Partida Rol por web

Ninguna respuesta, por mucho que esperásteis, hubo por parte de los elfos. 

Estaban lejos de su bosque, pues todavía no habíais llegado a la aldea de Ueblingen, dos días más hasta la de Beilen, la cual se situaba a otro día de los lindes del bosque de Laurelorn.

¿Entonces, que hacían aquí? ¿Habían venido solamente a salvaros? No es posible, aunque se dice que los elfos tienen magos capaces de ver el futuro con años de antelación. 

Cansados, hambrientos y entumecidos por el frío decidisteis llegar hasta Ueblingen para poder pasar la noche en un establo, si la caridad de sus habitantes os dejaba. El camino semienterrado bajo el manto de nieve fue difícil de seguir en la noche. La luna era escasa y las nubes tapaban las pocas estrellas que se atrevían a salir al firmamento.

Fue entonces cuando al subir una colina vislumbrásteis un resplandor rojizo hacia el norte, que iluminaba el cielo nocturno como si de un gran incendio forestal se tratara.   

"Vuestro hogar arde humanos"

Las palabras que dijo el elfo ahora cobraban más sentido que nunca. No era un incendio forestal, eran los restos de Hargendorf lo que ardía iluminando la noche. Las predicciones y rumores eran ciertos pues, los norses del caos habían encontrado una fuerza aliada en los hombres bestia, teníais pruebas suficientes, ¡habíais sufrido su ataque! el ataque de un grupo de exploración mandado por el grueso a acabar con los humanos que hubiere cerca para impedir refuerzos de última hora.

Todo lo que conocíais ahora está ardiendo o ha sido mancillado por la mano del caos. Nadie habrá escapado con vida...   

***

Tras la bajada pronunciada de la colina y pasar un pinar, al final podéis distinguir entre la oscuridad de la noche las sombras de lo que parecen edificios. El paso lento de la mula, cargada con los heridos más graves, hacía que las ruedas se hundieran en el barro de las calles trabándose sin remedio. 
Tras empujar un par de veces, la carreta no parecía querer seguir adelante. Era como si algo la sujetara. Mathilda levantó su bastón y pronunció una palabra arcana. Enseguida la luz inundo el báculo que proyectó su luz en un radio alrededor de la carreta... y visteis que un brazo humano era el responsable de que la rueda se hubiera trabado.

Aquí y allí las huellas del barro desvelaban una carnicería. Cuerpos de hombres y niños yacían cubiertos de sangre, barro y escarcha. Paredes manchadas de sangre y puertas destrozadas a hachazos, sin duda por el grupo de Gors que os atacaron antes, seguramente volviendo de su matanza y de darse un festín con los cuerpos.

Una visión que nunca olvidaréis. 

Al final, habían hecho bien saliendo de Hargendorf. La ciudad ardía pasto de las llamas y sus habitantes, hombres, mujeres y niños de bien la mayoría de ellos, estarían muertos o esclavizados de no haber podido escapar de la amenaza del caos que se cernía sobre su amado hogar. Un final realmente descorazonador tras todo lo que los buenos soldados del Imperio habían sangrado por poder conservar aquel enclave entre sus bastiones. 

- ¡Por Sigmar! - Exclamó incrédulo al ver las llamas en la lejanía. - Es... es terrible. - Dijo totalmente desolado. - Toda esa gente... - Frunció el ceño y arrugó los labios. - ¿Hemos hecho a caso, todo lo que podíamos por salvarlos? - Se preguntó a si mismo. Entonces miró a los niños y al resto de personas que formaban parte de la caravana. - Supongo que hemos hecho lo que estaba en nuestras manos... - Suspiró con resignación. No siempre se podía salvar a todo el mundo.

No sería él quien recriminase la actitud de los elfos, al fin y al cabo tenían razón, la destrucción sembrada por los poderes ruinosos era fruto de su negligencia; sobre todo a la hora de escoger a sus lideres. Su lado vengativo pensó en el aciago destino del petulante Barón Derhufer Hulsbrietch, otro cerdo que caía en el matadero, no sentía ninguna lastima por él aunque si por aquellos borregos que le habían seguido en su caída.  Un hombre que no usaba sus sesos para pensar era pasto de las malas decisiones que otros tomaba, por eso el Cuervo Burlón no apreciaba mucho las reglas que otros imponían. Sobre todo si esas normas solo beneficiaban a unos pocos.

La presencia de los elfos había sido providencial, sin su intervención todos habrían muerto ciertamente era extraño que estuvieran tan lejos del bosque. Una patrulla de exploración pensó para si, siempre era mejor luchar lejos de casa para minimizar pérdidas o riesgos, aunque por el talante de los elfos dudaba mucho que estos pensasen así. Ahora mismo intentar adivinar como pensaba un elfo no tenía mucho sentido, con un último esfuerzo intentó cargar a los heridos en el carro tirando de las riendas de la mula hacia Ueblingen, donde esperaba poder encontrar cobijo. A cada paso que dada sobre la nieve embarrada podía sentir como las botas empezaban a humedecerse, dejando que el frío empezase a roerle los entumecidos pies, había realizado un sobreesfuerzo en el combate y ahora el cansancio empezaba a adueñarse de él.

En silencio, como una lúgubre procesión se dirigió rumbo al pueblo de Ueblingen en busca de una posible salvación que nunca llegaría. Una vez allí todo estaba devastado, los hombres bestia había acabado con todas las gentes del pueblo y a sus espaldas Hargendorf ardía en llamas; no podían volver atrás tan solo podía seguir avanzando. Empujando el carro y tirando de la mula llegaron a duras penas a destino, amparados bajo la luz que Mathilda había conjurado, sin embargo hubiera sido mejor vivir un día más sin contemplar aquella carnicería fruto de la brutal devastación provocada por las huestes del caos.-Busquemos un lugar donde guarecernos, la noche va a ser frío y los heridos necesitan descansar. Voy a necesitar la ayuda de todos para recoger tantos víveres como podamos, si la fortuna nos sonríe y encontramos algún soldado muerto tomaremos sus pertrechos. Ellos ya no los necesitan.- Kruger sabía que muchos necesitaban descansar con urgencia, los niños podrían preparan la cena y ocuparse de tareas menores. Tal y como estaba la situación para explorar la aldea acudiría a aquellos que todavía se podían tener en pie: Hans, el escurridizo hafling, el enano que parecía de hierro y la patrullera pues aunque no estuviera en su mejor todavía podía caminar y apoyarles con su ballesta durante la exploración.

Sin pudor alguno Kruger se dirigió a la granja más cercana para comprobar si estaba vacía, si las pobres gentes de la aldea yacían desmenbradas en las calles era posible que encontrasen algún lugar limpio de tratar a los heridos y descansar.-Niños, una vez dentro quiero que ayudéis a Viveca con la cena y os ocupéis del fuego, que la chimenea no se apague. No queremos pasar río esta noche, poned los zapatos a secar y calentaos los pies.-poco a poco Kruges esperaba mantenerlos ocupados dentro de la granja mientras ellos partían a revisar al aldea en busca de cualquier cosa digna de mención. Ya fuera un carro, ropa de abrigo para los mocosos, animales muertos de los cuales poder alimentarse, algunas armas o pertrechos de viaje, incluso alguna vendas limpias. A todo lo que el bien hallado Ranald pusiera a su alcance se le daría buen uso.

Nada me unía a Hargendorf, pero ver el cielo iluminado por las llamás de la ciudad era deprimente. Con el alma por los suelos, la cercana presencia de los elfos me aportaba más miedo que tranquilidad, y eso que acababan de salvarnos la vida, pero ni con esas. Unido al descubrimiento de los restos humanos bloqueando el paso de la carreta solo ayudó a helarme la sangre.

Kruger tenía razón había que buscar un lugar donde pasar la noche. Le seguí junto con los niños a la granja más cercana, aún sentía en dolor por las heridas que tenía repartidas por todo el cuerpo, como tuviera que enfrentarme a otro hombre bestia no estaba seguro de salir victorioso.

- Estamos condenados... - Le dijo Volger a Kruger con una mirada sombría. - Creo que... - Le iba a costar decir aquello. - ...creo que Sigmar nos ha abandonado... - Soltó finalmente. - Todo es muerte a nuestro alrededor. El caos está por doquier. - Miró a aquel hombre al que no conocía de mucho, pero que siempre solía ver con esperanza el futuro y sobre todo, con cierto optimismo. - ¿Cuál crees que debe ser nuestro destino? - Le preguntó. - Deberíamos alejarnos de... - Tragó saliva. - ...de todo.

La verdad es que pese a haber recibido la paliza del gor y la del hecho de que los elfos estaban fuera del bosque, lo suficientemente cerca de nosotros, aunque al ver las gigantescas llamas de la ciudad que hace unas horas habíamos abandonado, me daba escalofríos, ahora tenía sentido que los elfos estuvieran tan lejos, sabían que pronto las fuerzas del caos se acercara a su bosque y tenían que enviar exploradores para asegurarse que descubren a tiempo el camino del enemigo.

Pero de momento estábamos a salvo, y tenía que centrarme en descansar para recuperar las heridas sufrida en el combate y aunque con la situación, no creo que tenga mucha oportunidad para conseguir dormir mientras pasa la noche.

Tras registrar el pueblo encontráis una casa donde nadie murió en su interior y os alojáis allí. Puede que encender un fuego en otro momento fuera una locura, os delatara a vuestro enemigo y os pondría en peligro, pero dado que la patrulla Gor ya está muerta y las huestes del caos están bastante lejos, regocijándose en su victoria, no os importó en absoluto. 

Teníais toda la leña del pueblo disponible y la casa tardó poco en mantener un ambiente casi veraniego. El frío que os atería pronto desapareció y el cansancio hizo que os quedarais dormidos.

El día siguiente se proyectaba igual de gris y plomizo. Nubes negras amenazaban desde el norte y una fina llovizna que calaba la ropa recibía a aquellos que se internaban en ella.

Recogisteis todo lo que pudisteis, cacharros para cocinar, grano, cecina, queso, pan... hasta la languideciente mula comió hasta que su panza se abultó. Pero las heridas no sanaban tan rápido.

Mathilda había empeorado durante la noche, el bardo remendado estaba muerto por la mañana, desangrado, aunque no se enteró de su muerte, dulce manera ir a la cama para dormir y no despertar nunca. Aquél tipo calvo escapó durante el combate con los hombres bestia y no habíais vuelto a saber de él. El grupo se reducía mucho. A ese paso no llegaríais al viejo camino de las colinas encantadas que os llevaría hasta Stavern, desde donde podríais ir a Luftberg o a sitios más lejanos como Middenheim o Erengrad.  

Aunque la noche pasó de manera placida al calor del hogar Kruger se levantó al alba, ya no solo por costumbre sino por la sensación de premura que les impulsaba a huir de las huestes del caos. Poco podía hacer por los fallecidos durante la noche más que dejarlos atrás con un ceremonial respeto, no había tiempo para enterrarlos, al menos aquellas gentes habían reunido el valor de intentar vivir enfrentándose por ello a las burlas de todo Hargendorf. Solo por eso Kruger ya les tenía en alta estima, ojalá hubiera podido hacer más por ellos que rezar un discreta plegaria a Ranald para que les acogiera en su seno.

A medida que los niños preparaban el desayuno se puso manos a la obra haciendo acopio de cuanto les pudiera ser útil, incluso cargando forraje para la vieja mula; sin ella el viaje hubiera sido mucho más complicado. No tuvo reparos en tomar cuando necesitasen de lo que quedaba de Ueblingen, al fin y al cabo los muertos ya nada requerían. Revisando uno de los cadáveres encontró una maltrecha bolsa para las monedas, sin embargo lo que le llamó la atención al cuero Burlón fue que dentro no había solo monedas sino un pequeño para de dados tallados en hueso de forma muy tosca. Los cogió en la mano son una halito de esperanza mirando al cielo, Ranald les sonreía o se reía de ellos, en cierto modo tanto daba lo importante era que tenían su atención y aquello ya era una bendición en si misma. Desechó las monedas mientras se guardaba los dados al cinto, si algún día llegaba  buen puerto esos dados formarían parte del más sagrado de los altares.

Antes de emprender la marcha revisaría las heridas de Mathilda y Franciscus, los que todavía no podían apenas valerse por si mismos. En caso de necesidad la hechicera era su único as en la manga sería mejor cuidarla como oro en paño por si la situación se complicaba más adelante en el camino. Contra todo pronostico Kruger se mostraba optimista, ahora mismo solo debían alcanzar Beilen, un trayecto corto relativamente rápido y fácil una vez allí seguirían el curso de las colinas hacia el este para evitar ser detectados. Allí sería donde empezaría la verdadera prueba.- Las mantas y enseres de cocina en el carro. Que cada uno coja solo lo que pueda cargar, sino es indispensable se queda aquí. El camino será largo y fatigoso coged cuanta comida podáis reunir.-liberó así a los pilluelos, al fin y al cabo en la aldea estaba todo el mundo muerto. Si los críos podían sentirse útiles y estiran un poco las piernas aquello les vendría bien para alejar los recuerdos aciagos.

La recuperacion de puntos la hago yo porque dudo que, aparte de ti y franciscus, nadie lleve la cuenta de los puntos de heridas.

Ese punto es mas motivacional q otra cosa, para q vean que tienen q andarse con cuidado y no lanzarse a lo loco como si fuera el D&D

;)

Franciscus se despertó al alba. A decir verdad, había dormido más bien poco. El intenso dolor que sentía no le había dejado. Era un hombre acostumbrado al castigo, un flagelante, pero aún así, aquellas heridas le habían dejado maltrecho y sin fuerzas. Nunca hubiera esperado caer rendido por un dolor producido por las heridas del combate, no al menos sin que algunos de sus miembros hubiera sido cercenado, pero así era. Estaba tendido e inservible y eso... ¡Eso le mataba por dentro!

Cuando pudo incorporarse, quiso ir a recoger provisiones para el camino, como estaban haciendo la mayoría. Además, buscaría una ballesta entre los fallecidos. Si no podía pelear cuerpo a cuerpo, que no podía, al menos trataría de apoyar desde la distancia de producirse un nuevo enfrentamiento. Pero lo cierto fue que no pudo ni moverse del sitio. Por ello, simplemente decidió rezar a Sigmar por que le devolviera la salud y así poder de alguna forma, ayudar a las necesitadas gentes con las que viajaba.

Kruger impidió y amonestó al flagelante ante su tentativa de levantarse.-¡Quiero hay! Tengo que cambiarte los vendajes y revisarte de arriba abajo para limpiar las heridas, revisar las costuras y comprobar que no has perdido ningún trozo demasiado importante. Después de un buen desayuno te cargaremos en el carro, y con suerte al atardecer podrás intentar caminar un poco. Reserva las fuerzas Franciscus, algo me dice que el de ayer no será nuestro último combate contra los vástagos de los poderes ruinosos.-al menos parecía que las heridas del flagelante evolucionaban bien, no podía decir lo mismo de la hechicera a quien por más que atendiera no lograba reconfortar.

Me levanté dolorido, moverse era un recordatorio del combate contra los hombres bestia, las heridas que me habían dejado y lo cerca que habíamos estado todos de morir en el camino.

Tras desayunar y llenarme la tripa y antes de salir di una vuelta entre las casas del pueblo, seguramente hubiera algún cazador entre los habitantes y tal vez su arco aún estuviera en su casa.

Luego sería hora de volver a partir con el carro y continuar la marcha hacía una zona en principio más segura.

Rufus intento lucirse con la cena, el agua era facil de conseguir con la que estaba cayendo, comida en abundancia...quien lo iba a decir, todos necesitaban algo de fuerzas, tanto fisicamente como psicologicamente, asi que se esmero en cocinar tanto la cena como el desayuno, para todos, aunque cada vez eran menos.

Asi cuando la casa empezaba a moverse repico entre ollas para terminar de despertar a todos, Primer desayuno!

Habíais comido, descansado y secado vuestras ropas. Ahora la fina llovizna comenzaba a empaparlo todo otra vez, sería mejor que os pusierais en marcha. La mula acarreaba el carro con las provisiones y los niños, ayudada por el enano y alguno de vosotros cuando la pendiente era más pronunciada o se atascaba debido al barro y la nieve.

Pasaron las horas y de Hargendorf tan solo quedaban columnas de humo que se elevaban por encima de los árboles cuando llegabais a un claro alto. Pobres almas, ahora estarían sufriendo mil tormentos en manos de sus captores.

Tras pasar una jornada decidisteis descansar en un lugar medio guarecido al pie de una gran roca. El viento soplaba fuerte, pero la mayor parte lo paraba la roca y las mantas que habíais recopilado en el pueblo os sirvieron bien de abrigo. Nada pasó esa noche, ni a la siguiente. Al parecer las tropas del caos no habían llegado allí y no tenían pinta de querer aparecer. Seguramente su siguiente víctima fuera una ciudad con más oro y gente que poder sacrificar o comer. Pero una vez llegasteis a Beilen, todas vuestras esperanzas se esfumaron. 

El pueblo estaba desolado, tal como encontrásteis Ueblingen. Cadáveres a medio devorar por los cuervos y criaturas nocturnas sembraban el suelo del pacífico pueblo. Había huellas de lobo, humanos y pies descalzos de niños. Otra imagen que era mejor olvidar.

La imagen era desgarradora. Fueran a donde fuera, se repetían las mismas pautas. Todo había sido arrasado. ¿Cuántas vidas habían sido arrebatadas a las buenas gentes que poblaban la región? Sin duda era incontables... Y lo peor era que aquellas criaturas no conocían la piedad o la clemencia y no hacían distinciones entre guerreros, mujeres, ancianos o lo que era peor... niños.

Toda la desolación que había visto sería difícil de olvidar y le recordaba demasiado a sus propios pecados del pasado. Recodaba aquello con horror y despreció por el hombre que fue y su único consuelo era que el asco que sentía por su yo del pasado, invitaba a creer que se había convertido en una persona nueva capaz de cambiar, de rectificar, de buscar el perdón de Sigmar y o más importante, el tratar de perdonarse a si mismo.

- Que horror... - Musitó totalmente desconsolado. - ¿Dónde vamos ahora? - Se preguntó. ¿Estaría todo el Imperio desolado como aquella región? Esperaba que no, pero ya no lo descartaba. El caos era poderoso...

Si había algo que no era algo bueno, era acostumbrarme a toda los pueblos devastados que habría visto en todo el Imperio, no sabía porque motivo el imperio no era capaz de defender todo sus territorio, sobre todo con la cantidad de impuesto que cobraba en los caminos, "Esto es terrible" lo peor era que ni siquiera dejaban a los mas pequeños vivos, la verdad es que cada vez me daban mas asco, ni siquiera me fijaba en las columnas de humo de la ciudad en llamas que habíamos abandonado hacía poco.

LA cosa no tenia una gran prespectiva...No es que mejoren demasiado las cosas...pero alguien tenia que decirlo. Todo el pueblo tenia la misma pinta de destruccion, esto no tenia nunca fin...un poco de luz en el camino era tanto pedir?