Partida Rol por web

Gunnar se encogió de hombros.

— No, no hemos encontrado nada más que sentimientos ominosos provenientes del bosque... Y preferiría que no se alejaran mucho del edificio en el que hemos, no sabemos qué hay ahí afuera y tenemos que mantenernos todos juntos —Gunnar apretó el hombro de Ylva, dando la conversación por terminada... pero luego miró a Glyrhel, y su rostro se tornó un poco más serio, algo raro en él—. La seguridad de esta misión, de la princesa y de todos ustedes recae sobre mis hombros... Confío en que si se enteran de algo, o están en posesión de algo, que podría perjudicar o beneficiar dicha misión... me lo harán saber —dicho ésto, Gunnar asintió a ambos—. Y quita esa cara, Glyrhel, que pareciera que se te van a salir los ojos —acto seguido palmeó en el hombro al pequeño—. Ya iba a ir yo a revisar a Astrid y las chicas, pero lo mejor será que vayas tú con Glyrhel, que quizás el granjero vuelva a asustarse... Pero os quiero de vuelta con ellas. Lo que tengáis que hablar hacedlo en el camino a la granja —con esto Gunnar dió por concluida la conversación y volvió a unirse a Fygrod y Gungnar.

Coincidía con la intuición de Dewa, pero también creía que debían seguir ese rastro. Se alejaba del camino y se internaba en la maleza y los matorrales. Quizá tras esa primera señal no hubiese nada más, pero volver solo por una intuición y sin tener ningún tipo de prueba tangible, a parte de un diente enano, no era aceptable.

-Debemos seguir el rastro. Quizá descubramos al propietario de este diente. O averigüemos algo más. Lo único que sacaríamos con esto, son conjeturas.

El temor a que pensara que estaban haciendo algo indebido no tuvo punto de comparación con la cara que puso después del toque de atención que Gunnar le había dado, y esta no fue nada en comparación a la cara que puso cuando creyó escuchar algo. Tras aquello, no obstante, el nerviosismo duró apenas el instante que tardó en recuperar una entereza que podían llegar a necesitar.

- E... espera...

Fue lo que pidió a Gunnar antes de mirar a Ylva intentando buscar en su rostro algo que le indicara que también ella lo había oído, que no había sido una imaginación. Luego señaló con un discreto cabeceo a unos matorrales junto al camino y prosiguió hablando en un tono de voz más bajo para que solo entre ellos pudiera ser escuchado.

- Ahí hay algo- afirmó.- Se han movido...

Casi al tiempo que GLyrhel titubeaba, Ylva sacaba su arco, sin dejar de mirar al mismo sitio que su amigo.

–¡Quietos!– Aquella palabra iba dirigida tanto a su padre como a los dos guerreros, que habían comenzado a marcharse. La chica estaba con el arco en una mano y la flecha en la otra. Deslizándose como un lobo buscando una buena posición para atacar a su presa, la chica se aproximó a un matorral cercano a su padre y lentamente tensó el arco. 

Quizás fuese un conejo, quizás algo sin importancia, pero había que asegurarse de que no fuese peligroso. Gunnar se equivocaba. No era la seguridad lo que recaía sobre sus hombros: era la responsabilidad. La seguridad estaba en manos de todos.

La chica pegó una patada a una piedra en dirección al matorral y preparó el disparo. Si era un animal, saldría disparado, ya fuese huyendo, si era un conejo, o atacando si era un animal rabioso o un jabalí.

La piedra salió disparada hacia el matorral y lo atravesó, causando que unas cuantas hojas cayeran. En el silencio que se acababa de hacer, el sonido de las ramas al moverse pareció un estruendo. Esperaron... pero no ocurrió nada más. Ningún animal salió huyendo, ni oyeron ningún ruido que sugiriese que ahí había algo. ¿Se lo habrían imaginado...?

Gungnar rompió el silencio.

—Yo también lo he oído —dijo en voz baja—. Dudo que sea un animal... 

Entrecerró los ojos, escudriñando en la oscuridad, y se acercó poco a poco al arbusto con el hacha preparada. Después de unos segundos, volvió a hablar.

—Nada...

En aquella ocasión Glyrhel había sido partidario de la paciencia. Había querido actuaran como si no hubieran visto nada, como si nada hubiera en los matorrales, pero siendo muy conscientes de que allí había algo. Gunnar podría haberse "marchado" como había sido su intención, pero como una estratagema para rodear a lo que había elegido los matorrales como escondrijo. Esa había sido su idea, esa era la razón tras la discreción de sus gestos y su bajo tono de voz, mas cuando vio el obrar impulsivo de su amiga supo que de nada serviría ya lo que había pensado y hecho. Se limitó a contener el aliento y...

- Nooooo. No no no no no. Por qué... Ya no está. Se ha ido.

El alivio de que no hubiera sido nada dio paso a la decepción de no saber qué había sido, y esa incertidumbre era casi peor. ¿Era bueno, era malo, era amigo o enemigo, era inocuo? Ya no lo sabrían, solo sabían que algo les había estado observando y escuchando.

Con intención de responder alguna de las preguntas que le picoteaban la cabeza, el muchacho se acercó a Gungnar para observar el escondite que ese algo había elegido. Quizá hubiera alguna pista de la que aún pudieran sacar provecho.

Astrid parecía dubitativa. No porque el diente le diese miedo, si no porque le intrigaba y también creía que no debían irse sin más después de haberlo encontrado. Pero si pasaba algo, el resto del grupo no lo sabría y quedarían aisladas. Se volvió hacia Dewa.

—Mara y yo echaremos un vistazo, a ver qué averiguamos —dijo—. Tú vuelve a la granja y avisa a los demás... por si acaso. Así sabrán dónde estamos.

Luego miró a la exploradora, para confirmar que estaba de acuerdo con el plan.

—¿Te parece bien?

Ylva bajó el arco despacio y miró confusa el arbusto. Si había preparado el arco era porque sabía lo rápido que podían moverse los animales, especialmente antes de un ataque pero ahora se encontraba con que no había nada. Si no fuese porque no había sido la única que lo había oído, lo hubiese tomado por una confusión. Había algo. Estaba segura. La chica guardó la flecha en el carcaj, pero seguía con el arco en la mano.  

–No estoy tan segura– dijo a Glyrhel agachándose para examinar el terreno, mirando los arbustos en busca de ramitas rotas y el suelo en busca de huellas o hierba revuelta. Con aquella humedad, cualquier rastro sería perfectamente visible, al menos aquello jugaba en su favor. Pero con las cosas que estaban empezando a ocurrir la imaginación de Ylva ya pensaba en seres invisibles o que fuesen capaces de mover cosas a distancia, como los pequeños duendes o espíritus burlones en los que casi todos los niños y muchos adultos creían. Desde luego, si algún espíritu burlón les estaba tomando el pelo, no podía haber cogido un momento peor.

Ylva y Glyrhel, junto al corpulento Gungnar, se dejaron los ojos tratando de encontrar algo inusual en el punto donde habían detectado el movimiento sospechoso del arbusto. Incluso se iluminaron con el candil que había llevado Ylva. Pero no encontraron nada, salvo hojas y hierba húmeda. Y sin embargo, los tres seguían convencidos de que habían visto algo allí. Pero fuera lo que fuese, ya no estaba...

Al lado de la joven arquera, Gungnar gruñó. Había una profunda arruga entre sus gruesas cejas. Se apoyó en el hacha para incorporarse y volvió junto a Gunnar y Fygrod.

—Esto no me gusta —dijo—. Primero las granjas vacías, y ahora arbustos que se mueven solos... Están pasando cosas extrañas y deberíamos estar alerta y no alejarnos de la princesa.

Gunnar dió un par de pasos hacia el arbusto, pero el enano fue más rápido y acabó por meterse de lleno en el mismo, por lo que el skaldi se limitó a esperar cerca y alerta, con su espada desenvainada. Al ver que el enano salía sin ningún problema, Gunnar se relajó, pero sólo un poquito.

— Iremos todos juntos a buscar a Astrid y a las chicas —dijo, después de unos segundos en silencio—, y luego iremos todos a la granja y fortaleceremos el lugar. Ya es muy tarde para movernos, pero por lo menos lo haremos más defendible. Mantened los ojos bien abiertos —concluyó, para luego echar a andar hacia la granja donde habían ido Astrid, Dewa y Mara.

–¿No sería mejor que vayamos nosotros dos?– Ylva parecía preocupada. Había algo inquietante en todo eso y sabía que Glyrhel y ella eran muy rápidos cuando querían. La niña señaló con la cabeza a Gugnar y Fygrod.–. O dividirnos... Si ahora alguien ataca la granja será mejor que haya alguien más... Te prometo que no tardaremos nada, y si ocurre algo podemos avisaros. 

Ylva mostró el campano que había llevado para avisar si había algo peligroso y que pudiesen preparar una defensa para la princesa. Entendía los motivos de su padre, pero no quería que Ingelyn estuviese desprotegida en lo que iban a buscar a Astrid y volvían. Y que su padre, el capitán, estuviese dirigiendo una posible defensa le tranquilizaba más que la idea de que se encargase Sven, por ejemplo.

Gunnar suspiró. Su pequeña tenía razón pues él, en su afán de padre, no había querido separarse de ella. Sin embargo, la misión tenía precedencia, y también tenía que entender que su hija ya no era una niña, si no una skaldi hecha y derecha. Gunnar asintió a Ylva.

— Id y volved rápido —fue su respuesta. Acto seguido miró a Fygrod y a Gungnar y luego echó a andar hacia la granja donde estaban la princesa, Runi y los demás. De más está decir que instó a ambos guerreros a seguirle.

Miró a la guerrera y asintió. Le parecía una buena idea ya que era más seguro volver sobre sus pasos por el camino que adentrarse sola en el bosque. Sabía, o tenía la intuición, que algo más encontrarían si seguían el rastro.

-Es un buen plan. Ve con cuidado - dijo mirando a Dewa.

Desvió, después, la mirada hacia Astrid.

-Es mejor que comencemos. La luz cada vez es menor y podríamos perdernos en un bosque desconocido. O perder el rastro.

Gunnar se marchó junto a Fygrod y la menuda mole de músculos que era Gungnar, no sin que antes este último les lanzase a los chicos una mirada que a todas luces quería decir "tened cuidado".

Cuando ya se habían alejado y los chicos empezaban a bajar por el camino hacia la siguiente granja, vieron que una figura caminaba hacia ellos con rapidez. Reconocieron su pelo corto y se dieron cuenta de que era Dewa, pero no parecía que Mara ni Astrid la acompañasen.

A Glyrhel, con todas las cosas extrañas que estaban pasando y que muy probablemente seguirían pasando, no le entusiasmó la idea de quedarse solo con Ylva. No era que no confiase en su amiga, muy al contrario, pero no estaban jugando en los bosques de los alrededores de su hogar. Aquel asunto era más serio y sin duda no le hubiera molestado la compañía de un guerrero veterano, a ser posible Gungnar. Con él acompañándoles no solo se sentiría más seguro sino que podía olvidar desconfianzas y temores a base de las innumerables preguntas que le haría sobre su vida y la de sus congéneres.

Fuera como fuese quedaron solo y siguieron avanzando hasta que su vista les brindó algo que el muchacho no estaba seguro de que le gustara demasiado.

- ¿Dewa? ¿Estás bien? Eh... ¿Y Mara? ¿Y Astrid? ¿Dónde están?

La mirada de "esto no me gusta" de Glyrhel era la misma que la de Ylva. La joven también habría preferido que uno de los guerreros les hubiese acompañado, pero su padre había decidido irse con los dos. Un gesto de confianza, sin duda, pero ¿era digna de esa confianza? Una parte de ella esperaba no tener que demostrarlo en aquel momento. Pero los deseos no solían ir de la mano con la realidad, como acababa de comprobar. 

Después de ver a Dewa, la arquera miró a su espalda, calculando el trecho que había hasta el campamento, calculando el tiempo que haría falta hasta llegar a la granja y volver si había problemas. Porque a juzgar por las prisas de Dewa no parecía que las cosas fuesen demasiado bien.

La expresión de Dewa no dejaba lugar a dudas. Algo de lo que habían encontrado la había dejado preocupada. Se sorprendió al ver a los chicos, pero aún así forzó una leve sonrisa.

—Ah, hola. Sois vosotros —dijo—. Íbamos hacia la granja cuando hemos encontrado algo raro. Un diente, al borde del camino. Era un diente enano, no hay duda. Me lo dejaron un momento y no me dio buena espina, no sabría decir muy bien por qué...

Miró un segundo a su espalda, al camino por el que acababa de subir.

—Mara y Astrid están siguiendo la pista, a ver si averiguan algo más. Yo volvía a la granja para avisar al resto. Astrid no se quedaba tranquila si nos internábamos en la espesura sin que los demás supiéseis a dónde habíamos ido.