras caminaba junto al señor Josh. -Supongo que tenían mucho tiempo sin tener aprendices traviesos por aquí, ¿no?- Preguntó riendo un poco. -Oiga, ¿sabe que hay un gato por la torre llamado "Ra"? ¿Es la mascota del maestro?- Tenía curiosidad, y no sabía si el señor Josh se encargaba sólo de los caballos o de todos los animales de la academia.

Estoy seguro que este libro es el correcto, pero se  que esa muerte no fue natural estoy seguro de eso, y si ¿fue un exceso de luz? recuerdo que cuando teela entro las plantas parecian seguirla como si del sol se tratara debere buscar tambien si las plantas hablan o gritan antes de morir  

Las palabras que están escritas en las páginas llenan tu mente, tras dedicar varias horas a su lectura. Cierras los ojos y los verdaderos nombres de objetos y seres que te rodean a diario cobran en tu mente un nuevo significado. Comprendes la esencia misma que los compone y cuál es la palabra necesaria para definirla.
Mientras estás absorto en el nuevo conocimiento, tienes la sensación de que alguien te observa. Su presencia causa una perturbación en el aire, como si su cuerpo emitiese ondas.
El esfuerzo tras adquirir el nuevo conocimiento te debilita tanto que poco a poco te quedas dormido sobre la mesa, junto al libro.