Partida Rol por web

Volgar intentaba escuchar algunas palabras que pudieran adelantarle qué estaba sucediendo allí, pero mientras más se acercaban a la plaza, más ruido escuchaban. Se escuchaban hombres discutiendo.

Ni bien cruzaron una serie de portales que llevaban a la plaza, pudieron ver a un grupo de hombres alrededor de Karisfen con capuchas negras: agentes. Se los veía enfervorizados, y con porras, manguales y mazas en las manos y cintos.

El viento parecía volverse más violento, a medida que la oscuridad crecía. Era una tormenta importante la que se avecinaba rápidamente. El frío era cortante ahora, ya que el sol que antes templaba ahora se oculta tras nubes negras.

Cuando finalmente se acercaron aún más, en diagonal a la plaza, y unos metros de donde estaba Karisfen y sus agentes, pudieron ver el portal de la panadería de Sonte. Había hombres allí reunidos, y los rostros de los que se alejan son de consternación.

Volgar miró hacia el cielo. La oscuridad, las sombras... lugares llenos de secretos. ¿Qué significaba esta tormenta? ¿Simbolizaba algo más que un mero acontecimiento del clima? Algo se estaba perdiendo pero, ¿qué era?

Volgar observó al cielo con preocupación para después volver la vista a la congregación que se arremolinaba frente a la panadería de Sonte. Ahí estaban Karisfen y sus hombres y eso no le gustó. No había que ser muy inteligente para darse cuenta de que el Corrector estaba tratando de organizar una especie de linchamiento popular.

El anciano se coló entre el gentío, tratando de llegar hasta el Corrector a base de empujones. Sabía que no sacaría demasiado de la masa enfervorecida. Finalmente, consiguió alcanzar su objetivo aunque algunos de los hombres de Karisfen le mantuvieron a una distancia prudencial confundiéndole con un exaltado.

- Kerisfen- llamó con fuerza- por Soid qué demonios está ocurriendo aquí.

Derian siguió a Volgar. Miraba hacia todos lados. En su vida había estado más concentrado. Juntos llegaron hasta Karisfen. Miró al corrector, preguntado con la mirada, lo que Volgar acababa de expresar de viva voz. Observó de reojo la panadería. Las nubes negras parecían cubrirlo todo.

Karisfen, al verlos ingresar entre las filas de sus agentes, hizo una seña a éstos para que los dejaran pasar.

-No mentes su nombre en vano, hijo mío- aleccionó el Corrector, para luego acercarse al viejo y bajar la voz -Hubo otro... otros asesinatos- tragó saliva -Tengo que hacer algo, así que pasaremos a detener a todos los sodomitas cuyos nombres tengamos-

- ¿Qué otros asesinatos?- preguntó el viejo estupefacto- ¿Cuándo ha sido?

A la mente de Volgar vino rápidamente la visión de Tinda dejándolos en la posada tan sólo hacía unas cuantas horas. No habían vuelto a saber de ella.

En ese momento, al ver la reacción de Volgar, Karisfen pareció caer en la cuenta de con quién estaba hablando.

-Lo siento...- comenzó diciendo -Su compañera, la noble, está en la panadería de Sonte, junto con él, y han sido asesinados con el mismo... método que los anteriores- dijo en voz baja y con su tic nervioso -Parece que ha sido por la noche-

El Corrector miró hacia los agentes que parecían entre impacientes y desconfiados con respecto a aquellos forasteros que tan campantes se paseaban con su líder.

- No- Volgar casi cae al escuchar la confesión del corrector pero Derian estuvo rápido sujetándole- No debimos dejarla ir- le dijo.

El caballero negaba con la cabeza entre incrédulo y profundamente apenado [1]. Hacía apenas unas horas que se había separado y la mujer parecía llena de vida y coraje. ¿Qué había ocurrido en ese tiempo? ¿Con quién se había visto? ¿A dónde había ido?

Trilbanson- pensó- pero no, habían preguntado a los guardia, Tinda no había llegado hasta allí o quizá no eran los del turno adecuado o tal vez se encontró a alguien primero. ¿Y Sonte? Sonte no cuadraba en el escenario de un asesinato planeado por Lord Trilbanson. No, había mucho que aclarar. Tinda sabía el riesgo que existía al aceptar este caso y su labor ahora era rezar a los dioses para que le ayudaran a vengar la muerte de la chica atrapando al verdadero culpable.

- Vamos- pidió el viejo con una especie de interés renovado- debemos ver qué ha pasado ahí dentro y debemos verlo antes que nadie.

La joven Tinda estaba muerta. Pensó en Tribalson, pero algo le decía que no había sido el noble. Aunque ya no sabía qué pensar. A esa pobre chiquilla la habían... aparto las imágenes, fruto de la imaginación. A ella y a Sonte. El panadero ya estaba con su hijo, al menos. Atraparemos al que está haciendo esto. Miraba al suelo, pero levantó la vista hacia Karisfen. Hay que parar esto, ya. 

-Ambos están siendo preparados para llevarlos a la cripta de la Iglesia- dijo el Corrector -Pero puedo acompañarlos para que la vean...-

Les hizo un gesto a sus hombres, para que lo escucharan.

-¡Guerreros de Soid! ¡Sois la espada del señor, detengan a todos aquellos sodomitas que han mancillado esta ciudad con sus prácticas blasfemas! ¡Llévenlos ante la Justicia Divina!- exhortó con una voz envidiable por muchos comandantes.

Los agentes respondieron al unísono.

-¡Por Soid!- levantaron mazas, manguales y escudos. Sería un día sangriento.

Ni bien estos comenzaron a movilizarse en pequeños grupos, previamente organizados por lo que pudieron ver, Karisfen se acercó una vez más a ellos y los acompañó.

-Si no voy con ustedes no los dejarán entrar... ¿averiguaron algo desde que nos vimos?-

Se lo veía cansado, con muchos pensamientos en su cabeza.

Volgar negó con la cabeza.

- Nada sólido, nada que nos lleve a alguien en concreto- suspiró desesperado- la información es muy vaga, los recuerdos tenues y las posibilidades enormes. Temo que todavía no tenemos ni siquiera un sospechoso principal. Quien sea que haya llevado a cabo estos atroces crímenes lo tiene todo bien atado. No obstante...- añadió- todavía podríamos tener un último hilo del que tirar, pero no voy a desvelar nada hasta tener cierta seguridad. Vos más que nadie, Corrector, sabéis que las palabras son traicioneras. Os informaré si se confirma esta nueva línea de investigación.

Ahora lo primero es ver qué ha pasado. Debemos ir a la panadería. Dudó si pronunciar las siguientes palabras. Sí que puedo aventurarme a decir que este día morirán algunos más, pero dudo que el asesino esté entre ellos. 

Karisfen miró por un momento, en silencio, a Volgar. Pareció dudar en si indagar aún más, o dejar pasar la vaguedad de las respuestas del viejo. Eligió la segunda opción. Ya estaban a pocos pasos, cuando varias de las personas que aún curioseaban, se alejaron del lugar, murmurando y con miedo en sus rostros.

Cuando se detienen en el portal de la panadería, no pudieron dejar de recordar el olor a pan recién cocinado que habían sentido el día anterior, y la visión de un local ordenado y limpio. Ahora sus ojos se detenían en una visión más amena de la que habrían visto los curiosos.

Dos agentes de la Corrección habían envuelto dos cuerpos en telas y parecían estar preparándose para cargarlos. Las telas, bastas, estaban manchadas de sangre.

-Esperen..- dijo simplemente Karisfen, a lo que los hombres obedecieron, mirando desde los orificios de sus capuchas negras.

-Adelante- agregó dirigiéndose a los forasteros -Estábamos por llevarlos a la cripta, para informar a la familia de la joven. Seguramente querrían sus restos en sus mausoleos, y a Sonte lo enterraríamos directamente en el camposanto.- se mantuvo a cierta distancia de los cuerpos, aunque en todo momento observaba la situación, con su tic característico -Revisé los cadáveres, y tienen las mismas lesiones que los anteriores... así como las circunstancias: ambos no tienen daños aparte de las heridas infligidas con el objeto cortante, y...- se lo notaba incómodo, pero continuó -Ambos habían sido abusados sexualmente dadas las lesiones corporales... ha sido durante la noche.-

Volgar se acercó despacio pero con seguridad. Observó a los agentes un segundo a través de las máscaras para después mirar a Karisfen y pedir con un gesto que se hicieran un lado. El viejo levantó las telas y apenas se arredró ante el dantesco espectáculo que veían sus ojos.

Pese a la repugnancia que le provocaban las imágenes, mantuvo el estómago en su sitio el tiempo suficiente como para examinar con cuidado los cuerpo, tratando de buscar algún indicio que pudiera ofrecerle alguna pista acerca del asesino. Tal vez marcas de resistencia que demostrasen que el asesino era un hombre fuerte y corpulento o, si no había señales de violencia, ¿es que no se habían resistido? Tal vez fueran drogados con alguna sustancia.

En cualquier caso, era una situación extraña. Tinda había ido presuntamente a ver al Trilbanson pero los guardias de la puerta nunca llegaron a verla, o eso dijeron, así que tal vez Tinda vino primero a ver a Sonte por alguna razón. Puede ser que pillara al asesino por sorpresa y eso la llevase a la muerte pero, entonces, deberían estar rodeados de pruebas de cierta resistencia por parte de Tinda. Algo se les estaba escapando, algo que tenía que estar en aquella habitación o en aquellos cuerpos. 

Los agentes se hicieron a un lado con un simple gesto del Corrector. Parecía que los tenía bien disciplinados.

La imagen era impresionante. Tinda estaba desfigurada por la falta de carne, la sangre en el rostro, y el rictus de dolor en que quedó su agraciado rostro. Cualquier hombre se hubiera enamorado perdidamente de ella... pero eso era el pasado. Ahora era una carcasa vacía, destruida y mutilada. Ambos estaban de esa forma. Faltaban partes, faltaba carne para determinar algunas cosas, y más aún habiendo sido movidos. El rastro de sangre los ubicaba a un par de metros cada uno del otro. Sí había sangre en las defecaciones post-mortem, por lo que podía determinar que no había habido eyaculación.

Los agentes estaban sorprendidos y consternados con la frialdad con la que Volgar podía hacer esas pericias, pero Karisfen no se perdía de vista ni un movimiento.

Justo cuando estaba por desisitir en encontrar alguna prueba nueva, vio en las muñecas de Tinda unas marcas de manos. No podía determinar fehacientemente el tamaño, pero sí la fuerza: había hecho una presión considerable. Pero no había encontrado nada más. Para Volgar era obvio que esto ya se pasaba de unos simples asesinatos. Esto era un ritual. ¿Pero qué se estaba invocando?

Algo faltaba. El viejo miró hacia todos lados y no estaba. Faltaba la espada de Tinda. Una fina espada, una que sólo un noble podría tener en su posesión, a menos que fuera robada.

El viejo tomó las manos de Tinda y observó las marcas de los antebrazos con detenimiento. De repente, un pensamiento cruzó por su cabeza, un pensamiento de estudios lejanos de tiempos de antaño. Rituales. ¿Pudiera ser? Y, tal vez, el libro al que hacía referencia Jenwig... Sus ojos se abrieron un instante, conscientes quizá de que, sólo tal vez, podía estar cerca el descubrir, por primera vez, las motivaciones de todo aquel embrollo.

Volgar soltó las muñecas de la pobre muchacha y rezó un pequeño salmo a Soid con consternación.

...que Soid os acoja en sus brazo como hijos suyos que sois- terminó.

- Vamos- dijo a Derian- no hay más que hacer aquí. Encontraré al responsable, Corrector- aseguró ante la mirada de Karisfen- y la justicia de Soid caerá sobre su cuerpo y su nombre.

Derian volvió a sentir la repugnancia crecer ante lo que veía. Durante un buen rato perdió de vista el objetivo de atrapar al asesino. Todo esto, lo que estaba pasando, mostraba una falta total de humanidad.

En las calles había visto cosas peores, cuerpos de asesinados casi irreconocibles. Pero esto... esto de alguna manera era peor. Más retorcido. Más incomprensible. Alejado de motivos humanos, como la codicia, el deseo, la envidia. O quizás no tanto. Quizás era la cercanía de todo esto a esos límites que conocía Derian lo que le repugnaba. Saber, en el fondo, que las personas eran capaces de esto. De esto y de mucho más. Miró a Tinda. Solamente entonces tuvo que volver la mirada a otro lado. Desde el primer momento le había llamado la atención, como, imaginaba, a la mayoría de hombres. Toda la juventud, vitalidad y seguridad que había desprendido la muchacha en vida se había apagado, en un suspiro. Y ahora sólo quedaba un cuerpo.

La ira fue inundándole, pulso a pulso. Cada uno más fuerte que el otro. Como con una especie de cadencia, rítmica. Apenas susurró las palabras al principio, pero el volumen fue aumentando, hasta hacerse audible, a cada pulso. - Lo vais a pagar.

Miró a Volgar. Estaba seguro de que el viejo encontraría un hilo del que tirar. Quizás el libro. Entraban en el terreno de los conocimientos del anciano. Volvió a echar una última mirada al cuerpo de Tinda, como recordatorio. Entonces un pensamiento le cruzó por la mente. - La espada. ¿Han robado algo más? Tinda al menos debería llevar dinero encima. Si solamente han robado la espada, el asesino podría tener interés en ella. Por ejemplo ese Tribalson.

Karisfen miró al espadachín justo cuando estaban por salir de allí. Su mirada, fría, calculadora, parecía dudar un momento. Y luego pareció relajarse, todo en una fracción de segundo.

-El dinero lo tiene la Iglesia, donde se le dará un buen uso, no se preocupe- dijo el Corrector, mientras los agentes se acercaban nuevamente a los cadáveres para trasladarlos. ¿Qué habrían visto en sus rostros de no tener esas capuchas?

-También tengo fe en ellos- respondió a las palabras de Volgar -Nadie escapa a la justicia de Soid-

- En marcha- apremió Volgar.

Salieron a la calle con el corazón encogido y fuerza renovadas. La rabia y la frustración se mezclaban en el estómago apremiándoles a acabar con toda aquella locura para poder dormir tranquilos.

- ¿Adónde vamos?- preguntó Derian en un momento, aunque en el fondo conocía la respuesta.

- Es hora de ir a ver a Lord Trilbanson.

Hay que conseguir el libro. O quizás tenga la espada... ¿podremos llegar hasta la biblioteca? Derian y Volgar avanzaban rápidamente hacia la mansión.