Partida Rol por web

–No lo animo. Lo aviso por si quiere hablar con nosotros.

Ylva tenía un buen instinto cazador y sabía que era raro que alguien acosase a una presa a la que podía atacar sin hacerlo. Además, seguía teniendo cierta inocencia. Aunque sabía que no todo el mundo era bueno y que había mal, quería dar la oportunidad a aquella extraña cosa tan inquietante como maravillosa.

– No quiero quedarme aquí, Glyrhel– dijo antes de mirar a Mara y a Astrid– pero si algo nos acosa, nos tendremos que defender... y no quiero disparar a alguien que se esconde por miedo, y no por hacernos daño.

La arquera pensaba en el camino de vuelta. No era muy largo, pero era mejor estar preparado para otro extraño movimiento como aquel.

Los cuatro empezaban a retroceder para volver con cuidado al camino, sin perder de vista la maleza que los rodeaba. Entonces hubo un movimiento en uno de los arbustos, y una figura asomó en silencio desde detrás de uno de los árboles. Por un momento, no tuvieron muy claro lo que estaban viendo, pero después notaron como un escalofrío aterrador les recorría de los pies a la cabeza.

Era un esqueleto humano. Parpadearon sin poder creérselo, pero el cadáver no desapareció. Se limitó a quedarse ahí, de pie delante de ellos con la mandíbula desencajada en lo que parecía una grotesca sonrisa sin alma, mientras dirigía hacia ellos las cuencas vacías en las que alguna vez estuvieran sus ojos. Llevaba un par de piezas de armadura herrumbrosa, una espada mellada y un escudo abollado, y botas de piel tan gastada como los jirones del tabardo que le cubría los fémures.

Durante unos segundos que parecieron eternos, nadie se movió ni dijo nada. Y entonces, con paso lento pero firme, el esqueletó avanzó hacia ellos.

Ante la repentina aparición Glyrhel permaneció inmóvil y aguantó la respiración, no solo por el espanto que acompañaba a aquella visión sino con la esperanza de que si no hacía ruido alguno, el esqueleto pasaría de largo. Obviamente aquello fue en vano como bien había sabido desde el principio el muchacho, pero en momentos desesperados que uno nunca pudo imaginar, la respuesta no siempre suele ser la más racional.

El joven asió con ambas manos el bastón que hasta entonces tan solo le había servido para apoyarse en el camino. Sus nudillos quedaron blancos por la fuerza que usó, pero no avanzo. No hizo nada salvo retroceder un poco, lentamente y con cautela. Él no era un guerrero. Él no era nada más que un simple esclavo que de poco o nada servía en aquel momento.

Una flecha salió volando directa hacia aquel monstruo. La reacción de Ylva había sido rápida, pero el temblor del labio era notorio. No podía creer lo que veía, pero ahí estaba. Tan claro como la luna en un cielo de verano. De forma casi absurda, Ylva recodó las palabras que ella misma había dicho en la reunión "una flecha bien lanzada puede partir una pierna". Pero una cosa era decirlo y otra muy diferente lograrlo.

–Glyr...corre– Ylva apenas era capaz de hablar por el terror que aquel ser le estaba infundiendo, pero poco a poco lograba sobreponerse–.  Coge el campano y corre...Ingelyn...

No hacía falta que dijese más. Ylva no quería que su amigo sufriese ningún daño y, aunque podía ser peligroso que corriese solo hasta llegar a la granja, confiaba en su rapidez. Además, era necesario que alguien avisase de lo que ocurría. Y no podían huir todos... no podían permitir que aquella cosa los siguiese. 

El disparo de Ylva alcanzó el blanco, pero antes de que el proyectil llegase a su objetivo, el esqueleto había levantado su escudo. La flecha se clavó en él, inofensiva.

A Astrid le duró poco el aturdimiento. Mientras la flecha de Ylva volaba aún hacia el esqueleto, la guerrera se lanzó con un grito de furia contra él con el escudo por delante. Descargó su hacha con toda su fuerza, pero el cadáver alzó su espada y bloqueó el ataque.

Lo del esqueleto cuadraba con lo de encontrar un diente enano completamente limpio. Pero si había un esqueleto viviente, quería decir que habría más por los alrededores. Debían acabar con aquello de forma rápida. Su intención habría sido atar en la distancia de no ser por Ylva, y su flecha al escudo, y por Astrid, que se colocó justo en su trayectoria. 

Así pues, desenvainó su espada y se lanzó al ataque, buscando las articulaciones. Su primera ataque fue directo al hombro del brazo que empuñaba la espada.

Sin dudarlo un instante, Mara se lanzó sobre aquél ser de ultratumba para ayudar a Astrid y atacó uno de sus puntos flacos en la defensa. Estuvo a punto de alcanzarle, pero el esqueleto se defendió con su escudo y paró el golpe. La exploradora se sorprendió de la fuerza de aquella cosa, a pesar de no tener ya ni el más mínimo músculo cubriendo sus huesos. ¿Cómo era posible?

El esqueleto no perdió el tiempo. Nada más evitar los dos ataques, respondió a su vez con un tajo dirigido a la guerrera skaldi, que lo bloqueó a duras penas con su escudo de madera. Astrid se tambaleó, pero logró mantener su posición. La expresión de su rostro dejó claro que se había dado cuenta de que corrían peligro. Ese ser no era un montón de huesos inútil...

Mientras el esqueleto atacaba a Astrid, Glyrhel no se había atrevido a moverse de donde estaba, aferrando su cayado con las dos manos mientras las rodillas le temblaban. Pero tampoco le hacía ninguna gracia estar aislado, así que se dirigió hacia donde estaba Ylva, tratando de no llamar la atención del cadáver y deseando con todas sus fuerzas que los cuatro pudieran largarse cuanto antes de allí.

¡Había errado el tiro! Mentalmente Ylva maldijo el escudo. Estaba acostumbrada a disparar a animales desde posiciones mucho peores, pero los animales no llevaban escudo.  La arquera no lo pensó dos veces y se lanzó a la carrera mientras sacaba una flecha del carcaj para disparar desde un ángulo más apropiado. Era buena tiradora, pero de nada serviría arriesgarse si había un lugar perfecto, como el que había justo delante del esqueleto. Tenía incluso un arbusto que Glyrhel podía usar para parapetarse y vigilar que no viniesen más de aquellos seres. 

La flecha de Ylva alcanzó al esqueleto y se quedó atrapada en su caja torácica. No pareció causar un daño grave, pero el cadáver siseó y se retorció como si realmente hubiera sufrido el impacto. Aquello era perturbador...

Astrid, mientras tanto, descargaba un nuevo golpe sobre el enemigo mientras gritaba.

—¡Tenemos que salir de aquí! ¡Id hacia el camino!

Pero el golpe ni siquiera se acercó al esqueleto, que lo esquivó con habilidad como si fuera un bailarín, mientras los huesos le crujían.

Intentando aprovechar la distracción del esqueleto con Ylva y Astrid, volvió a arremeter contra el enemigo. Era un enemigo duro de batir y, sin duda, imbuido en mucha magia necromántica para poder moverse de esa forma y tener tanto poder. Si tenían que huir de ahí, quizá lo mejor era dejar al esqueleto sin una de sus piernas. Así pues, está vez lanzó un corte a las rodillas, intentando desarmar las piernas del esqueleto.

Mara tuvo la buena idea de tratar de limitar la movilidad de aquella cosa con un tajo bien dirigido a sus rodillas, pero el esqueleto previó el golpe y lo bloqueó con la espada. Justo después llevó el brazo del escudo hacia atrás y descargó un fuerte golpe contra la volariana, que la alcanzó en el rostro y la derribó. Mara, muy aturdida, sintió el sabor metálico de la sangre y se dio cuenta de que el golpe le había roto la nariz. Corrían verdadero peligro. Aquél esqueleto no sólo era rápido, también era increíblemente fuerte.

Entonces, sintieron más movimiento en el claro, y dos nuevos esqueletos aparecieron entre los arbustos. Aquella situación empezaba a volverse aterradora...

Un ruido a sus espaldas hizo que el muchacho se envarara, y rezando porque no fuera lo temía que era, se giró lentamente con una creciente presión en el pecho que sentía que le asfixiaba. Pero toda esperanza voló en mil pedazos al toparse con la realidad que le esperaba, dos nuevos esqueletos se aproximaban a ellos avanzando como marionetas guiadas por mágicos e invisibles hilos.

Glyrhel corrió hacia su amiga más por huir del que le amenazaba con su cercanía que buscando refugio junto a la arquera. Ya no estaba seguro de hacia dónde quedaba el camino. Es más, dudaba de si podrían escapar por él si en un instante apenas tres de ellos habían conseguido rodearlos. Y lo que era peor: ¿cuántos más podrían terminar apareciendo de entre los arbustos como lo habían hecho aquellos dos últimos? 

Ylva estaba tensando el arco para volver a dispara cuando se sobresaltó por la repentina aparición de Glyr...y de otros dos esqueletos. A pesar de todo, la arquera apretó los dientes y volvió a disparar. Rápidamente miró a su alrededor, buscando algún árbol al que trepar para ganar seguridad y puntería. Pero aquello era una locura. Tenían que salir de allí. En la granja estarían seguros... O al menos más seguros que teniendo un rival para cada una. 

–Tenemos que irnos. Ya.–dijo a Glyrhel antes de alzar de nuevo la voz– ¡Astrid! Te cubro

La muchacha dio un paso atrás, procurando que Glyrhel estuviese cerca. Por nada del mundo iba a dejarlo tirado, al fin y al cabo, para ella era mucho más que un esclavo del reino.

El esqueleto, entretenido como estaba peleando con Mara y Astrid no pudo defenderse del proyectil de Ylva, que se le clavó de nuevo rompiéndole un par de pútridas costillas. Siseó otra vez y se volvió hacia la joven. Las cuencas de sus ojos estaban tan vacías como cabría esperar, pero Ylva creyó detectar por un momento una intensa furia en ellas.

Astrid levantó el hacha otra vez, y la descargó sobre aquella criatura. Pero el esqueleto volvió a parar el golpe. Mientras tanto, la guerrera skaldi se movió para cubrir a Mara y darle la oportunidad de rehacerse tras el golpe que había recibido.

—¡Arriba, rápido! —gritó—. ¡Hay que salir de aquí!

Negándose a dejar a ese esqueleto andante tan cerca de ellos, pues, seguramente, les impediría huir, se colocó la nariz rota con un gesto y obviando el dolor que podría haberle causado en otra situación. Lo único que importaba en esos momentos era ganar tiempo como fuese.

Haciendo uso de la posición en la que estaba Astrid, bloqueando la "visión" del esqueleto, en un rápido movimiento, se desabrochó la capa. Se puso al lado de la guerrera skaldi, echando la capa por encima del esqueleto para taparle cualquier visión.

La capa de Mara era amplia, y cubrió al esqueleto casi hasta los pies. El ser no había esperado aquello, y confuso empezó a moverse tanteando, tratando de encontrar a sus enemigos o de poder zafarse de aquella capa que le impedía detectarlos. Pero no lo consiguió.

Mientras tanto, los otros dos esqueletos se acercaron al grupo con paso lento pero firme.