Partida Rol por web

La muchacha se agitó nerviosa, echó su silla para atrás alejándose de Lotta y se llevó la mano al bolso y lo apretó con fuerza. La miró con ojos desorbitados mientras Lotta intentaba acercarse a ella. Temblaba como si tuviera frío pero Lotta se fijo en que sudaba bastante, tenía la frente perlada de sudor y hasta el cuello de su camisa estaba empapado. 

—¡No me toque! —Le advirtió con los dientes apretados. 

Victor escuchó atento y asentía a cada palabra del padre Klarhed. De vez en cuando soltaba un —..vaya..—, o un—..no me diga..— en tono de sorpresa, especialmente cuando le habló sobre la madre de Sofía y sus posibles roces con el paganismo. Mientras, aprovechó para tomar nota mental de lo que el padre Klarhed le decía.

--..Samuel Harjula es muy devoto siendo nieto de un hijo del jueves,. mmmhh.. quizás algunas mis compañeras tengan razón y no haya heredado la visión de su antepasado.., pero su hija, Sofía parecía ser harina de otro costal.., y todo debido a su madre..--

Cuando el padre Klarhed terminó de hablar, Victor le preguntó —Ya lo dicen los proverbios, -la gloria de los jóvenes es su fuerza-, aunque vacilen y tropiecen si hay alguien que les guíe seguro llevarán el camino recto— siguió hablando para introducir una última pregunta —¿Qué fue de la madre?, de la madre de Sofía—

- Diez personas son diez víctimas de más, pero no veo nada raro ni peligroso aquí-dijo revisando el lugar rápidamente-. Vayámonos y continuemos revisando el resto del lugar. Si hay alguna criatura estará escondida en algún sitio, solo debemos encontrarla antes de que empiece este disparate y ocurra alguna desgracia-propuso Alex.

El desván no tenía mucha más cosas, aparte de polvo, telarañas y cachivaches viejos. Estaba claro que aquel lugar aguardaba para algún tipo de representación, pero más allá de eso no había nada extraño. No había ninguna criatura, ni signos de su presencia. Decidieron volver a bajar por la trampilla, donde se encontraron que Sven ya había terminado de prepararles una habitación y pasado a la siguiente. 

Se dirigieron al exterior de la posada, bajo la intensa lluvia, para echar un vistazo al invernadero y a aquella especie de granero que había en la parte posterior, que en realidad era una despensa excavada a modo de sótano en un montículo del jardín. Pero allí tampoco había nada, tampoco en el invernadero cuyo techo estaba derrumbado. En el establo había dos caballos y carro, aunque había espacio para tres caballos más y otro carro. El almacén contenía cajas de alimentos y material diverso de la posada. A excepción del repentino deterioro que acusaban todas las instalaciones no había nada allí fuera de lo normal. 

El viejo párroco asintió a las sabias palabras de Victor y hundió la cuchara en el guiso de nuevo. El padre Klarhed comía sin prisa pero sin pausa, alternando los momentos de conversación con otros en los que solo se centraba en la comida. Se limpió la comisura de los labios antes de responder a la nueva pregunta de Simonsson. 

—La esposa de Samuel, Nora, era una pecadora. No era el ejemplo de buena mujer que nos dice la Biblia. En lugar de atender sus labores aquí, y de servir a su marido en todo lo que éste necesitase, tenía por costumbre invitar a la posada a actores, cantantes y gentuza pecadora de esa calaña. No sé muy bien los detalles, pero esa sodomita terminó largándose con una compañía de teatro. ¿Se lo pueden creer? Al final Dios decidió castigarla por su sacrílego modo de vida y en verano llegó la noticia de que había muerto de cólera en Karlskrona. 

Víctor escuchó el relato del padre Klarhed sobre la madre de Sofía, la hija del posadero —Vaya, una pena..— añadió en tono serio.

Por el momento, Víctor creyó que ya había obtenido toda la información que le interesaba del padre Klarhed. Según lo que le había contado, si había algún hilo que seguir sobre la supuesta representación teatral que se iba a llevar a cabo en aquel lugar, sería el de Sofía, la hija del tabernero, y que ahora mismo se encontraba trabajando en el local. 

Víctor miró al señor Klint y esbozó una media sonrisa intentando transmitirle tranquilidad, y aprovechó para buscar con la mirada a Lotta que se había levantado de la mesa para hablar con una muchacha de aspecto débil sentada unas mesas más allá, y quería saber si todo transcurría con normalidad. Sobre el resto de la Sociedad, no sabía si se encontraban bien o cuánto iban a tardar en registrar las habitaciones, pero tenía fe en ellos.

En ese momento el sacerdote alzó ligeramente una mano para llamar a Sofía y, con la excusa de pedir más cerveza, que se acercara a la mesa.

—Señorita, por favor..—

Las reacciones de la joven solo confirmaron lo que Lotta sospechaba. Sin lugar a dudas le pasaba algo raro, aquel comportamiento no era normal por mucho miedo que tuviera a los extraños. Pero además estaba el hecho de que, a pesar de estar temblando, el sudor seguía empapando su rostro e incluso también sus ropas.

Sin embargo, la escritora no podía dejar de fijarse en la actitud esquiva, recelosa y huraña que la joven mostraba. Se apartó ligeramente de ella pero en ningún momento hizo además de levantarse, con la curiosidad aumentada por saber qué le pasaba a la mujer.

—Tranquila... —dijo, intentando mostrarse afable para no molestarla aún más mientras echaba un rápido vistazo al bolso que apretaba con tanta fuerza—. Pero puede confiar en mí, en serio. A usted le preocupa algo y yo quizás pueda ayudarla... Tengo cierta experiencia en temas... raros y complicados.

Kiran, que le sujetaba el paraguas a Alex para evitar que se mojase el abrigo, frunció el ceño al examinar el interior del invernadero y el granero.

—Parece que lo único fuera de lugar es el pequeño teatro. Quizá solo sea un espectáculo para niños, pero algo me da mala espina.

Eamon asintió a las palabras de Álex y pensó que sería buena idea mirar a ver que había fuera donde estaba el invernadero y el almacén. Estaba oscuro y llovía como el día del juicio final, pero eso no había sido nunca un problema, podia soportar un poco de agua fría, estaba acostumbrado a situaciones más duras. Le sorprendió ver que el techo del invernadero estaba derrumbado, y de repente pareció como si toda la posada hubiera envejecido 100 años, quizás sería una ilusión suya, después de todo era de noche, llovía y hacía un viento helado. No eran las mejores condiciones para sus capacidades de observación.

La muchacha se apartó de Lotta y se puso en pie sujetando con fuerza el bolso. A pesar de que las palabras de Lotta eran amables y conciliadoras la joven perdió los nervios con demasiada facilidad. Tenía la mirada algo ida cuando clavó sus ojos en Lotta, por lo que no pareció que la mirara directamente, aunque sí se dirigió a ella. 

—¡Yo no he hecho nada malo! ¡Si me acusa de algo tendrá que demostrarlo! —le espetó antes de darse media vuelta y subir corriendo por las escaleras que daban acceso a las habitaciones de la planta superior. 

Lotta se dio cuenta de que aquella muchacha mostraba síntomas evidentes de abuso de opio. Había visto los estragos que causaba aquella droga en la gente que abusaba de su consumo cuando había hecho una investigación para uno de sus libros, y al ver la reacción de la joven y sus más que patentes efectos físicos, terminó por reconocer los síntomas. 

Para entonces sus compañeros volvían calados hasta los huesos del exterior de la posada, que habían abandonado en algún momento reciente, y el padre Simonsson había invitado al otro cura a la mesa en la que se habían sentado inicialmente y ahora miraba hacia ella para ver que tal le iba antes de llamar a la muchacha que atendía las mesas con intención de pedir algo más de bebida. 

Alex, Kiran y Eamon regresaron calados hasta los huesos del exterior de la posada. Los tres habían subido al piso superior y habían vuelto a bajar un rato después para salir al exterior, y terminaron por regresar de nuevo al salón común de la posada, donde nuevamente tendrían que poner sus abrigos a secar junto al fuego, ya que la lluvia no había remitido ni un momento.

Cuando llegaron, Lotta hablaba con la muchacha nerviosa que estaba como huésped. La extraña chica se había alterado con la conversación que mantenía con la escritora, y de pronto se levantó súbitamente y tras decirle algo con evidente enojo se dirigió a las escaleras. El padre Simonsson había invitado al otro cura de la posada a sentarse a la mesa con ellos, y ahora parecía estar dándole un aburrido sermón a Olaus Klint, mientras Victor se levantaba y hacia señas a la muchacha que atendía las mesas para que se acercara a atenderles. Sin embargo, quien respondió a ese llamado, ya justo cuando el resto del grupo se unía a la mesa que habían ocupado al llegar, fue su padre, el dueño de la posada, Samuel Harjula. 

—Discúlpenme, señores, que no les haya recibido como Dios manda a su llegada. Yo soy Sami, el dueño de esta humilde morada. Espero que todo esté de su agrado —miró de reojo al grupo de recién llegados, no se le había escapado que habían estado moviéndose de un lado para otro—. Si no encuentran alguna cosa pueden decírmelo y les indicaré encantado. Las habitaciones están arriba, pero Sven todavía está poniéndolas a punto. ¿Qué precisan? ¿Más cerveza, padre? —Preguntó mirando a Victor.

Samuel Harjula, Sami, era un hombre bajito y fornido de entre cuarenta y cincuenta años, de ojos azules, barba abundante y pelo moreno que comenzaba a canear. Hablaba fuerte, con actitud dominante. No perdía ojo de lo que hacía su personal, como si quisiera controlarlo todo. 

Alex se sentó y se pasó las manos por las mangas de la chaqueta, salpicando el agua sobrante en el suelo a sus pies. 

-Tiene usted un lugar muy acogedor, señor Sami-respondió Alex cuando llegó el camarero-. Me gustaría tomar otra cerveza a mi también y ya que está aqui... Hemos venido porque llegó a nuestras manos un anuncio sobre una obra de teatro que se realizará hoy aquí y me encantaría asistir. ¿A que hora será? ¿Haría el favor de avisarnos? No me gustaría haber venido hasta aquí para perdernosla-dijo con su mejor sonrisa haciendose la tonta.

Víctor vio como el resto de sus amigos regresaban a la mesa totalmente empapados, y se preguntó qué habrían estado para acabar así, al mismo tiempo se acercaba Sami Harjula, el posadero y dueño de "El Gato de la Bruja", así que decidió esperar a cuando tuviesen más intimidad para preguntarles. 

Se sintió un poco frustrado en cuanto vio que Sami, en vez de su hija Sofía, fue quien atendió su llamada --..lo intentaré más tarde..-- pensó el sacerdote.

—Sí, si es tan amable— respondió Víctor a Sami

Samuel Harjula tomó nota de las comandas del grupo y escuchó la pregunta de Alex arrugando la frente en señal de extrañeza. Pudieron incluso advertir una mueca de repudio cuando la detective mencionó la obra de teatro, y es que al señor Harjula no le gustaba nada el arte en ninguna de sus expresiones, aunque parecía sentir especial aborrecimiento con el teatro en particular. 

—Me temo que se equivoca, señorita. Aquí no se piensa celebrar ninguna obra —le contestó a Alexandra con el ceño fruncido—. Tal vez tengan mal las indicaciones. A unas horas de viaje, en Upsala, se celebran todo tipo de aquelarres de ese tipo. Aquí somos gentes devotas y decentes.

El veterano cura que se había sumado a su mesa, y que estaba sentado entre Klint y el padre Simonsson, asintió con la cabeza a esas palabras, como dando su aprobación a las mismas. 

Kiran frunció el ceño ante las palabras de Harjula. En parte porque no se creía eso de "devoto y decente" —ya sabía cómo terminaba eso—, sino porque confirmaba que había algo raro con el pequeño escenario que habían encontrado.

Le dirigió una mirada cargada de significado a Alex, haciéndole saber que él también había atado cabos.

—Pues tienen un local bien pertrechado para ello, una lástima —respondió simplemente, sin apenas despegar la vista de su plato.

Tras dejar si capa cerca del fuego Eamon se sentó en la mesa, estaba empapado. Pensó que ahora mismo mataría por un plato de sopa caliente así que cuando vio venir al posadero se alegró y pidió un buen plato de sopa caliente. 

Escuchó las palabras de sus compañeros y tras oír la repuesta del señor Harjula decidió intervenir. 

-Señor Harjula, hemos visto el escenario que tiene arriba, agradezco su comida y su hospitalidad pero no nos tome por idiotas, si está escondiendo algo más vale que lo diga ahora. 

El sacerdote escuchó las preguntas de sus compañeros al señor Harjula, y la respuesta que este dio le confirmó lo que le había contado el padre Klarhed. A pesar de ello, Kirian y Eamon insistieron pues parecía que habían hallado algo interesante en su investigación de las habitaciones.

Víctor estuvo en silencio, intentando mantenerse atento a la conversación que allí se estaba llevando a cabo. 

—Además se han repartido estos panfletos por toda Upsala —intervino Klint mostrando uno de los folletos que anunciaba "El baile de los sueños", similar al que había hecho llegar al grupo, y donde claramente se citaba al público a concurrir en aquella posada.

Samuel Harjula no pareció captar la referencia de Kiran, le miró extrañado pero supuso que se refería a que el local era espacioso para celebrar aquel tipo de artes que él detestaba. Pero cuando Eamon concretó haciendo referencia al escenario se mostró desconcertado.

—¿Qué escenario? ¿De qué diantres están hablando?

El posadero los miraba como si hubieran perdido la cabeza, pero la nota con el anuncio de la obra que Klint puso sobre la mesa le dejó boquiabierto un instante. Después frunció aún más el ceño y pudieron escuchar chirriar sus mandíbulas. Tomó aire para calmarse, retrocedió un paso de la mesa y muy despacio miró hacia su hija con una mirada furibunda. Con la voz contenida se dirigió de nuevo a ellos. 

—Ya veo... Disculpen el malentendido. Ha sido cosa de mi hija, ya saben como son los chiquillos. Pero lo que sí puedo asegurarles es que no va a haber ninguna obra. Ahora si me disculpan... —se giró hecho una furia hacia la barra donde su hija terminaba de secar las jarras— ¡Sophia! ¡Vas a explicarme esto pero ya!

Harjula agarró a su hija del brazo y la arrastró a la cocina, la muchacha intentaba justificarse pero su padre no atendía a razones. A pesar de que una gruesa pared separaba la cocina del salón de la posada, todos podían escuchar su discusión con perfecta nitidez. Ella argumentaba a gritos que nunca le dejaba hacer nada, que a ella le gustaba el arte y el teatro como a su madre, se escuchó el sonido metálico de una olla lanzada al suelo por la frustración de la joven, pero Sami Harjula zanjó la discusión con un sonoro bofetón. Un instante después, la muchacha salió de la cocina cubriéndose el rostro de lágrimas y subió corriendo por la escalera para encerrarse en su habitación. Sami se quedó en la cocina, siendo tranquilizado por Ingelie, la cocinera.

—Esta Sophia es incorregible —opinó el otro comensal que quedaba en la posada, aquel que cuando ellos llegaron estaba hablando animadamente con Harjula, y que al ver que hasta el párroco se había unido al grupo de recién llegados se acercó a ellos con su jarra de cerveza—. Desde que Nora se fue, no hace más que estar ensimismada todo el tiempo. Antes era una moza muy graciosa y amable, ¿verdad, padre Klarhed? Ahora se ha vuelto huraña y tímida. Está todo el día hablando sola y eso cuando no está ensimismada pensando en las musarañas. Y todo el día encerrada en ese dichoso desván. Su padre tiene que ser más duro con ella.